Marcando el tiempo Alguna vez le había sido de utilidad hasta resultaba estresante no tenerlo en ocasiones, en algún momento de su vida fue indispensable para ella. Pero ahora en ese plano temporal llamado presente, solo deseaba hacerlo añicos en un golpe contra el suelo; tan fuerte que cada una de sus manecillas se destruyeran y dejaran de marcar el tiempo que transcurría tan insoportablemente bien medido ni rápido ni lento, con cada segundo, minuto u hora, que albergaban en él. Hubiera jurado el sentir de la sangre por sus venas, en ese momento era capaz de hacerlo, cada acción a su alrededor o dentro de sí; esos tubos recorriendo sus manos se veían tan apeteciblemente frágiles que en un suspiro podían ser dañados y traer consigo daños irreparables. Rió, no, eso no lo haría; seria como darle la victoria y definitivamente aquello era parte de su plan, no caería tan fácilmente. Lo miro con cierto rencor topándose cara a cara con él ¡dos minutos más!, pero no había perdido, sí, aún quedaba “tiempo” todo lo que nunca pensó necesitar… solo eso. Lo observo detalladamente asqueándose con su forma circular; los círculos los cuales no tienen ni principio ni final, el más importante entre todas las figuras; representando un clico interminable. ¡Que ironía! Él podría vivir por siempre era por eso que se deleitaba mofándose y marcando placenteramente cada momento que se le escapaba de las manos, o por lo menos así era como ella lo veía — ¡Mentiroso!—Le gritó saboreando, el saber de sus verdaderas intenciones, casi al instante se arrepintió, al ver como se marcaba una nueva y pesada hora, toda una hora, demasiado tiempo perdido. Seguía acurrucada en una esquina de su cama la cual era de un color opaco, al otro lado un baño y en el, un espejo roto que mostraba su reflejo, el de una mujer de unos sesenta años con gravedad en su mirada, y un brillo que no mostraría un recién nacido como lo era el conocimiento, pálida y vieja: con poco tiempo. —No tengas miedo—Su mano arrugada y gastada acaricio la figura de porcelana que sostenía, resguardándola de cualquier peligro y al mismo tiempo dañándola al presionarla con fuerza— ¿Tienes frío?—pregunto mirándola con benevolencia. Cuando tenía más tiempo solía jugar con muñecas de esas figuras, acomodándolas unas sobre otras, y dándole personalidades a cada una de ellas las cuales le fascinaban, por que nunca se quejaban ni lloraban y si las rompías podías repararlas con facilidad. Pero conforme quedaba menos tiempo ellas se quedaban igual, y ella cambiaba, crecía y eso la molestaba, quería quedarse siempre con ellas, deseaba ser una linda muñeca de porcelana, en verdad lo anhelaba. Los demás no la entendían, no podía culparlos ella era mucho más lista que todos ellos que desperdiciaban el tiempo en cosas totalmente inútiles como divertirse. ¿Divertirse? Como puede alguien hacerlo mientras envejece eso era tan imposible a sus ojos, que pronto dejaron de acercársele, incluso llegaron a decir que estaba loca. ¡Locos ellos! Que no entendían lo doloroso que era avanzar sin poder evitarlo. Así llegó hasta ese lugar las paredes eran blancas y blandas, se sentía realmente bien ahí, no habían espejos ni nada que le restregara su estado actual; pero la cambiaron a otro lugar por su “buen comportamiento” y llegó al terrible sitio en el que se encontraba: con un reloj y un espejo. Golpeo las paredes y destruyo las cosas a su alrededor, para ser trasladada de nuevo y funciono, después de todo era más lista que ellos, pero no funciono…no podía olvidarse reflejada en ese pedazo de cristal y el sonido de esas manecillas la torturaban en la noche, así que ideo otro plan. “Quédate cerca de tus amigos y más cerca de los enemigos” Debía volver a esa habitación y destruirlos para que ya no la atormentaran, su petición fue cumplida y trasladada a ese lugar, tembló un poco pero no retrocedió. Un sonido la saco de sus pensamientos, ¡una hora más! Había perdido demasiado tiempo, tanta fue su sorpresa, que la figura de porcelana quedo bañada en la sangre de sus manos, no le importo, ya nada importaba, esa era la hora. Exactamente las doce ni noche ni día, ella lo había descubierto el final del circulo, sonriente corrió hacía este y con sus manos manchadas en sangre lo tomo y lo golpeo contra su cabeza hasta que el líquido carmesí la tiñera, él también sangraba y se sintió orgullosa. Luego tomo la figura de porcelana y la estrello contra el espejo, y rió lo más fuerte que pudo, carcajadas salieron su garganta, sangre de su frente y sus manos, y lágrimas de sus ojos. Escucho el abrir de la puerta, y ellos entraron sus ayudantes vestidos de blanco y la miraron con impresión a ella y al reloj roto salpicado de rojo. Uno de ellos ordeno algo y todos atendieron, sintió como la sumían en un profundo sueño, lo cual no importaba ella los había vencido. Despertó, era de día sus manos y pies se encontraban atados y las heridas vendadas, sonrió ya no servía de nada porque ella los había derrotado. El chirrido de la puerta la saco de sus pensamientos, una chica entró. Era perfecta con rizos color oro en total orden, ojos azules como el mar más limpio, olía delicioso; su cara y cuerpo no demostraban ni una imperfección, se altero al verla. —Buenos días, Señora—dijo con una dulzura falsa—Han pasado nueve horas veinte minutos y treinta segundos—pronuncio con sorna mirando al reloj—por si quiere saberlo—disfruto la cara de terror de la mujer al colocar un nuevo artefacto en la pared—vendré en varias horas—se acerco a su oído y se relamió los labios—por que tengo tiempo—disfruto pronunciando y alargando la última palabra. Salió de la habitación y una enfermera menor que se encontraba cerca la acompaño— ¿Por qué ponen otro reloj? pensé que los odiaba—pregunto a su superior. La mayor se miro en uno de los vídriales y se volteo —Por que hasta los locos necesitan saber que hora es—respondió con dulzura. Lo último que se oyó fue un grito desgarrador que venía de la habitación continua…