Lamentos

A veces es difícil tener idea de lo complicados que nos podemos volver; caminar allí, como si realmente tuviera un rumbo, es tan tonto qué algunas veces desearíamos tener un rumbo trazado, ya que supuestamente esto haría las cosas más sencillas, pero si así fuera nos sentiríamos oprimidos querríamos algo distinto por qué somos seres malcriados y codiciosos… Estar allí fingiendo que su vida poseía una razón, tal vez era el aburrimiento que afloraba su vena filosofa, aquella proveniente de la carótida común, ¿probablemente alguna rama cerca de la arteria occipital?, rio estruendosamente, algunos voltearon y otros simplemente caminaron más rápido, eso solo le hacía reír con más fuerza, su vida se había reducido a reír o llorar, y ambas le parecían igual de deprimentes, después de todo ¿Qué valor tenía fingir una risa para no llorar?

Sus pasos seguían resonando en el asfalto y él proseguía con su discusión interna sobre la vida, y se alejaba cada vez más de la supuesta realidad, desearía cambiar tantas cosas, casi tantas como las que quería repetir; trabajo, amores, amistades y familia, una vez cruzo media ciudad por un pedazo de pan, y otra estuvo a punto de perderlo todo por un beso, todo es una acción continua y dividimos ciertos pedazos en momentos, los archivamos como recuerdos y los dividimos en buenos, malos e inútiles, cada uno tenía sus tipos específicos pero era básicamente aquello, un montón de momentos superpuestos que conforman la patética vida de un hombre ¡Pero que se atrevieran! Después de todo, desde este lado del cuadro no se ve para nada patética.

Le era difícil ya seguir, sus piernas le empezaban a doler y su estomago amenazaba ante la falta de energía para seguir, pero eso era lo interesante, era una de las pocas cosas que podía darse el lujo de ignorar, en algún punto todas aquellas cosas pequeñas y sin importancia crecieron como tumores cancerígenos y ya no podía darse el lujo de ignorar, lo presionaban por todos lados y algún día lo aplastarían, sus fluidos saldrían por todos sus orificios y pasaría a la siguiente existencia si la había, no tenía ganas ni energías para hablar de dios o tal vez simplemente no le otorgaba tal importancia.

En ese momento le provocaba atravesársele a algún pobre camionero y acabar, hacer un puff en ese mundo y largarse como si nunca hubiera estado allí, una propuesta tentadora, deliciosa y encantadora, pero en lo más profundo de su psiquis, atemorizante, cerró los ojos y en la ausencia de pensamientos volvió a oír sus pasos, las lagrimas salían sin cesar de sus mejillas saltando al vacío huyendo de aquel ser cobarde, su mirada seguía ausente en la oscuridad, pero la vida no es sencilla, ¿por qué esperar que la muerte si lo fuera?

Cerró los puños y se seco aquellas lágrimas, le hacía falta sentirlas en el dorso de su mano, era como poder ver el dolor de lejos y sentir que ya no era suyo, cruzo en esa esquina y paro frente a un edificio, subió las escaleras y toco el timbre, a veces esas caminatas le sentaban muy bien, tenia responsabilidades en su corto plano de existencia, tal vez al morir se daría cuenta que no eran importantes, pero en la realidad inmediata lo eran, podría llenarse de muchas excusas filosóficas pero siempre sería igual, solo que de vez en vez, le hacía falta parar un momento a lamentarse, para renovarse, para vaciarse y así poder volver a llenarse con alegría, volvió a tocar el timbre y esta vez una sonrisa remplazaba las lagrimas la voz de un niño se oyó desde aquella caja metálica, aquella voz le lleno de dulzura y respondio.

–Hola hijo, dile a tu madre que abra la puerta.