Mi alma es tuya, mi amado demonio

PRÓLOGO

El cielo nocturno, iluminado por las escazas estrellas que se abrían paso en él, se encontraba sumamente obscuro. La luz de la luna era opacada por las espesas nubes que pasaban frente a ella.
A lo lejos, un pequeño pueblo se encontraba. Una pequeña ciudad que en pocas horas, dado a la velocidad con la que puede esparcirse el fuego, sería reducida a cenizas. Siendo prácticamente polvo.
Aquella aldea se encontraba ahora en llamas, llenándose de gritos de horror y desesperación, pidiendo y rogando por súplicas que jamás llegarían.

Una hermosa dama se encontraba ahora entre escombros, hacía varias horas que dejó de escuchar algo, y como era de esperarse, los demás dejaron también de escucharla.

Sintió que sus ojos se iban cerrando, y lo último de lo que fue consciente, fue de cómo alguien levantaba con facilidad aquellos trozos de madera que aplastaban su cuerpo. Pero lo vio, ella ya sabía que no sería bueno lo que seguía.
Un brillo morado se reflejó en el par de orbes celestes, anunciando lo inevitable, lo que desde ese momento condeno su vida entera.
Su salvador era uno de ellos, él nada más y nada menos, que un demonio.