Crepúsculo Mi guía

Respondiendo a un reto aquí teneis un nuevo Drabble.

Mi guía

Quería volver a tener a Edward en mi mente. Volver a verle, volver a oírle, volver a sentir que no me había abandonado… Necesitaba una potente inyección de adrenalina en mi cuerpo, algo que pusiera mi vida en peligro, pues mi vida ya no valía nada si él no estaba a mi lado. Trataba de encontrar una sola razón por la que Edward no quería saber nada de mí. Solo fui un juguete en sus manos, un juguete ahora roto y perdido. Literalmente me había perdido en el bosque. Estaba dando tantas vueltas como mi cabeza sin encontrar la salida.

— ¿Necesitas un guía?

—Jabob… menos mal que estás aquí.

Se acercó a mí y se sentó en el suelo.

—No tienes que entrar en el bosque si luego no vas a saber salir de él.

—Soy mayor que tú y no necesito que me des lecciones. – dije sentándome junto a él.

—Lo de la edad creo que ya lo hemos discutido y soy más maduro que tú si no me equivoco.

—Te equivocas – reí echándome hacia atrás.

Jacob se tumbó junto a mí haciéndome sentir que no estaba sola. Había sido mi salvación desde el primer llanto. Siempre estuvo a mi lado, enseñándome la salida en cualquier circunstancia. Era mi guía, mi amigo y mi redentor.

Por un instante nuestras miradas conectaron. Sus ojos brillaban con la escasa luz que se colaba entre los árboles. Empezó a hacer muecas: levantaba la ceja, se ponía serio, cruzaba los ojos… Al final acabé riendo.

—Hacía mucho que no te reías así…

Y tenía razón.

— Conmigo reirías todos los días

— Jabob, no empieces por favor – le supliqué girando la cabeza y dirigiendo mi mirada hacia los árboles que parecían refugiarnos entre sus ramas.

—Sabes que conmigo no sería tan difícil, todo sería más fácil. Serías feliz. – apenas le escuchaba, ni quería hacerlo, hasta que sus últimas palabras entraron mí como un puñal de hielo - Yo nunca sería capaz de abandonarte.

Esta vez fue él quien dirigió su mirada al cielo. Sabía que él sufría a mi vera y no se lo merecía.

—Sé que tú nunca me abandonarás.

—Entonces dame la oportunidad de demostrártelo –dijo tornando bruscamente la cabeza para mirarme fijamente.

En aquel momento, yo aparté mi mirada y cerré los ojos. Intentaba ordenar mis ideas y sobretodo trataba de entender mis sentimientos. Edward no hacía más que hacerme sufrir y Jacob, por el contrario, siempre estaba curando las heridas que el vampiro me causaba. Edward era la enfermedad y Jabob la cura. Por un momento me imaginé mi futura vida con Jabob. Los dos envejeciendo juntos, viendo corretear a nuestros nietos por el jardín, cogidos de la mano sonriendo. Mi ilusión fue tan real que sentí un verdadero beso en mis labios. Cuando abrí los ojos Jacob estaba a escasos centímetros de mi rostro. Esta vez fui yo quien le besó y creo que desde entonces no he vuelto a derramar una mísera lágrima.