Three-shot [Mitología] The Genesis.

Tema en 'Otros Fanfiction' iniciado por Zireael, 12 Agosto 2021.

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    Zireael

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    [Mitología] The Genesis.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
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    La actividad de Factu me llamó la atención y revisando las cosas viejas, recordé esta suerte de three-shot que había hecho para los retos mensuales de hace algunos años. En su momento me gustó un montón escribirlo y se me antojó repasarlo para mejorarlo un poco, si acaso acercarlo más al estilo de escritura que tengo ahora.

    Voy a aprovechar para usar por primera vez las cartas del deck de animales espirituales que me regalaron por mi cumple, así que trae un formato parecido al de mis series taroteras.

    Hace siglos no escribo algo que no sea de los roles, así que fue raro pero me gustó.






    .

    The Genesis
    [​IMG]
    The Lion
    .
    Dedication . Peace . Strength .
    *

    *

    *


    I
    Matahari



    La selva es un enigma del mismo calibre del océano, hay en ella un misterio más grande que la altanería humana, fuerzas mayores a nuestra comprensión. Están en las hojas, en las raíces y los troncos, en la tierra, los insectos, las aves y los mamíferos.

    Las fuerzas naturales que fueron doblegadas son capaces de girarse, mordernos los talones y recordarnos con la fuerza de su mandíbula de quién es realmente este planeta. El hecho de que no nos pertenece únicamente a nosotros, unos cuantos millones de desgraciados con corteza prefrontal ampliamente desarrollada, pulgares y un par de neuronas capaces de crear bestias de metal y ciudades de concreto.

    Una de estas mordidas en las pantorrillas se la llevó un autoproclamado cazador ya hace muchísimos años, en lo profundo de las selvas más frondosas del mundo. Tuvo la suerte o la desgracia, eso solo podría determinarlo él mismo posiblemente, de topar con un extraño felino moteado.

    El tamaño era próximo al de un leopardo, pasaba que la aparición, allí casi fundida con las sombras de las hojas, entre los verdes, marrones y negros, contradecía todos los libros de ciencia. Contradecía el propio conocimiento de un hombre de caza, más acostumbrado a confiar en sus ojos y su oído que otros.

    No había caso en negarlo, porque lo cierto era que ese gran gato no podía ser otra cosa que un sobreviviente, un eslabón perdido en la línea que había sobrevivido hasta nuestros días. Era el ancestro del león que habitaba ahora las calurosas sabanas, el que había rumiando las selvas antes de dejar el resguardo de los árboles y las sombras.

    Era menos corpulento y estaba cubierto de manchas desdibujadas sobre un pardo oscuro, un tono amarronado más parecido al de las panteras nebulosas de Borneo que al del animal al que recordaba en realidad. El cuello estaba cubierto, para terminar, por una melena corta que a duras penas alcanzaba el pecho del felino. Parecía estar en su máximo desarrollo así que era poco probable que esa melena fantasma creciera más. Un animal así era, cuanto menos, un trofeo, una pila de dinero y un ticket directo a los libros de historia natural.

    El cazador levantó el arma, apuntó y cuando iba a apretar el gatillo el animal se giró para mirarlo. Los rayos del sol que atravesaban las copas de los árboles alcanzaron los ojos del felino arrancándole destellos dorados al ámbar natural que los teñía, dándoles un brillo antinatural. La mirada bastó para estaquear al hombre a la tierra húmeda, entumecerle los dedos e impedirle, por primera vez, disparar contra un animal. Su cuerpo simplemente no siguió la orden que envió su cerebro.

    —¿Tienes miedo? —Una voz grave le retumbó en la cabeza haciendo que, aterrado, soltara el arma y esta cayera al suelo—. Luego de todos los que has acabado con ese monstruo de pólvora, ¿te atreves a sentir miedo ahora, hijo mío?

    El hombre se fue al suelo también, justo como el arma, y se arrastró hacia atrás en la tierra usando las manos. El barro, junto a restos de hojas y musgo, se acumularon bajo sus uñas en lo que ponía distancia entre él y el animal que no dejaba de mirarlo, aunque de este lo separaban mínimo cincuenta metros.

    No era idiota, la voz venía del gran gato a pesar de que este no había movido ni un solo músculo más que para respirar desde el momento en que se volteó para mirarlo.

    Al hombre el corazón le latía desbocado, golpeándole una y otra vez las costillas al punto de resultar doloroso. La sangre le palpitaba en las sienes, en los oídos y directo en la yugular porque se lo habían dicho. Le habían dicho que no se acercara a esa zona de la selva porque los cazadores y no nativos se perdían con facilidad.

    Las brújulas se estropeaban, las radios recibían únicamente señal estática y la gente, obviamente, desaparecía en una suerte de círculo para no volver nunca. Pero fue terco, quizás demasiado curioso, y ahora allí estaba con esa criatura, con ese animal que no era un animal realmente, o solo había perdido la maldita cabeza.

    —Pronto se ocultará el sol, ¿crees poder volver al lugar del que viniste? —La voz hizo eco en su cabeza nuevamente y esta vez el león manchado avanzó algunos pasos, haciendo que el cazador ahogara un grito.

    —Creo que sí —respondió luego de dudar visiblemente, pero no sabía por qué no había guardado silencio. Había vomitado las palabras debido al miedo—. Que podría volver sin problema.

    —Los humanos se volvieron tan pedantes desde que crearon esos bosques de cemento —continuó el felino, acercándose cada vez más, de forma que le permitió al hombre notar que entre el pardo oscuro de su pelaje se mezclaba un tono más claro. En cada momento que el sol alcanzaba las hebras les arrancaba reflejos dorados, como de oro líquido—. Tus trucos de orientación no sirven aquí y te lo advirtieron, ¿no es así, John?

    Al escuchar aquello, además de su nombre provenir de la criatura, buscó la brújula con manos temblorosas solo para descubrir que la aguja paseaba de un lado al otro sin tregua. Estaba más perdida que pagada a hacer.

    —Sus agujas imantadas pueden confundirse. —De nuevo la voz del animal en su cabeza lo hizo reaccionar, buscar la radio a tientas y encenderla aún a sabiendas de lo que escucharía: estática—. Y el verdadero Norte se desvanece.

    —¿Qué es lo que quieres? —John era incapaz de levantarse, las piernas no le obedecían y ya tampoco lo hacían sus manos, que habían dejado de arrastrar su cuerpo para poner distancia.

    Estaba aterrado, muchísimo, pero también comenzaba a sentir que ese miedo mutaba en agresión en vez de en una respuesta de huida. La presión se acumulaba en las extremidades, en el pecho y lo hacía apretar la mandíbula.

    —Las tormentas solares afectan tus baratijas, eso es todo. —Esta vez a aquella voz de tono bajo la acompañó una risa que hizo que el cazador sintiera escalofríos—. Ah, fui particularmente piadoso con este planeta...

    —¿Qué? —La agresión que había comenzado a crecer dentro del hombre como un incendio forestal se apagó de pronto, como si hubiesen abierto una presa sobre el desastre.

    Porque no podía.

    Esa aberración a la línea evolutiva, el eslabón perdido no podía…

    Ser Dios.

    —Idiota. —Una carcajada estalló en la cabeza de John, quien se llevó las manos a los oídos al sentirla clavarse en sus tímpanos y hasta en la última de sus neuronas—. ¡Por supuesto que soy Dios! Todos esos templos, todos los ritos, los mitos… No eran, no son para nadie más que para mí: Matahari.

    —Mata... ¿hari?

    —Hijo mío. —Ahora el felino estaba frente a él, hablándole, y lo rodeó para finalmente echarle la cola sobre los hombros con aire posesivo—. Existes por mi piedad y temes mi desaparición. Temes la oscuridad de la noche, la sombra y sus peligros y ansias mi regreso.

    —No... no puedes.

    —Soy el Sol, John Haggard —continuó y el hombre estuvo por desmayarse, al punto de apoyar su peso contra el cálido cuerpo de aquella entidad—. Tuve piedad por este planeta más que por los otros; lo coloqué a la distancia adecuada, lo hice girar sobre sí mismo a la velocidad necesaria y le otorgué la atmósfera perfecta.

    —¿Por qué nos diste oscuridad? —John estaba perdido en los ojos amarillentos de la criatura que ahora lo miraba directamente, sentía su cola agitarse con fuerza en sus hombros.

    —Te lo he dicho ya... —El gran gato manchado ronroneaba, las vibraciones eran fáciles de sentir —. Balance, Haggard. Debo ocultarme para no acabar con la vida que durante tantos años he visto evolucionar, debo salir en el otro hemisferio para que este no caiga en un eterno sueño.

    —Estás acabando con nosotros. —La voz del cazador adquirió un tono de reproche.

    —No trates de culpar a este piadoso padre por la desgracia a la que ustedes mismos se han condenado. Sí, les cedí ventaja, pero soy incapaz de reconstruir lo que mis hijos han destruido... Es su responsabilidad —sentenció Matahari, había perdido esa actitud pícara y engreída que tenía desde que comenzó a hablar, las siguientes palabras fueron casi un susurro—. Hijo mío, yo he amado a este planeta más que a ninguno de los otros, por ello me materialicé en él, por ello viajo de un hemisferio al otro cada día. Amor y nada más.

    —Sálvanos.

    —No puedo —dijo tajante—. También estoy muriendo. Moriré y lo que quede de ustedes morirá conmigo.

    —Vete entonces —soltó el cazador de mala gana, dolido de repente—, no quiero escuchar más.

    Matahari se separó de él, retirando la cola de sus hombros, y en un movimiento fugaz trepó a un árbol cercano con la agilidad de la que carecían los leones de la sabana. Sus movimientos fueron ligeros, silenciosos como los de un gato casero. Se acomodó en una rama y su cola comenzó agitarse como un péndulo.

    —No tienes que preocuparte, mi niño, tu corta existencia ni la de casi ninguna forma de vida alcanzará a llegar al día de mi muerte. —Aquella afirmación tenía un tono cruel, estaba inferiorizando la vida en la Tierra, y la acompañó otra risa—. Te daré tiempo de salir de aquí.

    El felino agitó la cola con algo más de fuerza y a los pies de John, quien apenas empezaba a incorporarse torpemente, cayó una piedra amarillenta tornasolada ribeteada de marrón, la reconoció rápidamente, era de las favoritas de su fallecida esposa: un ojo de tigre.

    Había dejado la cacería cuando la conoció, era una amante de los animales. y volvió a tomar las armas luego de que una enfermedad infecciosa acabase con ella a los treinta años de edad, siete años después de haberse casado y sin haber podido engendrar un solo hijo. La amaba, era la única mujer que había amado de tal manera.

    La entidad solar había descendido nuevamente al suelo de la jungla, avanzó unos pasos y rugió, el sonido caló hasta el último de los huesos del hombre, le atravesó el cuerpo, lo hizo vibrar y se perdió haciendo eco en el resto de la selva.

    Segundos después un aleteo acompañado de un graznido ronco fue audible, una figura negra junto a un pequeño destello blanco descendió sobre Matahari y le rozó la corta melena antes de alejarse esquivando con precisión las ramas de los árboles.

    John tomó su arma, la radio y volvió a guardar la brújula en el bolsillo, que seguía moviéndose sin control. Comenzó a caminar en dirección contraria a la que permanecía el felino esperando y cuando estuvo lo suficientemente lejos para dejar de verlo, volvió a sacar la brújula para comprobar lo que ya sabía, que esta apuntaba hacia el Norte con total normalidad, y escuchó, más como un pensamiento intrusivo, la voz lejana de Matahari.

    —Paciencia, Muninn. No he olvidado nuestro viaje diario.

    John Haggard dejó la cacería de nuevo, esta vez por el resto de su vida, al darse cuenta de que era incapaz de apuntar un arma hacia cualquier animal, pero en especial hacia cualquier felino.

    Llevó hasta el día de su muerte, un collar con un ojo de tigre y conservó consigo el recuerdo de aquel día especialmente largo y su encuentro con el felino que respondía al nombre de Matahari, el verdadero Dios.



    • Tomé bases astrológicas, astronómicas, biológicas y mitológicas, por lo que salió un revoltijo tremendo.
    • La mayoría de culturas son una, digamos, transcripción de la adoración al sol (para que le encuentren sentido a uno de los diálogos de Matahari). Incluso el judeocristianismo es una transcripción.
    • Aclaro que no busco ofender las creencias religiosas de nadie con este escrito.
    • El sol está directamente asociado al signo de Leo y la figura del león en sí misma. Debido a esta relación, quise retratar al sol con esta base y mezclar la imagen que se cree tiene un híbrido entre león y leopardo, y la que se cree era la apariencia del ancestro del león antes de que saliese de la jungla para habitar las sabanas.
    • El ojo de tigre es un piedra semipreciosa de colores pardos, amarillos y marrones. Está asociada al signo de Leo, al sol, al elemento fuego y al oro.
    • Quise incluir también la teoría de Freud de que el humano necesita como Dios una figura paterna piadosa pero también capaz de castigar y destruir.
    • Matahari: Sol en indonesio.
    • John (hebreo, forma inglesa): Dios es misericordioso, Dios perdona. Haggard: salvaje o desgastado.
    • Muninn (mitología nórdica): Memoria. Cuervo de Odín. La repentina aparición de Muninn quise colocarla como un juego, Muninn (Memoria) aparece para recordarle a Matahari que debe partir (ocultarse en este hemisferio para salir en el otro). Así también quise hacer una pequeña referencia a la cultura Haida y su mitología, el cuervo (llamado Yáahl en esta lengua) roba el sol. Muninn aparece para "robar" a Matahari y llevarlo consigo.
    • El destello blanco incluido con la aparición de Muninn es porque quise representarlo como un cuervo cuelliblanco (Corvus albicollis) y de paso referenciar el hecho de que en diferentes culturas el cuervo no siempre fue un ave negra, sino que adquirió este color por las llamas a las que le arrojaron o cuando robó el fuego (recordemos que el cuervo creador robó el sol, la luna, las estrellas, el fuego y el agua). Resultando así en una mezcla entre el cuervo de Odín y Yáahl el cuervo creador.
     
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    Ichiinou

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    La verdad no tengo mucho que comentar ante un escrito que se me antojó tan bueno, me gustó mucho la representación de Matahari, además de su actuación frente al cazador, creo que le dio un buen escarmiento y además una buena lección de vida al mismo. Cada parte del relato está muy bien pensada, por lo que puedes transmitir y creo que está bien fundamentada. La figura del felino me encanta, aunque confieso que al principio yo sí que no pensé que el que estuviese hablando fuese el animal, pensé que era otra voz externa y curiosamente me gustó más tal y como lo hiciste tú. No sé.
    Además no sé si me equivoco, pero el que apareció al final volando, me imagino que sería un cuervo, no sé, si no lo es, se me antojó porque eres tú simplemente (?.
    No tengo mucho más que decir.
    Por aquí vi un fallito sin importancia, por si lo quieres corregir:
    Creo que debería ser "tientas".
    Y sin más dilación, un gusto leerte como siempre Yaahl. Espero poder hacerlo más veces. Un saludo y por supuesto, sigue escribiendo.
     
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  3. Threadmarks: II. The Panther
     
    Zireael

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    Antes que nada, muchas gracias Ichii por el comentario ♥ y por señalarme el dedazo ese que no noté al releer. Respecto al relato, sí, lo que aparece al final es un cuervo xD de hecho está explicado abajo en las notitas en spoiler, donde ya de por sí expliqué un montón de cosas que nadie preguntó (?) Pero bueno, eso, muchas gracias por e comentario de nuevo.

    Dicho eso, vengo con la siguiente parte de este three-shot.




    .

    [​IMG]
    The Panther
    . Self-destruction . Annihilation . Purification .
    *

    *

    *


    II
    Gyep y Cawska



    Lo que Matahari había omitido de su relato era el porqué amaba tantísimo a ese planeta y lo había privilegiado de tal manera, había evitado mencionar cuál era el motivo real para que hubiese tenido no solo piedad, sino también favoritismo por ese cuerpo celeste.

    Hace millones de años la entidad solar se había fragmentado en otras dos de naturaleza distinta pero que dependían de él para prosperar. Estaban conectadas a él de manera irremediable.

    Gyep y Cawska eran dos preciosas hermanas, materializadas como Matahari en la figura de extraños felinos ancestrales. Eran las verdaderas madres del león de sabana actual, pero también del leopardo, del jaguar, de sus versiones oscuras, eran madres del guepardo, el puma, el tigre y todos sus hermanos más pequeños.

    El pelaje de ambas poseía las difusas manchas que John Haggard había apreciado en Matahari, sin embargo, estaban sobre una base aún más oscura, haciendo que parecieran ser de un sólido marrón oscuro. Cawska había heredado del felino solar aquellos brillantes ojos ámbar mientras que Gyep había adquirido unos orbes de un profundo tono verdoso, parecido al del musgo.

    Matahari, al comprender que aquellos dos fragmentos de su ser eran incapaces de sobrevivir tan cerca de su atmósfera, las sumió en un profundo sueño mientras moldeaba las órbitas de los planetas y experimentaba con los elementos de sus atmósferas.

    Se materializó en cada uno de ellos haciéndolos girar sin lograr mayor éxito. Fue entonces que llegó al tercer planeta en órbita y luego de ajustar su atmósfera supo que sería allí donde sus fragmentos, sus dos preciadas hijas, serían capaces de prosperar. Así las despertó entonces de su sueño y les dio la libertad de vagar por aquel nuevo planeta, al que empezó a llamar Tellus.

    A pesar del empeño que la entidad solar había puesto en crear un hogar para sus hijas, cuando experimentó con el planeta dio nacimiento a otro ente y después perdió poder ante él.

    La glaciación no estaba en los planes de Matahari.

    Cawska supo adaptarse a la adversidad que se avecinaba y, como había hecho su padre al sumirla en un sueño temporal, esta vez la hibernación que comenzó fue por voluntad propia, cerca del ecuador del nuevo planeta. Durmió bajo el hielo y la nieve todo el tiempo que fue necesario.

    Por desgracia Gyep fue incapaz de adaptarse como su hermana, era terca y temperamental. Permaneció en los polos de Tellus y pronto las bajas temperaturas acabaron con ella, sepultándola bajo gruesas capas de hielo.

    Millones de años tuvieron que pasar nuevamente para que el padre de las hermanas empezara a recuperar el control sobre Tellus, y muchos más para Cawska despertara y recuperara terreno sobre el planeta que su padre había elegido para ella y su Gyep. Pero la muerte de su hermana la destrozó de tal manera que la hierba era incapaz de crecer, porque debían estar juntas para traer de regreso la vida al planeta.

    El felino solar hizo todo lo posible por acabar con lo que restaba de la glaciación, para que su preciada hija pudiese cubrir de nuevo el planeta, pero no había nada que pudiese hacer respecto a su profunda tristeza.

    Cawska, presa de su duelo, pereció también y su cuerpo echó raíces bajo la tierra ahora cálida de nuevo. Su sangre comenzó a fluir entonces junto a la de Gyep por las venas de Tellus. Sangre verde esmeralda, diluida en todos los tonos imaginables.

    Tellus recuperó su verdor y la vida volvió a cubrir el planeta, porque las hermanas nuevamente se habían unido, y ahora, como una sola entidad, colocaban sus colores en todo aquel lugar en el que la luz de su padre alcanzara a llegar.

    Por eso Matahari continuó velando por Tellus durante tantos años y seguiría haciéndolo hasta extinguirse del universo, porque el verde brillante de la hierba y toda la vegetación que había en el planeta eran indicio de que sus amadas hijas seguían allí a pesar de que habían perdido su forma tangible.

    Gyep y Cawska vivirían más que cualquier otra criatura que había existido o existiría en ese planeta. Alimentarían a los ciervos, a las gacelas, a los rebaños que luego domesticarían los humanos, también a los insectos, y todos estos alimentarían a los grandes y pequeños carnívoros. El círculo continuaría.

    La vida de las hijas de Matahari correría por las venas de cada ser vivo sobre Tellus, hasta el fin de los días.



    • Tellus (Terra): nombre romano de Gea/Gaia/Gaya, literalmente significa Tierra. Es el nombre de la diosa de la tierra y la naturaleza.
    • Gyep (húngaro) y Cawska (somalí): césped. No encontré una traducción de hierba que me gustara.
    • Del manga de Soul Eater proviene la idea de la fragmentación de un "dios" y la visión de estos fragmentos como sus hijos.
     
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