Ciencia ficción Los Viajeros Vol. 2: El nuevo imperio

Tema en 'Novelas' iniciado por Manuvalk, 14 Febrero 2025 a las 12:16 PM.

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  1. Threadmarks: Una breve historia del futuro
     
    Manuvalk

    Manuvalk el ahora es efímero

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    Título:
    Los Viajeros Vol. 2: El nuevo imperio
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    8072
    Bienvenidos/as a la continuación de Los Viajeros, historia que comencé a escribir en 2017 y que el año pasado concluyó tras diez partes y varios capítulos especiales/historias secundarias que engrandecieron de por sí este maravilloso universo ficticio (todas los links e información están en mi blog).

    Para entender al 100% algunas cosas, recomiendo leer la historia principal, pues Los Viajeros Vol. 2 constará de seis partes y habrá muchas cosas que tendrán un enlace directo con su predecesora, más allá de otros detalles que podrían pasar desapercibidos para los lectores que no tengan el trasfondo necesario.

    No obstante, esto también sirve como una bocanada de aire fresco y en cierto modo es un nuevo comienzo, así que tampoco es una obligación imperiosa la lectura de lo previo. Lo primordial es disfrutar de esta nueva historia en el universo de Los Viajeros y estoy seguro que mi querido amigo Agus estresado lo hará encantado, ya que siempre ha sido el primero a la hora de conocer más sobre el futuro de esta continuación.

    Antes de dejaros con la lectura, solo avisar de que la publicación de futuros capítulos no será semanal, sino probablemente mensual, ya que a día de hoy estoy escribiendo el resto de capítulos y como entenderéis, hay muchas más ocupaciones en la vida de un adulto. Pero esto será temporal, ya que una vez tenga toda la parte hecha, la publicación será semanal como lo fue con la historia principal.

    Sin más que añadir, espero que disfrutéis del comienzo de una nueva página de Los Viajeros.




    LOS VIAJEROS VOL. 2: Parte I: El nuevo imperio

    "El universo espera, inagotable, invitador" — José Luis Borges.


    Sinopsis: Cincuenta y cuatro años después, la gran arca llega a su destino: un mundo que alberga a los supervivientes anixis de la guerra milenaria que libraron contra Mente Colmena. Con esa leyenda ahora en el pasado, los colonos de la Alianza empezarán de nuevo junto a sus ‘creadores’. No obstante, la convivencia no será fácil, ya que no todos están dispuestos a ella, especialmente aquellos que culpan a los anixis de todos los males que han sufrido sus especies a lo largo de su existencia. Con la paz como principal objetivo, nuestros jóvenes protagonistas se establecerán, casi forzados por las circunstancias, como los artífices de mantenerla. Sin embargo, ¿podrán huir de la historia que han dejado atrás y mantener el legado de Los Viajeros? ¿O será precisamente esto el detonante de que la historia vuelva a repetirse?







    Una breve historia del futuro




    Nunca conocí a mi padre. Mis primeros recuerdos son con mi madre y mi hermana. Ellas fueron mi única familia hasta que llegaron los Veerham al territorio conocido y mataron a mi madre. Es extraño, volver a sentir ese vacío incluso a años luz de distancia del lugar en el que me sentí así. Pensaba que subirme a bordo del arca y alejarme de mi pasado serviría, pero supongo que no es así; lo llevo conmigo. Cargo con ello. Vuelvo a sentir ese vacío y no comprendo el porqué. Solo sé que hay días donde el silencio me da esa paz que ansío; también las vistas de la colonia desde el acantilado, los entrenamientos con mi bastón, la risa de Karla o los abrazos por la espalda de Echo. En esos instantes me siento en casa, como si nunca me hubiese ido de aquel hogar en la playa que mis padres crearon con esfuerzo y amor. Aún siento el agua del mar acariciando mis pies, la orilla húmeda y mis huellas borrándose conforme el mar las cubre. Entonces ahí, cuando mi mente evoca esa imagen, me siento en paz. Pero de pronto, noto ese vacío. Mis padres no están. Jamás volveré a ver esa playa pero si algo sé seguro, es que honro a ese niño que fui; voy a proteger a aquellos que considero mi familia porque ese siempre fue mí propósito. El mismo que tuvieron mis padres. Y cada vez que sienta ese vacío, me aferraré a mis seres queridos. Si estoy aquí no será por mí, sino por ellos. Esté donde esté, lucharé por los míos.


    El pelo lacio le cubría los ojos mientras caminaba con la mirada perdida en sus pasos.

    Avanzaba a un ritmo moderado, pero los guardias que le sujetaban por ambos brazos quisieron hacerle sentir la deshonra de ser expuesto al público, ralentizando el trayecto. La gente, de pie a los lados pese a tener unos extensos bancos como asiento, formaba un pasillo para que el hombre pudiese dirigirse hacia su destino; le esperaban cinco figuras que determinarían su castigo.

    Los gritos de la multitud, en su mayoría de ciudadanos de la principal colonia del planeta, apenas eran percibidos por el oído del joven, tan sumido en su ciudadela interna que no apreciaba el odio que había germinado incluso en algunos de sus homónimos.

    — ¡Alguien como tú no representa a las especies de la Alianza!

    — ¡No mereces ni ser juzgado! ¡Exigimos condena a muerte para el humano!

    — Deberías haberte quedado en Paraíso.

    Cuando los guardias lo colocaron ante los jueces y uno de ellos se incorporó con parsimonia, el silencio se hizo en la sala. Los demás, a excepción de uno que mostraba un semblante triste al observar al chico, miraban a su principal representante. Los ciudadanos tomaron asiento, recibiendo fugazmente los rayos de sol que se filtraban por la cúpula que era sostenida por diversos pilares en forma de espiral, haciendo que todo el lugar tomase un aura imponente pero majestuosa.

    El humano tenía a sus guardias rodeándole, pero ahora nadie le sujetaba; solo unas esposas magnéticas que impedían que pudiese separar sus muñecas para su libre albedrío.

    — ¡Los juicios en este mundo y esta sociedad siempre son expuestos al público! — Reveló el ser que se incorporó ante todos, siendo un anixis de avanzada edad, el cual vestía con una especie de túnica roja que lo diferenciaba de los otros cuatro que tenía sentados a ambos lados — ¡Pero este juicio en especial no es un juicio cualquiera! ¡Es el primer asesino alienígena en nuestro santuario!

    Los gritos y los abucheos, principalmente por parte de los anixis presentes, no se hicieron esperar.

    Sin embargo, contra todo pronóstico, el resto de los miembros de otras especies que se hallaban ahí, apoyaron los ataques verbales de aquellos que les acogieron hacía exactamente tres años, cuando la gran arca llegó tras más de cincuenta años de viaje entre el territorio conocido —el viejo imperio anixis— y el nuevo imperio.

    — ¡Pero esto no trata sobre las especies de la Alianza, seres que en su mayoría han venido aquí en busca de una vida próspera y pacífica! — Aquel anixis volvió a captar la atención de la gran aglomeración de gente que apenas cabía en aquella extensa sala — ¡Asesinos ha habido siempre, pero nuestra sociedad había purgado esa mancha de nuestro legado! ¡Este ser humano ha traído esa mancha al presente y será castigado por semejante acto malévolo contra uno de los nuestros! ¡Levántense, representantes y gobernantes, conmigo! ¡Levántense, ciudadanos de toda Ibos! ¡El veredicto en base a las leyes de la Casa Superior es claro!

    El humano alzó la vista por primera vez desde que estaba allí, observando como los cinco representantes del Consejo Superior —el organismo gubernamental de la sociedad anixis— se incorporaba ante la petición de aquel que, dado su rango de principal gobernante, tenía la última palabra en la toma de decisiones.

    Aunque en este caso no había decisión tomada, solo la ejecución de una ley estricta basada en la estabilidad y el orden de la sociedad. El veredicto había sido escrito hacía muchísimos siglos pero hacía años que no se veía su imposición en la próspera colonia anixis a la cual fue invitada la Alianza, un mundo jardín llamado Ibos.

    Todos los presentes en la Casa Superior —lugar de residencia de los líderes y templo sagrado donde se tomaban las decisiones para la prosperidad de la sociedad— estaban ya de pie, en completo silencio, pero deseando que el representante principal —o superior, como le llamaban algunos— formulase las palabras descritas en lo que era la Constitución del Orden de los anixis.

    — ¡Jackon Vaalot, por el acto de arrebatarle la vida a uno de nuestros emisarios, símbolo de la unión entre los anixis y las especies aliadas…! — El representante superior lo miró directamente con sus ojos profundos y oscuros, evidenciando la rabia en las arrugas que se formaron en su rostro — ¡…eres condenado al exilio! ¡Jamás podrás regresar ni a este mundo ni a ninguna de las colonias anixis! ¡Desde ahora, eres un exiliado y tu estancia aquí es considerada un insulto a todo lo que hemos construido! ¡Hoy será tu último día bajo el ala de la sociedad que anixis y aliados han creado!

    Las palabras del consejero superior generaron una ola de celebración rabiosa por el veredicto dado.

    La muchedumbre se agolpó contra el altar al que Jackon había sido llevado tras subir unas escaleras y colocarse frente al Consejo Superior. Los guardias volvieron a tomarle de los brazos con una fuerza excesiva, mientras el semblante serio de Vaalot evidenciaba una entereza absoluta.

    Sus seres queridos no estaban felices a escasos metros de él, pero tenían prohibido acercarse hasta que estuviese a punto de partir al exterior del planeta. El hombre se volteó hacia ellos y sin mostrar ningún atisbo de emoción en su rostro, murmuró unas palabras.

    — Cread un nuevo imperio surgido del viejo.

    […]

    Unas semanas antes…


    Jackon abrió los ojos en cuanto el primer rayo de sol que se filtró por la ventana, le acarició el rostro.

    El chico, de veintisiete años de edad, se desperezó en la misma cama durante un largo minuto hasta que decidió incorporarse. Sentado en el borde de esta, el joven Vaalot volteó a ver el otro lado, donde debería estar su pareja. Sin embargo, ese lado de la cama estaba vacío. Pero no era extraño, puesto que Echo tenía una gran responsabilidad diaria debido a su nuevo puesto de trabajo, por lo que Jackon sabía de su ausencia a esas horas tempranas. La mujer no había pasado la noche en casa, pero tampoco era la primera vez que lo hacía.

    El chico se dirigió desde el cuarto hasta el baño, con el objetivo de asearse un poco. Abrió el grifo de la ducha mientras preparaba su ropa para el día, esperando que el agua empezase a salir caliente. Una vez terminó de arreglarse, fue a la cocina para hacerse el desayuno. Un buen café matutino para despertarse del todo junto a unas tostadas sencillas con aguacate y queso. El aguacate no era ello como tal, sino que los humanos lo llamaban así, pero era un fruto cultivado en el planeta por los anixis y dada su similitud tanto en aspecto como en sabor, optaron por darle ese nombre sin ningún miramiento.

    Tras vestirse y desayunar, Jackon emprendió el camino hacia el exterior de su vivienda. Antes de salir, se colocó una chaqueta abrigada de color marrón oscuro y un poco de perfume en el cuello, además de verse en el espejo próximo a la puerta, comprobando que estuviese todo en orden. Ya fuera, el silencio de su hogar dio paso al bullicio que da comienzo al mismo tiempo que lo da el propio día y por ende, los quehaceres de todos los ciudadanos.

    Las lanzaderas le sobrevolaban a toda velocidad, a una altura considerable pero no por ello dejando de ser impresionante, aunque el sonido de sus propulsores era casi imperceptible al oído. Jackon cruzó la pequeña parcela de jardín que contenía su vivienda y así, se unió al flujo de gente que caminaba de un lado a otro por la calle. Él, al igual que la gran mayoría de colonos que llegaron en la gran arca hacía ya casi cuatro años, vivía en un barrio residencial de pequeñas pero acogedoras casas. Estos barrios se replicaban en varios bloques y se hallaban a las afueras de las ciudades que habitaban los anixis, siendo Vianus aquella en la que residía el joven Vaalot.

    Vianus era la primera ciudad que los anixis construyeron a su llegada a Ibos, su mundo colonial. Hogar de aquella única arca que escapó de las garras de Mente Colmena en el viejo imperio, su desarrollo fue gradual y su expansión se dio previa a la llegada de la gran arca de la Alianza. Al ser la ciudad principal del mundo, se convirtió en su capital y por ende, el núcleo urbano con mayor población, además de ser el centro de operaciones de la sociedad y la residencia de la Casa Superior, donde los principales representantes gubernamentales debatían y decidían sobre el porvenir de todo lo construido.

    La segunda ciudad recibía el nombre de Astea, no muy alejada en cuanto a distancia y pese a ser algo más pequeña que Vianus, contaba con muchas áreas verdes y montaña, lo que la convertía en un hábitat más tranquilo y apacible. Tenía menos tránsito de gente y el trabajo en dicha ciudad era menos, aunque los anixis se tomaban extremadamente en serio el mantenimiento y el cuidado de la naturaleza, algo que tuvieron que aprender desde el principio los humanos, neonianos y sylerianos que llegaron en la gran arca.

    Cainia era la tercera y última ciudad construida en el planeta, ya que los anixis no eran un número muy alto cuando llegaron. No se requería de más construcciones ni edificaciones, por lo que esta ciudad fue creada en las proximidades del mar más grande de Ibos y por ello, estaba muy alejada de Vianus y Astea. Obviamente, debido a su lejanía era la ciudad menos habitada del globo aunque también era la más visitada por el turismo, ya masificado por la llegada de las subespecies.

    Jackon esperaba el transporte público, ya que el vehículo personal lo tomaba Echo para irse hasta el cuartel militar de la Alianza, ubicado en una zona más a las afueras de Vianus. Por suerte la espera no duró mucho, algo que agradeció el chico, sintiendo un aire frío que avisaba de la llegada del invierno en Ibos. El clima en el planeta era muy similar al de la Tierra, como el de cualquier mundo jardín, por lo que acostumbrarse a veranos e inviernos no fue un gran problema para ninguna de las especies recién llegadas.

    La lanzadera autobús se llevó consigo al joven Vaalot y a otros muchos más, dejando a cada uno en su correspondiente parada. El vehículo era conducido por una IA, lo que inicialmente sorprendía a algún que otro antiguo que solo veía a las IA’s en situaciones puramente militares. Una vez llegó a su destino, el cual era la entrada a la base militar de los aliados, el hombre se bajó. Ya frente a la puerta de entrada solo tuvo que identificarse, colocándose frente a un sensor facial que confirmaba quién era.

    Jackon Vaalot Tidder, estatus de soldado de la Alianza reconocido. Proceda a acceder al recinto y recuerde las medidas de seguridad implem…

    — Que sí, que sí…

    Vaalot accedió al interior, un extenso lugar que bien podría parecerse al Sector 0 de Neonia o a la propia base militar de Ciudad Anixis en Paraíso. El soldado tuvo que andar más de un minuto en dirección recta para llegar a la entrada del edificio principal.

    Allí, dos de los guardias de turno se acercaron a saludarle en cuanto lo vieron.

    — Buenos días, comand…

    — Ya no tienes que llamarme así, soldado — Le dijo repentinamente Jackon, con cierto tono a reproche — Soy un soldado más, como vosotros.

    — Claro, disculpa, Jackon — El otro de los guardias tomó la iniciativa, viendo que su compañero acababa de meter la pata — Ten un buen día.

    — Igualmente para ambos.

    El joven Vaalot, que se subió a la gran arca como flamante comandante del ejército de la Alianza —ejército a bordo del arca exclusivamente—, llevaba unos pocos meses siendo un simple soldado raso por petición personal. Aunque no había conflictos ni antes ni después de llegar a Ibos, Jackon debía ocuparse durante mucho tiempo en su trabajo, además de ser cien por cien responsable de sus soldados y de lo que pudiesen hacer. Habiendo sido cerca de ocho años el comandante, decidió meses atrás dar un paso al costado. Por rango y veteranía, la propia Echo se convirtió en su sustituta, algo que la ilusionaba enormemente, aunque la apenaba viendo que su chico decidía dejar un cargo que se había ganado con méritos propios en la academia y graduación en Paraíso.

    Pese a su juventud, tenía una personalidad que le hacía parecer más veterano y era muy admirado por los soldados del ejército de la Alianza, incluso por los más mayores que él. Pero a veces, lo que quieres resulta no llenar ese vacío que sientes y eso es justo lo que le ocurría a Vaalot.

    — Jackon, ¿vienes a verla?

    — Sí, ¿está aquí?

    — Acaba de llegar de las pruebas en el bosque que utilizamos para práctica y táctica — Una soldado veterana se aproximó a su ex superior — Avisaré a la comandante Mercer de tu presencia.

    — Muchas gracias.

    Mientras el joven Vaalot aguardaba la llegada a esa sala de su amada, comenzó a ver las fotos colgadas en la pared. Imágenes de los soldados de la Alianza que formaron parte del viaje en la gran arca, pero también imágenes de soldados honorables en la historia de la AIE como el comandante Lill Crane, la comandante Ashley Ripley o el subcomandante Lio Santos, entre otros soldados.

    A excepción de este último, que murió destruyendo definitivamente a la bacteria Veerham en su mundo de origen, Jackon pensó en que personas tan ilustres como Lill o Ash estarían ya muertas.

    Cuando él subió a la gran arca, ellos ya tenían o superaban los cincuenta años de edad, y habiendo pasado más o menos esa cantidad de tiempo con el viaje del arca, daba por supuesto que ya no vivirían. Ese pensamiento le hizo sentir nostálgico, triste, pero al mismo tiempo le hizo ver que el paso del tiempo es inevitable, por mucho que te criogenices o viajes a la otra punta de la galaxia.

    Nada te salva del paso del tiempo. Tienes las horas contadas.

    — Últimamente estás más pensativo que de costumbre.

    Esas palabras trajeron a Jackon de vuelta al presente.

    Echo se acercaba a su novio con una media sonrisa, hasta colocarse ante sus ojos y brindarle un beso, seguido de un cálido y lento abrazo de esos que reconfortan el alma. Él, en ese preciso instante y habiendo rememorado a personas que se quedaron atrás, sintió una mezcla de estar en casa pero ser un completo extraño. Ella sabía que él no estaba en su mejor momento mentalmente, motivo por el cual decidió prescindir del cargo de comandante. Sin embargo, entendía que era normal. Las vidas de ambos no habían sido nada fáciles desde sus infancias y había momentos en el presente en los que esas heridas se abrían más que de costumbre, y había que sentirlas, dejarlas estar y dejarlas ir cuando ellas considerasen.

    — Estaba viendo esas fotos y… ver a Lill, Ash… — El soldado Vaalot parecía mirar hacia el cielo, como si supusiese que había algo ahí — Me pregunto que habrán hecho estos últimos cincuenta y cuatro años, además de haberse muerto, seguramente.

    — Espero que hayan podido tener una vejez tranquila, es lo que se merecían después de todo lo que lucharon por el futuro de nuestra especie y de la Alianza — Expresó la comandante Mercer, quién también apreciaba a todos esos héroes — Seguro que habrán sido felices hasta el final. Y estoy segura de que gente como Gina y Vraco estarán liderando una etapa pacífica y próspera en Paraíso. A veces los echo de menos, a aquellos que conocimos pero se quedaron…

    — Parece que no soy el único nostálgico — Jackon se arrimó a su novia y la agarró de la cintura, sonriendo y decidido a cambiar de tema — ¿Qué tal han ido las pruebas en el bosque?

    — Pesadas y accidentadas — Contestó ella, visiblemente cansada — Algunos heridos con el fuego de cobertura. El plasma de los Flasher ha provocado algunas quemaduras que podrían haber sido peor y nuestros Striker están muy afilados con las últimas balas de ese titanio extraño que nos han dado los anixis. No sé de qué planeta del sistema lo han sacado, pero si te da una bala de esas, entra y sale de la armadura como un cuchillo traspasa un sandwich.

    — Me imagino que el equipo de ingeniería estará buscando un diseño de armadura que pueda resistir esas balas, ¿no? — El joven Vaalot estaba hablando del campo que más le gustaba y eso se evidenciaba en su entusiasmo en la voz — No podemos tener un arma mortífera en nuestras manos sin saber como contrarrestarla nosotros mismos.

    — Claro, amor mío, están en ello — Sonrió Mercer, consciente de que su chico había nacido para servir y proteger como soldado, fuese en el rango que fuese — Deberías venir a las siguientes pruebas.

    — Tal vez lo haga.

    — Agradecería la compañía…

    — Te he echado de menos estos días que has estado fuera de casa — Jackon se veía contento y cabizbajo, algo que lo hacía ver contrariado.

    — Y yo, pero esta noche me voy a quedar sí o sí y vamos a tener una cena especial — Echo sonaba impaciente porque llegase ese momento — Ya sabes que estos meses estamos con estas pruebas por orden del Consejo Superior y tienen a algunos de sus emisarios pendientes, obviamente por el tema de explorar otras potenciales colonias… Pero trataré de estar más en casa, te lo prometo.

    — También quería hablar sobre la exploración de los emisarios — Al decir eso, Vaalot comprobó que el semblante de Mercer se tornó serio — Ya sabes que…

    — Lo hablamos mejor esta noche mientras cenamos, ¿te parece? — La comandante del ejército de la Alianza suponía por donde iba a ir la conversación, así que prefirió dejarla para otro momento, uno más relajado y distendido como el de la cena por la noche.

    — Claro, cariño. Esta noche cenamos y lo hablamos.

    […]

    Tras la llegada de las especies aliadas a Ibos, se mandó construir a las afueras de las ciudades unas áreas de invernaderos en las cuales se cultivaban frutas y verduras con las semillas que la gran arca de la Alianza trajo consigo. El motivo de no plantarlas en el suelo de la colonia anixis radicaba en que estos no querían profanar directamente su tierra con materiales orgánicos provenientes de otros mundos, dejándola exclusivamente para la propia comida que el planeta proveía. Por ello, las especies aliadas tenían sus propias cosechas, aunque eso no significaba que los anixis no comerciasen por probar así algunos de los manjares de la extinta Tierra o de Neonia y los aliados hacían lo mismo, descubriendo que la fruta y verdura que consumían los anixis era, en su mayoría, exquisita y de gran calidad por su aporte calórico.

    La temperatura debía ser la adecuada en los invernaderos para tener la garantía de que lo cultivado —en función de en que estación creciese— se desarrollase en óptimas condiciones. Gracias a la tecnología anixis, de por sí algo más avanzada en la colonia dado el progreso de estos seres, hacer esto no implicaba un gran costo de recursos. En dichos lugares trabajaban humanos, neonianos, sylerianos e incluso anixis colaborativos con la Alianza de la cual ya formaban parte, aunque era un secreto a voces que el Consejo Superior había tomado el mando total del gobierno casi desde el primer día.

    En uno de los invernaderos a las afueras de Astea, la segunda ciudad colonial del planeta, se encontraba trabajando Owen Crane Carver. El segundo hijo de los dos exploradores, gratamente reconocidos por la mayoría de la gente por sus hazañas en el pasado, había escogido un trabajo humilde y desapercibido. Esto no era una casualidad; el joven no quería ser adulado por otras personas por el simple hecho de ser quién era. No era extraño encontrarse gente que le saludaba con afecto, como si le conocieran, rememorando el legado de sus padres. Cansado de oír aquello, Owen prefirió ‘esconderse’ en la segunda ciudad de Ibos, en un trabajo para el cual se formó en Paraíso durante sus años en la academia.

    — Owen — Una voz detrás suya le hizo detenerse por completo en su trabajo — Tienes visita.

    — Voy — Contestó él, dejando a un lado la talla de maizal que estaba llevando a cabo — ¿Quién es?

    — Tu chica — Le dijo el tipo, un capataz humano que por el tono de voz, no parecía feliz de tenerlo en la zona — Recuérdale el horario de visita para la próxima vez, que estamos en jornada laboral…

    — Lo que tu digas — Musitó el joven Crane mientras veía marcharse a su jefe — Capullo.

    Owen dejó las herramientas a un lado y se dirigió a la salida del invernadero, el cual era un lugar extenso.

    Unos grandes focos ubicados en el techo proporcionaban la luz y el calor a las distintas secciones donde se cultivaban diferentes cosas. Tuvo que moverse por varios pasillos casi idénticos, laberínticos, hasta llegar a la compuerta de salida. Allí, cuatro soldados de la Alianza apostillados como guardias —fueron puestos allí tras algún intento de saqueo por parte de algunos ex trabajadores— le abrieron la puerta mediante un código que él desconocía, para acto seguido salir al exterior.

    — Joder, hace frío aquí fuera — Murmuró Owen, encontrándose de bruces con su pareja — En cuanto pasas unas horas ahí dentro, te acostumbras al calor sofocante de esas malditas luces.

    — Amor, estás ahí porque quieres — Le indicó Karla, que tras una pausa en la cual le plantó un dulce beso, retomó la conversación — Tienes otras opciones en las que trabajar, si quieres.

    — No me quejo, si es lo que piensas. No me desagrada esto, es solo que las condiciones podrían ser mejores y el capataz alguien con más cerebro, pero por lo demás, está bien. Ya sabes, gano bastantes alianzas y ya le tengo echado el ojo a una casa en Cainia, a primera línea de playa…

    — ¡Owen…! — La joven Vaalot le golpeó con ternura — Ya te dije que está bien donde vivimos. Yo también gano un dinero considerable y…

    — Te quiero comprar esa casa porque sé que te recuerda a aquella en la que viviste con tu madre — Se sinceró el chico, tomándola de las manos mientras la miraba fijamente a los ojos — Y me haría ilusión ir allí, siempre y cuando accedas.

    — No es solo eso, ¿verdad? — Aunque a la mujer le hacía ilusión una casa así, no era prioridad, y además sabía que había otro motivo más — Te quieres alejar más y más de los demás. De la gente que te para recordándote lo increíbles que fueron tus padres y…

    — Karla… tú viniste con la familia que te quedaba. A mí todos me recuerdan a mi familia, a lo que dejé atrás — Visiblemente algo afligido, Owen agachó la cabeza — Mis padres, mi hermana… ellos lo significaban todo para mí. Y sí, vine porque mis deseos de aventura eran más grandes que mi amor por ellos, aunque no sé si está bien decirlo. Tampoco quería estar bajo el ala de su legado, pero es que incluso aquí, la gente me recuerda como el hijo de Lill y Snow. Y yo solo quiero ser Owen.

    — Y lo eres, cariño, lo eres — Karla lo abrazó en un intento por reconfortarlo — Pero huir de los demás, de nuestros amigos… no es la solución. Porque, ¿acaso yo no te recuerdo también a tu familia?

    — Claro que lo haces, pero contigo es diferente — Owen apartó un mechón del rostro de su pareja mientras la tenía a escasos centímetros — Contigo quiero formar una nueva familia.

    — Y lo haremos, amor mío — La joven Vaalot lo miró detenidamente a los ojos mientras sujetaba su rostro con ambas manos — Te quiero, Owen. Gracias por querer ser parte de mi familia.

    — Siempre lo he querido y siempre hemos sido familia — Añadió él, justo antes de fundirse los dos en un apasionado beso que reflejaba su fuerte vínculo.

    […]

    La Casa Superior abrió sus puertas al último de sus miembros en ser admitido en el Consejo: el representante de la Alianza, llamado Omnius Paokt. Hacía unos pocos años que el syleriano, líder principal de los colonos de la gran arca, obtuvo ese puesto de relevancia en el gobierno anixis, ya instaurado desde hacía muchísimo tiempo.

    Akkor, el consejero más experimentado y principal artífice de que la sociedad anixis funcionase con la precisión de un reloj en todos sus ámbitos, le otorgó a Omnius un sitio a su lado para así demostrar que se le daba voz a la Alianza. Sin embargo, no todos veían ese acto como suficiente muestra de consideración con las subespecies.

    El joven Paokt, ostentando un cargo muy similar al que tendría si se hubiese quedado en Paraíso —pues sería el Elegido syleriano en detrimento de su padre—, entró con paso tranquilo a la Casa Superior.

    Pese a estar muchas veces allí, el lugar le seguía maravillando debido a su esplendida arquitectura, el como la luz del sol se filtraba de manera que brindaba al ambiente de un aura casi mágica e incluso la disposición de los objetos, que daban la sensación de dejar mucho espacio libre. Absorto en su asombro, el representante aliado recibió un llamado que le sacó de ese trance en el presente.

    — Consejero Paokt — Uno de los guardias de la Casa se aproximó a él — El primer consejero Akkor le espera en la sala de reuniones. Sígame.

    — Disculpe, conozco el camino — Omnius asintió, agradecido igualmente.

    — Como desee.

    El trayecto hasta dicha sala de reuniones no era largo, pero en el transcurso de este, Omnius tuvo que avanzar por un extenso pasillo ubicado a la derecha de la Casa Superior, el cual daba directamente a un precioso jardín, milimétricamente cuidado al detalle. En el, el joven syleriano comprobó de primera mano que allí mismo era donde se formaban y entrenaban los mismísimos emisarios; anixis con el rango de exploradores pero sobre todo, con el nivel más alto de operación. Eso quería decir que estaban por encima de la milicia anixis y otras autoridades menores a excepción, obviamente, del Consejo Superior, del cual recibían órdenes directas.

    Ahí mismo era donde un ya veterano Eeron entrenaba a sus discípulos, entre los que se encontraba uno de sus viejos pupilos, llamado Relic. Él ahora era oficialmente un emisario.

    ¡Eeron, hoy he aprendido a controlar mis emociones! — El joven estaba muy feliz por ese logro — ¡Me ha dicho mi maestro que he sido de los más rápidos en conseguirlo!

    Enhorabuena, Relic — Musitó el adulto, acariciando la cabeza del menor — Serás un gran emisario en el futuro.

    ¿Qué hay de ti? ¿Ya te vas a ir?

    En unos días, probablemente.

    Eso significa... ¿que no nos volveremos a ver?

    El joven llamado Relic dejó de caminar junto a Eeron al preguntarle aquello, evidenciando una tristeza considerable por no volver a verlo. El adulto anixis decidió volver tras sus pasos y darle un cálido abrazo que fue rápidamente correspondido por el niño. No tenían ningún tipo de vinculación familiar, pero ambos forjaron una clara relación de hermandad con el tiempo que compartían entre clases, en aquel recinto específico para la formación de exploradores —a quiénes los Anixis preferían llamar 'emisarios'—. Eeron quiso asegurarle a Relic que volvería eventualmente, ya que otros emisarios lo hicieron, una vez completaron la misión para la cual fueron destinados.

    Nos volveremos a ver.

    Es que... he oído que no todos regresan — El pequeño anixis se estremeció un poco — Y tengo miedo.

    Piensa que hacemos esta labor por el bien de nuestra especie y por un futuro en el que sigamos estando a salvo aquí — El nuevo emisario tenía claros sus ideales — Pase lo que pase, nos estamos preparando para decir adiós en el momento más inesperado.

    ¿Qué quieres decir con eso?

    Que somos héroes, Relic. Yo lo seré y tú lo serás, como otros lo han sido. Nos volveremos a ver.

    Cuando Paokt y Eeron cruzaron sus miradas, ambos sonrieron.

    El conocido emisario anixis asintió con afecto al syleriano mientras un joven anixis realizaba una especie de meditación ante su maestro. Esto le sirvió al propio Eeron para aproximarse unos minutos a Omnius y darle un cálido abrazo que demostraba la amistad que tenían tras haber compartido los años previos a entrar en criogenia en la gran arca y los años posteriores al despertar, previa llegada a Ibos.

    — ¿Reunión de consejeros? — El emisario que ayudó a salvar el territorio conocido de Mente Colmena era un tipo ágil no solo mental sino físicamente.

    — En efecto — Contestó Om, asintiendo — Bueno, en realidad, es una reunión exclusiva con Akkor. Aunque se supone que no debería decírtelo...

    — Lo sé, Akkor no está nada de acuerdo con que interfiera en los asuntos que tenéis la Alianza y el Consejo Anixis — Eeron se veía algo molesto sobre eso — Aunque creo que lo que no le gusta es que esté de vuestro lado, defendiendo vuestros intereses y luchando porque tengáis los mismos derechos que los anixis.

    — Tendrá que aceptarlo. Tú eres el único anixis que sabe todo por lo que hemos pasado las especies aliadas — El syleriano le dio bastante crédito al emisario — Deberías incluso formar parte del Consejo, si yo pudiese decidir.

    — Un emisario no puede formar parte del Consejo, está estipulado en la Constitución del Orden — Eeron se volteó para ver que su alumno siguiese enfrascado en el estado meditativo — Pero honestamente, me da igual. Regresé a casa tras mi misión descubriendo el paradero de las subespecies y con la amenaza de Mente Colmena erradicada. Mi estatus como emisario honorífico me da voz ante el pueblo y el Consejo.

    — Y me alegro inmensamente porque eso sea así, amigo — Se sinceró Paokt, que agradecía contar con el apoyo de Eeron.

    — Y a mí — Musitó el emisario, algo apenado repentinamente — Aunque pese a ello, el Consejo me reprocha la ausencia de los thunianos entre los colonos de la gran arca. Entienden la ausencia de los rynarokianos dado su progreso atrasado como civilización, pero han interpretado la decisión de los thunianos como una deslealtad a sus creadores. Tristemente, si algún día recibimos la visita de los thunianos, no creo que puedan quedarse en Ibos.

    — Bueno, espero que les esté yendo bien en Paraíso, entonces — Se sinceró el representante de la Alianza — Vraco tomó la decisión en consenso con su gente y lo conozco lo suficiente como para saber que velará por lo mejor para ellos. Al final, el viaje aquí no era obligado. Si el Consejo los considera desleales, es su problema.

    — En efecto, joven syleriano — Eeron asintió ante las palabras del que, técnicamente, era un superior — Bueno, ha sido un placer tener una breve conversación contigo. Debería volver a la lección y tú marchar a la reunión.

    — Así es, viejo amigo. Espero verte pronto en un ambiente más... distendido, donde podamos hablar más cómodamente y sin prisas.

    — Lo haremos, Omnius. Cuídate.

    — Lo mismo te digo, Eeron.

    Consejero y emisario se despidieron con honor y prosiguieron hacia sus respectivas tareas.

    Omnius avanzó durante unos minutos más por ese extenso pasillo que conectaba con el jardín exterior, hasta llegar a una puerta al final de dicho camino. Esta estaba cerrada y dos guardias anixis la custodiaban, los cuales al ver al syleriano, la abrieron para él. El joven líder dio unos pasos más hasta encontrarse en una especie de habitación amplia que utilizaba Akkor como despacho personal.

    Varias estanterías repletas de libros —todos en un formato lectivo digital— y una mesa rectangular con todo tipo de utensilios sobre ella, adornaban la sala. Parecía casi una especie de biblioteca de arquitectura románica humana, lo que le daba un toque acogedor y misterioso.

    El principal líder de los anixis —y también, ahora, de los aliados— se hallaba de pie frente a una ventana alargada que proyectaba al exterior del recinto, donde se apreciaba un jardín de gran tamaño siendo cuidado por trabajadores específicos.

    Al oír al syleriano, Akkor le indicó con una mano que tomase asiento, sin proferirle palabra alguna.

    Omnius accedió al pedido silencioso del principal consejero anixis, un líder que tomó el control de la sociedad de su especie tras la exitosa huida de las garras de Mente Colmena, debiendo abandonar el viejo y extenso imperio que un día surcaban las naves anixis, en plena expansión y control de los recursos. Una era brillante que tenían la clara intención de recuperar, esta vez, con el apoyo de las subespecies que un día ayudaron a crecer.

    Cuando el representante de la Alianza ya estaba sentado y había pasado apenas un minuto, Akkor se volteó y se dirigió a él con un semblante serio pero tranquilo. Las diversas arrugas en su rostro, cubierto por una capucha que portaba su túnica como vestimenta, evidenciaban su avanzada edad y todo lo que había vivido.

    — Bienvenido de nuevo a la Casa Superior, consejero Paokt.

    Bienvenido a la Casa Superior. Para nosotros siempre es un privilegio tener a un nuevo emisario listo para emprender un viaje que beneficie al futuro de la especie.

    Es un honor, señor — Indicó Eeron, mostrándose muy educado — Estaré encantado de comenzar mi misión en cuanto me revelen la información necesaria.

    En efecto, joven Eeron. Antes que nada, deberás saber que yo seré tu enlace directo — Reveló dicho portavoz, sorprendiendo un poco al emisario — Con ello quiero decir que tendrás un comunicador que conectará directamente conmigo para que me informes sobre el desarrollo de su expedición. Mi nombre es Akkor.

    Entendido, Akkor — El joven emisario asintió sin problema, consciente de que tenía sentido estar en comunicación con alguien de la colonia — Estaré feliz de comentarle mi avance en el transcurso de la misión.

    — Gracias, consejero Akkor — Contestó el syleriano con gran respeto — He oído que quería verme.

    — En efecto, he requerido tu presencia — Dijo el principal líder anixis, ahora sí, sentándose en un cómodo sillón enfrente de su visita — Se debe a las protestas que hubo en la ciudad de Astea.

    — ¿Qué ocurre con esas protestas?

    — Son promovidas por los aliados — Akkor se refería a las subespecies de ese modo — Y como bien sabes, llevan meses ocurriendo.

    — Soy plenamente consciente, tengo a las autoridades de la Alianza con ello — Paokt no comprendía verdaderamente porque eso era un asunto importante como para una reunión personal y exclusiva, sin el resto de miembros del Consejo Superior — Disculpe, consejero Akkor, ¿hay algo que quiera decirme?

    — Eres un ser inteligente, Omnius, lo vi desde el primer momento que interactuamos — El viejo anixis apoyó sus arrugadas manos sobre la mesa, revelando tres únicos dedos alargados — Te he hecho venir porque esas protestas llevan meses ocurriendo y en lugar de mitigarse, se han intensificado. Sé que tú, como principal representante de la Alianza, eres consciente de que tu pueblo pide más derechos de los que ya tiene. Si te cedí un puesto en el Consejo, es para que sepas gestionar a tu gente y contribuyas a que la sociedad mantenga el orden.

    — ¿Insinúa que no lo estoy haciendo? — Por primera vez en la conversación y con Akkor, el syleriano se sentía atacado — La Alianza vino aquí para trabajar en equipo con los anixis, no para ser sus súbditos de nuevo. Pensé que eso quedó claro cuando llegamos. Eeron fue testigo de lo que tuvimos que sufrir y perder para que Mente Colmena, un enemigo al que vuestra especie no pudo derrotar, fuese erradicado de la galaxia. Muchos de los colonos que hemos llegado aquí, vinimos precisamente porque lo perdimos todo. Esto servía como un nuevo comienzo, pero en su lugar, mi pueblo se siente a merced del Consejo y su poder.

    — ¿Y? El Consejo debe tener ese poder. Por mucho que hayáis vivido antes de llegar hasta aquí, tenemos una forma de vivir en sociedad, unas normas infranqueables tanto para los anixis como para los aliados. Compartimos el planeta que nos acogió a los anixis cuando tuvimos que abandonar nuestros hogares tras el sacrificio del Gran General, os hemos hecho espacio y provisto de lo que habéis necesitado. Vuestra población contribuye y tiene una buena vida, mientras los anixis agradecemos la ayuda y prosperamos juntos. ¿Por qué esa ansia de poder?

    — No es ansia de poder, consejero Akkor, es igualdad de poder. No es ningún secreto que lo que mi gente pide son condiciones iguales para anixis y para aliados. ¿Acaso me va a negar que los anixis tienen ciertas ventajas o mejores trabajos en su mayoría que los aliados? ¿Qué el consejo contenga cuatro consejeros anixis y únicamente un aliado, que soy yo? ¿Qué se desoiga al emisario honorífico Eeron cuando él vivió en primera persona el horror de perder parte del territorio conocido ante esa bacteria?

    — Consejero Paokt, no pienso seguir argumentando sobre este tema. Está claro que ambos tenemos una visión y perspectivas diferentes. Lo respeto, pero no va a haber cambios en ese sentido — Akkor sorprendió al syleriano con su repentino levantamiento del sillón para acto seguido darle la espalda — Conoces el trabajo que debes hacer. Eres la voz de los aliados, su principal valedor. Mitiga esas manifestaciones en contra de mi especie antes de que las cosas se te salgan de control. No me gustaría tener que actuar con el brazo de la justicia anixis.

    — Disculpe, ¿es eso una amenaza?

    — Es una advertencia — Especificó el veterano líder anixis, observando de reojo a Omnius — Llevamos casi cuatro años de paz y orden. Pronto llegará el Día de la Unión y no permitiré protestas en ese punto. Tienes hasta entonces para convencer a tu pueblo de que está bien con los derechos y libertades que tiene. Ya sean muchos o pocos que piensen así, en la sociedad anixis si uno de los nuestros actúa, se interpreta como un movimiento de todos. Yo he mantenido en línea a aquellos de mis homónimos que no comparten la idea de un futuro junto a los aliados. De ti espero el mismo ejemplo.

    [...]

    — Aquí no se puede fumar.

    El barman se paró frente al cliente, sentado frente a la barra.

    El resto del bar, un lugar amplio en el cual se apreciaban diferentes zonas —de juegos, de cócteles, de reuniones, etc—, estaba a rebosar de gente. El cliente no emitió sonido por su boca durante unos segundos, impacientando al trabajador del local.

    El problemático, un tipo humano como el mismísimo barman, vestía una chaqueta de cuero, pantalones vaqueros oscuros y zapatillas negras además de portar unas gafas de sol que al quitárselas, reveló pequeños rasgos asiáticos. Su pelo lacio oscuro casi cubría sus ojos, pero eso no le impedía poder ver directamente al camarero.

    — ¿Lo dice quién?

    — El dueño del local.

    — ¿Y dónde está?

    — Lo tienes delante.

    — Entonces, supongo que podrá mostrarme la licencia de apertura, tenencia de armas si tiene y el contrato de esas bailarinas exóticas que tiene en el cabaret.

    El barman, que resultaba ser a su vez el propio dueño de aquel excéntrico bar, frunció el ceño casi al instante de oír esas palabras de la boca del cliente. Éste, por su parte, se limitó a sonreír mientras daba una calada al cigarro indoloro que acababa de encenderse.

    — ¿Eres poli?

    — No soy solo poli — Murmuró el hombre, de aspecto algo joven y fuerte — He sido soldado del ejército de la Alianza y actualmente investigador privado. Pero sí, trabajo para las autoridades, amigo.

    — ¿Qué pasaría si no te enseño nada de lo que me has pedido? — El barman sujetaba una vieja versión de Buster bajo la barra, la conocida escopeta de creación humana que se había quedado obsoleta en la actualidad, aunque no por ello dejase de ser un arma peligrosa.

    — No pasaría nada, siempre y cuando me dejes fumar y de paso me pongas un buen whiskey — El tipo misterioso lanzó literalmente el humo de su última calada al rostro del dueño del bar — Por supuesto, invita la casa, ¿no?

    El barman apartó el humo con una mano, revelando su semblante serio y enfadado, para acto seguido dejar el Buster en su sitio y buscar la botella de whiskey que el cliente odioso había pedido. Mientras esperaba a ser servido, el joven investigador privado recibió un mensaje en el dispositivo que usaba como móvil: ubicado en uno de sus oídos, recibió el aviso y escuchó el mensaje, a modo de audio, enviado por su superior más directo.

    Kendall, soy Omnius — Inició el mensaje, el cual sonaba muy serio — Las cosas están poniéndose tensas. Va a haber una reunión y tienes que acudir; te daré más información en breve. Voy a necesitar tus servicios, amigo.

    [...]

    El joven Vaalot se encontraba sentado en la mesa del comedor de su casa.

    Un pequeño jarrón revelaba un conjunto de varias rosas azuladas —una flor típica de Ibos— junto a dos platos con los utensilios dispuestos para ser usados, una olla con lo que parecía ser pasta recién hecha de la cual salía un poco de humo y dos velas que adornaban el lugar en penumbra, dándole una imagen acogedora y romántica a la escena. Jackon se llevó las manos a la boca, evidenciando un estado pensativo. Cuando Echo salió del baño y tomó asiento frente a su pareja, sus ojos se cruzaron e intercambiaron sensaciones.

    — Cuando me dijiste que querías dejar de ser el comandante del ejército de la Alianza, jamás pensé que después de un largo tiempo me fueras a decir que querías ser un emisario — Echo se sentía contrariada respecto a esa decisión de su amado — Supuse que querías quitarte responsabilidades de encima, estar tranquilo y tener una vida más... civil. Pero esto es justo lo contrario.

    — Amor, sé que quizá es difícil de entender, pero es lo que quiero hacer — Dijo Jackon con total franqueza y determinación — Ya sabes como me siento. Llevo años cargando con un vacío en mi interior, donde pocas veces me siento como en casa. Y algo en mí me anima a salir ahí fuera, explorar otros lugares. Cuando escuché del plan del Consejo Superior sobre enviar emisarios a sistemas cercanos para futuras colonias, recursos y demás, algo me atrajo a esa idea.

    — ¿Y qué hay de nosotros? — La actual comandante del ejército aliado se veía afligida — Esta mañana me decías que me echabas de menos, que querías tenerme más por casa... ¿y ahora quieres marcharte durante meses o años ahí fuera? ¿Qué ha cambiado?

    — Te quiero cerca, Echo, eso no ha cambiado. Sin embargo, sé que desde que asumiste el cargo que yo ostentaba, eso no iba a pasar — Vaalot sabía que su pareja se sentía mal por su decisión, pero él siempre había actuado en base a sus sentimientos y deseos — Y sé que no abandonarás la comandancia del ejército solo para estar aquí conmigo. Y lo respeto, cariño. Sé que por encima de todo, tenemos el mismo propósito: servir a nuestra gente y garantizarles un futuro. Somos así.

    — Lo sé, Jackon, pero esto se me hace extraño. Es casi como si estuviésemos terminando con nuestra relación — Mercer no pudo evitar soltar algunas lágrimas al decir eso — Te comprendo, créeme. Pero no sé si me gusta la idea de no verte en mucho tiempo. Yo no estoy fuera del planeta, pero si tú te haces emisario, lo estarás. Estamos hablando de meses o años sin vernos. ¿Qué clase de relación será esa?

    El hombre vio que la mujer estaba verdaderamente dolida, por lo que se incorporó de su asiento para sentarse a su lado y así, tomarla de las manos. Ambos volvieron a mirarse fijamente durante unos segundos hasta finalmente fundirse en un dulce beso que sabía a despedida.

    — El tiempo que esté fuera no dejaré de quererte — Dijo Jackon, al que se podía ver triste pero a su vez decidido — Y si cuando vuelva tú has tomado otro camino con tu vida, lo aceptaré.

    — Hablas como si te fueras a ir mañana...

    — No es así, pero creo que es mejor que vayamos asimilando ambos la idea.

    — Entonces, ¿esto es el fin? — Echo se quitó las lágrimas que bordeaban sus mejillas y miró fijamente a su pareja — ¿Habrá sido una breve historia del futuro?

    — No le veo el final a un sentimiento eterno — Murmuró él, sujetando las manos de ella con fuerza — Pero por encima de eso está la necesidad de encontrarnos a nosotros mismos. Tú eres consciente de ello. Necesito esto.
     
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