Ciencia ficción Los extraños

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Manuvalk, 2 Septiembre 2016.

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  1. Threadmarks: Parte 1 / Capítulo 1: Sobre nosotros
     
    Manuvalk

    Manuvalk el ahora es efímero

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    Los extraños
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    Ciencia Ficción
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    26
     
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    2154
    Prólogo:

    La humanidad ha creído que era el centro del universo. Ha creído que estaban solos en él... pero se equivocaban. Un día, varias naves surcaron en los cielos de todas las capitales del mundo. Una especie de inteligencia superior había llegado a la Tierra, pero, ¿con qué fin? ¿Eran hostiles? ¿De dónde venían? ¿Qué querían? La humanidad se hacía muchas preguntas, y las respuestas llegaron en forma de ataques contra ésta. Tres meses después, los extraterrestres se establecieron en el planeta, y los pocos humanos supervivientes se atrincheraron en pequeños y oscuros rincones bajo tierra, evitando ser descubiertos. Los jóvenes soñaban con recuperar el mundo, mientras la extinción de la especie se acercaba. Ésta, es la historia de uno de esos jóvenes que querían recuperar la Tierra.



    Parte 1: Supervivencia


    Capítulo 1: Sobre nosotros










    Mis padres nos sobreprotegían a mi y a mí hermana.

    Siempre lo hicieron, y a pesar de que a mi no me gustaba estar sobreprotegido, lo acabé echando de menos.

    Quizá el mundo no los echará de menos a ellos, pero yo y mí hermana, sí.

    ...

    — ¿Has guardado las latas en conserva?

    — Sí, están en la mochila de Elliot.

    — ¿Nos falta algo más?

    — Las pilas para la radio.

    — Ah sí, tienes razón.

    Mi madre abrió el cajón del armario y sacó todas las pilas que tenía. Acto seguido me las guardó en un bolsillo pequeño que tenía la mochila.

    Mochila que yo llevaba encima. Emily, mi hermana pequeña, estaba sollozando. Traté de calmarla con varias caricias, pero en vano.

    — Em, tranquila, no hay de qué preocuparse. — Le murmuré, en un segundo intento por tranquilizarla.

    Emily me miró con esos ojos de preocupación que tiene una niña de trece años cuando ve y siente que algo va mal.

    Su mirada me encogió el corazón en un puño.

    — Creo que estamos listos. — Dijo mi padre de pronto. — Lo tenemos todo.

    — Vamos al coche entonces. — Añadió mi madre.

    Siguiendo a mis padres y cuidando de mi hermana pequeña, salimos de casa hacia la calle. Fuera, el pitido de los claxons callaba cualquier otro ruido.

    Una larga fila de vehículos esperaba impaciente que los coches de delante se moviesen. Un autobús impedía el paso, cruzado en medio de la carretera, debido a que minutos antes había dado tal frenazo que derrapó unos metros por no chocar con un todoterreno familiar.

    Mientras los pitidos y gritos de la gente sonaban por encima del resto, me fijé en la tienda de electrodomésticos que había al otro lado de la calle. Varios televisores (en venta y funcionando) mostraban el canal cinco de las noticias.

    Evidentemente no se podía oír de que hablaban, ya que estaban tras el cristal, pero por la imagen en directo de una extraña infraestructura sobre el cielo, no parecía nada bueno. La situación en la calle no iba a mejor.

    El conductor del bus trataba de maniobrar para poder irse, pero la aglomeración de coches le complicaba la salida.

    De pronto, un hombre de unos cuarenta años (tenía una pinta de granjero increíble, ya que llevaba una sucia y desaliñada gorra y vestía muy de campo) salió de su vieja y descolorida camioneta y se puso a gritar de cerca al conductor del camión.

    — ¡¿No ves que queremos pirarnos?! ¡Ábrete joder! — Dijo, enfadado.

    — ¡No tengo margen de maniobra! ¡¿No lo ve?! — Respondió el conductor, viéndose superado por la situación.

    De repente el granjero paleto desenfundó un pequeño revolver y disparó sin pestañear al conductor, esparciendo sus sesos por el volante y el cristal del autobús.

    En aquel momento, la histeria colectiva no se hizo derrogar y comenzó el mayor caos social que había visto en la historia. La gente que se hallaba en el interior del autobús salió corriendo del vehículo gritando aterrada.

    Los coches comenzaron a darse empujones entre ellos y por la carretera no se podía transitar para nada.

    Fue totalmente extraño que de pronto decidiera dispararle, ¿acaso lo hizo por que le apetecía o por que le molestó la respuesta del conductor? Fuese cómo fuere, provocó el caos.

    — ¡Corred ahí dentro! ¡Vamos! — Exclamo mi padre, señalando un bazar chino que permanecía abierto.

    Dónde dijo mi padre, fuimos. Nos encerramos en aquella tienda solos, ya que el dueño del bazar no estaba en ella.

    De repente, una especie de estruendo largo y molesto comenzó a escucharse. La luz del Sol se vio eclipsada por una especie de nave de enormes dimensiones que se posó encima de la ciudad en cuestión de minutos.

    La gente comenzó a gritar más aterrada aún si cabe al ver la estructura desconocida sobre sus cabezas.

    ¿Qué diablos era eso? Sin duda alguna, no era humano.

    ¿De dónde venía? Ni la más mínima remota idea.

    ¿Qué pretendía? La respuesta llegó rápidamente.


    Yo observaba por el cristal cómo salían diminutas naves desde el interior de aquella súper nave. Parecían las avionetas de fumigar que se utilizan en los huertos, pero con mayor velocidad... y con bombas.

    Sí, bombas. Dichas navecillas comenzaron a bombardear las calles de la ciudad (estamos en Nueva York, por si no lo he comentado antes) despiadadamente y frenéticamente.

    Mi padre me arrastró con mi madre y mi hermana al fondo de la tienda para que no viera lo que sucedía ahí fuera.

    Después de la batalla campal, solo quedaban restos de vehículos quemados y ni rastro de vida humana.

    Meterse en aquella tienda fue la mejor idea que se le ocurrió a mi padre en mucho tiempo.

    Por la noche, mi padre me aparcó a un lado para hablar conmigo de algo serio.

    — Elliot, necesito que hagas algo por mí. — Dijo con un tono serio.

    — Dime papá.

    — No sé que diablos es esa cosa voladora ni que pretende, pero no parece nada humano. De hecho, opino que son extraterrestres.

    La teoría no era descabellada, de hecho, yo también la afirmaba. Hasta las noticias lo decían.

    — Sí, debe ser algo así. — Dije, aún esperando que quería mi padre de mí.

    — En fin, lo que quería decirte era que si no sobrevivimos tú madre y yo, llévate lejos de la ciudad a Emily. ¿Entendido? Prométemelo. — Me murmuró, cogiéndome por los hombros.

    Tragué saliva. Que un padre te diga eso da mucho que entender.

    Que te de la total responsabilidad de cuidar de tu hermana... quiere decir que no tiene esperanza de sobrevivir.

    Y eso es algo que a mí, nunca me pasaría.

    — C-claro papá, lo haré. Lo prometo. — Terminé respondiendo, más por necesidad que por otra cosa.

    — Bien. — Musitó mi padre, dándome unas ligeras palmadas en los hombros. — Vayamos con las chicas haber si hacemos funcionar la radio.

    Junto a mi padre, nos acomodamos al lado de mi madre y mi hermana, sentadas en las frías baldosas que componían el suelo de la tienda.

    Emily tenía una cara triste y la mirada perdida en la pequeña fogata que habíamos hecho (mi padre tenía un mechero y metimos en una cacerola varios papeles para encenderlos), en cambio, mi madre trataba de escuchar algo en la radio.

    Cualquier voz que le pudiera indicar que no éramos los únicos humanos en cien kilómetros a la redonda.

    Tras una docena de intentos desesperados y fallidos, la radio nos dio esperanza a todos.

    ...stamos siendo atacados, es evidente. Y no, no son los malditos rusos, cómo decían los idiotas del sur. — Decía aquella voz locutora. — De hecho, vienen de otro mundo, porque si habéis visto a esas cosas... dan mied...

    — Que asco de señal. — Murmuró mi madre, dándose por vencida con la radio.

    — Probaré yo haber. — Dijo mi padre, por hacer algo.

    Mi padre, bastante manitas con los aparatos así, logró colocar la señal de forma que no se oyese distorsionado.

    Habilidad que yo no compartía.

    ...adelphia ha ardido totalmente, según me informan, y Manhattan ha sido literalmente borrada del mapa. Dios lleve las almas de los fallecidos allí al cielo, que no han tenido ninguna posibilidad de salir con vida de su ciudad. — Proseguía el locutor. — En fin, señoras y señores, damas y caballeros... no me considero Sherlock Holmes, pero estamos siendo invadidos por extraterrestres.

    Después de sus últimas palabras, aquel hombre desconocido pero que parecía el típico idiota apocalíptico con radio de las películas se despidió de los oyentes (si es que quedaba alguno).

    — No quitaremos la señal. Por si mañana da nuevas noticias. — Indicó mi padre, que apagó la radio. — Venga chicos, dormid un poco. Mañana cogeremos el coche y nos iremos de la ciudad.

    Me acerqué a Emily, que más que dormir estaba perdida en sus pensamientos.

    — Em, ¿estás bien?

    — Sí, sí... — Murmuró, apenada.

    Supuse que mi hermana necesitaba tiempo para asimilar lo que, de pronto, había comenzado a ocurrir.

    Me dormí a su lado unas horas hasta que oí a mi madre sollozar.

    Desperté rápidamente y vi a mi madre siendo abrazada por mi padre, al fondo de la tienda.

    — Tranquila cariño, todo saldrá bien. — Oí decir a mi padre.

    Mi madre se había derrumbado, y con motivo. Lógicamente, todo se salía de lo normal.

    Traté de seguir con el sueño, pero no pude dormir más. En cuanto el Sol entró por la puerta, decidí ponerme en pie.

    Sin ser extraño, mi padre también lo estaba. Bebía un poco de agua mientras observaba desde el interior el destrozo que esas naves habían hecho el día anterior.

    — ¿Quieres un poco? No tenemos mucha, así que aprovéchala. — Me dijo mi padre, ofreciéndome la botella de agua.

    Acepté cogiendo la botella y dándole un buen sorbo, ya que con eso debería aguantar buena parte del día (teníamos comida, pero agua no mucha).

    — ¿Qué vamos a hacer? No es conveniente quedarnos aquí todos los días. — Dije. — Necesitamos encontrar gente.

    — Lo sé, Elliot. Pero no es tan fácil pensar en un plan mientras piensas en... en... en éste maldito caos. — Me respondió mi padre, que al parecer, quería desahogarse. — Es que esto es tan extraño que siento cómo que vivimos en una película de Steven Spielberg con súper efecto especiales en 3D.

    No pude evitar reírme de ese comentario, cosa que a mi padre, no le pareció hacer gracia.

    — No es gracioso Elliot, joder. ¿Extraterrestres? ¿Por qué querrían hacernos esto?

    — Recursos planetarios, dominio de la galaxia, porque son psicópatas... cualquier razón puede ser válida, incluso la más absurda. — Respondí.

    Mi padre asintió y decidió que era momento de despertar a mi madre y hermana e irnos. Hecho esto, avanzamos un par de calles (que no hace falta describir lo hechas polvo que estaban) hasta llegar dónde estaba el coche.

    Bueno, más bien, dónde debía, porque estar, técnicamente, no estaba. De hecho, no había nada en dicha calle.

    — ¡Mierda! ¡Mierda! — Gritó mi padre, furioso por no ver su coche.

    — Cariño, cálm...

    — ¡Joder, estamos jodidos! — Exclamo mi padre.

    Los gritos de mi padre atrajeron un zumbido permanente del que no se sabía de donde provenía. Acerqué a mi hermana mientras mis padres observaban el cielo en busca de dicha fuente de sonido.

    De la nada, dos drones (debían ser drones porque su tamañó era cómo el de la cabeza de un ser humano) se acercaron a nosotros y sin previo aviso comenzaron a disparar una especie de laser que parecía invisible para el ojo humano.

    — ¡Corred! ¡Vamos! — Advirtió mi madre.

    Junto mi familia comencé a correr a toda velocidad, llevando a mi hermana en brazos.

    — ¡Seguid! ¡No miréis atrás y corred! — Gritó mi padre detrás de mí.

    Le obedecí. No miré atrás.

    Escuché un disparo de laser.

    — ¡Argh!

    — ¡Mi amor! — Gritó mi madre.

    Sentí una punzada en el pecho, cómo una repentina tristeza.

    De pronto, un segundo disparo. Fiump, así.

    Entonces supe realmente que había ocurrido. Solo me quedaba mi hermana, que no quería mirar la escena mientras se sujetaba fuerte por mi cuello.

    Seguí corriendo con todas mis fuerzas, obedeciendo la orden de mi padre, hasta que despisté a esos drones.

    Me encerré en una casa con Emily y observé por la ventana que esas cosas voladoras no nos hubiesen seguido.

    Quería llorar, pero Emily necesitaba que yo fuese fuerte, por ella. Sus ojos pedían a gritos protección, cobijo.

    La abracé con todas mis fuerzas y le susurré al oído:

    — Todo va a salir bien.

    ...

    Desperté muy sobresaltado.

    Una gota de sudor recorría el lado derecho de mi cara.

    Suspiré cómo nunca lo había hecho y sentí unas tremendas ganas de echar a llorar, sin saber porque.

    Hasta que recordé lo que había soñado (más bien, el recuerdo del inicio de la invasión y la muerte de mis padres).

    Desde aquel momento no lloré la muerte de mis padres, y era algo que, sin saberlo, tenía pendiente.

    Dormía en un sucio colchón gastado en la estación de metro de Nueva York; en los suburbios.

    Cuando me giré, pude ver aquellas personas que ahora, eran mi familia.

    Entonces supe que había vuelto a la realidad y que eramos supervivientes de una invasión alienígena.
     
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  2. Threadmarks: Parte 1 / Capítulo 2: Algo nuevo
     
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    1991
    Capítulo 2: Algo nuevo

















    Me levanté de mi cama. Los muelles parecían resquebrajarse con el impulso de ponerme en pie. Me encontraba en una de las estaciones (una de varias) de la ciudad de Nueva York. Algunos (entre ellos yo) dormían en el andén mientras que otros ocupaban las vías del metro o algún vagón al margen.

    A pesar de que el lugar no estaba en sus mejores condiciones, era nuestro hogar. Comencé a caminar en dirección al vagón del desayuno (lugar dónde se desayunaba, evidentemente) dónde Cindy distribuía y racionaba la comida.

    — Buenos días, Elliot. ¿Qué tal has dormido? — Me preguntó con la sonrisa que nunca pedía. Ella siempre decía que si no se era optimista y positivo, nunca recuperaríamos nuestro lugar en la Tierra. — Te veo un poco ojeroso.

    — Bueno, he tenido días mejores. — Respondí, ansioso de tener el desayuno en mis manos. — Pero bien, un día más en la oficina.

    Cindy río. Dejó dos magdalenas y un vaso de leche por la mitad en mi bandeja.

    — Los chicos están al fondo del vagón. — Me dijo.

    — Está bien, gracias.

    Tomé mi bandeja con el desayuno y proseguí mi andadura pasando por el vagón hasta llegar al fondo. Jared y Marty ya estaban desayunando.

    — Buenos días. — Dije, sentándome con ellos.

    — ¡Hey Elliot! — Exclamo Jared, tan expresivo cómo siempre.

    — Elliot. — Murmuró Marty, que estaba más centrado en comerse sus magdalenas.

    Por si no lo había comentado antes, Marty era el hijo de Cindy. Siempre se llevaba una magdalena de más, pero supongo que al resto nos daba igual.

    — ¿Qué hacéis? — Pregunté, buscando tema de conversación.

    — Le estaba contando a Marty de lo que me he enterado. — Indicó Jared, que parecía excitado.

    — ¿Ah sí? ¿Y de qué trata?

    — Algo sobre movimiento extraterrestre en el exterior. — Dijo Marty, con la boca llena de magdalenas.

    — Tú seguías dormido y Eduard no te ha querido despertar, pero en un rato tenemos reunión en el cuarto militar. — Añadió Jared, dándole un sorbo a la leche.

    — Oh, está bien. — Dije, centrándome ésta vez en terminar de desayunar.

    Después de acabarme el desayuno junto a mis amigos, Eduard pasó para avisarnos de que en cinco minutos habría una reunión. Antes, ya estábamos allí. Al momento, Eduard entraba en aquel cuarto.

    Éramos sólo cinco; yo, Marty, Jared, Mike y Robson. Los dos últimos eran los hombres de confianza de Eduard.

    Eduard fue marine de los Estados Unidos y por su experiencia en combate se convirtió rápidamente en nuestro líder. No era fácil ser líder de una treintena de personas.

    — Bien chicos, os he reunido aquí porque hemos detectado presencia alien sobre nuestras cabezas. — Indicó Eduard, con el mapa de la ciudad de Nueva York a su espalda.

    — ¿Sabemos a dónde se dirigían? — Preguntó Marty.

    — Creemos que a una central eléctrica a unos pocos kilómetros de aquí. — Respondió Robson.

    — ¿Y qué diablos querrían hacer allí? Ya no hay electricidad. — Murmuró Jared, que no comprendía nada.

    — Quizá para reactivarla y usarla para su beneficio. — Dije, pensando en lo más obvio.

    — ¡Silencio joder! — Exclamo Eduard. — ¡Menos palabrería y más atención!

    Los cuatro nos quedamos en silencio. Eduard prosiguió con su explicación.

    — Gracias. Bien, cómo decía hasta que me habéis interrumpido — Eduard nos observó con enfado — los aliens se dirigían a lo que parecía ser la central eléctrica. No sabemos cuantos eran, pero su rumbo no parecía variar. La teoría de Elliot parece ser la más posible; seguramente planean reactivarla para su uso propio.

    — Enton...

    — ¡Cierra el pico Jared! — Gritó Eduard, que odiaba que lo interrumpieran. — ¡Lo que vais a hacer, es inspeccionar los alrededores, ver si están allí y volver a avisarme para próximamente realizar una ofensiva!

    — Entendido, señor. — Dijo Mike, con su M4 sobre la mesa.

    — Bien. Mike, Robson, Elliot y Marty vais a ir a otear la zona. ¡Quiero fotos y toda la información posible! ¡¿Entendido?!

    — ¡Sí, señor! — Gritaron todos al unisono.

    — Jared, dales las armas. — Ordenó Eduard.

    — Entendido señor. — Musitó el joven, que salió de la habitación en busca de las armas.

    — Mientras Jared os trae las armas, aviso de que Robson liderará la expedición. Cualquier desobediencia que me sea reportada tendrá consecuencias. — Advirtió Eduard.

    Por mi parte, no desobedecería ninguna orden salvo que dicha orden fuese una absoluta locura. Marty no era de replicar ordenes tampoco por lo que solo quedaba Mike cómo posible quejica a las ordenes de Robson.

    Mientras le daba vueltas a mis pensamientos, Jared entraba con un carro de limpieza lleno de armas.

    — Aquí tenéis. — Indicó Jared.

    Mike ya tenía su M4 (no se despegaba de ella ni para dormir), Robson se acercó y cogió un rifle de francotirador, Marty se bastó con una simple pistola y yo me decidí por la escopeta.

    — ¿Estáis listos, muchachos? ¿Alguna duda? — Preguntó Eduard.

    Nadie respondió, por lo que Eduard tomó cómo que no habían más preguntas.

    — Genial, entonces vayan y cumplan con su deber.

    — ¡Vamos chicos vamos! — Gritó Robson, que se creía el comandante de un grupo de soldados.

    Seguí al resto hasta la salida, y por el camino nuestra gente nos observaba, esperando que regresáramos a salvo. Justo antes de salir por una de las alcantarillas del túnel, apareció Emily y me abrazó.

    — Elliot, regresa bien, ¿sí? — Dijo, apretando su cara sobre mí.

    — Tranquila, nos veremos para la hora de comer máximo. — Le respondí. — Ve y juega con los demás niños.

    Emily se despidió y se fue, en el momento en el que Cindy llegaba para abrazar a su hijo Marty y traerle la cámara con la que debía fotografiar la zona.

    — ¡Hijo! ¡Hijo! — Decía Cindy. — ¡Que te olvidas la cámara!

    — ¡Oh! Gracias mamá. — Murmuró Marty.

    Robson y Mike ya habían salido al exterior.

    — Siempre debo estar pendiente de tus cosas... ¡ay hijo!

    — ¡Ya mamá, debo irme!

    — Anda ve, ¡y regresad a salvo! El padre Robert rezará por vosotros. — Dijo Cindy, despidiéndose.

    Una vez Marty tenía la cámara, salimos de los suburbios para pisar el exterior. Hacía semanas que no salía de ahí abajo, y el aire en el exterior era un alivio comparado al olor de fábrica de abajo.

    Aunque el panorama no era el más agradable. Los edificios (los que no estaban derrumbados) presentaban un aspecto pésimo, llegaban a estar tan debilitados de choques y explosiones cercanas que parecía que con un soplo de aire caerían sobre nosotros.

    Las calles parecían desiertos y todos los vehículos estaban cubiertos por capas de polvo y arena que el viento llevaba de un lugar a otro.

    — Debemos ir en aquella dirección. — Señaló Robson, mirando al norte. — En dos horas estaremos en los alrededores de la central.

    — ¿A qué esperamos entonces? Vamos. — Dije, deprimido de ver el aspecto que tenía la ciudad.

    Los cuatro continuamos andando tranquilamente por las calles de una desastrosa Nueva York, que sin duda alguna parecía un campo de guerra. Robson iba el primero, al frente, sujetando su rifle y observando todas las calles.

    Mike lo seguía de cerca, limpiando su preciosa M4 (la cuidaba cómo un hijo) con un trapo blanco que parecía estar más sucio que la propia arma. Yo y Marty estábamos los últimos y juntos, viendo los escombros que cubrían casi todas las calles de la ciudad.

    — ¿Crees que algún día reconstruiremos esto? — Preguntó Marty, que parecía apenado.

    — Claro que sí, algún día. — Dije, con un tono esperanzador.

    — ¡Chicos! — Dijo Robson de pronto. — Parad un momento.

    — ¿Qué ocurre? — Pregunté.

    — Nada bueno. — Murmuró Mike, mientras todos observábamos un cadáver humano totalmente quemado.

    — ¿Qué le habrá pasado? — Preguntó Robson, tocando los huesos de aquel cuerpo en descomposición.

    — No recuerdo que los extraterrestres tuviesen un encendedor cómo arma. — Dijo Marty.

    — Así es, esto es algo nuevo. — Murmuré. — Mejor sigamos.

    — Sí, tienes razón, continuemos. — Ordenó Robson.

    Tras una hora y quince minutos más caminando y algo cansados llegamos al perímetro de la central eléctrica. El complejo parecía abandonado y no se veía nada allí.

    Decidimos separarnos en dos grupos y posicionarnos en distintas zonas para observar el lugar. Marty y yo observaríamos la zona desde el segundo piso de un edificio en obras que nunca se llegó a terminar. Robson y Mike subirían a la azotea de una casa al margen de las demás.

    — Le hacéis varias fotos si veis algo raro y enseguida venís dónde estamos nosotros, ¿entendido? — Dijo Robson.

    — Hecho. — Dije.

    Robson y Mike se fueron a su sitio y nosotros subimos dos pisos de un edificio que no tenía nada excepto suelo. Nos tumbamos en el frío cemento y Marty encendió la cámara, preparado para fotografiar cualquier anomalía en las instalaciones.

    — Dudo que la estén utilizando. O sea, vienen de otro planeta con tecnología punta y usan nuestras centrales eléctricas, ¿para qué? ¿con qué finalidad? — Se preguntaba Marty.

    — No lo sé, pero si es así es porque algo traman. Y no debe ser nada bueno. — Susurré. — ¡Mira! ¡Allí!

    De pronto salió de la central un grupo de soldados alienígenas. Un total de cuatro. Eran los típicos guerreros del ejército extraterrestre y lo que los hacía peligrosos además de ir armados era que tenían cuatro brazos. Lo extraño, que solo tenían un gran ojo en la cara.

    — ¡Te lo dije! — Murmuré. — ¡Rápido, saca fotos!

    — ¡Espera joder, ahora las hago! — Dijo Marty, preparando la cámara.

    Aquellos extraterrestres a los que simplemente llamábamos soldados (no sabíamos el nombre de su especie y no se nos ocurría un nombre especial) parecían patrullar los alrededores de la central.

    Marty tomó el objetivo y les hizo varias fotos, pero en una de ellas saltó el flash de pronto e hizo una rápida iluminación que dio nuestra posición, avisando a los soldados.

    Al vernos, comenzaron a correr hacía nosotros con sus grandes piernas (parecían piernas de futbolista, muy potenciadas muscularmente) y disparando sus Blaster (así supimos que se llamaban las armas de los extraterrestres) que lanzaban una especie de láser invisible al ojo humano, pero que cuando daba en algo se veía.

    — ¡MIERDA NOS HAN VISTO, CORRE! — Dije, levantándome junto a Marty.

    — ¡Debemos ir con Robson y Mike! — Indicó Marty.

    — ¡Lo que necesitamos es correr joder! — Dije, preocupado ya que hacía semanas desde el último enfrentamiento contra esos seres.

    Marty y yo comenzamos a correr desesperadamente por nuestras vidas, de hecho, temiendo por ellas. Solo pudimos sacar dos o tres fotos, pero por un simple error humano (vaya que casualidad) los extraterrestres nos detectaron.

    — ¡Chicos, cuidado! — Nos advirtieron Robson y Mike, tras nosotros y señalando nuestra delantera.

    Justo enfrente y sobre nosotros dos drones se posicionaron, dispuestos a acabar con nosotros. Robson cogió su rifle y rápidamente disparó a uno de ellos, dándole de lleno y haciéndolo explotar, con la suerte de que la explosión también destruyó al otro.

    De pronto aquel grupo de extraterrestres soldado nos cortó el paso. Uno de ellos hablaba un lenguaje extraño para nosotros (evidentemente) casi cómo atragantándose.

    De pronto los otros parecieron responderle con frustración, y cuando el primero en hablar se acercaba a nosotros, Mike comenzó a disparar sin pensarlo sobre él, dándole en el ojo y dañándolo bastante.

    La reacción de Mike provocó furia en los alienígenas, que comenzaron a disparar sus Blaster mientras nosotros huíamos despavoridos. De pronto, Marty fue alcanzado por un disparo láser del Blaster en la pierna, y cayó al suelo.

    — ¡Me han dado! — Exclamo Marty. — ¡Ayudadme maldición! ¡Ayuda!

    — ¡Marty! — Dije, yendo hacía él.

    — ¡¿Qué mierda haces Elliot?! ¡Está perdido, corre! — Dijo Mike.

    Su comentario no me agradó nada, y por primera vez, planté cara a un soldado de su talla.

    — ¡Vete y déjanos jodido cobarde! — Exclame molesto, mientras ayudaba a levantarse a Marty.

    Los soldados alien continuaban su ataque pero nos conocíamos las calles y nos metíamos por callejones estrechos y con velocidad los dejamos atrás (por suerte la velocidad de esos extraterrestres no era su punto fuerte).

    Yo cargaba con Marty, que perdía mucha sangre. Le lancé una mirada de desprecio a Mike, por querer abandonarnos, y Robson simplemente observaba que no nos siguiesen ya.

    Necesitábamos llegar a los suburbios cuanto antes.
     
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  3. Threadmarks: Parte 1 / Capítulo 3: Sin fuerzas
     
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    1688
    Capítulo 3: Sin fuerzas



















    Arrastraba conmigo a Marty conforme podía, ya que tenía la pierna perforada y dejaba mucha sangre por el camino. A decir verdad, me preocupaba que los extraterrestres nos siguiesen el rastro hasta los suburbios.

    Robson protegía el frente y Mike la retaguardia, pero en cierto momento se acercó a mi, mientras yo avanzaba lo más rápido posible con Marty apoyado en mí.

    — Oye Elliot, quería disculparme por lo de antes. No debí haber pensado en dejaros atrás... — Murmuró Mike.

    — No te disculpes conmigo, hazlo con Marty. Ibas a dejarle atrás a él. — Respondí, sin ni siquiera mirarle a los ojos.

    Mike asintió y se volvió hacia atrás para vigilar que no nos siguiesen. Tras más de media hora larga avanzando, Marty pidió unos minutos de descanso.

    — Nece... necesito parar. — Musitó.

    Marty estaba muy pálido. La perdida de sangre era evidente. Robson y Mike decidieron también parar, ya que no parecíamos estar perseguidos por nadie.

    Tomamos asiento al lado de un edificio destruido que nos proporcionaba sombra.

    — ¿Quieres agua, Marty? — Preguntó Robson, cediéndola una cantimplora. — Puedes acabártela si quieres, estamos muy cerca de casa.

    — Muchas gracias. — Dijo Marty, bebiendo bastante agua.

    — Putos aliens. — Murmuró Mike de pronto. — ¿Cómo mierda os detectaron?

    — La cámara de fotos... hizo un flash. Fue cómo un faro en medio de la oscuridad para esos cabrones. Ahí nos vieron y vinieron a por nosotros. — Dije.

    — Pero tenéis algunas fotos, ¿verdad? — Preguntó Robson.

    — Sí, dos o tres. — Indiqué.

    — Espero que le baste a Eduard. — Murmuró Mike.

    — Marty, ¿estás mejor? ¿podemos seguir? — Dijo Robson, deseoso de llegar a la estación de metro.

    — Sí, sí... Elliot, ayúdame. — Dijo Marty, tratando de levantarse.

    — Claro. — Respondí.

    — Dios, putos extraterrestres. — Susurró Marty.

    Continuamos un buen rato sin presencia alienígena de por medio. Finalmente llegamos a los suburbios.

    Bajamos por la estación de metro y seguimos hasta llegar a nuestra zona segura. Varios guardias de los nuestros fueron a avisar a Eduard al vernos.

    El ex-marine nos abrió la puerta.

    — ¡¿Qué mierda ha ocurrido ahí fuera?! — Exclamo Eduard, viendo a Marty herido.

    — Nos encontraron. — Dije, suspirando debido al agotamiento de llevar cargando con Marty.

    — Por suerte conseguimos evadirlos, jefe. — Murmuró Robson.

    — Tome la cámara. Hicimos varias fotos, por lo que podemos confirmar que hay aliens en esa puñetera central eléctrica. — Afirmó Mike, dándole la cámara a Eduard.

    Eduard se guardó la dichosa cámara en el bolsillo derecho y con un gesto de tranquilidad nos indicó que entrásemos.

    Cindy, la madre de Marty, llegó corriendo al ser avisada de que su hijo había sido herido.

    — ¡Marty! ¡Dios mío! ¡¿Qué ha pasado?! — Dijo Cindy, muy alterada.

    Marty en esos momentos estaba inconsciente debido a la perdida de sangre.

    — Un disparo láser. — Dije.

    — Dirás una Blaster, ¿no? — Dijo Jared, que apareció de la nada.

    — Sí, exactamente. — Respondí.

    Cindy abrazaba a su hijo mientras Eduard mandaba a Mike a avisar a la única doctora que teníamos en el refugio.

    Jessie era una chica dos años menor que yo (yo tengo 25 años, ella 23) y que antes de la invasión estudiaba para enfermera.

    Ahora, sus limitados conocimientos nos sirven para ponerla oficialmente cómo la doctora de la treintena de personas que somos allí.

    Jessie se acercó a ver a su paciente.

    — Llevadlo a la enfermería. — Ordenó Jessie.

    Robson y Mike sujetaron a Marty y seguidos de Cindy se fueron a la enfermería.

    La enfermería era un sitio improvisado cubierto con carpas y demás. Algo así cómo un hospital militar pequeño.

    — ¿Qué ha pasado, Elliot? — Me preguntó Jessie.

    — Los aliens nos atacaron. Le dispararon a Marty en la pierna y ha perdido mucha sangre. — Dije, cansado de repetir lo mismo.

    — ¿Y tú estás bien?

    ¿Yo? Bueno, lo bien que puede estar alguien en medio de una asquerosa invasión de bichos raros e inteligentes provenientes de otro planeta cuya ubicación es más desconocida que un dolar hoy en día.


    — Ah, yo estoy bien. Gracias por preocuparte. — Dije, agradecido.

    — No hay de qué. Es mi trabajo.

    Jessie se marchó a la enfermería para tratar a Marty de la herida en la pierna. Jared se acercó a mi al momento de acabar de hablar con la doctora.

    — Está buena, eh. — Me dijo al oído.

    Decidí no responder y me fui en dirección hacia mi cama, para descansar de la mañana más asquerosa que había tenido en dos semanas (y mira que desde la invasión todas las mañanas eran casi una mierda) cuando por el camino me paró el Padre Robert.

    Siempre llevaba su sotana encima, y me sorprendía que aún mantuviese la fe en Dios, más después de una maldita invasión extraterrestre.

    — Hijo Elliot, ¿cómo estás? Acabo de oír acerca del incidente en el exterior con tu amigo Marty. — Dijo, sujetando entre sus manos una pequeña biblia.

    — Estoy bien Padre, un poco cansado. Pero gracias a Dios estamos bien.

    Nunca mejor dicho.

    — Bueno, me alegra que sea así. Quería decirte que estás invitado a la misa que realizaré en dos horas, donde la improvisada capilla. — Dijo Robert.

    — Si no me quedo dormido, iré allí, Padre. Gracias por la invitación. — Respondí.

    El Padre Robert asintió y continuó con su camino, mientras yo iba por el mío.

    Cuando me di cuenta, Emily estaba sentada en el colchón de mi cama. Me acerqué a ella y le di un beso en la frente.

    — ¿Qué ocurre? — Le pregunté, al verla algo deprimida (estando en una situación así, cómo no deprimirse).

    — Tengo miedo, Elli. — Me dijo. — He soñado que los monstruos nos encontraban aquí abajo por culpa de alguien.

    Tragué saliva. No era la primera vez que un sueño de mi hermana se hacía realidad, ya que mi madre siempre afirmó que Emily parecía tener premoniciones, cómo cuando murió nuestro perro Toby. Pero bueno, es otro tema aparte.

    — Em, son solo sueños, ¿vale? No te preocupes. Llevamos meses aquí y no nos han encontrado. — Le dije, tratando de persuadirla. — ¿Qué has hecho hoy mientras estaba fuera?

    — Aprender a cocinar con Cindy. Me gusta cocinar. — Dijo, sonriendo un poco.

    — Bueno, eso es algo productivo. — Respondí.

    — Elliot, en cinco minutos en la sala de reuniones. — Me avisó de pronto Eduard.

    — ¿Qué ocurre? — Pregunté.

    — Quiero hablar contigo. — Dijo.

    Asentí. Eduard se marchó y mi hermana me miró con cara de preocupación.

    — ¿Qué querrá? — Me preguntó mi hermana.

    — No lo sé, pero lo averiguaré en cinco minutos. — Le dije. — Voy a ir. Nos vemos pronto, ¿sí?

    — ¡Para la hora de comer! — Dijo, algo entusiasmada.

    — Sí, sí, comeremos juntos. — Respondí, sonriendo.

    Dejé a Emily sentada en mi cama y me levanté para dirigirme a la sala de reuniones. Eduard era el único presente allí. Cuando entré y tomé asiento, cerró la puerta.

    — ¿No viene nadie más? — Pregunté, sorprendido.

    — No, solo necesito hablar contigo. — Murmuró.

    Esperé impaciente a que me dijera lo que quería.

    — He visto las tres fotos que habéis hecho. — Dijo. — Sin duda, su presencia allí quiere decir que traman algo. Pero nosotros no estamos lo suficientemente preparados para atacar ese lugar. La prueba está en cómo habéis manejado ésta misión. Un herido y de milagro no lo estáis todos. Por lo que he decidido no salir al exterior salvo que haya que buscar comida para la gente. Las ofensivas pasan a segundo plano. En cambio, te voy a poner en la radio y te vas a encargar de contactar con cualquier resistencia cercana. Si tenemos suerte, aún quedarán personas vivas fuera de Nueva York.

    — Entiendo. — Dije.

    — Es necesario que nos unamos a una resistencia donde haya soldados o gente lista para atacar. Porque nosotros nos quedamos sin fuerzas cada vez que salimos ahí fuera, y las ofensivas son vitales si queremos joderles el culo a los aliens. Así que ese será tu trabajo. No la cagues y hazlo bien. — Finalizó Eduard, marchándose de la sala.

    Me acerqué a la radio y me puse los cascos. Acto seguido comencé a buscar señal y rápidamente me acordé del tipo que hablaba en la radio cuando la invasión inició.

    Me pregunté si ese tipo seguiría con vida, pero decidí proseguir con mi trabajo, con la esperanza de encontrar una voz que hablase por ese aparato.

    ...

    Cinco días después...

    Los tres primeros días tenía esperanza pero no llegué a oír nada. El cuarto día logré escuchar una retransmisión, pero era del maldito gobierno y era un bucle. Hoy, era el quinto día.

    Y tenía menos esperanzas que el anterior, y así sucesivamente. Hasta que de pronto, buscando encontrar una señal viva, la radio habló.

    ...amos en Washington D.C. y hemos ergido de las cenizas de la destrucción que los extraterrestres nos han causado. Som...

    — ¡Hola! ¡¿Hola?! — Dije, asombrado.

    El silencio se adueñó del aparato y pensé que la había cagado hablando. Que había apretado algo quizá y la había apagado. Hasta que volvieron a hablarme.

    ¿Quién está ahí? ¿Eres humano?

    — ¡Sí, sí, me llamo Elliot! ¡De Nueva York!

    Sí, sé lo que estarás pensando. Quizá revelar tu posición no era lo más adecuado pero la situación de desesperación lo requería.

    ¿De Nueva York? Wow, no estamos lejos. ¿Qué tal todo por ahí?

    — Muy mal, es cuestión de tiempo que esos cabrones nos encuentren. — Dije. — ¿Y por allí?

    ¡Joder hermano, tendrías que ver la Casa Blanca! — El tipo comenzó a reírse. — ¡Si el presidente estaba ahí dentro cuando cayó una nave, habrá quedado hecho una pizza! Por lo demás, estamos bien. Somos más o menos treinta, la mayoría soldados del ejército. Pocos civiles con vida aquí. ¿Allí cuantos sois?

    — También unos treinta, pero casi todos civiles excepto algún soldado. Necesitábamos contactar con alguien porque nuestra situación es muy mala, y además, hemos detectado presencia alienígena en una central eléctrica.

    Hablaré con el líder de mi Resistencia y si acepta, iremos en vuestra ayuda y de paso, les joderemos la fiesta a esos cabrones de la central. Espera mi respuesta, cambio y corto.

    Por primera vez desde que todo comenzó, sonreí de verdad.

    No estábamos solos, aún había gente que luchaba por sobrevivir y que por encima de ideales y religiones, ayudaba a los demás.

    Porque en la invasión no somos católicos ni ateos, somos todos humanos.
     
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  4. Threadmarks: Parte 1 / Capítulo 4: Regreso
     
    Manuvalk

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    Capítulo 4: Regreso




















    Cómo todos los días, me levanté de la cama y me dirigí hacia la cabina de radio, para ver si recibía noticias de aquella resistencia. Emily leía un libro que mi padre le regaló.

    La veía muy entusiasmada leyéndolo, y pude saber que se trataba de Las Lágrimas de Shiva, un libro muy entretenido.

    Habían pasado dos días desde la conversación que tuve con el extraño que estuviese tras la radio. Eduard estaba nervioso, ya eran dos días sin saber de ellos.

    — ¿Y si han sido atacados? ¿Y si están muertos? — Me solía decir cada cuatro horas.

    — No lo creo. — Respondía, más por esperanza que por saberlo.

    A decir verdad, quizá si que estaban muertos. Pero nosotros si que estaríamos muertos pronto si no salíamos a buscar comida. Las reservas se habían agotado, y hacía unas dos semanas de lo ocurrido con Marty y la cámara de fotos.

    Decidimos salir solo en situaciones estrictamente necesarias. Y ésta era una de ellas, pero nadie decía nada.

    Todos estaban demasiado ocupados rezando en la capilla improvisada del Padre Robert para que la resistencia de Washington llegara. Cindy empezaba a notar que Eduard le traía menos comida, porque cada vez había menos.

    Decidí ir a la cocina y prepararme un café, para no dormirme esperando que la radio hablase. Avancé por las vías hasta llegar a la zona en la que se solía cocinar.

    Cogí una taza de metal fregada y me puse el café que quedaba, que no era mucho. De pronto, la gente comenzó a murmurar cada vez más alto, hasta que pude escuchar a Robson hablar.

    — ¡Jessie! ¡Llamad a Jessie!

    Dejé a un lado la taza de té y salí de la cocina preguntándome que demonios había ocurrido. No era la resistencia. Era Ryan.

    Y seguramente te preguntes quien es Ryan, así que te lo diré. Ryan es uno de los mejores soldados que teníamos, a disposición de Eduard, y que desapareció en una misión de búsqueda de comida.

    Hacía meses de aquello, y ahora Robson, con la ayuda de Mike, lo traían totalmente malherido y ensangrentado. Jessie llegó corriendo y al ver a Ryan, ordenó llevarlo a una camilla inmediatamente.

    Yo, sinceramente no podía creer que estuviese vivo. Pero al parecer, lo estaba.

    — ¿Ese es Ryan? — Le pregunté a Robson con total sorpresa.

    — Sí, Mike y yo nos lo hemos encontrado viniendo hacía aquí. Cuando le preguntamos cómo había sobrevivido tanto tiempo ahí fuera se desmayó. Y lo hemos traído hasta aquí. — Respondió Robson.

    El resto de miembros del refugio murmuraba y se extrañaba de la sorpresiva llegada de Ryan. Había que admitir que, sin duda, era extraño.

    Jessie decidió que debía estar sola con él, por lo que se encerró en la enfermería improvisada que teníamos.

    Eduard sería el primero en hablar con Ryan cuando despertase. Mientras asimilaba aquello, vino Jared.

    — Otra boca más que alimentar. — Murmuró.

    — ¿Prefieres que lo abandonemos cómo un perro ahí fuera? ¿A merced de esos aliens? — Dije.

    Jared no respondió y prosiguió su camino. Su actitud en esas situaciones siempre dejaba mucho que desear, pero bueno, así era el bueno de Jared. Miré el reloj y comprobé que era casi la hora de comer.

    Había quedado con Emily para comer por lo que me dirigí al comedor (si se le podía llamar así). Al llegar, Emily ya estaba sentada esperando la comida. Me acerqué y me senté a su lado.

    — ¿Aún no han traído la comida? — Le pregunté a mi hermana.

    — No. Dice Cindy que las raciones se están acabando y que ésta vez le quitarán al menú la fruta. Y a mi me apetece una manzana. — Decía Emily, triste.

    — Vaya, si que debemos estar mal de suministros... — Murmuré para mí. — Tranquila Em, veré que puedo hacer. Voy a por la comida.

    Emily asintió y me levanté para dirigirme a la cocina, donde Cindy estaba. La mujer aún seguía preocupada por su hijo Marty, algo que era totalmente comprensible.

    — Disculpa Cindy, ¿está ya la comida? — Dije.

    — Sí, sí, ahí tienes tú plato y el de tu hermana. — Respondió, mientras estaba distraída cocinando algo en la gran cazuela.

    — ¿No quedan manzanas? Es para Emily. — Añadí, con ambos platos en mis manos.

    — Elliot, entiendo que quieras satisfacer siempre a tu hermana, pero Eduard ha ordenado que la poca fruta que queda se reserve para más adelante. Lo siento pero no puedo darte ni manzanas ni naranjas ni nada. — Dijo la cocinera.

    — Está bien, no hay problema.

    — Esto... ¿me vigilas la sopa de verduras que estoy haciendo? Voy a ver cómo está mi hijo en la enfermería.

    Accedí a esperarla mientras Cindy se iba a ver a Marty. Observé cómo hervía la sopa y el olor me encantaba. No sabía que verduras había echado (tampoco teníamos muchas) pero parecía exquisita la sopa.

    Cogí una cuchara y me llevé a la boca un poco de sopa. Estaba buenísima. Mientras deleitaba el trabajo de Cindy, de pronto comencé a escuchar gritos y varios disparos. Aterrado, tiré la cuchara a un lado y salí en busca de Emily, que estaba sentada en la mesa.

    — ¡Em, ven, corre! — Exclame.

    Emily vino junto a mí mientras veía a varias personas correr. De pronto salió Jessie de la enfermería a toda velocidad y tras ella salió Ryan lleno de sangre.

    Al verme, me apuntó con una Microblaster (es una especie de pistola alienígena que dispara laser) y comenzó a disparar.

    Me tiré junto a Emily al suelo cuando de pronto un estruendo provocó que polvo cayera del techo.

    — ¿Qué está pasando Elli? — Me dijo mi hermana.

    — No lo sé, pero nada bueno. Tú no te separes de mí.

    Cogí a Emily de la mano y me fijé en una pistola reglamentaria que había en la mesa. Observé que Ryan estaba demasiado ocupado disparando a otras personas y corrí hacia la pistola.

    Emily se quedó detrás mía, mientras yo comprobaba que el arma tenía balas. Efectivamente, tenía un cargador.

    — ¡Deja de disparar capullo! — Grité, apuntando a Ryan y disparando varias veces.

    Ryan cayó abatido al suelo y la pistola que usé se la di a mi hermana.

    — ¿Sabes usarla? — Le pregunté.

    — No, nunca me enseñaste. — Respondió Em.

    — Vaya, tendré que hacerlo pronto. Bien, si aprietas el gatillo dispara. Con eso basta de momento. — Dije. — Quédate debajo de la mesa, voy a comprobar algo y regreso, ¿entendido?

    — ¡¿Dónde vas?! — Dijo Emily, casi al borde de las lágrimas.

    — No te dejaré sola, tranquila. Espera aquí un momento.

    Con mi hermana escondida me acerqué al cuerpo de Ryan, sin entender porqué había iniciado un tiroteo que hasta ahora no había parado. Algo que me llevó a la siguiente pregunta:

    ¿Por qué siguen habiendo disparos?

    La respuesta la tuve cuando varios soldados extraterrestres estaban en los suburbios. Habían conseguido entrar, nos habían encontrado. Inevitablemente pensé en la pesadilla que tuvo mi hermana.

    — ¡Fue una premonición! ¡Mierda! — Me dije a mi mismo. — A la próxima le prestaré mucho más atención, está claro que nunca falla.

    Alcancé a coger la Microblaster de Ryan cuando su mano me cogió con fuerza el brazo. Yo le miré con rabia.

    — No... tenéis lugar... al que... ir... — Murmuró entre disparos y gritos que se oían.

    — Es evidente que no eres Ryan. Quién eres. — Dije, con seriedad.

    La copia falsa de Ryan tragó saliva para responderme.

    — Somos... Kyler...

    ¿Kyler? ¿Qué demonios era eso?

    — ¡Tú has traído hasta aquí a esos seres! ¡¿Verdad?! — Dije, cogiéndole de la camiseta.

    Kyler... Tierra... Nuestra... — Los ojos de Ryan se perdieron en la nada.

    Había dejado de respirar. Había muerto. Me levanté rápidamente y entré en la enfermería para ver cómo estaban Cindy y Marty.

    Las lágrimas brotaron de mis ojos en cinco segundos contados. Cindy tenía un agujero en el pecho hecho con el arma laser y Marty la cabeza perforada.

    — ¡¡¡Joder!!! — Grité, furioso.

    Salí rápidamente de la enfermería y me sequé las lágrimas antes de que Emily pudiera verme. Me acerqué a la mesa y le indiqué que saliera.

    — ¿Qué está pasando Elliot? ¿Por qué hay disparos? — Me preguntó.

    — Tenías razón Emily, nos han encontrado. — Respondí. — No te separes de mí, ¿vale? Saldremos de aquí cueste lo que cueste.

    — ¡Elliot! ¡Aquí! — Escuché de pronto.

    Al girarme pude ver a Jared y Jessie que me indicaban por donde salir. Un conducto que subía hasta la superficie nos sacaría de ahí.

    Jared salió el primero a la superficie y seguido fue Emily, después Jessie y por último yo.

    Nuestro hogar estaba siendo atacado y nosotros lo único que pudimos hacer fue huir. Me sentía cómo un miserable, y eso lo notó Jessie.

    — Eh, no es culpa tuya. — Me dijo Jessie, tratando de darme ánimo.

    Asentí sin decir nada, ya que realmente no tenía ganas de hablar. Estaba destrozado. Ver a Marty y su madre muertos me había hundido mucho.

    — Jess, ¿tú los has visto...?

    — ¿A Marty y Cindy muertos? Sí, Ryan los mató. Cuando entré de nuevo lo vi sonriendo y fue entonces cuando salí de ahí. Después vino el tiroteo y acto seguido nos atacaron los aliens. — Dijo la doctora.

    — Eso es lo que me sorprende. ¿Cómo diablos nos habrán encontrado? — Dije, sorprendido.

    — Creo que Ryan estaba siendo controlado por ellos. Él los guió hasta aquí, pero realmente ya no era nuestro Ryan. — Murmuró Jessie, decaída.

    — Somos los únicos supervivientes de Nueva York, el único grupo que aún subsistía. — Dijo Jared de pronto. — Nos quieren erradicar para tener la ciudad para ellos solos, y no pararon hasta encontrarnos. Hijos de perra.

    — ¿Y ahora qué hacemos? — Preguntó Emily dulcemente.

    — ¡Eh! — Exclamo Mike, junto con Robson, Eduard y el padre Robert.

    — Estáis vivos. — Dijo Eduard.

    — ¿No sabéis si hay más supervivientes? — Pregunté.

    — Si los hay, no los hemos visto. — Murmuró Robson. — Nos encontramos al padre Robert escondido dentro de una taquilla y rezando. Él es el único que hemos encontrado con vida.

    El padre Robert murmuraba textos de la biblia mientras sujetaba un collar con Jesús en la cruz.

    Eduard observó el horizonte en el que se veían algunas grúas del puerto. Con la voz algo ronca y cansada, dijo:

    — Nos dirigiremos al puerto. Nos vamos de Nueva York de una vez por todas. Nos vamos de aquí.
     
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  5. Threadmarks: Parte 1 (Final) / Capítulo 5: La oportunidad
     
    Manuvalk

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    Final Parte 1- Capítulo 5: La oportunidad




















    El plan de Eduard consistía en dirigirnos al puerto, encontrar un barco en un estado aceptable y navegar hacía costas latinoamericanas.

    Tenía decidido dejar EEUU de una vez por todas, y el resto estaba demasiado ocupado procesando la masacre de los suburbios cómo para discutir el plan con Eduard.

    Sin embargo, al llegar al muelle no encontramos ningún barco servible.

    — ¡No me jodas! ¡Ni un p*to barco! ¡Nada! ¡Me cago en...! — Gruñía Eduard, maldiciendo a cada Dios existente.

    — Ed, podr...

    — ¡Señor, llámame señor! — Recriminó Eduard.

    — Bueno, señor. — Dijo Jared, haciendo ahínco en la última palabra. — Cómo usted acaba de ver, no tenemos vía de escape. ¿Podría hacernos el favor a todos de cerrar el puto hocico? No tengo ganas de que vengan tras nosotros.

    Jared acababa de sonar muy serio y molesto, cosa que dejó al grupo sorprendido, ya que Jared nunca recriminaba nada (al menos no en voz alta). Eduard se disponía a ir por Jared cuando Robson lo paró.

    — No merece la pena, señor. — Murmuró.

    — ¿Qué se supone que hagamos ahora? — Preguntó Jessie, con Emily a su lado.

    — No recuerdo que tuviésemos un plan en caso de invasión extraterrestre, Jessie. — Dijo Jared.

    — ¡Jared, deja de ser tan idiota joder! — Exclamé, molesto por su actitud. — ¡Estamos jodidos y eso ya lo sabemos, pero en vez de recriminarnos tonterías, deberíamos pensar en un lugar donde dormir!

    — Tiene razón, en unas horas anochecerá. — Dijo Mike.

    — Dios nos dará la respuesta. — Murmuró de repente el Padre Robert.

    — ¡Padre, deje de decir gilipolleces! ¡No recuerdo haber visto a Dios luchando contra los putos alienigenas cuando nos invadieron! ¡Tampoco lo he visto ayudando a los supervivientes que se quedaban sin comida! ¡Y tampoco recuerdo haberlo visto defendiendo nuestro refugio de un ataque! Dígame Padre, ¡¿dónde c*ño está Dios?!

    El Padre Robert estaba atónito ante las palabras de Eduard, que había explotado totalmente. La situación nos superaba a todos, pero especialmente a Eduard. Emily me abrazó por detrás, un tanto asustada de la actitud de nuestro líder.

    — Debe estar muy ocupado. — Dijo una voz tras nosotros.

    Robson, Mike y Jared se giraron apuntando con sus armas a aquel desconocido. Al girarme, me quedé petrificado. Eran más o menos treinta personas armadas. Eran ellos, sin duda.

    — Tranquilos caballeros, estamos en el mismo bando. — Dijo aquel hombre, que parecía liderar a un gran grupo.

    — ¿Vosotros sois la Resistencia de Washington? — Pregunté, aunque técnicamente lo supuse.

    Aquel hombre apoyó la M4 que sujetaba en su hombro izquierdo. Con una media sonrisa en la cara, asintió.

    — Efectivamente; tú eres el de la radio, ¿verdad? — Dijo otro hombre, que era muy parecido físicamente al que había asentido con la cabeza.

    — Sí, sí, soy yo. — Murmuré.

    — ¡Dios mío, los hemos encontrado! — Gritó una mujer.

    — ¡Hay más gente! — Exclamo otro.

    — ¡Incluso hay una niña! — Dijo otra chica.

    Nosotros no dábamos crédito. Era increíble, cuando parecía que no los veríamos, de repente aparecen. Pero en el peor momento.

    — ¿Solo estáis vosotros? — Preguntó el primero que habló anteriormente.

    Asentí.

    — ¿Nadie más?

    Negué con la cabeza.

    — Joder... en fin, me alegra haberos encontrado. Me llamo Tyrell, soy el jefe; elegido democráticamente. — Dijo el hombre, riéndose de su propio comentario.

    — Yo soy Elliot y ésta es mi hermana Emily. — Dije, mientras Emily saludaba con la mano y con una tímida sonrisa en el rostro.

    — Yo soy Jessie.

    — Jared.

    — Mi nombre es Robson y el de mi compañero es Mike.

    — Hola. — Murmuró Mike.

    — Eduard, soy marine.

    ...

    La noche había caído y nos juntamos con la resistencia, que habían establecido un perímetro y una zona de descanso en un supermercado (totalmente vacío). Jessie y Jared cuidaban de mi hermana mientras conversaban con gente de la resistencia.

    — ¿Cuantos años tienes, pequeña? — Preguntó una mujer mayor.

    — Trece años. — Murmuró Emily.

    — ¿Es tu hija? — Preguntó otra mujer.

    — Oh, no. Es la hermana de un amigo. — Dijo Jessie.

    — ¿Y dónde está ese amigo? — Preguntó de nuevo la mujer mayor.

    — Hablando con los jefes. — Indicó Jared, mostrando una sonrísa forzada.

    Robson y Mike charlaban amistosamente con varios soldados.

    — ¿A cuantos has matado tú, tío? — Preguntó uno de ellos.

    — Unos doce. Pero muy esporádicamente. — Dijo Mike.

    — Solo salen cuando les vale la pena. — Añadió Robson.

    — Sí, malditos bastardos... — Respondió uno de ellos, que tenía una gran cicatriz en la cara. — Ellos me hicieron esto.

    — Joder, debió doler. — Murmuró Mike.

    — ¡Más le dolió a él el agujero que le hice en todo el pecho! — Respondió el hombre de la cicatriz seguido de largas carcajadas.

    Yo me encontraba hablando con Eduard, Tyrell y Devon (era su hermano y co-líder de la resistencia) en el almacén de dicho supermercado, un poco alejados de la gente.

    — ¿Entonces están en esa central eléctrica? — Preguntó Devon, asombrado. — Es la primera vez que los veo usando nuestros recursos.

    — Y eso no es todo. Creemos que planean ponerla en funcionamiento. — Dije. — Hice una misión con Robson, Mike y un compañero que he perdido recientemente...

    — Lo siento. — Murmuró Tyrell. — Y hablo por ambos. — Refiriéndose a su hermano Devon.

    — ...gracias; el caso es que los vimos allí. Es evidente que traman algo en esa central. Pero nosotros no teníamos casi soldados, la mayoría eran civíles que no sabían sujetar un arma, y bueno, el resto es historia. — Terminé de contar.

    — Entonces, que yo recuerde... Traman algo en la central, os atacan, solo quedáis vosotros... ¿estoy en lo correcto?

    — Sí, Devon. — Dijo Eduard. — Lo peor es que nos siguen buscando, estoy seguro.

    — ¿En serio? — Preguntó Tyrell, asombrado.

    — No lo dudéis. Éramos el único grupo en toda la ciudad de Nueva York, éramos el único grupo que les jodía planes y éramos el único grupo que no habían encontrado. Creédme, vendrán tras nosotros. — Murmuré, con total seriedad.

    — ¿Qué propones, Elliot? — Me preguntó Tyrell.

    — Qué ataquemos.

    Tyrell y Devon se miraron durante unos segundos, sin saber que decir.

    — No vamos a acobardarnos. Llevamos esperando una ofensiva durante mucho tiempo, y ahora la hemos encontrado. Es hora de que vean que nosotros sabemos pelear. — Finalizó Tyrell.

    ...

    Todo estaba listo para el ataque al día siguiente. Las personas enfermas, niños y ancianos se quedarían en ese supermercado, ya que Tyrell no quería ponerlos en peligro.

    Algunas mujeres y hombres se quedaban a defenderlos por si acaso. Entre esos Jessie, que cuidaría de Emily. El Padre Robert organizaría una misa con los supervivientes.

    — Elli. — Murmuró Emily. — Tengo que decirte algo...

    — Dime, Em.

    Emily me alejó un poco de la gente.

    — He soñado que dejabas de ser tú. — Me dijo susurrando.

    Sus palabras me dejaron atónito. Ya sabía de primera mano que sus sueños/premoniciones casi siempre sucedían. Asentí y la abracé con todas mis fuerzas.

    — Siempre seré yo. — Dije. — Anda, ve con Jessie.

    Jessie se acercó y me dio un abrazo de repente. Yo hice lo mismo y la abracé.

    — Regresa a salvo. — Murmuró.

    — Lo haré. — Respondí.

    — ¡Elliot! — Me llamó Tyrell.

    Yo y Jessie nos miramos a los ojos. No queríamos que fuera una despedida, sino un "hasta luego". Sin decir nada volví con el batallón. Un total de treinta éramos.

    Eduard, Jared, Robson, Mike, Tyrell y Devon junto más soldados esperaban impacientes ordenes. Tyrell se posicionó frente todos.

    — ¡Caballeros, ha llegado nuestra primera gran batalla! ¡Una batalla que no definirá el destino de la humanidad pero, joderá a esos p*utos aliens y nos dará confianza para la próxima! ¡Recordad; juntos, lo lograremos! — Exclamo Tyrell.

    — ¡¡¡Vamos!!!

    — ¡¡¡Muerte a esos bichos espaciales!!!

    — ¡¡¡Podemos con ellos!!!

    Rápidamente pero en silencio nos acercamos todos a la central. De cerca, era bastante grande. Un primer grupo entraría de avanzadilla mientras que el resto iría en la retaguardia.

    ¿El objetivo? Destruir la central con ellos dentro. Devon era un especialista en explosivos y tenía C4 para aburrir. Colocaría las cargas y saldríamos de allí.

    En el primer grupo iba Eduard y Mike con cinco soldados más. Los vimos entrar, pero hasta que no dieran una señal no podíamos ir tras ellos. De pronto se escucharon decenas de disparos hasta finalmente enmudeció.

    Todos nos miramos con recelo a ir hacía allí. De pronto salieron varios drones buscándonos.

    — Mierda, esos drones los han asesinado. — Dijo un hombre.

    — Eso no lo sabemos. — Murmuró Tyrell.

    — ¡Es evidente que sí! — Respondió de nuevo el hombre.

    Su subida de tono fue suficiente para que los drones nos detectaran. Eran unos cinco y comenzaron a dispararnos laser, el grupo se descompuso y algunos huyeron mientras que otros se iban por otros lados y disparaban a su antojo.

    — ¡Corred! — Gritó uno.

    — ¡Mierda! ¡Mierda! — Decían otros.

    De pronto uno de los drones soltó una una especie de piedra totalmente circular. Ésta cayó a los pies que Jared, que estaba a mi lado.

    — ¿Qué...? — Murmuraba.

    Jared rápidamente me empujó hacía atrás y aquella piedra explotó. Jared se hizo pedazos pero no me dio tiempo a ver nada más. Me quedé inconsciente.

    ...

    Comencé a abrir los ojos, parpadeando, todo estaba borroso. Muchos cables salían de la nada, algunos de ellos estaban conectados a mí.

    Al verme enchufado a una red me sobresalté y comencé a tratar de quitármelos, pero me encontraba muy débil. Tanto que desistí finalmente en un intento por quitármelos.

    De pronto, un Extraño (llamamos así a los extraterrestres que mandan, unos que nunca se dejan aparecer y pocos han visto) aparece frente a mi. Estoy tumbado y me observa con indiferencia.

    — ¡Suéltame hijo de perra! ¡Suéltame! — Exclamo.

    De pronto una serie de voces comienzan a resonar en mi cabeza. Es cómo si me hablaran desde lejos.

    — ...humano...

    Es cómo si buscara algo en una absoluta e inmensa oscuridad.

    — ...no aprende...

    — ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate!

    El sonido de una explosión en el exterior pone al Extraño en alerta.

    — ¡Humanos! ¡Destrucción! ¡Aquí! — Oigo en mi subconsciente.

    El Extraño se marcha, pero antes de hacerlo, me lanza una mirada de rabia con sus pequeños ojos.

    Comienzan a sucederse explosiones fuera y rápidamente mi mente grita sobresaltado: ¡EMILY!
     
  6. Threadmarks: Parte 2 / Capítulo 1: Bajo el yugo Kyler
     
    Manuvalk

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    He decidido dejar de narrar en primera persona y volver a hacerlo en tercera, cómo siempre he hecho en cada historia mía.


    Parte 2: Resistencia

    Capítulo 1: Bajo el yugo Kyler




















    — Fox 1 llamando a Cobra 2, ¿estás ahí amigo?

    Estática.

    — Fox 1 llamando a Cobra 2, ¿me recibes?

    — Cob... ando a Fo... ¡est... ndo... tacado!

    — Repita Cobra 2, repita.

    Estática.

    — ¡Mierda!

    El caza dio media vuelta en pleno vuelo y se dirigió a Nueva York.

    La Resistencia de Michigan había decidido lanzar una ofensiva total y una docena de cazas (aviones militares) decidieron dirigirse hacía un objetivo desconocido.

    Sin embargo, varias naves Kyler les salieron al paso justo en el cielo de Nueva York, y las naves de ambos bandos iniciaron una tremenda batalla aérea.

    — ¡Fox 3 a Fox 1! ¡Son demasiadas!

    — ¡No se rinda Fox 3! ¡Luche por su país!

    Fox 3 (uno de los aviones) recibió un cañonazo laser por parte de una nave Kyler (eran mucho más rápidas y doblemente armadas) en una de las alas y comenzó a caer en picado, chocando contra uno de los edificios más altos de la ciudad y provocando una explosión que se oiría en más de treinta kilómetros.

    ...

    El Extraño se marchó de la vista de Elliot, que se encontraba bastante alterado.

    Rápidamente se soltó de aquellos cables que tenía inyectados a las venas y buscó la salida de aquella central. Muchas habitaciones, muchos pasillos y ningún humano a la vista.

    — Dios... — Murmuraba Elliot debido al dolor fuerte de cabeza que padecía.

    Dobló una esquina y se encontró con uno de los soldados extraterrestre, malherido en el abdomen y con su Blaster a unos metros.

    Elliot observó que su sangre era roja, igual que la humana.

    — Humano... — Escuchó Elliot en su mente.

    Elliot comenzaba a entender que era lo que le ocurría.

    Al parecer, habían experimentado con él hasta tal punto que podía hablar mentalmente con aquellos seres extraterrestres.

    El joven se arrodilló frente aquel soldado espacial y pasó el dedo por la sangre de éste.

    — Sangráis cómo nosotros. — Murmuró.

    — Humano, mátame.

    La propuesta de aquel ser dejó a Elliot muy sorprendido.

    — ¿Me está pidiendo que lo ejecute para no sufrir? — Pensó Elliot.

    A aquel extraterrestre no le quedaba mucho tiempo de vida. Elliot vio por primera vez la oportunidad de saber más acerca de ellos.

    — ¿De dónde venís? ¿Qué queréis de los humanos? — Preguntó Elliot mentalmente.

    — Nosotros no somos cómo ellos. Ellos quieren recursos, mano de obra. Nosotros somos su mano de obra.

    — Si me lo dices todo, te ayudaré. — Dijo Elliot. — Si no sois la misma especie, ¿quienes sois vosotros?

    Los escuadrones extraterrestres (los soldados estandar) eran otra especie totalmente distinta a la que se conocía cómo Extraños.

    Eran bastante parecidos a los humanos salvo que estos tenían cuatro brazos y una fuerza triplicada a la humana.

    — Mi raza es de nombre Mhirk. Vivíamos en nuestro planeta natal de nombre Roleyk cuando los Kyler llegaron. Nos esclavizaron y nos obligaron a trabajar para ellos bajo su yugo. Ellos tienen unos inoculadores que controlan a los sujetos que tienen en su cuerpo uno. Cuando no te necesitan o te liberas de su control, el inoculador se disuelve en tu sangre y desaparece. — Dijo aquel extraterrestre.

    Elliot tardó unos segundos en procesar la información. ¿Eran los Mhirk un peligro y una ventaja contra los Extraños que resultaban ser una especie llamada Kyler?

    — ¿Cuál es tu nombre? — Preguntó Elliot. — ¿Cómo puedo salvarte?

    — Tyok me llamo. No necesito nada. — Dijo el Mhirk de nombre Tyok.

    — ¿Pero cómo diablos vas a parar el sangrado?

    — Nosotros los Mhirk tenemos una habilidad que hace que cualquier herida superficial que tengamos se regenere. Cuando más grande es la herida, más tarda en regenerarse. Ésta no tardará mucho, llevo aquí sentado sobre la pared desde que los Kyler han salido por esa explosión. — Dijo Tyok, todo esto hablando mentalmente con Elliot.

    — ¿Tú también la has oído, verdad? — Preguntó Elliot, cogiendo la Blaster de Tyok.

    — Afirmativo. Oye, ¿sabes usar eso? Tenemos que salir de aquí. — Respondió Tyok cambiando de tema.

    Elliot accionó un pequeño pasador y el arma se encendió cómo una linterna.

    — No es la primera vez que uso una Blaster. — Respondió Elliot.

    — ¿Así llamáis los humanos a la 447-J?

    — Sí, cómo también llamamos a los Kyler los Extraños. Venga, ¿puedes levantarte?

    Tyok se incorporó y se puso detrás de Elliot.

    — Ve delante, tú tienes el arma y yo debo regenerar mi herida. — Dijo. — Por cierto humano, muchas gracias.

    — No las des, tenemos un enemigo común. Por cierto, me llamo Elliot.

    Elliot empuñó el Blaster y comenzó a avanzar bajo las indicaciones de Tyok para salir de la central. Era muy raro ya que no se veían ni Kylers ni humanos.

    Parecían ser los únicos en la central eléctrica. Al salir, ambos comprobaron la masacre que había habido fuera.

    Muchos cuerpos sin vida yacían en el suelo. El de Eduard, Mike y Jared entre otros. Elliot asintió, apenado al ver a varios de sus amigos fallecidos.

    — La compasión humana es el arma que usan los Kyler contra vosotros. — Rugió Tyok.

    — ¿Qué? ¿Acaso los Mhirk no tenéis sentimientos? — Preguntó Elliot, molesto con las palabras de Tyok.

    — Ellos nos los quitaron. — Respondió.

    De pronto, varias naves de origen Kyler sobrevolaron la zona. Tyok cogió a Elliot y lo arrastró hacía la pared para que no fueran detectados.

    — ¿Qué haces Tyok?

    — Detectan el calor. — Indicó el Mhirk. — Por suerte la central crea calor y pegarse a ella evita que seamos detectados. Habrá que esperar a que se aleje para seguir con nuestro camino.

    La nave Kyler continuaba sobrevolando la zona cuando de pronto un caza humano le lanzó varios misiles.

    A pesar de que la nave Kyler no sufrió muchos daños, pareció quedarse aturdida, momento que Tyok aprovechó para correr junto con Elliot alejándose así del área vigilada.

    Tras correr varios minutos, Elliot decidió parar y descansar unos segundos.

    — Necesito ir dónde está mi hermana. — Murmuró Elliot.

    — ¿No lo has visto? La zona ha sido arrasada. — Dijo Tyok.

    — ¡Lo sé joder! Lo sé.

    Hubo un breve minuto de silencio en el que sólo el aire se oía.

    — ¡Las p*tas manos en alto! — Dijo un tipo viniendo de la nada.

    Elliot obedeció pero Tyok, que no comprendía el idioma humano, se quedó quieto sin saber cómo reaccionar.

    — ¡Elliot! — Exclamo Jessie, apareciendo con parte de la resistencia que había sobrevivido.

    Emily fui corriendo a abrazar a su hermano, gesto que el Mhirk vio y que le sorprendió, ya que su especie no era de mostrar sentimientos.

    — ¡¿Quién c*ño es ese bicho?! — Dijo Robson, apuntando a Tyok.

    — ¡¿Qué haces con ese monstruo, Elliot?! — Dijo Tyrell, también apuntando al Mhirk.

    — ¡Tranquilo todo el mundo! ¡Bajad las armas! ¡No es un enemigo! — Exclamo Elliot, tratando de defender a Tyok.

    — ¡No me jodas Elliot es un jodido alien! ¡Un exterminador! — Gritó Devon.

    Tyok trató de justificarse hablando, pero evidentemente su lenguaje era muy extraño para los humanos.

    — ¡¿Qué mierda ha dicho?! ¡¿Qué ha dicho?! — Gritaba Robson, furioso por encontrarse con un extraterrestre y con ganas de venganza tras la muerte de su amigo Mike.

    — Elliot, diles que no quiero problemas, soy un aliado. — Dijo Tyok mentalmente a Elliot.

    — Dice que es un aliado, no quiere problemas. — Musitó Elliot.

    — ¡¿Qué no quiere problemas?! ¡Yo le voy a dar unos cuantos! — Gritó Robson.

    — ¡Me ha ayudado, joder!

    Las palabras de Elliot dejaron en silencio a los pocos supervivientes de la resistencia. Jessie y Emily miraban a Elliot asombradas.

    — ¡Podría haber muerto en esa central eléctrica, y éste ser me salvó! ¡Me contó que no son la misma especie, los Extraños son llamados Kyler y ellos son llamados Mhirk! ¡Él, se llama Tyok! ¡Y su especie quiere aliarse con la nuestra, para vencer de una vez por todas a los Kyler, los verdaderos culpables de ésta invasión! ¡Ellos simplemente están bajo el yugo Kyler! ¡Así que bajad la p*tas armas, y tened en consideración a Tyok! Tenemos un aliado. — Dijo Elliot, frente la mirada de todas las personas.
     
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  7. Threadmarks: Parte 2 / Capítulo 2: Fuego contra fuego
     
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    Capítulo 2: Fuego contra fuego

















    Desde las afueras la ciudad tenía un aspecto de cementerio en ruinas. Docenas de cadáveres yacían en el suelo, justo en la entrada de la central eléctrica que usaban los Kyler; lugar que habían abandonado tras el ataque de la resistencia.

    La resistencia, comandada por Tyrell y tras debatir en que zona crear su nuevo refugio, decidieron establecerse a las afueras, en una zona montañosa de la que se podía ver toda la ciudad. Sin duda, un lugar estratégicamente bueno.

    Habían pasado dos semanas desde el ataque a la central eléctrica y parte de la resistencia que había sobrevivido había construido un hogar. La zona tenía caravanas cómo viviendas para los residentes, de esa forma tenían donde dormir y vehículo en el que irse si sucedía algo.

    Además, había un perímetro establecido del campamento y varias patrullas rutinarias que iban por el bosque (antes de llegar al campamento, había que cruzar un extenso bosque que subía) para evitar sorpresas.

    Una zona de cultivos donde la gente podía ayudar y ser productiva. Miranda, la pareja de Tyrell, era la encargada junto Jessie de preparar comida decente (Jessie ayudaba a Miranda en la comida y además también ayudaba siendo médico).

    Siendo Emily la única niña de la resistencia era muy querida y apreciada por todos, en especial por madres que perdieron a sus hijos en el ataque inicial. Em ayudaba en el huerto y en la cocina con Miranda y Jessie.

    ...

    Tyrell, Devon, Elliot, y Aaron (un profesor de tecnología que sobrevivió y ayudaba a la resistencia con sus conocimientos) se reunieron en una caravana que era llamada cómo La Cámara. Allí, se preparaban los planes y se distribuía el trabajo, además de ser la zona de los líderes (Tyrell, Devon y Elliot).

    — ¿Qué hacemos aquí? — Preguntó Devon, que no sabía para que los habían llamado.

    — Aarón ha solicitado nuestra presencia; quiere hablarnos de algo. — Indicó Tyrell, sentado en una silla alrededor de la mesa mientras los demás estaban de pie.

    Aarón se colocó sus gafas y tomó asiento dispuesto a explicar su idea. Elliot y Devon terminaron por seguirlo.

    — Cómo saben, caballeros, he estado trabajando en mis planos y teorías estos últimos días. — Dijo Aarón. — Los drones les son de mucha utilidad a los Kyler, pero creo que tengo la formula para hacerlos cambiar de bando.

    — No lo entiendo. — Murmuró Devon.

    — Siga, profesor. — Dijo Elliot, queriendo oír de que se trataba.

    — Lo que sabemos es que los drones son controlados por un centro de datos, una base que los tiene programados para realizar distintas tareas. Las ordenes las recibe un microchip que tienen instalado y el dron obedece a ello. Sin embargo, si reprogramo el microchip del dron dándole unas ordenes diferentes...

    — ...el dron trabajaría para nosotros. — Dijo Elliot. — Increíble Aarón, es usted alguien brillante.

    El profesor asintió, halagado por el comentario del joven Elliot. Devon movía la cabeza en señal de aceptación, satisfecho.

    — ¿Y cómo hacemos para tener drones? Esos bichos voladores no se dejarán coger, además disparan láser. — Dijo Tyrell.

    — Ahí es donde entra esto. — Aarón pone sobre la mesa una especie de silbato, dejando sin palabras a los demás presentes.

    — ¿Qué se supone que haga un silbato contra un dron? — Preguntó Devon, extrañado.

    — Un silbato cualquiera nada, pero ÉSTE silbato, inhabilitarlo por unos segundos. — Musitó el profesor.

    — ¡Es genial joder! — Exclamo Elliot asombrado. — Pero, ¿cuantos segundos lo inhabilita?

    Los cuatro se miraron fijamente.

    — Siete segundos. — Dijo Aarón.

    — ¡Mierda! — Dijo Devon.

    — Vaya... — Murmuró Elliot, decaído.

    — ¿Qué espera que hagamos en siete segundos para controlar a un dron? — Preguntó Tyrell.

    — Durante esos siete segundos solo se tiene que desactivar la fuente de energía de estos. La tienen en su parte trasera; se desatornillan los tornillos para quitarle la tapa y se desconecta rápidamente el conector a la fuente. ¿Entienden caballeros?

    Los tres asintieron. Tyrell sacó una lista en la que habían varios nombres.

    — Devon, te llevarás a Robson, Miller y Elliot. — Ordenó Tyrell. — ¿Crees que puedas realizar la misión, hermano?

    — Sin lugar a dudas. — Musitó Devon, dispuesto.

    — Yo voy. — Dijo Tyok, entrando en La Cámara.

    Los cuatro humanos se miraron sorprendidos.

    — ¿Cómo sabes que nos vamos? No estabas aquí dentro. — Dijo Tyrell, totalmente sorprendido.

    — Los pensamientos de Elliot son muy fuertes. — Dijo Tyok, centrando la mirada del resto en Elliot.

    Durante aquellas dos semanas que pasaron desde el ataque a la central eléctrica hasta el establecimiento de la comunidad, Elliot contó a todos los presentes lo que los Kyler le hicieron, y el porqué puede hablar con Tyok mediante la mente.

    No muchos se acercaban a Elliot después de aquello, pero él estaba satisfecho de no haber mentido a los suyos.

    — En ese caso... — Murmuró Tyrell. — Devon, Tyok irá con vosotros.

    — Está bien. — Dijo Devon, que no se sentía cómodo con la presencia de un Mhirk. — Aunque no sé si le gustará a Robson, aún sigue escocido por la muerte de su compañero Mike.

    — Él tendrá que superarlo. — Contestó Tyok.

    Sí, Tyok se comunicaba con los humanos sin ningún aparato que lo tradujera, aunque cuando quería decir algo más privado, hablaba mentalmente con Elliot. Durante aquellas dos semanas, el Mhirk aprendió el idioma de forma rápida y sorprendente.

    Según él, su raza tiene la habilidad para aprender las cosas rápido. Entre aquello, su fuerza bruta y la regeneración de su cuerpo entre otras cosas, Tyok era un súper soldado.

    Devon miró fríamente a Tyok por sus palabras, mientras Tyrell y Elliot cogían varias armas y Aarón les dejaba el silbato y se marchaba. Cuando todo estaba listo, los hombres salieron de La Cámara para irse a la misión, no sin antes despedirse de sus seres queridos.

    — Adiós, hermano. — Dijo Devon, abrazando a Tyrell.

    — Eh, no digas adiós. Nunca lo hacemos. — Respondió Tyrell. — Hasta luego, hermano.

    — Nos vemos, Miranda. — Murmuró Devon, sonriendo tímidamente.

    — Claro. Cuídate. — Respondió Miranda, tratando de ser más seca.

    Tyrell observó la escena con seriedad. Devon asintió y fue el primero en subir a la camioneta que tenían preparada para cargar a los drones.

    — ¿Regresarás pronto? — Preguntó Emily, preocupada.

    — Lo más pronto posible, ¿sí? — Dijo Elliot, dándole un beso y un abrazo a su hermana. — Cuida de Jessie, eh.

    — ¡Lo haré!

    — Cuídate tú, ¿vale? — Dijo Jessie, abrazando a su amigo Elliot.

    — Por supuesto, eso siempre. — Murmuró Elliot, cogiéndole la mano a Jessie. — Verás, esto... quería dec...

    — ¡Vamos Elliot, no tenemos todo el día! — Exclamo Miller, un soldado de la resistencia que les acompañaba.

    — ¡Ya voy! — Musitó Elliot, molesto. — En fin Jessie, te lo diré en otro momento.

    Jessie se sonrojó cuando Elliot le sujetó las manos en las suyas y ahora se puso nerviosa debido a lo que quería decirle. Acto seguido decidió irse con Emily a continuar con sus tareas.

    Miller conducía la camioneta con Devon de copiloto. Detrás, irían Elliot, Tyok y Robson. Finalmente, después de las despedidas, la camioneta inició su camino. Era casi mediodía.

    ...

    El camino de la montaña a la ciudad era un poco largo y muy movido, debido al terreno. Elliot se había percatado de que Robson miraba mal a Tyok, y no dudó en preguntarle mentalmente a su amigo Mhirk si era consciente.

    — Tranquilo, su mirada irradia furia y culpabilidad hacía mi persona; no obstante, sabe que no soy el culpable de la muerte de su amigo. — Le dijo Tyok a Elliot mentalmente.

    — ¡Estamos llegando señores! — Exclamo Miller para los que viajaban atrás.

    — ¡Bien! — Respondió Elliot.

    Devon, Tyrell y Robson llevaban M4 y AK47, sin embargo, Elliot y Tyok llevaban Blasters. No todos veían bien el llevar armas extraterrestres, pero otros lo veían cómo una forma de combatir el fuego contra fuego.

    Tras cinco minutos, la camioneta entro en la ciudad. Miller decidió aparcarla lejos de las zonas de conflicto, ya que si destruyeran el vehículo, tardarían más en regresar al refugio y encima no podrían llevar a los drones obtenidos consigo, que pesaban mucho y eran cómo pelotas muy grandes (medían cuarenta centímetros de alto).

    Todos salieron de la camioneta armados y listos.

    — Bien, repasemos el plan. — Dijo Devon. — Robson, tú llamarás la atención de los drones disparando varias veces a la nada. El ruido atraerá a varios, posiblemente unos dos. Con dos cazados, nos volveremos, ¿entendido?

    Todos asintieron.

    — Bien, cuando estos aparezcan tenemos que estar en alguna cobertura para evitar que nos disparen. Es entonces cuando Robson, que llevará el silbato consigo lo tocará, aturdiendo a los drones. En esos siete segundos, yo y Elliot desatornillaremos las tapas y Tyok las desconectará tras nosotros. ¿Entendido?

    — Así es. — Dijo Elliot.

    — ¡Vamos entonces! — Dijo Devon, lleno de adrenalina.

    Los cinco emprendieron el camino hacía una zona de la ciudad. Llegaron a un lugar rodeado de edificios derrumbados para poder cubrirse en los escombros.

    — Colocaos en vuestras posiciones; Robson, a mi señal, ¿vale? — Dijo Devon.

    Robson asintió, esperando la señal de su compañero. Miller se escondió tras una pared medio en pie, Elliot tras un tanque destruido, Tyok tras los restos de un caza (avión militar) y Devon fue donde estaba Elliot.

    — ¡Robson, ya!

    Robson disparó varias ráfagas y se cubrió tras la barra de un bar que estaba a la intemperie. No pasaron más de viente segundos cuando el sonido de dos drones aproximándose se comenzó a oír. Dichos drones hicieron acto de presencia y comenzaron a analizar la zona, buscando vida humana en ella.

    — Espero que ésta mierda funcione. — Susurró Robson, refiriéndose al silbato.

    El soldado silbó rápidamente y los drones comenzaron a padecer un estado de trance que los dejó cómo congelados, sin energía.

    Estos, que estaban flotando en el aire cayeron cómo dos piedras, momento que aprovecharon Devon y Elliot para desatornillar las tapas traseras de estos y Tyok se encargaría de desconectarlos.

    Uno.

    — ¡Vamos, vamos, vamos! — Dijo Robson, cubriendo junto con Miller la posición del grupo por si aparecían más.

    Dos.

    — ¡Ya casi lo tengo! — Gritó Elliot.

    Tres.

    — ¡Joder, joder! — Murmuraba Devon.

    Cuatro.

    — ¡Vienen más! — Exclamo Miller, suponiendo que los Kyler se habían percatado de que dos de sus drones presentaban irregularidades.

    Cinco.

    — ¡Lo tengo! — Gritaron Devon y Elliot a la vez.

    Seis.

    Tyok desconectó el primero e iba hacía el segundo.

    Siete.

    Justo a tiempo, Tyok desconectó al segundo.

    — ¡Tenemos que irnos! ¡Eso no son drones! — Exclamo Robson, viendo que eran dos naves Kyler las que se acercaban.

    Tyok empujaba un dron con sus cuatro brazos mientras Devon y Elliot llevaban otro, haciéndolos rodar por el suelo. El grupo comenzó a correr hacía la salida de la ciudad mientras las naves se dirigían hacía ellos.

    — Robson. Miller. Empujad esto, yo contendré a las naves. — Dijo Tyok.

    — ¿Qué c*ño dices? Eso es imposible con nuestras armas. — Dijo Robson, que junto Miller comenzaron a mover el dron.

    — No con ésta. — Respondió Tyok, que reconvirtió su Blaster en un Termoblaster, un arma que disparaba ondas gravitacionales cómo un lanzacohetes dispara un misil.

    Mientras los cuatro humanos miraban asombrado la transformación del arma que Tyok tenía, las naves se acercaron a ellos, pero el Mhirk apuntó y disparó a una de ellas, que tras recibir la onda explotó violentamente en el aire, dañando a la otra que iba a su lado y haciendo que perdiese el control y se estrellara.

    — ¡¿Pero que cojones es esa arma?! — Exclamo Devon, boquiabierto.

    — Termoblaster. — Musitó Tyok.

    — Bendita tecnología. — Dijo Miller.

    — ¡Brutal, espero que hayan muerto esos capullos! — Gritó Robson, eufórico.

    — Rob, esas naves no van tripuladas. — Indicó Elliot, sorprendido de que su compañero no lo supiera.

    — Mierda. — Murmuró Robson.

    Finalmente llegaron a la camioneta y subieron en la parte trasera a los dos drones obtenidos además de subir Tyok, Elliot y Devon.

    Delante irían Miller de conductor y Robson que quería ir de copiloto. La camioneta arrancó e iniciaron el viaje de regreso.

    — Tyok, eso ha sido increíble. — Dijo Elliot mentalmente a su amigo extraterrestre.

    — No entiendo el entusiasmo humano. Es una guerra, no una de vuestras películas. — Respondió Tyok, serio.

    — Bah, no lo entiendes. Es el espíritu humano, nos nace celebrar que hemos ganado, aunque sea una simple misión; a hemos completado. — Dijo Elliot.

    — Los Mhirk no celebramos nada hasta que obtenemos la victoria con un 100% de seguridad. — Dijo Tyok. — Hasta entonces, el guerrero permanece en silencio y luchando.

    ...

    Tras llegar a la comunidad y darle los drones a Aarón, los que hicieron la misión descansaron en sus respectivas caravanas. En la de Elliot (que vivía con Emily y Jessie), éste se encontraba durmiendo cuando la mujer entró.

    — Ni siquiera es de noche y ya estás durmiendo. — Dijo Jessie, sonriendo.

    — Ha sido agotador. — Murmuró Elliot, levantándose. — Pero tienes razón, dormir es para la noche. ¿Y Emily?

    — Está con el Padre Robert en la misa que hacen en vuestro nombre tras la misión. Cree que así te dará suerte para la siguiente. — Respondió la doctora, acomodándose al lado de Elliot.

    Ambos estaban sentados en la cama y durante unos segundos se hizo un silencio incómodo.

    — Lo que quería decirte antes...

    — Si no quieres hablar de eso ahora lo entenderé, estás cansado Elliot.

    — Te quiero, Jessie.

    La mujer observó a Elliot atónita. Sus ojos brillaban cómo estrellas en la noche.

    — No vi la oportunidad de decírtelo hasta hoy, pero llevo sintiéndome así desde que nos conocimos. Lo único bueno de la invasión, y perdóname si suena egoísta, es haberte encontrado. — Dijo Elliot, con total sinceridad.

    Y con la luz de las velas iluminando el interior de la caravana, Elliot y Jessie se fundieron en un suave y cálido beso.
     
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    Zurel

    Zurel —Vuestras historias han terminado.

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    Como dicen por ahí...no hay que juzgar un libro por su portada.

    Sinceramente, cuando leí el nombre, no me llamó para nada la atención pero tras verlo en la lista al revisar varias veces, opté por leer la historia y me ha encantado.

    Jamás imaginé que se tratara de aliens, destrucción, batallas, en fín todo lo que se espera de una historia del genero ciencia ficción.

    Me ha gustado la elaboración en primera persona, pero me ha gustado aún más en tercera, te digo algo, ese cambio tan abrupto en la escritura no le quita nada de emoción, ¿Sabes porque?, porque cuando te sumerges tanto en una historia de este calibre tan bien echa, ese cambio no significa nada y eso es un gran punto a tu favor.

    No hay palabras para decirte lo mucho que me ha gustado, la relación de Elliot y Emily me ha encantado, veo mucho amor en ella y eso me ha conmovido.

    Tyok me ha echo sentir un poco triste, su raza esclavizada y el estado en que fue encontrado por Elliot me hizo pensar muchas cosas, espero que no muera.

    Ojalá que continues la historia y tengo esperanzas en que no sea muy corta, espero que sepas explotarla al máximo porque tiene un gran potencial.

    Para finalizar te dare un consejo, cuando cambies de escena, coloca los "..." con negrita y en el centro del (en este caso) reglon. O bien puedes hacer una linea completa de "-------" o también "****" para realizar el cambio de escena, eso es todo.

    Saludos y hasta la proxima.
     
    Última edición: 3 Noviembre 2016
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    Manuvalk

    Manuvalk el ahora es efímero

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    Me alegra que te haya gustado, pronto continuaré con la historia ya que hasta ahora estaba repleto de mucho trabajo, pero ahora puedo continuarla sin problemas. Gracias por el consejo, lo aplicaré. Y gracias por leer de nuevo, se agradece tu comentario muchísimo.
     
  10. Threadmarks: Parte 2 / Capítulo 3: Imperio Kyler
     
    Manuvalk

    Manuvalk el ahora es efímero

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    Capítulo 3: Imperio Kyler




















    Elliot y Jessie dormían juntos en la cama poco espaciosa que tenía la caravana, las sábanas estaban totalmente revueltas y desechas y Jessie apoyaba su cabeza en el pecho de Elliot, que estaba despierto y con la mirada perdida.

    De pronto parecía escuchar unos sonidos extraños provenientes de su propia mente.

    ...humano...

    Elliot se puso tenso al oír aquello. ¿Acaso le estaban hablando? ¿Quién era?

    De pronto, alguien tocó a la puerta de la caravana. Emily, que dormía al otro lado, comenzó a desperezarse, por lo que Elliot se levantó de la cama, se puso unos pantalones y se dirigió a abrir la puerta.

    — Buenos días Elliot. — Dijo Tyrell con seriedad. — Aaron lo ha conseguido, ven a verlo.

    Elliot se vistió rápidamente y siguió a Tyrell hasta le entrada al bosque. Allí, el profesor Aaron programaba a los drones obtenidos con ayuda de Devon.

    — Buenos días chicos. — Dijo Elliot. — ¿Cómo va, profesor?

    — Cómo la seda. Los he programado y ahora cumplen las funciones que les ordenamos. Cómo Devon me ha dicho, los he puesto a patrullar los alrededores del campamento, por si viene alguien indeseado. — Indicó con satisfacción el profesor Aaron.

    — Es genial, ¿verdad? — Añadió Devon, contento.

    — Tendremos dos drones vigilando los alrededores en lugar de ser nosotros los que patrullemos, es perfecto, no nos pillarán por sorpresa. — Dijo Tyrell.

    [...]
    Tras la gran noticia sobre los drones, el campamento vivía un poco más tranquilo. Ha pasado una semana desde aquello, y la gente está satisfecha con el resultado de las misiones.

    Sin embargo, la munición no es infinita. Tyrell, Devon, Elliot y Tyok deciden ir en busca de esa ansiada munición y abastecerse bien.

    — Emily, pórtate bien con Jessie, ¿está bien? — Dijo Elliot, abrazando a su hermana. — Estaré aquí en nada.

    — No te preocupes, siempre se porta bien conmigo. — Respondió Jessie.

    — ¡Es verdad! — Corroboró la niña.

    — Bueno, eso me alegra. — Respondió Elliot, besando a su chica. — Nos vemos, amor.

    — ¡Se han besado! — Gritó Emily con alegría.

    La gente comenzó a reír con el comentario de la joven, y la pareja se puso roja de la vergüenza.

    Ajeno a aquello, Devon estaba viéndose a escondidas con la mujer de su hermano, Miranda.

    — Te quiero, volveré pronto. — Dijo Devon, abrazándola.

    — Tened cuidado. — Dijo Miranda.

    — Siempre. Por cierto, tenemos que hablar sobre decirle esto a mi hermano. Vernos a escondidas terminará por ser problemático. — Advirtió Devon, tomándola de la mano.

    — No quiero hacerle daño. Se portó muy bien conmigo siempre, le debo la vida. O no recuerdas cuand...

    — Sí, lo recuerdo. Bueno, debo irme.

    Devon se dirigió a la camioneta en la que Tyrell, Elliot y Tyok estaban y subió.

    Miranda observaba desde la distancia cómo su amante se marchaba.

    [...]
    La camioneta paró frente una tienda de munición, pero el acceso a ésta resultaba difícil. Unos escombros bloqueaban la entrada, por lo que Tyok, mucho más fuerte que los humanos, las apartó con normalidad.

    — Fue bueno traerte con nosotros. Gracias. — Dijo Tyrell, cada vez más amable con el Mhirk.

    — Cada cosa que hago es explícitamente un pequeño paso para vencer a los Kyler. No me lo agradezcas. — Respondió Tyok, con la seriedad que lo caracteriza.

    Tyrell irrumpió primero en la tienda, armado con un rifle y una linterna para alumbrar el oscuro lugar, seguido de Elliot, Devon y por último Tyok.

    El lugar se encontraba en penumbra y con muchísimo polvo en su interior, fruto del paso del tiempo sin que nadie pisara aquello, lo que significaba que encontrarían bastantes armas y municiones.

    — Joder, esto es irrespirable. — Se quejó Tyrell.

    — Wow, tienen un lanzagranadas. — Dijo Devon, observando el arma con asombro.

    — Coged todo lo que podáis, lo cargaremos en la camioneta y nos iremos de la ciudad rápidamente. — Indicó Tyrell, que abrió la puerta que daba al almacén de la tienda.

    Tyok observaba el distinto armamento que presentaba la raza humana, y a pesar de que no era muy efectivo contra la tecnología Kyler, sus conocimientos sobre la modificación de armas le hizo recoger distintas para construir una personalizada.

    Devon cogió el lanzagranadas con satisfacción y buscó todas las granadas posibles para llevárselas. Elliot y Tyrell entraron en el almacén y bajaron unas escaleras que crujían al pisar escalón tras escalón.

    — Lo suponía. — Dijo Elliot, apretando el interruptor de la luz en vano.

    — Jo... — Quería decir Tyrell.

    Su linterna alumbró el auténtico arsenal que yacía allí abajo, totalmente oculto a simple vista. Cajas de munición sin abrir eran cómo un tesoro en esos tiempos.

    — Oh, mira. — Dijo Elliot, señalando el esqueleto del armero que trabajaba allí, sentado a un lado de la esquina.

    — Ayúdame a cargar. — Dijo Tyrell, colocándose el rifle a la espalda y cogiendo una de las cajas de munición.

    — Claro. — Dijo Elliot, sujetando otra caja y subiendo las escaleras.

    Devon se sorprendió de ver a Elliot y su hermano con varias cajas. Tyok aún seguía observando armas de fuego, quizá en un afán de saber más sobre la tecnología humana.

    — ¿Qué habéis encontrado? ¿Qué son esas cajas? — Preguntaba Devon, cargando con el lanzagranadas.

    — Munición. Mucha munición. — Respondió Elliot. — Aún hay más cajas, baja y ves sacando algunas.

    — Tyok, tú que tienes cuatro brazos, coge algunas. — Añadió Tyrell.

    El Mhirk se fue con Devon a ayudar con las cajas. Tyrell y Elliot las dejaron en la parte trasera de la camioneta y cogieron varias más.

    Tras varias viajes de arriba a abajo, todas las cajas de munición y algunas armas de utilidad estaban cargadas en el vehículo.

    — Bueno, volvamos a casa. — Indicó Tyrell.

    — Espera. — Dijo Tyok, mirando fijamente hacía un lugar.

    — ¿Qué ocurre, Tyok? — Preguntó Elliot con preocupación.

    — Viene alguien.

    Las palabras del extraterrestre pusieron en alerta al trío humano, que se preparó para batallar. Sin embargo, Tyok les bajó las armas.

    En ese momento, cinco Mhirk doblaron una esquina armados con Blaster, y al ver a Tyok con humanos, se sorprendieron y apuntaron rápidamente a todos, cosa que también hicieron los tres humanos.

    Aquellos Mhirk, que no hablaban el idioma humano, conversaban con Tyok, y parecían muy sorprendidos y enfadados. Elliot por suerte, podía entender que decían debido a su condición de hablar mentalmente.

    — ¿Qué haces con esta raza y no con los tuyos? — Preguntaba el hombre que parecía liderar a los otros cuatro Mhirk.

    — Me ayudaron cuando estaba al borde de la muerte. — Dijo Tyok. — Además, ¿acaso no te das cuenta? Ellos son enemigos de los Kyler.

    — ¡También nos matan a nosotros! — Exclamó el líder, molesto.

    — ¡Porque trabajamos para los Kyler, porque nos tienen esclavizados! ¡Pero basta, nuestra raza y la de los humanos podemos hacer frente a los Kyler! — Dijo Tyok, tratando de convencer a sus compatriotas.

    — Tyok, sabes que ellos son más... muchos más... No solo tienen a éste planeta esclavizado, lo sabes...

    — ¡Por eso es hora de rebelarnos, Faolk!

    — ¡¿Qué mierda están hablando?! — Exclamo Devon.

    — ¡¿Van a atacarnos o qué?! — Preguntó Tyrell, preocupado.

    — ¡No! ¡Son rebeldes! — Dijo Elliot.

    El líder Mhirk giró la mirada a Elliot, que se sintió arrinconado por un momento. Éste se dirigió al humano mentalmente.

    — Queremos hablar. — Dijo con seriedad.

    — ¿Conmigo? — Preguntó Elliot con asombro.

    — Tú eres el líder, ¿no?

    Elliot se sorprendió al oír eso. ¿Acaso Tyok le había dicho mentalmente a su compañero de raza que Elliot era el líder en vez de Tyrell?

    — No, el líder es...

    — Elliot. — Dijo Tyok. — Es mejor que hablen contigo. Tú nos entiendes mejor que el resto.

    Elliot observó al otro Mhirk, que tenía una gran cicatriz que le cruzaba el rostro. Tras él, cuatro Mhirk más con cara de pocos amigos observaban al humano.

    [...]
    El grupo junto los Mhirk llegaron al campamento juntos. La gente observaba con temor a los extraterrestres, pero Tyrell calmaba a las personas con varios gestos de tranquilidad.

    Aún así, Robson y Miller vigilarían a los cuatro Mhirk soldados, mientras que Faolk y Tyok hablarían en La Cámara con Tyrell, Devon y Elliot. Una vez en el interior, Tyok comenzó.

    — Ya que mi compañero desconoce vuestro idioma, yo diré lo que el me diga mentalmente. — Dijo Tyok. — Elliot podrá corroborar si miento o no, para que confíen en mis palabras.

    Elliot asintió, y Tyrell aceptó. Rápidamente comenzó la reunión. Tyok habló con lo que Faolk quería decir.

    — Tenemos un objetivo común. — Comenzó Tyok, en representación de Faolk. — Aniquilar la raza Kyler es nuestra única prioridad, e imagino que la vuestra también. Es por eso que presento mis recursos oficialmente para que vuestra resistencia y la nuestra unan fuerzas y así, causar un daño mayor a la estructura Kyler. Sabemos de secretos que vosotros desconocéis, y creo que son útiles. Podemos ayudarnos mutuamente y generar una mutua confianza entre ambas especies. Al principio será duro, porque nosotros los Mhirk somos reacios al contacto extraterrestre, pero en estos tiempos tan difíciles, es el momento de dejar a un lado el orgullo y pelear por nuestras generaciones futuras y su bienestar.

    — Me parece justo y estoy dispuesto a unir fuerzas con vosotros los Mhirk, pero antes, tengo varias preguntas. — Dijo Tyrell.

    — Adelante, humano. — Dijo Tyok.

    — Vosotros sabéis que somos originarios de éste planeta, la Tierra. Sin embargo, desconocemos de donde provenís vosotros, y lo más importante: de donde provienen los Kyler. — Murmuró Tyrell, frente la mirada de Elliot y Devon.

    Faolk y Tyok se miraron con seriedad y acto seguido miraron a Tyrell.

    — A 15.000 años luz de la Tierra, hay una galaxia llamada Hydkra. Alberga distintos sistemas solares en ella, y en uno de ellos, habita nuestro planeta, de nombre Roleyk. Un planeta rocoso con fuerte gravedad atmosférica pero con distintos lagos por el mundo, suficientes para albergar vida y suficiente para que nosotros viviéramos. Hasta que llegaron los Kyler. A 27.000 años luz de aquí, su galaxia es llamada Vortex, que en el idioma Kyler significa "límite". El porqué de su nombre radica en que están al borde del universo, nadie ha podido cruzar más allá. Se dice que los que cruzan no pueden regresar, y se desconoce que hay en ese lado. Dejando eso aparte, su planeta natal se llama Host. Host, está en sus últimos días y es muy probable de que ya haya sido destruido. Su planeta tenía pocos años de vida y los Kyler decidieron emigrar, pero en vez de buscarse un planeta libre de una raza inteligente, nos detectó y decidió atacarnos. Si hubiesen contactado con nosotros, no hubiésemos tenido problema en darles una casa en nuestro planeta, pero su hostilidad fue tal que atacaron con todo a Roleyk. Mataron el 75% de nuestra especie en el ataque inicial, y los supervivientes fuimos reclutados para trabajar forzosamente. El emperador Kyler, cuyo nombre desconozco, decidió crear el Imperio Kyler, un plan en el que los Kyler dominarían galaxia tras galaxia hasta tener todo a su poder, desde el comienzo del universo hasta el Vortex. Después y por lo que sabemos, su plan es extraer recursos de cada planeta colonizado, mano de obra de distintas razas y así realizar un viaje al Vortex. El problema es que agotarán todas vuestras fuentes naturales, el planeta Tierra se morirá y dejaréis de tener un hogar. Roleyk está moribundo, es imposible vivir allí. A cambio de acabar con la invasión Kyler, queremos tener un sitio en la Tierra. Convivir juntos.

    Tyrell, Devon y Elliot estaban atónitos. Las palabras de Faolk eran realmente fuertes, y todo lo que los Kyler hacían tan solo avivaban las ganas de acabar con ellos. Pero eso no era todo, Faolk seguía.

    — Nuestro plan es contactar con todos los Mhirk esclavizados del mundo, con todos los supervivientes humanos y rearmar un único y enorme ejército, que pueda derrotar de una vez por todas a los Kyler. Por eso, tenemos varios aparatos sotisficados de los Kyler que comunican al mundo de forma global. Nos juntaremos todos y acabaremos con ellos. Escogeremos a los mejores soldados y lucharemos por nuestras especies, codo con codo. Solo así podremos con el Imperio Kyler.

    — Unamos fuerzas. Ellos nos han invadido, pero ahora es nuestro momento. — Intervino Elliot, ante la sorpresa de todos los presentes. — Voy a luchar para que los míos tengan un futuro y no permitiré que los Kyler nos arrebaten ese sueño. Vamos a derrocar el Imperio Kyler.
     
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    Zurel

    Zurel —Vuestras historias han terminado.

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    Bueno, primeramente dire algo.

    El capítulo en sí está perfecto, incluso haz utilizado mi consejo, por ese lado te felicito.

    Por otro, ha sido muy pequeño, me quede con las ganas de seguir sumergido en esta historia. No digo que esté mal es solo que, me habría gustado que fuera más largo, lo siento muy corto en comparación a los anteriores.

    Con respecto a algunos puntos del capítulo. Me ha gustado el acuerdo de los Mihkr, y aún siendo más lástima por ellos. Lamento mucho lo ocurrido a su planeta Roleyk, valla nombre para un planeta, suena genial.

    El límite del que mencionas que hay más allá en el universo, llamado Vortex en tu historia. Técnicamente es un lugar que se le conoce como "El sector oscuro" y tiene varios nombres, los científicos lo llaman "La materia oscura" pero es un nombre completamente falso.

    Lo correcto es llamarlo "Sector oscuro" ¿porqué oscuro?, bueno, por que en tal lugar no existe nada. No hay planetas, galaxias, estrellas, agujeros negros, ni siquiera la misma luz existe ahí.

    Veremos que tal te las ingenias si en algún momento, llegas a mostrar algo más allá del límite del universo. Espero que no te moleste la clase de historia xD. Incluso te puede servir xD

    Si te preguntas como sé de ese lugar, pues no me creerias si te digo hasta donde he llegado a navegar en la red durante mis desvelas.

    En fin, espero con ancias el próximo capítulo, y también espero que no me tomes por loco xD. Saludos!
     
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    Manuvalk

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    El próximo trataré de hacerlo más largo :P Puse Vortex al límite del universo por ponerle un nombre básicamente xD aunque ni sabia de que existía un límite universal, por lo que tu clase de historia me ha venido bien :v te agradezco el comentario, espero que cuando esté el próximo te guste :3 ¡Hasta la próxima!
     
  13. Threadmarks: Parte 2 (Final) / Capítulo 4: El Tormento
     
    Manuvalk

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    Antes de iniciar el capítulo, quiero dejar claro que lo que veáis en cursiva se trata de un flashback, un recuerdo de alguien. Es algo que se le ocurrió a un amigo y cómo es algo que quedaría bien a modo de flashback, he decidido tomar su idea. Dicho esto, aquí tienen el capítulo.




    Capítulo 4 (Final Parte 2): El tormento




















    — Por desgracia, debo decir algo más. — Dijo Tyok hablando por Faolk. — Llevamos más de una semana viendo que los Kyler traman algo en una de las ciudades del norte. Desde su llegada a la Tierra, han estado construyendo una estructura flotante, al principio se desconocía para qué, pero hace poco supimos que se trata de una especie de base de comunicaciones.

    — ¿Base de comunicaciones? — Dijo Devon, sorprendido. — ¿No hablan telepáticamente o algo así?

    — Sí, así es. Sin embargo, el hablar mediante telepatía solo funciona cuando estás a máximo doscientos metros de la persona con la que quieres contactar. Más lejos de eso, y la comunicación telepática es en vano. Por eso, para comunicarse con el resto de Kylers del mundo, de distintos continentes y países, construyeron con nuestra mano de obra estructuras que se sustentan en el aire con una matería que vosotros, los humanos, denomináis cómo oxígeno.

    — ¡¿Usan el oxígeno de la Tierra para mantener sus instalaciones?! — Estalló Tyrell.

    — No todas. Algunas, cómo la central eléctrica que atacásteis, es con eso, electricidad. Aparte, tienen su propio combustible, pero si colonizas un planeta, explotas sus recursos primero. Es así. — Añadieron los Mhirk.

    — Nos desviamos del tema, Faolk. — Dijo Elliot. — ¿Qué debemos hacer con esa estructura?

    Tyok y Faolk se miraron en silencio, mientras Tyrell, Elliot y Devon hacían lo mismo respectivamente.

    — Si destruimos esa estructura, dejaremos incomunicados a los Kyler de nuestro continente con el resto del mundo. Es un paso de gigante en nuestras aspiraciones para liberar el planeta de esa escoria de raza. — Dijo Tyok.

    — Vale, ¿y cómo diablos vamos a entrar en esa estructura y volarla? ¡Está flotando sobre nuestras cabezas, joder! — Dijo Tyrell, con toda la razón.

    — Prepara a un equipo de cinco de tus mejores soldados. Junto con mi grupo, entraremos en esa nave.

    — ¡¿Pero cómo?! — Preguntó Devon.

    — Secuestraremos una de sus naves. — Dijo Tyok.

    [...]

    Tyrell, Elliot, Devon, Robson y Tyok eran los encargados de ir a la misión, junto con Faolk y sus cuatro soldados Mhirk. Todos ellos se preparaban para ir a aquella ciudad, el camino sería un poco largo pero no les preocupaba.

    — Miller, te quedas a cargo del campamento. Si ocurre algo, puedes llamarme con el walkie Mhirk. — Dijo Tyrell.

    — Lo haré si ocurre algo. Mucha suerte ahí fuera, compañeros. — Respondió Miller.

    Emily acompañaba a su hermano y Tyok hasta la camioneta, seguidos de Jessie.

    — Elliot, prométeme que regresarás a salvo. — Decía la niña.

    — ¿Acaso no he vuelto las otras veces? — Respondió Elliot. — Tranquila, regresaré sano y salvo, con todos.

    Elliot abrazó a su hermana y acto seguido ésta se fue con Tyok, Jessie aprovechó para despedirse de Elliot.

    — Sé que lo haces por nosotros, pero no me gusta que vayas a todas las misiones. Espero que a la siguiente te quedes aquí con nosotros. Hay muchos soldados que pueden ir en tu lugar. — Dijo Jessie, visiblemente preocupada.

    — Sé lo que quieres decir. No te preocupes, a la próxima, me quedaré con vosotras. — Musitó Elliot, sonriendo. — Cuida de Emily, por favor.

    — Siempre. — Dijo la mujer, besando a su pareja.

    Tyok dejaba varias armas en la parte trasera de la camioneta cuando Emily se acercó a él.

    — ¿Tú eres Tyok? — Preguntó Emily.

    — Así es, pequeña humana. — Respondió el Mhirk. — ¿Qué quieres?

    — Quiero que no le pase nada a mi hermano. — Murmuró la niña. — ¿Lo protegerás por mí?

    Faolk observaba la escena desde varios metros. Normalmente, los Mhirk no demostraban sus sentimientos, ni siquiera entre ellos, mucho menos entre otras especies. Sin embargo, Faolk vio en Tyok algo que nunca antes había visto en otro Mhirk: cariño.

    — Te doy mi palabra. — Dijo Tyok, seguro de sí mismo.

    Emily rodeó con sus brazos la cintura del Mhirk, abrazándolo. Tyok se quedó por un momento asombrado, ya que nadie le había mostrado semejante amor, y en su raza, eso les hacía parecer débiles.

    Sin embargo, la estancia de Tyok en la Tierra le ha servido para darse cuenta de muchas cosas, entre ellas; que el amor no te debilita, te hace más fuerte.

    Emily se marchó con Jessie mientras Elliot le daba una palmada en el hombro a Tyok. Mientras tanto, Tyrell se despedía de su pareja, Miranda. Sin embargo, Devon apareció, y Miranda se puso nerviosa.

    — ¿Ocurre algo aquí? — Preguntó Tyrell, al ver nerviosa a Miranda con la presencia de Devon.

    Los hermanos y la mujer se rodearon de un incómodo silencio. Fue Devon quien finalmente lo rompió.

    — Ty, tenemos que hablar. Los tres. — Dijo Devon, mirando a Miranda.

    — ¿De qué se trata? — Preguntó Tyrell.

    Miranda y Devon se miraron, nerviosos.

    — Tenemos que decirte algo. Nosotros... — Murmuró Miranda.

    — Nosotros estamos juntos, Ty. Llevamos así casi dos meses. No te dijimos nada porque no nos atrevíamos, y...

    — ¿Perdona? ¿Lleváis juntos dos meses a mi espalda, y yo seguía durmiendo contigo todas las noches? — Dijo Tyrell, mirando a Miranda. — ¡¿Es esto una p*ta broma?!

    El grito de Tyrell sorprendió a todos, que ahora miraban la escena atónitos.

    — Ty, hermano, yo... — Murmuraba Devon.

    — ¡Tú nada, capullo! ¡Os salvé el culo de los malditos extraterrestres cientos de veces, y así me lo pagáis! — Explotó Tyrell. — ¡Pudríos en el infierno!

    El líder de la resistencia se marchó furioso a la camioneta, mientras Devon estaba cabizbajo y Miranda lloraba fruto de los gritos de su ahora ex.

    — Debo ir a la misión. Te veo luego. — Dijo Devon.

    El joven no obtuvo respuesta. Miranda se marchó sollozando mientras Robson, que iba a la misión se acercaba a la camioneta con varias armas más.

    — Todo listo, señores. — Dijo Robson.

    — ¡Subid joder! — Gritó Tyrell, aún enfadado.

    La gente despedía al grupo mientras éste iba en dirección al norte. Era posiblemente una de las misiones más importantes.

    [...]

    — Te quiero.

    — Y yo a ti, Miranda.


    Tyrell conducía la camioneta con total seriedad, de copiloto iban Elliot y Robson. Detrás, Devon estaba junto los Mhirk.

    Al joven no le gustaba estar rodeado de otros que no fueran de su especie, en su rostro se notaba cierta incomodidad, pero prefería estar ahí porque su furioso hermano no quería tenerlo cerca. Mentalmente, Faolk y Tyok conversaban.

    — Dime Tyok, ¿estos humanos son buenos guerreros?

    — Así es, arriesgan su vida cómo grandes soldados. — Respondió.

    — Te recuerdo que trabajamos con ellos, pero no son de nuestra especie. Si hay que decidir entre salvar a uno de los humanos o a uno de los nuestros, espero que tomes la decisión correcta. No los protegemos, colaboramos. Nosotros no somos cómo ellos. — Dijo Faolk.

    Tyok supo lo que su compañero quería decirle. Él vio cómo Emily lo abrazaba, y las palabras de Faolk indicaban claramente que Tyok debía reprimir esos sentimientos, ya que eran mal vistos por su especie. Mientras Tyok pensaba sobre ello, Tyrell se encendía un cigarro en el interior del coche.

    — ¿Qué haces fumando ahora? — Preguntó Elliot.

    — Necesito relajarme. — Respondió Tyrell, atento a la carretera.

    — ¿Tienes otro? — Preguntó Robson.

    Tyrell le cedió el paquete de tabaco. Robson cogió el mechero y se encendió el suyo. Elliot no fumaba, lo probó de joven, pero no fumaba, por lo que estar entre dos fumadores le molestó, pero decidió no decir nada.

    De pronto, un disparo limpió traspasó el cristal de la ventanilla y dio de lleno en la cabeza de Robson, que evidentemente dejó caer el cigarro. Éste se encendió y comenzó a arder el propio Robson, el resto del grupo estaba atónito y frenaron el vehículo.

    Los Mhirk comenzaron a rastrear quien había disparado cuando de pronto uno de ellos fue ametrallado literalmente por una mujer que parecía estar loca. En ese momento Faolk disparó su Blaster y la ejecutó. Rápidamente se sucedió un tiroteo entre el grupo y un bando desconocido.

    — ¡¿Qué cojones es esto?! — Exclamo Elliot.

    — ¡Agachaos! — Gritó Tyrell.

    Otro de los Mhirk recibió un tiro limpio en la cabeza, dejando al grupo con solo dos soldados Mhirk más.

    — Nos tienen acorralados. — Dijo Devon.

    — Lo peor es que no son Kyler, son humanos. — Dijo Faolk. — Usan vuestras armas.

    — Hay que parar esto de alguna forma. — Murmuró Elliot. — ¡Alto el fuego! ¡Alto el fuego! ¡Somos humanos!

    — ¡No todos! — Gritó una voz femenina.

    — ¡Ya pero no son enemigos, de verdad! — Respondió Elliot, saliendo con las manos en alto.

    De ambos lados de la carretera salieron unas veinte mujeres armadas fuertemente. Varias salían de entre los árboles mientras que otras bajaban de una colina.

    — Chicas, apuntadlos para que no cometan estupideces de hombres duros. — Dijo la que parecía mandar.

    — Estamos en una misión, agradeceríamos que nos dejaran marchar. — Dijo Devon.

    — Eso no va a ser posible. — Dijo la mujer.

    — Un momento, ¿y los hombres? — Preguntó Tyrell.

    — Los matamos. Preferían violarnos que defendernos, así que decidimos prescindir de ellos. Y hasta ahora, nosotras nos bastamos para defendernos.
    De pronto a Elliot comenzó a dolerle la cabeza. La conversación pasó a segundo plano, oyéndose solo voces en off.

    — Humano... — Escuchó.

    — ¡Otra vez tú! ¡¿Quién eres?! — Decía Elliot.

    El resto de personas no entendían que hacía Elliot. Éste estaba con las manos en la cabeza y hablándole a la nada, ya que no parecía referirse a ninguno de los que estaban allí.

    — Vas a venir conmigo, Elliot. — Dijo aquella voz, con seguridad.

    Las mujeres comenzaron a sonreír, cómo sabiendo que ocurría.

    — ¡¿Elliot?! — Dijo Tyrell.

    — Ellas te guiarán a mí. — Añadió la voz.

    — ¡Es una trampa! ¡Es una trampa! ¡Trabajan para los Kyler! — Exclamo Elliot, dándose cuenta de que las mujeres estaban bajo el control de los Kyler.

    Un rápido tiroteo volvió a sucederse entre ambos bandos, mientras Elliot, ajeno a todo, caía inconsciente debido a los fuertes dolores de cabeza.

    [...]

    — Está abriendo los ojos.

    — Bien.

    — Tenemos que salir de aquí y seguir con la misión cuanto antes.

    Elliot comenzaba a abrir los ojos, aunque al principio lo veía todo nublado, poco a poco recuperó la nitidez, hasta identificar a Tyrell frente a él.

    — ¿Cómo estás Elli? — Preguntó el líder de la resistencia.

    El grupo se encontraba en una especie de cuarto oscuro, solo una poca luz de la noche iluminaba algunos rincones. Alguien parecía jadear de dolor, y Elliot se giró para ver que Devon había sufrido un disparo en el abdomen.

    — Tranquilo, saldrás de esta. — Indicó Tyrell.

    — ¡Corred! — Exclamo Tyrell.

    La gente huía de los soldados Kyler y Mhirk, que aparecieron por sorpresa en la fábrica.

    — ¡Fuera, fuera, fuera! — Gritó Miller.

    Varios soldados, entre ellos Tyrell, su hermano Devon y Miller, trataban de dar tiempo al resto de la resistencia para huir.

    — ¡Ahora! — Dijo Devon, detonando unas cargas depositadas especialmente para ese momento.

    La explosión dio de lleno en el ejército extraterrestre, pero la onda expansiva mando a los tres humanos unos metros atrás.

    — ¡Tyrell! — Exclamo Miranda.

    Devon estaba inconsciente debido a al explosión cuando un pequeño trozo del techo de la fábrica se desprendió, e iba a caer encima de Devon. Rápidamente y sin duda, Tyrell corrió a apartar a su hermano antes de que fuera aplastado, consiguiéndolo.

    El choque del gran trozo sobre el suelo provocó que varias partes se desprendieran del trozo y salieran disparadas, una de ellas dio en el torso de Devon, provocándole una leve hemorragia.

    — Tranquilo hermano, saldrás de esta. — Dijo Tyrell.

    — ¿Qué hacemos? Tenemos un herido, alguien que acaba de despertar de una inconsciencia y un grupo enorme de mujeres bajo la influencia Kyler. — Dijo Tyrell.

    — Están inoculadas. Es nanotecnología, pequeños robots cómo bichos que se meten en tu cerebro, sistema nervioso, etc, y toma el control de tu cuerpo y decisiones. — Dijo Faolk. — Así tienen a muchos de nuestros hermanos Mhirk, pocos nos hemos podido resistir.

    — M-mierda... — Dijo Devon, doliéndose. — Iros sin mí, ahora soy una carga.

    — No lo haremos. — Dijo Tyrell.

    — Lo que si debemos hacer es irnos, antes de que...

    Las palabras de Tyok se vieron interrumpidas cuando la puerta se abrió. De ella, entró un ser muy alargado y delgado, con una mirada penetrante y vestido con una especie traje de neopreno. El ser se puso frente todos los capturados y los miró uno a uno hasta fijar la mirada en Elliot.

    — Bienvenido al proceso de control mental, Elliot. Tus pensamientos, tus temores, tus sueños... está todo a mi alcance. Lo sé todo sobre ti. Prepárate para El Tormento.
     
  14.  
    Zurel

    Zurel —Vuestras historias han terminado.

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    Bueno, ha sido muy interesante, esta vez no me han quedado ganas de más.

    Me preocupa Elliot, especialmente ahora con el nuevo enemigo Kyler que ha aparecido. Espero que no lo torturen, o peor aún, lo maten, incluyendo también a sus amigos.

    Ahora bien, que pretenden los enemigos con esas bases flotantes?, por que al parecer funcionan para comunicarse entre ellos, pero no creo que sea solo para eso.

    Ahora que lo pieso, pueden servir para absorber todos los minerales del planeta, si es así, y sin alguno ya lo mencionó, entonces estoy perdido n_nU porque no me abre dado cuenta. Jejeje.

    Veremos que pasa el próximo capítulo. Como siempre lo esperaré muy antento.

    Saludos!
     
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  15. Threadmarks: Parte 3 / Capítulo 1: Simulación
     
    Manuvalk

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    Parte 3: No estamos solos en el universo


    Capítulo 1: Simulación








    Elliot observaba atónito a aquel Kyler. No eran tan diferentes de los humanos, salvo su alargada figura y su mirada penetrante, de esas que incluso entran en tu mente.

    El ser se acercó a Elliot y de pronto Elliot comenzó a gritar de dolor, brotando sangre de su nariz y orejas.

    — ¡Para! ¡Para! — Gritaba Tyrell.

    El ser accedió y se quedó esta vez mirando a Tyrell, que apretaba la herida de Devon para evitar que siguiese saliendo más.

    — Apártate, humano. — Dijo Elliot con la mirada perdida, que parecía estar controlado por el Kyler.

    Tyrell se negó y unas mujeres inoculadas entraron para apartarlo del camino del Kyler, que se acercó a Devon con tranquilidad.

    — ¡Deja en paz a mi hermano, p*uto bicho! — Gritó Tyrell, sujetado por varias mujeres.

    El Kyler estaba cara a cara con el malherido Devon.

    Faolk, Tyok, Tyrell y un Elliot controlado observaban la escena con seriedad y temor, en especial los humanos.

    — ¿Vas a matarme? — Susurró Devon, que parecía gastar las pocas energías que le quedaban en hablar. — ¿Así de cobardes sois los Kyler?

    — La prepotencia humana personificada... — Dijo Elliot, hablando en el lugar del Kyler.

    — ¿Quién eres? No te conozco. — Intervino Tyok junto con Faolk.

    — Soy Uuron, pero vosotros los humanos me llamáis El Extraño. — Respondió el Kyler hablando a través de Elliot.

    — ¡¿Y qué mierda quieres de nosotros?! — Exclamo Tyrell.

    — Los pensamientos de Elliot son muy... interesantes. Habla de una misión en curso, pero es astuto, no encuentro más información. Hicimos un buen experimento con él. — Afirmó El Extraño. — Vais a decirme dónde ibais, o enviaré uno de mis escuadrones de la muerte hacia vuestro campamento. Vosotros decidís.

    El grupo se miró aterrado. Si de verdad conocía la ubicación del campamento, estaban en peligro allí.

    — Cómo digo, los pensamientos de Elliot son interesantes, revelan mucha información... aunque conserva cierta que parece indescifrable. Pero ahora sé donde dormís, donde planeáis los ataques...

    — No diremos nada. — Murmuró Faolk. — Tus chantajes no nos sirven, si tuvieras alma de guerrero serías el primero en batallar, pero en tu lugar, mandas escuadrones homicidas. La diferencia entre nuestra raza y la tuya es que los Mhirk tenemos alma de guerreros, vosotros los Kyler son insignificantes bichos evolucionados.

    — Admiro tu valentía, Mhirk, pero déjame decirte que estás en una precaria posición cómo para amenazarme o menospreciarme. — Dijo El Extraño. — Haré que os lleven a uno de mis laboratorios para que experimenten con todos, y estudiaré más a fondo a Elliot.

    Uuron (El Extraño) se fue de la habitación y Elliot cayó semi inconsciente, las mujeres se quedaron custodiando a los cautivos.

    Faolk, Tyok, Tyrell, Elliot y Devon esperaban su oportunidad. Al parecer, iban a llevarlos hacía uno de sus laboratorios.

    — Tyrell, coge a Devon. Cuando te diga, corre conmigo. — Dijo Elliot, que parecía despertar tras un extraño trance.

    — ¿Para qué? ¿Qué vamos a hacer? — Preguntó Tyrell.

    — Tú corre conmigo cuando te diga.

    Mediante la mente, Faolk, Tyok y Elliot tenían pensado un plan.

    Obra de Faolk, éste atacaría a las dos mujeres que los vigilan, dando la oportunidad de escapar al resto. Él los seguiría después. Todos se miraron, preparados para aquello.

    — ¡YA! — Exclamo Faolk, lanzándose sobre ambas mujeres.

    Elliot abrió la puerta y Tyok salió primero, seguido de Tyrell con Devon en sus brazos y Elliot el último. Faolk luchaba contra aquellas chicas, y no tardó en noquearlas.

    Acto seguido todos salieron corriendo de aquel lugar, que resultó ser una especie de almacén de fontanería. La huida del grupo provocó que se encendieran las alarmas.

    Las mujeres comenzaron a disparar cuando veían a los presos escapar, sin embargo, no lograban darles. Tyok fue el primero en salir al exterior, pero se quedó paralizado al ver a más de veinte soldados Kyler y Mhirk inoculados apuntándole. Cuando salió todo el grupo, supieron que el intento de huida fue en vano.

    — Sabía que intentaríais huir. Dejadme deciros que no hay escapatoria posible cuando considero algo un riesgo mayor. Vosotros sois un riesgo mayor para mí y mis planes. — Dijo El Extraño, hablando ahora a través de uno de sus súbditos.

    De pronto, una nave Kyler aterrizó frente a ellos. El grupo sabía que iban a ser llevados hacía un laboratorio experimental. Al subir todos, son dejados inconscientes con una especie de inyección.

    [...]

    Elliot despertó sobresaltado. Había tenido una pesadilla. Respiró aliviado al ver que se encontraba en su habitación, en su apartamento.

    — ¿Cómo? — Se preguntó de repente. — ¿Qué hago aquí...?

    De pronto tocaron a la puerta de su habitación.

    — Adelante. — Indicó Elliot, aún sintiéndose fuera de lugar.

    La puerta se abrió y su madre irrumpió en la habitación, sin pensarlo abrió las cortinas de par en par para que entrara la luz.

    — Pareces un vampiro, hijo. Anda, ve a lavarte la cara y vístete, vamos a comprarte comida para el finde. — Dijo su madre con total normalidad.

    — ¿Mamá...? — Susurró Elliot, casi al borde de las lágrimas.

    Su madre se sentó en el borde de la cama, sorprendida por ver a Elliot así.

    — ¿Qué ocurre? ¿Por qué lloras?

    — He... — Intentó hablar Elliot, pero decidió no decir que pensaba. — He tenido una pesadilla.

    — Oh, tranquilo mi niño. Estarás bien. — Respondió su madre.

    La mujer se levantó y salió del cuarto. Elliot se vistió mientras observaba por la ventana la ciudad de Nueva York. Era un día normal, un día muy raro para Elliot.

    — Me siento fuera de lugar. No recuerdo nada, sin embargo, siento que este no es mi sitio. — Se dijo a si mismo.

    — ¡Vamos Elliot, date prisa! — Indicó su madre.

    — ¡Voy! — Respondió Elliot.

    Junto con su madre, Elliot salió de casa. Todo se sentía raro, la luz del Sol no hacía ningún efecto en su piel, la gente que pasaba por su lado le miraba demasiado y todo era demasiado perfecto.

    Elliot se dispuso a hablarle a su madre pero cuando se giró comenzó a verla distorsionada. Rápidamente se frotó los ojos pero eso no cambiaba nada; su madre se veía distorsionada.

    No podía dejar de mirarla, estaba aterrado. De pronto, por no mirar hacía delante, chocó con una persona y a ésta se le cayeron varios libros.

    — Oh, perdona. — Murmuró Elliot.

    Elliot se quedó paralizado al ver que esa persona era Jessie. Entonces recordó que él nunca había conocido a Jessie antes de la invasión.

    Rápidamente supo que él estaba en una invasión, que todo aquello debía ser falso.

    — ¡Jessie! — Dijo, abrazando a la chica.

    — ¿Qué hace? No le conozco de nada, me está asustando. — Dijo Jessie.

    — Pero... — Murmuró Elliot.

    De pronto Jessie se abalanzó sobre Elliot y comenzó a asfixiarle. Elliot trataba de liberarse pero en vano, Jessie tenía una fuerza sobrehumana.

    — Bienvenido al Tormento. — Dijo la chica con una voz brusca y grave, casi demoníaca.

    Elliot comenzó a ver cada vez más distorsionado hasta que de pronto se encontraba en los suburbios de Nueva York.

    — ¿Otra vez aquí? ¡Éste sitio está destruido! ¡No existe! ¡Esto es falso! ¡Extraño hijo de perra, sal si te atreves! — Exclamo Elliot muy enfadado por cómo el ser jugaba con los recuerdos de su subconsciente y los modificaba.

    — ¡Elliot, te necesito, corre! — Dijo Eduard, apareciendo de la nada.

    — ¡Vete al infierno! — Dijo Elliot, cogiendo un arma que había sobre la mesa y disparando al que fue su líder.

    Eduard comenzó a distorsionarse mientras una risa macabra sonaba por todo el escenario.

    A medida que Elliot se ponía más furioso la risa sonaba más y más fuerte, hasta tal punto de que el joven gritó desesperado, pidiendo que El Extraño parara.

    De pronto, se hallaba en lo que parecía la nada, oscuridad total, la inmensidad del espacio.

    — ¡¿Qué más vas a hacer, joder...?!

    — Voy a... a... a... a...

    El Kyler parecía haberse quedado cómo un disco rayado.

    Elliot comenzó a ver una luz cegadora que se aproximaba a él desde la penumbra del espacio.

    De pronto, pareció recobrar el sentido. Se encontraba atado a una extraña máquina, cómo una incubadora.

    Tyok estaba desatándole rápidamente.

    — ¿Tyok? ¿Qué cojones ha sido esto? — Preguntó Elliot, sin entender nada.

    — Clásico de los Kyler, no sé porqué me ha sorprendido. Crean una simulación mediante tus recuerdos, los mezclan y nace eso que acabas de sufrir: una realidad virtual aterradora. — Dijo el Mhirk.

    — No dejan de tener cartas en la manga. — Dijo Elliot, saliendo al fin de esa especie de incubadora.

    — Tenemos que liberar a los demás. — Murmuró Tyok, comenzando a abrir sus capsulas. — Por cierto, estamos en la estructura.

    — ¿Qué dices?

    — Además de servir cómo antena de comunicación, sirve para experimentar. Mira tu antebrazo derecho. — Le advirtió Tyok.

    Elliot hizo caso al Mhirk y comprobó que tenía tres pinchazos en él.

    El verlo le puso muy nervioso, porque podía significar que le habían inoculado, o que le habían metido alguna enfermedad en la sangre, o simplemente que le habían extraído sangre.

    — Todos hemos sufrido pinchazos, esos temerarios lo hacen para fines enfermizos. — Indicó Tyok.

    — Gracias. Dios, estaba con mi Resistencia en D.C., ha sido todo extraño. — Dijo Tyrell, ahora liberado.

    — Lo sé, una locura. — Respondió Elliot. — Coge a Devon, nos vamos de aquí.

    Una vez estaban todos listos y despiertos, buscaron la salida de aquella estructura, pero por el camino Tyok vio algo que lo estremeció.

    — ¿Tyok? — Preguntó Faolk.

    Todos se acercaron con Tyok y observaron una sala en la que cientos, quizá miles de Kyler parecían hibernar, esperando a salir.

    — Nos quieren colonizar y poner aquí a sus p*tas crías... — Susurró Tyrell.

    — Tenemos que destruir este maldito centro experimental alienígena. — Dijo Faolk.

    — Miller, ¿quedan explosivos? Además de los que nos llevamos, quiero uno para mí. — Dijo Devon antes de marcharse a la misión.

    — Hemos puesto una caja entera en vuestra camioneta, pero nos quedan dos más, sírvete tú mismo. — Respondió Miller.


    — Chicos... — Murmuró Devon, sacando de su chaqueta dos explosivos con detonadores.

    — ¡Devon! ¡¿De dónde sacaste eso?! ¡Si los teníamos en el vehículo! — Dijo Tyrell, asombrado.

    — Devon. — Dijo dulcemente Emily.

    — Dime cielo. — Respondió el joven.

    — No le digas a mi hermano. — Musitó la niña. — Coge dos bombas más y guárdalas contigo, te servirán más adelante.

    — Pero... ¿por qué?

    Emily se acercó al oído de Devon y se tapó con la mano la boca.

    — Veo el futuro.


    — Los cogí porque tuve una corazonada. — Dijo Devon.

    — Bendita corazonada. — Respondió Elliot. — Tyok, ¿los colocas?

    — Ahora, dámelos.

    De pronto, Elliot comenzó a oír fuertes voces que se aproximaban. Ordenes, capturados, humano. Esas tres palabras resonaban en él.

    — ¡Rápido, vienen hacia aquí! — Avisó Elliot.

    — ¡Rápido Tyok! — Dijo Faolk.

    — Los conecto... ¡listo! ¡corred, corred! — Dijo Tyok, huyendo con el resto.

    El grupo comenzó a correr por varios pasillos hasta encontrar lo que parecía el garaje de naves.

    Varios Kyler vieron al grupo y comenzaron a disparar con sus Blaster, pero no acertaron.

    El grupo, desarmado, quería coger una nave Kyler, y huir, detonando el nido de los Kyler.

    — ¿Sabes manejar una, no? — Le preguntó Tyrell a Tyok.

    — Tengo experiencia. ¡Sujetaos todos! — Indicó el Mhirk, subiendo a una de las naves y encendiendo el piloto.

    Los Kyler disparaban a la nave, que comenzó a flotar sobre el suelo.

    La puerta no se abría, por lo que no podían salir, y cada vez habían más Kyler llegando y disparando el aparato, que no duraría siempre en el aire.

    En un acto desesperado, Faolk salió de la nave para subirse a otra.

    — ¡¿Qué demonios hace?! — Dijo Elliot.

    — ¡Ni idea! ¡Faolk! — Gritó Tyok.

    Faolk puso en funcionamiento su nave y disparó con las armas de ésta a la compuerta, destruyéndola y haciendo un agujero para que sus compañeros salieran.

    — Vía libre, amigos. — Escuchó Elliot en su mente, palabras provenientes de Faolk.

    — ¡¡¡FAOLK!!! — Gritó Tyok.

    — ¡Sal Tyok! — Dijo Tyrell.

    Tyok condujo su nave hasta fuera y una vez fuera, vio cómo Faolk enfrentaba con la nave a los escuadrones Kyler, que no paraban de aparecer.

    — Hay que detonar de una vez. — Dijo Tyrell.

    — ¡No, Faolk está aún ahí! — Dijo Tyok.

    — ¡¿Dónde están los detonadores?! — Dijo Tyrell, sobresaltado.

    De pronto, Faolk explotó brutalmente, formando una terrible onda expansiva que partió en dos la estructura, y por ende, haciéndola caer.

    Tan grande fue la explosión, que la nave del resto fue empujada sin control a varios de kilómetros.

    Tyok, afectado por la muerte de su compañero Mhirk y sin poder recuperar el control, decidió prepararse para el golpe.

    Y la nave chocó contra un edificio cercano, quedándose al borde del precipicio, a doscientos metros de altura.
     
  16.  
    Zurel

    Zurel —Vuestras historias han terminado.

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    Hola!

    Veo que Elliot se ha salvado y también sus amigos, eso me alegra. Lamentablemente Faolk ha muerto, Tyok se ha sentido mal por la muerte de su amigo pero así es la guerra.

    El extraño, no me parece muy peligroso, al menos por el momento. Quiero ver que planes tiene pensados de ahora en adelante, y mas ahora que Elliot ha escapado.

    No tengo mucho que agregar, ha sido entretenido, un poco corto pero está bien. Espero el próximo como siempre.

    Saludos!
     
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  17. Threadmarks: Parte 3 / Capítulo 2: El Paraíso
     
    Manuvalk

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    Capítulo 2: El paraíso

















    — ¿Elliot? ¿Elliot?

    Elliot comenzó a despertar. A medida que abría sus ojos, podía divisar a Jessie enfrente de él.

    Elliot trató de incorporarse pero sufrió un pinchazo en el abdomen.

    — Durante la colisión de la nave un trozo de metal se incrustó en tu barriga. Por suerte, no perdiste mucha sangre y Tyok consiguió traerte hasta aquí.

    — ¿Y... y Devon, Tyrell? — Preguntó Elliot, adolorido.

    — Tyrell está vivo, tan solo ha sufrido unos rasguños y contusiones. Devon... — Jessie silenció.

    — No sobrevivió. — Murmuró Elliot, suspirando.

    — Tenía una herida de bala en el abdomen y había perdido mucha sangre. Una colisión cómo esa... hubiese sido un milagro que sobreviviera. — Dijo la mujer, con cierta lástima.

    — ¿Y Tyok? ¿Cómo demonios nos ha traído a Ty y a mí hasta aquí después de semejante choque?

    — Estoy bien. — Dijo una voz al fondo de la caravana.

    Elliot veía difuso aún, por lo que no veía bien. Tyok salió del fondo oscuro de la caravana hasta que pudo ser visto por Elliot.

    — Joder, los Mhirk sois unos robles. — Murmuró Elliot, riendo levemente.

    — Nuestro cuerpo resiste mucho más que el humano. Aunque deberías verte a ti, es asombroso. — Dijo el Mhirk.

    — ¿Qué es asombroso? — Preguntó Elliot, sin entender a que se refería.

    — Cómo te he dicho, un trozo metálico perforó tu abdomen, por lo que deberías haber sufrido una hemorragia interna. Sin embargo, la herida está cicatrizando a una velocidad sorprendente. Una persona normal no mejoraría tan rápido, sin embargo... — Decía la doctora.

    — No solo te dotaron de hablar mentalmente, también de regeneración Mhirk. — Añadió Tyok.

    — Dios... — Susurró Elliot. — ¿Qué mierda querían hacer conmigo? ¿Qué más me habrán hecho?

    — Cariño, lo mejor es que descanses. No pienses ahora en eso. Duerme un poco más. — Dijo Jessie.

    — ¿Y Emily? ¿Dónde está?

    — Estuvo aquí hace rato, ahora está ayudando con los heridos.

    — ¿Qué heridos? ¿Qué dices?

    — Elliot, hemos sido atacados. — Afirmó Jessie.

    [...]

    Tyrell avanzaba por las ruinas del campamento. Muy poca gente había sobrevivido al ataque Kyler, y los pocos que estaban vivos estaban heridos.

    Miranda estaba cuidando de algunos cuando vio a Tyrell pasar.

    — ¡Tyrell, espera! — Dijo la mujer, frenando al líder.

    Tyrell se giró con cierta desgana para estar cara a cara con Miranda.

    — ¿Qué quieres?

    — Lo siento por Devon, de verdad. Debe ser muy dur...

    — Seguro que lo sientes tú más. Debíais estar muy unidos. — Respondió Tyrell. — Debo irme, a ayudar a los demás.

    Tyrell se fue dejando a Miranda sin palabras. Emily se limitaba a ayudar a las demás víctimas cuando Tyrell pasó por delante, saludándola.

    La niña estaba bastante triste y desanimada, cosa que se le notaba en el rostro. Miller se encontraba con el Padre Robert, el cura estaba en shock y sujetando un crucifijo con fuerza.

    — ¿Qué le ocurre? — Preguntó Tyrell.

    — No habla. Solo hace eso. — Dijo Miller, viendo cómo Robert mecía el collar con el crucifijo y con la mirada perdida.

    — Padre, ¿se encuentra bien? — Dijo Tyrell.

    El Padre Robert no respondía. Tras varios intentos más, Tyrell y Miller se dieron por vencidos.

    Ambos comenzaron a caminar por lo que antes era su refugio.

    — Miller, cuéntame cómo ha sido. — Dijo Tyrell de pronto.

    [...]

    — Miller, ¿puedes venir un momento?

    — Por supuesto, profesor Aaron.

    Ambos avanzaron hasta una de las caravanas (la de Aaron). Al entrar, el profesor tecleó en su portatil y rápidamente se lo enseñó a Miller.

    — ¿Qué se supone que es eso, Aaron? — Preguntó Miller.

    — Los drones están fallando. Supongo. Detectan una gran presencia Kyler, sin embargo, aún no hemos visto nada. Son cómo fantasmas. — Afirmó Aaron.

    — Esos drones pueden tener fallos, ¿no?

    — Si fuesen nuestros, sí, pero los Kyler son muy perfeccionistas con su tecnología. Y estos drones no se equivocan cuando señalan algo.

    — ¿Qué insinua, profesor? — Dijo Miller, preocupado.

    — Le sugiero que avise a los demás y nos vayamos de aquí cuanto antes. — Dijo Aaron. — Nos han encontrado.

    Rápidamente Miller intentó contactar por el walkie Mhirk con el grupo de Tyrell, Elliot, Devon, Faolk y Tyok, sin embargo, no funcionaba.

    — ¡¿Por qué éste trasto no va?! — Gritó Miller.

    De la nada, varios disparos láser acabaron con la vida de los guardias que vigilaban la entrada. La gente comenzó a gritar, aterrada, mientras soldados Kyler y Mhirk inoculados irrumpían en el campamento y masacraban a las personas.

    Los soldados que habían, liderados por Miller, contraatacaron con sus rifles de asalto y Blasters requisados en otras misiones, pero el poderío de los extraterrestres era muy superior. No eran un grupo numeroso, pero era evidente la calidad tecnología entre ambas especies.

    — ¿Tyrell? ¡¿Tyrell?! — Exclamaba Miller en el walkie. — ¡Mierda!

    — Esto es por Uuron. — Dijo de pronto uno de los Kyler, con una cicatriz que cruzaba su rostro.

    Miller se sorprendió al oír a aquel ser hablar en su idioma, sin embargo, tenía otras cosas de las que preocuparse. El Padre Robert se encontraba escondido en la capilla improvisada que había hecho; los disparos, gritos y demás lo tenían totalmente en shock, fuera de sí.

    Sólo su crucifijo parecía cuidar de su salud mental.

    — Dios, Dios, ayúdanos. Ayúdanos. — Susurraba Robert.

    — ¡Emily! — Gritó Jessie. — ¡Corre, ven!

    Emily fue con Jessie, al igual que Miranda. Las tres mujeres se escondieron en una de las caravanas, las dos adultas estaban armadas.

    Aaron corría con varios planos de sus experimentos y teorías cuando un disparo láser le fulminó, atravesándole por la espalda y provocando una lluvia de papeles alrededor de su cuerpo, ya sin vida.

    Y de pronto, los gritos cesaron, los disparos no se oían; solo la respiración entrecortada de las personas que seguían con vida. Emily asomó la cabeza por una de las ventanas; se habían ido.


    [...]

    — El Extraño... — Susurró Tyrell, apretando los dientes.

    — ¿El Extraño? — Preguntó Miller, sin entender nada.

    — Hemos conocido al auténtico líder Kyler. Se llama Uuron, cómo me has dicho, pero nosotros lo llamamos El Extraño. — Respondió Tyrell. — Muy pocos podemos decir que lo hemos visto.

    — Maldición, ¿y qué haremos? — Preguntó Miller, preocupado.

    — Por el momento nos quedaremos aquí. Ellos esperan que nos mudemos a otro lugar, por lo que estarán vigilando otros sitios. Nos quedaremos aquí unos días más y después nos iremos a otro lado. — Afirmó Tyrell con seriedad. — Pon a los pocos supervivientes que quedan recogiendo lo que necesitemos y empacando para los próximos días.

    — ¿Hacia dónde iremos? — Preguntó Miller.

    — Definitivamente a la costa.

    [...]

    Habían pasado tres días desde el ataque Kyler al campamento y entre Elliot y Tyrell decidieron que debían irse. Con los pocos supervivientes que quedaban y todo lo poco que servía, marcharon en busca de un lugar en el que volver a asentarse y así, planificar nuevos ataques.

    Los supervivientes eran;

    Elliot, ahora totalmente recuperado de su herida y con ganas de venganza.

    Tyrell, que clamaba venganza por la muerte de su hermano Devon, a pesar de que le quitó a su pareja.

    Miranda, que quería recuperar a Tyrell mientras sufría un duelo por la muerte de Devon.

    Jessie, que daba gracias a Dios que Elliot seguía con vida, pero lamentaba profundamente que muchos de sus amigos hubiesen muerto. Sin embargo, se había acostumbrado a perder gente, y dejar los recuerdos atrás, en el camino.

    Emily, que lloraba la perdida de todos y esperaba que no muriese nadie más.

    El Padre Robert, que desde el ataque no hablaba con nadie y solo rezaba en susurros.

    Miller, que se echaba la culpa del ataque, ya que su lucha no sirvió para salvar a todo el campamento.

    Tyok, que había perdido a Faolk y sus compañeros Mhirk y estaba muy distante, pero alegre de que algunas personas sobrevivieran.

    Sharon, era una mujer soldado que tenía unas grandes habilidades a la hora de manejar armas.

    Johnny, un carroñero que fabricaba todo tipo de locuras, aunque era un gran cobarde.

    Solo quedaban ellos, cuando empezaron siendo más de treinta.

    Caminaron por carreteras solitarias y aisladas de las grandes autopistas con el fin de permanecer lejos de los Kyler por un rato.

    Tras varias horas avanzando con el plan de llegar a la costa, pasaron de largo de un pueblo cercano.

    — Tyrell, yo y Tyok iremos a ver que podemos encontrar en ese pueblo. Os alcanzaremos en unas horas. — Dijo Elliot.

    — ¿Qué necesidad hay de ir a ese pueblo? Estamos bien. — Respondió Tyrell, que parecía estar en otro sitio mentalmente.

    — Solo nos queda comida para dos días, y en la costa no es que vaya a haber un supermercado esperándonos. — Dijo Elliot, tratando de hacer entrar en razón al líder.

    — Si queréis yo voy con vosotros. — Intervino Miller.

    — No, mejor quédate con el grupo, cuantos más seáis mejor. — Dijo Tyok, que hasta el momento había permanecido en silencio, aún dolido por la muerte de Faolk.

    — Elliot, no... — Murmuró Jessie.

    — Cariño, hemos hablado de esto muchas veces. — Dijo Elliot. — Hago esto por todos, pero sobretodo por vosotras. — Dijo en referencia a Jessie y Emily.

    — Está bien, está bien. — Murmuró Tyrell. — Pero tened cuidado, y no os arriesguéis.

    El Padre Robert, que desde el ataque al campamento no había dicho ninguna palabra, se acercó a Elliot, con intención de decirle algo.

    — Ten cuidado con adonde te diriges. Ya no hay caminos de Dios, solo caminos Kyler. — Le dijo en el oído.

    Elliot miró fijamente a Robert, desconcertado con sus palabras. Acto seguido, Emily abrazó a su hermano con fuerza, despidiéndose.

    — Estoy cansada de despedirme, Elliot. — Murmuró la niña.

    Elliot asintió, sabiendo que en parte su hermana pequeña tenía razón.

    Él siempre partía hacia misiones, cosa que no debía hacer tan seguido, porque nunca se sabe cuanto tiempo podrá pasar con los suyos.

    — Adiós, Elliot, Tyok. — Dijo Sharon, sujetando su rifle cómo un bebé. — Os esperaremos.

    — Cuidaos, hermanos. — Añadió Johnny. — Paz.

    Elliot y Tyok se despidieron del resto del grupo, y con la esperanza de encontrar algo interesante, pusieron rumbo a aquel cercano pueblo.

    [...]

    El dúo avanzó por el bosque con el fin de atajar hasta ese pueblo. No pasaron más de cinco minutos cuando llegaron a las cercanías.

    Lo más sorprendente de todo era que el pueblo estaba intacto. No había ninguna casa destruida, todo estaba en orden, cómo si la invasión no hubiese sucedido.

    — Es increíble... — Murmuró Elliot, sin dar crédito a lo que veía.

    — Es extraño. — Dijo Tyok.

    — Ehm, ¿perdón?

    Elliot y Tyok apuntaron con sus armas a aquel individuo que se les había aparecido por detrás.

    Vestía cómo un cazador y llevaba un rifle en mano, cosa que les hizo pensar que iba de caza.

    — ¿Quiénes son ustedes? — Preguntó el hombre.

    — Me llamo Elliot, éste es mi amigo Tyok.

    — ¿Desde cuando un extraterrestre es amigo de nosotros los humanos? — Preguntó el desconocido.

    — Desde que tenemos un enemigo en común. — Dijo Tyok, sorprendiendo al desconocido.

    — ¡Es increíble! ¡Habla nuestro lenguaje! — Dijo aquel hombre. — Perdonad mis modales; me llamo Adrien, soy miembro de El Paraíso, una comunidad de refugiados que habita en aquel pueblo al que tanto mirabais. No encontramos personas vivas todos los días, y menos acompañadas de otra especie. Sin duda, la comunidad se asombrará al veros. Por favor, seguidme.
     
  18.  
    Zurel

    Zurel —Vuestras historias han terminado.

    Acuario
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    Adrien me ha parecido una persona interesante. Me pregunto ¿Como es posible que nadie atacara ese pueblo durante la invasión?

    De esto puede salir algo muy bueno, una esperanza para la humanidad. Lo cual es bueno, han muerto muchos y encontrar un rayo de luz en la oscuridad, les vendría muy bien.

    La habilidad de regeneración de Elliot le puede ser muy útil y a la vez un gran error para sus enemigos.

    Otorgarle algo así pueden desencadenar el "Efecto Dominó", en donde cae uno y caen todos juntos. Es posible que esa se convierta en la caída de los Kylers, aunque solo es una teoría.

    Por el momento, desde que escaparon solo han sido atacados una vez. Espero que se les ocurra una idea para derribar a los invasores, aunque es interesante leer una historia donde ninguno de los dos bandos tiene una victoria completamente ganada.

    Leer ese duelo de pontencias tecnológicas, destrucción, muertes, problemas mentales, saqueos por sobrevivir, búsqueda de nuevos refugios, entre otras cosas, es genial.

    Espero el próximo capítulo con hacias, un saludo!
     
  19.  
    Manuvalk

    Manuvalk el ahora es efímero

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    Me alegra que sigas mi historia y te guste :D muchas gracias! Pronto habrá otro capítulo, a ser posible lo haré más largo xDD saludos!
     
  20. Threadmarks: Parte 3 / Capítulo 3: Inoculados
     
    Manuvalk

    Manuvalk el ahora es efímero

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    Ciencia Ficción
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    Capítulo 3: Inoculados

















    Elliot y Tyok seguían a Adrien, que los guiaba de camino al pueblo. No tardaron más de cinco minutos cuando llegaron a la entrada.

    Sorprendentemente, el pueblo estaba rodeado por coches destruidos que formaban un muro impenetrable para cualquier persona.

    Aún así, Elliot pensó que una nave Kyler podía sobrevolar la zona y bombardearla; sin embargo, la comunidad estaba intacta.

    — ¡Yuri, Tadeo! — Gritó Adrien al llegar al portón que daba entrada al pueblo. — ¡Abrid las puertas!

    — ¡¿Ya estás de vuelta, Adrien?! — Dijo Tadeo, abriendo una de las puertas.

    — ¡Y con compañía! — Añadió Yuri, abriendo la otra puerta.

    Ambos guardias abrieron los portones para que Elliot, Tyok y Adrien entraran. Ambos hombres estaban armados y sonreían al ver a los nuevos con Adrien.

    Elliot y el Mhirk no pudieron evitar sentirse muy observados.

    No se equivocaban, puesto que toda la gente que estaba cerca de la entrada murmuraba y observaba a los forasteros.

    — Sé cómo os sentís; todos hemos pasado por esto la primera vez que llegamos. — Indicó Adrien, refiriéndose a la sensación extraña que recorría los cuerpos de Elliot y Tyok.

    — ¿Dónde vamos? Nos vendría bien un lugar en el que descansar e ir mañana a por nuestros amigos, que se dirigen a la costa. — Dijo Elliot.

    — Os llevo al motel del pueblo, ahí tendrá una habitación para cada uno. — Respondió Adrien.

    Tras caminar por la gran calle que dividía al pueblo en dos partes y ver cómo todos no les quitaban la mirada de encima, llegaron al motel.

    El pequeño edificio presentaba un aspecto viejo y sucio, y el gerente, era algo parecido.

    — ¡Josué! — Dijo Adrien con alegría. — Te traigo un par de invitados que han llegado hoy al pueblo. Tienes habitaciones libres, ¿verdad?

    — Obvio que sí. — Murmuró Josué con seriedad, sin dejar de mirar a Tyok. — ¿Qué es esa cosa?

    — Soy un Mhirk. — Dijo Tyok, molesto.

    — ¿Uno de esos alienigenas que pretende colonizarnos? ¡Bastardos es lo que sois! — Dijo el gerente del motel.

    Tyok se contenía con bastante facilidad, Elliot estaba perplejo de que aquel tipo dijera aquello, puesto que si Tyok se enfadaba, de un solo golpe podía matarlo.

    Adrien tranquilizó a Josué y cuando decidieron las habitaciones, los tres subieron unas escaleras hasta llegar al primer piso del motel.

    — La habitación de tu amigo extraterrestre es la doce. La tuya, la once. — Indicó Adrien, cediendo la llave a su correspondiente dueño. — Dad una vuelta por el pueblo si queréis, así conocéis cómo es.

    — Gracias, Adrien. — Dijo Elliot, deseando que éste se fuera.

    — No hay de qué, os veo luego. — Respondió el hombre, marchándose.

    Cuando Adrien dejó a Elliot y Tyok solos, estos se fueron a sus respectivas habitaciones para verlas. Sin embargo, ambas eran muy parecidas.

    Una gran cama, dos sillones, un armario, un espejo en el centro y un mueble bajo la ventana que daba al edificio de al lado.

    Tras ver cómo eran sus lugares en los que pasarían la noche, ambos se reunieron en una de las habitaciones; concretamente en la de Elliot.

    [...]

    El grupo seguía su camino pero pronto anochecería, por lo que decidieron buscar un lugar en el que descansar para seguir su camino al día siguiente.

    Finalmente, tras no encontrar nada interesante, optaron por parar en un aserradero.

    — Miller, tú y Johnny harán guardia fuera. Después Sharon y yo os relevaremos del puesto para que podáis descansar. — Dijo Tyrell con seriedad.

    — Está bien. — Respondió Miller, cogiendo su rifle de asalto para permanecer seguro. — Vamos Johnny.

    — Ahm, sí, sí. — Respondió el joven, apagando un cigarro.

    Ambos soldados se posicionaron en la entrada del aserradero. Frente a ellos, la carretera y varios edificios más en la lejanía les hacían compañía.

    Se había levantado un poco de aire y las hojas caídas avanzaban sin rumbo.

    — ¿Crees que alguna vez los venzamos? — Preguntó de pronto Johnny, algo desanimado.

    — No tengo la más mínima duda. — Respondió Miller. — Aunque si fracasamos, y nos exterminan, espero que la Tierra explote en mil pedazos con ellos aquí.

    — Sí, lo mismo digo, hermano. — Musitó el joven, con la mirada perdida.

    — Oye, antes he visto que has apagado un cigarro. ¿Tienes más? Necesito uno. — Dijo Miller.

    — ¿Qué? ¡Oh! Claro, claro.

    Johnny sacó de su bolsillo un paquete de tabaco, y de ahí, un cigarro para Miller y otro para él. Acto seguido, sacó un mechero y encendió el de su compañero, después el suyo.

    Mientras tanto, en el interior del aserradero, Jessie se sentaba en el suelo y acariciaba el pelo de la joven, que comenzó a dormirse.

    — Cada vez te pareces más a una madre. — Dijo Miranda, sonriendo tímidamente.

    El comentario de la mujer puso nerviosa a Jessie, cosa que Miranda notó.

    — ¿Estás bien? — Preguntó la mujer.

    — Sí, tranquila. Es solo que... — Jessie pareció perder las últimas palabras de su frase. — Sí, estoy bien. ¿Y tú? Lo de Devon ha debido ser duro.

    — Lo es. Aún no me creo que esté muerto. Pero Tyrell lo está pasando peor, y trato de acercarme a él para consolarle, pero no me quiere cerca suyo. — Respondió Miranda, cabizbaja.

    — Es evidente; cometiste un pecado. — Dijo el Padre Robert, interviniendo en la conversación entre ambas mujeres.

    Jessie decidió no hablar del tema, ya que era cosa de Tyrell y Miranda. Aunque no pensaba muy diferente de lo que pensaba Robert. Miranda observó con desprecio al Padre Robert y giró la vista.

    Tan solo la pequeña hoguera improvisada los mantenía cerca al uno del otro. Sin embargo, Tyrell y Sharon se encontraban inspeccionando el resto del aserradero, en busca de algo importante.

    — Estás muy callado. — Dijo Sharon, rompiendo el silencio que había en aquella zona del edificio.

    — No tengo motivos para hablar. — Respondió Tyrell, observando todos los rincones en busca de algo interesante.

    — Aún no he tenido la oportunidad de decirte que lo siento, por la muerte de tu hermano. No imagino lo que debes estar pasando. — Dijo la mujer, que parecía más interesada en hablar con Tyrell que en buscar cosas útiles para el grupo.

    — Estoy destrozado. — Dijo Tyrell, abriéndose ante alguien por primera vez desde la muerte de Devon. — Estoy frustrado por no haber podido salvar a mi hermano. Estoy enfadado con él por mentirme sobre Miranda durante mucho tiempo. Pero estoy destrozado porque al fin y al cabo, era mi hermano.

    Sharon dejó el arma a un lado y abrazó suavemente al líder, que respondió con otro abrazo.

    — Devon querría que fueras fuerte. Sí, cometió ese error, pero eso es lo que nos hace humanos. Perdonar es también cosa de humanos. — Dijo Sharon. — Elliot pudo haber matado a Tyok, sabiendo que Tyok había matado por los Kyler. Sin embargo, le salvó, y obtuvo a un guerrero que nos ayudaría más adelante, además de un amigo.

    — Supongo que tienes razón. — Murmuró Tyrell, algo más aliviado. — Muchas gracias, Sharon, me has ayudado con esto.

    Ambos se miraron fijamente, rodeados de oscuridad en aquella sala del aserradero. Tan solo la luz del anochecer que se filtraba por las ventanas iluminaba sus rostros, además de las linternas.

    Ambos acercaron sus labios, llegando incluso a rozarlos, cuando de pronto alguien entró en la sala.

    [...]

    La noche había caído sobre El Paraíso, la comunidad en la que Elliot y Tyok se encontraban. El humano encendió unas velas, ya que no tenían luz corriente en el pueblo.

    En la comodidad de su cuarto, él y Tyok se sentaron frente a frente, dispuestos a hablar.

    — ¿Qué te parece éste sitio? — Preguntó Elliot.

    — Es muy raro. — Respondió Tyok. — La gente es demasiado amable o demasiado brusca. Esconden algo.

    — Así es, eso pienso yo. — Murmuró Elliot.

    De pronto, Elliot vio a alguien justo al otro lado de la puerta. Parecía estar intentando oír la conversación entre él y Tyok, por lo que decidió levantarse lentamente y con sigilo hasta llegar a la puerta.

    Al abrirla, se encontró con un niño de no más de trece años, que se sobresaltó al ver a Elliot.

    — ¿Qué hacías en mi puerta? — Preguntó Elliot con seriedad.

    — Perdona a David, por favor. — Dijo Adrien, subiendo las escaleras. — Es un niño, y la curiosidad lo lleva a todos lados. De hecho, gracias a ella llegó hasta aquí.

    — Le perdono, pero que sepa que eso de tratar de oír conversaciones ajenas no es muy recomendable, y más en los tiempos que corren. — Dijo Elliot.

    — ¿Qué ocurre, Elliot? — Preguntó Tyok, apareciendo al lado del humano.

    David, el niño, se sobresaltó al ver al Mhirk parado frente a él.

    El extraterrestre era muy imponente, y el joven se asustó bastante, lo que propició que se marchara corriendo de allí. Adrien sonrió al ver la escena.

    — Bueno, venía a deciros que en éste pueblo tenemos toque de queda. Me temo que si no habéis salido a conocer más del pueblo, tendréis que hacerlo mañana. No dejamos que nadie salga por la noche, hemos pasado inadvertidos para los Kyler, y esperamos seguir pasando inadvertidos. Son las reglas, chicos. Os veo mañana, que descanséis. — Dijo Adrien con su característica sonrisa.

    — Igualmente, Adrien. — Respondió Elliot.

    — Capullo. — Dijo Tyok. — Es fácil detectar la mentira en los ojos del humano.

    — Sí, lo sé amigo, lo sé. Pero tranquilo, que vamos a salir igual, haber que encontramos. — Indicó Elliot.

    [...]

    Miranda observaba a Tyrell y Sharon, que estaban muy cerca el uno del otro. Ninguno de los tres se atrevía a decir nada. El silencio era muy incómodo cuando de pronto, Miller y Johnny entraron a toda prisa.

    Tyrell dejó a un lado a Sharon, apartó a Miranda de su camino con un leve movimiento y se acercó a su soldado.

    — ¿Qué mierda ocurre, Miller? — Preguntó Tyrell.

    — ¿Qué pasa? — Preguntó Emily, despertando.

    — ¡Se acerca un escuadrón Kyler! ¡Creo que nos buscan! — Dijo Miller, jadeando debido al nerviosismo.

    — ¡Se les oye venir! ¡Aunque no parece que sepan dónde estamos! — Indicó Johnny.

    — Quizá seguían nuestras huellas. — Dijo Sharon, observada con mala cara por Miranda.

    — Da igual, sea cómo sea, no podemos estar cerca de ellos. No ahora, somos vulnerables. — Dijo Tyrell. — Sugiero que nos vayamos por atrás, campo a través.

    El grupo comenzó a recoger las cosas para marcharse por detrás, pero cuando se dieron cuenta, los Kyler tenían rodeado el aserradero.

    — Mierda, saben que estamos aquí. Si las huellas acaban aquí... — Murmuró Miller.

    — ¿Qué hacemos? Si salimos nos fusilarán. — Dijo Jessie, asustada.

    El Padre Robert apretó su collar con fuerza hasta tal punto que comenzó a sangrar. De pronto, le puso el collar a Emily, que no entendía que hacía el cura.

    — ¿Qué ocurre, Padre? — Dijo Tyrell.

    — ¿Por qué ha hecho eso? — Preguntó Jessie.

    — Marchad por detrás, yo los detendré. Les llamaré la atención para que vosotros podáis huir. — Dijo el Padre Robert.

    — Pero, ¿por qué va a hacer eso? — Preguntó Sharon, asombrada.

    — Me he dado cuenta de que ha llegado mi hora. Dios me espera en su humilde morada, y yo, me marcharé de este mundo haciendo una buena obra. No soy ese cobarde que se escondió en el campamento. — Dijo Robert, tirando su alzacuellos al suelo. — No necesito ser cura para estar en los brazos de Cristo. Necesito ser humano.

    El Padre Robert avanzó hasta la puerta principal, dispuesto a abrirla para llamar la atención de los Kyler.

    — Pero al menos defiéndete. — Dijo Miller, cediéndole un arma.

    — No es necesaria. — Respondió Robert. — El arma que llevo es la fe.

    — Pero...

    — Iros ya. Antes de que sea tarde. — Dijo Robert, con una sonrisa de despedida. — Que Dios os ayude a acabar con los Kyler.

    El grupo comenzó a salir por detrás en el momento en el que el Padre Robert abría la puerta principal del aserradero, llamando la atención del grupo de soldados Kyler.

    — ¡TEMED LA PALABRA DE DIOS! ¡CON SU FUERZA DE VOLUNTAD, TODOS LOS KYLER SERÉIS CENIZA EN EL INFIERNO! — Exclamaba Robert.

    Entre todos los Kyler que le apuntaban con los Blaster, uno de ellos reconoció a Robert.

    Era el Kyler de la cicatriz en la cara.

    — Por Uuron. — Dijo, antes de agujerear el cuerpo del Padre Robert con disparos láser.

    [...]

    Tyok y Elliot recorrían el pueblo sigilosamente y entre los edificios. Tras investigar y conocer todos los lugares sin ver nada extraño, decidieron volver a sus habitaciones, pensando que se equivocaban sobre la gente de allí.

    Pero de pronto, una nave Kyler se acercó al pueblo y aterrizó justo al final del pueblo.

    — ¿Qué mierda...? — Susurró Elliot.

    — Vayamos haber que hacen aquí. — Dijo Tyok.

    El dúo, con curiosidad, decidió acercarse al final del pueblo. La nave había aterrizado tras los muros, por lo que no podían ver nada, pero sí oír una conversación extraña.

    — Señor, aquí tiene al niño que me pediste. — Dijo alguien.

    — ¡Es la voz de Adrien! — Susurró Elliot, sorprendido. — Ese bastardo...

    Comenzaron a oír unos lamentos de niño, cómo si estuviera sollozando. Acto seguido, alguien más habló.

    — Buen trabajo. Haré que éste niño sea un gran siervo del imperio Kyler.

    — ¡¿Qué mierda?! — Dijo Elliot, furioso. — ¡Va a llevarse a un niño! ¡Hay que ayudarle!

    — ¡Elliot, cálmate! ¡Nos van a oír! — Respondió Tyok. — No podemos hacer nada por ese niño.

    Elliot se lamentó profundamente de no poder ayudar a un pobre niño que sería experimentado por los Kyler.

    — Mañana vendré, quiero ver cómo está mi rebaño de inoculados humanos. Si éste proyecto sale bien, serás recompensado, Adrien.

    — Muchas gracias, señor Uuron. — Dijo Adrien.

    Elliot y Tyok se miraron sorprendidos.

    — ¡Es El Extraño! ¡Y tiene a todo el pueblo inoculado! — Dijo Elliot.

    — Estamos en peligro, Elliot. — Murmuró Tyok. — Vayamos a nuestras habitaciones cómo si no supiésemos nada, y antes de que se den cuenta mañana, nos vamos de aquí. Nosotros solos no podemos hacer nada, necesitamos a Tyrell y el resto.

    La nave Kyler comenzó propulsarse hasta el cielo nocturno para finalmente irse de la comunidad.

    Elliot y Tyok se fueron a sus habitaciones, aunque no iban a dormir, temiendo que trataran de inocularlos mientras lo hacían.

    El gran secreto de El Paraíso había sido revelado.
     
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