Historia larga Los Viajeros X: Legado

Tema en 'Novelas' iniciado por Manuvalk, 3 Agosto 2024 a las 2:45 AM.

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    Manuvalk

    Manuvalk el ahora es efímero

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    Título:
    Los Viajeros X: Legado
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    6543
    Saludos a todos los presentes, en especial a mi querido amigo Agus estresado que ha estado esperando el regreso de esta historia en la que será su parte final. Este será el desenlace de más de siete años escribiendo esta historia, algo que empecé por el 2017 y que acabará este 2024, aunque yo siempre digo que "nunca es el final; siempre es un nuevo comienzo". Simplemente espero y deseo que aquellos que os paséis a leer por aquí, os vayáis con una buena sensación de cierre y que os guste lo que queda por venir. Nos vemos por aquí.


    Sinopsis: Dos años después de la breve pero intensa guerra entre la Alianza y los Veerham, el territorio conocido se reduce a Paraíso, el único mundo habitado por los humanos, neonianos, sylerianos y thunianos. Forzadas a comenzar de nuevo, las cuatro especies unidas trabajan en recomponerse en todos los sentidos y centrarse en el presente, aunque para algunos está la posibilidad de empezar de nuevo en otro lugar, con los supervivientes anixis. La gran arca está en proceso, sirviendo como una alternativa a aquellos que temen el regreso de Mente Colmena. Nadie estará a salvo hasta que la amenaza sea completamente erradicada, aunque se tenga que destruir parte del legado que les llevó a ser Los Viajeros.







    Una paz relativa




    Creo que eso sería un error, agitar el avispero. Pero no niego que sería una paz relativa para toda nuestra población y un alivio para cualquiera el saber que los Veerham no volverían a atacarnos nunca más.

    El basto vacío interestelar asomaba tras el extenso ventanal que separaba a la comandante de la Nolartis del frío espacial del exterior. La mujer se encontraba cruzada de brazos, con la mirada perdida en la cantidad infinita de estrellas que iluminaban la oscuridad eterna. Más allá de sus ojos todo era desconocido, pero de donde venía, pocas cosas eran ya reconocibles.

    Habían pasado exactamente veintiún meses y treinta días desde que la guerra contra los Veerham en el territorio conocido había terminado. Necios eran los que pensaban que la guerra había acabado en aquel entonces, pues el enemigo había perdido la batalla por infectar a las especies de la Alianza, pero la Mente Colmena seguía ahí fuera. Y mientras la bacteria inteligente siguiese viva, mientras su nido se mantuviese oculto, el peligro para todos era más que evidente.

    Ashley recordaba las palabras de la gobernadora humana en la reunión posterior a la última batalla. Ella no debía estar presente en dicho cónclave de líderes, pero como comandante del ejército de la Alianza, estuvo allí, aunque no presencialmente. Ripley monitorizaba la conversación entre sus superiores mediante las cámaras de seguridad, desde las cuáles se podía tener acceso directo mediante el Sistema de Comunicaciones de Red, en la vivienda principal de la base militar de Ciudad Anixis.

    — Comandante Ripley, es la hora.

    La mujer salió de su cascada de pensamientos al escuchar a uno de sus soldados de a bordo, quién la buscó hasta dar con ella en uno de los lados de la Nolartis. El tipo, un syleriano uniformado con la insignia del ejército de la Alianza, se puso firme al tener a su superior de frente. La comandante asintió.

    — Vamos.

    [...]

    — ¡Mirada al frente, puños arriba y posición de contraataque! ¡Vamos!

    Un soldado neoniano, bien entrado en una edad madura, indicó la directriz que sus alumnos debían llevar a cabo. Cuarenta niños —había de las cuatro especies— que aspiraban a ser los soldados del futuro, quiénes se encargarían de velar por la seguridad de los aliados, obedecieron inmediatamente a su profesor de combate táctico. El entrenamiento se estaba llevando a cabo en las afueras de Ciudad Anixis.

    El césped artificial era la superficie perfecta para aprender a pelear cuerpo a cuerpo y evitar que los jóvenes pudiesen hacerse un daño excesivo. Colocados en parejas elegidas por los propios niños, estos ejecutaban los movimientos marcados por el experimentado militar de la Alianza, mientras éste les observaba detenidamente junto a tres soldados más —un humano, un thuniano y un syleriano— que hacían la función de asistentes, para que el profesor tuviese una ayuda extra y un mejor control de su clase.

    Una de esas parejas estaba formada por Jackon y Omnius, quiénes compartían una gran amistad desde hacía varios años. Ahora huérfano, el joven Vaalot estaba bajo el cuidado de la familia Crane Carver, al igual que su hermana, a quienes acogían en su hogar. El hijo del Elegido aprovechó estos dos años para mejorar sus habilidades de pelea —los niños no aprenderían el uso de armas hasta los dieciséis años de edad— y sobre todo, su capacidad como futuro representante de la especie syleriana. El joven humano tenía un mejor manejo del cuerpo a cuerpo que su homónimo alienígena.

    — ¡Buen trabajo, Vaalot! — Exclamó el asistente humano del profesor — ¡Un gancho perfecto, hijo!

    — ¡Vamos, Paokt! ¡Levántate de una maldita vez! — Le gritó el asistente syleriano a su símil infante — ¡Aquí no está tu padre para ayudarte! ¡Aquí estás solo!

    Omnius se levantaba lentamente con una expresión de resentimiento considerable, pero no hacia su oponente, sino hacia ese asistente syleriano. Su actitud, al igual que la del resto de profesores, indicaba que había algo oculto que los muchachos no sabían. Era bastante probable que los cuatro soldados, siendo uno de cada especie, hubiesen hecho algún tipo de apuesta por ver cuál raza aportaba los mejores jóvenes soldados. Un motivo de orgullo para algunos y una completa indiferencia para otros.

    — ¿Estás bien? — El joven Vaalot le tendió la mano a su amigo, siendo aceptada por éste — Ignóralos, esto es un simple entrenamiento, no una batalla a muerte.

    — Pues menos mal... — El pequeño Paokt, ahora ya no tan pequeño, se incorporó al mismo tiempo que se desempolvaba la ropa — Porque si lo fuera, jugarme la vida contra ti sería una temeridad.

    — No digas tonterías, Om — Le recriminó Jackon, negando con la cabeza — Si nos hicieran pelear a muerte, no pelearía contra ti. Seríamos tú y yo, espalda con espalda, quiénes pelearíamos contra aquellos que pretendiesen hacernos luchar a muerte.

    — Por supuesto, hermano humano — Omnius parecía haberse olvidado de las palabras del asistente y soldado syleriano gracias a la muestra de aprecio por parte de su oponente y también amigo.

    A una corta distancia pero la suficiente como para que ambos no se percatasen, Echo observaba el abrazo que se estaban dando Jackon y Omnius, siendo en ese momento cuando la chica recibió una fuerte patada en el abdomen que terminó por derribarla. Su oponente fue rápidamente a ayudarla, al mismo tiempo que el asistente humano se dirigía a ambos compañeros y rivales.

    — ¡Si caes, te levantas! — Exclamó el tipo, mostrándose inflexible — ¡En combate no hay treguas! ¡Vamos!

    La joven Mercer lanzó una mirada despectiva hacia el propio profesor, quién no se percató y siguió alentando —a su modo— a los demás niños. Su oponente era Karla, quién pese a no querer ser una soldado, había decidido aprender algunos conceptos básicos de combate tras haberlo hablado con la que era comandante del ejército de la Alianza, ahora ausente por misión. Echo se incorporó, ayudada por la joven Vaalot, quién se había percatado del porqué de la distracción de su compañera.

    — ¿Por qué no le invitas a salir? — Karla esbozó una sonrisa pícara.

    — No lo sé, la verdad — Contestó Echo, mostrándose algo cabizbaja — Ya no hablamos como lo hacíamos antes, tú lo sabes.

    — Antes éramos unos niños, ahora estamos en la etapa de la adolescencia — La aspirante a científica fue directa con su amiga de la infancia — Si no le dices ahora a Jackon que te interesa, no se lo dirás nunca. Y otra chica ocupará tu lugar.

    — ¿Cómo estás tan segura de eso?

    — Créeme, no eres la única que mira así a mi hermano...

    — ¡¿Qué mierda haces?!

    Esas palabras captaron la atención inmediata no solo de Echo y Karla, sino también de la mayoría de jóvenes presentes. Dos chicos estaban encarándose con pocas intenciones amistosas, algo que denotaba que esa pareja era una de las pocas que no se había elegido mutuamente.

    Cuando la joven Vaalot se percató, vio que se trataba de Kendall y Owen, ambos confrontados.

    — ¡Deja de quejarte como una nenaza y asume que te estás llevando todos los golpes! — Exclamó el chico con rasgos asiáticos.

    — ¡Claro, porque todos tus golpes son bajos! — Owen estaba muy molesto — ¡Esto es un entrenamiento, hay reglas en la pelea!

    — Crane está en lo correcto — Indicó el soldado y profesor thuniano, aproximándose al dúo — Xom, cumple con las normas establecidas.

    — ¡Si alguien te quiere hacer daño, no se aplica a las normas que haya! — Kendall quería demostrar su punto — ¡Se supone que esto es para prepararnos de cara a futuros conflictos o problemas que tengamos!

    — Lo es, chico, pero aquí se trabaja bajo unas pautas que debes seguir, ¿entendido?

    — ¡Esto es ridículo! ¡Me largo!

    Visiblemente enfadado, el joven Xom dejó su posición y se marchó de la zona de entrenamiento, en dirección al lugar en el que estaban todas las mochilas de los alumnos. Con esa interrupción de la clase y la hora que era, el principal profesor decidió dar la lección de ese día por concluida.

    Vraco se aproximó a Owen mientras veía marcharse a Kendall con el rostro serio.

    — Creo que le ocurre algo — Murmuró el joven thuniano y futuro líder de su especie — Ken no reacciona de esa manera normalmente.

    — Lo sé, pero no pienso ir detrás suya a preguntarle que le pasa — Respondió Owen con un evidente enfado encima — Porque siempre le pasa algo.

    El segundo hijo de los Crane Carver emprendió el camino hacia las mochilas, dejando a solas a un Vraco que simplemente quería calmar las cosas. Con la clase de combate táctico terminada, todavía faltaba por finalizar la clase de tiro, en el interior de la colonia. Allí, los jóvenes de dieciséis años hasta los dieciocho, se encargaban de aprender el manejo de las armas de fuego.

    Es ahí donde se encontraba Gina. La chica apuntaba con un Striker hacia los hologramas que debían ser disparados, algo que estaban haciendo todos en esa clase. Los monitores, que a su vez eran soldados de la Alianza, se aseguraban de que todo estuviese en orden y de que los futuros soldados —aunque no todos lo serían o no todos superarían el corte— aprendían a usar correctamente el armamento del ejército.

    — Crane, excelente puntería — Murmuró uno de los instructores, un soldado humano — Supongo que sigues con tus intenciones claras, ¿me equivoco?

    — En absoluto, señor — Contestó Regina una vez dejaba el Striker en una mesa — Estoy aprendiendo a defenderme y a manejar un arma, pero ser una soldado no es mi objetivo.

    — Es una lástima, supongo que tendremos que confiar en que tu hermano quiera aspirar a ser el próximo comandante Crane de la Alianza.

    El instructor sonrió con aprecio a la chica, a quién consideraba una joven con potencial para destacar en la milicia de la AIE. Sin embargo, los propósitos de la hija de los Crane Carver eran bien diferentes al respecto.

    Las cosas podían cambiar, pero por el momento, la idea era simplemente convertirse en alguien capaz de cualquier cosa. En estos tiempos, se necesitaban expertos en casi cualquier campo de trabajo, para el progreso de las especies —aún mermadas por todos estos años de conflictos y destrucción—.

    — Cualquiera que se apellide Crane Carver tiene el potencial para ser un futuro comandante, soldado.

    Tanto Gina como el propio instructor se voltearon al ver llegar a todo un ex comandante. El conocido soldado Lill Crane hizo acto de presencia, dejando marchar al soldado para quedarse a solas con su primera hija. El hombre y la adolescente se abrazaron cariñosamente.

    — ¿Cómo ha ido la práctica de hoy, jovencita?

    — Bastante bien, soy de las mejores.

    — No me sorprende — Lill asintió con seguridad — Lo llevas en la sangre.

    — Ya, tal vez...

    — Aunque tenemos pendiente ese entrenamiento especial que te prometí.

    — Cierto, papá.

    — Me aseguraré de que sea pronto. Ahora debo irme, tengo una cosa que hacer. ¿Te veo luego en casa?

    — Así es, ahí nos veremos — Regina no tenía problema en esperar ese momento — Pero no me olvidaré de lo que me debes.

    — Yo tampoco, Gina.

    Su padre se marchó dándole un beso en la mejilla y con una grata sonrisa en su rostro mientras ella se limitaba a recoger la mochila con sus pertenencias junto a otros compañeros de la clase de tiro, una vez finalizada esta. La primera hija de Lill y Snow esperaría el transporte público —una lanzadera alargada, idéntica a un autobús— para volver a su casa.

    [...]

    Crane paseaba por la principal avenida de Ciudad Anixis, la calle más concurrida de la capital de Paraíso, con tranquilidad y detenimiento. Se paraba en los distintos escaparates de las tiendas y de otros locales con diferentes servicios, con la intención de comprar algo en específico. Una de esas tiendas era una joyería, en la cual el hombre había puesto su mirada.

    Sin embargo, lo más llamativo era el hecho de que su escaparate estaba hecho trizas, debido a los restos caídos en el planeta durante la batalla en órbita. Además, un cartel revelaba que todo el stock estaba en liquidación. Extrañado porque tras dos años de ese suceso aquello no hubiese sido arreglado, el ex comandante de la Nolartis entró en la tienda, dirigiéndose al mostrador.

    En el se encontraba una mujer syleriana.

    — Disculpa, ¿por qué está roto el cristal del escaparate?

    — Es mi forma de protestar contra nuestro gobierno por haber tardado en enviar una misión que acabe con los seres que nos atacaron — Reveló la dueña del local, sorprendiendo al humano — Esos Veerham, hace casi dos años, intentaron invadir este mundo. No lo lograron aquí, pero sí en mi planeta y en los otros.

    — Tú misma lo has dicho, eso pasó hace casi dos años — Lill no comprendía del todo los motivos de la mujer syleriana — ¿Y qué tiene que ver el gobierno de la Alianza con esto?

    — Protegieron Paraíso con toda la flota, pero a costa de sacrificar Neonia, Virm, Vulkano y mi Syleria — La mujer sonaba calmada, pero era evidente que estaba muy molesta — Enviaron una expedición ahí fuera y con ella llegaron nuevos enemigos. Errores constantes de un gobierno y una Alianza que se deterioran cada vez más.

    — Yo estuve en esa expedición y te puedo asegurar que no pretendíamos traer con nosotros a los Veerham — El que fuera comandante en la Nolartis se vio en la obligación de argumentar contra la syleriana — Era cuestión de tiempo que nos encontraran. Ni el gobierno ni la expedición tienen culpa de lo que ha sucedido.

    — Ojalá pudiera escucharte mi hijo, pero lo mataron esas cosas en Syleria — La dueña de la joyería frunció el ceño al conocer que Lill había formado parte de ello — Ya veo... tú eres el comandante Crane. Tu rostro me era familiar.

    — Siento mucho lo de tu hijo, señora...

    — No pienso darte mi nombre. No lo mereces.

    — Bueno, no pretendía molestar. Tan solo quiero comprarles algo a mi mujer y a mis hijos.

    — Tengo prisa por vender todo esto e irme a esa nueva arca que lleva meses en construcción, lejos de la jurisdicción de este maldito gobierno — La syleriana sorprendió a Crane con ese curioso dato — Pero ahora que sé quién eres... no pienso venderte nada.

    — Descuida, tampoco tenía pensado darle mis alianzas a alguien tan maleducada como tú. Qué tenga un buen día.

    — Espero que tú no.

    Lill tuvo que contenerse por no golpear alguna de las estanterías llenas de joyas y provocar un altercado, pues la actitud combativa de la tendera syleriana le hacía hervir la sangre con semejantes declaraciones.

    El ex comandante de la Nolartis salió de la joyería y se dispuso a entrar en el bar de enfrente, en el cual se tomaría algo mientras pensaba en qué otra tienda podría comprar algún detalle a su familia. Su sorpresa fue máxima cuando en aquel local, con un aspecto bastante civil, se encontró con el mismísimo Elegido Paokt.

    Su viejo amigo y compañero de expediciones parecía no estar en una posición cómoda.

    — Vas a pagarme esa maldita cerveza que me has tirado al suelo, amigo mío — Un neoniano de aspecto fornido se estaba encarando con Om — Lo has hecho a propósito y te estoy dando la oportunidad de salir bien parado.

    — ¿Y qué pasa si no te pago, amigo mío? — El syleriano mostró una sonrisa burlona — No lo he hecho a propósito, tú no te apartabas y yo sutilmente te he apartado. Probablemente te sudan las manos y te ha resbalado tu cerveza al suelo.

    — ¡Vosotros dos, no quiero peleas en mi bar! — Exclamó el que parecía el gerente del local, un humilde thuniano — Por favor, apenas he abierto mi negocio. No quiero problemas aquí.

    — Lo siento jefe, pero parece que este syleriano sí quiere problemas — El neoniano trataba de intimidarle — Tienes diez segundos para darme el dinero que me ha costado esa cerveza.

    — ¡Hermano, es el maldito líder syleriano! — Otro de los presentes le reconoció ipso facto.

    — ¡Pero si el vaso estaba casi vacío, idiota! — Le reprochó Paokt, riéndose de una situación que había vivido varias veces a lo largo de su vida, durante su juventud en Sovaam — Mira, hagamos un trato. Te sientas con tus amigos, yo me pido mi bebida y hacemos como que no ha ocurrido nada, ¿entendido?

    — No acepto ese trato, escoria.

    — Una lástima, porque yo no pienso pagarte nada.

    — Entonces lo vas a lamentar, Elegido.

    El portentoso neoniano levantó el puño con la clara intención de golpear a Om, que lo vio venir y se apartó drásticamente para evitar ser alcanzado. Sin embargo, antes de que pudiese contraatacar, otro neoniano le golpeó con una silla en la espalda, derribándolo. La silla se partió en varios trozos en cuanto impactó en la espalda del líder syleriano —la cual era metálica— pero aquel acto fue suficiente como para que el ex comandante de la Nolartis entrase en acción.

    Lill dirigió su puño derecho —el metálico— hacia el rostro del atacante que mostró una gran cobardía al golpear por detrás a Om. Éste no se lo esperó y bajo la atenta mirada tanto de los clientes como de los camareros y el pobre dueño thuniano, recibió un duro golpe en la mandíbula. El puñetazo era doloroso de por si, pero proveniente de una mano hecha de metal, se multiplicaba por diez. El impactó noqueó literalmente al neoniano, provocando una reacción de furia en el otro, el principal protagonista de la pelea.

    — ¡Tu maldito amigo no saldrá con vida de aquí! — Gritó el fornido neoniano con una expresión de ira más que visible — ¡A por él!

    Om se volteó, muy sorprendido de ver allí a su viejo compañero de aventuras, mientras observaba como aquel que le había incordiado a él, ahora se lanzaba a por el ex comandante. Y además, no lo hacía solo, pues una docena de clientes se lanzaron a detenerlo.

    Viéndose un tanto abrumado por la cantidad de oponentes que le rodeaban, Lill decidió desplegar la rabia contenida que había obtenido de la conversación con la joyera syleriana. Paokt se levantó bruscamente y se colocó espalda con espalda con Crane, ambos cara a cara con seis personas amenazantes cada uno.

    Uno de esos doce neonianos decidió tomar una mesa y lanzarse al ataque con ella como escudo, enfrentándose así al humano de la mano metálica. Viéndolo aproximarse a gran velocidad en el espacio reducido en el que se encontraban —la sala principal y ese bar en sí no eran especialmente grandes—, el ex comandante usó toda su fuerza para golpear con dicho puño de metal a su oponente. El impacto fue tal, que la mesa —tanto la mesa como las sillas estaban hechas de una madera robusta— se partió en dos trozos justo antes de que el puñetazo de Lill impactase en el torso del neoniano.

    Aquel ser cayó al suelo totalmente fulminado, como si un disparo le hubiese atravesado el corazón.

    No estaba muerto gracias a que usó la mesa como escudo, de lo contrario, podría no haberla contado. El resto de amigos suyos, los once restantes que formaban una especie de banda de moteros neoniana —aunque no había motos ni eran moteros— se quedaron helados, optando por cesar sus hostilidades.

    No obstante, el destrozo ya estaba hecho y el encargado del local ya había avisado a las autoridades, las cuáles no tardaron nada en aparecer.

    — A ver, ¿qué diablos ha pas...? ¿Lill? ¡¿Om?!

    — ¿Ender? — El ex comandante de la Nolartis no se esperaba al mismísimo comisario de la ciudad — ¿Tú atiendes este tipo de situaciones?

    — No hay mucha policía en la ciudad y prefiero atender situaciones que permanecer en mi cómodo despacho — Se sinceró el comisario Xom, captando la atención de todos — ¡Todos, largo de aquí! ¡Yo me ocupo!

    Los clientes que no tuvieron nada que ver en el conflicto no dudaron ni un instante en marcharse, excepto el dúo humano y los doce neonianos rebeldes, además del propio dueño thuniano. El jefe de policía se cruzó de brazos dispuesto a escuchar la versión oficial del suceso.

    — Tú debes ser el gerente de este local... — Ender se aproximó a la barra, donde estaba el thuniano — Quiero la verdad de lo ocurrido. Si dudo de lo que me dices, pediré la grabación de las cámaras y si mientes, tendrás también tu correspondiente penalización.

    — Uno de los neonianos incordió al Elegido, que fue golpeado por otro cuando de pronto llegó el humano con su mano metálica e intervino. El neoniano que está en el suelo fue golpeado por él.

    — ¡Tiene una maldita mano hecha de metal! ¡¿Qué clase de prótesis es esa?! — Recriminó uno de los neonianos.

    — ¡Eso es un arma ilegal, agente! — Exclamó otro.

    Ender permaneció pensativo durante un largo minuto en el que el silencio se hizo presente, hasta que finalmente lanzó una deliberación clara.

    — ¡Vosotros, podéis iros! ¡Y como vuelva a oír sobre peleas de bar en las que estáis involucrados, no seré tan amistoso como hoy! — El comisario de Ciudad Anixis se dirigió primero al grupo de neonianos, quiénes se fueron sin rechistar, para después centrarse en sus amigos — No voy a poner cargos a ninguno de los dos bandos, ¿entendido?

    — Me parece bien — Musitó Om, quién no tenía problema en que los otros se marchasen sin castigo — Eso si, como vuelvan a joderme, la mano de Lill será la menor de sus preocupaciones.

    — Genial, amigo mío, porque no pienso estar siempre contigo en tus peleas de bar — Crane comenzó a reírse al decir eso — Además, eres el líder syleriano. No queda bien que vayas pegándote por ahí.

    — ¡Comisario! ¡¿Quién me va a pagar los destrozos?! — El dueño del local quería justicia — ¡No puedes dejar marchar a todo el mundo sin más!

    — Los gastos corren a mi cuenta, presenta una factura en la comisaría cuando evalúes todos los daños — Ender sorprendió a sus dos viejos conocidos y al propio thuniano — ¿Está bien?

    — Est... sí, comisario. Sin problema.

    — Bueno, chicos, ¿os apetece tomar algo? — Propuso Xom, sonando bastante sarcástico pese a decirlo en serio.

    [...]

    Tras un día de trabajo que se había prolongado una hora más, la gobernadora Carver tomó su vehículo personal desde la base militar de Ciudad Anixis hasta su casa, ubicada a las afueras.

    El chofer la dejó justo en la entrada principal, lugar por el que debía recorrer un pequeño sendero hasta encontrar su invernadero, el jardín y posteriormente su vivienda. La luz del sol de Faro de la Esperanza ya comenzaba a esconderse, evidenciando el atardecer de un día largo para la líder de la humanidad.

    — Muchas gracias por traerme — Le indicó la mujer al chofer, quién asintió agradecido — ¿Mañana también ocuparás el puesto de Thomas?

    — Así es, gobernadora. El señor Thomas se encuentra enfermo y debo sustituirle al menos toda la semana — Indicó el piloto de la lanzadera y chofer personal de Snow, mostrándose sonriente — Espero ser de su agrado.

    — Tranquilo, me has traído sana y salva — Contestó Carver con ironía pero aprecio, haciendo ver al nuevo chofer que estaba agradecida — ¿Cuál es tu nombre?

    — Zack. Me llamo Zack.

    — Mucho gusto, Zack. Nos veremos mañana por la mañana.

    — Por supuesto, gobernadora — El piloto, llamado Zack, mostró una sonrisa un tanto peculiar — Cuídese mucho.

    — Igualmente.

    Algo extrañada por el último comentario y la expresión facial del chofer, la gobernadora de la humanidad emprendió el camino hacia su hogar, debiendo pasear por unos minutos por un hermoso sendero rodeado de árboles florecientes.

    La lanzadera que la trajo, sin embargo, no emprendió el vuelo de regreso a la ciudad, algo que no entendía la mujer. Sin embargo, antes de que pudiese dar rienda suelta a sus pensamientos al respecto, varios hombres y mujeres salieron de detrás de los árboles.

    Todos iban encapuchados y cubiertos para dificultar seriamente que Snow pudiese verles el rostro.

    — ¡¿Qué diablos es esto?! — La líder humana vio como estaba siendo rodeada por diez individuos — ¡¿Qué queréis?!

    — Gobernadora Carver... — Uno de ellos tomó la palabra, revelándose como un hombre humano — Tú y tus amigos, aquellos que fueron en la expedición de la Nolartis... también los demás líderes... vais a pagar por habernos puesto a todos en peligro.

    — ¿De qué hablas? — Snow estaba en peligro y en desventaja, por lo que optó por el diálogo — Sea lo que sea esto, podemos discutirlo como seres civilizados, no hay necesidad de...

    — ¡Se acabó el ser civilizados, Snow! — Exclamó aquel hombre, escondiéndose tras sus ropas — ¡Aquí no solo hay humanos, también hay neonianos, sylerianos y thunianos! ¡Unidos contra una Alianza que solo piensa en sus intereses y en los de unos pocos! ¡Hemos perdido seres queridos en una guerra que nunca habría sucedido si vosotros, los líderes, no hubieseis enviado una expedición en busca de los Anixis! ¡Yo, personalmente, lo perdí todo! ¡Mi hijo... por culpa de la puta de Cinthia Marlow! ¡Tú y todos los que os hacéis llamar Los Viajeros, merecéis morir! ¡Y esta noche, empezaremos contigo!

    — ¡Espera! ¡¿Adam Brant?! — La gobernadora Carver lo identificó al escuchar esos datos — ¡¿De veras eres tú?! ¡¿Qué pretendes con esto?!

    — Restaurar el orden en la Alianza... y destruir el legado de Los Viajeros.

    Tras esa reveladora respuesta del que antaño era un multimillonario con varios planes de futuro, el resto de asaltantes se lanzaron contra la gobernadora de la humanidad. No había armas de por medio, pero la mujer no pudo hacer frente a una golpiza que le caía por todos lados. Un frenesí de golpes por parte de esos nueve individuos que parecían seguir las órdenes del décimo, del propio Adam Brant.

    Snow luchó desesperadamente por defenderse y huir en dirección a su casa, que estaba a escasos metros. No obstante, una fuerte patada en su rostro la terminó dejando inconsciente, momento en el que todos cesaron la paliza que le estaban propinando.

    — ¿Está muerta? — Preguntó uno de ellos, queriendo que así fuera.

    — Parece que aún respira — Indicó otro, tomándole el pulso mientras observaba a Adam — ¿Qué hacemos?

    — Matadla. Es a lo que hemos venido — Reveló Brant, con la furia interna de quién lo ha perdido todo y busca culpables — Ella será la primera de la lista.

    Uno de sus secuaces se dispuso a pisarle con dureza la cabeza a Snow, con claras intenciones de rematarla, cuando una lanzadera aterrizó justo al lado de aquella que pilotaba Zack, quién resultaba ser uno más de los que quería venganza contra la gobernadora humana.

    Al ver esto, el grupo de diez personas corrió en dirección a su lanzadera mientras el propio Zack se preparaba para huir de allí, viendo que alguien había llegado.

    — ¡Mierda, vámonos! — Ordenó Adam, el cabecilla de aquel entramado — ¡Rápido, Zack!

    Mientras su lanzadera partía del lugar, de la recién aterrizada salió Regina, quién regresaba en ese instante de las clases militares del día. Intrigada por ver una lanzadera que apenas se iba cuando ella aterrizaba, la joven dio unos pasos al frente hasta que pudo identificar a alguien en el suelo, completamente inerte.

    Un pequeño charco de sangre rodeaba la cabeza de Snow, quién sangraba por los oídos y por la nariz de una forma lenta e intermitente. Al reconocerla, Gina corrió velozmente hasta arrodillarse a su lado, comprobando que su madre se encontraba en un grave estado de salud.

    — ¡¡¡Mamá!!! — Exclamó la joven Crane Carver, sollozando — ¡¡¡Por favor, no te mueras!!!

    [...]

    Sistemas de sigilo en marcha, comandante Ripley.

    La inteligencia artificial de la nave compartió ese dato ante la llegada inminente de la líder de la expedición que tenía como misión encontrar y destruir a Mente Colmena. Dicha tecnología de sigilo se implementó en la Nolartis en los meses posteriores a la guerra en el territorio conocido, siendo una idea principal de Eeron que con ayuda de Lynx y Wadrak como ingenieros, lograron aplicar exitosamente.

    El gesto serio de todos los trabajadores y soldados en el puente de mando denotaba la gran concentración y profesionalidad con la que se llevaba a cabo todo. Acompañada por el soldado syleriano que la avisó, Ashley captó la atención de todos los presentes en aquella sala, dirigiéndose directamente al puesto del piloto.

    — Estamos en el sistema Anixis — Confirmó Tyra, una vez más al mando de la Nolartis — Ni rastro de defensas enemigas por el momento.

    — Acércate a la órbita de Anyxa con todos los sentidos en alerta — La veterana líder del equipo tenía el semblante serio y decidido — Oda, avisa al pelotón de descenso. Es el momento de prepararse para la infiltración.

    Recibido, comandante.

    Aparte del intercambio de palabras entre la comandante, la piloto y la IA de la nave, el silencio era la tónica general en el puente de mando. Ashley emprendió el camino de salida seguida nuevamente del soldado syleriano, quién aprovechó para conversar con su superior.

    — Comandante, querría formar parte del pelotón de descenso.

    — ¿Y eso por qué, Thanix?

    — Esa bacteria aniquiló a toda mi familia con la destrucción de Sovaam, usted lo sabe, lo leyó en mi solicitud de acceso a la expedición — El soldado syleriano, apellidado Thanix, caminaba apresuradamente junto a su comandante — Quiero formar parte de su destrucción en primera persona.

    — Soldado, el pelotón está conformado por diez soldados, ni uno más ni uno menos — Ashley mantenía la vista al frente mientras avanzaban por uno de los pasillos exteriores — Se trata de una infiltración, no queremos llamar la atención.

    — Comandante, por favor...

    El syleriano se detuvo ante su superior, frenándole los pies en lo que podría considerarse una insubordinación o falta de respeto a la comandante. Ripley se cruzó de brazos y frunció el ceño sin quitarle la vista de encima a su súbdito, quién se mostró cabizbajo pero determinado a formar parte de la partida.

    — Solo le pido que lo reconsidere. Soy uno de los soldados más experimentados de la misión.

    — Apártate, Olver — Le ordenó la humana muy seriamente — Lo pensaré mientras me preparo, pero no te hagas ilusiones.

    El soldado syleriano, llamado Olver Thanix, se quedó quieto ante las palabras de la comandante mientras esta simplemente seguía caminando en dirección a la armería, donde el resto del pelotón designado para el descenso tiempo atrás se estaba preparando para el momento.

    En dicho lugar de la nave se encontraban los nueve soldados que inicialmente acompañarían a Ashley en su misión de infiltrarse en el complejo que antaño visitaron en la última expedición que se hizo, ahora para encontrar pistas e información que les pudiese llevar a la ubicación del verdadero artífice de que existiesen los Veerham.

    Las miradas de todos los miembros de ese selecto grupo estaban enfocadas en el armamento que cargarían consigo; desde armas principales hasta arrojadizas. Varios Striker, Flasher y Winlock se entremezclaban con granadas y dagas de energía, contando también con munición suficiente y con la protección necesaria en los trajes para un posible combate terrestre.

    La entrada en la sala de la comandante no pasó desapercibida para ninguno de ellos, quiénes alzaron la vista inmediatamente.

    — Comandante Ripley, estamos listos. Dos minutos para que la lanzadera esté lista según el ingeniero Herswood.

    — Entendido, subcomandante Santos — La mujer sonrió a su viejo amigo, agradecida de contar con él en semejante misión de ese calibre — Dirigíos al hangar y abordad la lanzadera; cuando Lynx diga, saldremos.

    — A sus órdenes, comandante — Murmuraron varios de los soldados del ejército de la Alianza.

    Diez miembros de la expedición formarían parte del pelotón de infiltración de un total de cincuenta y cinco personas a bordo de la Nolartis, los cuales formaban la totalidad de la expedición. Parte del hangar tuvo que ser reconvertido en una sala de estar con catres para los soldados, ya que la nave no estaba equipada para albergar más de veinte tripulantes.

    Uno a uno y en orden de fila, fueron saliendo de la armería ocho soldados, ya equipados en todos los aspectos que requería la misión. La última en salir era una soldado humana que se detuvo unos segundos para abrazarse con el subcomandante de la expedición, viéndose un tanto nerviosa y preocupada.

    Tras el abrazo, la mujer prosiguió el camino de sus compañeros mientras los principales líderes de la nave la observaban.

    — Ash, no quiero que Iris participe en la infiltración — El hombre de Ceres fue sincero con su amiga y superior en cadena de mando — Es evidente que está un poco asustada.

    — Confío en sus capacidades, Lio — Contestó la mujer, consciente de la preocupación de él — Y no puedo hacer excepciones, no quiero que mis soldados vean como elijo a quién no arriesgar y a quién sí.

    — Dudo mucho que se fijen en ese detalle, no es algo que suelas hacer a la ligera.

    — Además, ¿crees que Iris querrá quedarse al margen?

    — Hablé con ella hace unos días sobre esto — El subcomandante asintió, convencido — Subió a bordo de la misión porque convocaste a Lynx y me pediste ser tu subcomandante, pero no quería estar aquí. La guerra en casa le afectó en gran medida.

    — Está bien, dale la orden de que se queda a bordo — Aunque a Ash no le gustaba hacer concesiones, tampoco quería negarle a su viejo amigo la posibilidad de mantener a salvo a un ser muy querido — De hecho, ya tengo un sustituto inmediato. Oda, ¿me oyes?

    Alto y claro, comandante. ¿Qué desea?

    — Convoca a Olver Thanix en el hangar dentro de cinco minutos, previa preparación aquí, en el armería.

    Le notificaré la orden.

    Lio sonrió tímidamente y asintió, agradecido a su comandante por ese gesto de buena fe. El subcomandante emprendió la dirección hacia el hangar por el pasillo, mientras la comandante esperaba la llegada del soldado syleriano que deseaba formar parte de la misión. Su deseo había sido cumplido.

    Mientras tanto, Lynx se aseguraba de que la lanzadera de descenso estuviese en óptimas condiciones para el aterrizaje en Anyxa. Las coordenadas ya estaban marcadas gracias a la última vez que visitaron el planeta natal de los Anixis hacía ya más de dos años. Sería en un lugar próximo al complejo al que fueron llevados en la última expedición, cuando fueron capturados por los Veerham en el abordaje de estos a la Nolartis.

    — ¿Estás listo, joven?

    Uno de los soldados que formaba parte de ese escuadrón de infiltración se aproximó al ingeniero e informático humano, ahora también en el equipo de luchadores. Si algo llamaba la atención de ese tipo era el hecho de que su altura sobrepasaba al resto de miembros. Su rostro descubierto y su traje de combate, algo diferente al resto, le hacían totalmente reconocible.

    — Lo estoy, Eeron — Musitó Lynx, decidido pero nervioso — Más de un año de viaje para llegar hasta este momento, destruir el hogar de esa cosa y regresar triunfales a casa.

    — Volveremos a nuestros hogares, amigo mío — El emisario anixis sonaba convencido y optimista — Y después, yo volveré a mí casa. Ojalá gente con tu pericia y talento estén a bordo de la gran arca conmigo.

    — Ya veremos, todavía no lo hemos decidido Iris y yo.

    — Habrá tiempo para hacerlo. Ahora concentrémonos en lo que nos pertoca.

    — Así es. Te veo en el descenso.

    En ese momento Lio e Iris se aproximaron a Lynx para informarle sobre el cambio que iba a hacer con la mujer, instante en el que la comandante llegaba al hangar junto al soldado syleriano que la sustituiría.

    — ¿Estás segura? — El ingeniero lo prefería, ya que estar en la Nolartis era lo más seguro por el momento.

    — Creo que sí, no... no me siento centrada — La soldado Hennessey reconocía que tenía dudas y miedo — Seré de más utilidad a bordo.

    — Todo sea por tu bienestar, hija mía — Santos la abrazó con ternura — Tranquila, ya lo he hablado con Ash y ha accedido. De hecho, trae a tu sustituto.

    — Perfecto, papá.

    Iris abrazó de vuelta a Lio y posteriormente le dio un suave beso a su novio, despidiéndose así sin saber cuánto tiempo exactamente les tomaría el reunirse de nuevo. La chica no era de despedidas muy sentimentales porque se le hacían mucho más dolorosas, por lo que simplemente las hacía más sencillas. Lynx la veía marchar y sonrió aliviado de no tener la preocupación de que le pudiese ocurrir algo en el terreno.

    A escasos metros de esa escena, una mujer se aseguraba de que el arma que portaba estuviese en condiciones aptas para el enfrentamiento, que era preferiblemente evitable, pero no por ello sería algo seguro evadirlo. Alzó la vista un instante para percatarse de la presencia de la comandante. Los ojos de esa mujer eran los de Bárbara Mason.

    La soldado, científica y ex gobernadora de la humanidad decidió formar parte de la expedición al haber sentido que había estado ausente y que su participación en la guerra fue mínima. Sin nadie por quién preocuparse y con la rabia de que Mente Colmena hubiese reducido el territorio conocido a la única colonia de Paraíso, sus deseos de venganza y de acción ganaron a su incertidumbre.

    Todos los presentes, que no solo eran los diez miembros del pelotón sino muchos soldados que vivían en el hangar, centraron su atención en la comandante Ripley, quién lanzaría un último discurso antes de partir de vuelta a Anyxa, esta vez con un claro objetivo.

    — Camaradas, ha sido un largo año de viaje. Un año en el que hemos estado a merced de cualquier peligro en el espacio exterior, lejos de casa y de nuestros seres queridos. Algunos tenéis aquí a familiares y amigos; otros los perdisteis en la guerra que trajo Mente Colmena a nuestro territorio. Sé que muchos de vosotros estáis aquí por sed de venganza y algunos simplemente por la vocación de ayudar a que nuestras futuras generaciones no vivan con el miedo del regreso de los Veerham — Ashley veía en los rostros de todos sus súbditos, diferentes expresiones, de todo tipo — Pero aquellos que siguen vivos en casa o aquellos que perdieron la vida luchando por todos nosotros... nos están viendo. Están aquí, con nosotros, en cada uno de vosotros. Saben de la importancia de esta expedición. Cuando logramos expulsar al enemigo, sabíamos que la guerra no había terminado. Muchos lo dijimos... este debe ser el último viaje. Debemos hacer que lo sea. ¡Acabemos con un enemigo que ha influido en nuestra existencia desde siglos pasados! ¡Esta es la historia de todos nosotros, no solo de los Anixis! ¡Es nuestro legado!
     
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    Agus estresado

    Agus estresado Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Saludos, amigo. Es un gran honor estar aquí para retomar nuestras tan queridas lecturas e n simultáneo. Primero que nada, decirte que me pone muy feliz que retomemos esta práctica. Pero segundo que nada, me apena que estemos llegando al final de LV :anicry:

    Tal y como tú lo dices, fueron 7 años mágicos. Empezamos en el 2017 sin saber que tan lejos llegaríamos, y aquí estamos. Año 2024 leyendo en simultáneo nuestras grandes obras. Comienzo a comentar este capítulo.

    Arrancamos con la partida de Ashley hacia el planeta Anyxa, listos para buscar el nido de la Mente Colmena y así poder llevarla a la extinción. Y rezo para que lo encuentren pronto, y que ya mismo se le ponga fin a su amenaza.

    La siguiente escena me encantó. Los angelitos están juntos y preparados para entrenar, aprender y ser defensores en el futuro. Omnius y Jackon pelean 1 vs 1, mientras que los instructores (especialmente el syleriano) les observan. Se nota mucho que hay camaradería entre ellos dos, y me agrada. Así como Axlor fue cercano con Vanth en su tiempo, me agrada la idea de que su hijo lo sea con otro alien. Ansioso por ver a estos dos pateando culos cuando sean mayores, como no te das una idea. Desde lejos, Karla y Echo observan. Aprendemos por la conversación entre ellas que hay por lo menos otra chica interesada en Jackon. Sin dudas Jackon ya se va a ir ganando el apodo de 'el mojabragas de la clase'. Intrigado por conocer a esa persona de quien habla. Eso sí, Jackon es de Echo. Ni se te ocurra meterme a otra en medio de los dos. Sé que han habido distanciamientos entre los dos, pero ella no debe dormirse. Vamos, Echo, yo sé que el chico todavía te gusta. No te duermas en los laureles y reclama tu lugar :slap:

    La última escena de entrenamiento nos muestra a Ken y a Owen, juntos. Ken parece estar bastante frustrado por la muerte de su madre, ya que al perderla, se quedó huérfano de madre por segunda vez. Yo lo entiendo, no debe ser sencillo vivir eso, pero no es excusa para que se desquite con mi angelito favorito. Más le vale no hacerle daño a Owen, ni en entrenamiento ni en la vida real, o de lo contrario, perderá mi cariño :ewww:

    Lo siguiente que vemos es a la mayor de los Crane Carver entrenando con rifles. Vemos que es una gran tiradora, y que Lill lo reconoce. Hasta ahora, no recuerdo un momento tan cercano entre padre e hija. Me da gusto ver que se llevan mejor, ya que en la parte IX parecía que a Gina no le gustaba mucho la idea de ver marchar a su padre constantemente. Me alegra ver que su relación se recompuso, y hasta Lill le debe un entrenamiento especial.

    Luego de la escuela, Lill se va a una tienda, dispuesto a comprar algo y es atendido por una syleriana malhumorada y maleducada. La tipa tendría que estar agradecida de estar viva y de que tiene un negocio para prosperar, por más de que lo haya perdido todo, incluso a su familia. En vez de eso, se pone a llorar como mis hermanos latinos cuando Argentina ganó la copa america. Bitch, si no te gusta te pegas un tiro o directamente te vuelves a Syleria, a ver si te gusta vivir allí :ewww:

    Lill sale de allí y luego se ve involucrado en una pelea de bar con su amigo Om. Espero que esos moteros de segunda de Neonia no les causen más problemas. Menos mal Lill y Om los contuvieron hasta que Ender llegó.

    Luego se viene la escena más aterradora para mí. Adam y un grupo de gente se la tiene jurada a los Viajeros, y planeaban matar y casi lo consiguen a mi pobre Snow. Malditos bastardos, que lastima que murió Tales y no el maldito de Adam. Tendríamos un angelito más en el grupo, y en vez de eso tenemos a un líder de grupo rebelde. Por suerte Gina llegó a tiempo de que lastimen a Snow, y ellos marcharon, pero no se ha terminado. Sé que volverán a joder, pero al menos ahora pueden estar más alerta y protegerse mutuamente :angrycat:

    La escena final nos muestra a Ashley preparándose para descender en Anyxa. Lio y Barbara están en esa expedición junto a Tyra, Lynx, Iris y Wadrak y más soldados listos para dar su vida por la causa. ¿Vieron eso Adam y la syleriana hija de puta? La alianza busca protegerlos y ustedes andan de resentidos. Haberse presentado voluntarios para ir a pelear. Iris, por algún motivo, no se siente bien para descender, y por eso un syleriano llamado Olver la reemplaza. Ver el ímpetu del syleriano me agrada, porque muestra compromiso, pero también me da miedo. El fantasma de Dhejam vuelve a las andadas, porque tengo el presentimiento de que este tal Olver se va a mandar una cagada xD.

    Eeron suelta un comentario diciendo que quiere a Lynx y a Iris en el arca (y yo también los quiero). Lynx le dice que tiene que pensarlo. Pensar nada. Él tiene que ir junto con Iris. Y yo sé que irán. Me has dicho que no, pero sé que es una tapadera. Ellos dos van a ir, lo sé :shark:

    Bueno amigo, hasta aquí mi comentario. Esperaba algo tranquilo pero fue una sorpresa lo que encontré. Hubo acción en la dosis correcta. Ya ansío leer el siguiente y ver que nos depara el futuro a esta parte final. Será hasta la semana que viene. Un abrazo y cuídate mucho :cynda:
     
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    Manuvalk

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    Saludos, aprovechando que tengo tiempo ahora, he decidido publicar la continuación del primer capítulo de esta parte final de Los Viajeros, la cual (no lo dije anteriormente) constará de 14 capítulos. Voy a aprovechar también para actualizar la guía de personajes. Como siempre, gracias a mi gran amigo Agus estresado por estar siempre pendiente de este universo y por disfrutarlo tanto como yo al escribirlo. Espero que disfrute la lectura.




    Operando en la sombra







    Ciudad Anixis era rodeada por una muralla de paneles metálicos que servían como protección de cualquier cosa que se encontrase en el exterior, aunque se terminase descubriendo tiempo después que Paraíso no tenía ninguna forma de vida en su superficie. Esos muros fueron construidos por orden del capitán del arca número cuatro de La Unión, Gar Xom, posteriormente a su fortuita llegada al planeta artificial. Desde entonces, ningún líder se decidió por retirar esa barrera que, sin embargo, hacía sentir a la ciudadanía segura.

    En los aledaños de la amurallada ciudad también había pequeños edificios y casas en ruinas, abandonadas a su suerte con el paso de los años, ya que la población del arca cuatro vivía bien replegada en el interior de su fortaleza improvisada. Por ello, muchos lugares externos fueron cogiendo polvo, aunque dada la arquitectura de origen anixis, seguían manteniéndose en pie debido a su buena estructura. Y es que en lo que era una pequeña nave industrial, alejada varios kilómetros del muro y rodeada por otras edificaciones, se escondían un grupo de personas; las mismas que emboscaron estratégicamente a la gobernadora de la humanidad.

    La lanzadera con la que huyeron de la escena del asalto se encontraba aterrizada en el interior de la propia nave industrial, mientras un numeroso grupo de al menos treinta personas se hallaba alrededor de un barril en el que ardía la madera seca de los árboles artificiales del bosque más próximo. Adam salió del interior de la lanzadera con el semblante serio, mientras sus súbditos alzaban la vista para observar su aparición.

    Apenas habían pasado unas horas desde el ataque a Snow.

    — ¿Qué dicen las noticias? — Preguntó un syleriano allí presente, calentándose las manos en aquel barril en llamas.

    — Sigue viva — Musitó el multimillonario, ahora sin fortuna alguna — En coma, pero viva.

    — Eso está bien, ¿no? — Intervino Zack, aquel que pilotaba la lanzadera de la gobernadora — Quiero decir, estar en coma nunca es buena señal. La probabili...

    — ¡Me importa una mierda la probabilidad, Zack! ¡Me importa una mierda el coma! — Exclamó Brant, visiblemente furioso — ¡Está viva! ¡No debería ser así! ¡Elaboramos todo ese plan para matarla allí mismo!

    Todos los presentes mantuvieron un silencio casi sepulcral. Solo el crepitar del fuego sobre la madera falsa daba algo de sonido de ambiente a ese espacio tan vacío en mitad de la nave industrial. Uno de ellos, un neoniano, quiso añadir algo a la tensa conversación.

    — Yo me encontré con el líder syleriano en aquel bar thuniano del que te hablé. Poco después apareció su marido, ese tal Lill Crane. Podríamos haberlos matado allí mismo pero llegó el comisario Xom.

    — Oh, sí, el marido de la gobernadora estuvo en mi tienda — Una syleriana que sujetaba en sus brazos un Striker se dirigió a su líder — Fue inesperado, de lo contrario podría haber dado la voz de alarma.

    — Lill Crane es un objetivo secundario en nuestra cruzada — Explicó el humano y principal artífice de dicho grupo rebelde — Pero Gybuk, has perdido una grandísima oportunidad en ese bar. Tenías allí al mismísimo Om Paokt en persona.

    — Lo sé, jefe, y siento haber fracasado — Murmuró el neoniano, llamado Gybuk, mientras miraba a más de sus homónimos presentes — Todos lo sentimos.

    Brant comenzó a dar vueltas alrededor de sus súbditos, exceptuando a unos pocos que patrullaban las entradas a la nave industrial por una precaución más que obvia.

    — Ya sabéis que nuestro principal objetivo es acabar con los actuales representantes de la Alianza, operando en la sombra. Snow Carver está fuera de juego por el momento, pero debemos asegurarnos de que nunca despierte. ¿Krissa?

    — Me encargaré de ello personalmente — Indicó la syleriana de antes, llamada Krissa — Buscaré la manera de entrar en el hospital de la base militar.

    — Muy bien. Gybuk, es muy probable que Om Paokt vuelva a visitar ese bar. Si es así, no le dejes escapar, pero elabora un plan para la próxima vez si no quieres acabar muerto o entre rejas.

    — Entendido, jefe.

    — Zack, tu misión es acercarte a Yak Quetaryan. Piensa en algo; hazte niñero de su bebé, su sirviente... lo que sea. Tendrás lo que necesites.

    — Me pondré a ello.

    — Y yo sería el candidato perfecto para acabar con el sabio Cyprus.

    Un thuniano de edad avanzada y vestido con una especie de sotana encima, se aproximó a la pequeña agrupación que rodeaba el fuego. Adam sonrió irónicamente, como si le hubiesen leído los pensamientos en aquel instante.

    — Un sabio para otro sabio — Brant asintió repetidas veces con la cabeza — Me gusta la iniciativa, Dexton.

    — Sabes que soy la mejor opción — Dijo el que era uno de los tres sabios que quedaban con vida, contando al actual líder thuniano — Cyprus no se esperará un golpe de alguien tan próximo.

    — Hazlo, pero ve con precaución. Sé que tú y el otro sabio le servís como ayudantes, pero no considero que sea sencillo cumplir tu propósito.

    — Si es necesario, morirán ambos sabios.

    — Vaya, Dexton, eres el primer anciano thuniano que me da verdaderamente miedo — El que fuera antaño multimillonario sonrió pícaramente — Eso si, no me gustaría que te pasara nada. Tus visiones podrían sernos útiles para lo que venga. De hecho, ¿has visto algo recientemente?

    El sabio Dexton se tomó una pausa y por ende un silencio que todos mantuvieron, mientras sus miradas se centraban en él. Adam se cruzó de brazos y cambió su semblante risueño a uno más serio e intrigado. Su ceño fruncido no tardó en ser testigo de la respuesta.

    — Lo único que he logrado percibir estos últimos dos años tras la guerra contra los Veerham... — El sabio thuniano tenía la mirada gacha, como si hiciese introspectiva — ...es que surgirá un gran cambio en la Alianza y por ende, en las vidas de todos. No sé si eso será un buen augurio o un mal presagio.

    [...]
    ...con una noticia de última hora, ocurrida en la noche de ayer. La ciudadanía está conmocionada al saber que la gobernadora de la humanidad y uno de nuestros líderes de la Alianza, Snow Carver, sufrió un asalto violento en las cercanías de su vivienda. Se desconoce la identidad de los agresores, aunque sabemos que la hija de la gobernadora, Gina Crane, pudo ver que eran un total de diez individuos con los rostros encubiertos antes de que estos huyeran. En estos momentos, el comisario Xom se encuentra...

    — ¿Necesitas algo, papá? ¿Tal vez un café?

    — Estoy bien, Gina, no te preocupes.

    — Papá... ¿seguro? — La Crane Carver se encontraba sentada al lado del ex comandante de la expedición de la Nolartis, en un extenso pasillo del hospital de la base militar de Ciudad Anixis — Sé que esto es horrible, no te mientas a ti mismo. Yo lo estoy pasando muy mal.

    — Entonces no me hagas preguntas ridículas — El hombre contestó bastante feo, pero al momento rectificó — Lo siento, mi niña. No estoy bien.

    Gina podría haberse tomado mal esa contestación de quién era su padre, pero comprendía la situación por la que debía estar pasando y recordó que ella tampoco fue especialmente amable cuando él se fue a la expedición hacía ya cuatro años. No obstante, tampoco estaban en la misma situación. Snow estaba hospitalizada en estado grave, debiendo ser inducida a un coma por los médicos para evitarle mucho dolor y sufrimiento. Sin embargo, el pronóstico no era nada alentador tras haber recibido una paliza de parte de varios asaltantes a la vez.

    Con Owen consciente de la situación y en el hogar de los Crane Carver, el hombre se quedaría junto a su esposa, aunque el irrefrenable deseo de ir en busca de aquellos que la habían dejado en ese grave estado estaba más que presente. Aunque su corazón le decía que debía quedarse junto a su mujer, a su lado, confiando en que pudiese despertar eventualmente y mitigar la gravedad de sus heridas. Con una conmoción cerebral, contusiones en la cabeza y el torso y hemorragia interna en el abdomen, la situación para la actual líder no podía pintar peor.

    — Perdonad por la tardanza, he tenido que movilizar a un buen número de mis agentes — Ender apareció rápidamente ante Lill y Gina, quiénes estaban tan sumidos en sus pensamientos que no lo vieron llegar — Apenas me he enterado de lo sucedido, he venido lo antes posible.

    — ¿Has iniciado la investigación? — Preguntó la adolescente, mostrándose seria.

    — Así es, tengo a mis mejores policías en ello — Indicó el comisario de Ciudad Anixis, alguien muy efectivo y capaz en su trabajo — Mientras ellos me proveen de todos los datos que encuentren, yo investigaré personalmente por mi cuenta. Llegaré hasta el fondo de esto, Lill, tienes mi palabra.

    — Sé que harás todo lo posible, Ender — Crane estaba demasiado dolido como para siquiera levantar la vista al frente.

    — Yo iré contigo — Gina se ofreció a ayudar al propio jefe de policía — Cuatro ojos ven mejor que dos y dos mentes piensan mejor que una.

    — En absoluto, Gina. Tú no vas a hacer nada — Le recriminó su padre — De hecho, te irás a casa junto a tu hermano y los Vaalot. Yo me quedaré con tu madre.

    — Por supuesto — Ender se volteó hacia Lill, quién estaba lógicamente deprimido — ¿Estaréis bien aquí?

    — No me pienso alejar de mi mujer — Confirmó el ex comandante de la expedición, mirando fijamente a los ojos de su amigo por primera vez en mucho rato — Encontrad a esos hijos de puta lo más rápido posible.

    — Haremos justicia, amigo mío — Ender estaba decidido a capturar a los individuos que habían intentado un homicidio contra la gobernadora Carver — Lo pagarán.

    — Me alegra que seáis vosotros los que estéis en la investigación — Reveló el marido de la afectada — Porque si yo formara parte, si yo fuera con vosotros... los mataría. No haría justicia, sino venganza.

    — No es lo correcto, Lill, lo sabes — Le recriminó el comisario Xom, aunque comprendía a su amigo — Entiendo que está el precedente de Om, pero actuar así va en contra de lo que siempre hemos querido construir; una sociedad civilizada.

    — Lo sé — Asintió Crane — Mantenme informado, por favor.

    — Lo haré — Ender abrazó afectivamente a su amigo, consolándolo — Vosotros cuidad de Snow. Si la quieren muerta, podrían venir aquí a terminar el trabajo. Estamos en contacto.

    El comisario de policía se despidió de su amigo y de la hija de éste, alejándose cada vez más por el pasillo y adentrándose en el tumulto de gente formada por enfermos y enfermeros, bajo la atenta mirada de un Lill que no se despegaría ni un metro de la habitación de su mujer.

    Snow tendría un cordón de seguridad —su propia familia y la protección de la base militar— para evitar que los asaltantes que intentaron matarla, lo volvieran a intentar de nuevo, aprovechando su estado vulnerable. Mientras tanto, la humanidad estaba temporalmente sin un representante, por lo que las decisiones recaían en el resto de líderes de la Alianza.

    [...]

    Unas horas después

    — Lo de tu madre me recuerda que yo nunca podré volver a ver a la mía.

    Owen se giró instantáneamente al escuchar a su amiga decir semejante cosa, lo que evidenciaba que él no era el único que lo estaba pasando mal por lo que le había ocurrido a Snow.

    No obstante, el chico parecía llevar el dolor por dentro y apenas lo exteriorizaba, cosa que Karla no pudo evitar. Las lágrimas recorrían sus mejillas mientras él la miraba detenidamente con unos ojos vidriosos que parecían haberse contagiado de los de ella.

    Ambos jóvenes de catorce años de edad se fundieron en un cálido y doloroso abrazo mientras fundían sus lágrimas con las del otro, sin percatarse de que en la puerta entreabierta de la habitación yacía el otro mellizo Vaalot, observando la escena con cierta lástima.

    Si bien él tenía una personalidad más distante y seria, eso no quitaba que padeciese la situación de Snow, quién le había acogido a él y a su hermana como dos hijos más.

    — Dejémoslos un rato — Musitó Regina, apareciendo tras el propio Jackon — Sígueme, tenemos que hablar.

    El joven Vaalot se volteó algo sobresaltado para acto seguido, seguir los pasos de la más adulta de los cuatro.

    Tanto la adolescente como el chico salieron de la vivienda y se dirigieron al invernadero, el cual estaba a escasos metros de la casa. El chico no entendía a qué iban a ese lugar, pero pronto sus dudas serían aclaradas. La joven Crane no entró en el invernadero, sino que se fue a la parte de atrás, por el exterior. Una pala yacía clavada en una tierra algo revuelta, lo que evidenciaba que algo había sido enterrado ahí no hacía mucho tiempo.

    — ¿Qué se supone que es esto, Gina? — Intrigado y un tanto preocupado, Jackon observaba como la chica comenzaba a cavar.

    — Ahora lo verás, Jack.

    Apenas unos minutos después de haber llegado y empezado a cavar, la joven Crane Carver había desenterrado una bolsa blanca con cremallera. No era un tamaño muy grande sino más bien medio, por lo que su contenido no debía ser nada especial, pensaba Vaalot. Sin embargo, pronto descubrió que el interior de esa bolsa albergaba algo que no era tan fácil de tener en propiedad.

    Aquello se trataba de un alijo de armas.

    — Mi padre escondió esto aquí cuando regresó de la expedición, hace ya varios años — Contaba Regina, mientras revelaba un Striker, dos Flasher, un Buster y dos dagas de energía — Me dijo que las cosas podrían ponerse feas eventualmente y yo supuse que se refería a la guerra contra los Veerham... pero ahora lo entiendo. Él enterró esto aquí y me lo enseñó, pero nunca lo sacamos.

    — Hasta hoy — Musitó Jackon, viendo con asombro el pequeño alijo de armas — ¿Crees que tu padre se refería al hecho de que por su condición de persona importante podría sufrir algún asalto como con tu madre?

    — Exactamente, estoy convencida de ello. Sino, ¿por qué enterrar esto y no cogerlo durante la llegada de los Veerham al territorio conocido?

    — Cierto, es extraño.

    — ¿Cuál quieres?

    El joven Vaalot observó con detenimiento las opciones que tenía y tras diez segundos, escogió hacerse dueño de un Striker. Gina decidió coger el resto de la bolsa y cargar con ella hasta el interior de la vivienda, donde Owen y Karla se encontraban ahora en el salón principal. Al ver entrar a sus respectivos hermanos, se incorporaron del sofá con caras de sorpresa al ver a Jackon portando en sus brazos un flamante Striker, algo sucio y descolorido.

    — ¿Qué está pasando? — El joven Crane se aproximó a su hermana mientras esta dejaba el alijo de armas sobre la mesita de la sala — ¿De dónde has sacado todo eso?

    — Cortesía de papá — Respondió ella, sin querer dar muchos más detalles — Él se quedará en el hospital con mamá, para asegurarse de que está bien. Nosotros debemos cuidar de nosotros mismos ahora, al menos unos días.

    — No entiendo nada — Karla se veía algo preocupada — ¿Nos van a atacar a nosotros?

    — Podría ocurrir — Su mellizo no dudó en contestar a esa pregunta — No viene mal que estemos preparados para defendernos.

    — Así es, por ello, debéis escoger un arma cada uno.

    Las palabras de Gina sonaban como una orden para Owen y Karla, aunque no iban a ponerle objeciones si sus vidas podían correr peligro.

    A regañadientes, el joven Crane cogió un Flasher, mientras que la joven Vaalot se quedó con el Buster. El Flasher restante sería entonces el arma de la propia Regina y las dos dagas de energía fueron tomadas por ella misma y por Jackon, pues eran los más habilidosos en el combate cuerpo a cuerpo.

    — Sé que puede sonar muy extremista, pero deberemos hacer turnos de guardia nocturnos — Advirtió la adolescente Crane Carver — Sin salir de la casa, obviamente. Dentro estaremos más seguros.

    [...]

    — ¡Vale, ya está bien por hoy! — Un obrero thuniano comenzó a golpear una campana que informaba del final de la jornada de trabajo — ¡Se acabó el turno!

    El ingeniero Bragg observaba desde lo alto de una grúa el aspecto remodelado que iba adquiriendo la famosa arca número cuatro del extinto gobierno humano de La Unión.

    Un soplo de ventisca fresca y el comienzo del atardecer indicaban, junto al constante sonido de la campana, que el arduo trabajo de los obreros había terminado por hoy. El aspecto del arca humana evidenciaba que en el último año había empezado su reconversión hacia lo que sería la gran arca de la que Eeron habló a los principales líderes hacía ya dos años.

    Sin el emisario anixis en el proyecto —ya que se fue en la nueva y última expedición de la Nolartis— pero con él siendo el artífice, el peso de la ambiciosa idea recayó en Wadrak.

    Aunque los planos fueron diseñados por el anixis, el propio neoniano y Lynx, era el ingeniero Bragg quién lideraba la reconstrucción. La idea era utilizar la estructura del arca cuatro, que estaba sirviendo como colonia en Paraíso, para no tener que construir un arca desde cero, ante la falta evidente de materiales tras la breve pero intensa guerra contra Mente Colmena.

    Con ello, se había ganado muchísimo tiempo y avance en el proyecto de la gran arca. Ahora no tomaría tantos años la construcción de semejante nave ya que con el arca cuatro de la humanidad solo debían modificar algunas partes con tecnología anixis, además de los motores, que requerían de un cambio total. No obstante, no requeriría de una cantidad desorbitada de suministros, por lo que en menos de una década, la gran arca sería una realidad. Aunque no todo podría ser posible sin algunos benefactores para el proyecto.

    Antaño siendo la idea de Adam Brant, ahora dependía del dinero de otros millonarios que estuviesen dispuestos a financiar ese proyecto.

    Ingeniero Bragg, la señorita Gallagher solicita reunirse con usted para conocer los avances del proyecto.

    — Entendido, enseguida bajo.

    Wadrak no era muy fan de hablar con los benefactores del proyecto, aunque Raven Gallagher era la que más financiaba el proyecto que años atrás pertenecía a Adam Brant. Por ello, debía reunirse con ella siempre que la mujer lo exigiese. El neoniano bajó por el ascensor de la grúa hasta pisar tierra firme. A su alrededor, los obreros y demás trabajadores estaban recogiendo las cosas para marcharse a sus hogares tras un productivo día laboral. Apenas pudo dar unos pasos antes de encontrarse con la millonaria humana, quién iba acompañada de dos niños.

    — Ingeniero Bragg — Comenzó diciendo la señora Gallagher, que hacía pocos años intentó ser gobernadora de la humanidad, sin éxito — Que gusto encontrarte tan rápido.

    — Desde luego — Contestó el neoniano en un tono algo sarcástico — Dime, Raven, ¿qué te trae por aquí? Nos reunimos junto al resto de benefactores hace unas pocas semanas.

    — Lo sé, pero me gusta hacer visitas personales al proyecto en el que más dinero estoy destinando, a fin de cuentas, quiero asegurarme de que funcione — Raven sonrió forzadamente, mientras señalaba a un niño y una niña que estaban con ella — Creo que no conoces a mi hijo Brandon ni a mi apadrinada Echo. Ambos irán en esa gran arca.

    Wadrak recordaba vagamente a la joven Mercer, quién era huérfana de padres tras Colapso y fue adoptada por un matrimonio neoniano que lamentablemente falleció durante la invasión Veerham en Neonia. Nuevamente, la chica había sido apadrinada, esta vez por una mujer humana, soltera y multimillonaria.

    El joven llamado Brandon si que demostraba ser hijo de la mujer, pues había ciertos rasgos en su rostro que para el ingeniero eran fáciles de identificar. Su sonrisa falsa era idéntica a la de su madre, algo que contrastaba con la seriedad que mostraba Echo en su cara.

    — Vaya, un placer conoceros, chicos — Asintió Wadrak, siendo cortés para acto seguido dirigirse de nuevo a la adulta — Y bien, ¿qué deseas saber, Raven?

    — En la reunión informaste de que cambiar los motores principales requeriría de años, probablemente — Especificó la mujer, dando a entender que ese asunto era algo que la incordiaba — ¿Hay alguna manera de acelerar eso?

    — No hay manera de acelerar algo que de por sí requiere su tiempo.

    — Debe haber alguna manera, Wadrak.

    — Si la hubiera, ya la habría encontrado.

    — Quizá se te pasa algo por alto.

    — ¿Por qué tienes tanta prisa en subir a bordo? — El neoniano estaba incomodado con esa conversación — Tú y los demás benefactores sabéis lo que nos tomará reconvertir ese arca humana en un arca funcional y con la tecnología avanzada anixis.

    — Si te soy sincera — La mujer se aproximó al oído del ingeniero para que los niños no escuchasen lo siguiente que iba a decir — La misión de la Nolartis con la bomba de energía me pone los pelos de punta. Temo que fracasen y esos Veerham regresen aquí.

    — Entiendo tu preocupación, pero es imposible de saber — Indicó Bragg, un tanto molesto por haber requerido de su presencia para dicha conversación — Lo que sí sabemos a ciencia cierta es que la gran arca tardará entre seis y diez años en estar lista. No tienes más opción que aceptar ese dato. Si me disculpa, señora Gallagher... niños.

    Cansado de ser siempre ninguneado y exigido por los benefactores que invertían su dinero en el proyecto de la gran arca, Wadrak se marchó dejando a Raven con la palabra en la boca. Si bien él no acostumbraba a actuar así, estaba estresado por el trabajo y lo que menos necesitaba era a alguien metiéndole prisa con algo que no podía ir más rápido.

    Eran tiempos difíciles para la sociedad que conformaba la Alianza Interestelar de Especies.

    [...]

    La noche había caído en la vivienda de los Crane Carver en lo que era el primer día transcurrido desde el intento de asesinato contra la gobernadora humana.

    Sin adultos en la casa y conscientes de la posibilidad de estar en peligro, los jóvenes que convivían en la casa decidieron armarse y protegerse de la manera que habían sido enseñados en la academia de formación de la AIE.

    La guardia le tocaba inicialmente, por sorteo, al joven Crane. El chico sujetaba el Flasher que había escogido del alijo de armas que su hermana introdujo en el hogar mientras patrullaba en el salón de estar. Las persianas estaban mínimamente bajadas pero tenían una rendija por la que asomarse y otear el exterior, iluminado por pequeñas luces plantadas en el jardín y los alrededores.

    Sumido en sus pensamientos, los cuales eran todos temores sobre que su madre no despertase del coma inducido nunca más, o en su defecto, que muriese oficialmente por no superar sus traumatismos, le tenían en vilo. Sin embargo, estaba tan enfrascado en sus pensamientos que no se percató en primera instancia de unos extraños ruidos en el exterior. Pasos sobre la hierba que evidenciaban la llegada de alguien.

    — ¡Owen! — Jackon apareció detrás de su amigo, susurrándole fuerte para sacarlo de su trance — ¡¿Qué mierda haces?! ¡¿No oyes eso?!

    — ¿Qué? ¿El qué?

    Apenas hizo las breves preguntas, Owen escuchó junto a Jackon esas pisadas que ya se encontraban en el porche de la entrada y por ende en la puerta principal.

    Ambos jóvenes se cubrieron a ambos lados de la sala de estar, uno tras el sofá y otro tras el mostrador de la cocina, que conectaba con el salón. Cuando se esperaban una irrupción repentina en la casa, en su lugar recibieron unos golpes suaves en la puerta. Tan inesperados como extraños, el joven Vaalot le indicó al joven Crane con un gesto que él tomaría el avance en el asunto y que éste le cubriese por si ocurría algo.

    — ¿Quién es? — Preguntó Jackon, aproximándose a la puerta con el Striker en alto.

    — ¿Jackon? — La voz era femenina y fue rápidamente reconocida por los chicos — Hace frío aquí fuera, ¿me puedes abrir?

    El joven Vaalot abrió lentamente la puerta y cruzó miradas con Echo, que se encontraba en la entrada. El chico le indicó que pasara mientras ella observaba, sorprendida, como sus dos amigos portaban armas estándares del ejército de la Alianza. El pequeño alboroto despertó tanto a Gina como Karla, que bajaron inmediatamente las escaleras, armadas con sus respectivas armas.

    — ¿Qué está pasando aquí? — La joven Mercer no entendía todo aquel armamento.

    — Es por seguridad — Contestó Jackon, cerrando la puerta tras ella — ¿Y tú? ¿Por qué has venido?

    — No me gusta vivir en la casa de los Gallagher, ya lo sabéis — Explicó la chica, algo cabizbaja — Además, Brandon es muy molesto. Solo quiere regalarme flores y decirme lo bien que me queda el vestido estampado que me ha comprado su madre.

    — Ese tipo es medio idiota.

    La respuesta de Jackon no pasó inadvertida para los demás, que se echaron a reír no solo por el comentario, sino conocedores de que el mellizo siempre tuvo un interés especial por la chica y aquello sonó a celos. Tras unos segundos de risas, la joven Mercer fue invitada a ponerse cómoda. Ya desvelados, los cinco adolescentes decidieron sentarse en el salón principal y hablar entre ellos. No obstante, con el paso del tiempo el sueño volvió a sus cuerpos y uno por uno se fueron a dormir, hasta que únicamente se quedaron Jackon y la propia Echo.

    — Me voy a la cama — Gina bostezó y estiró sus brazos hacia el cielo — Buenas noches, chicos.

    — Buenas noches — Dijeron ambos al unísono.

    Con la ausencia de Gina y previamente la de Owen y Karla, ambos jóvenes se quedaron a solas.

    No habían interactuado mucho durante los últimos meses, aunque tras la guerra en el territorio conocido contra los Veerham, estuvieron conviviendo todos juntos durante un tiempo. Finalmente, Echo obtuvo una familia de acogida ya que Lill y Snow no podían permitirse más gente al adoptar a los mellizos Vaalot Tidder en honor y favor a la fallecida Arva.

    — ¿Qué tal es vivir con una familia rica? — Preguntó repentinamente el hijo de la mujer de la Luna — Seguro que tendrás todo lo que pidas, ¿no?

    — No pido nada, Jack — Musitó ella, algo desanimada — Desde que perdí a mis padres verdaderos y luego a mis padres neonianos, siento que he perdido el interés por formar parte de una familia. Preferiría estar sola... o con alguien especial.

    — Ya, te comprendo — El chico asintió — Yo he vivido sin padre desde que nací, pero perder a mi madre ha sido... todavía me despierto algunas noches pensando en buscarla y decirle algo, pero entonces me doy cuenta de que ya no está.

    — Esos malditos Veerham...

    — Me hubiese gustado estar en esa expedición de la Nolartis, aunque por edad era imposible.

    — Pues ya somos dos — Dijo Echo, mostrándose vengativa — Espero que la comandante Ripley y los soldados que fueron con ella acaben con esos seres para siempre. Merecen la extinción absoluta.

    — Así es — Musitó él, que de pronto cambió de tema — Oye, Echo, ¿es verdad eso que dijiste la última vez que hablamos?

    — ¿El qué?

    — Que te irás en la gran arca cuando esté lista.

    — Eso quiere mi madr... eso quiere Raven.

    — Pero, ¿tú quieres eso también?

    Esa pregunta indujo en Mercer una pausa de silencio que mantuvo a Vaalot en vilo durante unos segundos, esperando una respuesta.

    — Creo que sí — Murmuró ella, confirmando que esas eran sus más que probables intenciones en un futuro — Ya no me queda prácticamente nada aquí. Un nuevo comienzo podría servirme.

    — Entiendo.

    — ¿Y tú? ¿Qué tienes pensando hacer en el futuro?

    — Mi idea en principio es quedarme y ayudar a que Paraíso sea seguro para la gente y para los niños. No quiero que otros pierdan lo que yo perdí.

    — Eso es precioso.

    — Solo sigo el ejemplo de mis padres.

    — Eso es aún mejor, Jackon.

    Echo estaba cansada de disimular e inhibir sus sentimientos, por lo que aprovechó la soledad de ambos y el hecho de que estaban manteniendo una conversación íntima para acercarse a Jackon. El chico vio el movimiento y se puso nervioso, pero para nada se esperaba que la chica le plantase un simple beso en los labios. El joven Vaalot se quedó bloqueado durante unos instantes en los que la joven Mercer se avergonzó por haber hecho eso, levantándose bruscamente y decidida a marcharse, saliendo repentinamente por la puerta.

    — ¡E-Echo, espera!

    Él se incorporó rápidamente y la persiguió hasta el jardín de la vivienda, donde las pocas luces iluminaban el lugar bajo la absoluta penumbra de la noche. Ella detuvo sus pasos y se volteó, con los ojos vidriosos.

    — L-lo siento, Jackon, yo...

    — Perdóname, Echo — El chico se aproximó a la chica y la tomó de las manos, demostrando una madurez más que asombrosa para su edad — La verdad es que yo también tengo sentimientos por ti.

    — ¿En serio?

    — Sí, de veras. Pero tengo miedo.

    — ¿Miedo? ¿De qué?

    — De perderte — Se sinceró el joven Vaalot, abriendo su corazón como muy pocas veces había hecho a lo largo de su corta vida — Sé que con los Gallagher estás bien y eso me deja tranquilo. Pero saber que te vas a ir en esa arca y no te volveré a ver...

    — No he dicho que sea seguro, solo que es una posibilidad que tengo muy presente — La joven Mercer estaba sonrojada al ver como su interés amoroso se abría sentimentalmente con ella — Además, faltan años para ver que pasa con el arca.

    — No es solo eso. He perdido a mi padre incluso antes de que naciera. Mi madre fue a pelear por mi futuro y el de mi hermana y murió. Tú casi mueres también en Neonia. El enemigo sigue ahí fuera y temo que regrese. Temo verte morir como temo que le ocurra a mi hermana y a mis amigos. Estoy verdaderamente aterrado cuando lo pienso.

    — No tengas miedo, Jackon. Yo estoy contigo.

    Echo se abrazó fuertemente al joven Vaalot, quién correspondió dulcemente el gesto mientras las lágrimas recorrían sus heladas mejillas en el frío exterior de la vivienda, evidenciando que Paraíso estaba en su etapa invernal. Un comienzo del invierno artificial que propició que en aquel jardín cayesen los primeros copos de nieve.

    Una nieve suave que también se posó sobre los hombros del abrigo de Brandon Gallagher, presente en los alrededores de la casa de los Crane Carver con el rostro serio y un tanto triste por ver a Echo junto a Jackon.
     
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