‘En este universo se teje una red de dimensiones infinita y delicada, una red que mantiene el equilibrio. La tierra tal y como la conocemos ignora de esta red, de existencias paralelas, de otros mundos que se encuentran en el nuestro, pero no con nosotros. Todos los puntos que se cruzan en la tierra desconocen esta red, para cada planeta su vida es la única y real, sin embargo existe algún lugar en otra dimensión donde la gente se prepara para una guerra, una guerra que propone destruir la barrera dimensional. El objetivo es gobernar el tiempo, el espacio, lo que no se puede ver, y para otros su guerra es detener a los que intentan acabar con lo conocido, lo que debe ser.’ Capitulo uno: La decisión de un comandante. Era un día especialmente agitado en el cuartel principal de Atenka, todos corrían con papeles de un lado a otro, pero en medio del bullicio los pasos del general Cena resonaban seguros y orgullosos, su cuerpo iba cubierto por una capa, nadie había visto jamás su rostro y eso volvía su paso por ahí más interesante, tanto que todos volteaban a ver. Llegó hasta una gran puerta de hierro y la empujó con una mano, atravesó el oscuro pasillo y se arrodilló sobre su pierna izquierda, saludando a su majestad, Kirey. –Cena, querida, no es necesario tanta formalidad entre nosotros– Exclamó aquel hombre de sonrisa amable. Pese a su aspecto no era un ser de acciones rudas, medía casi tres metros, tenía la piel verde y gruesa, dos protuberancias salían de su cráneo como cuernos y en mitad de su frente un tercer ojo se abría paso. La joven comandante se despojó de su capa y dejó su rostro al descubierto, ella era una Hialí de orejas puntiagudas y peludas, su cabello caía en tonos rosados hasta su espalda y sus pupilas eran negras y alargadas. Su rostro felino era cruzado por cuatro cicatrices, dos en cada mejilla, siempre se mantenía distante y seria. –Y bien ¿Has leído la propuesta?– Preguntó Kirey, concentrado en una pantalla didáctica. –Lo lamento, mi Señor, pero yo y mi escuadrón no participaremos en esta batalla– La osadía de las palabras de la comandante ocasionaron gran revuelo, mas el superior se mantuvo tranquilo, absorto en los documentos de aquél monitor. Ella, sin embargo, titubeaba entre la seguridad de su buen carácter y el apego a las leyes de su superior, jamás sabría lo que estaba pensando o como iría a reaccionar. –Ya veo, pero desobedecer a un superior conlleva un gran castigo que será más severo en tiempos de guerra, podríamos decir que es ¿Traición?– Ante las palabras de su Rey los guardias sacaron sus armas, al igual que lo hizo la comandante. Se vio en apuros y chasqueó la lengua <<¿Cómo saldré de esta?>> Pensó sin estar realmente preocupada, podía terminar con esa pequeña cantidad de guardias, pero luego la buscarían por toda la ciudad de Atenka, probablemente por todo el país de Checkro. –Pero, mi Señor ¿No le parece demasiado precipitado? No entiendo muy bien esta invasión, este planeta del que habla ¿Cuáles son sus coordenadas? Ya tenemos control sobre todo lo que está cerca de nosotros ¿Por qué más?– Interrogó intentando ganar tiempo, ella sabía mejor que nadie lo codicioso que era Kirey, había convencido a los reyes de los otros cuatro países de invadir esta denominada ‘Tierra’ a cualquier costo. Sin embargo él era el único que sabía dónde iban, la reina Histbell de Zabal, el rey Ukario de Kanda y el príncipe Bandja de Tumari confiaban ciegamente en este ser tan egoísta e impulsivo, tanto que no dudaban en prestar sus tropas si él les decía que encontrarían riqueza y conocimiento. –¿Coordenadas? Bueno, la tierra queda exactamente aquí, pero de forma paralela, si rompemos la barrera del tiempo es posible llegar– Explicó sin perder aquel aspecto gentil que a Cena tanto le perturbaba. Ella no lograba comprender del todo <<¿Por qué debemos desear un lugar que jamás hemos visto?>> Se preguntaba sin encontrarle la lógica, la base del deseo era el conocimiento de las cualidades, estando en carencia de estas era obvio que se deseara tomarlas, sin embargo no se explicaba que podría haber de bueno en un mundo invisible. –Lo lamento, mi Señor, pero no enviaré a mis hombres a un campo de batalla desconocido– Aquel último veredicto por poco le cuesta la cabeza, se las arregló para partir por la mitad a aquellos que se pusieran frente a ella y luego saltó por la ventana. Corrió, corrió y pensó en cómo evitar esta situación. Llegó agotada hasta el pequeño cuartel que le correspondía, era prácticamente como su segundo hogar, se lanzó al piso con la respiración entrecortada por la gran maratón. –Nuestra situación ahora es complicada– Dijo mientras todos la miraban con expectativa –Ya he tomado una decisión y por ella las tropas de Su Majestad me buscan, pero ustedes le sirven al reino de Atenka y al Rey Kirey, son libres de resguardar la patria e irse a las primeras lineas, me pueden tomar por una rebelde ahora y los que se queden conmigo también lo serán– Algunos se fueron, otros se quedaron, pero todos sabían que esto era el comienzo de una guerra: Una guerra civil.
Capitulo uno: Una comandante rebelde Luego de que los grupos se dividieron en dos y cada quien corriera por su cuenta Cena quedó en mitad de la gran habitación, podía sentir las miradas de sus compañeros sobre su cabeza y como murmuraban entre ellos; ‘¿Qué vamos a hacer?’ Sí, esa era la pregunta de todos, que se pasaba boca por boca y nadie podía encontrar una verdadera respuesta, así que se apoyaban en la sabiduría de su superior. Sin embargo la mujer tampoco estaba muy segura, solo había pensando en evitar al ejército y no en detener aquella operación, no tener realmente órdenes en ese momento le crispaba los nervios. –Entienden nuestra posición ¿No es así? Si no quieren ir a la cárcel deben olvidar lo que es tener una vida normal, deben correr y esconderse, y si quieren atacar deben prepararse a morir– Murmuró pasando el dedo índice sobre sus labios, les ordenó ponerse en fila y se paseo frente a su pelotón observándolos uno por uno –Tengo un grupo de hombres fieles, pero no fieles a mí ¡Fieles a sus ideales! Agradezco que depositen su confianza en mí, sin embargo no les puedo prometer protección desde ahora, no, ahora no tenemos ningún resguardo. La primera orden es que cada uno tome un arma y corra, ahora debemos encontrar otro lugar. – Tras las últimas palabras y un asentimiento de cabeza todos los hombres y mujeres comenzaron a movilizarse por la sala, abrían puertas secretas y cajones que tenían veinte llaves para tomar la artillería más moderna de Checkro y hacer algo que no estaban acostumbrados a hacer, huir. Cena esperó que todos sus hombres se marcharan y se sentó en un gran sillón rojo, sostuvo su cabeza con ambas manos y pensó <<¿Debería buscar ayuda? No, ¿Quién me ayudaría a sublevarme al Rey? Debes pensar con cuidado, Cena ¿En quién puedes confiar?>> Luego de un largo debate mental tomó el teléfono, sus manos tiritaban alrededor del aparato y se mordía el labio con insistencia <<Hace mucho que no tenemos contacto>> Pensó y estuvo cerca de colgar, pero la voz masculina y ronca que sonaba al otro lado de la línea fue más rápida que su movimiento. –¿Diga? – Masculló el hombre por el teléfono, a la general le pareció que estaba de mal humor y que sería mejor colgar, era a la única persona que en verdad le tenía miedo cuando no se encontraba sereno. Pero ya había dado ese importante paso, no podía volverse. –He-hermano, soy Cena– Murmuró cerrando los ojos con fuerza y empezando a empacar todo lo que pudiera dejar al descubierto su nuevo plan. –¿Cena? ¡Cena! ¿Por qué no habías llamado a tu hermano mayor, mocosa? ¡Eres una ingrata! Pero bueno, al menos te has acordado de mí– El grito por el teléfono fue tan fuerte que hizo eco en todo el cuartel, la mujer se alejó un poco el aparato de las orejas y frunció el ceño ¿Cómo se le había ocurrido tan mala idea? –Treck, estoy en serios apuros, necesito tu ayuda– Le dijo en un hilo de voz, pero antes de poder explicarse él ya estaba gritando cosas como ‘¡Aprovechadora! ¡Mal agradecida! Solo me llamas cuando necesitas algo’ La actitud de su hermano la sacaba de sus casillas, realmente le parecía insoportable –¡Treck! Es realmente serio, si no fuera así no te molestaría– –Explícate– Susurró luego de escuchar la voz de su única hermana, jamás había sonado tan preocupada. –¿Aún tienes un escuadrón de asesinos, no? Me he metido en un lío y necesitaré que me confíes a los mejores, sé que es mucho pedir pero no tengo de otra, es esto o acepto mi muerte– ‘Acepto mi muerte’ fue algo que le dejo preocupada incluso a ella, pero confiaba en el grupo que manejaba su hermano. La familia Abuket era completamente militar, su padre, Loar Abuket, fue un reconocido comandante de las fuerzas aéreas y su madre, Cillia, una espía Bandjamita de primera categoría. Su hermano, por otro lado, estaba encargado de las fuerzas secretas de Checkro y tenía bajo sus órdenes asesinos que habían sido secuestrados cuando cachorros y entrenados hasta ejercer para el Rey. – Entonces realmente te has rebelado, vaya– Se escuchó realmente triste, pero para Cena no era momento de ‘sentimientos’ y lloriqueos, por cada segundo que pasaba las tropas reales se acercaban más y más –No te preocupes, serán tres y estarán en la cascada de Bakaod en una semana, lo mantendré en secreto. Cuídate mucho– Ella dio las gracias y colgó. Tras esa larga conversación las tropas abarcaron gran camino, Cena prácticamente podía oírlos llegar, así que tomó un bolso con sus cosas y salió por una ventana trasera. Caminó por la espesura de la selva donde se encontraba oculta su base hasta que divisó un río cercano, ahí la esperaba un pequeño helicóptero que realmente la tomó por sorpresa, entonces notó que el piloto era Fuyima, un miembro de su base que pertenecía a la inteligencia secreta de Checkro. Sonrió. Fuyima era un hombre mayor que Cena aunque su edad no se sabía con exactitud, pertenecía a la familia Ond que se caracteriza por tener dos cuernos enrollados en su cabeza y grandes ojos plateados. Llevaba el cabello corto y de color negroazulado, era un sujeto que lo rodeaba el misterio, nadie sabía mucho sobre él o como había terminado en las tropas, un día solo apareció y ya, era un gran hombre. –Gracias– Murmuró mientras subía a su lado, de todos los miembros de su escuadrón jamás esperó que Fuyima fuese el que la iría a buscar, realmente nunca tuvieron una conversación aparte de las comandante-soldado, era incluso más serio que ella. –A las montañas de Bakaod, cerca de la gran cascada– Él asintió con la cabeza y empezó a despegar lentamente. –Para que sepa, comandante Cena, no pienso apartarme de usted– Ella lo miró anonadada, sin embargo una extraña calidez inundó su cuerpo. –Puedes llamarme Cena, después de todo ya no soy un comandante. – Y partieron a las montañas, esperando que lo mejor pasara, pero eso sería mucho pedir.