Prologo Su mirada al entregarme el paquete fue muy dulce, como siempre su sonrisa afable y su larga y abundante cabellera gris enmarcaban su rostro. Las líneas de expresión y arrugas que se notaban en el, inferían una vida plena, llena de vivencias y buen humor. Abrí con premura el paquete para descubrir un libro de color negro que en letras plateadas decía : Le Journal d'Anne, El diario de Ana. Aún después de tantos años en este continente, mi abuela recordaba con añoranza a Francia, su tierra natal. - Ana, tú y yo compartimos un vínculo especial. Amamos lo etéreo de las palabras, lo sublime de una poesía; podemos perdernos en la descripción de una gota de agua, o sentir una lágrima caer de nuestros ojos con un poema de amor. Mi padre me regaló mi primer diario cuando tenía tu edad, y yo quiero regalarte tu primero hoy siendo tu quinceavo cumpleaños – Me dijo Si algo heredé de mi abuela fue el gusto por la lectura, el poder perderme en mundos místicos y maravillosos, el poder cerrar los ojos y sentir con tal viveza el mundo encerrado dentro de las páginas de algún libro viejo. – Eres un alma antigua – suele decirme mientras disfrutamos sus manuscritos, sus poemas y sus poesías. Mi abuela es escritora, y su regalo de cumpleaños era una directriz que yo tenía miedo de seguir ¿un diario? ¿Para mí? ¿Sobre qué iba a escribir? no he tenido aventuras extraordinarias que pudiera compartir con otros, no he vivido nada aún. Pero no era tiempo de preocuparme por ello, ya era tarde y no llegaría al colegio sino salía corriendo en ese preciso instante. La suerte no estaba conmigo esa mañana lluviosa, corrí como nunca pisando los charcos que se formaban en la acera, pero aún así no llegué a tiempo. Completamente empapada me dirigí a la oficina de la directora, tenía que pedirle que me dejara pasar. El agua recorría todo mi cuerpo, involuntariamente tiritaba mientras esperaba sentada en la fría silla de metal frente a su oficina. Minutos después la puerta se abrió, un chico visiblemente mayor salió de ella, clavó sus ojos color miel en mí y me sonrió. - Hola – me dijo en tono preocupado mientras yo me quedaba sin habla – Parece que tienes frio Sin pensarlo dos veces se quitó la chaqueta que tenía puesta y la posó sobre mis hombros mojados, - luego me la regresas – dijo sonriendo nuevamente y haciendo un guiño. Empezó a caminar hacia dentro del recinto, mientras yo lo seguía con la mirada sin disimular ni un poco. Algo similar a una llama se encendió dentro de mi cuerpo, una sensación que nunca había sentido antes pero que me hizo saber sobre qué escribiría en mi nuevo diario.
Pues a ver que tal se me da esto, hace mucho no escribía y normalmente no sigo historias de varios capítulos sino que cortas juar.