Saint Seiya Milagrosa Piedad. 【 Albafica x Agasha 】

Tema en 'Fanfics de Anime y Manga' iniciado por Rashel Vandald, 15 Marzo 2018.

  1.  
    Rashel Vandald

    Rashel Vandald <3 <3 Felices fiestas. <3 <3

    Capricornio
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    Título:
    Milagrosa Piedad. 【 Albafica x Agasha 】
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    3844
    Milagrosa Piedad
    —Albafica & Agasha—

    Albafica de Piscis es un guerrero sin igual. Un digno caballero ateniense, leal y sabio, además de ser también un fiero combatiente, pero hasta él estaba en su derecho humano de desear con el corazón… o lo que le quedaba de él.

    ¿Será la diosa Psique quien pueda ayudarlo?

    ¿A cambio de qué?


    Advertencias: Rated M. | Lemon. | Lenguaje vulgar. | Parejas Crack. | Irrespeto por la secuencia de la trama original. | Capítulos cortos.
    __________________________________________

    Disclaimer:

    Saint Seiya © Masami Kurumada
    The Lost Canvas” © Shiori Teshirogi
    Milagrosa Piedad © Rashel Vandald
    __________________________________________

    Notas:

    Este fic en un principio pensaba hacerlo como un drabble… luego pasó a ser un one-shot muy largo… demasiado. Y debido al largo y a los cambios de vista de algunos personajes y las parejas tocadas en este escrito decidí dividirlo por partes.

    ¡Está terminado! Pero iré subiéndolo por partes porque no estoy contenta con subir más de 20,000 palabras de golpe.

    Espero que disfruten mi primer fic de esta pareja y puedan comentar. ¡Saludos a todos!

    P.D: amo esta pareja. Motivo por el cual escribo de esta saga XD.

    __________________________________________

    __________________________________________

    I

    DESCENSO A LA REALIDAD
    El pequeño pueblo de Rodorio era bien conocido por ser pacífico, siempre vivaz y con una comunidad recta y sencilla. Como cualquier día en primavera, algunos Caballeros de Oro solían salir de sus Casas para visitar ciertas zonas de la misma.


    En estos días, seres excéntricos como Manigoldo de Cáncer y Kardia de Escorpio eran perfectamente capaces de dar la cara a los habitantes, caminando como pavos reales y luciendo esas estúpidas sonrisas burlonas, que por sorprendente que fuese, causaban confianza en los habitantes y dejaban el honor de los Caballeros Dorados por los cielos. Pero por otro lado, “sociable” no era una palabra que pudiese ir con caballeros como Asmita de Virgo o Dégel de Acuario, quienes muy por lo general se encerraban en sus Casas y evitaban el contacto humano tanto como les fuese posible, simplemente porque no deseaban crear lazos afectivos con nadie.

    Y luego estaba él, Albafica de Piscis.

    Toda su vida era soledad.

    Y no precisamente porque lo deseara, sino porque muy en el fondo sabía que si cedía a su más grande deseo, no sólo se arrepentiría toda la vida, sino que jamás podría enmendar el mal que desataría su pecado.

    Nadie debía acercársele, ni siquiera sus propios compañeros.

    La vida como Santo de Oro no sería sencilla, su propio maestro se lo advirtió. Entonces no podía quejare de nada, sólo aceptar su desahuciado destino y no pensar más en el qué hubiese paso si, porque no tenía caso. Ya no.

    Hace ya muchos años dejó de creer en la ilusa posibilidad de encontrar algún modo de poder acercarse a la gente sin matarla, lo aprendió a base de golpes a su espíritu de los cuales aún no se reponía; era inútil arrepentirse de su elegido, ya no era un niño que lloraba en medio de la confusión. Ahora era un hombre que sufría en silencio.

    Albafica creció con la firmeza de un frondoso árbol al que ya le habían caído demasiados rayos, solitario en medio de un páramo lleno de vida sin calor y rodeado de bellas flores que no le ofrecían ninguna conversación; por muy hermosas que fuesen (según todos los que las veían), estas no le daban ningún alivio a nada.

    No le daban el calor que deseaba. No le entregaban ninguna palabra que pudiese animarlo o sacarle al menos una sonrisa. Mejor no hablemos de abrazarlo con fuerza y hacerle saber que su vida valía de verdad.

    Las flores no eran su felicidad y su supuesta belleza física tampoco lo era.

    Sólo su misión como Santo de Oro le ayudaba a no volverse completamente loco, de otro modo, ya estaría sediento de sangre. Importándole poco si mataba a alguien con tal de conseguir al menos 3 minutos de efímera paz y compañía.

    Él no era así. No aún, al menos.

    —¿Albafica? ¿Estás aquí? —Oyó en su Casa a su compañero, Shion de Aries.
    —¿Qué pasa, Shion? —Preguntó permaneciendo en las sombras.

    Este sin verlo exactamente a él supo donde se encontraba, así que aunque su mirada se ubicase en un punto oscuro de la Casa de Piscis, el Caballero de Aries se refería a Albafica.

    —El Patriarca solicita que hagamos la guardia del día de hoy —informó, no hace mucho Shion había solicitado su permiso para cruzar su Casa, pero la noticia no pudo haberlo sorprendido más.

    ¿Qué locura era esa?

    —Shion —dijo estoico—, sabes que yo no puedo bajar a Rodorio, ¿no es así?

    Haciendo énfasis en toda su pregunta, Shion alzó los hombros como si no recordase los motivos por los cuales el Santo de Piscis debía ser siempre el marginado del equipo.

    —Somos los únicos disponibles y hoy es ese pequeño evento organizado por los pobladores. Algunos ladronzuelos seguramente intentarán algo y el Patriarca no quiere dejar sin vigilancia el pueblo.
    —¿Tú y yo somos los únicos? —Empezando a cabrearse, Albafica salió de la oscuridad y se enfrentó a Shion.
    —Los únicos.

    Permaneciendo a una distancia prudente, claro, Albafica demostró su desacuerdo con su sola mirada.

    —¿Y puedo saber dónde están los otros diez?

    Shion pareció agobiado de sólo pensarlo.

    —A ver, ¿por dónde empiezo?
    —Manigoldo.
    —En su casa, con una enorme resaca que no se aguanta ni él mismo.
    —Kardia.
    —En las mismas, pero él sigue ebrio y Dégel está ocupándose de su… condición. El Patriarca ordenó al Caballero de Acuario cuidar de él.

    Dégel estaba absuelto. ¿Pero qué demonios les pasaba a los otros dos? ¿Acaso no veían que en cualquier momento podrían ser atacados? ¿Qué harían entonces? ¿Dejarse matar así sin más?

    —¿El Cid?
    —Salió esta mañana a una misión de emergencia a Italia junto con Dohko.
    —Regulus de Leo…
    —Salió a entrenar junto a Sisyphus ayer por la noche y no han regresado.

    ¿Qué clase de entrenamiento estarían haciendo esos dos como para desaparecerse tanto tiempo? Albafica comenzaba a apretar los puños tratando de pensar en otros nombres. Él no debía bajar, jamás debía hacerlo.

    —Asmi…
    —Asmita de Virgo se ha recluido en su meditación. Sabes tan bien como yo lo susceptible que es al intentar distraerlo.

    Por mucho que quisiera negarlo, Albafica reconocía que a veces Asmita tenía un carácter peor que el suyo. El Caballero de Virgo tenía una sabiduría milenaria y la paciencia que hasta un monje envidiaría, pero hasta él tenía su Talón de Aquiles y ese es su meditación, la cual era importante para él que a menos que el mundo no se estuviese viviendo abajo, era mejor no intentar sacarlo de su Casa.

    —¿Y Tauro?
    —Hasgard de Tauro no está en su Casa.
    —¿Y dónde está él? —Preguntó con el músculo bajo del ojo saltándose.
    —No lo sé —espetó Shion—, el Patriarca dijo que le había encomendado otra tarea.
    —Pues tendrás que esperarlo hasta que regrese, porque no pienso bajar a Rodorio.
    —Lo harás, Albafica —dijo severo—, son órdenes directas del Patriarca.
    —¿Y qué hay del Caballero de Géminis?
    —En la Isla Kanon, como siempre —le recordó Shion alzando los hombros—. Se te acaban las excusas, amigo mío. ¿Alguien más?

    No, ya eran todos los Santos de Oro y en estos momentos Albafica se debatía mentalmente si debía ir a la Casa de Cáncer y levantar a Manigoldo a base de patadas aunque después su sangre envenenada lo matase, o si mejor libraba a Dégel de Acuario de mantener vivo a Kardia. Tomando al idiota y luego asarlo a fuego lento en una parrilla como a un cerdo.

    La tentación de hacer ambas cosas era demasiado grande, pero no tanto así como su miedo al ser expuesto en público.

    La sangre envenenada que corría por sus venas no era el único motivo por el cual Albafica no deseaba a nadie de Rodorio cerca de él, sino porque cada vez que cometía el milagro de bajar, no había momento en el que no captase las miradas de las personas (hombres y mujeres), cosa que lo hacía sentirse doblemente incómodo.

    También por eso siempre procuraba vestir su armadura, porque al menos así todos sabrían que era un Santo de Oro y antes de acercarse lo suficiente como para que Albafica pudiese desaparecer del mapa y evitar una desgracia, los pueblerinos pudiesen captar su estatus y no les pareciese tan extraño cuando Albafica se fuese.

    —¿Y bien, Albafica?

    Quiso matar a Shion. Sin embargo terminaría extrañándolo.

    —¿El trabajo es demasiado para ti solo, Shion?
    —De acuerdo. Si no puedes con la presión lo entiendo, nos veremos después. —Albafica lo vio alzar las manos con supuesta comprensión y decepción antes de darle la espalda y empezar a caminar—. Sólo espero que no haya bandas de numerosas ratas esparcidas dispuestas a hacerles daño a las mujeres y los niños por una sola moneda de oro.

    Sí, ya veía venir algo así. Maldito sabiondo.

    Lo peor es que el truquillo seguía funcionándole al imbécil.

    «Maldito» se tragó ese insulto al igual que su orgullo—. Espera —dijo Albafica procurando no ceder al llamado que le hacía el cuello de Shion para apretarlo con tanta fuerza como para reducirlo al tamaño de un fideo.

    Este le sonrió amistosamente al ver claramente las intenciones del Santo de Piscis. Como con el tema de su sangre, Shion no le temía, cosa que lo hacía doblemente estúpido a los ojos del joven griego.

    —Se hace tarde, seguramente ya estarán los comerciantes vendiendo comida y…
    —No pienso ir caminando por las calles, Shion.
    —¿Ah no? ¿Entonces qué piensas hacer? ¿Acaso ya aprendiste a volar?
    —Escúchame una cosa. Tengo un punto límite antes de que te golpeé y te mate, no me sigas fastidiando.
    —De acuerdo, de acuerdo —Shion quiso reírse por su amenaza, ambos sabían que Albafica primero se suicidaría antes de ocasionarle la muerte a alguno de ellos, por mucho que lo hicieran enfadar—. Pero sigo sin entender cómo harás la guardia si no caminas por las calles.

    El 27 de marzo solía celebrarse como un agradecimiento a los dioses por la fertilidad que comenzaba a hacerse presente luego de un invierno difícil. Los cultivos progresaban sin muchos problemas y a medida de que los días transcurrían, el ganado tenía pastizal verde y fresco para comer y agua fresca qué beber. El sol radiaba vida y sin duda alguna, era obra del ascenso de Perséfone a la Tierra.

    La diosa, junto a su madre Deméter, ambas hacían que los fieles en Grecia y en el resto del globo tuviesen una vida próspera. A diferencia de su marido, Hades, Perséfone parecía querer mantener viva a la humanidad viva por un tiempo más.

    Y hoy, 27 de marzo, era un día para celebrar su regreso; los pueblerinos ofrecerían cantos, bailes, banquetes y buena vibra en su honor. Esperando que este año fuese mejor que el anterior.

    La gente de Rodorio estaba feliz, pues hasta el momento todo se estaba llevando a cabo sin demoras.

    No se podía decir lo mismo de los Santos Dorados despachados a vigilar que el orden se mantuviese y ningún vándalo pudiese arruinar el día, aún si eso significaba joder la suya.

    «¿Por qué tuve que retarlo?» Pensaba martirizado el joven de Aries, tentado a darse una palmada en la cara, «debí hacer cerrado la boca». Sin embargo, Shion debía reconocer que Albafica tenía una buena imaginación.

    Aunque comúnmente sus ideas solían ser tan impresionantes como extremistas.


    ¿Cómo iba él a saber que Albafica no sólo iba a hacer lo más extraño sino además lo más indebido (rayando lo cómico) para cumplir las órdenes del Patriarca?

    Caminando entre varios aldeanos que lo detenían por las calles para saludarlo o para invitarlo a comer (él les rechazaba generosamente), notó que Albafica lo esperaba hasta seguir caminando… el de Piscis arriba de los tejados.

    Saltando de uno en uno y procurando que nadie lo viese (cómo había estado lográndolo tan bien en los últimos minutos seguía siendo un misterio) Albafica se mantenía fiel a su palabra de cumplir las órdenes del Patriarca, de cuidar de cerca a los aldeanos junto a Shion, y de su promesa que era la de no mezclarse entre los habitantes.

    —Señor Shion —habló una jovencita de 16 años, jovial y mucho más bajita que él, la chica parecía ver a un dios—. Mi nombre es Agneta y es un gusto poder verlo el día de hoy por aquí.

    A Shion aún no terminaba de cuadrarle cómo esto era una especie de cielo para Manigoldo y Kardia pero para él fuese increíblemente incómodo. No es que odiase el contacto humano pero valoraba mucho su espacio personal como para querer alejarse de la forma más educada posible de la joven.

    —E-es un placer —asintió a la chica y la dejó con una sonrisa en su sonrojado rostro.
    —¡Por favor, venga más a menudo!

    Shion suspiró tratando de mantener su estoica postura, pero no le era nada fácil, incluso se sintió nervioso ante la cercanía de la muchacha, y eso era porque no era muy común para él encarar mujeres con ese tipo de espíritu.

    Él estaba más acostumbrado a ver mujeres guerreras, fuertes, sagaces y valientes. La delicadeza no iba con ninguna de las féminas que él hubiese podido ver antes, esto lo llevaba a pensar en las posibilidades que tenía un caballero de contraer nupcias y descendencia.

    Ilias, el antiguo Santo de Leo había conseguido casarse, incluso tuvo a Regulus quien no hace mucho ya ocupaba el lugar de Leo como su sucesor. Pero Ilias era uno en un millón, pues las posibilidades de hacer todo lo que éste había logrado eran prácticamente imposible.

    Demasiados deberes, demasiada presión, demasiado tiempo invertido en ambas cosas como para guardar más de ti mismo para otros dos seres o más. Y eso considerando que la otra parte involucrada ponga de su parte.

    Ilias y su esposa lo habían logrado, Regulus era la viva imagen de él y el heredero de los espíritus de ambos.

    Pero Shion dudaba llegar tan lejos.

    Entonces como por arte de magia, empezó a comprender un poco más los comportamientos de Manigoldo y Kardia con respecto al libertinaje. Sus constantes salidas a beber y pasar las noches con mujeres en sus lechos, Shion de forma instantánea se preguntó si él podría hacer algo así alguna vez.

    «No lo creo» se corrigió casi de inmediato.

    Su disciplina le impediría siquiera intentar tocar a una mujer que no fuese a respetar durante toda su vida. No negaba que a veces sus ojos se desviaban por sí solos al ver a una dama hermosa, pero como ya se dijo antes, su moral le impediría faltarle el respeto a una dama.

    Él no lo sabía, pero a estas alturas Shion ya estaba ignorado era que Albafica seguía acompañándolo desde las alturas de los techos.

    El Caballero de Piscis lo vio de pronto pensativo y al paso de un corto tiempo se dio cuenta de que el joven Santo de Aries se hallaba completamente perdido en su cavilación.

    «No puedo creer que aún sigo aquí» pensó volteando los ojos hacia arriba. Su largo cabello se meció elegantemente ante su cambio de tejado. Procuraba ser cuidadoso de no romper ninguna teja o techo, pero a veces el destino era bien reconocida por ser una verdadera perra.

    Al momento en el que continuó de tejado no se percató de que éste se hallaba construido de paja y algunas ramas pequeñas; nadie jamás pensaría que su suerte sería tan espantosa que no sólo caería en picada hacia abajo, sino que terminaría cayéndole encima a un hombre.

    Una mujer en el fondo gritó y salió corriendo, desesperada, hecha un mar de lágrimas y descontrol.

    Oh no.

    ¡Maldito Shion!

    ¡Por esto mismo no había querido salir de su casa! ¡MALDITA SEA!

    Alarmado y sabiendo bien que el destino del hombre sobre el que había caído estaba sellado, Albafica se vio en una terrible cuestión: ¿quedarse o irse?

    El hombre comenzó a convulsionar bocabajo en el piso mientras tosía sangre. Ya no había nada que él pudiese hacer. Esto era una pesadilla en más de un sentido.

    Acababa de matar a un ser humano.

    Albafica se quedó dónde estaba pensando en sí al menos Shion se había dado cuenta de lo ocurrido, una parte suya rogaba porque no se enterase nunca de este accidente, y todavía no podía creerlo.

    Pensó ciegamente que su truquillo sobre los tejados le evitaría caer en una situación desastrosa como esta.

    Qué iluso fue.

    Prestándole un poco de atención al sitio se dio cuenta de que parecía ser una bodega, pero no cualquiera sino una repleta de flores, convertidas en bellos adornos que según pensaba él y su escasa información referente a la fecha, serían usados para una representación teatral en Rodorio esta noche.

    Posiblemente era una obra en la que contaban la historia de la diosa Perséfone y su rapto a manos del malvado Hades. Era lo mismo de todos los años y hasta la fecha nadie se había aburrido de la historia.

    Albafica había caído para oscurecerlo todo.

    Entonces él miró al sujeto; luego de quitarle de encima toda la paja y los pedazos de madera que se rompieron cuando Albafica cayó, el caballero se dio cuenta que éste estaba semi desnudo del torso, su pantalón se hallaba desabotonado y mal acomodado y su espalda desnuda tenía varios rasguños.

    «Oh dioses… no me digan que yo…» sólo eso le faltaba. Haber aterrizado sobre este hombre justamente en un momento así.

    Moiras, ¿acaso no dejarían de burlarse nunca de él?

    Luego de echarle su capa encima al cadáver y sentarse en espera de alguien que pudiese informar al Patriarca de su crimen, Albafica suspiró con pesadez preparando su inútil defensa.

    ¿Por dónde empezaría? Sí, por esta mañana cuando le advirtió a Shion sobre los peligros que sacarlo a él del Santuario traerían. Y si nada de lo que dijera funcionaba, le recordaría al Patriarca el motivo por el cual él, Albafica de Piscis había decidido no tener contacto alguno con los pueblerinos de Rodorio.

    Qué pena que nada de eso aliviaría ni un poco su alterada conciencia.

    Al poco tiempo comenzó a oír algo allá afuera de la bodega, no en las grandes puertas de enfrente sino otra, afuera de una puerta pequeña que no tardó en abrirse y mostrar a varias personas.

    Genial… un enorme gentío.

    Un hombre gordo, calvo y bigotón se hizo presente junto a la chica que había salido corriendo hace unos minutos. ¿O habían sido horas? Siendo franco Albafica no había contado el tiempo.

    —¡¿Qué estás diciendo, mujer?! ¡Habla claro! ¡¿Cómo un hombre pudo haber caído del…?! ¡Oh por Zeus!

    Un montón de mujeres junto al hombre lo vieron arrinconado en una de las paredes con los brazos cruzados y una mirada frívola. Más que nada él se sentía hirviendo por el coraje que recorría sus venas.

    ¿Dónde diablos estaba Shion?

    ¿Dónde diablos tenía el idiota la maldita cabeza? ¿En el Cabo Sunión?

    Más vale que estuviese pensando en el hades porque ahí lo esperarían muchos de sus enemigos una vez que Albafica se hubiese encargado personalmente de mandarlo allá, amarrado de pies y manos como un puerco, y con una tarjeta amistosa para el milenario dios bastardo, en su boca.

    La gente paralizada en la puerta cada vez se iba haciendo más y más.

    Esto no es bueno.

    —¿Acaso es u-usted… Albafica de Piscis? —Preguntó el gordo tan asombrado como las damas que lo acompañaban. Una a lo lejos le sonrió coquetamente después de verle la cara… obviamente.

    Albafica la ignoró y asintió. Dispuesto a pagar por esto. Él podría ser de muchas cosas, pero nunca un cobarde.

    —Así es.

    Cuando la mujer de la ropa desgarbada se le acercó, él instintivamente se alejó como si fuese ella la tóxica. Usualmente gritaba para alejar a la gente pero en este caso no se sintió con ese derecho.

    —No te acerques —advirtió con culpa oculta tras una máscara de severidad—. O podrías acabar como él —señaló con su cabeza al hombre.

    Ella le miró con ojos llorosos (ignorando al cadáver) y musitó entre dientes:

    —Gracias… gracias.
    —¿Qué?

    La mujer cayó al piso de rodillas, frente a él; ella no tuvo idea del peso que le quitó de encima cuando le informó que ese hombre la había llevado con engaños al almacén para intentar abusar de ella, porque según él, ella había intentado seducirlo.

    Al final de su historia dijo que se había sentido perdida, tanto que había rogado a la diosa Athena porque al menos su atacante tuviese la suficiente piedad como para no matarla una vez que terminase de usarla. Pero ni siquiera tuvo tiempo de seguir rogando por misericordia cuando, como “caído del cielo” él apareció y aplastó al hombre que había intentado violarla.

    Las heridas (que ya comenzaba a ver) en su cara, piernas, brazos y rodillas fueron pruebas bastante creyentes ahora que las piezas encajaban. El gordo pensó que la chica había estado bromeando cuando llegó alterada hasta él, llorosa e histérica, y le contó que un Santo de Oro la había salvado de una muerte segura.

    Más por curiosidad que por cualquier otra cosa, todas las empleadas del señor se encontraban tapando la única salida que Albafica conocía para salir huyendo de la repentina falta espacio personal. Se empezaba a sentir sofocado.

    Mientras más pasos él daba hacia atrás, más pasos daban ellas para acercarse a su dirección con el fin de alcanzarlo, embelesadas por su maldita apariencia. Su espalda al fin tocó la pared de madera y le impidió continuar retrocediendo. Menos mal que Kardia ni ningún otro de sus colegas de Oro podían ver sus movimientos suspicaces.

    ¡¿Dónde carajos estás, Shion?!

    —CONTINUARÁ—

    Apenas publiqué el fic de esta pareja en Wattpad y Fanfiction. No sé si haya fans de esta aquí pero por si acaso dejo mi granito de arena pues me encantan estos dos juntos. Sí, sí. Sé que se han de preguntar: ¿y dónde está Agasha? Bueno, muy pronto la verán. 7w7

    No sé si haya problemas con presentar lemon explícito o no, espero no meterme en problema si es que eso es ilegal en esta página. Ojalá y no, pero si lo es entonces les invito a seguirme en Wattpad por si acaso. ;)

    Si les gustó este primes capítulo son bienvenidos(as) a comentar y dejar sus opiniones. ¡Gracias por leer y hasta el próximo episodio! <3
     
    Última edición: 6 Abril 2023
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
  2.  
    Tarsis

    Tarsis Usuario VIP Comentarista supremo Escritora Modelo

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    ¡MUY MUY BUENO!

    No soy de leer long-fics, pero realmente espero continúes esto. Sin duda me enganchaste desde el principio, en sus divagaciones interiores: "ya no era un niño que lloraba en medio de la confusión. Ahora era un hombre que sufría en silencio." Creo que lo describiste a la perfección, su situación, su maldición. Eso es como "un gran poder conlleva una gran responsabilidad" es lo que se aplica para Piscis, tan hermoso como letal. Sin poder estar cerca de nadie, confinado a estar en soledad. Pero nos muestras que a pesar de todo, Shion, por ejemplo, podía llegarle, hablar e interactuar, ¿realmente entonces estaba tan solo?

    Ya luego en el festival, entre humanos frágiles y efímeros. Las moiras parecen jugar siempre en su contra, arrepintiéndose de haber cumplido las órdenes y haber bajado. Pero lo que no logró ver entre tanta negatividad... es que la chica le dijo gracias. Porque a veces una maldición para ti, puede resultar una bendición para otros.
     
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    Rashel Vandald

    Rashel Vandald <3 <3 Felices fiestas. <3 <3

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    II
    IMPRESO EN LA PIEL

    Mucho tiempo pasó antes de que Albafica y Shion pudiesen verse las caras, y otro poco más antes de que se viesen libres de todo el caos que había producido aquel incidente.

    —¿Sigues molesto?

    Hubo silencio absoluto.

    —¿Albafica?
    —Shion… —gruñó amenazando con apartarlo de un empujón— no me fastidies.
    —Sólo quería decir que en verdad lo siento… yo, no me di cuenta de que ya no me seguías.


    ¡Bravo, Aries! ¿Y en qué momento reaccionaste? ¿En qué segundo el tiempo volvió a ti? ¿Acaso fue cuándo el escándalo del caos alcanzó proporciones bíblicas y el gentío te hizo voltear la cabeza y darte cuenta que te encontrabas caminando solo?

    Albafica jamás se había visto rodeado por tanta gente, pero gracias a unas cuantas personas con sentido común que apartaban a los incautos y a varias mujeres, recordándoles que si se acercaban mucho a él podrían morir, esta noche sólo se llevó una vida consigo.

    Bastante tarde Shion llegó para poner algo de orden, despachar a varios curiosos y llamar a unos cuantos Caballeros de Plata, a los cuales se les dio la orden específica de hacerse cargo del cuerpo (con cuidado de no tocarlo), dos amazonas fueron llamadas para investigar que la versión de la chica fuese verdadera y de ese modo quizás evitar que un castigo demasiado grande cayese sobre el Caballero de Piscis, si es que había alguno.

    Por la tarde algunos caballeros se encontraban envolviendo bien, con la capa de Albafica, el cadáver del sujeto para al final sacarlo, sin más dramas, de la escena en una camilla hecha de madera.

    Alrededor de 3 horas pasarían antes de que el día continuara sin muchas más demoras y las personas siguieran con sus preparativos para el evento de esta noche. Las amazonas confirmaron la versión de la chica debido a las heridas en el cuerpo de ella y los rasguños en los brazos y cara del hombre lo que decía lo mucho que había peleado por liberarse de él, sin conseguirlo.

    Fue una suerte que ella hubiese estado un poco lejos del sujeto debido a que éste la empujó al piso, jugando con ella una vez que la chica hubo perdido todas sus fuerzas en intentar apartarlo sin éxito; cruelmente se esmeró por lanzarla hacia una de las paredes mientras se regodeaba del dolor de su víctima. Pero por obra de los dioses, la energía le regresó al cuerpo al ver cómo Albafica le caía encima a su abusador, dándole así la salida que necesitaba.

    Más que perfecto para huir y buscar ayuda.

    Aun así las amazonas revisaron su estado de salud mental para estar seguras de la veracidad de sus palabras, analizaron también su bienestar físico y una vez tenido el veredicto se le fue comunicado al Caballero de Aries.


    Por medio de contacto psíquico Shion mantuvo informado al Patriarca a lo que este poco contestó al ver que Shion tenía todo controlado. ¿Cabía decir que su Ilustrísima no preguntó mucho por Albafica? Porque este apenas se vio libre para marcharse lo hizo, se refugió en un callejón solitario y ahí se quedó hasta que Shion llego con una mirada un tanto preocupada.

    Ya estaba oscureciendo y ambos paseaban lo más cerca posible del otro, al menos por parte de Shion pues Albafica siempre ha querido mantener distancias con él.


    —¿Lo confirmaron? —Preguntó Albafica al cabo de un rato.
    —¿El qué?
    —La versión de ella, ¿pasó como dijo?


    Shion vio que Albafica ocultaba su rostro con su largo cabello, eso sólo quería decir que estaba atormentándose.

    —Sí, yo mismo lo confirmé —declaró en voz baja.

    Al saber que su colega no era lo suficientemente frío como para no pensar en el sujeto muerto (sea la cucaracha que sea), mientras las amazonas le hacían preguntas a la chica revisándole las heridas, Shion aprovechó el momento para entrar en un sutil contacto con la mente de la aldeana. Una vez ahí, el Caballero de Aries vio en sus recuerdos lo que les relataba con trabajo a las amazonas. La vio a ella acudir al llamado del hombre y el posterior encuentro entre ambos, una tratando de huir y el otro con ansias inmensas de dañarla. Ella creyó que todo estaba acabado, o eso hasta el momento o eso pensó hasta que vio a Albafica caer del cielo como un héroe salvándola de un cruel destino.

    Shion vio verdad en sus palabras.

    —Entiendo. Supongo que Hasgard ya habrá regresado —Albafica cambió de tema tan rápido como lo tomó—. No creo que haya necesidad de que siga aquí.
    —Sí, sí lo hay.
    —Shion…


    Durante un corto tiempo, Shion evitó por todos los medios que Albafica se fuese, ya sea tratando de sacarle algún otro tema de conversación o simplemente dejando de hablar. Al final, cuando el dichoso acto estrella de aquel día empezó apenas el sol bajó hasta ocultarse, Shion le dejó marcharse.

    —Después de esto todos regresarán a sus casas, o al menos la mayoría… entonces ya se habrá acabado.

    Asintiendo y sin agregar nada, Albafica le dio la espalda a su compañero y comenzó su retorno, donde su Casa aguardaba por él, perdido en sus pensamientos no se percató de que una presencia sigilosa lo seguía.


    A los pies del Santuario detuvo su andar.

    A esas alturas la presencia que lo acompañaba fue demasiado grande como para seguir ignorándola. Muy tarde Albafica cayó en cuenta de que no estaba solo y se giró dispuesto atacar, encarando a una curvilínea silueta femenina oculta tras una capucha larga que cubría todo su cuerpo, menos su bello rostro de finos rasgos. Ojos grandes color verde esmeralda, piel perfecta y pálida y una hermosa melena dorada que caía en cortos caireles.

    Brillaba con una luz propia que le hizo sentir escalofríos.

    —¿Quién eres? —Preguntó Albafica presintiendo algo en esa bella mujer.

    No es humana. Definitivamente no lo era. Su cosmos elevado la delataba, podría estar equivocado, pero Albafica podría jurar que el poder que sentía emanando de esa fémina era igual de fuerte que el de su diosa Athena, ¿cómo podía ser eso posible?

    —Eres tan atractivo como se me dijo —usando una voz gélida, sonrió coquetamente y abrió su capa dejándole ver al Caballero que su toga era completamente transparente y dejaba ver a la perfección su piel, desde su cuello hasta sus tobillos—. Debes estar agradecido de que yo, la gran diosa Hera, haya bajado personalmente para verte.

    ¿Hera? ¿La Reina de los Dioses?

    El cosmos que sentía provenir de ella no era humano, de ningún modo. Era enorme, divino y por la sonrisa descarada que la hermosa mujer llevaba, Albafica tuvo que pensar bien en sus palabras. Poniéndolo en lógica, de decir o hacer algo que pudiese ofender a la diosa, esta noche él podría acarrear un nuevo enemigo al Santuario.


    —¿Y a qué debo el honor?

    Descaradamente ella lo miró de arriba abajo con un solo objetivo en la cabeza.

    Su parte racional le gritó a Albafica que corriese al interior del Santuario deprisa y pusiese en alerta a Athena, pero no era estúpido, supo que hacer eso no le serviría de nada. Correr e ir tropezando con todo sería inútil contra Hera.

    Esto era un problema bíblico. Esta diosa no era cualquier intruso, era la diosa reina y nadie le decía no a una reina. Menos a una que era bien reconocida por su rencor eterno hacia los que la ofendían.

    —Sin duda eres muy interesante —musitó sin dejar de mirarlo—, haces que Adonis parezca un pobre diablo en comparación.


    Flotando, la poderosa diosa se acercó. Por su divinidad inmortal, el veneno en la sangre de Albafica no iba a causarle ningún daño, y cuando puso una mano fría sobre su rostro, él comprendió lo que ella buscaba. Lo que muchos otros antes que ella.

    —Es una mala suerte… que le sea fiel a ese bastardo —le dijo acariciando sus labios con los pulgares.


    Sin poder evitarlo Albafica giró su rostro cuando ella se acercó para besarlo. Él pudo haber pagado caro esa ofensa, pero sólo logró que ella se riese.

    —Siempre he encontrado encantador la lealtad que los caballeros de Athena le profesan, aun si ella no está —miró el Santuario— ustedes aguardan por su regreso y no les importa morir por eso.

    Sin pedirle permiso volvió a tocar el rostro de Albafica en sus manos y lo sostuvo con la fuerza suficiente para evitar que él volviese a apartarse. Más no lo besó, sino que lamió la comisura derecha de su boca lentamente.

    Albafica se tragó el asco que ese acto le produjo. La diosa era sumamente hermosa, pero él no buscaba belleza en una mujer, ya suficiente tenía con la suya propia y los problemas que le traía, un ejemplo bastante claro era este.

    —Albafica de Piscis —musitó mirándolo a los ojos; los suyos, color verde esmeralda brillaban con malicia—. Dame tu lealtad y serás recompensado por toda la eternidad.
    —¿Mi lealtad? —Por la forma en la que se mordió los labios, él pudo deducir que a ella le gustaba el sonido de su voz.


    ¿Su lealtad? ¿Acaso Hera quería que traicionara a Athena de algún modo para beneficiar a Hades? ¿O se proponía algo más?

    Esto iba de mal en peor.

    —No puedo soportar mirarte y no poder tenerte —declaró pasando su mano derecha por la nuca de Albafica—. Haces que quiera pecar en contra de mi marido y por otro lado —se rio— prefiero ser yo quien te posea y no él.


    Demonios, cuanto se retenía para no oponer resistencia. Y si no lo hacía era porque lo último que necesitaba Athena en el Santuario eran más dioses enemigos con los cuales lidiar.

    Y Hera se destacaba por ser sumamente cruel. Si la mitología no se equivocaba, era una de los seres más temibles del cosmos. Se decía que incluso los dioses hermanos (Hades, Poseidón y el mismísimo Zeus) temían a su furia y venganza. No por nada había dado luz a Ares, una bestia aún peor que su tío del inframundo y ahora también adormecido luego de una batalla contra el poderoso Zeus.


    —A veces me das mucho miedo.

    La voz femenina que resonó en todo el lugar hizo que Hera soltara un bufido de irritación al soltar a Albafica, quien miró con desconcierto como una magnífica dama de cabello rojo y ojos planteados como la luna se acercaba emanando un poderoso cosmos, pero visiblemente más benevolente que su congénere.

    —¿Acaso no tienes a un meloso marido al cual complacer, Psique?
    «Esta mujer… ¿es Psique?» Absorto y más confundido aún, Albafica quiso saber cómo lidiar con esta situación.

    ¿Por qué estaban ellas aquí en realidad? Necesitaba dar aviso a sus colegas en las Casas del Zodiaco (eso suponiendo que ya hubiesen regresado de donde sea que hayan estado) por si algo ocurría, también necesitaba saber el motivo de su visita, si es que había alguno.


    La diosa Psique sonrió ladinamente.

    —Sólo venía a ponerte sobre aviso. Zeus se enteró de tu pequeño deseo hacia este hombre, y él me dijo que te informase que si haces algo en su contra, él irá con una bella dama en Egipto.
    —¡Esos no son sus terrenos! ¡El Panteón Griego fue vetado de Egipto por Ra hace eones!

    La diosa pelirroja no temió al arranque de ira de Hera, sólo le contestó:

    —¿Acaso la jurisdicción es parte de sus normas como el macho alfa? Porque te aprecio es por lo que te lo digo, Zeus piensa volver a sus romances si tu planeas tomar a un humano como amante —alzó sus delgados hombros—, ya sabes lo hipócritamente celoso que es.
    —Él ya ha tomado a suficientes amantes como para que pueda replicarme algo —yendo hacia Psique con una cara que asustaría a cualquiera, Hera la confrontó—. ¿Acaso te regodeas de mi desgracia?

    Psique en vez de envolverse como cordero en una esquina, llevo su pálida mano al rostro de Hera y la acarició.


    —Porque sé lo mucho que duele el amor, es por lo que te lo digo —admitió viendo a Albafica, a quien de cierto modo le recordaba a su amado señor. En especial por su mirada—. Este hombre sirve a Athena, Hera. Su destino es morir por ella en una sangrienta guerra y lo sabes bien. Las Moiras no han unido su lazo contigo, y ningún dios o titán va contra ellas.

    Hera tragó saliva. Si había algo que jodiese más a los dioses que otros dioses eran las temibles Moiras.

    —¿Ni siquiera puedo besarlo? Míralo, no se encuentran mortales así últimamente. Adonis fue un prodigioso prospecto y ese par de perras se lo quedaron.

    Con sus ojos radiando compasión, Psique sonrió.

    —Hubiese caído a sus pies si la hubiese conocido antes que a Perséfone y a mi amada madre.
    —Tu madre es una perra aún peor que yo —masculló refiriéndose a Afrodita, la madre del esposo de Psique.


    Albafica deseaba apartarse antes de que alguien más pudiese acercarse y tocarlo. ¿Acaso si se marchaba las diosas se ofenderían? Mejor no tentar a la suerte y esperar que Psique pudiese persuadir a Hera de dejarlo en paz e irse sin hacer daños al Santuario o Rodorio.

    —Yo la amo —susurró a Hera—. Como la amo a usted también. Además, una diosa recta del matrimonio y la fidelidad como la gran Hera no puede rebajarse a cometer los mismos crímenes que su infiel marido. Por favor, no cometa una locura y vuelva al Olimpo.

    Con la misma ternura con la que logró cautivar a Eros, Psique miró a Albafica mientras abrazaba a Hera.

    —Volvamos al Olimpo, mi señora. Le prometo que Hedoné le tendrá preparado un relajante baño.
    —Antes de que al fin me atreva a castrar a ese bastardo —dijo desapareciendo sin más.

    Riendo de forma simpática, bajando los brazos pues Hera desapareció sin darle la oportunidad de incorporarse, Psique le sonrió a Albafica.

    —Discúlpala, Zeus jamás ha sido el marido perfecto y después de siglos mi señora Hera deseaba devolverle el golpe. Pero sus leyes se lo impiden, su situación no ha dejado de ser triste en estos últimos años.


    Albafica no supo que decir, esto sin duda debía ser lo más raro que hubiese podido presenciar en toda su vida, y eso que había visto muchas cosas.

    —Aun así no puedo negar que eres atractivo. Tanto como un dios, pero no lo suficiente como mi querido Eros —ella se acercó y lo miró a los ojos—. Tienes mucha suerte, porque de no ser porque Hera aun ama a Zeus y de que éste respete lo suficiente lo que es de su hija Athena como para no bajar hasta acá y hacer lo que su esposa no puede, ya estarías muerto (en el mejor de los casos) o siendo torturado. Adonis es sólo una pequeña historia entre tantas entre ellos dos, peores y más sangrientas.

    Psique pareció rememorar algunos recuerdos con desgano. Pronto se recuperó y sacó de entre sus ropas un frasco pequeño de agua azulada brillante y se lo entregó a Albafica.


    —Esto es para ti —dijo extendiéndole el frasco.

    Él no la tomó, es más, la miró con recelo.

    —¿Qué contiene?
    —¿No creías que Athena y Hades eran son los únicos dioses en tener oradores, verdad? —Se burló como una niña—. A mi esposo y a mí no nos gustan las peleas, pero sí nos gusta dar alivio a cualquiera con el corazón lo suficientemente digno de nuestra atención.
    —Usted…
    —No vengo a ofender, sino a cumplir un ruego. —Sintiéndose reacio a confiar, Albafica tomó el frasco para no ofender a la diosa—. Amo esta fecha, cuando Perséfone sale del Inframundo y deja que la Tierra se poblé otra vez de hermosa vegetación. Pobre mujer, condenada para siempre porque cedió a comer una fruta. A veces quisiera hacer algo por ella desde que me ayudó cuando yo más la necesitaba, pero incluso nosotros los dioses tenemos algunas restricciones.

    Luego de su pequeña cavilación le pidió a Albafica cuidarse bien.


    —No sólo hay dioses que buscan matar a Athena, sino también a todo aquel que los ofende. Caballeros tan llamativos como tú son comidilla para ellos, un agradable entretenimiento, pero si bebes el contenido de ese frasco podrás librarte de ello.

    —¿Qué me hará?


    La pelirroja chasqueó la lengua.

    —¿Acaso no confías en mí?
    —Sólo confío en mi diosa. Y lamentablemente usted no la diosa a la que yo sirvo.

    Psique hizo un mohín mirándolo con irritación.


    —Estos Santos de Athena —suspiró sin enojo— de acuerdo, sólo porque me agradas, además de que odio las mentiras —se rio de forma bastante simpática—. Ese frasco contiene un poco del agua de un río sagrado que sólo fluye en los Campos Elíseos, si lo bebes tendrás algo que anhelas con todo tu corazón… o lo que quede de él.

    Su sonrisa socarrona lo irritó. Sin contradecir sus palabras y mirando el frasco él seguía sin confiar en ella, así que se atrevió a preguntar:

    —¿Y sería…?
    —Veinticuatro horas de paz.


    Albafica alzó una ceja, ¿paz? ¿De qué demonios estaba hablando?

    —No entiendo. —Psique alzó una ceja, con burla.
    —Lo huelo, el veneno que corre por tus venas es tu mayor poder, pero también tu peor maldición. A menos de que sea un dios el que se te acerque no podrás evitar matar a todo lo que sea que se mueva a tu alrededor.

    Lo que pasó esa tarde fue una buena muestra de ello. Por eso mismo Albafica no dijo nada.

    —Bebe el agua y tú sangre no será un problema por veinticuatro horas; más que suficientes para cumplir uno que otro deseo —le guiñó el ojo y le dijo muy de cerca—: Y por si te lo preguntas, la chica que salvaste hoy es una de mis vírgenes oradoras consagradas favoritas. Tu acto, aunque haya sido un accidente, evitó que ese malnacido la tocase. Su petición posterior por ti me conmovió y luego de presenciar a Hera intentando aprovecharse, no pude negarme más. Adiós, trágico caballero.


    Y haciendo un ademán, Psique también desapareció.

    Abrumando, Albafica miró el frasco y lo examinó con cuidado. “Los dioses no dan regalos sin un par de etiquetas de advertencia adheridos a ellos”. Incluso Athena tenía un pequeño haber con tratos turbulentos que hasta el día de hoy la atormentaban, tratos que ella había hecho con humanos logrando ella un beneficio mayor.

    No se supo exactamente en qué momento, pero hubo un tiempo en el que Athena logró al fin empaparse de amor y comprensión, opacando su deseo por pelear y destruir a un plano casi inexistente, encontrándose a sí misma como una deidad que debía reformarse poniendo su vida en riesgo por la humanidad como pago por sus pecados y porque, en verdad, terminó enamorándose de todos los humanos en general al cabo de poco tiempo conviviendo con ellos, cosa que hasta el día de hoy mantiene irritados a una gran cantidad de divinidades incluyendo a su padre.

    Aunque si algo debía decirse y era un tópico prohibido de conversación, era la duda de si era cierto aquel rumor de hace años acerca de que la diosa sí se enamoró de un hombre humano. Uno que murió en una guerra por ella, hundiendo el corazón de Athena a un abismo tal que la diosa, en medio de un mar de lágrimas rogó a Perséfone por un lazo divino que pudiese unir sus almas. La del humano y ella.


    Se cree que aquellos caballeros consagrados a la Armadura de Pegaso o incluso la propia Armadura de Sagitario podían ser las encarnaciones de ese hombre. Pero a diferencia de Athena, él no la recordaría, esto supuestamente era el pago que la diosa debía cumplir a cambio de ver a su amado otra vez.

    Si el amor entre ambos había sido un hecho o si la cosa fue únicamente por parte de ella era un misterio, pero se rumorea que no. Que en verdad él se entregó voluntariamente a ella pidiendo igualmente reencarnar con el único fin de seguir luchando a su lado, protegiéndola siempre hasta el final de los tiempos cuando por fin pudiesen dejar de lado las guerras y se uniesen para siempre en los Campos Elíseos.

    Nadie ha tenido el valor de preguntarle nada a Athena, pues nadie sabía cómo reaccionaría. Pero si tomábamos en cuenta que el actual Pegaso, Tenma, literalmente se crio junto a Sasha en Italia y ahora sus caminos se habían cruzado otra vez dejándolos en la misma postura que ya se tenía fichada, entonces el rumor que pasaba de generación en generación envolviéndolos a ambos podría bien ser cierto.

    Con un par de sentimientos alborotados, Albafica fue hasta el Santuario para noticiar al Patriarca y Athena sobre su extraño altercado, aunque él estaba seguro de que ambos ya se habrían dado cuenta de la intervención de las diosas pues el cosmos que ambas liberaron era demasiado obvio.

    —CONTINUARÁ—
    ________________________________________________________________________

    Muchas gracias, Tarsis, por leer el fic.

    Sinceramente estoy siguiéndolo en Fanfiction y Wattpad ya que ahí al parecer hay algunos fans de la pareja. Aquí quería esperar a que al menos alguien así lo deseará pues no quería causar spam.

    Me alegra que te haya gustado. Saludos y de nuevo, gracias por leer y comentar.

    Hasta pronto.
     
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  1. Rashel Vandald
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