¡Hola! Vengo con las ganas de hacer un long-fic y bueno, ¡acá estamos en el primero! Inevitablemente tengo que hacer cosas que se relacionen con la música porque la amo <3 ¿muy monótono? No sé. En fin, la historia está escrita en "argentino" (quieres = querés, tú = vos, etc), espero que se entienda jaja :3 Y espero les guste: LifeCapítulo introductorio Acababa de terminar el receso de invierno. Todos los estudiantes volvían a sus clases, ya sea en universidades o escuelas, incluidos los del Instituto Privado Rivadavia. Más específicamente, era hora de que Luz López regresara al colegio. Era algo complicado, principalmente porque Luz tenía problemas con sus compañeros: la habían ubicado en la clase con los peores alumnos del segundo año. Para ella, amante del silencio y una estudiante estudiosa, esto era un problema. Para colmo, Luz había ingresado al instituto ese mismo año, por lo que no tenía personas que pudiera considerar amigos; sólo conocidos. También, el trabajo de su madre ─separada─ la había obligado a mudarse de ciudad. No tenía a nadie. El primer día después de un pequeño período vacacional estaba completamente nublado. Un día como esos en que uno mira al cielo y parece que es la misma hora que la última vez que lo miró. “Uno de esos días en que el tiempo no parece fluir”, así lo veía Luz. Para ella, el tiempo había empezado a ser algo sin importancia desde hace mucho. “El tiempo… el tiempo pasa”, repetía. No había nada más que pudiera decir sobre él. Nada en qué pensar, nadie con quién hablar. ¿Qué importaba el tiempo cuando lo único que podía hacer era dejar que pase? La campana de inicio de clases la sacó de sus pensamientos cuando se encontraba en la entrada del colegio. La primera materia era Lengua y Literatura. Por suerte, Luz había entablado una relación muy buena con la profesora de esa asignatura, por lo que la clase no iba a ser tan infernal como a veces solía serlo. Ese día les tocaba leer “La continuidad de los parques”, de Julio Cortázar. Si bien era un cuento extraño, era muy corto y fácil de entender. Aún así, fue un verdadero desafío para los más molestos de la clase el siquiera leerlo bien; en esos momentos Luz y la profesora se preguntaban cómo es que estaban cursando el segundo año de preparatoria. El primer módulo pasó rápido y dio lugar al recreo, que más que para descansar Luz lo usaba para mentalizarse y poder sobrevivir a la clase de física. Era la materia que más detestaba y como si fuera poco, el profesor se había rendido en la tarea de mantener callados a los alumnos, por lo que sus clases se tornaban un caos que combinaba ejercicios asesinos y ruido destruye-oídos. Aunque durante ese mismo recreo pudo presenciar algo lo suficientemente interesante ─ ¿o inquietante? ─ como para que le prestara atención: vio a una persona que nunca antes había visto rondar por el instituto. No es como si llevara mucho tiempo ahí, pero aquel chico de mirada gélida no le sonaba de nada. “No expresa ningún tipo de emoción”, pensó Luz. Aquel estudiante ─ uno de los pocos que hacía impecable uso del uniforme─ había pasado caminando con la mirada al frente, sin desviarla por nada del mundo, como si todas las personas que lo rodeaban no existieran. Ese hecho generaba un poco de envidia en Luz, ya quisiera ella poder hacer de cuenta que el resto del mundo desapareció. Una vez finalizado el descanso, la hora de la verdad llegó. Y fue como había sido siempre, el insoportable ruido del conjunto de voces de sus compañeros solo empeoraba el hecho de tener que resolver ejercicios sobre cinética y cinemática. Mientras Luz condenaba la pasada existencia de Newton, por la ventana pasó aquel chico del recreo. Otra vez, con esa misma expresión inexpresiva que lo caracterizaba. Otros compañeros también lo notaron pasar y comentaron que había ingresado al instituto ese mismo día y que también se había mudado por asuntos desconocidos. Por esa razón Luz nunca lo había visto antes. Por un momento pensó que era bueno que tengan algo en común. Ella no tuvo la fuerza suficiente como para estar consciente las siguientes clases y así pasó el resto del día, pensando en aquel misterioso chico nuevo. Al finalizar las clases, aproximadamente a las seis de la tarde, nada detuvo a Luz para volver a su casa inmediatamente. La calle por la que regresaba era muy tranquila, por lo que servía muchas veces como alivio después de un día pesado. Pero no ese día; pocos pasos más adelante, se encontraba él. Ella apenas pudo notar que traía auriculares negros que se confundían con su pelo del mismo color, por lo que en ningún momento él se percató de que había alguien muy cerca detrás de él. Luz pensó que encontrárselo tantas veces eran muchas coincidencias, pero sólo eso. No creía en el destino. Al poco tiempo de caminata ─unas cuatro cuadras que compartieron en silencio─, el chico entró en lo que por fuera demostraba ser un local de música. Pero no vendía ni discos, ni reproductores, ni auriculares. Era un local de música para músicos: instrumentos, accesorios para los mismos, amplificadores, micrófonos. Luz también entró, aparentando algún interés por las guitarras que colgaban. Pronto se dio cuenta de la mirada fija del chico nuevo sobre un piano de cola de color negro muy bonito al fondo del local. Llamaba la atención de cualquiera, pero parecía que él tenía un especial interés por aquel piano. El dueño se avivó y preguntó si deseaba tocarlo. Sorprendido por la propuesta, el estudiante nuevo respondió afirmativamente. Dispuesta a escucharlo, Luz vio cómo el chico se sentaba y posicionaba sus manos cuidadosamente sobre las teclas del instrumento. Primero tocó una de las teclas para comprobar el sonido, luego comenzó a tocar, llamando la atención de todos los clientes. Una melodía movida y agradable empezó a resonar. De un estilo que casi cualquiera era capaz de reconocer: tango. Pero era un tango especial, un tango vanguardista. “Libertango, de Astor Piazzola”, pensó Luz reconociendo la pieza al instante. Era una de sus favoritas, y le sorprendió mucho escucharla ya que no era muy popular entre la juventud. Pero su padre la había inculcado con el tango desde pequeña y logró reconocerla. También admitió que era una experiencia interesante escucharla en piano y más de alguien que asistía al mismo colegio. Al acercarse un poco más, notó lo más impresionante. ¡No era la misma persona! En aquel rostro inexpresivo se había dibujado una sonrisa tan cálida como el fuego de una chimenea en un día frío de invierno. Había cambiado completamente y sólo con interpretar una canción, ese hecho hizo reflexionar a Luz acerca de la pasión de los músicos y de la música misma y el poder que tiene. Antes de que se diera cuenta, la pieza finalizó y sin mucho que decir el chico se retiró del local. Pero Luz se decidió a hablarle un poco al alcanzarlo afuera. ─ ¡Ey, vos! ─exclamó tomándolo por el brazo. ─ ¿Eh? ¿Qué pasa? ─preguntó él sin saber lo que sucedía. ─Te quería decir que tocás muy bien el piano ─respondió Luz, amablemente─. Libertango es una de mis canciones favoritas, Piazzola es un genio. ─Lo fue, ciertamente. Gracias por el cumplido, ¿algo más? ─la inexpresividad invadió de nuevo el rostro del joven. ─Soy Luz, Luz López. ¿Cómo te llamás? ─Gabriel Delgado, ¿acaso me conocés? ─ ¡¿Eh?! Si vamos al mismo colegio, ¿no me viste nunca? ─Luz reaccionó sin recordar la condición de alumno nuevo de Gabriel. ─Comencé a ir hoy, considerá eso. Aparte no soy de prestar mucha atención a lo que sucede a mi alrededor mientras estoy en el instituto. ─Me di cuenta. En fin, es feo ser el nuevo ¿no? Yo comencé a principio de año ─Luz trató de iniciar una nueva conversación─. La verdad que no dan muchas ganas de vivir, ja. Menos cuando no conocés a nadie en la ciudad. ─ Tonterías son esas ─la respuesta de Gabriel sorprendió a la chica─. El mundo tiene un montón de cosas geniales, divertidas, y hasta hermosas. Si no tenés ganas de vivir no conocés para nada el mundo en el que vivís. Siempre va a haber cosas que te hagan sentir ganas de despertarte y poder vivir el día, sólo tenés que descubrirlas. Ahora, ¿querés descubrirlas? ------ Contenido oculto