1 Miró sus manos antes de ponerse aquellos elegantes guantes de seda blanca. Seguían pulcras y delicadas, sin embargo, eran diferentes, más maduras y repletas de habilidades que hace un mes no imaginaría poder tener. Suspiró con nostalgia 2 Joven Calem, estamos a punto de llegar a Hoenn. — Dijo el mayordomo con voz serena pero apremiante. El chico bostezó sin retirar la vista de la ventana. El cielo por el cual transitaban era hermoso, pero aquel viaje desde Unova, aunque fuese en avión privado, era realmente cansado. — Walter ¿De verdad tenemos que venir hasta esta región? — Preguntó con desgana. — Me temo que sí joven, esas fueron las órdenes expresas de su padre. — Claro, mi padre. — Musitó Calem con desagrado. — No entiendo su afán de hacer este dichoso viaje. Ya le he demostrado que, si quisiera, podría abrirme paso con facilidad hasta la liga pokémon de cualquier región; además, me desagradan las batallas, solo peleo cuando es necesario. Walter le miró con cierta ternura, y no pudo más que sonreírle. Le parecía noble la manera de pensar de su pequeño amo. Noble sí, pero ingenua. — Lo cierto es, señorito, que usted no le ha demostrado nada a su padre. Es cierto, ha luchado con muchos entrenadores fuertes de Unova, pero un viaje pokémon es más que ganar batallas, se trata de supervivencia, sentido común, toma de decisiones, y varias cosas que no se aprenden ni con mil combates en los jardines de la mansión de sus padres. En definitiva, lo que el jefe quiere es que usted experimente la vida de primera mano. Y con respecto a su desagrado por las batallas, usted no tiene porqué tomar ese rumbo, hay muchos rubros en los que puede experimentar; para eso es este viaje. El chico guardó silencio meditando en las palabras de Walter para luego añadir: — Quizá tengas razón, pero, ¿por qué hasta esta región? — En Unova todos le conocen y saben de quien es hijo, eso le daría ciertos problemas. Es mejor empezar en un lugar donde usted sea un entrenador más. Ahora, si me permite, tomaré asiento y abrocharé mi cinturón, estamos por iniciar nuestro descenso a Pueblo Verdegal. 3 El viaje desde Kalos había sido sumamente agotador, por suerte para nuestra protagonista, el lugar de descanso que Yashio le había proporcionado, no podía ser más acogedor. Ahí estaba ella, envuelta entre sábanas de seda, durmiendo en uno de los departamentos más elegantes de Malvalona hills. La hermosa peli miel se retorcía como un Caterpie y hablaba en sueños como prisionera de una hermosa fantasía onírica. — Claro que quiero ser tu novia — Dijo Serena entre balbucéos al tiempo que extendía los brazos como un bebé buscando a su madre. Sus labios rosáceos se extendieron en una mueca cómica, como si besara a su amado. Lamentablemente, frente a ella solo se encontraba aquel macabro abismo que despeñaba desde su cama hasta el frío suelo de cerámica. La ilusión se rompió como un vaso de cristal chocando contra el suelo, y lo de chocar contra el suelo era en el sentido más puro de lo literal. La fantasiosa chica se había caido de la cama, despertando así de la forma más abrupta y dolorosa. Sus pokémon, que dormitaban en la habitación contigua, irrumpieron feroces y preparados para atacar a cualquier intruso que se atreviera a lastimar a Serena. Pancham fue el primero en lanzar una risotada al ver a su entrenadora despeinada, aturdida y aun en el suelo. Braixen y Sylveon se limitaron únicamente a esbozar una prudente sonrisa. — Muy graciosos.— Bufó la chica, aún adormitada pese al golpe. Los pokémon se abalanzaron sobre ella juguetones y risueños, gererando así la alegría de la performance. — ¡Vamos! debemos alistarnos para bajar a desayunar o llegaremos tarde a las inscripciones. 4 Serena corría como loca entre los pasillos de Malvalona Hills, cómo había sido posible que durante el desayuno hubiera perdido la noción del tiempo mientras ojeaba un par de revistas. Claro que no tuvo nada que ver aquel extenso reportaje sobre la rutina de entrenamiento de Steve Stone o los tips de Cinthia para tener un cuerpo de diosa. Todo aquello la distrajo del reloj y ahora su inscripción para los concursos estaba en riesgo. La titánica maratón se prolongó durante varias cuadras, y cuando por fin llegó al centro pokémon, se encontró con una sorprendente turba aglomerada frente al recinto. Aquellas personas no parecían estar ahí para inscribirse; en sus rostros se podía apreciar una mueca de disgusto y desesperación, como si algo malo estuviera ocurriendo. — ¡Abran paso imbéciles!— Vociferó un hombre desde la azotea del centro pokémon. — ¡Esos pokémon no son tuyos! ¡devuélvelos, te tenemos rodeado!— Respondió alguien entre la multitud. — Estos Pokémon ahora son propiedad de los nuevos amos de la región Hoenn, el equipo Umbra. — ¡Tendrás que pasar sobre todos nosotros! — Vociferó una mujer. — Pensé que nunca lo dirían — Exclamó el maleante. — ¡Sal Krookodile!— El pokémon emergió de su pokeball y de inmediato saltó del edificio con su entrenador a espaldas. La gente retrocedió abrumada por el estrépito y la nube de polvo que causó la caída del siniestro espécimen. Cuando se hubo disipado el polvo, todos pudieron ver con más claridad al malvado recluta del equipo Umbra. Llevaba un uniforme muy parecido al del equipo Rocket. Una boina, pantalones y camisa negra, unos guantes y botas blancas. Su cuello era cubierto por una enorme bufanda violeta que ondeaba dramáticamente en el viento. Llevaba un cinturon con algunas pokeballs. Su rostro filoso y su nariz aguileña, hacían juego con sus fríos y pequeños ojos oscuros. — ¡Usa roca afilada!— Ordenó. El Krookodile rugió furioso y dio un pisotón fuerte en el suelo. Enormes pedruscos brotaron de la tierra golpeando a varios de los presentes y dejando una senda libre, por donde el maleante podía escapar. El ladrón y su pokemón comenzaron con su huída. Ya casí saboreaban el triunfo cuando de pronto… — ¡Lanzallamas, Braixen!— El grito apenas y emergió de la garganta de Serena. Una enorme columna horizontal de fuego frenó la huída del criminal. — ¡Devuelve esos pokémon!— farfulló la performance, muerta de miedo. Aún no se lo podía creer, estaba ahí, plantándole cara a un delincuente. Era cierto que en Kalos le había hecho frente — de alguna forma u otra— al equipo Flare. Pero aquello era distinto; en aquella ocasión no estaba sola, Clemont, Bonnie y Ash constituían aquella triada de poder que la mantenía segura cuando las cosas se ponían turbias. Ahora mismo había actuado por mero impulso, y ni ella estaba segura de cómo saldría de aquel embrollo. Toda aquella cavilación la hizo llenarse de inseguridad. Vió de frente al miembro del equipo Umbra y enseguida, esos pequeños ojos llenos de ira, terminaron por llevarse la poca confianza que quedaba en ella. — Bien mocosa, creo que debo enseñarte a no meterte donde no te llaman; ¡Krookodile usa terremoto! El suelo bajo Braixen comenzó a tambalearse bruscamente. Una enorme grieta se abrió, y la inicial de Kalos cayó debilitada entre los escombros. Serena no lo podía creer, la habían derrotado de un solo golpe. El Krookodile del maleante se irguió con fiereza y lanzó un sonoro rugido al cielo; su cuerpo pareció ensancharse y sus musculos marcarse exageradamente; era la habilidad autoestima. — ¡Esto será un recordatorio para todos ustedes, que se han atrevido a retar al equipo Umbra! — vociferó el malvado agente sin apartar la mirada de Serena. — Despídete de esa bonita sonrisa, mocosa insolente — ¡Usa triturar Krookodile! El pokémon siniestro se avalanzó sobre la chica; sus mandíbulas salivosas se dirigieron hacia el rostro de ella. Serena no pudo mas que cubrirse con los brazos, sabía que quedarían demolidos por la potente mordida de Krookodile. pero su instinto de supervivencia no pudo tener una mejor reacción. — ¡Usa lluevehojas, Serperior! El ataque de planta había impactado de lleno en el tipo siniestro dejádolo aturdido. Serena abrió los ojos y a contra luz pudo observar una silueta que se le hizo familiar. De frente, erguido y con confianza estaba un chico de gorra y atavíado con un atuendo azul. —¿Ash? — pensó Serena. Sus ojos casi se iluminaron con la sola idea de que él estuviera ahí. — ¿Estás bien? — preguntó el chico. — S..sí — Balbuceó. — Bien, deja me encargo de esto. El chico sonrió con una confianza y pureza que a Serena le trajo una agradable sensación de nostalgía. — ¿Cuál es tu nombre ? — preguntó, así sin más como guía por un instintivo deseo de separar la ficción de la realidad. — Calem — contestó él, ensanchando aún má la sonrisa y caminando con confianza hacia la batalla.