Lazo De Amor.

Lazo De Amor.

Es la primera vez que me atrevo publicar algo de mi cosecha en Cemzoo.:) Esta historia es algo que ha andado rondando por mi cabeza hace rato, pero por el momento se queda como un one-shot y quizá si tenga paciencia e inspiración se convierta en Long-fic. :P

Titulo: Lazo De Amor.
Autor: Mello sama
Tipo: One-shot (por el momento)

Capítulos: Dos​

Dato curioso: El personaje masculino fue inspirado en un amigo. x3
Beta: Dark Lady (Mich)

Comienzo​

Una suave música jazz deleitaba los pocos clientes que quedaban en la taberna. Un grupo de personas jugaban billar en el fondo, otros charlaban mientras bebían. Por lo general frecuentaban el lugar los empresarios, después de un día estresante y arduo trabajo.
La mesera se acercó con la cafetera humeando en las manos al único cliente sentado en la barra; Un joven apuesto de no más de treinta años.
—Disculpe, ¿le apetece más café? —preguntó cortésmente.
—No, Gracias, me encuentro satisfecho—dijo Alberto, dedicándole una sonrisa coqueta.
—Oh… de acuerdo… ¿le traigo la cuenta? —la joven rió torpemente y sus suaves mejillas se ruborizaron. Cayó como un pobre conejillo, hipnotizado por el seductor cascabel de una serpiente.
—Por favor —respondió afable. Tomó sus últimos sorbos de café, pero para su desgracia, se había enfriado. Sus ojos cafés se quedaron contemplando perdidamente la ventana—. “Sólo esto me pasa a mí: olvide el paraguas”—pensó molesto.
Centelleantes relámpagos comenzaron iluminar el cielo grisáceo y una brisa fría acariciaba las ramas de los árboles. Algunos transeúntes caminaban apresurados, otros sólo observaban las amenazantes señales de tormenta.
—Aquí la tiene —le dijo la mesera al regresar, dándole la nota y unos caramelos de menta.
Un estruendoso rayo fue el detonante para desatar la ira de aquellos nubarrones cargados de agua, dejando el centro de la ciudad en oscuridad absoluta. La mesera pego un gritito. En segundos la luz eléctrica regresó de golpe.
El caballero rió bajo, sacando al mismo tiempo la billetera de su pantalón negro.
—Quédate con el cambio—cogió su saco de lana y se marcho con total indiferencia; siguió su camino fastidiado, no por el hecho de haber olvidado su paraguas, o el mal clima de la noche, simplemente no quería regresar a casa. A su monótona rutina… Su salud se deterioraba con el paso del tiempo; la mala alimentación, decenas de cajetillas de cigarrillos y litros de café. También la presión en la que estaba sometido por la agobiante tarea como el nuevo jefe de la construcción y las deudas. «”Mi vida es una mierda”» se reprochaba constantemente.

Se detuvo en un establecimiento de libros que se encontraba cerrado pero aún así, lo resguardaba de la torrencial lluvia. Rebuscó en su bolsillo la cajetilla de cigarros, sacó uno, acomodó el tabaco en sus labios y después lo encendió con una cerilla…Aspiró profundamente, llenando sus pulmones del letal humo. Cerró sus ojos e intento relajarse, olvidar tan siquiera algunos minutos sus problemas y el mundo que lo rodeaba.
Las calles se llenaron de agua rápidamente. La lluvia cesó dos horas después, dejando el ambiente fresco y húmedo. Ya era tarde, la ciudad se convirtió en un pueblo fantasma. Las personas se protegieron en sus hogares, donde sus seres queridos los recibieron con los brazos abiertos y un tazón de sopa. Quizá, otros no tenían la misma fortuna y vagabundeaban por ahí… desdichados, sin rumbo alguno.
Miró su reloj de bolsillo, exactamente eran la diez y cuarto. Ya era momento de marcharse. Ya se sentía lo suficientemente relajado, la cordura la había recuperado. La larga caminata al departamento sin duda lo dejaría suficientemente agotado y eso era bueno. No tendría ninguna excusa para conciliar el sueño y tampoco esta vez recurriría a los calmantes.
A lo lejos diviso el denso follaje de los robles del parque Saint Tomas y el enorme edificio del hospital general. Pronto llegaría a casa.
Alberto ya había llegado al parque, cruzando dicho lugar llegaría al edificio de su departamento. Todos los días cruzaba por aquella parte, que ya no le cautivaba su belleza. Por efecto la caminata resulto lo esperado, una somnolencia se apodero de él.
—Esta noche dormiré como un tronco —dijo en tono burlón—. Al diablo con los planos y la construcción, esta noche renuncio a las escuadras.

Evasión​

No quería voltear hacía atrás, así que siguió corriendo hasta que sus piernas se lo permitieron. Jadeante se escondió detrás de uno de los robles del parque Saint Tomas. «Tardarán en encontrarme» pensó. Por primera vez experimento la sensación de lo que llaman adrenalina. Imagino el rostro de terror de la señorita Elizabeth al ver su lecho vació. Le entro una especie de culpabilidad y lastima por la enfermera, ya que la cuidaba y la reconfortaba en los momentos más difíciles. Su piel desnuda padeció los estragos del frió, se arrepintió no haber cogido el abrigo. Froto sus piernas y brazos para conseguir algo de calor, pero fue inútil.
La noche era hermosa, quedo fascinada por las centellantes estrellas que comenzaron a adornar el cielo. Las nubes se marcharon. El júbilo de la joven Katherine era tanto que se olvido por completo del frió. El olor a tierra mojada, el vivido verde de los arboles, el murmullo melódico de los grillos, la frescura de la brisa, quedaron impregnado en su esencia. Quizá sería la última oportunidad que presenciaría algo tan bello. Katherine comenzó una danza de piruetas y gráciles movimientos con las manos. Cualquiera que pasar por ahí, la confundiría con una ninfa.
Katherine jugaba como una pequeña chiquilla, riendo y saltando de un lugar a otro, sin prestarle atención a las cosas que la rodeaban. Como si fuera una niña otra vez… De pronto se estrella con una persona… la colisión de los dos cuerpos fue tan fuerte, que su extremidades se estremecieron y su cabeza la ataco un zumbido, haciéndola perder un instante el conocimiento. Momento después se dio cuenta que yacía en el suelo… no… había caído encima del individuo. Se levantó de un brinco, pidiendo disculpas.
—Señor… perdóneme soy una tonta, no me di cuenta… — decía una y otra vez preocupada, pero el caballero no respondió. Ahora ¿Qué haría? Estaba sumamente en problemas. Tomo el pulso del hombre, sus signos vitales marchaban a la perfección. Suspiro aliviada «Sólo esta inconsciente» dijo para sí, consolada. Con todas sus fuerzas lo arrastro a la banca más cercana, sentándose aún lado de él. Atisbaba con nerviosismo el cuerpo y teniendo la esperanza que reaccionara lo más pronto posible. El gafete prendido de la camisa del joven, llamo su atención, se acero y leyó despacio «“Arquitecto Alberto Montoya R.”» Observó el sereno rostro de Alberto, quedando conmovida, teniendo la inexplicable sensación de que a partir de ahora las cosas cambiarían. Vendría algo bueno. Estaba segura.


Acepto críticas reconstructivas.
Espero que haya sido de su agrado. :)