Loco por ti

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Borealis Spiral, 4 Mayo 2011.

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    Borealis Spiral

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    Título:
    Loco por ti
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    6
     
    Palabras:
    2023
    Bien, les traigo otra historia. Creo que será la última que publicaré por acá en un muy largo, largo tiempo. En verdad espero que les guste... algo. Ya no pido tanto. Les aclaro que será muy pequeña la historia de... quizá cinco capítulos y éstos serán cortos también. Ahora sí, se las dejo.

    Loco por ti

    Capítulo 1

    Oscuridad total. La habitación en la que se encontraba, no existía más que la completa oscuridad. Por más que mirara a su alrededor no hacía más que ver negro, ¿y cómo no hacerlo? La maldita habitación no tenía ni una mísera abertura que pudiera filtrar un poco de la luz del exterior. Aunque, supuso era muy temprano. No había logrado dormir esa noche… ¡qué va! Ya tenía noches sin poder dormir absolutamente nada. ¿Por qué? Por ella. Ese día se cumplía un año de no haberla visto. Un año que se le había hecho una eternidad.

    De improvisto, las puestas se abrieron y las luces se encendieron, cegándolo momentáneamente y dejando ver el tan odioso color blanco que impregnaba en las paredes. Tuvo que cubrir sus ojos con las manos para evitar la tan molesta iluminación. Una vez sus ojos se acostumbraron a la luz, divisó desde una esquina del cuarto a un hombre alto de cabellos y ojos cafés, que vestía una bata blanca, acompañado de un par de hombres uniformados.

    El hombre dio un paso dentro de la habitación y al momento, él alargó su mano para tomar su inseparable vaso de agua. El hombre retrocedió ese paso que había dado. Él sonrió de medio lado. ¿Le tenía miedo? ¡Qué ironía! ¿No se suponía que él debía temerle a aquel sujeto? Después de todo, él sólo estaba encerrado allí y aquel hombre era el de los medicamentos y sustancias tranquilizantes.

    — ¿Me temes?— no pudo evitar preguntar, mientras daba un sorbo al agua con el popote, prefería tomar así el vital líquido. El hombre alto le lanzó una mirada que no pudo descifrar—. ¿Qué quieres, Daisuke? ¿Traicionarme más?— su tono de voz era helado, déspota y sus violetas ojos le lanzaron una mirada llena de reproche.

    Miró a Daisuke entrecerrar los ojos. Iwakura Daisuke, aquel a quien una vez llamó mejor amigo, hermano. Ahora, un simple traidor, un simple ser que no formaba más que memorias de un hermoso pasado y que ahora formaba parte de nuevas memorias, llenas de desdicha. Un ex confidente… ahora, su psiquiatra.

    —Sabes que no soy tal cosa, Shun— le habló con voz suave—. Era para tu propio bien…

    — ¿Quieres mi bien? ¡Sácame de aquí! Yo no pertenezco a este lugar. Déjame salir e ir con ella, a su lado.

    Daisuke negó con la cabeza. Había tomado el caso de su amigo porque lo conocía y tenía la esperanza de poder ayudarlo a reponerse. Porque sabía que de alguna manera seguían teniendo un lazo, algo fuerte que los unía. Había pasado un año desde el ingreso de Shun y por ahora no había logrado mucho.

    — ¿Qué quieres?— volvió a preguntar Shun con el mismo tono de voz que utilizó al principio y sin moverse del lugar.

    Daisuke les hizo una seña a los guardias que lo había acompañado y éstos entraron con una camisa de fuerza en sus manos. Levantaron con brusquedad a Shun del frío suelo en el que reposaba y le pusieron la camisa de fuerza. Él no puso resistencia alguna. Una vez equipado, Daisuke salió del cuarto seguido de los guardias y Shun, que iba en medio de los hombres. Se dejó conducir dócilmente a dónde fuera que lo llevaran.

    Se extrañó al notar que aún nadie circulaba por los pasillos. ¿Pues a que horas lo habían despertado? Con mucha más extrañeza notó que se dirigieron al enorme patio del edificio. Sin negarlo, se sintió reconfortado y permitió que la brisa matutina meciera sus cabellos negros como el ébano. Sin embargo, notó que sus sospechas eran ciertas. Era demasiado temprano. Aún estaba oscuro, el sol no despertaba todavía… entonces, ¿por qué él sí? Miró a Daisuke inquisidor, sin que el deje de desprecio desapareciera.

    — ¿Por qué me trajiste aquí?— inquirió con voz mucho más fría.

    —Hoy se cumple un año desde que dejaste de verla, ¿no es así?— Shun no respondió y dirigió su atención a un punto fijo en el verde pasto—. Bueno, es una manera de recordarla. ¿Olvidaste que ella amaba los amaneceres…?

    —Mientras, yo prefería el atardecer… no, no lo olvido— reconoció el joven con una triste sonrisa, mientras alzaba su vista al cielo despejado, mirando el horizonte. En efecto, los primero rayos solares podían verse reflejados en una que otra nube. Ella hubiese amado ese espectáculo.

    No pudo mirar más. Su vista se nubló por las súbitas lágrimas que amenazaron por salir de sus ojos. Cayó de rodillas y dejó fluir el llanto. ¿Cuánto no había llorado en este pasado año? ¡Jamás pensó llorar tanto en su vida! Y todo por ella. Y no sólo lloraba por ella, estaba allí por ella. En aquel horrible lugar para dementes. En el hospital psiquiátrico.

    “Manicomio”, pensó él. ¿Para qué esconder la realidad disfrazándola con otro nombre? ¿Por cambiar el nombre, cambiaban las cosas? ¿Era más fácil estar allí al llamarlo con más “dulzura”?

    Shun dejó de llora al sentir los tenues rayos del sol madrugador. Daisuke lo miró desde su lugar y le informó:

    —Esperamos que la nueva enfermera llegue a más tardar para mañana.

    — ¿Nueva? ¿Qué pasó con la otra?— se hizo el desatendido.

    —Renunció.

    — ¿Por qué?— volvió a inquirir con descaro. Daisuke aspiró hondo para controlarse, pero no contestó.

    Shun miró a Daisuke con una gran sonrisa en sus labios, dejado ver sus blancos dientes. ¿Se arrepentía de lo que había hecho? No. Ni siquiera sintió compasión cuando aquellos grandes ojos verdes lo miraron suplicantes, al exigir del valioso oxígeno al estar quitándoselo poco a poco con su largo y hermoso cabello negro. No, no se arrepentía para nada; era una pena que lo hubiesen alcanzado a medias escaleras. No obstante, lo había hecho para salir de allí y verla. ¡Y lo volvería a hacer! Lo que fuera por ella, sí, quizás estaba loco, pero estaba loco por ella.

    “Loco por ti”, pensó aún con esa sonrisa, mientras los guardias volvían a alzarlo con brusquedad, para llevarlo adentro de su habitación, que no era más que una celda. Daisuke caminó tras los guardias que escoltaban a su amigo. Había sido suficiente aire fresco para él.

    -o-

    Una bella rubia de hermosa figura y piel nívea se situó frente al gran y amplio edificio. Todo alrededor de éste era cubierto por un gran jardín, muy bien cuidado por cierto. Claro, todo estaba encercado. La seguridad ante todo, ¿no? Sus ojos azules se dirigieron al letrero que identificaba a la instalación.

    “Hospital Psiquiátrico de Kamakura”, leyó y suspiró. Bien, era hora de empezar con su labor. Entró y se dirigió a la recepcionista.

    — ¿Viene a ver a alguien?— inquirió la mujer detrás del escritorio en tono amble.

    —No, señora. Mi nombre es Uemura Yuuna y he sido transferida desde Tokio. Soy la nueva enfermera del hospital.

    ·································································

    Yuuna se miraba frente al espejo de cuerpo completo. Traía puesto su uniforme de enfermera. Le quedaba perfecto. Ese era el primer día de trabajo en aquel hospital. El día anterior que se había presentado y había entregado su expediente al jefe director del lugar, decidieron aceptarla de manera rápida. No todos los días se encontraba a alguien con su potencial, le habían dicho.

    Sin embargo, le habían pedido algo que sin duda se le había hecho muy difícil cumplir. Miró con nostalgia su cabello. Aquella larga, sedosa y brillante coleta dorada, que siempre le gustó, había desaparecido y, ahora su cabello se mantenía corto, a la altura de los hombros y suelto. Como cuando era una niña. Suspiró. No es que fuera una vanidosa ni nada por el estilo, pero su cabello significaba mucho para ella así que el que le pidieran que se deshiciera en mayor parte de él, le dolió.

    — ¿Por qué? No lo entiendo— había demandado un explicación.

    —Ya le conté el porqué, señorita. Recuerde que ya le di las razones…

    —Pero puedo peinarlo en un chongo y no afecta— lo interrumpió.

    —La otra enfermera también hacía eso. Haga lo que le dije— fue su última demanda, para después dejarla sola.

    Volvió a suspirar al recordar esa conversación. Ni modo, debía acatarse a todas las órdenes de sus nuevos jefes. Salió de su morada y subió a su auto para dirigirse al hospital. Una vez llegó a éste y aparcó el auto en el estacionamiento propio de las instalaciones, ingresó al edificio. Dejó un pequeño bolso que siempre cargaba con ella en un casillero que ayer le habían asignado y luego se dirigió a una oficina especial, que era donde ser archivaba la vida de los pacientes. Tomó algunos folders de un archivero y salió de la oficina para iniciar con el trabajo.

    Estaba por dar el mediodía y caso terminaba con los pacientes de la mañana. Por ahora, sólo los visitaba para conocer un poco con quién trabajaría todos los días. Le gustaba familiarizarse con toda la gente, incluso con aquellas que sufrían desordenes mentales. No por nada había estudiado Psicología, ¿verdad?

    Miró el número que estaba escrito en el folder que tenía en sus blancas manos. Era el número del cuarto de su último paciente, antes de descansar e ir a tomar un refrigerio. Anduvo por los pasillos, cuando localizó la habitación. Se colocó frente a la puerta y la abrió. Lo primero que notó fue el tan característico color blanco, para después dirigir su atención al hombre que ocupaba aquel cuarto, sentado en un rincón con una botella de agua con popote.

    El hombre joven levantó su vista hacia ella, y no supo por qué, su mirada violeta la turbó en gran manera. El sujeto de cabellos negros se levantó. Ella tuvo el enorme deseo de salir corriendo de allí. Mas no por miedo, era por una sensación inexplicable que él despertaba en ella. Era algo nuevo para ella. Algo que jamás había experimentado con nadie, ¡y mucho menos con uno de sus pacientes! No llevaba ni media jornada allí ¿y ya estaba enloqueciendo?

    Todos los músculos de su cuerpo se tensaron cuando él dejó su esquinita y comenzó a caminar a lo largo de la habitación, clavando sus ojos en ella, recorriéndola de arriba abajo, de una manera tan penetrante que sentía que la atravesaba sin piedad. Porque sus ojos eran fríos y su rostro no mostraba expresión alguna. Yuuna tragó duro. ¿Qué le pasaba? Era una profesional, ¿por qué no actuaba como tal? Aspiró con lentitud y soltando el aire de la misma manera, varias veces, logró controlarse.

    —Hola, ¿qué tal?— saludó con alegría, lo que a ella le sorprendió teniendo en cuenta lo que le había pasado momento antes—. Mi nombre es Yuuna, Uemura Yuuna. Soy la nueva enfermera que se encargará de atenderte de ahora en adelante. La anterior enfermera lo hacía, pero ahora seré yo.

    Él no articuló palabra, se limitó a observarla con indiferencia. Lo que puso un tanto nerviosa a Yuuna. Estaba acostumbrada a que le gritaran, que una persona le hablara creyéndose dos, que le contaran incoherencias, que trataran de hablarle bien y que no se controlaran, lo que fuera; pero no estaba acostumbrada a que alguien que estuviera en el hospital psiquiátrico la tratara de manera tan fría y distante.

    —Bueno…. Veamos que hay aquí— dirigió su azul mirada al folder y lo abrió—. Aquí dice que te llamas Aizawa Shun, ¿verdad?— dirigió su vista de nuevo a él, que no dejaba de mirarla. ¿Por qué lo hacía? ¿Tenía algo en la cara? Comenzó a sentirse incómoda.

    —Largo…

    El susurro apenas audible de Shun la sacó de su incomodidad.

    — ¿Dijiste algo?

    —Lárgate— escupió con irritación.

    Bien, esto terminó por confundir más a Yuuna.

    ···············································································

    No sé que me da publicar esto, pero ya lo hice, me aguanto. Espero les haya gustado. No tengo más que comentar por lo que me despido.

    Hasta otra.
     
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    Acá el segundo capítulo. Gracias a los que se molestan en leer la historia. ¡Para ustedes!

    Capítulo 2

    Lo sabía, no tenía por qué sentirse confundida. No era la primera vez que le decían esas palabras. Muchos de los pacientes que había tenido en Tokio se las habían dicho. Sin embargo, aquellas ocasiones habían sido diferentes. Sus pacientes reaccionaban con locura, no con tal indiferencia.

    — ¿No escuchaste lo que te dije? Lárgate. ¿Eres sorda o qué?— inquirió Shun con desdén—. Vete, no necesito de una enfermera o un doctor. No necesito de nadie aquí… ¡yo no debería estar aquí! ¡Yo debería estar allá afuera, con ella!

    Yuuna parpadeó varias veces. ¿Qué no debía estar allí? ¿Qué debería estar con ella? ¿Quién era ella? Frunció el ceño, confundida.

    —Pero… si estás aquí es porque…

    — ¡Cállate!— Shun la silenció al momento de crispar sus manos—. Eres exactamente igual que todas. Crees que por el hecho de tener la vida de las personas en una carpeta llena de información pueden conocerlas de una manera minuciosa. Que al verme aquí es porque de verdad pasa algo conmigo, pero no. No me conoces ni a mí ni a nadie más en este lugar.

    Shun subía el tono en cada palabra que decía. Yuuna retrocedió cuando él dio un paso hacia ella. Un solo grito bastaba por parte de ella para que los guardias hicieran acto de presencia. No necesitó gritar. Los guardias entraron por la puerta, abriéndola con sus llaves personales. Eran un par de hombres grandes.

    — ¿Se encuentra bien, señorita? Escuchamos gritos— habló uno de ellos, mirando al joven con desconfianza. Shun viró su cabeza a un lado y regresó a su rinconcito, dando a entender que sus intensiones no eran causar problemas, por hoy.

    Sonó la alarma del reloj que Yuuna traía en su muñeca izquierda. Lo miró. Las doce en punto del medio día. Hora de su descanso. Alzó su vista al par de guardias y con una pequeña sonrisa les dijo:

    —Estoy bien, no se preocupen. No pasó nada. De hecho, ya me retiraba a descansar un poco.

    Los hombres asintieron y salieron del cuarto. Yuuna salió detrás de ellos, pero antes de cerrar la puerta por completo, observó a Shun por la rendija. Se notaba triste y una curiosidad, inusual en ella, le nació.

    -o-

    Yuuna caminó por los pasillos del hospital. Llevaba entre sus manos una bolsa con alimentos. Ya había entregado su comida a varios pacientes; ahora se la entregaría a aquel chico que se había declarado como enemigo suyo escaso par de horas atrás. Al encontrarse frente a la puerta, inhaló profusamente y soltó el aire contenido con lentitud. Abrió la puerta.

    Nuevamente, Shun se encontraba sentado en el suelo, en aquel rinconcito. A pesar de que sus ojos color zafiro buscaron la violeta mirada, no la captaron. Él no quería verla. No quería nada de nadie que trabajara en aquel lugar.

    — ¿No es más cómoda tu cama?— preguntó ella, tratando de aligerar el pesado ambiente. Esperó una respuesta y como no la obtuvo, siguió diciendo—: Te traje comida. Un plato de fruta picada, algo de yogurt, una ensalada y agua fresca. Es curioso, tu expediente dice que sólo te alimentas de cosas basadas en líquidos.

    — ¿Y a ti qué?— dijo cortante.

    Yuuna no dijo más, se limitó a sacar todos los recipientes de plástico delgado de la bolsa. Los puso frente a Shun y este los miró por un largo momento, para después empezar a comer de la ensalada en silencio. Yuuna soltó el aire que inconscientemente había estado reteniendo. Parecía que las cosas podían empezar a funcionar entre ellos, como paciente y enfermera, claro estaba. Su pensamiento no duró mucho.

    — ¿Por qué sigues aquí?— le preguntó el joven con expresión poco amigable—. Ya cumpliste con traerme de comer, no tienes por qué quedarte. Vete.

    —Yo… no me molesta… es decir, me gustaría que…

    —Pues yo no quiero que te quedes. Vete— aseveró con desazón.

    Yuuna frunció el ceño, un poco irritada. ¿Pues quién se creía ese chico?

    —Escucha— comenzó, tratando de sonar paciente—, en verdad quiero que estés bien conmigo como enfermera. No quiero que haya malentendidos entre nosotros, ni choques. Quiero ser tu amiga…

    La burlona carcajada que Shun lanzó la interrumpió.

    — ¿Amiga? Ha, claro que sí— expresó sarcásticamente—. Todas dicen lo mismo. Mera actuación. Hipocresía. Falsedad. Siempre es igual…

    — ¡No es verdad!— lo silenció Yuuna, ahora sí molesta—. ¡Así como me pediste que no te juzgara, te pido que no me juzgues a mí! ¡Yo no soy como las demás enfermeras! ¡No sé qué tienes contra ellas, pero te aseguro que yo no soy como ellas!

    Shun miró a la rubia que se mantenía frente a él, sin expresión en su rostro. Con voz monótona, preguntó:

    — ¿No eres como todas?— Yuuna asintió—. Entonces, demuéstralo.

    Yuuna echó para atrás su cabeza, confundida. ¿Demostrarlo? ¿Cómo? Antes de lograr articular la pregunta, Shun dijo:

    —Sácame de aquí.

    Yuuna abrió mucho los ojos. ¿Sacarlo de allí? ¿En qué pensaba? No podía hacer eso. Dejó de mirarlo y posó su vista sobre los alimentos del paciente. Negó con la cabeza.

    —No puedo hacer eso—le dijo de manera firme.

    — ¿No?— Shun no se sorprendió para nada de la respuesta—. ¿Ves que no eres diferente a todas?

    —Me pides imposibles— susurró ella para tratar de hacerlo cambiar de opinión, cosa que no le resultó ya que el joven siguió disfrutando de sus alimentos sin prestarle atención a ella—. Hace rato, la primera vez que nos vimos, mencionaste a cierta “ella”. ¿Quién es? Tu expediente no dice nada de una “ella”.

    El estómago de Shun se contrajo y la fruta que estaba por tragar se quedó atorada en su garganta. Tragó con dificultad lo que ya tenía en la boca e hizo a un lado el resto de la comida, mirando a Yuuna con mucha más frialdad. Ella sintió el frío de su mirada a tal grado que la piel se le enchinó. ¿Ahora qué hizo mal?

    — ¿Pasa algo?— inquirió tratando de sonar normal y darle calma al helado ambiente—. ¿Por qué no terminaste de comer…?

    —No vuelvas a nombrarme a ella. Ya no tengo hambre— contestó a las dos preguntas con palaras cargada de desprecio—. No trates de inmiscuirte en mi vida. Metete en tus asuntos. Limítate a cumplir con tu absurdo papel de enfermera. No hagas más que eso.

    Yuuna abrió la boca con la intención de decir algo más, pero al momento la puerta se abrió y dos guardias entraron a la habitación.

    —Lamentamos molestarla en su labor, señorita, pero es hora de la terapia del paciente— informó uno de ellos.

    Yuuna asintió. Con esto, los hombres tomaron cada uno, un brazo de Shun y lo escoltaron fuera de la habitación. Yuuna suspiró profusamente y comenzó a recoger los alimentos que sobraron y la basura.

    Mientras, Shun y compañía caminaban por los muchos pasillos de aquel sitio. Pasillos que por cierto, el pelinegro conocía mejor que la palma de su mano. ¿Cuántas veces había ido a aquella oficina? Incontables. ¿Cuántas veces había intentado escapar en el trayecto? Muchas. Ante el recuerdo, miró las bolsitas que colgaban de los cinturones de los guardias. Dentro de estas bolsitas estaban los electroshock.

    “Aparatos infernales”, pensó el joven frunciendo el ceño. Esas cosas eran lo único que impedía que pudiera escapar en el camino de su habitación a la oficina de su ex amigo. Sumido en sus pensamientos, llegó al despacho de Daisuke, ubicado en el mismo edificio.

    —Aquí está el paciente, doctor. Se lo dejamos. Estaremos afuera por si nos necesita— y con un asentimiento por parte del pelicafé, los hombres se retiraron.

    — ¿Qué te parece la nueva enfermera? Eficiente, ¿no crees?

    — ¿No se supone que los pacientes tiene preferencia a los enfermeros? ¿No son ellos lo que necesitan la ayuda? ¿O es que aquí los enfermeros tienen prioridad?— inquirió Shun con mordacidad. Daisuke, suspiró—. Dime, Daisuke, ¿estamos aquí para hablar de mí o de la enfermera?

    —Muy bien, si no quieres habar de eso, hablemos de otra cosa, ¿qué te parece? ¿Qué asunto te apetece tratar?

    —Por mí, ninguno.

    —Shun…

    — ¡Estoy harto de este maldito lugar!— explotó—. No entiendes que ya quiero salir de esta prisión. ¡No debería estar aquí, con un demonio! ¡Debo ser libre para… para…!

    — ¡Shun ya cállate!— Daisuke se levantó de su silla detrás del escritorio, con actitud amenazante. Era el único que le hacía frente a su amigo, sin temer nada, después de todo, lo conocía y sabía que no intentaría nada. No si era él—. ¿Crees que no sé lo que quieres? He escuchado lo que quieres de tu propia boca cientos de veces. ¿Crees que yo no quiero que salgas de aquí con honores? Yo deseo que seas feliz, al lado de ya sabes quién, pero tu estúpida negligencia te mantiene aquí. No te esfuerzas por salir adelante. Así que el único culpable de tu alargada desdicha, eres tú.

    Shun se mantuvo callado un largo rato y luego, se echó sobre el largo sofá quedando boca arriba y miró el techo, como si fuera la cosa más interesante del mundo.

    — ¿Cómo…cómo está ella?— inquirió con voz queda. Daisuke pareció meditar un poco la respuesta—. Sé que ella siempre es el tema principal de lo que hablamos, pero no puedo evitarlo, yo… yo la extraño— un par de lágrimas rodaron por sus ojos. ¿Por qué era Daisuke quien siempre terminaba viéndolo vulnerable?

    —Lo sé, lo sé— trató de tranquilizarlo el ojicafé, sentándose frente a él, en una silla muy acolchonada—. No sabría decirte con exactitud cómo está. He oído que se la pasa… bien. Sabes que no la he visto desde… hace mucho.

    —Me alegro que esté bien— susurró posando su brazo sobre sus ojos, en un vano intento de evitar soltar más lágrimas.

    Daisuke escuchó con paciencia como su amigo se desahogaba. Siempre era lo mismo. Cada vez que hablaban de ella. Era una enfermiza rutina, sí, enfermiza y por demás, dolorosa.

    Ah, me encanta esta histoira. Es la única que ha convencido a su autora, jejeje. Bien, es todo por hoy, espero les haya gustado.

    Hasta otra
     
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    Oh, tardé un poco en actualizar esta historia, pero ya tengo aquí el capítulo tres. No tengo mucho que comentar, sólo agradecer a todos aquellos que se pasan por aquí a leer. ¡Gracias! Lo aprecio mucho. Sin más:

    Capítulo 3

    Yuuna entró a aquel cuarto para seguir con su labor. Y en esta ocasión encontró a Shun en el suelo con rastros de lágrimas en su rostro y los ojos hinchados. Algo que jamás había visto en todo el tiempo que había estado allí. Al descubrir que era la irritante enfermera, Shun, rápidamente, ocultó su rostro entre sus manos.

    — ¿Qué no sabes tocar?— inquirió con aparente enfado. No obstante, Yuuna descubrió que él quería controlar el temblor en su voz.

    —Lo siento yo… traje el desayuno.

    —No quiero comer… no quiero nada. Sólo quiero verla…— su voz se apagó.

    Yuuna miró al pelinegro desde arriba con los ojos bien abiertos. Era la primera vez que él le decía algo tan abiertamente. La primera vez que le contaba cómo se sentía. Se sintió confundida. Había tantos pacientes en aquel hospital. Cada uno con historias y sufrimientos diferentes, pero Shun era el único que despertaba una gran curiosidad en ella. Era una sensación extraña para Yuuna. Sentía que él no merecía estar en ese lugar. Sentía que estaba allí por un error, una equivocación.

    Los últimos días había dejado de inmiscuirse en su pasado. Había dejado de hacerle preguntas comprometedoras. Simplemente, evitaba hacer cualquier cosa que a él le molestara para llegar a obtener un poco, no de su cariño, al menos de su confianza. Sólo se limitaba a hacerle compañía y en ocasiones contarle alguna historia o anécdota suya. Y al parecer, su paciencia estaba dando resultados.

    Entró a la habitación y de la bolsa sacó los alimentos, por si más tarde se le habría el apetito. Se dirigió a la puerta y le lanzó una última mirada. El pobre joven pintaba un cuadro muy triste. Supuso que no querría compañía y respetando eso, salió del cuarto para seguir trabajando. Al llegar la tarde, se encaminó al cuarto del paciente con quien más tiempo pasaba. En esta ocasión tocó.

    No obtuvo respuesta, por lo que entró. Sentado donde mismo y en la misma posición se encontraba Shun; la comida seguía en el mismo sitio también. Se le veía tan solo que por un momento Yuuna deseó estar siempre a su lado, para quitarle de encima el triste peso de la soledad.

    —Shun…

    — ¿Podrías hacerme un favor?— la pregunta del pelinegro la interrumpió.

    —Por supuesto, lo que sea— aceptó de inmediato sintiéndose feliz de que después de tratarla tan despectivamente al fin la tomara en cuenta.

    —Ahora… en estos momentos quiero estar solo. ¿Podrías retirarte, por favor?

    Shun habló tan educadamente y con una suavidad, que Yuuna no tuvo el corazón para negarle ese simple deseo. Por lo que alzó el almuerzo que el joven no quiso y dejó los alimentos vespertinos, teniendo la efímera esperanza de que después él comiera al menos un poco. Después de esto, se retiró de la presencia del hombre y continuó con su labor.

    Estaba por terminar su turno, cuando los anteriormente tranquilos pasillos se volvieron un ir y venir de doctores, enfermeras e incluso guardias. Al parecer, había ocurrido otro intento de fuga... ¿o en verdad fue una fuga completa? El corazón de Yuuna se aceleró. ¿No sería posible que…?

    —Daisuke— susurró el nombre del médico que al igual que todos corría por los pasillos, dirigiéndose a ella—. ¡Daisuke!— gritó para hacerse escuchar entre los murmullos.

    Funcionó, el doctor posó su atención en la rubia; pero su mirada estaba llena de impaciencia.

    —Daisuke, ¿qué pasó? ¿Quién escapó?

    Daisuke desvió su mirada, debatiéndose. ¿Era buena idea decirle a ella? En los últimos días había notado como ella se estaba interesando de más en el caso de su amigo. No era bueno meterse tan afondo en la situación de los pacientes, mucho menos si la historia era tan complicada como la de Shun.

    — ¡Daisuke!— fue el turno de Yuuna impacientarse.

    —Shun, fue Shun el que escapó.

    —No puede ser. Tenemos que encontrarlo, no debe estar lejos. Ayudaré…

    —No, no ayudarás a nada— la interrumpió el pelicafé con seriedad. Ella lo miró confundida—. Es tal como pensaba, no sé a qué estás jugando Yuuna, pero te sugiero que guardes la distancia con Shun.

    — ¿Qué quieres decir?

    —Aléjate de él. No hagas cosas que no se te han pedido. Estás en este lugar para simplemente cumplir con la función de enfermera no para otra cosa. En el caso de Shun, no estás para convertirte en su confidente personal, ni para hacerle creer que alguien más que ella puede amarlo. Él no necesita engaños, debe ver la realidad…

    — ¡Estás ofendiéndome, Daisuke! Mi interés por Shun es sincero y no tienes derecho a decirme cómo hacer mi trabajo, ni cómo debo tratar a los pacientes…

    —Sólo te doy el consejo de que no seas tan atenta con él; porque si lo que sientes por él se aclara a lo que yo considero para mal, será para mal. Ahora si me permites, debo encontrar a mi amigo.

    Y con esto, el especialista se alejó de la bella enfermera, dejándola con un tumulto de pensamientos y sensaciones. Más confundida que ahora jamás había estado. ¿Qué quiso decirle con eso último?

    Shun corría a toda velocidad por los pasillos tratando de esconderse de cualquiera que pudiera delatarlo; aunque de cualquier manera, si llegaban a verlo no era más que necesario darle un poco de toques a la persona con el electroshock que le había quitado al guardia que había derribado momentos atrás.

    No había sido difícil escapar, agradecía en gran manera a Yuuna por la valiosa información que le había proporcionado al decirle que uno de los guardias, que normalmente se encargaban de vigilarlo, había faltado por quién sabe qué cosa y no habían encontrado remplazo. Jamás había escuchado eso en todo el tiempo que había estado allí y no era porque no se hubiesen dado casos parecidos, sino que siempre procuraban dejar al margen a todos los pacientes de este tipo de situaciones.

    ¡Y con razón! Él era el ejemplo perfecto del porqué no dejaban que los pacientes se enteraran de las deficiencias. En el instante en que la irritante enfermera salió de su habitación trató de pensar en una manera de llamar la atención del guardia y salir de allí como fuese. La única idea que cruzó su mente fue la de hacer un gran alboroto y para hacerlo tuvo que golpear las paredes una y otra vez, con todo su cuerpo si era necesario.

    Ahora, mientras bajaba las escaleras para llegar al sótano del edificio, descubrió que aquellos golpes sin control estaban causando su efecto, apenas si podía mover los brazos. No obstante, su sacrificio había dado resultado, logró captar la atención del guardia, a quien le esperaba una llovizna de golpes a diestra y siniestra en aquella habitación blanca.

    Naturalmente, el hombre aquel consiguió el trabajo de guardia no por nada, por lo que Shun recibió una golpiza tremenda, pero lo que al final logró su victoria fue la astucia de conseguir el arma que el hombre uniformado portaba y usarlo en su contra. El sujeto terminó en el suelo semiinconsciente.

    Así había sido su escape. Obvio, usaba los electroshock contra cualquiera que se metía en su camino. En esta ocasión nada impediría que escapara de esa prisión. Ya que se encontraba en el sótano debía salir por la puerta que conectaba a éste y al exterior de la parte trasera de todo el terreno, que a su vez quedaba cerca del estacionamiento. El área no era muy vigilada y el estacionamiento… bueno, no por nada tenía ese aparato infernal, podía defenderse de cualquiera.

    Con gran esfuerzo logró abrir aquella puerta, era muy pesada, o se le hizo demasiado pesada por la debilidad que su cuerpo sentía en aquel instante; lo que fuera, había sido un sacrificio completo abrirla; pero lo consiguió y ni tardo ni perezoso comenzó a escabullirse por el patio trasero del lugar, ocultándose entre los árboles o cualquier otra cosa que le sirviera de escondite. Estaba por llegar al estacionamiento cuando su sueño se derrumbó.

    — ¡Allí está! ¡Atrápenlo!— escuchó la voz de un oficial.

    Después de lanzar una maldición, Shun comenzó a correr como nunca en su vida había corrido. Estaba por cumplir su objetivo y no permitiría que a esas alturas lo capturaran. Por desgracia, apenas había cruzado la mitad del estacionamiento cuando uno de los guardias le dio alcance y lo tumbó al suelo.

    El pelinegro gimió de dolor al recibir el impacto de la caída en su brazo izquierdo, el más lastimado. A pesar de esto, el joven luchó como una fiera feroz y forcejeó con todo lo que pudo. Más no consiguió nada, el guardia, respaldado por otros, le quitó el electroshock y lo usó contra el Aizawa, quien tuvo que tragarse más su dolor. No sólo el físico, sino el emocional también, porque estaba tan cerca de volver a ella, la puerta estaba a poca distancian y simplemente no podía, no podía, no se lo permitían y eso lo desgarraba por dentro.

    Estaba derrotado. Alzaron su cabeza halándole el cabello y pudo observar a dos personas a quienes transmitió su odio con aquella mirada: la irritante enfermera y su psiquiatra.

    — Lo siento mucho— escuchó decir a Daisuke cuando éste se inclinó hacia él y le aplicó una inyección en el cuello, tomándolo desprevenido.

    El efecto del líquido que había en la jeringa fue inmediato, unos segundos después Shun comenzó a sentir su cuerpo pesado y, sin poder evitarlo, los párpados fueron cerrándoseles, hasta que cayó a la inconsciencia total.

    Cuando despertó se encontraba en su habitación descolorida, privada de cualquier signo de vida, salvo él. Ni el maldito color daba un mísero signo de vida. Se incorporó de su cama y pensó que seguramente había pasado un día completo. No lo supo hasta que al mirar el suelo notó los alimentos de… ¿qué? ¿La mañana? ¿La tarde? ¿Los del día anterior? ¡Qué más daba!

    Estaba por salir de su cama cuando la puerta se abrió y Yuuna entró con otra bolsa de alimentos. Shun apenas sí viró la cabeza para verla y luego la ladeó. ¿Más comida? ¿Qué hacían con la que los pacientes no comían? ¿La tiraban? ¿Volvían a usarla? El joven suspiró con cansancio y salió por completo de la cama, para sentarse en el frío suelo y comer. El hambre había regresado.

    Yuuna, como en otras ocasiones, se quedó allí un momento. Si Shun le pedía que se retirara, lo hacía; esta vez no dijo nada por lo que permaneció al lado del pelinegro. Shun terminó de comer y Yuuna recogió los desechables, abrió la boca para preguntar algo, pero prefirió no hacerlo.

    — ¿Ahora qué quieres?— inquirió Shun con su tono habitual—. Quieres saber algo, ¿no? Pregunta rápido, no quiero tenerte aquí todo el día.

    La rubia abrió los ojos con sorpresa. Era la primera vez que Shun era tan considerado con ella como para darse cuenta de lo que quería. Se quedó tan perpleja que no formuló la pregunta que tenía en mente hasta que el ojivioleta la miró con impaciencia e irritación.

    — Yo… tú… ¿cuántas veces has intentado escapar?

    Shun la miró con el ceño fruncido. Nadie le había preguntado aquello. ¿Por qué ella sí? Era simple curiosidad, seguramente. No obstante, por una extraña razón, aquella pregunta hizo que en su interior brotara una sensación muy cálida y por un momento se sintió feliz.

    Bien, bien. Es lo que traigo por hoy. Me despido.

    Hasta otra.
     
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    Tres se manas de retraso, lo siento. Pero el colegio me mantiene bastante ocupada, ya me voy a graduar y tengo muchas cosas que hacer por lo mismo. Pero aquí les traigo el siguiente capítulo. Gracias a los que se toman la molestia de leer.

    Capítulo 4

    Yuuna se movió incómoda en su lugar y evitó ver a Shun, quien la miraba con extrañeza.

    — ¿Y bien? ¿Cuántas veces haz tratado de escapar?— volvió a preguntar la rubia con la esperanza de que el joven entrara en razón. Lo que pareció funcionar, porque en ese momento Shun parpadeó unas cuantas veces, para después contestar con despreocupación:

    — Ah, de hecho, perdí la cuenta. Supongo que han sido tantas que no puedo ni recordarlas.

    —Ya veo… y dime, tu expediente dice que…

    — ¿Sabes? No soy una máquina en la que tengas que seguir algún instructivo para saber cómo funciona. Soy un ser humano y puedo responder a las preguntas por mí mismo sin la necesidad de que estés consultando siempre esa carpeta. Es molesto.

    —Lo siento, no fue considerado de mi parte no tomar en cuenta cómo te sentías…

    —Bueno, bueno, pero no exageres, ¿quieres? Sólo haz la pregunta y ya.

    —Bien, ¿tú…? ¿Estás obsesionado con las armas punzocortantes?

    Shun miró a la chica frente a sí con intriga. ¿Por qué hacía todas esas preguntas? Sería que… por una vez después de tanto, ¿alguien estuviera interesándose en él de manera sincera?

    —Bueno— empezó a decir luego de una pausa—, no lo consideraría una obsesión; más bien, algo así como un pasatiempo. Ya sabes. Es como si coleccionara cuchillos, cúteres, navajas, puñales y todo eso.

    — ¿Coleccionabas armas de ese estilo?— inquirió Yuuna incrédula.

    —Hay mucha gente que colecciona pelusa, ¿por qué yo no iba a coleccionar armas? ¿A ti qué te parece mucho más raro?

    —Está bien, tranquilo, no te exaltes, sólo comentaba. Lo que me intriga ahora es, ¿por qué estás aquí? Me gustaría escuchar la respuesta de tu boca y no de…

    Yuuna se interrumpió al ver la cara desencajada de Shun.

    — ¡Ah! Lo siento. Toqué un tema que no debía.

    —No es eso. Es sólo que…—Shun tomó su cabeza entre las manos mientras miraba el suelo con las pupilas dilatadas, asustado—. No… no recuerdo por qué estoy aquí.

    — ¿Qué? Shun…

    — ¡Maldita sea! ¡No recuerdo nada! ¿Qué está pasándome?

    —Tranquilo, tranquilo— quiso consolarlo la rubia—. No entres en pánico, escucha, esto que estás sufriendo es amnesia de tipo funcional que es la que provienen de factores psicológicos y que sirve como mecanismos de defensa. Quizás hayas vivido algo que tu subconsciente simplemente no quiere recordar y las bloqueó, a veces por negación o por un hecho en verdad traumático. Pero descuida, a lo que veo, la amnesia que sufres es lagunar y ésta siempre es temporal, así que no tienes de qué preocuparte por los recuerdos en los que puede estar “ella”, los recuperarás. ¡Te lo garantizo!

    Yuuna concluyó su informe con una enorme sonrisa logrando que Shun se calmara y un brillo de esperanza se tiñera en sus ojos. El reloj de Yuuna sonó.

    —Vaya, es hora de seguir con lo otros pacientes.

    — ¿Tan rápido se pasó el tiempo?— cuestionó el hombre sintiendo de pronto algo de desilusión.

    —Sí, pero no te preocupes, estaré contigo mañana en la mañana— dijo ella sintiéndose feliz porque después de todo él empezaba a cifrar su confianza en ella y eso le gustaba.

    Shun asintió y despidiéndose miró a Yuuna desaparecer del otro lado de la puerta y volvió a sentir la soledad, mas en este momento, casi la palpó y una parte de su ser deseo verla pronto, muy pronto. Suspiró pensando que era la primera vez en mucho tiempo que llegaba a actuar casi a la semejanza de su antigua personalidad. Cuando era alegre, despreocupado y un tanto socarrón.

    Sin embargo se armó de paciencia teniendo en mente que la vería después, sin siquiera imaginarse que la vería mucho más pronto de lo que hubiese imaginado.

    No sabía con exactitud qué hora era, lo único que sí tenía seguro era que estaba descansando cómodamente en su cama cuando sintió un zarandeo enorme que comenzó a sacudir con violencia toda la habitación. Se levantó de la cama, más que con miedo, con sorpresa. Veía las paredes vibrar con potencia, lo que lo alertó.

    “Un temblor”, fue lo primero que pensó. Quiso dirigirse a la puerta, pero le era imposible con el tremendo movimiento de la tierra. No obstante, no necesitó abrir la puerta, ésta se abrió de golpe, dejando ver a una Yuuna con la respiración agitada y un semblante de completo terror.

    — ¡Es un terremoto! ¡Tenemos que salir de aquí!— gritó ésta con el poco aliento que le quedaba.

    “Cómo si no lo supiera”, pensó Shun irritado y trató de correr lo más rápido que pudo por los pasillos, teniendo a la enfermera cogida de la muñeca. Sin embargo, la tarea era difícil de realizar no sólo por el sismo, sino que, debido a que el hospital estaba siendo evacuado, todos andaban carrereados, doctores, guardias, pacientes, enfermeras, tratando de salir de allí.

    — Por las escaleras— informó Shun halando a Yuuna para que no se separara de él.

    Ahora bien, lo que les dificultaba mucho más el caminar, era que el edificio estaba construido de una manera que prevenía este tipo de seísmos, por lo que, según le había dicho Daisuke un día, el edificio mismo se movía al compás de los cimbrones. Pero algo que caracterizaba a Shun era su persistencia y en esta ocasión, ésta no le fallaría.

    Podía escuchar con claridad como todo lo que no se encontraba fijo caía al suelo, haciendo un ruido que era opacado por el sonido del temblor. Estaban bajando las escaleras cuando, con todo lo que estaba pasando, el joven pisó mal y se fue de bruces al suelo, cayendo por los peldaños llevándose a la joven de ojos color zafiro con él. No obstante, la primera reacción que tuvo fue la de proteger a su compañera rodeándola con sus brazos de manera cuidadosa para evitar que se hiciera daño.

    Llegaron al descanso de la hilera de gradas.

    — ¡Shun!— gritó Yuuna sonrojada y preocupada por su paciente.

    Al llamado de la enfermera, Shun se levantó con velocidad.

    —No perdamos el tiempo. Debemos salir de aquí.

    Y tomando de nuevo a la rubia, emprendieron el camino una vez más. Salieron del edificio junto a una multitud de personas. No sabían qué tan fuerte había sido el seísmo, solo supieron que una vez éste terminó había muchas casas abajo, quizás aquellas con cimientos poco sólidos. Sin embargo, la cosa no se veía tan mal como hubieran imaginado todos.

    Shun suspiró aliviado mientras ponía sus manos sobre sus rodillas, tratando de regularizar su jadeante respiración. Sí, Daisuke tenía razón cuando decía que en situaciones así, a pesar de estar “bien preparados”, se debía ser precavido.

    Abrió los ojos espantado y se irguió por completo al recordar a su amigo. Alzó la vista por sobre todas las cabezas, esperando encontrarse con el médico. Al no verlo, se hizo paso entre la multitud de gente, buscándolo. Lo encontró atendiendo a un hombre que parecía estar en un shock nervioso. Suspiró tranquilo.

    Nuevamente, alzó su vista, pero ahora miró hacia el cielo oscuro y estrellado. La luna estaba llena y resplandecía de una manera maravillosa, o eso pensó él, pues era la primera vez que observaba la luna en todo su esplendor desde hacía… tanto. Inhaló la frescura de la noche y se preguntó:

    “¿Qué hago aquí?”

    Era libre, después de más de una año estando encerrado, por fin era libre. Lo que siempre deseó, ¿no? Sí. Y ahora no habría nada que impediría llegar al lado de ella. Miró su alrededor, todos parecía muy ocupados en sus cosas o pensamientos, así que comenzó a escabullirse de entre la turba y se encaminó al estacionamiento, de donde eligió una motocicleta. Teniendo en cuenta lo pasado minutos antes, el centro de la ciudad debía ser un caos completo y no quería perder tiempo en el tráfico por lo que así era la manera más rápida de viajar.

    —Shun…— bien, no había contado con aquella voz.

    Y es todo por hoy.

    Hasta otra.
     
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    Bueno, aquí les traigo el capítulo que sigue de esta historia. Doy gracias a aquellos que se pasan a leer por aquí y en especial a ji ki por ese "me gusta". No teniendo más que agregar, la conti.

    Capítulo 5

    Shun se volvió y se encontró con que Yuuna lo había seguido hasta allí.

    — ¿Qué sucede, Yuuna?— inquirió él apartando la vista de ella hacia el vacío.

    La rubia titubeó un momento y después respondió con otra pregunta:

    — ¿Te vas?

    —Tengo que irme, Yuuna, ella me espera…

    Shun subió a la motocicleta y antes de que la encendiera de la forma antigua, pues no contaba con las llaves de ésta, Yuuna se colocó frente a él.

    —Voy contigo— no era ni una sugerencia. Era una afirmación, no estaba preguntando siquiera el consentimiento del joven.

    Shun la miró unos instantes con irritación. ¿Por qué el afán de querer estar siempre a su lado? No obstante, la irritación pasó y lanzando un suspiro que denotó más bien una decepción de sí mismo por ser tan permisivo, aceptó que Yuuna lo acompañara cuando palmeó la parte trasera del asiento.

    Presurosa, ella montó el motociclo y una vez su paciente arrancó el motor de éste, emprendieron el viaje por las calles atestadas de vehículos de toda clase, detenidos por el seísmo que minutos antes acababa de ocurrir. Evitando las calles cerradas y esquivando los autos varados en éstas, llegaron a un destino que Shun no se había propuesto en un principio. Su casa.

    Como no tenía llaves de ésta, tuvo que romper una de las ventanas y abrir por dentro. Los dos entraron. La casa no era muy grande, después de todo él vivió solo todo el tiempo. Mientras Yuuna curioseaba la casa, Shun la miraba con más nostalgia que nada. Hacía más de un año que no se sentía cómodo y seguro.

    Al igual que su irritante enfermera, Shun comenzó a caminar por la casa, pasando por la pequeña sala, la reducida cocina y luego entró a su habitación, siendo perseguido por Yuuna. Sintió mucha más nostalgia. Sin embargo, este sentimiento fue suplido por un extraño confort al mirar frente a sí la gran vitrina que dejaba ver la incontable cantidad de armas punzocortantes.

    — No puedo creer que sigan aquí— exclamó en verdad sorprendido dirigiéndose a la vitrina.

    — ¿Es tu colección?— preguntó Yuuna, siguiéndolo.

    —Así es— apenas sí contestó.

    El pelinegro abrió las puestas del escaparate y cogió una de armas y la miró de alguna manera con cariño. Pasó su dedo por el filo de la navaja y al hacer un movimiento brusco se hizo un pequeño corte.

    — ¿Estás bien, Shun?— le preguntó la rubia al ver el daño que se había hecho.

    Sin embargo, Shun no le contestó a su compañera. Se concentró en mirar la sangre que emanaba de su interior, corría por su dedo y terminaba en el suelo. Al mirar el líquido carmín algo en su mente hizo click. Llegó junto a una punzada de dolor y flashes del pasado, del porqué de las cosas. Recordó todo.

    Su desquicio había comenzado un día que estaba limpiando su colección. Hasta ese momento no había tenido en cuenta qué tan grave era su obsesión por las armas de esta clase, pero cuando se hizo una pequeña rajadura con un puñal, comenzó todo.

    Justo como ahora, la sangré brotaba de su interior dejando un camino rojo y la miró como la cosa más asombrosa e interesante del mundo. El dolor no existía en el corte aquel, sólo existía el hecho de que ese color era increíblemente llamativo y fue cuando su mente comenzó a maquinar la locura. La demencia total que lo llevó a ser catalogado como un esquizofrénico con doble personalidad.

    Pues al mirar el vital líquido no pudo evitar pensar en ella, en sus hermosos ojos con destellos rojizos, sus sedosos cabellos escarlata… en la sangre de ella. ¿Cómo sería? ¿Qué tonalidad de rojo tenía? Y la obsesión de su colección comenzó a juntarse con una extraña obsesión hacia ella y de querer tener en sus manos el fluido de ella y tocarlo. Y el pensamiento aquel llegó a ser tan importante que incluso llamó a una navaja “Rin”, como ella, dedicada únicamente a cumplir su cometido.

    Fue así como su otra personalidad salió a flote, llegando a la vesania completa. En ese tiempo ella no estaba en Kamakura, había salido de viaje con sus amigas aprovechando las vacaciones, pues ella estudiaba la universidad; pero él esperaría lo que fuera y lograría su propósito, y si no se conformaba con un poco, ¿qué? ¿El ser humano no tenía cinco litros de sangre como promedio? ¿No era suficiente eso para quedar satisfecho? ¡Ahora sí sería toda suya!

    Shun soltó el arma que tenía en las manos y tomo su cabeza entre éstas, tratando de mitigar el dolor que los recuerdos le provocaban. Se arrodilló al suelo mientras lanzaba gemidos de dolor.

    — ¡Shun! ¿Qué tienes, Shun?— Yuuna se arrodilló frente a él, preocupada.

    El rostro de Shun evidenciaba el terror puro. No era posible que él tuviera la idea de hacerle eso a la persona que amaba. Pero no era él exactamente, era su otro yo el que buscaba dañarla. Por eso se detuvo a sí mismo antes de que ocurriera una desgracia. Jamás permitió que su otra identidad se apoderara por completo de su cuerpo.

    Siempre trató de sacar su buen juicio y fue cuando buscó a Daisuke. Le contó todo lo que le pasaba y le mandó estrictamente que lo encerrara. Era un peligro para Rin que estaba por llegar de su viaje y no tenían tiempo de hacer terapias previas al encierro. Cumpliendo sus órdenes, su mejor amigo lo encerró y al cabo de un par semanas olvidó todo para protegerse a sí mismo y no sufrir una fuerte impresión de culpa. Y así se negó a sí mismo que él podía herir a la mujer que más amaba en el mundo.

    — ¿Shun qué te pasa?— inquirió Yuuna asustada de ver el rostro del joven.

    En seguida, la expresión en el rostro de Shun cambió de manera radical. Sus ojos dilatados por el terror ahora se dilataban por la locura y su semblante reflejó la demencia.

    — Shun…— esta etapa de él Yuuna no la conocía para nada.

    —Shun no se encuentra en estos momentos, ¿quieres dejarle un mensaje?

    Yuuna abrió los ojos con enorme sorpresa y estuvo a punto de gritar, pero él lo evitó al lanzarse contra ella y tomarla por el cuello, ahorcándola. Tan fuerte la sujetaba que Yunna sintió que sus dedos atravesarían su carne. Aspiró tratando de que el oxígeno llegara a sus pulmones sin éxito. El esencial elemento se negaba entrar a su sistema respiratorio.

    —Vaya, vaya, ¿a quién tenemos aquí? ¿La enfermera de Shun o algo más? No, no eres más que su cuidadora. Él y yo amamos a Rin demasiado como para traicionarla. Me gustaría ocuparme de ti ahora, pero tengo cosas mucho más importantes que hacer.

    Shun soltó a la rubia y ella sintió un profundo alivio, mientras miraba con ojos llorosos como su paciente se dirigía a la vitrina y escogía de entre todas la armas una en específico. La miró con ojos brillantes por la emoción.

    — ¿No es irónico?— Yuuna no supo si hablaba consigo mismo o se dirigía a ella—. Rin va a matar a Rin. ¿Así o más coincidencia?

    Yuuna se quedó estupefacta al oír aquella tontería por parte de él. Se recuperó por completo cuando él estaba por salir de la casa.

    — ¡Alto allí! ¡No permitiré que cometas un crimen! ¡Shun!— gritó al erguirse.

    — Oh, ¿quieres detenerme? Inténtalo— con suma rapidez salió de la casa.

    Yuuna corrió detrás de él y vio cómo se montaba en la motocicleta, la encendía y se iba de allí. La rubia maldijo en voz alta. No pudo detenerlo. Había tenido enormes ganas de ponerse frente a la moto y evitarle el paso, pero en su estado podría arroyarla sin remordimiento alguno. Tomó su celular de la bolsita donde guardaba el aparato y que siempre cargaba con ella. Marcó un número.

    — ¿Hola?— respondió una voz del otro lado de la línea.

    —Daisuke…

    — ¡Yuuna! ¿Dónde rayos estás? ¿Dónde está Shun? He estado buscándolos sin descanso y no aparecen. ¿Están fuera del hospital? Te advertí que…

    — ¡Shun se volvió loco!— gritó Yuuna con desesperación interrumpiendo al pelicastaño, no estaba para esa clase de sermones.

    — ¿Qué?— un silencio profundo precedió la pregunta, como si Daisuke tratara de asimilar lo que acababa de escuchar—. ¿Qué pasó? ¿Por qué lo dices, Yuuna? ¡Responde!— la alerta se prendió dentro de él.

    —No lo sé yo… jamás lo había visto así, fue… extraño, hablaba en tercera persona y… dijo querer matar a alguien…— la voz se le quebró ante el recuerdo. Oyó a Daisuke lanzar una maldición.

    — ¡Maldita sea! ¡Va por Rin! Tengo que detenerlo…

    —El centro es un lío completo, si siegues en el hospital no llegarás— informó Yuuna con voz trémula.

    —Tengo que llegar… ¿dónde estás, Yuuna?

    —En casa de Shun…

    —Yuuna, voy a encargarte algo muy importante. Corre a casa de Rin y haz todo lo que esté a tu alcance por detener a Shun y que no cometa una locura. La dirección es…

    Shun llegó al edificio de departamentos y se adentró a la calle que daba acceso las escaleras de emergencia. Sería por allí por donde subiría para llegar al lugar que su amada rentaba. Sonrió para sí. No sabía si ella seguía en aquel lugar, después de todo, un año no pasaba por nada; pero quiso comenzar por allí por ser la opción más lógica y si no estaba, ¿no sería divertido jugar a las escondidas hasta encontrarla?

    Bajó de la moto y comenzó a subir por la escalerilla metálica. Si mal no recordaba, el apartamento de ella estaba en el segundo piso y era el último. Llegó a la ventana del alojamiento, que era por donde se tenía acceso a las escaleras, y la tocó al intentar abrirla por fuera notando que estaba cerrada.

    Estaba por tocarla por cuarta vez cuando otra punzada de dolor atravesó su cabeza. La tomó entre sus manos y cerró los con fuerza tratando de no lanzar un grito agonizante. El dolor aminoró casi al instante y al volver a abrir los ojos, estos reflejaron la completa confusión.

    — ¿Pero qué…?— se preguntó mirando a su alrededor sin entender. La luz de la luna llena junto al de un par de débiles faroles que iluminaban esa calle, lo ayudaron a saber dónde estaba—. No puede ser…— la luz del interior del cuarto se encendió saliendo por la ventana—. No puede ser.

    ·······························································

    Es la primera vez que trabajo con el tema de las personalidades, sé que fue malo el capítulo, pero no estoy familizarizada con este campo, lo siento. Ah sí, este es el penúltimo capítulo de esta historia. Así es, uno más y el final. Graicas por leer.

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    ¿Cuántos años han pasado? Ah, lamento la tardanza. En verdad, a pesar de que ya salí de vacaciones, se me atravesó otra ocupación y me ha consumido mucho tiempo. Pero bueno, ya traigo el último capítulo y doy gracias a todos aquellos que me siguieron en esta historia y a ren que me dejó su "me gusta" en la conti pasada. No hablo más.

    Capítulo 6

    Sin demora alguna bajó por las escaleras sintiendo un miedo gigantesco. Un temor que no había existido en él en el pasado año. El temor de volver a verla. Apenas sí logró esconderse entre las sombras cuando la dueña de la vivienda se asomó por la venta para ver quién rayos molestaba a esas horas de la madrugada.

    Shun la miró maravillado. Un año completo y no había cambiado nada. Seguía con esas ínfulas de superioridad que siempre la distinguieron. Su cabello pelirrojo se notaba por la luz que su habitación emitía y ese hermoso esplendor de sus ojos destellantes de rojo que lo volvían loco. Vestía un pijama de pantalón morado, que evitaba que sus bien delineadas curvas femeninas se notaran.

    Shun la miró con fascinación y al creer que era suficiente, comenzó a caminar hacía atrás no queriendo perderse ningún detalle de ella, por lo que no notó que unos botes de basura se encontraban en la entrada de la calle y chocó con ellos haciendo un ruido ensordecedor.

    — ¡¿Quién está allí?! ¡Llamaré a la policía!— amenazó la pelirroja dirigiendo su vista a los botes y maldiciendo mentalmente el hecho de que no tuviera vecinos y la única familia que rentaba allí estuviera de viaje.

    Shun había caído al piso cuando tropezó con los tambos y al tratar de levantarse, la luz de un farol lo iluminó, descubriéndolo.

    — ¿Shun?— cuestionó ella incrédula y son asombro, luego, estas reacciones fueron suplidas por la ira—. ¡Tú, maldito infeliz! ¡Desgraciado! ¡Insensible! ¡Desalmado! ¡Cobarde! ¿Cómo te atreves a pararte frente a mí otra vez?— exclamó hecha una fiera mientras salía de su casa y bajaba las escaleras.

    — ¡Espera, Rin!...

    —Poco hombre. Me prometiste que nos casaríamos cuando terminara de estudiar, ¿y hace cuánto crees que fue eso? ¡Hace cuatro odiosos meses, miserable canalla!

    — ¡Rin no te me acerques más! ¡Escucha, por favor!— pidió Shun al ver como Rin no obedecía y seguía acercándose a él.

    — ¡Sinvergüenza, mal agradecido! ¿Cómo te atreves a rechazarme ahora cuando fuiste tú el que me abandonó por más de una año?

    — ¡Rin aléjate de mí, te lo suplico! No sabes lo que soy capaz de hacer…

    Una fuerte bofetada lo silenció por completo e hizo que su cabeza se volviera a un lado.

    —Tampoco sabes lo que yo soy capaz de hacer— se defendió Rin furiosa—. Eso te enseñará a respetarme y no tomarme como tu juguete…

    Una burlona carcajada procedente de la garganta de Shun la hizo callar.

    — ¿A eso le llamas castigo?— inquirió el joven regresando su vista a la pelirroja mirándola con diversión.

    Rin retrocedió un par de pasos escrutando aquellos ojos que la miraban con osadía. Esos ojos no eran de Shun.

    —Oh, ya me descubriste, ¿no es así?— indagó él al notar como la ira de ella se transformaba en desconfianza—. Descuida, tu querido Shun aparecerá cuando termine con una labor que él mismo me pidió que hiciera.

    El pelinegro sacó la navaja que tenía en su bolsa de pantalón e hizo que la luz le diera al filo, reluciendo su poder. Rin retrocedió aún más con pánico absoluto.

    —Sólo quiero bañarme en tu sangre… haré lo posible por que no te duela.

    Y al escuchar la sentencia, Rin salió disparada a la escalera de emergencia, en un intento por librarse de aquel loco, sin embargo, Shun fue mucho más rápido que ella por lo que le dio alcance fácilmente. La tomó entre sus brazos. Ella gritó a todo pulmón, teniendo la esperanza de que alguien pudiera escucharla mientras ponía todo su empeño en zafarse del firme agarre.

    — Tranquila, tranquila. Estás en buenas manos, ¿no?— dijo Rin con sorna susurrándole al oído.

    — ¡No!— gritó Rin soltando las lágrimas.

    —Es hora de calmar mis ansias— el pelinegro acercó la navaja al cuello de la joven mujer…

    — ¡Déjala!— gritó otra voz mientras Shun sentía como alguien se abalanzaba sobre él, subiéndose a su espalda.

    Rin se liberó ante la distracción de Shun y vio con admiración y sorpresa como aquella rubia vestida de enfermera luchaba con el hombre.

    — ¡No te quedes allí! ¡Corre!— le gritó Yuuna intentando mantener ocupado a su paciente.

    Rin no esperó un minuto más para comenzar a correr a la seguridad de su casa. Shu vio aquello, pero no iba permitir que su víctima escapara por lo que enfrentó a la rubia pensando que debió deshacerse de ella cuanto tuvo la oportunidad. Con algo de esfuerzo se la quitó de encima y notando que Yuuna no cedería le propinó un fuerte puñetazo en el rostro, a la altura del ojo.

    La pobre enfermera cayó de lleno al suelo retorciéndose de dolor. Shun la miró con gran molestia e irritación, si no fuera porque vio a Rin subir por las escaleras intentando escapar, habría acabado con Yuuna en ese momento, pero no deseaba que su presa huyera y hablara a la policía o peor aún, al manicomio. Así que se dispuso ir tras la pelirroja sin darse cuenta que Yuuna lo había cogido de un pie con todas las fuerzas que tenía, por lo que al querer dar un paso cayó de bruces al suelo, enterrándose la navaja en el estómago.

    — ¡Demonios!— escupió al sentir como el frío metal perforaba su piel adentrándose a su interior.

    Forcejeó para quitarse a la rubia que se había lanzado arriba de él para detenerlo; pero el efecto fue que la herida se hizo más grande. Lanzó una mirada de furia a las escaleras donde Rin se había quedado paralizada, mirando la escena con espanto. Después, sus ojos hicieron relucir alShun verdadero mientras la piel de éste palidecía.

    — ¡Shun!— gritó Yuuna al ver la sangre fluir del cuerpo del hombre y a pesar de sentirse morir por el dolor en su rostro, la enfermera hizo girar el cuerpo de su paciente—. ¡Shun!— volvió a llamar la rubia mientras sacaba la navaja del cuerpo de él, quien no pudo evitar gemir de dolor.

    —Por favor— susurró apenas audiblemente y con sufrimiento—. Dime que no la dañé a ella…

    La vista de Yuuna se empañó por las lágrimas que se acumularon en sus ojos. Trató de detener la hemorragia haciendo presión en la herida, pero él se lo impidió tomando las manos de ella entre las suyas, mirándola con ojos suplicantes, opacados por el tormento. Las lágrimas salieron de los zafiros de Yuuna.

    —No, Shun, no le hiciste daño.

    Un confort tranquilizante se apoderó del joven mientras sus lagrimales comenzaban a funcionar.

    —Me alegro… jamás creí que terminaría así…

    —No digas eso Shun…

    —Pero al menos tuve la dicha de verla una vez más…

    —Shun, por favor, vas a salvarte— insistió Yuuna mientras sujetaba su mano con fuerza y dirigió su vista a donde Rin se mantenía inmóvil, mirándolos.

    — ¡Shun! ¡Yuuna!—escucharon la voz de Daisuke y Shun se sintió feliz de que su amigo siempre estuviera allí para él—. ¡Por Dios! ¿Qué pasó?— el castaño se arrodilló junto a Yuuna y comenzó a revisar a Shun, que comenzaba a cerrar los ojos, lentamente.

    — ¡Shun, por favor! ¡Resiste, puedes hacerlo!— gritó Yuuna alarmada.

    —Vamos amigo, ¡no te des por vencido!— Daisuke también estaba alterado.

    Sin embargo, Shun apenas si podía escuchar las voces de sus centinelas. Era un simple zumbido lo que oía y pensó que ese era su final, hasta que entre tanta agonía logró percibir la voz más maravillosa para él, la de Rin, que con angustia gritaba su nombre y sentía como sus pasos se dirigían a donde estaban ellos. Esa voz fue la que siguió escuchando claramente hasta que quedó inconsciente por completo.

    Abrió los ojos con lentitud y por un instante lo deslumbró la iluminada habitación que parecía alumbrar más de lo normal gracias al níveo color de las paredes. Se encontraba acostado en una cama y desde allí comenzó a recorrer la habitación con afán.

    — ¡Shun!— oyó la voz de su amigo, que se levantó de una silla y caminó hacia él, con Yuuna detrás de él—. Menos mal que recuperaste la conciencia. Nos asustaste muchísimo.

    — ¿Dónde estoy?— inquirió el paciente con voz ronca, sintiendo un dolor en su estómago—. ¿En el hospital…?

    —Psiquiátrico— concluyó Daisuke.

    Shun rodó los ojos y suspiró abatido para después decir:

    —Es en serio, odio el blanco.

    —Pues es una lástima porque a mí me encanta— aseveró una voz en el umbral de la puerta.

    Shun reconoció la voz enseguida y trató de alzarse para ver a la persona, pero el dolor se lo impidió.

    — Tranquilo, Shun— lo calmó Yuuna y le hizo una seña a la persona y ésta se acercó a ellos.

    —Rin— pronunció el amado nombre con un regocijo inocultable. Creyó no volver a verla nunca más—. ¿Qué… qué haces aquí?

    —Vengo a verte, ¿no es obvio? Daisuke me puso al tanto de la situación... ¿por qué ninguno me lo dijo?

    —Tenía miedo— confesó Shun—. Miedo de que no me quisieras si lo sabías.

    —Fuiste un completo tonto al pensar eso. Daisuke ya recibió su regaño y a ti debería darte uno también, ¿que no me conoces?— Shun asintió—. Te amo más de lo crees.

    —Yo también— declaró el hombre de cabello como el ébano sonriendo con sinceridad. Rin respondió la sonrisa y anunció:

    —Hay buenas noticias. Daisuke dice que si pones de tu parte, cumples todas las terapias y te esmeras, podrás deshacerte de tu otra personalidad. Existe la ventaja de que tu otro yo es cobarde y vulnerable a la aflicción, así que si esto se aprovecha podrás volver a ser el mismo.

    — ¿Es cierto?— Shun se dirigió a su amigo y éste asintió, luego pasó sus violetas ojos a los rijisos de Rin—. ¿Estarías dispuesta a esperarme?

    —Toda una vida si es necesario— avaló la pelirroja dándole un beso en la frente—. Vendré con constancia. Ahora debo irme porque tengo cosas que hacer, es casi medio día; pero prometo volver.

    —Te acompañaré a la salida— habló Daisuke llevándose a su amiga fuera de la habitación.

    Yuuna y Shun quedaron solos en la habitación.

    —Lo lamento— se disculpó Shun y señaló su ojo derecho. Yuuna posó sus dedos en el moretón que tenía en su ojo diestro.

    —Está bien, no pasa nada. No creo que sea la última vez que me vayan a golpear si sigo trabajando aquí— contestó con buen humor y una sonrisa.

    —Gracias por estar a mi lado y preocuparte por mí de manera sincera— agradeció el joven sonriente, descubriendo que Rin era el pilar que necesitaba para salir del hoyo en el que estaba, pero Yuuna y Daisuke eran un apoyo fundamental para lograr aquello.

    Yuuna no pudo decir nada más, se limitó a sonreírle a su paciente y le hizo compañía hasta que se quedó dormido nuevamente. Salió de la habitación y descubrió que Daisuke la esperaba frente a la puerta.

    —Lo siento— dijo él una vez estuvieron frente a frente. Yuuna lo miró confundida—. No debí haberte juzgado antes. Debí haber visto tu sincero interés por Shun. Lo siento.

    —Oh, era eso. No importa, había olvidado eso— guardaron silencio un momento—. ¿Es seguro lo que le dijiste a Rin? ¿Shun puede recuperarse?— inquirió ella desanimada. El doctor la miró y sonrió.

    — ¿Bromeas? Tiene una muy grande motivación y para estar con ella lo más pronto posible puedes estar segura de que hará hasta lo imposible. Además, el amor es poderoso. Puede vencer hasta la obsesión más grande. ¿Por qué lo dudas?

    Yuuna sonrió optimista también.

    — ¡Tienes razón! ¡Puede lograrlo!

    —Es medio día, te invito a comer en el restaurante que queda a una cuadra de aquí; claro, si quieres.

    —Estaría encantada— aceptó la rubia.

    Y así, doctor y enfermera se dirigieron a disfrutar de una deliciosa alimentación, sabiendo que el futuro de sus seres queridos, y el suyo, era incierto; pero aún así, teniendo las esperanzas más arriba que nunca antes.

    Fin

    Y ahora sí, colorín colorado, esta historia se ha acabado.

    ¡Gracias! Se cuidan. Son maravillosos.... Adiós.
     

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