*** —¡Que no se te olvide traer más bebida, Shuichi! —¡Y el gorrito de navidad, no seas soso! —Sí, sí... Vuelvo en seguida. Shuichi Saihara soltó un suspiro en cuanto cerró la puerta del comedor tras de sí, con una suave sonrisa aún marcada en la comisura de sus labios. Conforme se alejaba por el pasillo, las voces de sus amigos seguían escuchándose por encima de la música, fundiéndose en una alegre melodía de diversión y optimismo, que pocas veces podía llegar a hacerse oír. Era la primera vez que celebraban juntos la Navidad. Quizás, aquella era solo una excusa para evitar dejar que los recuerdos se filtrasen por sus frágiles y agotadas mentes. Aquellas fechas tan marcadas lograban deshacer notablemente las barreras que les separaban del mundo exterior, y la nostalgia acababa anidando una a una en los corazones de cada uno de los estudiantes. Los rostros alicaídos y las miradas esquivas comenzaron a aparecer con mayor frecuencia a medida que las fechas se acercaban. Pero por suerte Kaito, asqueado por ver cómo la desesperación ganaba una vez más la batalla, propuso celebrar por todo lo alto que estaban vivos, y juntos. Y que seguirían estándolo una vez saliesen de aquel confinamiento en el que estaban obligados a permanecer. Al super detective siempre le asombraba cómo Kaito sabía decir las palabras exactas en el momento exacto para hacer que todos se sintiesen mejor. Sin él aquí, todo sería muy distinto ahora. Cerró el mueble de la cocina una vez tomó varios vasos de plástico más, y con la botella de refresco bajo su brazo comenzó a caminar de vuelta hacia la salida, justo para acordarse de que probablemente si entraba en el comedor, sin el gorro de navidad encima, acabaría siendo regañado por Tenko... Y no quería ponerla nerviosa ni mucho menos, sobre todo sabiendo que su simple existencia ya parecía irritarle de por sí. —Supongo que tendré que dar otra vuelta más... Qué remedio. Las inmediaciones de la academia estaban completamente desiertas, y el camino hacia las habitaciones comenzaba a hacerse eterno. Shuichi odiaba permanecer a solas con sus pensamientos. Su mente era frágil e inestable, y necesitaba apoyarse en un hombro ajeno para poder siquiera seguir adelante en aquel infierno sin esperanza. Ese hombro en un principio había sido Akamatsu-san. Cuando ella cayó, Momota-kun logró hacerle salir de su habitación con sus sesiones de ejercicio nocturno. Pero cada vez que cerraba los ojos, veía a todos sus compañeros observándole detenidamente, juzgándole con la mirada. Se sentía tan culpable. Él, quien había sido el que les condenó uno tras otro a una muerte segura... Contuvo la respiración al notar cómo sus ojos se posaban en la figura pixelada que decoraba la puerta de Kaede Akamatsu, y se llevó la mano al pecho, donde su corazón golpeaba con fuerza. Por el bien de su salud mental, supo que debía seguir caminando hasta su habitación, tomar el gorro de navidad que Kaito le prestó en la mañana y unirse a la fiesta, para así olvidar su pesar durante, al menos, una noche más. Y con todo el esfuerzo de su corazón, intentando susurrar un último “lo siento” que difícilmente escapó de sus temblorosos labios, desvió la mirada y continuó su camino. —Aquí estás —exclamó al fin, sacando el accesorio de debajo de su almohada. Echó un vistazo rápido a su habitación, visiblemente desordenada, y revolvió su cabello ahora descubierto sin su gorra de por medio. Aún se sentía extraño, a decir verdad, pero el hecho de que ahora no la llevase consigo significaba el comienzo de un cambio en su interior. Avanzó hacia la salida, pesaroso, y con un ademán cargado de pereza cerró la puerta tras de sí, echando un último vistazo al interior de la instancia—. Supongo que ya lo recogeré más tarde. Se sorprendió al escuchar una puerta abrirse a sus espaldas. Asegurándose de cerrar bien su habitación, descubrió entonces en medio de la oscuridad que le otorgaba el atardecer una figura frente a una de las habitaciones, cargada de objetos en sus manos. Contuvo la respiración, sobresaltado, y comenzó a caminar en su dirección. Solo para notar, a medida que se acercaba, cómo los tenues rayos de sol del atardecer coloreaban el rostro sorprendido que se volvía hacia él. —¿Ouma-kun? —murmuró Shuichi, observando de cerca al super dictador cargado de lo que parecían ser botellas de Panta. Eran tantas que parecía ser incapaz de abrir la puerta de su habitación correctamente—. Deja... Déjame que te ayude. —Anda, pero si es Saihara-chan —su rostro perdió seriedad en cuanto reconoció al joven, y se dibujó en sus labios una sonrisa casi infantil mientras mostraba sus dientes, como solía hacer cada vez que ambos se encontraban. Shuichi no dudó en ayudarle a cargar con las botellas, para dejar que Kokichi pudiese abrir la puerta. Llevó las manos tras su cabeza, manteniendo aquel porte despreocupado que le caracterizaba—. No esperes una propina de mi parte por tus servicios, aunque quizás si te vistes de Maid puede que me lo replantee. —N-no era la respuesta que esperaba, a decir verdad. Con un simple gracias me conformaba —suspiró el detective, haciendo un ademán de adentrarse en su habitación para dejar las botellas en un lugar seguro. Pero pronto fue detenido por el cuerpo del joven, quien se mostró más siniestro que de costumbre. —¿Estás seguro de que quieres entrar aquí? Quizás preparé un sistema anti-robos no demasiado placentero. Aunque si quieres ser el primero en probarlo, adelante —otorgó Kokichi, llevándose un dedo a sus labios mientras su sonrisa se tornaba visiblemente cínica. Ante la expresión sorprendida de Shuichi, tomó rápidamente las botellas y dio media vuelta—. Nishishi, es mentira. Tenías que haberte visto la cara, Sai-ha-ra-chan. El detective retrocedió un paso aun así, visiblemente incómodo. Sabía de lo que era capaz aquel chico, y definitivamente no quería comprobarlo por cuenta propia. Permaneció unos instantes frente a su puerta semi-cerrada, pensativo, y no fue sino hasta que Kokichi regresó para cerrar la puerta que Shuichi despertó de su ensimismamiento. —¿Por qué sigues aquí? Si es por la Panta, no te voy a dar ninguna —dejó claro el dictador, enfocando su mirada en aquel detective paliducho y depresivo. Era incapaz de entender qué le hacía quedarse más de dos segundos frente a su puerta. Sin duda, era el primero que lo hacía, por ello presuponía que debía tener un motivo oculto. Todos tenían uno. —Ouma-kun, ¿vas a pasar la Navidad aquí, encerrado en la habitación tú solo? Las palabras de Shuichi hicieron que sus ojos se abriesen de la impresión. Intentó leer su mirada, comprender algún doble sentido oculto tras su expresión dubitativa. Kokichi Ouma siempre iba dos pasos por delante del resto, pero esta vez... No comprendía nada. Estaba completamente en blanco. Y aquello definitivamente le desagradaba. —¿Oh? Saihara-chan, si no fueras tú creería que estás preocupado por mí —comentó, ladeando la cabeza con inocencia mientras se llevaba un dedo a la mejilla. A los pocos segundos se inclinó, con los puños frente a su pecho y sus orbes morados brillando con una ilusión infantil—. ¡No me digas que has discutido con Momota-chan y ahora quieres buscar un nuevo socio! —¿E-eh? Claro que no —exclamó Shuichi, con una gota de sudor recorriendo su mejilla mientras alzaba sus manos, confuso ante aquella respuesta. Su rostro a medida que se relajaba adquirió un tono más serio—. Simplemente pensé que te vendría bien despejarte un poco tú también. Todos hemos estado pasándolo mal estos días, y no creo que seas la excepción. —...Qué inocente eres —comentó sin más, mirándose con aburrimiento las uñas en señal de indiferencia. Sin embargo, Shuichi pudo notar cómo pareció demorarse un poco más en dar una respuesta—. ¿Por qué razón iba a pasarlo mal? Yo controlo el Juego de Matanza Mutua, y sé cómo ponerle fin. A diferencia de vosotros, yo pretendo disfrutar cada segundo de este juego al máximo —y volvió a llevarse las manos tras la nuca, con una sonrisa resplandeciente. Pero para Shuichi, aquella no era una respuesta válida. Ni siquiera aquella sonrisa lo era. Había aprendido hacía mucho que era incapaz de distinguir cuándo Kokichi mentía y cuándo decía la verdad. Su vida se basaba en una constante vorágine de pensamientos y palabras contradictorias, que hacían que fuese imposible para nadie comprender lo que verdaderamente pasaba por la cabeza de aquel chico. Mucho menos lo que llegaba a sentir. Para la gran mayoría de los estudiantes, Kokichi Ouma no tenía sentimientos. Sus actuaciones en cada uno de los casos, la sangre fría que mostraba ante la muerte de sus compañeros, sus palabras y acciones hirientes eran suficientes para remarcar con luces de neón titilando sobre su cabeza que aquel chico no era una buena persona.Por ello, en más de una ocasión ellos mismos le hicieron saber que estaba solo en esto. Nadie quería estar cerca de Kokichi. Por su salud física y mental, preferían tenerle lo más lejos posible. Casi parecía que Kokichi buscaba esa respuesta en los demás, casi parecía que le gustaba permanecer en completa soledad. Pero Shuichi sentía que aquella actitud, definitivamente, era una mentira más “Estás solo, Ouma-kun, y siempre lo vas a estar” Aquellas palabras habían salido de su boca hacía mucho tiempo. Y ahora que le veía bien, al otro lado de su habitación, podía sentirlo. Donde fuera que mirase, podía notarlo. Su soledad. Y a nadie le gustaba sentir que estaba completamente solo. —No voy a dejar que pases la Navidad aquí, Ouma-kun —sentenció Shuichi, con una nueva determinación en su mirada. Sin pensárselo dos veces, casi por instinto, tiró del brazo de Kokichi con suavidad para sacarle de su cuarto, ante la mirada atónita del otro—. Nadie merece estar solo en unas fechas como estas. Ni siquiera tú. Sé que los otros lo entenderán, solo... Intenta comportarte por un día, ¿sí? —sonrió con cierto nerviosismo, mirándole de soslayo—. Y eso quiere decir: no más guerras de comida. Kokichi permaneció unos instantes sin dejar de mirar a la persona que le conducía lentamente por el pasillo, dejándose llevar por la sorpresa del momento. Al alzar la mirada hacia Shuichi, pudo sentir cómo sus ropas oscuras cambiaban lentamente hasta transformarse en el mismo traje que llevaba el dictador, uno blanco con aquel pañuelo que le caracterizaba. Y que el cabello verde que cambiaba de color hasta tornarse completamente distinto. Su figura se iba transformando en alguien muy cercano para él, y al girarse para sonreírle, casi pudo sentir que estaba de vuelta en casa. Quizás, por esa razón, no opuso resistencia. Porque sentía la calidez del contacto en su brazo muy distinta, sentía a aquellas personas que consideraba sus hermanos tirar de él hacia la puerta. Sonrientes, felices. La imagen de cada año celebrando aquellas fechas volvía a aparecer en su retina, la calidez del salón de estar se traspasaba a su corazón. Por un instante, un simple instante, no quiso que aquello terminase jamás, aunque fuese una mera ilusión de su mente traicionera. Mas al volver a parpadear, aquella imagen se difuminó hasta perderse en su memoria. Ahora era Shuichi quien le miraba, con aquella amabilidad que destelleaba en sus ojos cansados, la buena voluntad que le movía ahora le conducía hacia la puerta del comedor. Y al abrirse, una luz cegadora le dio la bienvenida a la estancia, donde multitud de rostros joviales saludaban con la mirada. No eran sus hermanos, no era la fundación D.I.C.E, pero al menos estaban ellos. Permaneció en la puerta durante unos segundos, soltándose del agarre de Shuichi al que se había aferrado sin ser consciente de ello, y pudo sentir como muy dentro de él, crecía la sonrisa más sincera que pudo mostrar nunca. —¡Feliz Navidad, Kokichi! —exclamó una voz grave y vivaracha en el interior del comedor. Gonta agitaba su enorme mano llena de restos de nata, mientras que su gorrito de Navidad luchaba por permanecer en su cabeza—. ¡Gonta echarte de menos! —Supongo que... Feliz Navidad, hombre degenerado —masculló Tenko, no muy convencida de la presencia de otro hombre más en la sala. Pero por suerte pronto se relajó al ver acercase a Himiko para tomar un trozo de tarta, y fue a ayudarla a partirlo con suma felicidad en su rostro. —Nyahaha, ¡Atua me avisó de tu llegada! Démosle las gracias por su generosidad —Angie se encontraba meditando sobre una silla, con las piernas cruzadas y un poco de nata en su nariz. ¿Se habría dado cuenta o...? —¿Ves, Ouma-kun? No está mal reunirse con otros de vez en cuando, ¿verdad? —la voz de Shuichi le llamó la atención. Al girarse hacia él, notó a Kaito acercarse hasta pasar su brazo por el hombro del detective—. ¡O-oh, Momota-kun! —Así que te has animado por primera vez a acercarte, ¿eh, Kokichi? —Kaito le observaba con cierta reticencia, no parecía fiarse mucho de él, pero hacía el esfuerzo por una vez—. No sé qué te traerás entre manos, pero como arruines la cena te las verás conmigo —y chocó sus puños con la energía y convicción que solía rodearle a cada instante, ante la sonrisa nerviosa de Shuichi. —No creo que esa sea la mejor manera de... —¡Buaaah! ¡Eres muy malo, Momota-chan! —ante la sorpresa de ambos chicos, Kokichi empezó a llorar—. Yo que venía sin ninguna intención de hacer nada malo, ¡en Navidad hay que dar ejemplo de hacer buenas acciones, y mírate! —Shuichi le miró con reprobación, a lo que Kaito no pudo si no encogerse de brazos con cierto nerviosismo, intentando arreglar la situación. Pero antes de poder hacer algo, el dictador cesó su llanto, se acercó a Kaito y le dio una patada en la espinilla, avanzando hacia la sala con los brazos tras la cabeza, despreocupado como siempre—. Nishishi, qué fácil es engañarte, Momota-chan. ¡Sigues con tan pocas luces como siempre! Kaito gruñó acuclillado, viendo al chico avanzar hacia el comedor, y rápidamente se puso en pie, echando a correr para perseguir al menor como era habitual en su relación. Shuichi no pudo evitar sonreír para sus adentros. —¡Vuelve aquí, maldito! ¡Deja de jugar sucio, te voy a estampar contra la tarta ahora mismo! Y así inició una persecución más, tan pronto como Kokichi llegó a la estancia. Pero lejos de preocuparse, el detective sabía que aquella risa que Kokichi estaba soltando mientras corría era la más pura que escucharía nunca. En el fondo, agradecía estar ahí. Distraerse con alguien (en este caso, su conejillo de indias era el pobre Kaito). Hasta que Kokichi chocó con Maki por error. Ahí sí que notó cómo el dictador sintió miedo de verdad. —¡Eso es, Harumaki, ya casi lo tienes! —¡Saihara-chaaaan! ¡Me quieren matar! ¡Véngame en la clase del juicio! —¿Q-qué dices, Ouma-kun? ¡Y sal de detrás de mí, que yo no quiero...! ¡Wah! Después de todo, disfuncional o no, seguían siendo una familia, durante aquella hermosa noche. Contenido oculto Este fic es un regalo para mi amiga invisible SweetSorrow , espero que te guste uvu <3
Que alguien me explique por qué yo no había leído y comentado esto. Que feo por mi parte. Me ha encantando esto, Andy, de verdad, ha sido precioso. No creo que haya mucha gente que aprecie a Kokichi y la verdad es que yo le tenía cariño porque si te fijas, él es así como lo plasmas, es solitario y si bien siempre parece que él quiere serlo, creo que nadie quiere estar así de solo, y genuinamente creo que lo hizo para no encariñarse de los demás porque sabía que iban a morir y le iba a doler, siempre me dio esa sensación. Y pues verlo aquí, queriendo pasar las navidades solo porque es consciente que el resto no querría estar con él en unas fechas tan señaladas pues me causa mucha lástima y me alegro mucho de que Shuichi lo encontrase y decidiese llevárselo, y que los demás fuesen tan buenos con él a pesar de todo. Me ha gustado sobre todo porque las pocas intervenciones de los demás son super accurate, aun si han aparecido poco, los he visto muy bien representado. Que lindo esto, seguro a Sweet le encantó, y gracias por publicarlo y permitir que el resto también podamos disfrutar de este lindo escrito <3
Contenido oculto: Comentarios mientras leo Sinceramente, a mi eso me daría mucho miedo, aún más si es de noche. Me esta gustando como referencias a los sprite del jeugo XD. Me constó entender que era la patada en la espinilla y después estaba como ¿En serio le pegó? Me ha gustado, fue algo muy curioso de leer, creo que me gusta cuando tratan el tema de que Kokichi es un mentiroso compulsivo con problemas para confiar en los demás. Me pregunto si se deberá a que como era líder de DICE se llevaba bastante trabajo y desarrollo esa manera tan perfeccionista de fingir para no preocupar al resto del grupo, y como cada quien era diferente, debía tener una fachada diferente para cada uno. Como siempre narras muy bonito, los personajes se sintieron bastante pegados a su papel, estuve esperando la reacción de Maki apenas volvieron al cuarto XD y creo que fue bastante acorde. Igual es medio deprimente la imagen de Kokichi tirado en su cuarto rodeado de botellas de Panta siendo la única cosa que hace beberlas, por suerte y Saihara se lo llevó.