Memorias de un Psicópata.

Tema en 'Relatos' iniciado por Shassel, 4 Agosto 2013.

  1.  
    Shassel

    Shassel Usuario común

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    Escritora
    Título:
    Memorias de un Psicópata.
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    10305
    Francia, 3 de Agosto del 2012

    El frío del invierno calaba mis huesos y la soledad de mi habitación volvía todo esto aún más pesado, mi cuerpo temblaba presa de temores indescriptibles, mientras el rugir de su hambre se hacía cada vez más cercano, casi podía sentir su respirar pesado y torpe golpear en mi nuca, sus manos putrefactas arrastrarme por el suelo y su mirar sombrío y sanguinario posarse sobre mi “deleitable ser”.

    ¡Maldición! — grité opacamente procurando guardar un poco de cordura.

    ¿Qué había hecho? Mi ambición había cobrado un precio muy alto, sin embargo, ahora no había marcha atrás, al menos no a estas alturas.

    Paso a paso me acerqué a la ventana de la habitación buscando desesperadamente una posible vía de escape, estaban tan cerca, demasiado. A pesar de que la muerte era mi único y quizás justo final, no quería morir, no ahora que estaba tan próximo a encontrarla…

    Ojala, y todo pueda volver a ser como antes. Como cuando solo era un chico torpe y desaliñado, tal como cuando la conocí.

    Los recuerdos de mi adolescencia me hacían extrañarla tanto, su belleza exótica, su amplio conocimiento, todo en ella era un misterio, un enigma que debía resolver.

    Vaya en que estoy pensando, no es hora de recuerdos tontos, ¡Maldición! ¿Qué estoy haciendo?

    Me sentía tan cansado, a pesar de que la muerte me abrazaba la espalda, no podía continuar escapando, estaba exhausto, atrapado en un país ajeno a mi patria, con personas que nunca llorarían mi muerte o se preocuparían siquiera de mis restos, no sabía bien a donde más correr, ya lo había recorrido todo, no parecía haber salida.

    ¿Me pregunto, dónde estarás?

    Ya no podía seguir perdiendo el tiempo, incorporándome torpemente sobre mis pies, empecé a registrar aquella habitación en búsqueda de algo que pudiera salvarme el pellejo, después de todo, cuando el infierno se libera, lo único que queda es sobrevivir. La habitación no ofrecía mucho, dos anaqueles con libros que con esfuerzo logré mover para usarlos como barricadas en la única puerta de acceso, un sofá viejo de cuero movido de su lugar con el mismo objetivo de los libreros, y un escritorio de caoba que se ocultaba silenciosamente en la esquina más opaca de la olvidada habitación. En realidad no sabía de quién pudo haber sido la casa en la que ahora me encontraba refugiado, después de todo, ya nada era propiedad de nadie, ni siquiera la vida.

    ¿Cómo, cómo pude permitirlo? ¿Cómo deje que me convencieras?

    El golpear crudo de la lluvia sobre el techo de la vivienda me sumergió en el dulce recuerdo de tus ojos de estrella, esos ojos que, a pesar de su tristeza, siempre amé.
    Cuando la conocí, solo teníamos 16 años, éramos tan jóvenes. Su mirada melancólica, su sonrisa carmesí, su gesto amable, todo en ella parecía hecho para enamorar, y entre días de pláticas y amistad; mi corazón incauto no tardó mucho en pertenecerle ciegamente. No la conocía bien, que torpe fui.
    En el colegio éramos inseparables, no había nada que no hubiera hecho por ella, si me lo hubiera pedido hubiera podido hasta cometer un crimen.


    Buenos días, soy estudiante de intercambio, mi nombre es Elena.

    No dijo nada más, “Elena”, siempre tan misteriosa, a decir verdad nunca hablaba con otra persona que no fuera yo, era su único amigo, su cómplice, su rival. Amábamos la ingeniería genética, la biología y la medicina, parecíamos almas gemelas corriendo en un mundo ajeno a nosotros, soñando con lo imposible, lo irreal. Nuestra fantasía: la investigación.

    Deberíamos hacerlo —dijiste un día, yo te mire extrañado, incrédulo de tu entusiasmo.
    Vamos Elena, como haríamos algo así.
    Tan pesimista como siempre Daniel, vamos, es nuestro sueño, te imaginas, tú y yo recorriendo el África en busca de…
    Ni lo digas Elena, es imposible, ¡Encontrar la cura del ébola en un lugar como ese! ¡Qué tontería!
    Daniel —Tus ojos me miraban con tristeza, me rompían el alma— ¿Cómo puedes decirme eso? Mi madre murió de cáncer cuando tenía 8 años sabes, nunca te lo he dicho pero, jamás me he perdonado no haber podido hacer nada por ella.
    ¿Elena? —Me sentía tan torpe— ¿Por qué nunca me lo dijiste?
    No es algo tan malo Daniel, ahora, ella está en paz, y eso —dijiste en tono triste, pero resignado—, es lo que más importa.
    Elena —dije torpemente mientras te abrazaba, estaba tan orgulloso de ti, tus palabras, tu fortaleza, no podía evitar amarte más que nunca, lo supe entonces, mi destino era estar a tu lado, si así lo querías, iría hasta el fin del mundo solo por verte sonreír— ¡Hagámoslo!

    La sonrisa que brillo iluminando tu rostro era todo lo que necesitaba en ese momento, saber que estaría contigo y que tu querías lo mismo me hacía profundamente feliz, en ese momento creí que me amabas como yo te amaba a ti, nunca, nunca me hubiera imaginado que todo era un vil engaño más.
    Ocho años después lo habíamos logrado, tras un exhaustivo trabajo y años de estudio obtuvimos nuestra maestría en Ingeniería Genética, estábamos tan orgullosos, sin necesidad de mucho esfuerzo, nuestra capacidad nos permitió obtener un trabajo como investigadores titulares de una importante compañía farmacéutica, ¿Qué más podía desear? , nuestra vida era perfecta.



    República del Congo - África, 2 de Junio del 2012

    A pesar de tus regaños decidí continuar escribiendo mi diario, no veo por qué no deba hacerlo, no me gusta disgustarte pero, esto me parece exagerado, ya estamos aquí, que más necesitas, a veces actúas tan extraña, solo gritas y pataleas para apresurar la expedición. Jamás creí que fueras tan intrépida. El equipo de investigación a veces se queja conmigo por tu actitud pero, no puedo hacer nada, a pesar de tus cambios tan extraños aún te amo.
    Desde que llegamos a este inhóspito y alejado lugar no puedo evitar pensar en tu actitud, no dejas de leer libros todo el día, ¿Qué estás buscando?
    El calor insoportable del desierto africano, el olor a pobreza y enfermedad, el escenario al que nos trajiste me asusta, niños desnutridos corriendo tras nuestros vehículos, mujeres demacradas y esqueléticas mirándonos con desconfianza, con terror.
    Mientras nos alejamos de aquel pueblo de casas de barro y personas marchitas, el fuerte sentimiento de vergüenza me embargaba, saber que los usaríamos como conejillos de india revolvía mi estómago, ¿De verdad estábamos haciendo lo correcto?
    Los días pasaban lentamente, sofocantes, y el paisaje no apoyaba en nada, aquellos arboles moribundos abriendo sus brazos ajados al cielo me consternaban, el reflejo indolente del sol sobre la ambarina arena, todo parecía agonizar, ya casi no divisábamos personas en el trayecto, y conforme avanzaban los kilómetros, el paisaje sin vida del lugar se tornaba verde y colorido, era casi como si el corazón olvidado del África nos diera la bienvenida, con un poco de recelo, abrí mis ojos a la belleza exótica de aquel extraño lugar, la frescura contagiosa de los árboles, el alarido de las bestias, el perfume de tierra húmeda y musgo que bañaba el ambiente, y por supuesto ese inseparable calor que nunca parecía desaparecer, al fin habíamos llegado a nuestro destino, ese destino que, según los rumores, no debía volver a ser visitado.
    Finalmente habíamos llegado, lo logramos, la felicidad de tus ojos me derretía, sentía que finalmente te sentías realizada, lo habías logrado, el sueño de tu vida hecho realidad, cada vez que recordaba lo mucho que defendiste tu teoría frente al grupo corporativo al que pertenecíamos me sorprendía cada vez más, parecías una guerrera dispuesta a morir por sus ideales.
    Dos horas después de la llegada, el equipo ya se había instalado y el campamento estaba montado, solo quedaba descansar, o al menos eso pensábamos.


    Vamos equipo, es hora de trabajar —gritaste de pronto.
    Pero Elena —contesté suavemente intentando disuadirte— El equipo está cansado, ha sido un viaje largo y…
    Y nada —gritaste colérica frenando en seco mis palabras — recuerden que solo tenemos licencia de ¡UN MES! para llevar a cabo esta misión, el gobierno congoleño y la compañía han sido demasiado generoso con el tiempo, no podemos desaprovecharlo.

    El equipo intercambiaba inquieto miradas de reproche, nadie entendía tu actitud, y aunque todos compartíamos tu deseo de trabajo e investigación, nadie creía ser capaz de soportar tu desesperación por mucho tiempo.

    “Qué me estabas ocultando…”

    Dado el rango que ocupabas como jefa de investigación, y aún pese a nuestro fastidio, empezamos la recolección de especímenes tal como marcaba tu cronograma. El día ya casi llegaba a su fin cuando empezábamos el trabajo pero eso no te importo. Deseaba tanto odiarte y ponerte en tu lugar, hacerte entender que no todo en la vida es trabajo, pero, estaba tan cansado ya de intentarlo sin obtener resultados, eras mi experimento fallido, la piedra del zapato que amaba tener.
    Con la luna anunciando su presencia, y ninguna muestra que aporte beneficio a la investigación, el equipo se retiró a dormir; más que cansado, molesto.
    No quería verte, al menos no por aquella noche, ya en mi tienda de campaña, me concentre en averiguar la nueva variedad de plantas que había encontrado, me parecieron tan intrigantes, sus variados colores, su olor, siempre amé la botánica, si hubiera podido alejarme de ti, seguro hubiera sido botánico.
    La noche parecía tranquila, los guías recorriendo el perímetro, el susurrar de unos inquietos insectos, por unos momentos, hasta me pareció estar en uno de los campamentos del colegio, todo era paz.


    Soñando como siempre —me dijiste al verme divagando con la mente en la nada—, ¡me pregunto cuando aprenderás!
    ¿Aprender?
    Qué la vida no es solo diversión ilusoria mi querido Daniel — Tú vos era fría, me helaba la sangre.
    ¿Y que podría ser más importante en la vida que la diversión mi querida Elena? —dije un tanto divertido, no quería que notaras mi preocupación.
    La justicia —Fue lo único que dijiste antes de volver a marcharte.

    Ya no podía reconocerte, tu mirada, ¿Qué le había ocurrido a tu mirada?, ¿A dónde fue ese brillo que años atrás me obligo a amarte? ¿Qué te estaba haciendo cambiar?
    Divagando en el mar de mis ideas, presa del cansancio y la inquietud, no tarde mucho en caer dormido sobre mi escritorio hasta el amanecer. En cuanto el sol despunto en el horizonte, tu voz firme y mandamás resonó por el campamento avisándonos a todos que la hora de trabajar había llegado.
    Perezosamente y un poco adolorido me levanté de mi silla dispuesto a seguirte fielmente como hasta entonces, no importaba lo que digan los demás, yo confiaba en ti, al igual que un niño en brazos de su madre, al pensar en esta idea, un sonrisa se dibujó en mi mente mientras salía lentamente de mi tienda de campaña


    Buenos días a todos —dije al ver a los chicos acercarse a mí, parecían un poco molestos, ya se me había vuelto costumbre.
    Ah, ¿y qué tiene de bueno eh Daniel? —gruño Leonardo, genetista del equipo— Sí tu novia sigue así te juro que olvidaré mis modales y…
    Jajaja, te entendemos Leonard, todos queremos hacer lo mismo— dijo Marriot, reconocida zoóloga y botánica— Pero venga, son órdenes de la compañía.
    Qué más da, mientras la paga sea buena, supongo que no podemos quejarnos, ¿verdad? —sonreía descaradamente Gabriel, médico de la expedición.

    Ahora que lo pensaba, se diría que éramos un grupo muy curioso de expedición: tres guías, un genetista, una entomóloga, un médico, y dos ingenieros genéticos, cinco personas buscando una cura que quizás; no exista.

    Señores, es hora de partir —anunciaba Anando, uno de nuestros guías.
    Como digas Anando, pero antes de partir, podrías decirle a Muraad y Naim, que si ven un tigre, me salven a mi primero —respondí animosamente intentando liberar la tensión de todos.
    No seas cretino Daniel, si un tigre te come, moría de indigestión —contestó Marriot muy divertida mientras todos reían, al parecer mi comentario había logrado su objetivo.

    Muertos de la risa, y un poco afónicos; tomamos nuestro equipo y, tras encontrarnos con Muraad, Naim y Elena, todos partimos al segundo punto en nuestro cronograma.
    Al adentrarnos un poco más en la selva, Elena, Naim y Marriot empezaron la toma de muestras de tierra profunda con ayuda de barrenos helicoidales proporcionados por la compañía. Solo Elena sabía cuál era el objetivo, sinceramente lo consideraba innecesario. Por otro lado Leonard, Gabriel, Muraad, Anando y yo partimos a buscar nuestro principal objetivo de investigación: El murciélago de la fruta, portador del virus del ébola. Nuestra meta: Estudiar la conducta del portador y la del virus, buscar una posible vacuna para la enfermedad, y mediante la investigación de virus nuevos, prevenir la expansión de futuras pandemias.
    Para lograr capturar al escurridizo animal, debíamos intérnanos un poco más en la selva africana y llegar cerca de un poblado abandonado en el que murieron cerca de 120 personas a causa de la enfermedad, era peligroso, pero al menos contábamos con la indumentaria y el equipo adecuado, según Anando, cerca del poblado existen algunas cuevas en las que vive el murciélago, ese era nuestro punto clave.
    Una hora después, y a pocos minutos del punto clave, optamos por vestir nuestro traje de peligro biológico antes de continuar, según nuestros datos, el lugar había sido destruido y abandonado, evitando así; una posible propagación de la enfermedad. Algunos aldeanos, dominados por la superstición, llegaron a decir que era un demonio el que había decidido destruir su pequeño poblado, bañándolo con sangre y muerte, dado que la cantidad de cuerpos era grande, el poblado opto por sepultarlos en fosas comunes y alejarse del lugar para no volver nunca más.
    Al llegar, el paisaje era justamente lo que esperaba, o quizás peor, casas desechas por el fuego, árboles talados para cercar el acceso, desolación, una verdadera zona devastada.


    Será mejor empezar ya y largarnos de aquí, cuanto antes —informó Gabriel, por el tono de su voz, la escena lo había conmovido. Sus enormes ojos azules, pronto se llenaron de una aversión inconfundible.
    Equipo, saben qué hacer —dije cuanto antes para evitarle a Gabriel un desmayo, a veces era tan sensible— Leonard, Muraad y Gabriel, exhumen los cadáveres y tomen muestras, con cuidado, no lo olvide, no queremos terminar muriendo en este lugar, Anando y yo iremos por ese murciélago, al volver espero su informe.

    De camino a las cuevas, pensaba en lo mucho que habíamos vivido en esos días, el entusiasmo del viaje, las bromas entre amigos, nuestras locuras en el bar, a pesar que nos los conocía lo suficiente, sentía que eran mis amigos, y me preocupaban, todos sabíamos el peligro de la misión, el riesgo de infectarnos y morir, y aunque la recompensa era grande, ninguno de nosotros podía evitar el sentir miedo.

    Señor Daniel, no quiero ser descortés pero —dijo Anando de repente, sacándome de mis recuerdos— ¿Por qué quieren devolverle la vida a ese demonio?
    ¿Demonio dices? — Lo miré por un instante sin ánimos de asustarlo, necesitaba que entienda lo objetivo de nuestra misión— No Anando, nuestro objetivo no es revivirlo, sino más bien matarlo de una vez por todas.
    Pero señor Daniel, eso es imposible, los demonios no mueren, solo se hacen más fuertes.
    Increíble deducción Anando, eso es verdad, los virus se hacen más fuertes al pasar de un huésped a otro, cambian, y se transforman en un nuevo ser más fuerte y letal, es por eso que debemos detenerlo, porque de lo contraria, no solo acabaría con África sino también con el mundo entero, entiendes. Si está en nuestras manos hacer algo, lo haremos.
    No lo sé señor, no lo sé

    El no entendía, quizás yo tampoco lo hacía, por ahora solo podíamos continuar.
    El camino fue más difícil de lo que esperaba, y los trajes solo empeoraban la situación, en contadas ocasiones, Anando tuvo que salvarme de una que otra víbora que amenazaba atacarme, en realidad, para Anando también fue difícil, nos había costado mucho convencerlo de usar la protección adecuada, para él, todo era una protección inútil, según su modo de pensar, cuando el mal está en el aire, no hay nada que puedo evitar su mortal ataque.


    Llegamos señor Daniel —dijo Anando mostrándome las cuevas.
    Ahora nos queda lo más difícil verdad.
    No señor, en realidad no es tan difícil.

    Solo podía mirarlo con incredulidad, mientras trepaba por un enorme árbol apoyado cerca de la entrada de la cueva, en sus manos solo llevaba un grueso y enorme costal en el que guardaría al animal, no entendía cómo podía ser tan osado, ¿acaso no tenía miedo de morir?
    No tardó mucho en volver a mi lado cargando consigo a dos especímenes vivos de nuestro tan buscado murciélago.


    Pero Anando, ¿acaso los has atrapado tan rápido? ¿Cómo le hiciste? No pude ayudarte en nada, el equipo me acusará de ser un holgazán miedoso.
    Se lo dije señor Daniel, era muy fácil, mis hermanos y yo hemos sido cazadores casi desde que tengo memoria, para mí esto no es algo extraño o complicado.
    Ya veo, y dime Anando, ¿Por qué cazaban a los murciélagos?
    Bueno, en realidad no cazamos murciélagos, pero sí: víboras, roedores, aves, jabalíes, usted me entiende, uno debe aprender a cazar si quiere sobrevivir.
    Anando, cada día me sorprendes más, si no estuvieras aquí, de seguro habría muerto hace rato, soy tan despistado, jajaja.

    Las bromas entre Anando y yo continuaron de largo, al menos de esa manera, el camino se hacía más corto, vaya, y pensar que no hice nada, si Gabriel lo supiera, de seguro me mataba, odiaba tanto verme holgazanear. Mientras regresábamos al campamento, mi mente viajaba junto a Elena y su búsqueda de nuevos virus, no podía evitarlo, me tenía enajenado.
    Una vez que llegamos al campamento, tuvimos que encontrarnos con la imagen de la muerte en estado puro, al parecer los chicos ya casi terminan con su trabajo, sin embargo, la pila de cadáveres que los chicos habían exhumado era incomoda, sus cuerpos ajados y putrefactos estaban listos para ser devueltos a la profundidad de la que no debieron haber salido.


    Venga Daniel, acaso, ¿tienes miedo? Jajaja —me gritaba Gabriel mientras terminaba de empacar las últimas muestras.
    No seas un idiota Gabriel —espeté enojado, aunque en el fondo estaba temblando, no era miedo lo que sentía, para ser sincero, ni yo mismo podía entender qué era ese extraño sentimiento.
    Señoritas —interrumpió Leonard—, si ya terminaron de jugar a los noviecitos, podría alguno darnos una mano, eso claro, si no tienen miedo de romperse una uña.
    Muy gracioso Leonard, sigue así y te enterraré junto a tus nuevos amigos —respondí resignado, ya estaba extrañando el extraño humor salado de esos locos.

    El entierro de aquellos pobres desgraciados fue lo más tétrico que haya visto y hecho hasta ese entonces, sentía mi estómago revolverse múltiples veces mientras la tierra cubría nuevamente sus restos, grano a grano nuestra misión seguía avanzando.

    Hasta que al fin —dijo Gabriel al ver finalizado el trabajo—, ya va siendo hora de volver.
    Tienes razón —respondí agotado— Equipo, guardemos todo en el auto y larguémonos de aquí.

    La orden no se hizo esperar, en cuestión de segundos, todos nos encontrábamos listos para partir de regreso al campamento, el día había sido tétricamente agotador, sin embargo, pese al cansancio, todos sentíamos que había valido la pena el esfuerzo.
    Ya casi anochecía cuando arribamos al campamento, al vernos llegar, Elena se proyectó sobre mí exigiéndome resultados.


    Espero —dijo retóricamente—, que hayas sabido llevar a cabo la misión.

    Su tono de voz estaba empezando a molestarme, su mirada expectante, el ceño fruncido, parecía una vieja directora de colegio retando a un niño desobediente.

    Elena…
    ¿Qué? Acaso no…
    Tranquila señorita dramática, aquí está tu bichejo —dijo Gabriel irrumpiendo oportunamente la conversación.
    Vaya, ya era hora de que sirvas para algo —le contestó Elena ignorando por completo mi presencia— Llévenlo a mi tienda y colóquenlo en la jaula de bio-contención designada para los especímenes. ¡Y no olviden las muestras, son vitales para mi investigación!

    Sin más que decir, Elena dio media vuelta y se alejó sin siquiera mirarnos. Todos estábamos estáticos, consternados, y aunque todos pensábamos lo mismo, nadie dijo nada. Sin perder más tiempo, todos nos limitamos a cumplir sus órdenes e irnos a descansar, por el momento, solo podíamos escuchar y obedecer.
    Al día siguiente nadie se dijo nada, lo único que se hacía en el campamento era trabajar e investigar, con tantas personas aisladas, el ambiente se volvió cortante, al parecer, dada la actitud de Elena, todos prefirieron alejarse y darse un tiempo para reflexionar, refugiarse en lo que cada uno sabía y amaba hacer bien, quizás era lo mejor, y aunque los extrañaba, yo amaba a Elena, ella siempre sería mi prioridad.
    Enfocado en el objetivo de mi investigación, comencé a analizar las muestras del virus tomadas de los cadáveres de la villa, dado el alejamiento de Elena, trabajar era mi única alternativa. Entre muestra y muestra, mi día pronto desapareció entre placas, microscopios y un sinfín de datos que unificar, al menos la misión no estaba en descenso, Elena tenía razón, al parecer, el virus había mutado al estar bajo tierra, el aislamiento solo logro fortalecerlo. ¿Cómo podríamos detenerlo?
    Mi cabeza daba vueltas, a veces odiaba mi trabajo, analizar, aislar, analizar, experimentar, todo comenzaba a volverse rutina, conforme pasaban los días, extrañaba y pensaba en Elena más que nunca, me preocupaba tanto saberla encargada del aislamiento de la proteína del virus.


    ¿Cómo estarás? Habrás comido lo suficiente, a veces eres demasiado terca, repetía en mi mente mientras miraba el amanecer, quería verte, saber cómo estabas, saber, si aún, me amabas…

    Olvidando por un momento tu actitud, me encamine hacia tu tienda de campaña sin temor de que me tires un zapato en plena cara o me grites a plena voz que te deje en paz con tu investigación, tras respirar profundamente, entré.
    No estabas, que alivio, aprovechando tu ausencia decidí aprovechar un poco mi visita para ojear como avanzaba tu trabajo, grave error, al fijar mis ojos en la computadora de tu investigación, mis piernas empezaron a temblar amenazando derrumbarme al piso, mi corazón no podía entender lo que habías hecho, era inadmisible, imposible. Mientras más revisaba tus datos, mas quería que todo fuese un error, dando tumbos, circunde tu tienda en búsqueda de algo que tristemente no quería encontrar, pero, la verdad no es algo que pueda ocultarse con un dedo, todo me gritaba tu culpabilidad: las secuencias de ARN viral programadas en tu ordenador, todas aquellas muestras y placas, tus especímenes de laboratorio, ahora todo empezaba a tener sentido.


    ¿Qué estás haciendo? —dijiste arrancándome el corazón de un grito —, ¿Cómo te atreviste a entrar aquí?
    E..le, e..le
    Lárgate de aquí —espetaste con rabia, parecías una fiera a punto de atacar.
    Elena, no puedo creer que tú…
    ¿! Que yo qué ¡?

    Ese brillo turbio de tus ojos solo expresaba orgullo, aquella niña dulce que conocí, había desaparecido.

    ¿Cómo te atreviste a crear semejante…? — quería decirlo, pero mi incredulidad me apretaba la laringe impidiéndome incluso respirar.
    ¡Dilo!
    ¡Esa abominación!
    ¿Abominación? —dijiste burlonamente—, ¡Si comprendieras la magnitud y perfección de lo que eh creado, te garantizo que no te atreverías a llamarlo abominación! —Tu mirada se alejó de mí, enfocándose de pronto en el murciélago que nos ordenaste atrapar—, ¿No es verdad mi pequeño amiguito?
    ¿Por qué Elena? —El aire comenzaba a escarparse de mi pecho.
    Te lo dije Daniel, te lo dije infinidad de veces, JUSTICIA.
    ¿Justicia?
    La humanidad no vale nada Daniel, no merece ni el aire que respira, solo es un ser consumista, una bestia disfrazada a la que estoy dispuesta a desenmascarar, y por qué no, también a destruir.
    Estás loca Elena, ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué dices esas cosas tan terribles?, no puedo entenderlo. ¿Quién eres, y donde está mi querida Elena? Aquella mujer dulce y generosa a la que amo con todo mi corazón —Deseaba tanto poder convencerte de tu error, no importaba jugarme la vida en el intento, debía lograrlo.
    Pobre y patético Daniel, eres tan despreciable, la mujer que amas nunca existió, todo fue una infructuosa creación de tu mente, nunca quisiste ver quien soy en realidad, solo viste lo que necesitabas ver, craso error Daniel, ahora, deberás aceptar la realidad, no intentes detenerme, o lo pagaras caro, ¡No me obligues a probar mi querido VZ-7 en un ser tan patético como tú!

    Mi respiración aumento drásticamente de ritmo, mi corazón estaba a punto de estallar, la rabia que sentía explotaba en mi cabeza como una bomba de agujas venenosas, aunque una parte de mi quería apretar tu cuello y terminar así la locura, otra aún mayor deseaba ponerse de rodillas e implorar compasión.
    No sé cómo ni cuándo, pero el vapor denso de un químico asfixiante comenzó a llenar mis pulmones sumiéndome en un terrible cansancio, mis labios querían gritar pero era imposible, mi cuerpo no me respondía, por más que intentaba mantenerme de pie, mi cuerpo se derrumbó bruscamente contra el piso arrancándome de un golpe el conocimiento, era, como si la misma muerte me arrastrara lentamente a su reino de oscuridad y descanso. Nada, no recuerdo nada más, cuando desperté, todo había desaparecido, tu investigación, tus especímenes, tu presencia… estaba tan aturdido, intente levantarme del piso pero me resulto imposible, arrastrándome sobre mi vientre intente torpemente salir de la carpa en búsqueda de alguien que pudiera ayudarme. Realmente era patético, ¿Cómo pude amarla? ¿Cómo puedo seguir amándola?
    No sé si fue la rabia del momento o el temor de un nuevo desastre lo que me hizo levantarme del suelo y elevarme temblorosamente sobre mis pies, apoyándome en las pocas fuerzas que me quedaban empecé a gritar sin obtener respuestas.


    ¡Chicos, necesito ayuda!, ¿Dónde están? Maldición, no puedo creer que sigan…

    No podía entenderlo, todo parecía una pesadilla retorcida y depravada en la que injustamente había caído preso.
    Tras llegar al centro del campamento, la más espantosa de las escenas me dio la bienvenida, mis amigos, muertos y bañados en sangre, apilados uno sobre otro como un bulto de ropa abandonada. Impotente, consumido por la rabia empecé a gritar mil maldiciones impronunciables, mi estómago amenazaba con escaparse por mi boca, no podía soportarlo, necesitaba ayuda.
    Caminando, movido únicamente por el pánico que abrazaba mi alma, llegué hasta el jeep, casi de rodillas, si alguien hubiese podido ver mi rostro seguramente hubiera desmayado, era la viva imagen del terror, intentando calmar aquel temblor de mis manos subí al jeep y salí de aquel infierno en búsqueda de ayuda. Las imágenes de mis ahora difuntos amigos corrían por mi cabeza como un huracán incontrolable, como podían haberse derrumbado tantos sueños en cuestión de unas horas, mientras más me alejaba de aquel lugar, más nublada resultaba mi vista a causa de las lágrimas, necesitaba respirar, o de lo contrario, mi cabeza estallaría sin remedio. Frene por un momento mi carrera, el temor aún me abrazaba la espina, dando vueltas como un loco dentro de mis propios pensamientos, súbitamente detuve la mirada al encontrar en el asiento del pasajero una nota que en su momento no supe visualizar, era un pequeño papel un poco sucio y arrugado, después de tantas locuras, que importaba una más en la lista, la leí.


    << Si yo fuera tú, me largaría de allí sin perder más tiempo>>

    Era la letra de Elena, ¿A qué estaba jugando esta vez? de principio, no pude entender lo que aquella nota significaba, ¿Largarme? ¿Perder tiempo?

    Esta vez no Elena —dije mientras volvía encender el jeep, tenía que encontrarla, sin importar cuanto tiempo me llevé, debía detenerla—, no te saldrás con la tuya.

    Acelere la velocidad al máximo, ya casi no queda gasolina, de la conmoción, ni siquiera me percate de revisar el medidor de combustible, al menos, ya estaba cerca de un pequeño poblado, casi anochecía, al llegar, este parecía desolado, ni un alma a quien contarle mi suplicio, por más que grite pidiendo ayuda, nadie me respondió, las escenas del campamento volvían a mi memoria.
    Lo único que quería era escapar, qué más da, dije para mis adentros, tomando el galón de combustible del jeep me dirigí hacia una pequeña estación que alcance a divisar a unos cuantos metros, también se encontraba desierta, por más que busqué al dueño del local, nadie apareció, solo encontré una escopeta con unas cuantas cargas, tras reflexionar un poco sobre la necesidad de defenderme decidí llevármela conmigo, después de llenar el tanque del automotor, retomé mi marcha, poblado, tras poblado, todo era un completo desierto de arena y casas abandonadas.
    El efecto del dolor en mi cuerpo se volvió como una potente carga de cafeína que me impedía dormir, descansar o sentir hambre, ya solo me movía por inercia a través de ese amplio mar de arena tostada y a aves rapaces. Al igual que aquella tierra maldita, mi corazón se secaba más y más conforme pasaban los días.
    Al final del trayecto solo era un costal de huesos con carne pegada a ella, moría de hambre pero, no podía comer, recuerdo vagamente como un grupo de hombres me llevaban al hospital mientras me desvanecía.



    Francia, 10 de Julio del 2012

    Esta mañana desperté en un hospital, irónicamente aún estaba vivo, ni siquiera yo podía creerlo, menos aún los doctores.

    Dos semanas amigo —Solía decir mi enfermera— ¿Cómo logro salir de un coma de dos semanas? Francamente es un milagro.

    Yo no decía nada, intentaba, pero no lo lograba, mis médicos lo describían como efecto post-trauma, yo lo llamaba: Elena.
    Luego de una semana de tratamientos, los médicos decidieron darme de alta y dejarme salir del hospital.


    Pobre chico —oí decir a una de las enfermeras— espero que pronto lo supere.
    Déjalo ya —decía otra regañándola.
    Pero necesita ayuda —replicaba la primera—, su equipo murió y está solo.

    Ahora lo tenía claro, a pesar de mi poco conocimiento del francés, logre entender lo suficiente para saber lo que necesitaba, ni bien salí del hospital, me dirigí hacia la sucursal de mi compañía en París, necesitaba decirles lo que ocurría. Que diferente se veía el mundo, brillaba mientras yo me consumía por dentro, decidí que antes de tomar el metro, debía saber que había ocurrido con… mi equipo.
    Todo era una locura, mientras más lo pensaba, menos quería saber la verdad, al llegar al cyber, tímidamente tomé una máquina y comencé a buscar información.
    “Tragedia en África”, decía uno de los tantos anuncios de internet, “Solo uno sobrevive” decía otro, mis ojos se llenaron de lágrimas, al parecer, aún no encontraban al culpable de aquella terrible masacre, yo estaba libre de culpa pero, nadie mencionaba a Elena, la compañía declaro el liderazgo de la expedición estaba exclusivamente a mi nombre, ¿Cómo podían?, ¿Y Elena? Nadie la buscaba, nadie. Era como si toda aquella pesadilla hubiese sido causada por un fantasma. Tras borrar el historial de navegación, salí de aquel lugar, bañado en un sudor frío y envolvente, evadiendo a la gente, temeroso hasta de mi sombra, me dirigí hacia el metro y tomé un tren hacia la capital francesa en busca de respuestas.
    El viaje me pareció eterno, el olor a sudor y el calor irradiante de todos los pasajeros me recordaba mis pasados días en el infierno, desde el rincón de aquel vagón miré el rostro de todos sin ningún motivo en particular, necesitaba despejar mi mente de cualquier manera.


    ¿Viajas solo amigo? —pronunció una conocida voz femenina, la piel se me erizó petrificando mi cuerpo, rápidamente giré la cabeza, allí estabas.
    ¡Elena! ¡Tú…!
    Vamos querido, estas muy tenso, así, no podrás ayudarme —dijiste presuntuosa—. Si te portas bien, prometo no hacerte daño.

    Tenía tantas dudas que aclarar, pero más que nada tenía miedo de tus palabras, ¿Qué habías hecho con el virus? Ya lo había decidido antes, debía detenerte, pensé, que si aún quedaba sangre corriendo por tus venas, podría salvarte.
    Al llegar a la capital francesa tomamos un taxi que nos llevó hacia la siempre bella Torre Eiffel.


    Dime Elena ¿Por qué hemos venido a este lugar?
    Siempre quisimos verla, recuerdas, mi amor.

    Tu dulce tono de voz me derrumbó por completo, por un precioso instante olvide todo mi sufrimiento y me postre nuevamente a tus pies, enamorado como un tonto.

    Subamos — me dijiste mientras tomabas mi mano.

    El paisaje era mágico, el momento, encantador, no había otro lugar donde quisiera estar, ni otra persona a la que quisiera más. Al llegar a lo alto de la torre, ambos miramos el panorama maravillados por la seductora belleza de París, me sentía tan feliz.

    Háganlo —dijiste de pronto extinguiendo mi calma, cuando volví la mirada hacia ti, vi como sonreías tétricamente mientras colgabas tu móvil.
    ¿Elena?
    Vamos, no querrás perderte el espectáculo, ¿verdad?

    Pronto, la belleza de las callejas y jardines del bello Paris fue cubierta por cientos de nubarrones espesos de humo blanquecino, el grito desesperado de los habitantes parisinos llego hasta mis oídos trasmitiéndome todo su dolor y desesperación, poco a poco, todas las voces sucumbieron mientras, Elena reía frenéticamente.

    Elena, ¡Qué has hecho! — grite desesperado.
    Te lo dije Daniel, solo hice justicia, ahora, veras de que son capaz aquellos monstruos a los que llamas “humanos”.
    El virus… ¿qué hiciste con el virus?
    VZ-7 Daniel, llámalo por su nombre.
    ¿VZ-7?
    Dime Daniel, ¿Has visto películas de terror?

    Bueno, me temo que de eso dependerá tu supervivencia, piensa Daniel, ¿Cómo matarías a algo que no esta vivo?
    Acaso estas bromeando.
    No Daniel, yo no bromeo, sabes, durante años, he visto como este mundo se destroza a grandes bocados, avaricia, corrupción, homicidios, solo una bestia sería capaz de hacer eso, no merecen ni la muerte, pues la muerte es paz, y los demonios no pueden tener paz.
    ¿Qué?
    No la merecen, así que pensé, en condenarlos a un infierno mucho más cruel que el descrito por Dante, un infierno del que no puedan escapar. VZ-7, surgió como una afortunada mutación del virus del ébola, y un nuevo virus que afortunadamente logre descubrir bajo tierra, es tan increíble, tras cientos de pruebas, descubrí que al ingresar en un organismo vivo es capaz de atacar a todas las células del hospedador destruyéndolas por completo en cuestión de minutos, su modo de ataque es similar al virus de la rabia, atacando irreversiblemente el sistema nervioso central, una vez que el virus se adueña de la voluntad de su anfitrión, nada le importara más que su propia sobrevivencia,
    ¿Estás jugando no Elena, un virus nuevo? Es imposible.
    Piensa lo que quieras Daniel, solo te diré que, dada la severidad y tenacidad de mi creación, no te aconsejo atreverte a querer ser un héroe, dado que la víctima no logra vivir lo suficiente para buscar una cura, no creo que logres salvar a nadie.

    Me guiñaste seductoramente el ojo izquierdo mientras me entregabas un paquete envuelto en tela negra.

    Me tengo que ir querido, pero descuida, nos volveremos a ver, claro, si es que logras sobrevivir.

    El eco de tus palabras comenzó a desvanecerse lentamente en mi cabeza, cuando finalmente reaccione e intenté detenerte, ya habías desaparecido. Corriendo como un loco, subí al ascensor y baje para intentar alcanzarte, nuevamente estaba solo, no había ni un alma en la torre, quizás nunca estuvo nadie, solo que antes no pude darme cuenta.
    Mientras bajaba en el ascensor, abrí el paquete que ella me entrego, su contenido era perturbador: una magnum, municiones, una máscara de gas y una nota.


    <<Te veré en un mes mi querido Daniel, eso claro, si logras sobrevivir hasta entonces, no dejes que te muerdan>>

    Antes de salir de la torre, logre colocarme la máscara de gas, las palabras de Elena lograron convencerme, una vez abajo, la presencia de la muerte volvió a verme a los ojos, por cualquier lugar que iba solo encontraba cientos de cadáveres bañados en sangre, tal, como mi equipo. Sus rostro parecían desencajados y la mayoría se apretaba el cuello o se cubría las fosas nasales, seguramente era por el modo de acción del ébola, ¿Qué no dejen que me muerdan?
    Desesperadamente intente recordar lo poco que había logrado ver ese día en el campamento. Inesperadamente, el frío contacto de una mano húmeda abrazó mi pierna obligándome a caer de espaldas, adolorido, levante la mirada en búsqueda de mi agresor, lo encontré, pero más hubiera valido no hacerlo, retorciéndome sobre mí mismo logre liberarme de mi captor y ponerme de pie, lo observe por unos instantes, perplejo, no podía creer que aún estaba vivo, a diferencia de la mayoría de cadáveres, él, estaba limpio, tal vez, no había alcanzado a respirar el letal virus, según mi criterio, el punto clave para determinar si alguien estaba infectado o no, era esa tan desagradable secuela de sangre que dejaba a su paso, su accionar era rápido, casi inmediato, tan pronto como estaba dentro del sistema de un ser humano, destruía las células sanguíneas y los tejidos haciendo que el infectado sangrara por todos sus orificios hasta la muerte.


    ¡A… yuda! — mascullo aquel extraño joven vestido como mensajero, muy pocas me había detenido a analizar a las personas, a partir de ahora, debía aprender a romper esta costumbre.
    Dime, ¿Quién eres? ¿Cómo lograste escapar?

    No me respondió, estaba muerto, al parecer había tenido suerte, eso pensé, cuando estaba a punto de marcharme del lugar, sentí nuevamente el fuerte agarre de una mano sosteniendo mi tobillo, era aquel muchacho, asustado, lo empuje con ayuda de mi otro pie y de un brinco me aleje de él lo antes posible, ¿pero, si estaba muerto?, yo mismo revise su pulso. Levantándose con torpeza, el chico comenzó a dirigirse hacia mí arrastrando los pasos, el sonido de su respiración era agitado, desesperante, sus ojos inyectados de sangre me miraron fijamente obligándome a retroceder más y más, jamás en vida había visto algo parecido, como una fiera al ataque se abalanzó en dirección a mi yugular, tenía tanto miedo, instintivamente esquive el ataque y corrí por las callejas buscando alguna manera de escapar, el chico no se detenía, continuaba persiguiéndome sin mostrar señales de cansancio, no sabía qué hacer, sacando la pistola de mi bolsillo, la dirigí temblorosamente hacia la pierna del sujeto, no quería hacerle daño, pero tampoco podía permitir que me hiciera daño a mí. El sujeto continuó su ataque, la presencia del arma ni siquiera lo inmutó, tragándome mis principios morales, tire del gatillo volándole un gran pedazo de la pierna, para mi sorpresa, no se detuvo.

    Te lo advierto —grite pasmado—, no estoy jugando, si no te detienes yo…

    Él no se detenía, tenía que hacerlo, en un solo segundo, la poca cordura que cabía en mi interior, se esparció por el piso junto a los pedazos de masa encefálica de aquel desconocido sujeto, había disparado. Ese día no solo maté a un ser humano, sino también, mi humanidad. Frío, apabullado por la culpa, mi cuerpo se derrumbó al piso mientras las lágrimas corrían por mis mejillas, me sentía asqueado, miserable, un ser despreciable a quién la propia muerte odiaba poseer.
    Uno por uno, aquellos cuerpos sin vida empezaron a levantarse, superando la muerte, encaminándose hambrientos hacia mí, una pistola, unas cuantas municiones, había cabida para estupideces, debía escapar, mire a mi alrededor exasperado, maldita suerte, no había nada, era momento de echarse a correr, era eso o morir. Irónicamente, mientras más corría más comenzaba a envidiar al sujeto al que hace solo unos minutos acababa de matar, suertudo, ahora podía estar tranquilo.
    Necesitaba un refugio, tan pronto como pude deshacerme de aquellas molestas criaturas, me interné en el primer local que encontré.


    Una armería —dije satisfecho, finalmente me sonreía la suerte.

    No había nadie, el local, aunque pequeño estaba bien surtido, incluso tenía un servicio higiénico con agua constante, dado las condiciones, lo considere un lugar idóneo para descansar: gruesas paredes sin ventanas por las que algún indeseable pudiera entrar, una puerta lanford que se cerraba por dentro, era mi oasis en medio del desierto. Nunca podría describir la paz qué sentí en el momento en que cerré la puerta y coloqué aquel grueso candado.
    Ahora ya no mido el paso de los días, todo me resulta relativo, un mes, eso fue lo que dijo, ¿podría sobrevivir un mes?
    La comunicación de los medios desapareció en cuestión de días, lo último de lo que pude enterarme fue que el gobierno americano había aislado y cortado comunicación con todo el imperio británico, la compañía farmacéutica a la que había pertenecido se declaró como una organización de bio-terroristas, el mundo estaba en caos, a pesar de los esfuerzos de la armada norteamericana, la infección continuaba avanzando.
    A pesar de lo difícil de las circunstancias, no puedo negar que la seguía amando, cada día salía a las calles en su búsqueda, jugándome la vida en el trayecto, recorrí toda Francia con la esperanza de encontrarla, matar y correr, esa era mi rutina. Ya no recuerdo cuantos he matado hasta ahora, golpes, disparos, la única opción era sobrevivir.



    Francia, 2 de Agosto del 2012

    Estos últimos días han sido imposibles, a pesar de mis esfuerzos, no he encontrado sobrevivientes, ahora viajo sin rumbo, perdido, vagando solitario con la esperanza de encontrarte.
    Aunque parece una tontería, debo seguir escribiendo, es lo único que me mantiene cuerdo, al menos eso creo.
    Llevo dos días sin comer, animado solo por la necesidad de encontrarte. Las horas se me escapan como aguan entre mis manos, ya puedo continuar, fatigado, me despeñé sin remedio por una colina, estampándome a mi paso, con un sinfín de árboles frondosos y ramas afiladas. No morí, las lágrimas inundaron mi alma, a pesar que lo ansiaba, no lograba morir. Derrumbado, sin ánimos de continuar, vi como la lluvia caía lentamente golpeando mi rostro, el cielo se oscureció rápidamente, si aún no era mi momento, debía levantarme, buscar un refugió y esperar…
    El dolor que sentía era insoportable, mientras más avanzaba, más dolor sentía, aunque mi piel mostraba múltiples cortaduras y contusiones, estaba decidido a continuar.
    Ahora me doy cuenta que en realidad tuve suerte, si una de esas cosas hubiera llegado a aparecer en este momento, seguro, que ahora no estaría escribiendo todo esto, ya los he visto alimentarse y no me gustaría vivir esa situación, no creo que nadie quiera hacerlo, la secuencia de hechos milagrosos que me ha llevado con vida a este momento solo hace que sienta más desprecio por mí, tener que correr dejando que se coman a otro por mí, dispararle a niños infectados que quisieron matarme, ocultarme como un cobarde, no quisiera ser malagradecido pero, en momentos así lo único en lo que puedes pensar es, ¿Dios, por qué permites esto?
    Sin embargo, dios aún no me abandona, he encontrado una casa en la que podría refugiarme y, quien sabe, quizás hasta encontrar algo de comida, ¿una casona elegante en medio de un bosque? , tal vez, tenía un hematoma cerebral y, aquella casa era solo un sutil engaño de mi mente enferma, una última compensación antes de la inevitable muerte.
    Cojeando, apoyado sobre mi propio peso, continué bajo la lluvia, rezando por no encontrarme con ninguna de esas cosas, mientras la lluvia seguía precipitándose, yo logré llegar hasta la entrada de una vieja casona, ya empezaba a sentirme afortunado, ingrese en aquella casa sin detenerme a analizar la idea de un posible habitante no deseado, lo único que quería era descansar, comer o al menos resguardarme de la lluvia, lo único que tenía para resguardar mi vida: una pistola con una sola bala, al salir de la ciudad, había gastado demasiadas municiones y armas, ahora pagaría las consecuencias si volvía a encontrarme con una de esas cosas.
    Pero, estaba vacía, al menos la sección que pude registrar, parecía abandonada, me parecía lógico, lo único que quedaba era una vieja chimenea con unos cuantos leños que encender, no poseía muebles, lo cual lo volvía más patético, no tenía nada con que proteger la enorme entrada, los ventanales estaban oscurecidos por la suciedad, dándome cuenta de lo inútil que resultaba sentarme en aquella enorme sala vacía a esperar la muerte, opté por subir las escaleras y aventurarme a buscar algún lugar tranquilo en el que poder pasar la noche. Todo era igual, muchos cuartos vacíos y ningún rastro de vida, nada de muebles, nada de cuadros, nada de nada, solo una pequeña cadena en el techo señalando la entrada a un desván, era mi última esperanza, tire de la cadena, ¿Qué más podía perder?, las escaleras bajaron, la subida fue dolorosa, el tener que elevar uno a uno mis pies fue espantoso, aún no había podido curar mis heridas, tras mucho sufrimiento logré llegar a aquella oscura y también olvidada buhardilla, era pequeño, pero aún tenía uno que otro mueble, seguramente nadie tuvo tiempo de vaciarlo como el resto de la casa, afortunadamente para mí. No quería detenerme a analizar el lugar, estaba anocheciendo y el sueño me vencía.



    Francia, 4 de Agosto del 2012

    Empieza la cruda realidad, desperté, no creo haber dormido demasiado tiempo, como en sueños encontré tu nota, vaya manera de dar los “Buenos Días”.

    << Ya no hay marcha atrás cariño, lo lograste, estoy orgullosa, sabía que lo lograrías, nos vemos en la noche>>

    Miré angustiado la barricada colocada sobre la puerta del piso, no parecía que alguien hubiera movido los muebles ni el más mínimo centímetro, ¿Cómo diablos apareció la nota junto a mí? No importa, ahora ya no me importas.

    Elena — suspire.

    No creó poder vivir más tiempo a partir de esta carta, el hambre me ha derrotado por completo, casi no puedo moverme, quiero hacerlo pero no puedo, aunque las heridas de mi cuerpo han dejado de sangrar, las de mi alma aún siguen abiertas.
    Tumbado sobre el piso, veo como las sombras de numerosas ramas se proyectan sobre el piso recordándome lo cerca que esta mi final.
    Han pasado horas desde que vi por última vez a una de esas cosas, era como si la tierra se los hubiera tragado, aunque no estaban, mi mente se divertía en torturarme haciendo ver lo contrario, finalmente, me había vuelto loco. Delirante, abandonado a mi locura, me dedique a armarme de valor antes de tu llegada. ¿Llegarás?


    Es hora de ser un verdadero macho o hacerme a un lado y dejarme morir.

    Anocheció, al menos no mentiste, estás aquí.


    California, 10 de Diciembre del 2012.

    El apocalipsis que tanto deseabas, había llegado a su fin, no sé dónde estás, borrosamente recuerdo aquel día en el que irónicamente habías llegado, mi mundo por fin recobraba su brillo, enjuto, absorbido por los días de sobrevivencia, intenté abrazarte y hacerte saber que no te guardaba rencor, pero tú solo me ignorabas, a pesar de mis esfuerzos por llegar a tus pies, tú te mantenías de pie junto a mí con la mirada baja, oculta por tu grueso cerquillo. Arrastrándome, casi agonizante me atreví a llamarte.

    Elena — dije mientras continuaba acercándome a ti como un cachorro herido.
    ¿Por qué? —preguntaste entre sollozos.

    No podía entenderte, nunca pude hacerlo, quizás por eso te alejaste de mí.


    Todo se ha acabado— volviste a pronunciar— he fallado, ahora, solo me queda morir.

    Tu revelación era alentadora, ¿acabado?, ¿en verdad había acabado?

    ¿A qué te refieres?
    Fallé —Las lágrimas no dejaban de brotar de tus ojos—, mi creación, mi hermosa creación, no fue lo suficientemente fuerte como para extinguir a toda la humanidad.
    Pero Elena… —A diferencia tuya, yo estaba feliz— Esa es una buena noticia — Aún a riesgo de que me matarás por el comentario, debías saber que estabas equivocada.
    ¡Cómo te atreves a decir eso! Mi sueño, mi hermoso sueño, desapareció, no puedo entenderlo, todo estaba tan bien, y después solo morían.

    Posiblemente se debía al modo de actuar del ébola, sin sobrevivientes. Quería consolarte, pero apenas podía moverme, además, no fuera algo que hubiera apoyado, ahora no entiendo cuál de los dos estuvo más loco, tú con tu deseo enfermo de destruir el mundo, o yo, con el deseo tonto de protegerte.

    Ya olvídalo Elena.
    No puedo, estuve tan cerca, no puedo perdonarme, después de tanto sacrificio, no conseguí nada.

    Mataste millones de vidas inocentes, condenaste al mundo injustamente, ¿nada?, ¿eso era nada para ti?

    Mis amigos me traicionaron, al ver como el experimento fallo me abandonaron, partida de cobardes desgraciados, al menos, no se fueron con las manos limpias.
    No Elena, ¿Qué hiciste?
    Solo hice justicia Daniel… al menos, mi virus pudo cobrar unas cuantas vidas miserables más.
    Aún, ¿Conservas el virus? —dije casi al borde de un colapso.
    Por supuesto —El diabólico brillo de tus ojos me inspiraba el mayor de los temores, debía detenerte, no podía permitir que te hicieras más daño.
    Lo siento Elena —dije mientras sostenía mi arma contra ti—, lo siento.

    Era todo, llenándome de todo el valor que me quedaba tiré del gatillo mientras crudas lágrimas me ahogaban el respirar, fue en vano, la bala, no se disparó.

    Daniel —dijiste horrorizada— ¿Cómo puedes hacer esto?
    Te amo Elena, lo sabes bien, y es por eso que no puedo permitir que te sigas haciendo daño. Debo protegerte, entiende por favor.

    Me miraste con profunda tristeza, no parecías aborrecerme.

    Daniel, el FBI me está buscando, saben que soy la responsable de todo, es más, ha ofrecido una recompensa de 10 millones a quién logre atraparme. Yo sé, que te cause el mayor de los daños imaginables y volví tu vida un infierno insoportable pero, ¿Cómo te atreves a torturarme de esta manera? ¿Cómo te atreves a decir que, me amas y que quieres protegerme? ¡Eres un desgraciado!
    Por qué es la verdad, no habido día en el que el recuerdo de tu sonrisa me salvara la vida, de no ser por ti, de seguro hubiera muerto desde el primer día.

    Intenté estirar mis brazos para alcanzarte pero no lo conseguía, ya no me quedaban fuerzas, tiré el arma lo más lejos que pude y me dediqué a observarte por última vez. Me miraste, te acercaste a mí y me entregaste un pequeño papel doblado por la mitad, no sabes cuánto extrañaba tu mirada.

    Me tengo que ir Daniel, se acabó mi tiempo, el FBI pronto llegará y, aún no he pagado el precio por el daño que te cause.

    Tus manos acariciaron mi rostro con una ternura indescriptible, me sonreíste dulcemente y te alejaste de mí sin decir nada, no podía creer lo que estabas haciendo, sin darme tiempo a detenerte tomaste el arma que había arrojado y… disparaste, la maldita arma no falló, de un solo golpe extinguió tu vida alejándome de mí una vez más.

    ¡Elena! —grité con mi último aliento mientras continuaba arrastrándome hacia ti.

    No era posible comprender tal situación, ¿Por qué no podía escapar de las pesadillas? Tan pronto como llegué a tu cuerpo, me aferré de él ansioso, desconsolado, ¿Cómo te atreviste a dejarme solo?
    No medí cuenta del tiempo que pasamos así, abrazados, muertos, aunque de diferentes maneras, solo quería despertar. Cuando recordé tu nota ya había anochecido, sin despegarme de tus brazos, la abrí desmañadamente, el texto estaba escrito en un viejo código que ambos habíamos inventado hace años atrás, sin perder más tiempo la leí.


    <<Mi querido Daniel, perdóname, no sabes cómo me arrepiento de haber dañado de esta manera, al hombre que más he amado. Sé que no estaremos juntos nunca más, porqué un demonio como yo, solo merece el infierno. Te amo Daniel, y nunca dejaré de hacerlo. >>

    ¡Elena! —dije entre sollozos—, ¡Yo también te amo Elena! ¡Yo también te amo!

    Al amanecer, el FBI llegó y rescató la poca vida que me quedaba, oí a alguno decir, que tu muerte era un gran alivio para la sociedad, qué si no te hubieras suicidado, de seguro hubieras terminado siendo ejecutada en la silla eléctrica.
    Un alivio, eso dijeron, a veces la muerte es solo el inició de más sufrimientos.
    Tras salir de Francia, y volver a América, mi proceso de recuperación empezó, pasé dos largos meses internado en una clínica en la que milagrosamente lograron sanar mi agonizante cuerpo, “un milagro”, verdaderamente lo era, sin embargo, mi recuperación mental me está llevando mucho más tiempo del que pensé, incluso ahora, todavía sigo internado en una pequeña clínica para enfermos mentales de la que no quiero salir, sencillamente, el mundo exterior me da miedo, temó a lo que puedan decir de mí; los pocos sobrevivientes de esta masacre, un cómplice, eso era para la mayoría, un vil gusano que no pudo detener a tiempo semejante desgracia, no importaba lo que dijeran los médicos, nunca saldría de este lugar. Al menos no mientras estuviera con vida.
    La locura de Elena finalmente había llegado a su fin, totalmente desolado, pero con el corazón aun latiendo, la humanidad emprendió un lento pero muy necesario proceso de sanación, las pilas de cadáveres putrefactos que inundaban las calles, fueron retirados e incinerados de manera colectiva, la infección había sucumbido por sus propias fuerzas letales. Poco a poco, todo iba adquiriendo un nuevo estado de normalidad, ahora comprendíamos que no podíamos seguir abusando de la tierra que se nos había dado, solo quedábamos pocos, a penas la cuarta parte de nuestra antigua humanidad, como medida de seguridad, todos debían hacerse un examen semanal para buscar un posible resurgimiento del virus VZ-7.
    El renacimiento de la sociedad fue un duro proceso que yo solo podía apreciar por los medios de comunicación. Los días pasan y no dejó de verte sentada a mi lado mi querida Elena, sigo siendo un cobarde después de todo, aún te amo.


    Elena —dije alegremente al verte caminar hacia mí—, esta noche volveremos a estar juntos mi amor. Te lo prometo.

    FIN.
     
    Última edición: 10 Febrero 2014
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  2.  
    Booker DeWitt

    Booker DeWitt Iniciado

    Virgo
    Miembro desde:
    9 Agosto 2013
    Mensajes:
    2
    Me sorprendió mucho la actitud de Daniel bastante serio y muy seguro de sus decisiones, la verdad no se que haría en una situación como esa. La decisión de Daniel al finalizar su vida, bueno pues la amaba mucho y no creo que hubiera algo que aliviase su pena.
    Shassel, muy interesante la historia, me gusto, gracias.
     
  3.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

    Libra
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    4 Mayo 2010
    Mensajes:
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    Pluma de
    Escritora
    Ajajaja, una semana después tengo el comentario listo :p No tengo excusa ni perdón. La verdad es que estaba media renuente a leerlo; me daban pereza tantas palabras. Sin embargo, en dos días lo acabé y eso por la falta de tiempo, jajaja. En cuanto inicié no pude detenerme de leer; lo hiciste muy bien, Shassel. La lectura fue fácil, agradeble y sencilla de llevar. Normalmente con este tipo de historias las gente carga mucho las descripciones y las situaciones, haciéndola tediosa y muy pesada, mas tú la equilibraste muy bien, pues sí pusiste las descripciones necesarias, pero no abusaste de ellas y eso me gustó. Lo mismo, en cada una de las situaciones pude sentir lo que Daniel atravesaba. Dependiendo de la escena, me sentía feliz, triste, molesta, cansada, depresiva, etc. En general, todos los personajes me agradaron. Realmente bueno.

    Creo que muchos toman el asunto de los zombies o los infectados como para escribir algo muy de acción, balazos, violencia y sangre; todo lo concerniente a la supervivencia, mas el enfoque que les has dado aquí me ha llegado. Si bien, es verdad que Daniel lucha por su vida, ¿por qué lo hace? No es implemente por vivir y ya; es porque tiene la esperanza de volver a ver a su amada Elena y eso es lindo; poseé un próposito. Eso, el que te enfocaras en los sentimiento de Daniel me ha gustado. Me sentí fatal, especialmente, cuando él mata por primera vez a alguien. Es verdad que una parte de su humanidad tuvo que desaparecer, pero no fue toda; oh, no. Y eso es claro cuando la historia transcurre y él mantiene sus sentimentos de tristeza, dolor, amargura y soledad. Uf, insisto, increíble.

    El final fue magnífico. Elena, no sé, estaba realmente loca. Quiero decir, pensar en algo para iniciar semejante genocidio era obra de un loco. Su razón de por qué lo hizo me confirmó que estaba loca. Deshacerse de la basura, de la humanidad inútil, de lo que es escoria; hm, me pregunto, ¿y ella qué es? ¿No es humana aacaso? Por eso digo que tenía que estar medio tocada de la cabeza. Debía sentirse por demás especial o diferente al resto; capaz de tomar semejante decisión, adecuada. No diré que me dio mucho gusto que se suicidara -creo que más bien fue por el sufrimiento que causaría en Daniel, antes que por otra cosa-, pero sí me alegró que por lo menos se arrepintiera y confesara amarlo a él a pesar de que había dicho que lo usó. Allí está, otro signo de humnaidad que nos muestras en este mundo post-apocalíptico desastroso y sin esperanza.

    Hm, no sé qué más decir. Ya dije todo lo que debía. Buen trabajo, amiga. Faltas, no noté demasiadas; reitero que lo manejaste muy bien. Uno que otro acento faltante, quizás. Eso sí, exageras mucho, mucho con las comas y eso es agotador. Afortunadamente el escrito es muy sencillo, por lo que no me fue tan cansio leer con tantas comas, pero te sugiero que cuides eso ;D Ahora sí, es todo por el momento; me despido y te me cuidas, ¿sale? Gracias por la invitación.

    Hasta otra.

    P.D. @Booker DeWitt *u* Amo tu nick XD. ¡Arriba Bioshok Infinite! Deberías cambiar tu avatar por alguna imágen del juego XD Sugerencia, no orden. Saludos.
     
    Última edición: 12 Agosto 2013
  4.  
    Shassel

    Shassel Usuario común

    Tauro
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    29 Octubre 2012
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    465
    Pluma de
    Escritora
    :D Muchas gracias Borealis Spiral y Booker DeWitt por molestarse en leer mi humilde escrito, pues si es verdad que estaba como muy larguito, perdón, no soy muy buena para comprimir mis ideas, u.u mis libros de la U lo demuestran, jejejeje, pero bueno, insisto, muchas gracias por darle una oportunidad, y sí, no me enfoqué mucho en el tema de la supervivencia porqué bueno, la mayoría de textos y películas que hemos visto de zombies ya nos permite darnos una idea XD. Con respecto a Elena, pues sí, ella estaba loca, una completa psicópata, inteligente pero loca al final, por eso engaño a Daniel, quien de una u otra forma también se volvió loco, no es para menos XD. Pues el final de Elena, lo sentí necesario porqué quería que al final, ella adquiriera un poco de humanidad, por Daniel, ustedes entienden, no se merecía tanto sufrimiento, y pues también porqué Elena era una cobarde en el fondo, escapo de Daniel en el campamento, oculto su culpabilidad hasta el final, y pues antes que verse derrotada prefirió escapar una vez más.
    Te pido disculpas Borealis Spiral por mi exceso de comas, creo que quede medio O.o desde que un día recibí un mensaje de un miembro del foro en el que me decían que bebían aumentar mi número de comas, que el texto se vuelve cansando de leer sin comas, etc..... :( y pues ......como que aucchhhhh, no sé, creo que ya me confundí XD. Lo lamento, prometo mejorarlo :D.
     
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