Maquinas en armonía.

Tema en 'Relatos' iniciado por Lucy san, 26 Junio 2011.

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    Lucy san

    Lucy san Entusiasta

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    4 Junio 2011
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    Escritora
    Título:
    Maquinas en armonía.
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1201
    El sonido de los enormes relojes se escucha por toda la cuidad. Son exactamente las cuatro y media de la madrugada y es hora de levantarse, no hay un minuto más, eso sería perder tiempo, lo cual sería consecuente con la perdida de materiales. Sin excusas, nadie está por encima de las reglas.

    Los hombres y las mujeres duermen en espacios separados, no se permite la interacción con el otro sexo, eso podría provocar problemas y la deficiencia en el desempeño laboral.

    Las mujeres se levantan y recogen sus camas, ordenándolas del modo perfecto, formando cuadros repetitivos hasta formar una apariencia envidiablemente ordenada. Al terminar, cruzan a los cuartos de los masculinos quienes ya han salido de prisa hacía sus respectivos lugares de aseo para comenzar el día de trabajo, no se permiten peros.

    Las féminas recogen también las camas de ellos y al terminar se marchan dejando todo en respectivo orden; los uniformes también son aplanchados por ellas y mostrados desde perchas de las cuales los tomaran los hombres. Ellas cumplen sus tareas eficientemente para ser aduladas por ellos, ellos se dejan atender por ellas.

    Ellos no tienen porque hacer lo que a ellas les toca, de la misma manera en que ellas no deben sobrepasar los límites de la femineidad. Todo esta en orden así es como debe ser.

    Ellas trabajan en las cocinas, como secretarias, como madres de muchos niños, como esposas impecables. Ellos entran a la oficina desde tempranas horas y comienzan a dar todas sus energías hasta quedar vacios sin recompensa, con la única ambición de despertar al día siguiente y volver a repetir el siclo.

    Una voz en el aire se los recuerda:

    “Todos están bien, nadie están mal. Todo es impecable, nada está fuera de lugar. La vida tiene un sentido, aunque eso solo lo saben algunos, los que no, se dedican a los que poseen conocimiento, para sentirse utilizados correctamente.

    No se permiten las preguntas ni las exclamaciones, los errores no existen y el hecho de pronunciar la palabra no habla bien de ti. Todos somos iguales, todos estamos dentro de un mismo mundo, somos el complemento perfecto del otro. No necesitamos nada más que trabajar, si te sientes mal solo toma una pastilla, no querrás hacer sentir mal a alguien con tu sufrimiento, este no existe, tú mismo lo creas.

    No necesitas pensar, nosotros lo hacemos por ti, si ya hay alguien que lo haga, puedes pasar a la siguiente tarea, no preguntes, ya tienes todas las respuestas. La igualdad te hace merecedor del silencio, si alguien rompe las reglas no tienes derecho a hacerlo tú también, solo dinos y nosotros lo arreglaremos. Si ya a alguien que lo ha hecho, tú sigue con tus obligaciones.

    Somos perfectos, una sociedad impecable, tú deseas estar entre nosotros, es por eso que debes de seguir nuestras reglas. Sin reglas el mundo sería un caos, no puedes ser una carga, eso es detestable, justo ahora eres un ejemplar de lo que un ciudadano debería ser…”

    —¡¡¡Basta!!!—el gritó ensordecedor de un hombre se escucho a través de toda la fabrica.

    Las manos que se movían mecánicamente, no se detuvieron siguieron en orden, que aquel cometiera un error no significaba nada para los demás. Todas las tareas deben realizarse rápidamente y en completo orden, no se permiten los peros.

    Manos de todo tipo continuaron acomodando las pastillas en cada tarro, era diez por contenedor, ni una más ni una menos; era imposible que un calculo fallara, pero si pasaba no había ningún castigo, tan solo un video.

    Ellos eran buenos, por eso las personas les agradecían trabajando para que cada vez la perfección creciera más. Era un ciclo interminable y vicioso.

    No existía Dios, era una perdida de tiempo alabar algo que no dejaba nada a cambio. Todos son dioses. Todo lo que se realizaba era por un propósito, no había nada que se diera al azar, todo estaba calculado.

    Dos hombres de negro y trajes completamente pulcros, se llevaron al tercer masculino que causaba desorden entre todos, si uno estaba mal los demás indirectamente salían afectados; porque todos eran uno.

    Llegaron una oficina y soltaron al ser que osaba profanar aquella tranquilidad. En medio del lugar de colores grises, se encontraba una silla con un hombre sentado en ella, con la espalda completamente recta y un traje impecable.

    El hombre se dirigió al recién llegado.

    —Buenos días Gamma, que bueno que estés bien, yo también lo estoy. Parece que estas un poco confundido hoy, pero eso no tiene importancia, te mostrare algo para que te sientas mejor. Que bueno que estés de acuerdo—habló moviendo tan solo los músculos necesarios para la tarea.

    —¡No soporto más!, ¡quiero estar vivo de nuevo!, ¡quiero ir con los incivilizados!—imploró el hombre.

    El de traje tragó saliva con dificultad, tratando de no despedazar al ser al lado suyo.

    —No entiendo Gamma, no debes hablar algo que alguien más no entienda, debemos estar conectados. Los incivilizados nos necesitan para volverlos nuestros sirvientes, tú no quieres estar ahí. Te mostrare algo. —terminó señalando a los hombres y estos se llevaron al Gamma a otro cuarto.

    Una mujer salió de otra puerta al lado por la se introdujo el Gamma junto con los hombres.

    —Que bueno que estés bien ahora Beta. Puedes retirarte a tus oficios, recuerda que las mujeres no deben hacer nada que tenga que ver con los hombres—habló el masculino sin escuchar a la mujer.

    —No entiendo señor—habló al fin la fémina.

    —Y así es como debe ser. —respondió con tranquilidad su compañía.

    Ella asintió y se retiró.

    Cuando la mujer se había ido, el hombre de la silla tomó su teléfono y marcó al número de la base de operaciones.

    —Hola, que bueno que están bien, soy Alfa. Que las mujeres y los hombres se encuentren hoy, necesitamos unos quinientos trabajadores más para dentro de veinte años.

    Notas de la autora: Un tipo de idea que desea plasmar mi oposición contra el consumismo y el perfeccionismo mecánico que poseen las empresas.


    El leer esto y no comentar, puede ocasionar que tengas un apoyo incondicional hacía los protocolos del “perfeccionismo” yo solo aviso ¿eh?
     
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