Yo era un pequeño seviper en ese entonces. No había muchos de nuestra especie cerca, por lo que me costaba hacer amigos. A fines del verano mamá me envió a buscar bayas meloc al bosque vecino. Lo recuerdo muy bien, ella siempre hacía hincapié en que tuviera mucho cuidado. Corría el rumor de la llegada de una familia de zangoose’s . Yo no conocía esa especie, pero mi madre decía que eran pokémones muy agresivos y traicioneros. Que no me distrajera en el camino. Salí muy asustado de casa en esa ocasión. Avance cuidadosamente por el camino que llevaba al bosque de bayas. Cada vez que veía un arbusto me escondía para luego volver a emprender la marcha. El sendero se fue haciendo largo, pero finalmente llegue. Los troncos de los árboles eran muy gruesos para poder enroscarme, desanimado pensaba volver a casa cuando de pronto un pokémon paso corriendo cerca de mío. Era de color blanco y peludo, tenía unas manchas rojizas en forma de zig-zag que cruzaban su cuerpo. Trepo el tronco con gran destreza, cortando muchas bayas que cayeron en el afelpado pasto. Me regalo muchas de ellas y nos sentamos juntos a comer algunas. Su nombre era Rem. Rem al igual que yo no tenía muchos amigos, hace poco que vivía en el bosque y no conocía otros pokemon. Esa tarde nos despedimos con la promesa de que volvería para jugar con él. Con el paso de los días Rem y yo nos habíamos hecho grandes amigos. Nos pasábamos horas jugando a las escondidas entre los troncos de los árboles o chapoteando en el gran río que corría cerca. Una lluvia de hojas doradas anunciaba la llegada del otoño. Nuestro juego favorito era ocultarnos en esas alfombras anaranjadas, entre risas crujían delicadas las horas hasta que anochecía. Jugando una tarde y sin darme cuenta la noche cayo de improviso. Mamá estaba preocupada, así que salió a mi encuentro. Llego hasta el bosque de bayas y al ver a Rem monto un gran escándalo, dijo que era una bestia maligna, que solo era cuestión de tiempo para que su instinto salvaje se adueñara de sus actos. Esa noche mamá me castigo duramente y me prohibió volver a ir al bosque. Llego el invierno y los árboles desnudos comenzaron a juntar nieves entre sus ramas. Yo pasaba gran parte de los días en la madriguera y todo el tiempo pensaba en Rem. En lo mucho que nos divertíamos juntos. Una tarde miraba desde la entrada como caían lánguidos los copos sobre la tierra. Ya estaba harto de tener que obedecer, mamá no podría separarme de mi amigo. Cansado de aguardar en casa decidí ir a verlo al bosque de bayas. Marche a buen tranco hasta la mitad del camino, la nieve se había acumulado, por lo que tuve que aminorar el paso. Unas fuertes ráfagas comenzaron aullar a lo lejos y los copos cayeron más tupidos sobre mi cabeza. A duras penas pude llegar hasta el bosque, la ventolera se había transformado en una gran tormenta que silbaba con fuerza entre los gruesos troncos. Avance adolorido buscando a Rem en los lugares donde solíamos jugar, pero no lo encontré. El frío era intenso y a cada tramo la nieve me escocía la piel. Me escondí en el hueco de un árbol para resguardarme. En eso, vi una silueta redonda con dos cuernos que se acercaba entre las ráfagas. Era tal la violencia de la tormenta que la visibilidad era casi nula. Cuando estuvo bastante cerca pude ver unos tétricos ojos azules que se clavaban sobre mí. Acompañados de una hilera de dientes apretados tras lo que parecía ser una máscara. Era una locomotora lenta que dejaba un vaho blanquecino al andar. Fue ahí que me di cuenta del peligro que corría. Mamá contaba historias de Glalie’s que bajaban de la montaña para cazar, aprovechando las gélidas tormentas del invierno. Huí sin rumbo, zarandeado por el frío. El Glalie me seguía de cerca lanzando rayos de hielos, los esquivaba como podía, pero su estrategia era otra. Me arrincono contra el río, el mismo río que Rem y yo solíamos frecuentar, solo que ahora corría impetuoso y desbocado. Mi captor se acerco a mí cuando de pronto en el panorama blanquecino un haz rojizo salto de las ramas de un árbol, hiriéndolo en un ojo. ¡Era Rem! El Zangoose atacaba con sus garras y luego se alejaba evitando los rayos de hielo que iban formando grandes columnas de cristal a nuestro alrededor. En uno de sus avances se acerco para preguntar cómo me encontraba. El Glalie aprovecho su descuido y congelo una de sus patas, frenando sus movimientos. Luego se abalanzo a gran velocidad sobre nosotros. Rem me empujo hacía un costado, recibiendo el impacto del colmillo hielo en el brazo que al instante también se cristalizo. Mi amigo parecía ajeno al sufrimiento, me intente acercar para ayudarle pero este se despidió de mí con su garra libre. Asió al pokémon con fuerza sobre su cabeza y lo lanzo al río embravecido. El Glalie no le soltó el brazo y ambos fueron arrastrados corriente abajo, hasta desaparecer. Lo busque desesperado entre la corriente con la esperanza de encontrarlo con vida… pero mis esfuerzos fueron inútiles. No apareció. Esa fue la última vez que lo vi, día tras día visite el bosque de bayas y recorrí la rivera en toda su envergadura mas nunca lo encontré. El fue el mejor amigo que llegue a conocer, y cada vez que encuentro a un zangoose me acuerdo de él y lo especial que fue. Porque más allá de su especie para mí siempre será… mi amigo Rem.
La estructuración del fic me ha gustado porque lo separas de una manera correcta y entendible bajo mi punto de vista. Ahora bien, hay errores como seviper y zangoose, estos al ser nombres deben empezar en mayúsculas, Seviper y Zangoose al igual que deberias haber puesto Bayas Meloc, pero son simples errores que son sencillos de corregir. Menos en el último párrafo que has puesto Zangoose correctamente. En referencia a la trama, me ha gustado la idea, nunca había visto esa ''relación de amistad'' entre estos dos pokémon que se llevan como el perro y el gato, has descrito bien los lugares aunque aún faltarian unos ''pequeños'' detalles que iras puliendo con el tiempo. Pero lo has escrito y redactado muy bien :) Continua así!!!