PRÓLOGO Es noche de luna llena, una de esas noches en que las hojas se mueven de un lado a otro a causa del fuerte viento que sopla ferozmente avisando que se avecina una gran tormenta. Dos personas pueden verse a lo lejos, parados sobre unas viejas tumbas de un antiguo pueblo abandonado: una cae repentinamente al suelo, temblando, retorciéndose como si le hubiera dado un repentino infarto; la otra se encontraba de pie junto al hombre mirando sonriente cómo sus pupilas de color miel se achicaban y sus ojos se hinchaban del dolor. — ¿Lo maté? Sí, lo hice, al fin lo hice —piensa la joven mientras de agacha para recoger un artefacto de forma circular, de color dorado que al parecer pertenecía al moribundo—. Es tu culpa, tú me enseñaste a no tener compasión por nadie, y eso te incluye a ti—Dice con un tono burlesco mientras contempla el dolor de la víctima, después voltea y comienza a caminar, dejando al hombre atrás. Pero mientras lo hacía, el moribundo pronunció unas palabras con su último aliento de vida, y un nombre que con sólo escucharlo la joven quedó paralizada a la vez que un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Ella voltea inmediatamente para verlo, él la mira con una sonrisa siniestra, ríe a carcajadas y luego muere. En ese momento un calor subió por todo el cuerpo de la joven, su semblante cambió por completo, el furor y la ira podía verse reflejada en esa mirada. Ella camina rápidamente y con pasos firmes hacia el cuerpo, se detiene junto a él y le da una fuerte patada, tratando de descargar toda su rabia. —¡Maldito! ¡Maldito! ¡Maldito! ¡Lo pagarás bien caro en el infierno desgraciado!—Decía mientras golpeaba una y otra vez el cadáver. —Ya déjalo—se oye una tercera voz a lo lejos―. No tiene caso que lo sigas golpeando, ya no le duele―. La silueta de un joven se va acercando a ella mientras la luz de la luna comienza a iluminar su rostro. —Hay ya déjame en paz, no puedo siquiera tener un poco de alegría que tú vienes y lo arruinas todo como siempre. —Bueno, alguien tiene que ser la voz de la razón aquí. —¿Razón? ―Lo mira irónicamente― Sólo larguémonos antes de que “ellos” descubran que estoy cerca. —Ya es tarde para eso, ellos nos están viendo ahora. Ella camina rápidamente en dirección al norte, el joven bloquea su paso con su brazo izquierdo mientras la mira seriamente. Ella lo mira fijamente a los ojos como si estuviera leyendo sus pensamientos, ya sabiendo lo que él iba a decir. ― ¿Qué sucede? ― ¿Aún no vas a detenerte? ¿No has tenido suficiente ya? ― Sabes bien que no me detendré hasta que lo destruya. — ¿Y si yo lo intento? —¿Lo harás? No te será fácil, tendremos una batalla de siglos hasta que uno de los dos muera, yo ya alcancé tu nivel y lo sabes. —Ha ha lo sé, y tampoco pensaba hacerlo, pero no podrás culparme luego de que no lo intenté. —Lo sabía, sabía que te acobardarías ―ríe― —¿Acobardarme yo? ¿Quieres probar quién es el más fuerte de los dos? —Ya es tarde, ya te echaste para atrás. —Aún no es tarde, todavía no. Las nubes comienzan a tapar la luna. El viento sopla cada vez más fuerte. Mientas tanto, los rostros de unas extrañas criaturas pueden verse escondidas tras los arbustos, sus ojos son como dos faros que brillan en la oscuridad, sus rostros eran largos y finos sus labios eran grises como el color de su piel y tenían orejas pequeñas y puntiagudas. Eran numerosos y todos tenían la vista dirigida hacia los jóvenes. ― ¿Qué tal si los matamos ahora?― dice el joven mientras desenvaina su espada larga. ― No, son demasiados, no quiero llamar la atención. Él no debe saber que estamos aquí. ― ¿Estas segura?―hace una mueca en su cara mostrando desilusión y vuelve a guardar su espada―. Qué lástima, quería jugar un poco antes de morir (ríe). —¿Quién dijo que íbamos a morir? —Dice la joven mientras lo mira con una sonrisa esperanzadora―. —Era broma... Ambos continúan discutiendo mientras caminan rumbo al norte. Las primeras gotas de lluvia comienzan a caer sobre el cuerpo muerto, que luego se transforma en cenizas y desaparecen con el viento. CAPITULO I: IKALIA Con sólo trece años, Ikalia Dutrá era la niña más madura e inteligente de toda su clase, pero también muy tímida y reservada. Las niñas no se atrevían a acercársele y cuchicheaban a sus espaldas mientras ella pasaba a sus lados. Los niños en cambio, ni siquiera la notaban, y si alguno lo hacía la miraba con extrañeza. Aun así, a ella no parecía molestarle en absoluto. Concentraba toda su atención en los estudios y en los libros, especialmente en los de medicina avanzada, ya que tenía la intención de convertirse en la mejor doctora que el mundo haya tenido. Estaba acostumbrada a ese tipo de actitudes. Lo hicieron desde siempre, desde que ella ingresó a esa escuela a sus siete años y ya no le molestaba, sus libros eran todo lo que ella necesitaba, eran sus amigos. Durante las horas de clase, ella prestaba muy poca atención a la maestra, ella ya había leído y aprendido todo lo que la misma enseñaba en sus libros así que se pasaba todo el rato dibujando y escribiendo sentada al final del salón, lo más lejos del pizarrón para que nadie la mirase. Ikalia acostumbraba todas las tardes después de clases quedarse en la biblioteca a leer un poco más, le gustaba quedarse sola leyendo en voz baja cada palabra del libro, como intentando memorizarla sin que nadie la esté observando mas que Marita, la señora que quedaba a cargo de la biblioteca. Pero hoy iba a hacer algo distinto. Era el cumpleaños de su hermanita menor y le había preparado una gran sorpresa, así que apenas tocó el timbre de salida, salió presurosa del aula dejando a todos sus compañeros desconcertados. La niña corría por las veredas del centro de la ciudad con un poco de dinero en su mano. Dinero que ella había juntado con mucho esfuerzo durante todo el verano, limpiando casas, paseando perros, cuidando niños etc. Rápidamente entró en una tienda, “La tienda de Juana”, agarró una hermosa muñeca de porcelana que se encontraba en el mostrador y luego se acerca a la vendedora. —¡Por fin!—dice la niña mientras tomaba fuerzas para respirar por la agitación de tanto correr—al fin puedo comprar el regalo que le prometí a mi hermana—mira la muñeca con una gesto sonriente, llena de satisfacción—me tomó mucho tiempo juntar el dinero. —¡Que bueno mi niña!—contesta alegre la vendedora— Has trabajado muy duro para conseguirla, seguro se pondrá muy feliz, después de todo será su primer regalo de cumpleaños. ¿Cómo se encuentra ella? —No muy bien—dice la niña agachando la mirada para que no se notara su tristeza―sabes que no puede salir ni siquiera al patio a jugar con migo, si lo hace su piel se daña. —Bueno (silencio), seguro tu regalo la animará tanto que se pondrá mejor (ríe), entrégame la muñeca, te lo envolveré con el papel más hermoso que tengo. —¡Gracias! Ikalia caminaba presurosa hacia su hogar a la vez que observaba detenidamente la muñeca; cada detalle era sumamente hermoso. “Aria llorará de la emoción”—Pensó—; Su cuerpo de porcelana era blanco, sus ojos tenían un color café y brillaban con la luz del sol. Parecían mirarla fijamente, como si fueran reales; su vestido era como los de las princesas de los cuentos, lleno de bolados y de un color rosa claro. Su pelo era sedoso y negro, muy brillante para ser el de una simple muñeca. Mientras la observaba, ella notó que en un lado de la muñeca había un pequeño bulto. Miró debajo de su vestido y encontró un pequeñito frasco junto a una nota que decía con letras grandes: “Tómala y te dará el poder de la vida”. También tenía unas letras muy pequeñas debajo de las grandes, pero Ikalia no se molestó en leerla porque estaba muy cansada para forzar la vista. Sin prestar mucha atención al significado de la nota, ella abre el frasco y de él se desprende un suave y dulce aroma a flores. Movida por la tentación, decide darle una pequeña probadita; tenía un sabor sabrosamente dulce y su textura era cremosa, su color era rosa, al igual que el vestido de la muñeca. En ese mismo instante sintió que todo su cuerpo se llenaba de energía, como si no hubiera corrido nada. Tenía tanta fuerza que podía correr varios kilómetros sin agitarse. —¡Asombroso!— Dijo sorprendida— Será que… ―en ese instante recordó lo que decía la nota, abre nuevamente el papel y lo lee ― ¿El poder de la vida? ¿Qué querrá decir eso? De repente se acordó de su hermana y cómo éste líquido podría al fin curarla de su grave enfermedad. Entonces guardó la muñeca en su mochila y aceleró su paso sin detenerse ante nada. Ikalia vivía en las afueras de la ciudad, a varios kilómetros, en una pequeña casita de madera ubicada cerca de un bosque junto a un pequeño arroyo. A pesar de sus escasos recursos, el lugar donde vivían era de ensueño: su casa estaba rodeada de arboles altos y frondosos, y hierbas abundantes con todo tipo de tonos de verdes; los rayos del sol acostumbran pintar el cielo de naranja mientras declina en el horizonte; mientras que el agua que corre a través de las rocas por el arroyuelo del bosque produce un sonido mágico de la naturaleza, un sonido que ayuda a concentrarse, a meditar… La paz y tranquilidad que podía sentirse en el ambiente no la cambiaría por todo el dinero del mundo. Su padre Jhon pasaba horas fuera de la casa recolectando leña para vendérselas a los comerciantes mientras que su madre Lilia se quedaba en casa cuidando de sus dos hijas, de los animales y la huerta. Como de costumbre, Ikalia entra presurosa a su casa llevando por delante todo lo que había a su paso. Hasta Grisin el gato no pudo escapar de una pisotada en la cola que le hizo saltar hasta el más alto placard que sólo tenía metro y medio de altura. ― ¡Ya llegue!—Grita la joven mientras corre hacia su cuarto en busca de su familia. Cuando Ikalia abre la puerta de la habitación, encuentra a su madre con los ojos hinchados y rojos de tanto llorar, sentada junto a la cama donde su hermana estaba tendida. La piel de Aria estaba al descubierto. Ikalia nunca la había visto a sin sus vendajes, se podía ver los pedazos de piel que se desprendían de su pequeño cuerpo mostrando la carne viva. Ella queda inmóvil, con la boca habierta sin poder pronunciar una sola palabra. ― ¡Hija!—Dice su madre mirándola sorprendida, mientras intenta borrar las lágrimas de su rostro y oculta las heridas de Aria con la manta―. ¿Cómo te ha ido? Seguramente tendrás mucha hambre después de haber caminado tanto, iré a calentarte la comida. Lilia se levanta rápidamente y sale de la habitación sin poder ver el rostro de su hija. Ikalia se acerca lentamente a su hermana, se sienta en la cama junto a ella y la observa. Aria comienza a despertar. —Hermana, ¿Cómo te ha ido en la escuela hoy?― Dice con una vos débil, como si estuviera juntando muchas fuerzas para hablar. —Shhh no hables descansa que estás muy débil. Mira lo que te traje―Saca de su mochila la muñeca de porcelana— Feliz cumpleaños Aria. La mirada de Aria cambia por completo. Su rostro pálido se ilumina por un instante, sus labios se abren de punta en punta mostrando una gran sonrisa. ― ¡No lo puedo creer! ¡Cumpliste con tu promesa! ¡Es hermosa! Ikalia no pudo resistirse, se le acumularon las lágrimas tras los párpados. Miró a un lado para que no la viera llorar. ¿Por qué el destino era tan cruel con ella? -Se preguntaba- ¿Por qué Dios dejaba que una niña inocente sufriera de ese modo? ¿A caso El odiaba a esa familia? ¿Qué podría hacer ella? Tan sólo tenía trece años, aun era muy chica para estudiar medicina… —¿Por qué lloras hermana? —No es nada, sólo estoy feliz de que te haya gustado—Dice con una voz quebrada y una leve sonrisa en su rostro. —¿Cómo no gustarme? Me lo compraste tú. En ese momento Ikalia oye entrar a su padre y sale de la habitación para saludarlo. Pero cuando se acerca al comedor ve a su madre hablando con él. ― Ya no hay más nada que hacer —dice Lilia con una voz frágil y con los ojos llenos de lágrimas― el doctor vino esta mañana, dice que ya no que queda más tiempo de vida. —Tranquila, superaremos esto― Intenta alentarla Jhon mientras le da un abrazo. Pero Lilia no puede ver como las lágrimas de su esposo se desprenden de su rostro, Ikalia sí. —¿Tiempo de vida? ¡No, no puede ser! ―Piensa—. Tiene que haber una forma. Entonces recuerda el frasco que tenía la muñeca, corre a su habitación, abre la mochila y lo saca. ― Toma— Le dice a su hermana que yacía durmiendo― Esto te devolverá la salud— Dice mientras levanta su cabeza y le da de beber del frasco. Aria abre lentamente sus ojos, Ikalia la mira emocionada esperando a que se recupere por completo... pero no fue así. La piel de Aria queda completamente blanca, su rostro se desfigura. Ikalia se queda estupefacta, se asusta y retrocede rápidamente tirando la silla y dejando caer el frasco que luego se rompe en pedazos. Lilia oye los ruidos y corre hacia la habitación y se encuentra con una horrible escena. Ikalia estaba tirada en el suelo, con su rostro pálido mirando a su hermana. Lilia desvía la mirada hacia la cama. Aria estaba muerta. ― ¡LA MATASTE! ¡LA MATASTE! —Grita horrorizada mientras hundía sus dedos en la piel de la niña y la sacudía. ― Y-y-yo… Ikalia no podía pronunciar una sola palabra. Su padre entra de golpe a la habitación, queda espantado. Lilia se desmaya. ― ¡QUE HAS HECHO!— Grita su padre. La expresión de sus ojos eran de horror, sus ojos estaban abiertos de par en par como si se les estuvieran por salir de la cara, su boca quedó completamente abierta mientras miraba de un lado a otro tratando de asimilar todo. Ikalia no pudo hacer más que levantarse y salir corriendo de la habitación huyendo de su casa y dirigiéndose velozmente hacia el bosque…
Recien estoy comenzando con esta historia. Quizás termine modificándola mil veces antes de terminarla, pero me gustaría que me acompañen en el preogreso :)
Hola! Quiero decirte que me ha gustado tu historia, de verdad. Creo que deberias describir un poco más sobre los personajes y el lugar donde se encuentran, pero es sólo mi opinión. Hubo un error pero creo que solo fue de dedo: ella y había van separados. Pero como ya te dije, me gusta y avísame cuando tengas la continuación. ;)
¡Hola! :3 Me gustaría entonces ser parte de ese grupo que te acompañara en tu progreso, pero por lo que veo ya has progresado bastante :D Me encanta la forma en que lo narras, lo haces muy bien. Ahora los diálogos: Luego del guión largo no va el "espacio". Y la palabra "ríe" que has puesto entre paréntesis las puedes poner directamente con el guión largo. Ese guión largo no va >.<. Los guiones largos son solo para diálogos. Quedaría algo como... Y, ps, el pequeño dedazo que ya te ha marcado Flor-Chan n.n ¡Saludos!
Hola! Les cuento que agregué un par de cosas y le cambié el nombre de Lita a Aria, me gustó más :) Capitulo II: JUEGO DE MUERTE <<200 metros de largo, por 170 de ancho, con 200 metros de altura mide Argania, el centro de pelea más grande del submundo, un poco más grande que el gran Coliseo Romano terrestre, aunque no se cómo será porque así me lo contaron. El terreno de juego es un gran óvalo tan grande que ya ni me acuerdo cuanto mide. Es allí donde nosotros realizamos las más grandes batallas que en el mundo de arriba no podrían imaginar. Así es, mundo de arriba. No es que vivamos debajo de la tierra en las alcantarillas con las ratas y otros animales como algunos humanos dicen. Es un mundo entre el mundo humano y el Seol, así como existen tres cielos: el que se ve desde la tierra, el de el espacio y donde vive el gran Dios Supremo, así también el sub mundo, el mundo de los muertos y el Seol. Aquí vivimos nosotros, los Demons, los sirvientes del gran Urius, el gobernante de este mundo…>> ― ¡Qué haces allí parada como una idiota! ¡Prepárate! Pronto será tu turno. —Dice Bael, el dómine más poderoso del submundo. Un Demon Telépata, de nivel ocho, capaz de dominar la mente de sus oponentes y llevarlos a autodestruirse sin que él mueva un solo dedo. Sólo seis personas tienen ese nivel en este mundo. De 1.80 de alto, de cabello oscuro, ojos color miel y tez trigueña, orejas puntiagudas cejas gruesas y labios finos con colmillos parecidos a las de un vampiro. Toda su vestidura era de color negro; las botas, la ropa e incluso la capa era de un material extraño y poco conocido, irrompible, impenetrable y liviano. ― Sólo estaba concentrándome, pensando— dice Arael, una Demon de nivel inicial, con figura humana, de 1.70 de altura, cabello largo ondulado y rojo como el fuego encendido, amarrado a una cinta dorada, ojos verdes como la esmeralda pintadas a su alrededor de negro que la hacen ver como una verdadera criatura del mal y tez blanca como si fuera un fantasma; lleva puesto un traje negro parecido al cuero pero mil veces más resistente que el metal, unas botas largas y guantes rojos, del mismo material. ― ¿Pensando? ¡Los demons no piensan! ¡Deja de hacer esas estupideces y concéntrate! ¡Si pierdes tu batalla de iniciación no podrás subir a la tierra a cumplir tu misión y antes de que desaparezcas cortaré en pedazos tu cabecita pensante! ―dice mientras voltea y se dirige hacia la enorme puerta que daba al estadio— Pensando…―susurra— ¿que clase de demonio es ésta? ― Bael… ¿Qué sucederá si no gano esta contienda? —Serás destruida, al igual que yo, y todos mis esfuerzos se irán a la basura, por eso más te vale que no pierdas, tú me debes tu vida, yo te salve aquel día ¿lo recuerdas? —Bueno… solo lo que tu me has dicho, sabes que no recuerdo nada de aquel día. —Y es todo lo que necesitas saber, que yo te encontré en el bosque de la tierra, débil y destruida y te traje a este mundo y te devolví tus fuerzas. Gracias a mí sigues viva y será mejor que no me falles. —No necesitas decírmelo, es mi vida la que está en juego. Y ya no me grites, no soy sorda. Arael no es una Demon cualquiera. La mayoría de los Demons podían adoptar la forma de un humano por sólo unos instantes, pero ella tiene esa forma desde que tiene uso de razón. Aun así, sus poderes sobrepasan a la mayoría de los de nivel inicial, cosa que hacía que no haya duda alguna de su identidad. Pero por alguna razón ella nunca sintió que pertenecía a ese mundo. —¡Comienza el combate! ¡Los demons de nivel inicial entren al terreno de juego!― Dice el líder del torneo, que estaba sobre una especie de torre a barios metros sobre el nivel del suelo, frente a los espectadores, quienes gritaban eufóricos para que comience la pelea. —Es muy simple— dice uno de los monstruos de nivel cinco; un monstruo no muy alto pero sí corpulento de ojos naranjas al igual que su piel que parecía arrugada como el de las tortugas de la tierra, vestido como un antiguo vikingo con traje y botas de pieles de quien sabe qué.― no hay reglas, los primeros cien sobrevivientes podrán pasar al siguiente desafío. —Bueno, sólo tengo que mantenerme viva hasta el final ¿no?—Piensa Arael mientras observa a sus contrincantes, casi todos mucho más grandes y aparentemente fuertes que ella, pero no parece preocuparle. En sus entrenamientos, Bael la había hecho pelear con grandes tipos de monstruos de todos los tamaños y habilidades que él mismo se convertía, así que no les temía. Arael observa a todos y cada uno de ellos, intentando descifrar sus habilidades de acuerdo a lo que poseían, tanto en su vestimenta como en sus armas y artefactos de peleas. Al parecer nadie notaba su presencia, era demasiado pequeña para ser una digna rival así que nadie la prestaba atención. Al menos eso parecía hasta que sintió en su cuello como si alguien le estuviera clavando un puñal, voltea rápidamente hacia atrás y vió a lo lejos a un hombre recostado sobre las paredes del terreno, cruzado de brazos que la miraba fijamente, con una mirada seria y frívola; vestía un traje muy similar al de ella pero sus colores eran como el fuego azúl, sus ojos eran púrpuras, su piel blanca al igual que la de ella y sus cabellos de un tono marrón claro con reflejos naranjas. Un escalofrío recorrió el cuerpo de ella, quien nuevamente gira y sigue su camino como si no le prestara atención. ― ¿Quién rayos será ese tipo y por qué me observa de esa manera?— Piensa Arael mientras mira de reojo hacia donde se encontraba el desconocido. Estaba preocupada, él la miraba como si la conociera. Y lo más extraño es que también tenía forma humana. La batalla comienza, todos se abalanzan unos contra otros intentando destruirse. Poderes extraordinarios son lanzados de aquí para allá como si fueran un montón de luces artificiales. Los cuerpos muertos desaparecen al instante que caen al suelo. Las paredes de Argania son indestructibles, ningún poder puede romper sus muros, y el campo de fuerza invisible impide que los espectadores sufran algún daño. Arael se encontraba parada en una esquina observando risueña cómo se aniquilaban de las maneras más tontas e insólitas. Ella prefirió esperar, aprovechó su estatura para pasar desapercibida, esperaría a que la gran mayoría desapareciera o a que alguien notara su presencia. En ese momento se acordó de aquel joven que la había visto anteriormente. Miró a todas partes buscándolo y lo encontró. Él estaba parado en diagonal a ella, al otro lado de terreno mirándola. Ella lo mira sorprendida, pareciera ser que no le había quitado la vista ni por un segundo. Arael comenzó a preocuparse, estaba a la expectativa, esperando que él se acercara para atacarla pero él no hizo ningún movimiento. ― ¿Qué es esto? ¿A caso es una estrategia para que baje la guardia?— Piensa la joven mientras lo observaba temerosa de que estuviera haciendo algo de lo que ella no se daba cuenta. En ese instante un rayo de fuego rozó sobre sus ojos, impactando a la pared del lado izquierdo de donde estaba. Arael voltea a su derecha y la ve. Una Demon Fire, de aspecto femenino, de 1.90 de altura; ojos cafés, cabello corto del mismo color que sus ojos, rostro fino y alargado; tenía un vestido largo turquesa que apenas cubría parte de su cuerpo y un cinto dorado que hacía juego con sus botas; en su mano derecha poseía una espada tipo alfanje árabe, con la punta curvínea en forma de llama, de mango de metal rojo. ― Típico de una cucaracha— dice mientras mira a Arael desafiante― escondida en un rincón esperando a que nadie la note. Pero adivina qué, a mi me gusta matar cucarachas—ríe―. La mirada de Arael cambia completamente, sus labios sonríen mientras que sus ojos ven a su contrincante como deseando eliminarla de una vez. Se podía ver el deseo de sangre en sus pupilas. —¡Vaya! Al fin una para mí―dice Arael mientras camina lentamente hacia la desconocida— ¿y puedo saber quien va a tener el honor de ser destruida por mis manos?―su tono de voz era desafiante y segura. La Demon se sorprendió un poco de su arrogancia pero luego contestó. —Tú eres la que será eliminada por mí, ¡la gran Aim! ¡Futura diosa del sub mundo! CONTINUARÁ...
JUEGO DE MUERTE (CONTINUACIÓN) Arael la mira por un segundo y luego se hecha a reír a carcajadas. ― ¿Tú ¿diosa?¡No me hagas reir! O-diosa querrás decir hahaha que graciosa soy, odiosa que buen chiste haha―Arael se limpia los ojos haciendo como si tuviera lágrimas de tanto reír. — Haré que te tragues tus palabras ¡idiota!— exclama Aim furiosa mientras apunta su mano hacia ella. De su mano se desprende una especie de rayo de fuego (la misma que había lanzado anteriormente) que va en dirección a Arael. Ella lo esquiva fácilmente y corre rápidamente a realizar el contrataque golpeándola con una patada en rostro que hace volar a la Demon, impactando contra la pared. ― ¿Eso es todo lo que tienes, gran odiosa del sub mundo?—Pregunta Arael con una sonrisa maliciosa. ― Maldita, me has agarrado de sorpresa, no pensé que fueras tan rápida. — Y fuerte, te olvidaste decir. ¿Qué se siente que esta “cucaracha” patee tu trasero de fuego diosita? ¡Ni tu ni todos los demonios del universo podrán con migo ahahahaha! Arael no se había percatado de que todos los monstruos quedaron viendo la pelea. Aim se levanta, se refriega con la muñeca la boca y sonríe. ― Ahora estas en problemas cucaracha; ya no podrás esconderte. Arael voltea… todos los monstruos habían escuchado sus últimas palabras sorprendidos; se miran unos a otros y… ― ¡A ella!—Grita uno de ellos. ― Oh, Oh…¡rayos! Todos se abalanzan contra la joven, Aim se hace a un lado y observa como se amontonan uno encima de otro tratando de golpearla. En ese instante unos rayos de luz comienzan a salir de entre el montón y se produce una explosión; los demonios salen desparramados de un lado y del otro dejando al descubierto a Arel que estaba rodeada de una luz tornasolada. Su rostro estaba completamente desfigurado de la rabia. — ¡Vengan malditos! ¡Los aniquilaré uno a uno! La rabia de Arael se transformo en desesperación al darse cuenta de que los demonios le hicieron caso y fueron tras ella. — ¡AAHHHHHG!― Grita mientras comienza a correr como loca por todo el terreno de juego; corre de una punta a otra con todos los demonios detrás de ella intentando matarla a la vez que aprovechaban para destruirse entre ellos— ¡BAEEEELLL! ¡AYÚDAMEEEEEE! Bael estaba observando furioso y a la vez lleno de vergüenza al ver que su discípula corría como una estúpida por todas partes intentando escapar de los demons. ― ¡Tarada! ¡Tienes que destruirlos no correr de ellos!— Le habla por medio de la telepatía. ― ¡Tu me enseñaste a atacar de a uno, no a una legión de ellos!— Grita desesperada. ― Yo no puedo hacer nada, ¡arréglatelas! ― ¡Desgraciado Bael! Me dejó sola—Piensa. ― Te estoy escuchando ¡Idiota! Arael comienza a perder las fuerzas, a pesar de sus ataques son demasiados y ya no puede esquivarlos; sus poderes se debilitan; ya no tenía fuerzas y los monstruos que quedaron lograron arrinconarla. Bael no podía hacer nada, era el fin… Ella cerró sus ojos esperando el ataque; su corazón latía a mil por hora, no sabía si el sudor que llevaba era de tanto correr o de los nervios que recorrían todo su cuerpo; agachó su cabeza, se encogió de hombros y espero su final, cuando de repente una poderosa luz negra rodeó a casi todos los monstruos que estaban allí y los aniquiló en un segundo. Un silencio invadió el lugar, Arael no se atrevía a abrir los ojos. ― E-estoy ¿viva?— Piensa mientras abre uno de sus ojos para observar lo acontecido Abre los ojos y ve al sujeto de traje azul fuego delante de ella, había eliminado a más de la mitad de los monstruos y la otra parte se apartaron del susto. ― Ese sujeto… ¿Acaso me salvo la vida?— piensa conmocionada por lo que estaba ocurriendo. Pero su alivio se termina cuando el hombre apunta con su dedo índice hacia su rostro y de él emana una luz oscura. — No eres digna de vivir, cobarde.― dice el hombre mientras que al parecer está a punto de atacar. — El… ¿¡Me va a matar!? Arael queda estupefacta, no logra mover ni un solo dedo de su cuerpo. ― ¡Fin de la primera ronda eliminatoria! ¡han quedado cien sobrevivientes, ya no está permitido seguir atacando!— grita el líder del torneo dando por terminado el primer evento. Arael y el joven quedan mirándose fijamente uno al otro; el sujeto voltea, camina unos pasos y luego desaparece. Ella queda mirándolo boquiabierta sin entender nada de lo que sucedió. Entonces aparece Bael y le pega un puñetazo por detrás de la cabeza. ― ¡Idiota! ¡Estuviste a punto de morir! ¡Me avergonzaste delante de todo el mundo! — Y-yo lo siento — ¿Lo sientes? ¡que clase de demonio dice que lo siente! ¡Eres una vergüenza! ¡Desaparece de mi vista antes de que te aniquile yo mismo! Arael asiente sin decir una palabra; todavía no había podido digerir todo lo que pasó, pero estaba feliz por haber sobrevivido. Al fin todo había terminado, por ahora. Pero en su cabeza todavía rondaba la imagen de aquel desconocido. ― ¡Ahg! Ese imbécil… me las pagará… FIN DEL SEGUNDO CAPÍTULO
solefab, si vas a pedir comentarios, no lo hagas en un posteo aparte, sino escríbelo en el que tiene el capítulo integrado. Saludos. <3