Buenas, bien, he aquí una historia de mi invención, este es el primer capítulo y si les interesa leer el resto, háganme saber dejándome un comentario. Esto mismo pido para poder recibir críticas, dado que algunos detalles de la historia aun se encuentran en una fase tentativa. Como sea, espero que lo disfruten. -------------------- Capítulo 1: Un nuevo orden mundial Todo estaba oscuro y aparentemente vacío. Aquel lugar era, probablemente, lo más parecido que había a la nada. El silencio absoluto imperaba en ese espacio en el que, podía aún escucharse con claridad un alfiler cayendo al suelo. Pronto, se comenzaron a divisar tenues borrones de distintos colores, que al paso del tiempo, se fueron aclarando hasta que se hizo nítido el cielo nocturno. Un millón de estrellas se podían apreciar salpicando aquel retazo de tela negra. Por debajo, un suelo tapizado de edificios, iluminados naturalmente por la luz que los luceros celestes propiciaban en ese momento. Sobre el techo de uno de los edificios, casi al centro de la ciudad, se podía ver a un muchacho de unos dieciséis años, de pelo negro, liso y un poco alborotado. Unas cuantas mechas caían sobre su frente aceitunada, velando parcialmente sus ojos oscuros. Traía puesto un extraño traje negro, ajustado a su anatomía con fríos circuitos azules atravesándolo. A su lado, se proyectaba la imagen de una niña de no más de doce años. Era traslucida, más bien, etérea como un fantasma. Tenía cabello rubio recogido en dos coletas, ojos celestes, dotados de un brillo que transmitía tranquilidad. Estaba enfundada en un vestido blanco, pero lo más peculiar en aquel ser, era ese brillo divino que le iluminaba la faz. La gélida brisa ululaba, helándoles los huesos y jugueteando suavemente con las hebras de sus cabellos. Los dos escudriñaban, como en trance, un gran rascacielos que se alzaba por encima de todos los demás edificios. Ahí, de pie sobre su cúspide, se encontraba una silueta ensombrecida, debido a que estaba detrás del claro de la enorme luna llena. Tenía forma como de ángel por el par de alas de luz que se encontraban desplegadas en su espalda. Al muchacho le parecía conocida esa persona; sin embargo, aunque trataba de enfocar la vista no lograba distinguir su rostro. “¿Quién es esa persona?” pensaba él “Me es muy familiar, pero no logro reconocerla” En ese momento, el muchacho dio un paso en falso que lo precipitó peligrosamente al vacío que se perfilaba debajo de él. Ya había caído la noche en la futurista ciudad de México, capital de los, oficialmente llamados, Estados Unidos Mexicanos. En las últimas décadas, la tecnología había avanzado a pasos agigantados, prueba de ello, eran los edificios que podían verse repartidos jerárquicamente por toda esa extensión de tierra. Las construcciones más paupérrimas se encontraban en los exteriores, mientras que en los ricos suburbios del centro de la ciudad, predominaban los malls y pent-houses, así como altos rascacielos que en conjunto, formaban una especie de castillo de alta tecnología. No obstante, los edificios no eran los únicos testigos de la alta tecnología. Los indómitos anuncios holográficos proyectados en lo alto de la ciudad y las calles que no eran de asfalto, sino de metal oscuro, tan limpio que se podía apreciar el espejeo de todo lo que se postrara sobre él, así como los carriles que eran divididos por líneas de luz que atravesaban toda la ciudad también servían como prueba irrefutable de ello. Trabajos que mucha gente consideraba vanos como el de barrendero, había quedado completamente desplazado por la invención de robots dedicados las veinticuatro horas a mantener límpidas las calles. Y aunque si bien esto era bueno, había propiciado un mundo en el que la humanidad se había acostumbrado demasiado a su comodidad. El gobierno de aquel tiempo también era diferente, el poder político era ejercido por una organización conocida como la Comisión de Seguridad Pública, (coloquialmente llamada CSP), la cual estaba bajo la supervisión directa de las Naciones Unidas. Aquel era un régimen encargado de ejercer la justicia y mantener el orden en el mundo. Uno de sus tantos decretos había sido el uso obligatorio de bandas de identidad para todos los ciudadanos, pulseras que registraban datos personales, bancarios y médicos para tenerlos siempre controlados. Cualquier tipo de actitudes inmorales eran castigadas con la cárcel y crímenes tales como el robo se sentenciaban a muerte. De esa manera, era como ese gobierno había conseguido la paz a través del dominio. Era por esa opresión, que muchos ciudadanos habían comenzado a manifestar su inconformidad reuniéndose en huelgas, en un miserable intento por obtener nuevamente la libertad, que como tal, había desaparecido. No obstante, todo eso había sido en vano, puesto que muchas de esas personas no habían conseguido sino quedar tras las rejas. Aquella noche, la luna de plata, escoltada por el resto de los astros, protegió a la ciudad de haber sido tragada por la oscuridad. Y en el cuarto piso de un departamento, en una habitación como la de cualquier adolescente: desordenada y con afiches de videojuegos pegados en las paredes, se encontraba el muchacho de melena de ébano, sentado al borde de la cama revisando su moderno celular. En su muñeca derecha, llevaba una pulsera de metal negro. Él no había podido dejar de pensar en su ya tan recurrente sueño. No sabía por qué estaba él ahí, ni quién era la niña a su lado, pero lo que más le intrigaba, era la identidad de la silueta posada en el edificio más alto. Una sensación de familiaridad le rodeaba, pero no conseguía saber quién era. El muchacho giró la cabeza para mirar de refilón el reloj despertador que estaba sobre su mesita de noche. Pareció complacido, y no era para menos. Esa noche él ya había hecho sus planes. -Llegó la hora –susurró por lo bajo, tras lo cual, se abrigó con su sempiterna chamarra de gamuza marina y salió de la habitación. Aquel chico era Yunuen Flores, aunque todos sus amigos le decían Yuni y tenía dieciséis años bien cumplidos. Él también era uno de los tantos inconformes con el gobierno de la CSP, por lo que desde hacía un par de meses, se había empecinado en participar en manifestaciones. De hecho, en aquel momento, se estaba dirigiendo hacia uno de los movimientos que ya se había organizado a través de las redes sociales en internet. Esa bonita noche de mediados de junio, las calles de la ciudad estaban totalmente desoladas como de costumbre, todos estaban en sus casas, viendo televisión, cenando o quizá durmiendo. A pesar de todo, los siempre encendidos anuncios de la ciudad favorecían la iluminación de las calles sobre las cuales solamente se escuchaba el sonido metálico del taconear del muchacho. Algunas luces bicolores intermitentes podían verse reflejadas sobre las paredes de los edificios en la lejanía. Eran patrullas haciendo sus rondines, intentando avistar cualquier violación al código penal. Luego de unos minutos, Yuni llegó a una desolada calle. Un rústico remolque, al que la corrosión ya le había pasado su factura, estaba orillado ahí. Tenía un sucio toldo y una gran ventana que revelaba su auténtica naturaleza. Era una tienda, quizá, la tienda más popular de todos los anarquistas, puesto que comercializaba artículos robados, hackeaba sistemas, traficaba piratería y vendía dispositivos ilegales. Al dueño del negocio le habían amenazado varias veces con que cerrara, pero en todas las ocasiones había hecho caso omiso. El pelinegro miró dentro de aquel lugar y vislumbró los aparadores abarrotados de chips, piezas de repuesto y demás. Un hombre de abundante pelo negro, enfundado con una chaqueta de cuero negra y con una cicatriz debajo de uno de sus ojos, se encontraba tecleando en una computadora de escritorio, conectada vía USB a una laptop. Tenía toda la pinta de un motociclista. -Hola, Jericho, ¿qué tal todo? –saludó el recién llegado, afable. El que respondió al nombre de Jericho suspiró con hartazgo y continuó tecleando. -Últimamente los controles se han vuelto más complicados –explicó él –el sistema de seguridad incorporado de la ECU se ha estado poniendo difícil, si esto sigue así tendré que subir los precios. La declaración del hacker provocó que Yuni se sintiera un tanto aludido. -Por el bien de mi cartera, espero que no, con trabajo y compro los pocos juegos para los que me alcanza –dijo Yuni quejumbroso. -A todo esto, ¿qué haces aquí? ¿No deberías estar en la marcha? –Jericho detuvo el tecleo y miró al muchacho. El joven asintió con la cabeza. -Sólo pasaba a saludar –aclaró. -Está bien –dijo Jericho. Abrió un cajón metálico que emitió un chillido molesto para el oído y de él, sacó un dispositivo diminuto –toma esto, considéralo como cortesía de la casa. Jericho lanzó el pequeño objeto hacia Yuni. Mientras surcaba por los aires, reflejó la luz del cielo, provocando que se perdiera entre las estrellas; empero, Yuni consiguió atraparlo hábilmente. Era un chip. -No puede ser –exclamó el muchacho anonadado –es un chip de interferencia Skylon 30, es de los más costosos que hay en el mercado negro. -Tengo el leve presentimiento de que vas a necesitarlo, después de todo, siempre andas metido en problemas. Será mejor que lo lleves contigo –sugirió Jericho y luego el muchacho le agradeció. Yuni entonces introdujo su adquisición minuciosamente en una ranura de su celular. El sonido del procesador se pudo escuchar y un pitido electrónico lo sucedió, confirmando que el software se había instalado correctamente, acto seguido, el muchacho se retiró, apremiado. El chico se escabulló por los callejones de la ciudad, que se había aprendido de memoria para no ser avistado por alguna patrulla. A lo lejos, podían escucharse varios murmullos ininteligibles. Finalmente, el muchacho pudo ver delante de él una multitud de personas alzando pancartas de protesta, cercando el rascacielos más alto del centro de la ciudad, que era la santa sede de la CSP en el país. Los gendarmes habían fallado en intentar dispersar el bullicio y parecían estar en serios problemas. Bajo tierra, metros por debajo de la torre, se encontraba el cuartel general de la CSP. Dentro, en el nivel más alto del puente de mando, desde donde se gobernaba, se encontraba una hermosa mujer de piel nívea. Sus ojos azules eran como dos bloques de hielo. Se encontraba enfundada en un traje militar de color cardenalicio ataviado con medallas de oro y plata. Llevaba el pelo negro suelto. A lado suyo, estaba un treintañero de jovial sonrisa, trajeado. Un par de rizos negros bajaban por su frente. -Comandante Whitnall, se nos ha informado que nuestros esfuerzos por contener los disturbios en el sector 34 fueron en vano. El primer escuadrón tuvo que retirarse. –informó el de rizos negros, que parecía ser más bien, la mano derecha de la mujer. Susan Whitnall, la líder de la CSP no mostró expresión alguna en su rostro. -Prepárense para el lanzamiento del SS Eritrium –ordenó Susan con autoridad –Comiencen la ignición de los motores principales. Verifiquen la anti-gravedad. Que todos nuestros hombres se concentren en este punto. El arresto de todos los activistas es de prioridad máxima. -¡Entendido! –dijeron varios al unísono. -¿Así que utilizaremos la nave principal? –preguntó Vincent esbozando una sonrisa. Y mientras tanto, fuera de aquella base, el pelinegro se escabullía a través del montón de gente aglomerada, intentando hallarse hasta el frente. Pronto, los gritos proferidos por los inconformes se vieron silenciados por un evento que fue motivo de atención general. Súbitamente, el majestuoso edificio de gobernación se comenzó a dividir por la mitad dejando escapar vapor presurizado. Un siseo acompañó a aquello. Cuando se hubieron separado lo suficiente las dos mitades, fueron retraídas al interior del hueco que habían dejado, que más bien parecía una especie de hangar. Una plataforma subió hasta la superficie, y sobre ella, se encontraba una gran nave de gloria siniestra. El fragor de las turbinas comenzó a escucharse y a los pocos segundos, comenzó a despegarse del suelo. Un vendaval arrasó a los presentes, quienes sólo atinaron a cubrirse con sus manos parapetándose de ser arrastrados por el feroz viento. La nave, bautizada como Eritrium, se elevó por los cielos como un barco volador que cortaba las nubes, hasta que finalmente desapareció perfilándose hacia el cielo infinito. Los manifestantes se quedaron estáticos, reverentes ante el sublime terror tecnológico que, cual deidad ascendía a los cielos. Entonces se dieron cuenta de que su motín había sido completamente inútil. La torre no era sino una tapadera que resguardaba el verdadero cuartel general de la CSP y ahora estaba fuera de sus manos. Pero ni bien pudieron salir de la conmoción causado por aquello, un altavoz llamó su atención. Cubriendo todo el perímetro se encontraban un centenar de uniformados portando rifles de positrones, y todos enfocándolos en sus respectivas mirillas. -¡Atención, esta es la Comisión de Seguridad Pública –exclamó la voz de uno de los soldados por el megáfono –todos ustedes quedan arrestados, no servirá de nada oponer resistencia. Está autorizada la utilización de la fuerza! A pesar de la advertencia, la muchedumbre profirió un grito de terror ante aquella escena. La anarquía se desató completamente. Empujones, golpes y después disparos. Los agentes de la paz lanzaron granadas de gas lacrimógeno para neutralizar a sus objetivos y aunque muchos cayeron presas del efecto, la mayoría se dio a la fuga como pudo. Yuni también corrió entre la multitud. Posteriormente, los oficiales se montaron en sus respectivos vehículos. La persecución comenzó, aunque para infortunio de los jóvenes, los soldados podían rastrearlos a través de sus bandas de identidad, cosa que les hacía bastante difícil el poder escapar. Una idea como un destello atravesó fugazmente la mente de Yuni. Recordó el chip que hacía unos momentos le había proporcionado su amigo, así que sacó su celular y comenzó a juguetear con las opciones. Entonces, el programa entró en funcionamiento. Los puntos rojos que aparecían en los monitores de los helicópteros, patrullas y motos que indicaban la posición de los criminales desapareció súbitamente, dándoles a todos una nueva oportunidad a los perseguidos para perder a los aliados de la justicia. Yuni encontró refugio en un callejón y ahí se detuvo a tomar un poco de aire. Pero ni bien se hubo recuperado de su hiperventilación, cuando una moto de la CSP atisbó al muchacho entre las sombras. El oficial realizó un derrape que lo aparcó habilidosamente frente al callejón, marcando la huella de las llantas en el metal del suelo. Apeó de su moto y Yuni lo reconoció. Ese fornido hombre de tez morena y pelo negro era el sargento Cross, con quien ya había tenido un par de encuentros anteriormente. -Vaya, vaya, vaya, pero miren a quién tenemos aquí –dijo complacido el sargento –Yuni, parece que no aprendiste la lección la última vez, pero dime, ¿esta vez cooperarás con nosotros y nos acompañarás al centro de detención en santa paz? Un nudo se había hecho en la garganta de Yuni. La frente se le había comenzado a perlar con sudor. Había retrocedido un poco, intentando escapar sigilosamente, pero se dio cuenta que era inútil al sentir el frío mental de la pared que lo encarcelaba. Además, una nueva patrulla de la cual se bajaron dos hombres armados apareció como refuerzo para Cross. -No me voy a rendir –articuló Yuni ceñudo –estoy seguro que si continuamos con esto, algún día, podremos recuperar la libertad, la democracia y la justicia que nos fueron quitadas. Cross amagó una risa ante el comentario del muchacho. -Escúchame bien, gamberro –pronunció Cross con vilipendio –el reglamento es bastante claro cuando estipula que está prohibida cualquier clase de delincuencia. Sabemos que utilizaste el chip de interferencia Skylon 30 para difuminar sus señales de rastreo de nuestro sistema. En esta sociedad perfecta en la que vivimos, sólo ustedes, escorias, son los únicos que perturban la paz. Yuni tan sólo se limitó a fruncir el entrecejo, rezando que pasara algo que lo sacara de ese aprieto. Sin embargo, sus esperanzas se desvanecieron cuando de su cinturón Cross tomó un bastón metálico, que tras encenderlo se iluminó con una frígida luz celeste. Se parecía mucho a uno de esas barras eléctricas que se usaban para inmovilizar a los criminales. -Tomaré ese silencio como tu rendición y procederé a arrestarte –se mofó Cross, acercándose peligrosamente a Yuni, para luego, preparar su ataque con el bastón de luz. Yuni colocó una de sus manos al frente suyo por instinto, para intentar protegerse y cerró los ojos, apretándolos con fuerza. Y justo a milímetros de haber sido golpeado por aquel bastón, los circuitos de su banda de identidad se iluminaron con una luz azul, que proyectó una pared del mismo color frente a él, deteniendo el bastón. Los dos contendientes miraron atónitos aquello. Era totalmente imposible, la banda de identidad, hasta donde comprendían, no estaba equipada con ningún modo de batalla. El sargento Cross, jadeó, forcejando con la pared de energía que protegía al muchacho, pero fue inútil. En ese momento, la pared de energía se concentró en una pequeña esfera de fulgor celeste en la palma del chico, tras lo cual, impactó al oficial, causando que volara por los aires, derrumbando todo lo que estaba tras de él a su paso. Él no sabía qué estaba pasando, francamente, estaba bastante confundido; no obstante, no se lo pensó dos veces antes de girar sobre sus talones, a modo que les dio la espalda a los oficiales, y luego, dio un gran salto que le permitió escalar por la gran pared de metal y ponerse a salvo en la azotea del edificio. Aunque aún aturdidos, los gendarmes se incorporaron rápidamente, algo amoratados por el golpe, y entonces, apuntaron con sus armas al muchacho. Una ráfaga de haces de luz dorada comenzaron a llover sobre Yuni. La reacción fue inmediata, el pelinegro comenzó a saltar por las azoteas de los demás edificios con una agilidad de parkouista, consiguiendo escapar de los uniformados. Sólo entonces Cross ordenó el alto al fuego a sus hombres, y posteriormente, la retirada de las fuerzas policiales. Se limpió el hilo de sangre que bajaba de la comisura de sus labios y contempló al muchacho alejarse con una amplia sonrisa. Más tarde esa noche, en alguna parte del mundo, en una oficina sumida en sombras. En donde a duras penas era visible el escritorio de caoba que se encontraba en el centro. Ahí había un hombre de unos cuarenta años quizá. Tenía una mirada fría en sus orbes dorados. Llevaba su ocre cabello largo bien engominado hacia atrás, cayéndole en la espalda. El pulcro traje fino y negro que llevaba puesto le daba la pinta de ser un hombre bien acomodado. A su alrededor se encontraban dispersos cuatro hologramas. Las siluetas que proyectaban, aunque eran de personas, eran oscuras de manera que era imposible siquiera intentar mirarles el rostro; sin embargo, en medio de sus rostros ennegrecidos podían vislumbrarse: en uno, ojos refulgentes y cabello erizado; en una de baja estatura, que por el contorno de su ser parecía ser niña, ojos verdes y cabello largo; en el último brillaban ojos azules y cabello largo, en aquel que parecía ser el líder. Por la forma acartonada de sus cuerpos, todos ellos parecían traer puesta una especie armadura. Aquello parecía una conferencia secreta de esas de las que tanto se hablaba que tenían las sectas conspirativas. Y de repente, un holograma se desplegó frente al escritorio de aquel hombre. Era la comandante Whitnall. -Señor Henix –dijo ella con profundo respeto. Morpheus Henix, el presidente de la Comisión de Seguridad Pública a nivel mundial fijó su atención en la comandante, manteniendo su porte estoico. -¿Qué pasa? –dijo. -Se nos ha reportado que durante el movimiento de esta noche, un solo muchacho consiguió derrotar al escuadrón de uno de nuestros mejores hombres, el sargento Cross –explicó –Según nuestras lecturas, ese mismo muchacho parecía tener una energía espiritual superior a la de la media. -¿Qué muchacho? –inquirió. -Se llama Yunuen Flores, señor. Henix tan sólo se giró en su asiento, dándole la espalda al holograma. Entrelazó sus manos frente a su rostro, pensando. “Yunuen Flores… me pregunto si serás ESA persona…” ---------------------- En el próximo capítulo. Yuni asiste al colegio luego de aquel enfrentamiento, acompañado de Joshua, su mejor amigo. Ese día, una misteriosa alumna llamada Eva es transferida a su escuela.
Hola me gusto mucho, pero casi me voy de espalda cuando vi la cantidad de palabras por mi parte se me hace algo aburrido leer tanto, pero en este caso valió la pena n_n y lo volvería a hacer si subes un capítulo igual de bueno :P No tienes ninguna falta de ortografía y espero que me invites a la continuación xD! Ahora quede con la duda ¿Esa persona?, ¿Qué persona es Yunuen Flores? espero que subas el próximo capítulo quede muy intrigada :D Hasta la próxima!
Capítulo 2: Ale y Joshua Toda la noche la pasó en vela. Rebobinó la cinta de sus recuerdos varias veces en su mente, analizando la situación. Sencillamente no tenía sentido, con qué objeto la CSP le pondría un modo de batalla a la banda de identidad, lo cierto es que era contraproducente ya que los rebeldes podían utilizarlo para iniciar una revolución, y de ser así, por qué nunca antes había pasado. Se preguntó las mismas cosas por varias horas, hasta que la pesadez de sus parpados le hizo quedarse profundamente dormido. Pocas horas después, los rayos del sol que se habían comenzado a filtrar por su ventana siguieron un recorrido que los llevó a la cama donde reposaba el chico, que ultimadamente los llevó a acariciar grácilmente su rostro. Abrió sus ojos con extrema pesadez, y entonces, pudo percatarse del estridente sonido de su despertador que inútilmente había tratado de despertarlo. Tan sólo le bastó estirar el brazo y dejarlo caer sobre el aparato para apagarlo con una precisión perfecta, fruto de haberlo hecho ya tantas veces. Se sentó apoyando la espalda en el respaldo de la cama. El posterior bostezo fue acompañado de un estiramiento y luego de eso, miró el reloj despertador que dictaba las 7:00 de la mañana. -¡Maldición, es tarde, Ale me va a matar! –se sobresaltó Yuni. El muchacho se apuró y apartó las cobijas de él. Se apresuró al baño, y se quitó el pijama de franela gris. Se sacó los interiores y quedó completamente desnudo frente al espejo, donde apreció la apariencia cetrina de su cara. Estaba hinchado y sus ojos estaban un poco sombreados con el color de los hematomas. Abrió la llave de la ducha. Un chorro de agua caliente que emanaba un rico vaporcito comenzó a caer. Se metió y sintió una calidez relajante que más que despertarlo parecía invitarlo a seguir durmiendo. Una vez aseado, usó una toalla para secarse y algo de laca para darle ese efecto alborotado a su cabello (aunque francamente se veía igual que cuando se había levantado) y luego se puso unos bóxers, camisa blanca de manga corta, pantalones Oxford ceñidos con un cinturón y un par de tenis blancos que completaron el uniforme. Tras ello, procuró guardar su celular en su bolsillo y tomó su mochila. Un par de pasos bastaron para llevarlo a la sala comedor, donde sobre la mesa de cristal, lo esperaba un plato con dos precarias piezas de pan tostado y un vaso de jugo de naranja que su mamá había preparado antes de que él se levantara. El chico se metió una de las tostadas a la boca y bebió el jugo para evitar asfixiarse, después, salió corriendo del apartamento. Bajó de dos en dos las escaleras hasta que estuvo en el cemento sólido y se echó a correr por las calles de la ciudad. Tras unos minutos, finalmente llegó a esa esquina donde desde hacía algunos años, se había encontrado con una de sus mejores amigos para poder ir acompañados al colegio. Y como siempre, ella se encontraba ahí, esperando al pelinegro. Alejandra Müller era una bonita chica de rasgos finos. Su ondulado cabello rubio le caía en cascada dócilmente sobre la espalda. Su piel era blanca como de porcelana y sus ojos de color esmeralda. De estatura media, apariencia saludable y delgados labios rosados. En ese momento, vestía una camisa blanca de manga larga con una corbata roja, un chaleco negro encima, falda tableada de color azul, un par de calcetas blancas y unos zapatos negros. La razón de su apellido, era que su papá, un alemán había contraído matrimonio con una mexicana. Ella nació en Alemania, sin embargo, por cuestiones de trabajo sus papas se mudaron a México cuando estaba por cursar el cuarto de primaria. La inscribieron al instituto y ahí fue donde conoció a Yuni. Desde la primera vez que cruzaron palabras, se cayeron bien y comenzaron a ir juntos al colegio. Aunque a estas alturas, cualquiera que los viera, podría asegurar que más que amigos parecían pareja, un tema que siempre los ponía en una situación incómoda. La verdad es que ella se había tornado muy protectora con él desde que se había enterado de sus andanzas contra la CSP. -Lamento la espera, Ale –se excusó el muchacho con la respiración entrecortada –es que anoche no pude dormir demasiado bien. -No importa, si apretamos el paso aun podemos llegar a tiempo –repuso la bella jovencita con una sonrisa. Yuni convino, asintiendo con la cabeza. El resto del camino fue silencioso, prefirieron dejar el parloteo para después y apresurarse por llegar a tiempo. Finalmente, luego de una larga caminata, estuvieron frente a las puertas del instituto de México. La fachada no lucía nada mal. Era un gran edificio de concreto rodeado por una barda del mismo material. Tenía varias aulas, cafetería y áreas verdes. El plan de estudios era justo lo que necesitaban para capacitarse en cualquier carrera que eligiesen: trigonometría, biología, historia y un poco de lengua nacional. Los chicos decidieron entrar antes de que el timbre sonara y la prefecta Santamaría no los dejara entrar. Un minuto después de que el timbre sonara a ningún alumno se le permitía la entrada a la institución. Todos los que llegaban después eran regresados por la prefecta Santamaría, haciéndolos pasar vergüenza frente a sus compañeros. Era por eso que todos procuraban llegar, por lo menos, unos minutos antes. Ya adentro, el fragor del timbre se pudo escuchar en todo el plantel, provocando que los muchachos suspiraran aliviados de haber llegado con el tiempo medido. Lo siguiente que pensaron, fue detenerse en el pasillo a beber un poco de agua de los bebederos, para saciar su necesidad de hidratación. Luego de que Ale hubo bebido, fue el turno de Yuni de beber un poco. -Casi no llegan –habló una voz aterciopelada. Los dos jóvenes giraron sus cabezas, buscando la fuente de la voz que les había hablado y ahí, sus atisbos se toparon con un muchacho de su edad. Tenía una piel pálida casi traslucida por su sangre albina. Un par de ojos profundamente celestes y cabello platinado erizado, muy bien estilizado. Iba vestido de la misma manera de Yuni, y les miraba fijamente con una amplia sonrisa en su rostro aniñado. Era Joshua Diosdado, un alumno del otro segundo, pero que se había vuelto el mejor amigo de los chicos desde que se había transferido de los Estados Unidos por cuestiones laborales hacía un año. Era el arquetipo de niño modelo: magnánimo, de buen corazón, talentoso en los instrumentos musicales, habilidoso en los deportes, tenía las mejores calificaciones de toda la escuela y le era devoto a la iglesia. Era, probablemente, el único de ellos del que se presagiaba sería empleador y no empleado. -Buenos días, Joshua –saludó Yuni y Ale le siguió, luego bromeó –es que me quedé dormido, estoy practicando para las vacaciones. Joshua soltó una pequeña risita ante lo dicho. -Más vale que ya no estés desvelando con tus videojuegos, capaz que la próxima vez ahora sí no llegamos –le recriminó la rubia. Antes de que pudieran seguir con su charla, una voz chillona intervino en la conversación. Era la prefecta Santamaría, o como prefería que la llamaran, “señorita” Santamaría, una mujer flaca, demasiado tal vez, de cabello totalmente recogido en un chongo, ojos pequeños cubiertos por unos lentes ovalados. Iba muy retacada enfundada en una blusa de oficina color celeste con una falda como de monja que le llegaba hasta los tobillos, como si le preocupara que de mostrar “más” fuese a despertar la inmoralidad entre los estudiantes. Los muchachos no pudieron evitar contener una risita al pensar que su nombre le quedaba como anillo al dedo. -Señorita Santamaría –le saludaron al unísono. -¿Qué no escucharon el timbre? –interrogó la docente –Las clases ya comenzaron, ¿qué hacen fuera de sus aulas? -Lo lamentamos –se disculparon. -Joshua, querido, tienes que aprender a escoger tus amistades, sería una lástima que bajaras tus calificaciones por juntarte con estos –canturreó suavizando su voz y luego miró con desdeño a los otros dos –y en cuanto a ustedes, más les vale que se vayan a su clase antes de que pase el reporte. Tanto Yuni como Ale no pudieron evitar arrugar la frente, ofendidos por el cínico comentario de la profesora. Se limitaron a restarle importancia a sus palabras y obedecieron la orden, sometidos a su autoridad, y tras despedirse de su amigo albino, se encaminaron hacia sus respectivos salones. El profesor les dejó entrar a pesar de que ya había comenzado a impartir su clase, por lo que los muchachos se apresuraron a ocupar sus lugares. El aula era pequeña e igual a todas las demás, tenía alrededor de veinte pupitres metálicos, un escritorio para el maestro y un pizarrón blanco. Yuni se pasó las siguientes horas con la mirada perdida en la ventana, la cual tenía una vista cuasi panorámica de los jardines del colegio. De cuando en cuando, dirigió un atisbo furtivo al reloj, aburrido de la perorata de los profesores hasta que finalmente la puerta del aula fue atravesada por su amado tutor, el profesor Cárdenas. Cárdenas era un hombre de lo más amigable. Tenía el pelo de color negro, bien recortado, con ya unas pocas canas en él. Su piel era tostada y utilizaba siempre un par de anteojos a causa de su astigmatismo. Era bastante paternal con sus alumnos y era por eso que lo adoraban. Sus clases nunca eran aburridas. Yuni estuvo tan atento en la clase que se le pasó volando. Para cuando se dio cuenta, el zumbido casi nasal que anunciaba la hora del receso estremeció al muchacho, quien decayó por la terminación de la clase. Ale intentó animarlo a modo de burla. -Vamos, Yuni, no te desalientes, ya te adoptará algún día –dijo ella divertida –por ahora vamos a la cafetería por algo de comer, para agarrar fuerzas. Su amigo no pudo evitar hacer un mohín de disgusto, sin embargo, accedió a acompañar a su amiga. La cafetería era bastante espaciosa. Había unos cuantos aparadores en los que se exhibía el menú del día: una sopa, que más bien parecía un insípido caldo rojizo, agua pura y, como alternativa, sándwiches. Ale se inclinó por la sopa, alegando que quería comer ligeramente, ya que no le inspiraba mucha confianza la comida poco saludable de la institución, por su parte, Yuni prefirió unos sándwiches, estaba hambriento y cualquier cosa para él era buena,. Estaba decidido a no malpasarse como su amiga. Lo siguiente a hacer fue encontrar un lugar dónde sentarse. Si bien, a lo largo de la cafetería estaban distribuidas varias mesas para comer, así como en los jardines, los muchachos siempre habrían preferido comer bajo la sombra de un buen árbol, al ras del césped y esa vez no fue la excepción. Se tardaron breves minutos antes de vislumbrar un gran abeto en un rincón. De tronco grueso y fuerte, con una copa frondosa que tamizaba la luminosidad que descendía sobre ella. Hicieron un esfuerzo para acomodarse en las raíces del árbol y recostaron sus espaldas sobre su rugoso relieve. Inspiraron profundamente llenando sus pulmones del aire más fresco que se pudiera respirar, y luego se dispusieron a degustar sus alimentos. Al poco rato se les unió también Joshua, con un par de sencillos sándwiches preparados por su mamá. En ese rato, estuvieron charlando de qué harían en vacaciones, las incipientes salidas a las contadas salas recreativas a las que podían salir a distraerse un rato estaban tomando forma. No había mucho qué hacer en las vacaciones. No había suficiente dinero como para viajar a costas paradisiacas. No tenían muchas opciones. Por su parte Yuni se mortificaba, no sabía si contarles lo que le había acaecido la noche anterior en aquella fiesta, a lo mejor lo tomarían de loco y le aconsejarían que visitara al psicólogo de la escuela o, conociendo a Ale, lo increparía por retar a la CSP. El muchacho sacudió la cabeza y decidió contarles, después de todo eran sus mejores amigos a los que le podía regalar confidencias, de ninguna manera serían groseros con él. Tras contrariarse unos momentos, por fin Yuni decidió contar lo que le había ocurrido, esperando algunas palabras que le ayudaran a encontrar algunas respuestas. -Chicos, hay algo que debo contarles –les dijo Yuni. Los mencionados notaron que era algo serio por la expresión en el rostro de su compañero. -¿Qué pasa? Cuéntanos –dijo Joshua. -Lo que pasa es que anoche salí a la marcha –esperó la reprimenda de sus compatriotas, pero esta nunca llegó, por lo que prosiguió contando –tiré el sistema de rastreo de las naves y estuve a punto de ser arrestado, pero justo cuando estaba por pasar lo peor, la banda de identidad comenzó a brillar y una especie de poder me protegió y me ayudó a escapar del lugar. No sé qué haya sido, no tendría sentido que la banda realmente fuera algún tipo de arma bélica. Sé que suena increíble, pero es verdad. Yuni alzó la mirada, y para su sorpresa, sus amigos no se notaban incrédulos, de hecho, tenían una cálida sonrisa dibujada en los labios. -La verdad es que con la CSP no se sabe –opinó el albino –hay que pensar en la posibilidad de que las bandas de identidad tengan funciones desconocidas para nosotros, quizá traman algo. -Tengo mis razones para creerte –añadió la germano descendiente –pero aun así, sabes que no me gusta que vayas en contra de la CSP, si te llegaran a arrestar yo… yo… En ese instante, antes de que pudiese siquiera terminar la oración, un par de brazos de hierro la tomaron por el cuello, levantándola con una fuerza descomunal y haciéndole daño. Su rostro se puso rojo como un tomate cuando su agresor trataba de darle un beso en contra de su voluntad. Ella gritó aterrada. Era Humberto Calvo. Su cabeza totalmente rapada le hacía justicia a su apellido. Tenía cara de drogadicto, ojos inyectados en sangre y una vestimenta que le daba pinta de pandillero. Tenía la peor reputación de toda la escuela: faltaba seguido a clases y siempre reprobaba las materias. Hacía pensar a los profesores que se presentaba de cuando en cuando sólo para no llamar la atención de la CSP. -¡Oye, maldito enfermo, suelta a mi amiga ahora mismo! –bramó Yuni con el entrecejo fruncido. -¿Y quién me va a obligar? ¿Tú y tu amigo marica? –se mofó el calvo. -¡Así es, y si no la sueltas me las vas a pagar muy caro! –repuso él. Humberto amagó una risa, tras lo cual apartó bruscamente a la agredida. La muchacha simplemente se limitó a guarecerse tras las espaldas de su amigo. Mientras tanto, el tronido de las articulaciones de la mano del calvo se pudo escuchar, dispuesto a propinarle una golpiza al muchacho. -Veo que eres valiente –dijo Humberto en tono burlón –te enseñaré a respetarme poniéndote en tu lugar como la buena perrita que eres, y luego, llevaré a pasear a tu querida amiga. -¡Qué asco! –declaró la rubia con repulsión. Ante esta última declaración, Yuni estalló en ira debido a las ofensivas palabras de aquel sujeto. Apretó los puños con fuerza y se abalanzó contra Humberto. Estaba tan furioso que ni siquiera había deseado que el poder que lo había ayudado la otra noche lo ayudara, simplemente soltó el golpe sin más, desafortunadamente, Humberto lo esquivó con facilidad. Lo siguiente que sintió, fue la dura rodilla de su contrincante hundiéndose en su estómago. Le sacó el aire y le había provocado una sensación dolorosa que lo obligó a caer sobre sus rodillas. -¡Yuni! –exclamó Joshua apretando los puños, mientras veía a su amigo entre jadeos. Humberto se acercó con desdén y alzó con fuerza sobrehumana al muchacho por el cuello de su playera, hasta tenerlo a la altura de su semblante. Levantó uno de sus puños, preparado para asestarle el golpe de gracia al ya de por sí derrotado chico, cuando súbitamente, una voz chillona interrumpió milagrosamente la contienda. -¡¿Pero qué demonios están haciendo?! –gritó la prefecta. Era una de las pocas veces en las que Yuni se alegraba tanto de verla -¿Con que una pelea, eh mugrosos? ¡Pues terminando el receso se me van directo a la oficina del rector! La orden de la inquisidora fue bastante clara. Humberto soltó a Yuni, quien cayó secamente sobre el pasto, tras lo cual, se retiró del lugar no sin antes escupir el suelo. La prefecta le siguió. A pesar de todo, el muchacho no parecía tan animado, ahora cuando menos iba a tener que quedarse a detención después de clases, justo lo que le faltaba. Y cuando las cosas no parecían poder ponerse peor, el timbre sonó nuevamente, decretando el fin del receso. -¡Demonios, gracias a ese maldito no pude disfrutar de mi almuerzo! –se quejó Yuni y suspiró resignado –Bueno, al menos el profesor Cárdenas abogará por mí para que no sean tan duros con el castigo. Antes de retirarse, Joshua les pidió una disculpa a sus amigos por no haberlos ayudado, era un pacifista y aborrecía la violencia. Yuni le sugirió a la rubia que regresaran a sus salones antes de que se buscaran más problemas; empero, antes de que se fueran, su amiga se acercó a él con las mejillas sonrojadas levemente y evitando mirarlo a los ojos por la pena. -G… Gracias por defenderme –balbuceó ella. -Ah… no fue nada –respondió el pelinegro rascándose la cabeza, igualmente apenado. Un silencio incómodo asoló el momento, por lo que abruptamente convinieron en retornar al interior de las instalaciones. ------------------------------------------ Un momento con el lector. [QUOTE]Hola me gusto mucho, pero casi me voy de espalda cuando vi la cantidad de palabras por mi parte se me hace algo aburrido leer tanto, pero en este caso valió la pena n_n y lo volvería a hacer si subes un capítulo igual de bueno :p No tienes ninguna falta de ortografía y espero que me invites a la continuación xD! Ahora quede con la duda ¿Esa persona?, ¿Qué persona es Yunuen Flores? espero que subas el próximo capítulo quede muy intrigada :D Hasta la próxima![/QUOTE] Como ya había dicho, me quedo corto comparado a la cantidad de palabras en las que otros autores se extienden. Personalmente, lo prefiero capítulos largos porque luego me quedo con ganas de más XD. Pues esas dudas quedarán contestadas más adelante, pero no te preocupes, línea por línea, precepto por precepto. De todos modos, las respuestas noo tardarán mucho en llegar. En el próximo capítulo. Yuni y Ale van de paseo al bosque de Chapúltepec. Ahí Ale revela un poco acerca de su trágico pasado.
Me ha parecido interesante la trama de la historia. La verdad no note faltas ortograficas, pero si un pequeño fallo a la hora de describir a los hologramas. "Las siluetas que proyectaban, aunque eran de personas, eran oscuras de manera que era imposible siquiera intentar mirarles el rostro; sin embargo, por sus formas podía adivinarse que eran: un hombre de pelo erizado y ojos rojos refulgentes; una niña de cabello muy largo, de ojos verdes; un sujeto de ojos azules y cabello largo, quien parecía ser el líder. Por la silueta de sus cuerpos, todos ellos parecían traer puesta una especie armadura " Se supone que no se podian ver los rostros, pero los has descrito, tal vez hubiera sido mejor dejar esos detalles para màs adelante, salvo eso la estructura esta bien organizada y tiene buena narracion. Si pudieras avisarme cuando subas el siguiente capitulo te lo agradeceria, me he quedado con ganas de seguir leyendo.
Hola, bueno igual lo leí xD como había dicho, me gusto mucho y no hay nada que decir con respecto a la ortografía todo bien, buena narración y nada mas que decir solo lo que te dijo BladeDraco Me encanto la chica Ale, se nota a leguas que se gustan XD! , es comprensiva y se preocupa por él. En fin se que tiene mas capítulos a si que los espero con ansias :D Saludos!! C: