Desde afuera, a través del vidrio sucio de un ventanal, uno siempre ve las cosas de otra manera. Desde el interior, las cosas no se ven igual. Hago ejercicios, un poco de compresión, un poco de paciencia, bastante amor, y de vez en cuando una pequeña intervención. Más que nada para intentar comprender de qué se trata y así armar más o menos un panorama. Pero sigue siendo toda una incógnita, una gran equis en la ecuación. Acerca de la vida, la vida es como un tren que pasa en su camino por diversas estaciones, va de una cosa a la otra. La diferencia es que el tren sigue su camino. Pero esa persona se resiste a seguir. Quiere aferrarse a las cosas que han pasado, quiere rechazar lo que siente que le hace daño. Quiere comprender las razones o motivos. Y quiere compensar. Como si se pudiera compensar alguna cosa. Nada se puede compensar en el tren que sigue su marcha. Y la próxima estación está por llegar. Tú y los tuyos deben estar preparados... Estoy escuchando un discurso, tan lleno de amargura, de nostalgia, de frases absolutas, siempre, todo, nada, nunca. Y tan violento a la vez. Como si se pudiera encontrar a la vida una solución definitiva de una sola y única vez. Como si no cambiara todo a cada instante, como si no existiera el fluir y la variedad y la continuidad. Y también como si no hubiera que seguir diciendo una y otra vez. Pienso que es duro este trabajo de tener a alguien presenciando o siendo participe del sufrimiento del otro, y poder hacer tan poco. Poder comprender tan despacio. Poder resolver tan lenta y defectuosamente. A veces pienso, para mis adentros. ¿Para qué existo, si no puedo cambiar el mundo? no lo puedo cambiar a él, ¿acaso tú sí sabes?
