Decidió que se iba a quedar en cama, se cubrió completamente con las mantas y cerró los ojos muy fuerte, mientras temblaba. Se repetía a si misma que si se quedaba así, nada malo le iba a pasar. Aún cuando la sangre empezaba a colarse por debajo de la puerta de su habitación, los golpes no cesaban y los jadeos de aquella terrorífica bestia, quien hasta hace poco había sido su madre, se le metían en la cabeza sin remedio. Nada podría pasarle en su lugar seguro.