Mi ángel de cristal

Mi Ángel de cristal

Desperté en la madrugada sin muchas ganas, abrí los ojos pesadamente y con un bostezo me incorpore en la cama, mi entorno no parecía cambiar nunca, siempre el mismo escenario, un cuarto casi al borde de la destrucción, el techo tenia goteras, el piso de vez en cuando se rompía con el peso extra, las pareces estaban musgosas, la ropa que usaba tenía que lavarla en una tienda al otro lado de la ciudad con el dinero que podía conseguir trabajando, salí de lo que se hacía llamar cama, aunque realmente era un colchón en el suelo, el cual estaba sucio y los resortes a medio salir de allí.

Camine hasta la ventana donde tenía colgada la toalla, un vaso con un cepillo de dientes y una crema dental y un pequeño bolso que preparo cada noche con la ropa de muda, un champo y un enjuague para el cabello sin olor, ya con las cosas en manos, salí de mi habitación rumbo al lago que había algo lejos del orfanato.

Mientras caminaba por el pasillo del orfanato me fije en las habitaciones, esperando que los niños que se encontraban allí se encontraran descansando, unos que otros se encontraban despertando a estas horas de la mañana, otros estaban durmiendo como tablas, al llegar al final del pasillo baje las escaleras con sumo silencio, esperando que el director de el lugar no se diera cuenta que iba de salida, o si no me volvería a castigar.

Logre salir de la destruida edificación y me adentre en el bosque, mirando de tanto en tanto a los lados y hacia atrás, esperando a que nadie me siguiera, el bosque estaba solitario y silencioso, lo único que podía oír era el sonido de mis pasos al chocar con la tierra, la niebla mañanera aun no se había disipado de la montaña pero eso no me molestaba en lo absoluto, seguí caminando por el bosque.

El orfanato se localizaba en la cima de una montaña y el lago al pie de ella por lo que siempre me costaba llegar a lugar, junto al lago se hallaba construida una mansión, cuyos dueños casi nunca se hallaban allí, aun así aquel edificio se mantenía en buenas condiciones. Apresure un poco mas mis pasos para así llegar más rápido y ahorrarme algo de tiempo.

No tarde más de 3 minutos para llegar al lago, una gran extensión de agua que bajaba desde una cascada y bajaba por un rio que pasaba por la mitad de la mansión de junto y de allí por los alrededores de la ciudad hasta quien sabe donde, en varias partes de su extensión yacían grandes rocas, en medio del lago había una pequeña isla con un gran árbol en medio, aquí venían muchas veces varios animales para saciar su sed o simplemente refrescarse, aun lado del lago yacía una especie de acantilado, pero no tan alto, como para lanzarse a las profundidades del agua. Los arboles que rodeaban a este pequeño paraíso no le daban paso a la luz del sol, a no ser los pocos que pasaban por las aberturas entre las hojas.

—Mi pequeño paraíso—Murmure al viento, poco a poco me fui despojando de la ropa, quedándome solo con la ropa interior y metiendo la otra en el bolso, a paso lento me fui adentrando a la fría agua, temblé ante el contacto del agua, termine sumergiéndome para así ahorrarme un poco el frio, al subir a la superficie temblé levemente—Como disfruto esto—Nade relajadamente hacia la isla, disfrutando del agua rozar mi cuerpo.

A pesar de la hora pude disfrutar del baño, cerré los ojos mientras nadaba bajo el agua, al volver a la superficie escuche el crujido de una rama, ni lenta ni tonta nade rápidamente hacia detrás de las piedras, ocultándome tras ellas, mire cada parte de los alrededores esperando encontrar al causante de aquel sonido.
—¿Quién anda ahí?—Pregunte al bosque, esperando una respuesta escuche el falso canto de un búho—Oh vamos ¿No tenias algo mejor?—Rezongue al aire, al no recibir respuesta aproveche el momento para sumergirme bajo las cristalinas aguas y nadar hacia mi ropa, al llegar a estas las tome rápidamente y corrí lejos de allí, cuando me sentí más segura fue cuando comencé a quitarme la ropa mojada secarme con prisa y de igual manera vestirme con unos jeans azules rasgado en la rodillas, una camiseta blanca con el estampado de una serpiente rodeándome la camisa, unas tobilleras y unos zapatos que nos donaron la semana pasada.

Ya vestida solté un pesado suspiro y corrí montaña arriba, ya que seguro y apenas había llegado a un poco más arriba del pie de la montaña, al llegar a la mitad de esta comencé a jadear del cansancio pero aun así no me detuve, seguí corriendo mientras evadía los arboles que se me atravesaban en el camino, una que otra ave, ciervo o conejo que se aparecía en el camino o me escuchaba salía huyendo, el olor a humo llego directo a mis fosas nasales, asustada de que proviniera del orfanato fui apresurando mis pasos temerosa, solté el bolso al ver la primeras llamas provenientes de unas ramas, al parecer el fuego comenzaba a expandirse, deje las cosas tiradas en el suelo y corrí como alma que llama el diablo, estaba asustada, temía por aquellos niños.

Cuando llegue al orfanato todo el lugar ardía en llamas, varios todos los niños se encontraban fuera de la locación, cuidando de ellos se encontraba Miriam la cocinera y Nataniel quien les enseña lo básico en clases y nuestro enfermero, me acerque a Nataniel con el miedo dibujado en mi cara.
—¿Quién falta?—Le pregunte el volteo a mirarme sorprendido y me abrazo con fuerza.
—Hasta ahora faltabas tú y el director—Dijo preocupado, Nataniel era un hombre de ya 23 años, cabello rubio, ojos cafés, tez albina y mayormente vestía una camisa azul oscuro, unos jeans blancos y un delantal o una bata blanca. Rompí el abrazo bruscamente y corrí al interior del orfanato—Oye Tsumiki—Grito a lo lejos, el interior del edificio estaba en llamas, el calor era intenso las paredes y unas que otras habitaciones de la plata baja estaban en llamas, las paredes ardían a causa de la madera y el piso humeaba, no podía evitar toser a causa del humo y sudar por el calor, corrí hacia las escaleras agradeciendo que no las había tocado aun el fuego, corrí escaleras arriba llegando al siguiente piso.
—¡Director!—Le llame, sin recibir respuesta. Patee cada una de las puertas evitando así tocar los pomos de la puerta, el piso tenia agujeros donde era visible el fuego de la planta de abajo, el techo había dejado de ser estable, el fuego se había apoderado ya de las puertas paredes y techo—¡Director!— Volví intentar llamarlo, estaba empezando a temer lo peor.
—Aquí…—Escuche débilmente la voz del director, mire en todas direcciones buscando de donde provenía su voz.
—¿Dónde está?—Pregunte, el me respondió los mismo, fije mi vista en mi habitación, era el único lugar que me faltaba, con la excepción de los “baños”, si es que se podían llamar así.

 

·º·​

El piso más cercano a mi habitación estaba a punto de caer, el calor se había intensificado, mire con miedo el techo esperando a que este aun no cayera, sin más que esperar camine lenta y cuidadosamente por los débiles maderos del piso, las paredes ardían como el demonio, caí al suelo bruscamente al haberse roto una parte del piso bajo mi pie.

—Auch—Me queje, con algo de esfuerzo saque mi pie del pequeño agujero, al intentar incorporarme un pequeño dolor en el pie hizo que tuviera que apoyarme de la pared y en su defecto quemarme las manos, aguantando un lastimero grito trate de seguir adelante.

—Tsumiki, date prisa—Llamo el director con el dolor plantado en su voz, a saltitos y tropezones llegue a la habitación, el pomo de la puerta estaba caliente, uno… Dos y tres golpes contra la puerta y esta cayó pesadamente contra el suelo, el interior ardía completamente y partes del techo ya habían caído del techo, busque con la mirada al director, encontrándolo bajo una viga caída, él era un hombre moreno, de cabello canoso con rastros cafés, ojos cafés, su cara estaba manchada por los escombros, tenía unos que otros raspones.

Me acerque a él rápidamente y trate de mover la viga, 1 centímetro… 2, 3, 4, 5, 6 y 7 centímetros, el techo volvió a caer esta vez encendido en fuego, el director soltó un estruendoso grito de terror, seguí empujando la viga a pesar de las llamas que había sobre ellas, mis manos se quemaban lentamente, el tobillo me dolía al hacer presión en el.

—Date prisa—Exclamo el hombre asustado, sin importar mis condiciones en este momento empuje con más fuerza la viga, quedando esta unos centímetros más arriba de las piernas de él gracias los escombros del techo que con anterioridad habían caído, el director salió presuroso de debajo de la viga y se largo a correr.

—¡Oye!... Ya se fue—Dije desanimada, esperaba que me ayudara cuando lo liberara, como pude me puse de pie, mire mis manos, ardían al calor, quemaban al tacto, eran negras a la vista, a saltos intente salir, esperanzada a seguir con vida, las paredes se habían vuelto negras por el fuego, estaba segura que el fuego ya no resistiría mas, los bomberos parecían no llegar nunca, al final del pasillo, cerca de las escaleras logre divisar al director. —Ayúdeme—Grite, él volteo a mirarme con asco.

—Jamás maldita monstruo, tu madre nunca debió dejarte a mi cuidado, era, eres y siempre serás una maldita monstruo que vino a arruinarle la vida al mundo—Grito el asqueado—Me molesta tu simple presencia, no debiste haber nacido, ni mucho menos haber venido aquí… MUERE DE UNA VEZ BASTARDA—Eso me había dolido demasiado, él no era una buena persona, pero aun así me había dado un techo, Miriam me había dado de comer y Nataniel me había enseñado todo lo que sé, me deje caer en el suelo mientras el director huía cual cobarde.

Cerré los ojos y deje que las llamas me abrazaran, espere a que todo terminara. “No quiero morir, pero nadie me quiere con vida”.

Dejaras que ese hombre decida por ti…—Susurro una voz.

—No…—Respondí a la nada.

Entonces, ¿Por qué no te levantas?—Hablo la voz otra vez en un susurro.

—Yo no valgo nada—Tosí.

Las personas que no valen nada se quedan en un solo lugar esperando su muerte—Me regaño.

—Lo siento—Dije finalmente dejándome abrazar por la muerte.

Resale a los demonios,​

Para que devuelvan tu alma.​

Resale a los ángeles,​

Para que la purifiquen.​

Criatura de dios​

Que no ha maldecido su alma​

Criatura que llora bajo los crueles​

Humanos.​

​

No entregues aquello que posees.​

​

Tu alma pura ha dejado de ser blanca​

Tu alma impura nunca ha sido​

Tu alma Blanca ​

Ha dejado de serlo​

Tu cuerpo humano​

No será nunca más​

Vivirás en el mundo ​

Dejando atrás lo que una vez fue tuyo​

​

El sol te podrá lastimar​

Y las nubes te podrán ayudar​

Las estrellas te guiaran​

Y la luna te vigilara​

​

No esperes más criatura de dios​

Y despierta de tu letargo​

Para darte cuenta de algo​

Tus heridas han sanado​

Sin dejar rastro​

Mientras tú te sorprendes ​

Una frase resuena en tu mente ​

“Que los ángeles y los demonios estén contigo”.​

​

Abrí los ojos con pesadez, sentía que había dormido una eternidad, me incorpore en la cama frotándome los ojos, llevaba puesto un camisón rosa pálido.

—Al fin despertaste—Dijo una mujer de largo cabello rubio, ojos azul celeste, tez pálida y vestía un vestido tipo corsé corto color negro, enligado a unas largas medias negras, un gorro puntiagudo, unos tacones negros que se sostenían a sus tobillos con cintas blancas, en su cuello portaba un moño blanco, y en sus brazos y muñecas cintas blancas como decoración—Llevas tres días durmiendo—Afirmo.

—¿Quién eres?, ¿Cómo es que llegue aquí?—Pregunte en un susurro

—Soy Yukino, una bruja nivel 50, yo te traje aquí a pedido del consejo de ángeles y demonios—Explico ella recogiendo unas cosas que estaban colocadas en una mesa de noche junto a la cama donde me encontraba.

—¿Ángeles?, ¿Demonios?, ¿De qué hablas?—Pregunte confundida.

Yukino suspiro y dijo: —Los ángeles son seres celestiales y los demonios seres demoniacos—La mire confundida—Seres de la luz y la oscuridad, las brujas estamos en un punto intermedio, no somos ni buenas ni malas, tu estas viva porque ambos bandos así lo decidieron, no quiero quejas a partir de ahora—Me miro con el ceño fruncido—A partir de hoy, eres parte de mi familia, no soy ni tu mama, ni tu tia, soy…
—¿Mi madrina?—Pregunte

—No soy tu…

—¿hija?, no debería ser así tu te vez mucho mayor que yo—Le interrumpí

—¿Acaso me estás diciendo vieja mocosa?—Exclamo indignada—Soy tu abuela, pero no por esta familiaridad que nos pusieron vayas a pensar que soy vieja—Regaño

—¿Cuántos años tienes abuelita?—Pregunte burlona

—3450 años, eso quiere decir que tengo 34 años mocosa—Decía orgullosa de sus 3450 años—Y tu mírate, tienes 13 años y todo lo que has tenido que cargar—Chasqueo los dedos y en su mano apareció un pergamino, abrí los ojos de par en par al ver que caía largamente por el suelo— A ver, a los tres años te encerraron en tu habitación, a los cuatro te dieron una cantidad 500 nalgadas, a los cinco estuviste a punto de caer de un precipicio y salvada de caer por un ángel, te ganaste el apodo de “anormal”, a los seis años el director te amenazo con un cuchillo Nataniel evito cualquier atentado en contra tuya, a los siete y ocho años te dejo varias veces sin comer, Miriam a escondidas te dio de comer, a los nueve fuiste golpeada por unos adultos buscando un niño para adoptar…

—No sigas— le interrumpí, ella hizo desaparecer el pergamino y apareció una cámara, en lo que yo me volvía a frotar el ojo para yo secarme las lagrimas que brotaban a causa de aquellos dolorosos recuerdo, Yukino tomo una foto.

—A partir de hoy dejaras de ser Tsumiki la huérfana, el consejo de brujas a consejo y apoyo tu cambio de nombre y apariencia—Yukino se acerco a un armario que había en la habitación—Ponte esto—Me lanzo una camisa y un pantalón—Iremos al pueblo—Anuncio saliendo de la habitación, me quede mirando la puerta por donde anteriormente había salido Yukino, baje la mirada a la ropa que me había lanzado, era una camisa blanca manga larga y un pantalón negro.

“Cambio de nombre y apariencia” Pensé, por una parte me causaba alegría tener una abuela pero por otra me parecía que tenía que dejar de ser yo, me levante de la cama y me quite la pijama que traía puesta “¿Cuánto abre dormido? ¿Por qué no me han dejado morir?” Mire cada parte de mi cuerpo donde podría haber una marca de quemadura pero no había nada, no había ningún rastro de que yo pudiera haber estado en un incendio, mi tobillo no me dolía, ni siquiera estaba vendado.

“Que los ángeles y los demonios estén contigo” Se escucho en mi mente, mire en todas direcciones, y al no ver a nadie, me coloque la camisa y el pantalón, las paredes de la habitación era de un suave color crema, el piso era de madera color caoba, aun lado de la habitación había un armario azul oscuro, en la ventana yacía un pequeño cactus, al pie de la ventana había un cofre de tamaño mediano y la cama donde anteriormente dormí era de color azul oscuro.

Salí tímidamente de la habitación mirando con temor la siguiente habitación, por un momento había esperado encontrar una guillotina, un caldero, muchos cuchillos, hachas, látigos, entre otras cosas de tortura, en lugar de eso era una sala simplemente decorada con dos muebles de caoba en medio del la habitación, una alfombra marrón, junto a los muebles una chimenea, al otro lado de la habitación se encontraba un comedor simple para cuatro personas, en las paredes había cuadros abstractos de psicodélicos colores.

—Es hora de irnos—Anuncio Yukino apareciendo junto a mí.
—¿Eh?, ¿Adónde?—Pregunte mirándola con la ceja arqueada

—Vamos a hace 3 años para comprar algo—Dicho esto me tomo de la mano y con un chasqueo me puso unos zapatos negros—három évvel ezelőtt láttam valamit, hogy én találtam ma, így remélem, hogy az üvegés hagytam Istenem az idő, utazás az az ajtót*—Dicho esto una puerta invisible apareció frente a nosotros, antes de que yo pudiera replicar o preguntar algo, ella me arrastro hacia la puerta.

·º·​

három évvel ezelőtt láttam valamit, hogy én találtam ma, így remélem, hogy az üvegés hagytam Istenem az idő, utazás az az ajtót

Significa: tres años atrás vi algo que no encontré hoy, por eso espero que cristal y yo nos permitas oh dios del tiempo, viajar atraves de tus puertas.


Frase escrita en húngaro…