La Tradición de Nammu Este mundo se encuentra al borde de un cambio fundamental, las tradiciones de la espada y la magia permitieron que algunos escogidos esclavizaran a unos muchos. La muerte y las plagas desolaron una y otra vez, pero ahora en un pequeño reino del continente de Nam un cambio fundamental se dará a cabo. Se trata de una historia que se ubica inicialmente dentro del género de fantasía medieval, pero que intentaré trasladar a los inicios de un steampunk. La magia y las espadas deben hacer frente a nuevos instrumentos como las armas de fuego y los vehículos aéreos. Se trata del conflicto entre las tradiciones antiguas y la curiosidad humana manifestada en las nuevas tecnologías. El hijo de un comerciante Leo y Alcine “Me encuentro viendo el cielo desde esta colina, no sé qué estoy haciendo aquí, y para ser franco me siento como una mosca en leche, o vino”. Así yacía en el suelo un joven muchacho de unos 17 años de edad, su piel era blanca casi hasta el punto de poder ver sus venas, pero su cabello era oscuro como el pelaje de los grandes Orgs de batalla que montaban los caballeros pesados en la batalla, un poco despelucado. Sus ojos eran de un castaño claro, pero sus orejas tenían marcas de pequeñas cicatrices de nacimiento. No era muy alto, o muy bajo y su expresión era de absoluto estupor y cansancio en aquella tarde con vientos calientes que provenían de las selvas negras al norte. Debajo del manto había unos pantalones de tela militar holgados y con múltiples bolsillos. El joven vestía un largo abrigo negro que le llegaba hasta las rodillas, y con un cuello cerrado “en teoría porque él lo tenía abierto hasta el pecho” el cual tenía la marca del relámpago en el cuello, todos los bordes estaban tejidos con hilo de plata. Sus botas largas hasta la rodilla estaban remachadas con hierro en la punta. Debajo del abrigo había una camiseta de color gris y un collar de plata con una placa que llevaba su nombre, número de identificación y tipo de sangre. – ¡Con que hay estás!, Leo –dijo una joven muchacha, mientras ascendía a una colinilla que se encontraba en uno de los rincones de un enorme muro fortificado –¿que se supone que andas haciendo allí? La muchacha era de tez blanca, pero su cabello era castaño y bastante largo, sus ropajes eran similares a los del chico, pero el abrigo algo más corto estaba hecho de cuero negro y brillante, sus bordes de hilo de oro revelaban que estaba portando el uniforme de gala, pues también en lugar de un pantalón holgado llevaba una falda hasta las rodillas. Las botas del uniforme de gala eran más ligeras y brillantes. A diferencia del chico ella portaba el cuello del abrigo perfectamente cerrado. –Creo que, relajarme y oler las flores –respondió Leo con los brazos detrás de la nuca y las piernas cruzadas. La muchacha se ofuscó, pero no dijo nada, luego, observó un pequeño sable que estaba clavado, al lado de Leo. Era un arma magnífica, forjada en acero inoxidable “una novedad”, la hoja era lisa y sin mayores adornos, de un ancho mediano, su empuñadura no era muy sofisticada, una cinta de cuero amarrada que permitía un agarre confiable. –¿Volviste a la esgrima con sable corto? –preguntó la muchacha –Puede que sí, puede que no, ¿Quién conoce lo que nos depara el futuro? –dijo Leo –¡Maldición! –dijo la muchacha completamente ofuscada –primero fue la escuadra de espada de dos manos, posteriormente la de artes marciales, luego la escuadra de lanceros, , luego la escuadra de primeros auxilios, ¿Cuándo vas a decidirte? –Tal vez hoy, tal vez mañana –respondió Leo de forma despreocupada, mientras se levantaba y se quitaba el polvo del terreno –hermanita no deberías ofuscarte tanto, ya verás que las cosas saldrán bien. –¡Es que acaso no lo entiendes! –dijo la muchacha un tanto preocupada –no importa qué nivel hallas alcanzado, debes presentar el examen del cuarto ciclo académico, y es un examen práctico. Todos los que se presentan son especialistas que se han dedicado a un arte específico desde su llegada. A demás, jamás has tocado las gemas de hechicería a parte de los primeros exámenes, y… –Nadie ha aprobado el examen sin el uso de la magia desde hace no sé cuántas generaciones –repuso Leo en un tono un tanto sarcástico –ya lo sé señorita Alcine, no tienes que repetirlo. –Entonces, ¿Por qué lo haces? –preguntó Alcine. –Porque estoy buscando la verdadera fuerza –respondió Leo, de una forma un tanto seca, luego, tomo el pequeño sable y lo enfundó. Alcine se llevó la mano al rostro – hace solo 3 años eras el mejor de todos en esgrima, ¡la gloria de la academia! Leo caminó al lado de ella pero no le respondió, simplemente se abrochó los botones del pecho y el cuello del abrigo y le dedicó una cálida sonrisa. –¿Hace cuánto que te conozco? – preguntó Leo –De toda la vida, ¿es que perdiste la memoria o qué? –¿Y alguna vez he escuchado tus reproches? – volvió a preguntar Leo, y al escuchar esas palabras Alcine se puso roja de la ira y comenzó una cantaleta que los selectivos oídos de Leo solo podían identificar como ruido de fondo ambiental. “Si me lo preguntaran, diría que la magia es una pérdida de tiempo, y eso es lo que no quiere entender Alcine y los aristócratas, este lugar es una aberración en nuestra nación, una pérdida de tiempo, un club de aristócratas donde vienen a aprender cómo controlar a sus ciervos a la fuerza. Afortunadamente no todos aquí piensan de ese modo” “¿Cómo llegué aquí? Mi padre es la razón, cuando era niño encontraba algo divertido la magia de gemas, y en la escuela dijeron que era un buen prospecto para el apoyo estatal, después de todo los guerreros del dios An habían empezado a descender en número entre las familias nobles desde hacía unas cuantas generaciones. Mi padre siendo un ágil mercader puso sus contactos en posición y así terminé aquí. Al principio no parecía malo, hacia rápidamente amigos, pero cuando se daban cuenta de que no eras un sangre azul me excluyeron, solo la señorita Alcine, el Gordolitro y el Cuatrojos han sido mis amigos, aunque también son una partida de raritos” Leo caminaba pon un empedrado que rodeaba una gran torre fortificada, en las troneras salían grandes cilindros de hierro negro “los cañones de batalla, lo último en tecnología militar desarrollada en la ciudad de Vencie al oriente. Eso es el futuro, instrumentos que todos pueden usar independientemente de la fe que tengas en ellos, o de que hubieras nacido con una mística bendición de los dioses”. Entonces Leo posó su mirada en un pergamino que había sido impreso por medio de una imprenta mecánica, otro artefacto de Vencie. Pero lo que allí estaba escrito lo llenó de estupor. Era la guerra.
usas los dialogos bien, no he visto faltas, me ha confundido lo de alicine, no es hermana de leo? espero el segundo capi, y yo la verdad es que pondria un resumen contando un poco de la historia para los que quieren saberlo antes de leerse todo el capitulo.
La dama del frío Unos días antes… De los Orgs de batalla tal vez uno de los más temidos es el furusacos, una bestia emplumada con un pico largo capaz de atravesar a una vaca de un solo empellón, su velocidad en los llanos es insuperable, aunque su esqueleto grácil lo hace inviable para emplearlo en las líneas de combate. Los furusacos no pueden encontrarse naturalmente en las planicies del reino de Bakad, así que la aproximación de dos jinetes vestidos con pieles de lobos y plaquines indica su filiación a alguna tribu del norte del bosque de Adravia. Las bestias emplumadas de color castaño oscuro corrían como el viento por un camino de herradura, y aunque bien podrían avanzar a través de la planicie de altos pastos, los jinetes lo encontrarían altamente incómodo. En una colinilla justo donde el camino de herradura se convertida en una explanada bien pavimentada se encontraba una mujer de cabello rubio casi platinado. Parecía realmente una estatua o una obra de arte, no solo por su belleza sino por la inexpresividad de su rostro, ella permaneció observando a los jinetes durante todo su viaje en la planicie. Ella se encontraba vestida con un traje azul y bastante largo, pero los materiales eran lo extraño, pues era un tejido grueso acolchado, como las chaquetas internas que emplean los caballeros de acompañan al rey en la batalla para que sus corazas no les dejen cicatrices al cabalgar en sus orgs. Debido de aquel manto si podía adivinarse un vestido de seda blanca prístina y extremadamente suave, lo cual indicaba la naturaleza aristocrática de su portadora. Un hombre vestido con un traje azul de tela relativamente barata pero bastante gruesa y durable se encontraba al lado de aquella mujer, portaba botas remachadas con hierro, y una capa gris de lana hirsuta. Su cinturón era lo que resaltaba, bastante grueso y con varios bolsos, así como la funda de una espada corta de tipo Xifos hecha de bronce en el lado izquierdo, y una pistola de pedernal en el cinturón derecho. –Son barbaros del norte, más allá del bosque de Adravia y del rio Leoc, me pregunto que trae a gente de tan lejos. Pienso que sería mejor retirarnos a Gleos. –Nuestros Diornis son Orgs de viajes largos, no están hechos para correr a gran velocidad, aunque partiéramos nos alcanzarían en poco tiempo – repuso la dama mientras ponía su mano sobre sus largos mechones dorados, debido a que una corriente de viento cálido venía del norte. Los hombres se detuvieron un instante, estaban sorprendidos tanto por la calidad de la empalizada, como por la belleza de la mujer que los esperaba, luego avanzaron muy confiados y con gran gallardía, igual que cuando ingresan a una taberna para beber cerveza, hidromiel o cualquier cosa embriagante. –Que olor tan repulsivo – dijo el acompañante de la mujer, pero esta no se inmutó en los viajeros, parecía que su interés recaía en la imagen del gran bosque de Adravia a lo lejos y especialmente lo que parecía ser una columna de humo asomándose a lo lejos. –Mujer, dinos el nombre de estas tierras – dijeron los hombres en su lengua nativa, una mezcla de sonidos guturales que empleaban las tribus al norte del rio Leoc al norte del bosque de Adravia. A espaldas de la mujer se elevaban abruptos riscos rodeando un valle relativamente angosto, al norte los montes de Gleos y al sur los montes de Pelte, ambos funcionaban como las fronteras prácticas del reino de Bakad. La mujer no se inmutó, pero su acompañante se interpuso. Los tres hombres presentes tenían una fisonomía semejante, una estructura relativamente delgada, sin prácticamente grasa corporal, una piel seca y áspera y un espeso bigote que casi ocultaba sus labios superiores, lo único que los diferenciaba era sus vestimentas y sus olores. –Están en las tierras de Bakad – dijo el acompañante de la dama señalando el punto en que el empedrado terminaba para dar lugar al camino de herradura – este no es lugar para barbaros como ustedes. –Nosotros somos los mensajeros del Kan, señor de los ríos del norte hasta el gran mar, hemos venido a exigir la presencia de su rey para defender sus tierras – dijo uno de los mensajeros en la lengua de Bakad, pero la mujer no apreció inmutarse. Los hombres se quedaron viendo detenidamente a la mujer. –¿Ella es una princesa o algo así? – dijo uno de los jinetes sonriendo maliciosamente. La mujer entonces los observó, sus ojos azules eran como el cielo de las tierras del sur, frío. –Ivan – dijo la mujer – cálmate, tal vez estos hombres desean saber lo que se siente tomar mi mano. A pesar de que las palabras sonaban insinuantes, eran realmente disonantes con la inexpresividad del rostro de la mujer. Los hombres se apearon de sus bestias, sin embargo uno de ellos se detuvo, miró fijamente a la mujer. –¿Cuál es tu nombre mujer? – preguntó el bárbaro en la lengua de Bakad con un fuerte acento gutural. El otro bárbaro no estaba interesado más que en el busto de la joven, así que tomó su mano pensando que ella se estaba ofreciendo, pero en el instante en que su piel tocó la de ella, en lugar de sentir su tibieza lo que se apoderó de él, fue un fio terrible, tanto que sus dedos se entumecieron en un santiamén. La mujer pareció un poco sorprendida – tu aura es fuerte bárbaro – dijo ella en la lengua de Bakad, pero el bárbaro no podía entenderle, es más estaba presa del pánico a medida que sus venas se ponían azules, llevó su otra mano a la funda de su espada, pero la mujer simplemente respiró profundamente a medida que un aire frio la rodeaba de forma intensa. Finalmente, el bárbaro libidinoso terminó en el suelo completamente azul, había muerto de hipotermia. –Puede llamarme Anastasia. –La muerte blanca – dijo el bárbaro restante sonriendo – no esperaba ver a la comandante de la fortaleza de Gleos, Anastasia Suvorov de Bakata hija de Sergei, la muerte blanca – dicho esto subió a su ave del terror – Mi nombre es Andrei heraldo de mi hermano, estoy seguro de que nos veremos cara a cara, por el momento recuerde, estamos en guerra. Dicho esto el hombre tomó las riendas del furusacos y las arrojó a Anastasia. –Una guerrera tan famosa merece una mejor montura que ese pavo de solsticio de invierno, acepte este regalo, es una bestia noble, que merece un mejor amo que el que acaba de caer congelado. –Gracias – dijo Anastasia de forma frígida, luego Andrei dio media vuelta y se retiró a toda velocidad.
La santa –Señorita Ifigenia, señorita Ifigenia! – gritaba un viejo sacerdote a una joven muchacha de unos 18 años de edad, su cabello negro como las plumas de los cuervos contrastaba con lo pálido de su piel y lo dorado de sus ojos. Estaba ataviada con varias capas de pesados mantos de seda con bordados de metales preciosos, era después de todo la sacerdotisa de Mammu, una persona que cada generación nace con la marca de la diosa de la vida. –Señorita Ifigenia, no puedo creer que usted siendo la alta sacerdotisa de la diosa esté en contra de la opinión del gran Patriarca, de seguir así hará que todos en la corte del rey se sientan inseguros en estos momentos de crisis. Ifigenia no pareció poner atención, ella simplemente dedico su mirada a la gran ciudad de Bakad, la metrópolis más grande de todo el reino de Bakad, e incluso mas allá de bosque de Adravia. Muchos comerciantes de pueblos de cazadores al sur, y de las tierras feudales del reino de Sokolni venían a comerciar e intercambiar nuevas ideas. La gran fortaleza de Bakad donde se ubicaba el palacio del rey era también el eje de dos puertos, en la cima se encontraba el puerto del cielo, donde los barcos flotantes podían atracar y reabastecerse. Y en la parte inferior el puerto de agua, lo cual completaba un gran circuito entre la ciudad de Venice por par y la fortaleza de Gleos por tierra. Las naves del cielo habían hecho que la sociedad cambiara en tan solo 30 años y eso inquietaba a muchos. Los barcos del agua necesitaban remeros, cuyo único valor eran los músculos de sus brazos y la fortaleza de sus espaldas, nada más importaba en aquella época. Pero los barcos del cielo no necesitaban remeros, sino mecánicos e ingenieros. Y como siempre sucede en estas cosas, la utilidad práctica de los barcos del cielo para generar riqueza pudo contener la ira de los sacerdotes que eran los más reticentes al cambio, y una nueva clase social, la de los ingenieros de clase media emergió. La educación se esta clase era un requisito indispensable para que los barcos del cielo funcionaran, así que los comerciantes fundaron escuelas y colegios de ingenieros,, lo cual fue muy criticado por la iglesia de Nammu. Ifigenia dio un suspiro tratando de no explotar en cólera con la molesta actitud de su guardia. –¿A caso te atreves a darme una lección? – el rostro de Ifigenia se tornó duro, y el sacerdote retrocedió, sabía muy bien que una orden de ella era suficiente para enviarlo más allá del bosque de Adravia para servir en algún templo olvidado del reino feudal de Sokolni. –No señorita, solo trataba de advertirla de la situación. –La guerra o la prohibición de la tecnología, si elegimos la primera entonces el gran patriarca de Nammu me declarará una hereje y los reinos vecinos nos declararán la guerra – dijo Ifigenia mientras observaba un barco del cielo aproximarse a las troneras donde se encontraban los puertos de la colosal fortaleza – pero si elegimos la segunda muchas personas morirán de hambre y tendremos una guerra civil – Ifigenia observó al sacerdote – ya sabes mi decisión. El rey se encontraba en la sala del trono junto a los generales y consejeros debatiendo los últimos rumores que provenían de gran templo de Nammu y del reino de Sokolni, todos estaban muy nerviosos. En eso ingresó Ifigenia, y ante ella todos guardaron silencio y atención, incluso el rey. –Su alteza – dijo Ifigenia – debo viajar al templo de Nammu y ver al gran patriarca, debo convencerlo de que nuestras vidas dependen ahora de nuestro comercio, de lo contrario. –Ya lo sé su santidad – repuso el rey revolviéndose la cabeza, luego pasándose la mano por su arrugado rostro hasta la barba rala cerró los ojos – convoquen a cuatro Aner, y a un destacamento de 50 hombres del tercer cuerpo de infantería. Espero que con eso sea suficiente para que su santidad pueda viajar segura. –Se lo agradezco, su alteza – dijo Ifigenia arrodillándose ante el rey y retirándose. Esa noche, dos hombres encapuchados discutían en una de las calles de mala muerte de la ciudad de Bakad. –La niña desea hacerse la santa – dijo el primero cubierto con una capa de terciopelo azul. –Lo peor es que es probable que pueda convencerlo – dijo el otro cubierto por una capa de terciopelo rojo – la conozco y su habilidad retórica es inmensa, y además el viejo patriarca ya está muy viejo, es probable que ella pueda embelesarlo con una sonrisa. –Necesitamos esa guerra . –Lo sé – repuso el hombre de la capa roja – pero la única solución es que ella no llegue. –Imposible, ¡con cuatro Aner! –No todos los caballeros del dios An son tan sorprendentes, yo me encargaré que la comisión caiga en algunos incompetentes nobles de segunda clase, tú deberás cambiar las órdenes, tal vez la escolta deban ser unos 20 hombres del primer cuerpo de infantería, algunos muchachos que estén a mitad de su entrenamiento obligatorio. –¡Si el rey nos descubre! –No pasará nada –dijo el hombre de la capa roja – él está muy ocupado, mis compañeros se asegurarán de eso, si nos descubren siempre podremos culpar a un burócrata de clase baja, después de todo ellos son quienes firman las ordenes. –Confió en tu buen juicio, conde. –Igualmente su excelencia.
El pecador y el guardián La ciudad de Bakata es la capital del reino de Bakad, y a pesar de eso es la ciudad que en encuentra más al sur de dicho reino. Más hacia el sur se encuentra un rio poderoso llamado Ponde que es prácticamente infranqueable. Hacia el norte de Bakata se encuentran enormes campos de cultivo intensivo recientemente trienalizado, es decir rotado tres veces al año para obtener múltiples tipos de productividad sin que el suelo se agote. Esta gran productividad permite que Bakata posea una enorme población comparada con otras ciudades de reinos rivales. Al norte de los campos de cultivo se levanta una cordillera de riscos profundos como si fuera un enorme muro labrado en roca sólida llamada montes Pelte. Los montes Pelte representan la frontera oriental del reino de Bakad y llegan hasta el valle de la fortaleza de Gleos. Recorriendo en línea recta los montes Pelte un tercio del camino desde Bakata se encuentra una fortaleza que es empleada como cárcel secreta para aquellos que han desafiado al rey o al orden establecido. Y en lo más profundo de esa fortaleza se encuentra la gruta del diablo. La gran fortaleza de Arezzo se levanta esculpida en la roca viva, habiendo sido originalmente una mina de oro fue convertida en una fortaleza en tiempos anteriores a la unificación del reino de Bakad. Posteriormente ha sido empleada como la cárcel más temida de los cinco territorios. Las celdas más terribles eran las del nivel más bajo, llamadas la gruta del diablo, donde eran encerrados los caballeros del dios An o cualquier mago con un collar de oro que bloqueaba sus poderes. La desesperación los consumía poco a poco y los volvía locos. Sin embargo, en una noche de luna llena hubo algo diferente. Los soldados corren de un lugar a otro aterrorizados, pues temen que “algo o alguien” hubiera escapado de la gruta del diablo. Varios soldados de elite portando sus mosquetes se aproximaron formando una línea de fuego aunque en realidad no podían ver mucho. Entonces la silueta de un hombre emergió, sus ropas no eran más que harapos comidos por las polillas, su cabello hirsuto y largo se encontraba amontonado en mechones duros debido a que no se habían lavado en años, y su barba le llegaba a su pecho. Alrededor de su cuello se encontraba un collar metálico, pero había algo extraño, pues no brillaba con el destello del oro, sino con el del púrpura. El oficial sacó su sable, pero se quedó pálido al darse cuenta de que el prisionero ponía sus ojos en el, esa mirada delataba algo, no se había vuelto loco. –Es un arma interesante la que tienes allí, un sable con el emblema de la familia Suvorov, ¿no es así? Sin embargo es una peca que lo empuñe alguien con un pulso tan poco firme. –¡Fuego! – gritó el oficial, y acto seguido todos los soldados apretaron sus gatillos, una docena de explosiones retumbaron en aquel oscuro pasillo, mientras que la luz de las lámparas era ocultada por una gran cantidad de polvo. Tuvieron que esperar una gran cantidad de tiempo para que los vapores de la pólvora de disiparan. Entonces todos quedaron atónitos, ningún proyectil había logrado herirle de gravedad, tan solo uno lo había rozado en el hombro, ocasionándole una quemadura leve. –Ciertamente es algo decepcionante, pensé que a estas alturas ya sería un poco más fuerte – dijo el prisionero más para sí mismo que para los soldados –si se encuentran preguntándose que sucede se los explicaré, los proyectiles de plomo es menos magnético que el hierro, es por esto que no puedo manipular el movimiento de un proyectil de plomo de forma efectiva. –Recarguen – gritó el oficial fuera de sí, sabía perfectamente que se encontraban en una situación de vida o muerte, el collar de oro no estaba sufrimiento los poderes del prisionero, y a ese paso él los haría polvo en cualquier momento. –Soldados – dijo el ´prisionero ya de una forma más seria – todos ustedes son muy jóvenes, deben tener familias, madres, novias, esposas incluso diría que hijos – mientras decía esto, los soldados estaban aterrados, ponían la pólvora y la apretaban rápidamente con una larga varilla, luego tomaban un proyectil envuelto en papel con otros químicos y repetían el procedimiento. Sus rostros demostraban una enorme tensión, puyes sudaban profusamente. Algunos estaban tan aterrados que no podían hacer que la varilla ingresara al tubo de los mosquetes para apretar la carga. El prisionero se dio cuenta de que sería inútil tratar de razonar con ellos así que avanzó desarmado sobre el grupo de soldados. Cuando lo vieron avanzar, los hombres ya no podían hacer mucho, una patada en la nuca dejó inconsciente al primero, mientras que su mosquete quedaba en el aire. Los demás soldados se echaron atrás y algunos terminaron en el suelo de espaldas paralizados, mientras que otros cayeron de bruces tratando de escapar. El oficial se armó de valor e intentó atacar, pero el prisionero tomó el mosquete en el aire y golpeó en el vientre al oficial. La cota de mallas que portaba de bajo del manto chirrió y fue lanzado contra la pared, soldado su espada. El prisionero arrojó el mosquete y tomó la espada en el aire y aproximó rápidamente su punta al cuello. –¿Sabes quién soy yo? –Prisionero 41269 condenado a la gruta del diablo por el pecado innombrable. El prisionero hundió la cuchilla de la espada en la piel de la garganta del oficial. –Te preguntaré nuevamente, ¿sabes quién soy yo? –Prisionero 41269 condenado a la gruta del diablo por el pecado innombrable. En eso se escucharon más hombres aproximarse. –Parece que no podré salir de aquí sin mancharme las manos. Tantas vidas valientes desperdiciadas por mi egoísta dese de volver a ver la luz del sol, la frialdad de la luna y la condena de esa sonrisa. ¿Crees que soy un monstruo? –Tú, cometiste el pecado innombrable. –Tienes razón – dijo el prisionero 41269 – pero he tomado un camino del cual no puedo arrepentirme. Entonces el soldado más valiente se levantó e intentó dispararle a quemarropa. Pero en un abrir y cerrar de ojos sus brazos se separaron del resto de su cuerpo por un corte limpio. Luego, el prisionero 41269 levantó la mano que tenía libre, y su palma comenzó a acumular partículas de luz. –Observa mi nueva magia, la llamo capsula de relámpagos. Dicho esto una esfera de energía eléctrica tomó forma sobre su palma y fue lanzada hacia la parte filan del pasillo, donde otro grupo de soldados ya había tomado posición para la línea de batalla. Múltiples explosiones se escucharon a través del laberinto de pasillos de la fortaleza de Arezzo, de un lugar a otro, sin que en realidad existiera patrón o sentido. Los soldados estaban nerviosos ya que venían heridos de todas partes, las heridas eran quemaduras o ataques al corazón por sobrecargas eléctricas corporales. Otros tenían heridas contundentes debido a esquiarlas o fragmentos de roca. A demás varios incendios se esparcían por todo el lugar, lo cual favorecía un caos general. Sin embargo había algo extraño, los demás prisioneros no causaban problemas, y la razón era simple. –Señor, el prisionero 41269 está matando a los prisioneros cada vez que avanza por una zona inhabilitando a los guardias – dijo uno de los soldados al comandante de la guardia. El comandante de la guardia era un hombre relativamente joven, su cabello era negro como la noche y relativamente largo. Se encontraba enfundado en una armadura de placas forjada en la fortaleza de An, por lo que se decía que tenía propiedades mágicas. En la cintura se encontraba un correaje que ataba a una espada larga de más de un metro en cuyo pomo se encontraba en escudo complejo, en el centro el emblema de Bakad, una espiral estilizada, dos alas, dos blasones, dos tigres guardianes y una corona de nobleza. El oficial se llevó la mano al entrecejo, sabía muy bien lo que significaba ese número –Maestro – dijo con afición. El prisionero 41269 avanzaba por uno de los pasillos externos de la fortaleza, estaba buscando una zona en el que un risco se acercara a la muralla lo suficientemente próxima como para saltar a los arboles sin matarse, sin embargo a quien se encontró de frente fue al jefe de la guardia. Ambos se miraron a los ojos, reconociéndose mutuamente. –Maestro – dijo el jefe de la guardia –no, usted ya no es mi maestro, mi maestro murió hace mucho tiempo, cuando fue tentado por su deseo y por la oscuridad, usted es un demonio que amenaza la paz de nuestro país. –¿Crees eso en verdad Nes? –Mi nombre es Nestor!, Nestor Critos de Diz hijo de Hemlont del clan Strados! El prisionero 41269 se llevó la mano a la barbulla – los nombres de los nobles son tan insoportablemente largos, eso fue lo que me jiste la primera vez que me dijiste tu nombre Nes. Nestor atacó, pero la velocidad del prisionero era mayor, manteniéndose a una distancia muy segura de su atacante. Sin embargo en un rápido movimiento el prisionero lanzó una pequeña capsula de electricidad al suelo, detonándolo, el orificio causado fue pisado por Nestor lo cual le hizo perder levemente el balance, lo suficiente como para quedar si defesa y recibir un puñetazo en la cara. El impacto fue amortiguado por su aura de batalla, pero aun así fue lo bastante fuerte como para aplastarle el tabique y derivarlo. No había duda de que el maestro aún conservaba su habilidad para el duelo. El puño que le había dado en la cara era solo una advertencia, pues cuando Nestor levantó el rostro observó como el prisionero tomaba una espada, la cual había sido rota a propósito. –Usted siempre prefirió la espadas cortas – dijo Nestor reincorporándose. –¿Crees que puedes derrotarme niño? – dijo el prisionero – yo soy un maestro de maestros, y además he encontrado un nuevo poder en aquel infierno al cual fui condenado por mi imprudencia. Nestor se opuso en posición de batalla. –Los relámpagos son muy útiles, son una técnica misericordiosa cuando aprendes a manipularlos – dijo el prisionero mirando la espada rota. Nestor atacó pero se encontró con un muro defensivo, esa era la técnica de la escuela Elvish, una de las técnicas de combate más antiguas del reino, la cual se basaba en emplear espadas cortas para defenderse con una mano, mientras que la otra se empleaba para atacar con un arma más pequeña o con magia. Ambos estaban igualados en técnica, los choques de espadas terminaron en tablas con un golpe que los hizo rebotar a ambos, pero en ese momento, el prisionero levantó su mano libre lanzando un relámpago que impactó de plano a Nestor. Nestor terminó en el suelo temblando, el impacto del rayo había penetrado su aura de batalla y afectado su sistema nervioso, no podía coordinar sus movimientos, y el sentido del tiempo se le alteró, poco después perdió poco a poco la conciencia a medida que veía como la fortaleza se incendiaba poco a poco.
Saludos. Leí el primer capítulo, bastante interesante he de decir. Ese conflicto entre tradición y modernidad toma formas muy interesantes si lo sabes manejar. En pocas líneas desarrollaste y explicaste bien a los personajes, sin forzarlos demasiado. Tienes un buen nivel técnico, exceptuando por fallas generales como estas: Revisa la estructura de tus diálogos, no es del todo correcta, puedes ver detalles en el punto 2.4 del artículo de la DPD. Los números deben de ir preferentemente en su manera textual, puedes ver detalles en el DPD. O en otras más específicas como estas: No entendí muy bien esto, o más bien, no entendí el uso de las comillas ahí, creo que quisiste poner paréntesis, de cualquier manera, te falta una coma luego de "en teoría". Aguas con ese espacio entre el guion y el inicio del texto, deben de ir pegados. Por otro lado: "hay" es diferente de "ahí". Muchos blogs lo explicarán mejor que yo, como este. Otra cosa muy particular: ¿hallas o hayas? En general fue una lectura agradable, espero luego poder pasarme a leer el resto. Nos estamos leyendo.
El genio –Precisión, exactitud, predictibilidad, confianza, en el mundo de la mecánica lo son todo – decía un joven que vestía el manto de los caballeros del dios An, un largo abrigo negro que le llegaba hasta las rodillas, y con un cuello cerrado, el cual tenía la marca de un engranaje, todos los bordes estaban tejidos con hilo de plata. Sus botas largas hasta la rodilla estaban remachadas con hierro en la punta. Debajo del abrigo había una camiseta de color gris y un collar de plata con una placa que llevaba su nombre, número de identificación y tipo de sangre. El chico era más bien delgado y su tez era de un castaño claro, lo cual lo distinguía como de sangre mestiza, familias de técnicos e ingenieros que provenían del ducado de Le Mans al este de la ciudad fortaleza de Venice. Sus ojos estaban cubiertos por unas gafas con lentes giratorios que le permitían poder concentrar su visión en algunos artilugios mecánicos realmente pequeños. Su cabello corto estaba impregnado de hollín y carbón. Se encontraba analizando una serie de artilugios que estaban prohibidos por ley en todo el reino de Bakad menos en aquel lugar, el interior de la gran torre de Eritros, el titán del fuego primigenio. La torre de Eritros era el núcleo más viejo y mejor fortificado de la fortaleza del dios An, donde los caballeros eran entrenados. La torre era masiva, construida como una medialuna esculpida en la montaña descendía hasta las raíces de la tierra misma, penetrando en el subsuelo varios niveles. Alrededor se desplegaba un sistema de muralla triple que daba a la zona de investigación mágica con las tres torres del dios An construidas cuando el reino de Bakad fue construido. Más allá un sistema de muralla simple daba a la sección de palacios de entrenamiento, o simplemente las barracas de los aprendices y los maestros. Finalmente la última línea de murallas que cerraba el gran complejo. La tecnología mágica solo podía ser estudiada en el interior de la torre de Eritros ya que allí no podía acceder ninguno de los sacerdotes de Nammu, ni siquiera la Gran Madre quien era la autoridad religiosa del reino, e incluso algunos especulaban que ni el rey tenía acceso allí. Solo el alto consejo de los tres magos antiguos y sus ayudantes podían prestar servicio en el interior de la torre de Eritros. –Joven amo René, se encuentra en las puertas el señor León de Quios – dijo uno de los técnicos ayudantes de forma respetuosa. –Dejándolo pasar, ¿que no sabéis que los fondos para todo esto los gira la gran clan de comerciantes y su padre es uno de sus miembros más influyentes? Las relaciones publicas serán algo muy importante cuando les demostremos a todos que nuestros instrumentos serán la base de un gran imperio – dijo el joven con una voz aguda pero limpia y una alegría sin par. René continuó trabajando durante casi una hora en un mecanismo que había diseñado expresamente para mostrárselo a Leo. –¡Hey!, cuatrojos, ¡tiempo sin vernos! – dijo Leo ingresando al lugar, la sala era bastante grande, aunque se encontraba atestada de toda clase de maquinaria, así como fragmentos de rocas mágicas refinadas y también en bruto. –A diferencia de los cobardes, los genios como yo tenemos trabajo que hacer – repuso René cambiando la lente de sus gafas a una que le permitiera ver claramente a distancias normales – ¿acaso no era eso lo que deseabas? Acepté esta encomienda solo porque tú me apoyaste. –Es porque esto es el futuro – contestó Leo tomando una pieza de mosquete, parecía la guarda y el mecanismo de acción, pero se veía muy diferente, poseía una pieza mecánica que conectaba al gatillo y el martillo con una pieza giratoria o retráctil con varios resortes. –Si esto es el futuro, entonces no será muy bonito – repuso René observando que, después de todo, la mayor parte de instrumentos allí depositados eran armas. Leo suspiro con algo de remordimiento, era la verdad, pero aun así eran necesarias. –Hay guerra – dijo Leo –¿Y eso qué? – repuso René caminando hacia una sala contigua y haciéndole señas a Leo para que lo siguiera. –Pues que no tiene sentido – dijo Leo. –Y ¿Qué guerra tiene sentido? – contestó René. –¿Vuelves con tus tonterías de filósofos moralista? – repuso Leo con algo de molestia, mientras sus ojos se acostumbraban a la luz de la nueva sala, era mucho más pequeña y se encontraba atiborrada con dos cosas, relojes mecánicos y armaduras, aunque parecían estar diseñadas para gigantes, la mayoría tenía más de tres metros de altura. –¿Has visto alguna vez la guerra amigo mío? – repuso René – yo sí, y solo fue una batalla, la escaramuza del incidente de Le Mans, mi padre me dijo que ir a ver como apoyábamos a nuestros aliados en una misión punitiva sobre ciertas tribus de cazadores que habían incursionado indebidamente en los territorios de Limoges me harían más fuerte – René paso saliva por la garganta e hizo un gran esfuerzo por no llorar – jamás olvidaré los gritos de temor y odio de las mujeres siendo masacradas por nuestros soldados, los niños siendo quemados vivos (…) esa es la guerra. –Esa no es la guerra – repuso Leo. –Esa es precisamente la guerra – respondió René. –¿Entonces porque? – preguntó Leo. –Los lobos solo atacan a los débiles, enfermos o a las crías – repuso René – pero si saben que estás en tu plenitud huirán como conejos con el rabo entre las patas. Las armas que le daré a este reino servirán para que nadie se atreva amenazar nuestra paz, no habrá masacres si saben que solo pueden rendirse o escapar. Ahora observa. René le mostró el fragmento del brazo de una armadura, pero era muy grande y estaba articulado con fragmentos metálicos y unas cuantas articulaciones – esto será el futuro – dijo René poniendo su mano derecha en el interior de una sección ergonómicamente dispuesta, era como un guantelete, pero más grande. –¿Y que se supone que es? – preguntó Leo. René expandió su aura de batalla y los mecanismos alrededor de su mano comenzaron a moverse. Habían varios fragmentos de cristal que comenzaron brillar proyectando líneas de luz de color rojo que formaron una especie de hilos invisibles. Entonces cuando René movió su dedo índice, el resto del guantelete más grande también lo hizo. –Es un prototipo para un brazo de grúa – dijo René – lo diseñé para acelerar la construcción del Pegasus, pero posee potencial en aplicaciones prácticas. –Déjame usarlo – dijo Leo de forma impulsiva. –Espera, ¡aún hay una falla! – pero antes de que René terminara de decir esas palabras Leo ya tenía su mano enfundada en el gran guantelete. Al expandir su aura las gemas reaccionaron vibrado de forma diferente, y en lugar de las líneas de luz rojas, lo que emergieron de ellas fueron varios rayos de plasma eléctrico que sobrecargaron el brazo y … BANG. Los dos terminaron en el suelo con la cara llena de tizne negro. Las piezas del guantelete quedaron desperdigadas y rotas, algunas incluso imantadas debido a la magnetización que provocó la descarga eléctrica. –Las gemas reaccionan dependiendo del tipo de bendición celestial que tienes – dijo Rene – el circuito solo funciona bien en las personas que como yo, no hemos sido bendecidos por el cielo con algún elemento primordial. –De lujo – dijo Leo sin escuchar a la perorata técnica de René. –Cabeza hueca – repuso René, y poco después ambos estallaron en carcajadas.
El bárbaro y la mecánica “No entiendo que hago marchando, el suicidio no es el camino de la tribu de Hakons. Por décadas vivimos en paz con los cobardes Granjeros de Bakad, de hecho mi padre tenía mi edad la última vez que marchamos a la gran montaña de Gleos”. El muchacho se encontraba en medio de una interminable fila de hombres, todos estaban vestidos con trajes de cuero finamente elaborados, algo que muchos hombres de Bakad ignorara convenientemente, pues en sus cuentos veían a los habitantes del bosque de Adravia como salvajes con pieles de lobos en sus cabezas y taparrabos de pieles sin curtir. Los cazadores del bosque de Adravia veían sus arcos de caza como sagrados, por lo que en muy raras ocasiones los usaban para cazar humanos en la guerra. En lugar de eso iban a la guerra con las hachas que empleaban para construir sus hogares en lo profundo de los bosques, y la mayoría estaban protegidos solo con un escudo circular de madera. Solo los líderes de las aldeas o Jarls iban a la guerra con una cota de mallas delgada debajo de sus mantos de cuero. Algunos hombres se pintaban el rostro, pero eso solo lo hacían los miembros de las tribus de más al norte. “¿Mi nombre?, acaso eso importa?, en el momento en que los jinetes de Furusacos unificaron las cuatro tribus guerreas del norte del bosque de Adravia me transformé en solo un soldado, al igual que mi padre, mis hermanos y mis amigos. Todos marchamos a una guerra que no nos interesa” El joven soldado estaba resentido, la tribu de los Hakons había sido enviada a conquistar el poblado fronterizo de Tinghina, una aldea fortificada que se dedicaba a intercambiar bienes del bosque comprados a los Hakons, por instrumentos y productos artesanales venidos de Bakad, lo cual incluía algunos rifles que eran enviados a los Jarls. –Sobrino, no te aflijas, por fin podremos aplastar a aquellos que han roto el pacto con la diosa – dijo uno de los hombres que marchaba junto al joven soldado. Estaba armado de forma similar, un escudo redondo y un hacha de batalla. “Mi tío Ognda es un fanático de la gran religión de Nammu y del pacto con la tierra. Por siglos nuestras tribus que viven como uno con la tierra bajo la protección de la diosa Nammu hemos visto con malos ojos lo que han hecho los bakadianos con el suelo. Por muchos siglos nuestros druidas han dado sermones y sermones a cerca de lo maléfica que es su práctica de cultivar la tierra. Evidentemente no todos nos tragamos por completo esa historia, pero para personas como mi tío, la unificación de las tribus de Adravia era una señal divina de que la diosa nos había dado el poder para equilibrio al ciclo de la vida. –Argdas, ¿Por qué siempre te la pasas pensando tanto?, deberías vivir la alegría de que el equilibrio del ciclo de la vida será restaurado. –Tío – contestó Argdas mientras observaba como los ejércitos unificados de las cuatro tribus se organizaban en grandes conglomerados. La tribu de Wallis del este, ataviados con plumas rojas de furusacos salvajes. La tribu de Sduens con escudos mucho más grandes y armados con espadas de tamaño mediano de hierro. La tribu de Diftlos, eran expertos en escalar montañas con ganchos y cuerdas. Y él se encontraba comandando una sección de la tribu de los Hakons, los mas numerosos. Juntos acumulaban un ejército de casi catorce mil hombres – ¿haremos en Bakad lo mismo que hicimos en Tighia? –Haremos mucho más sobrino, mucho más. Sara era una huérfana que había vivido toda su vida a la sombra de la gran fortaleza de Gleos. Durante sus primeros años vivió en una de las pequeñas grandes cerca a la fortaleza, pero debido a la agudeza de su mente fue enviada a la escuela de ingenieros. Allí fue luego puesta a cargo de uno de los nuevos prototipos de defensa táctica de la fortaleza de Gleos. El cañón Balaena X-001, un prototipo secreto fabricado por ingenieros de la fortaleza, se decía que podía montar varios tipos de proyectiles y tenía un alcance de casi mil metros; tenía el tamaño de un árbol grande. La misión de Sara era simple, mantener el sistema hidráulico para enfriar el cañón después de cada ronda, y en combate reportar los valores de presión. El cañón se había terminado hacía no más un par de semanas y no había sido disparado nunca, al igual que las cuatro unidades restantes a lo largo de la muralla externa de la fortaleza. Muchos pensaban que no podrían disparar algo tan complejo, pero la general Anastasia había tenido fe en aquella arma desde el principio. De pronto se escucharon los cuernos, una horda de barbaros avanzaba desde el este enarbolando los estandartes de las cuatro tribus principales del bosque de Adravia. –Maestro, ¿Qué sucede? – preguntó Sara mientras salía de un pequeño huevo en una de las murallas llena de aceite. –La guerra mi niña – contestó el maestro armero mientras veía el largo cañón de batalla listo para enfrentar su prueba de fuego. Anastasia se encontraba ataviada con su armadura de placas azul, su largo cabello dorado recogido en una trenza apretada se movía al son del viento cálido del norte, y en frente suyo una enorme masa de hombres listos para invadir. La fortaleza de Gleos contaba con unos siete mil efectivos, y con otros doscientos hombres y mujeres no combatientes, la mayoría ingenieros o siervos que se encargaban de la limpieza. De los efectivos cinco mil eran tropas regulares altamente entrenadas pertenecientes al segundo batallón del segundo cuerpo de operaciones regulares del ejército de Bakad. Los otros dos mil eran un batallón de arqueros mercenarios. Las tropas regulares estaban armadas con el mosquete estándar del ejército llamado Gauf 756 de calibre 15. El arma disparaba proyectiles de plomo de alto poder de penetración a cortas distancias. La mayoría de los soldados que recibían un impacto directo morían o eran heridos de gravedad. También llevaban una espada de bronce corta llamada cifos y una bayoneta que podía ser acoplada a la punta del mosquete para convertirlo en una lanza improvisada. Los arqueros estaban equipados por un arco corto de caería, que adquiría un valor muy grande debido a la gran altura de las murallas de Gleos. También estaban armados con un cifos y una daga en casos de combate cercano. Argdas había pensado que las murallas del poblado de Tighia eran altas, después de todo allí había visto morir a la mayor parte de los hombres de su familia, pero cuando vio las murallas de Gleos quedó estupefacto. Toda su vida su abuelo le había contado sobre los muros semejantes a una montaña que rodeaban un palacio al borde de la montaña, tan altos que ni siquiera los hombres de Diftlos podían escalarlos con facilidad. Sin embargo el comandante Andrei había venido preparado. Por semanas habían talado arboles del bosque de Adravia para construir unas poderosas torres de asedio que luego habían sido cubiertas con trozos de cuero sin curtir y láminas de bronce. Arrastrar las torres no había sido fácil, aun en la gran planicie que separaba al bosque de Adravia con la fortaleza de Gleos. Las torres fueron ocultadas durante los primeros días de la batalla. Argdas observó cómo los clanes más debilitados eran lanzados contra las murallas armados solo con sus escudos y endebles escaleras, mientras que eran recibidos por una lluvia de dardos y fuego. De ciertas secciones de la muralla se abrieron cinco troneras, y de cada una surgió un cilindro metálico enorme. Estos vomitaban fuego, y este caía como si se tratara el un hechizo de un dios sobre los hombres incinerándolos en una explosión incandescente. Clanes completos eran aniquilados, pero aun así seguían avanzando, tratando de escalar la muralla. Finalmente los cañones pararon de disparar, Andrei asumió que ya no tenían más proyectiles y ordenó empujar las torres de asedio a las murallas. El clan de Argdas estaba encargado de avanzar tyras la primera torre. A medida que marchaban con los escudos en la cabeza veían como sus camaradas eran aplastados por rocas lanzadas desde lo alto, dardos que atravesaban cuellos, piernas, cabezas y espaldas. Aceite hirviendo que sometía a un sufrimiento inmenso. Pero igual seguían marchando, pues ese era su deber como soldados. Entonces Argdas observó al Jarl de su tribu, un hombre corpulento, de casi dos metros de altura, cubierto con una cota de mallas y un yelmo, su escudo era como un muro, y su hacha podía atravesar cualquier escudo, y arriba en la muralla pudo ver como un escuadrón de tiradores de Gleos se agrupaban, disparando al unísono, las piedras de plomo lo bañaron. Muchas rebotaron con chispas de fuego, pero las ultimas penetraron en sus hombros y espalda, sometiéndolo, y finalmente acabado con su vida. Entonces había llegado la hora de subir por la torre. Los cargadores de la torre estaban casi todos muertos. Argdas observó para atrás y solo pudo ver un largo camino de cadáveres. Las escaleras eran oscuras y amplificaban los gritos de batalla, además hacia una insoportable cantidad de calor, debido a aceite hirviendo que era vertido desde arriba, y al fuego. Junto con los soldados ascendían aguadores con baldes para aliviar los incendios y evitar que la torre colapsara. Finalmente llegaron a la cámara de asedio, allí esperaron a que el pelotón estuviera listo. Al lado de Argdas se colocó su tío empuñando el hacha de batalla. Todos reían y sudaban, de codeaban unos a otros por ver quien traía más cabezas al final del día. Pero cuando la puerta cayó lo que se encontraron fue un pelotón de tiradores posicionados en cuatro filas, la primera acostada contra el suelo, la segunda de rodillas la tercera de pie con los rifles listos para disparar y la última en retaguardia en posición de espera. Las primeras tres filas dispararon al unísono, lo cual dispersó una gran cantidad de humo blanco. Argdas sintió un quemón en el hombro, al mismo tiempo que veía a su tío interponerse entre la lluvia de plomo y su sobrino. Los proyectiles penetraron su torso, pero eso no lo detuvo, con su escudo roto cubrió a Argdas y lo empujó para atrás junto con otros guerreros que habían quedado estupefactos. Al mismo tiempo más guerreros asedian por la escalera, pero era tarde. La cuarta fila había tomado posiciones. Argdas sentía que la cabeza de daba vueltas, mientras dos de sus hombres lo bajaban por la torre. Lo último que sintió o escuchó fue el estruendo de la segunda torre de asedio colapsar debido a que su estructura fue debilitada por el fuego. –¡Mi señor! – gritó Sara mientras salía de uno de los huecos con una llave de mecánico – hemos desviado los canales de irrigación del cañón tres y el dos, podremos disparar la última ronda en poco tiempo. El maestro armero ordenó preparar un proyectil de penetración, una enorme esfera de hierro sólida capaz de atravesar cualquier cosa. Tercera torre de asedio y había sido colocada justo en frente de su tronera, aunque no se habían dado cuenta debido a que estaba cerrada. –¡Habrán la tronera! – gritó el maestro armero, y la boca del cañón balaena quedó justo en frente de la estructura frontal de la torre, que chorreaba aceite envuelto en llamas, sangre y restos de miembros mutilados por el combate arriba. Destruir esa torre era vital ya que los barbaros había logrado emplearla como punto de llegada. Las fuerzas de defensa habían sido repelidas. El cañón bramó como un dragón del cielo exterior, mientras la torre era partida a la mitad como por un trueno. Al mismo tiempo, la tronera era cerrada para evitar que se convirtiera en un punto de acceso para el asedio. El proyectil voló poco terminando justo en el centro de la formación de los barbaros, que vieron como su última torre de asedio colapsaba en un instante dejando solos a sus hombres en la muralla. El punto de quiebre sucedió cuando todos vieron como la Muerte Blanca emergía de en medio de sus tropas, los soldados de la tribu Hakon sintieron una gran cantidad de frio. Los soldados salieron despavoridos hacia las torres. –Ríndanse – dijo Anastasia – ríndanse y vivirán, enfréntenme y morirán. Todos menos un soldado se lanzaron contra ella. Ese soldado pudo observar como una briza emergía de ella llena de motas brillantes como si se tratara de polvo hecho de diamantes. Poco después los gritos de batalla de sus hermanos se ocultaron, y fueron derribados mientras que sus pieles se tornaban de un azul cianótico. Aquel soldado vio en Anastasia a una valquiria de sus mitos, una doncella guerrera, fría y poderosa, y se arrodilló llorando, se arrodilló ante ella como si se tratara de una diosa. Al final de casi una semana de asedio, de los catorce mil solo quedaban poco más de seis mil hombres sanos, los demás estaban muertos o heridos. Andrei observó la situación con calma. –Bueno, era algo calculado – dijo Andrei mientras montaba su furusacos a los Jarls restantes – retirémonos al bosque, ya se nos presentarán más oportunidades, una vez removamos a la dama blanca de aquel lugar.
Asignación Leo se encontraba en el cuadrilátero, era su tercera prueba de aptitud física en combate directo, si aprobaba entonces sería asignado a un escuadrón de nobles guerreros como oficial, o aun si tenía mala suerte, sería asignado como capitán a una tropa de soldados profesionales con un alto nivel de entrenamiento. Y sin embargo. El contrincante de Leo era Mender, un joven larguirucho pero orgulloso de pertenecer a la rama principal del clan Argeos, uno de los cuatro clanes más nobles del reino de Bakad. Mender despreciaba a Leo debido a que unos años atrás en una pelea Leo le había roto una pierna y por eso tuvo que aplazar su entrenamiento un año completo. Mender portaba una lanza de barra de bronce especialmente diseñada para el combate cercano, había entrenado por meses para enfrentarse a Leo. Sin embargo ahora que se encontraba frente al sentía algo diferente, el Leo que el recordaba era una criatura sínica, violenta y emocional, el personaje que se encontraba ahora frente a él tenía un rostro altamente empático, una sonrisa agradable y lo más importante, un aura de batalla que no transmitía ningún impulso de violencia, era como si no estuviera allí. Mender lanzó un grito de batalla y avanzó con su lanza, el primer embate lo hizo al cuello de Leo quién no hizo nada para defenderse, así que en el último instante Mender desvió la lanza logrando rozar el cuello de Leo. Al ver esto, Mender retrocedió rápidamente. –¿Que te sucede? –gritó Mender molesto –¡casi te mato! ¡Expande tu aura de batalla o podrías salir herido! –¿Es verdad eso? –se preguntó Leo con una voz suave, melodiosa y hasta poética, de hecho sus palabras no estaban dirigidas únicamente a Mender, sino también a todos y cada uno de los cadetes que observaban aquel combate simulado –te detuviste aun cuando pensabas que estaba dispuesto a defenderme. No tienes un instinto asesino, no estás dispuesto a tomar la vida de un contrincante. –¡Esta no es una batalla real! –contestó Mender. –Ese es mi punto –repuso Leo mirando a los jueces –he sabido que muchos de los mejores duelistas se orinan del pánico al ver a un guerrero druida del bosque de Adravia, no saben qué hacer debido a que siempre enfrentan estos combates de juego. Una batalla es o no es. Mender perdió la paciencia y atacó a Leo con el lado romo de su lanza golpeándolo violentamente en el vientre, luego dio un giro rápido y con el plano de la vara le golpeó en el peco lanzándolo a valor unos tres metros fuera del cuadrilátero. La batalla había terminado, Mender había ganado, pero de una u otra forma se sentía mas frustrado que antes. –Una vez conocí a un León, una bestia sedienta de sangre que solo se interesaba por la gloria, pero era honesto en eso, incluso casi me arranca la pierna una vez que lo reté a un duelo –repuso Mender poniéndose en posición de descanso, observando a Leo con desprecio absoluto –lo odié por eso, pero ahora me doy cuenta de que así lo prefiero, al menos en ese entonces aunque no tuviera el apellido de un noble, tenía la actitud de uno –dicho esto, Mender dio media vuelta y se retiró. Un hombre en las sombras se encontraba observando todo. –Ese es el hombre del que le había hablado mi señor Vladimir –dijo uno de los burócratas de la fortaleza, el encargado de registrar estadísticamente el progreso y habilidades de los estudiantes. –No es un noble ni siquiera –dijo Vladimir –sería demasiado evidente enviarlo a él solo, pero por lo menos no perderemos a nadie realmente valioso –luego se dirigió al burócrata –en el informe que envíes de este mocoso dirás que es un excelente combatiente, y un gran estratega. –Eso solo fue verdad durante su primer año –dijo el burócrata. –Pues envía el informe como si hubiera mantenido ese ritmo todos estos años – contestó Vladimir – la misión que tenemos en puertas no debe lograrse, y debemos perder a las partes menos valiosas de nuestros guerreros An. El burócrata se inclinó asintiendo sin rechistar más. Unos días más tarde. Alcine se encontraba contrariada “como de costumbre”. –¿A qué te refieres que te han asignado una misión? –preguntó Alcine. –Ya hermanita querida – contestó Leo mientras se encontraba recostado en su colina sin hacer mucho. –¡Eres un tonto! –gritó ella – debe haber un error, ¡solo aquellos que aprueban los criterios de un duelo son los que pueden ser elegidos para liderar misiones fuera de las fronteras de Bakad! –Las órdenes son las órdenes –contestó Leo. –¡Es peligroso! –increpó Alcine acercando su rostro a Leo, sus ojos brillantes y castaños estaban a punto de romper en llanto. –¿Te sucede algo? – repuso Leo dándose cuenta de que el comportamiento de Alcine era particularmente diferente aquella tarde. –Así que aquí están los tortolos – dijo René acercándose a aquella colina con una lonchera de metal. Alcine se levantó sonrojada sin saber qué hacer, mientras que Leo rompió en carcajadas casi hasta el punto de perder el control sobre sus esfínteres urinarios. –¡Cómo crees! ¿Yo? ¿Con ella? Ya te dije, ¡que ella sería mi hermana después de aquel incidente! –dijo Leo con gran confianza, su mirada estaba llena de energía, lo cual se había hecho muy raro en su expresión durante al menos los últimos cuatro años. –Tiempo sin verte lleno de energía – dijo René lanzando la lonchera. Leo la abrió con gran emoción, y su expectativa no se vio desperdiciada, se trataban de lomos de truchas del lago de Quíos, el pez más sabroso de todo Bakad, especialmente debido a que sus espinas se hacían quebradizas al fritarlo o asarlo, por lo que no perdías mucho tiempo evadiéndolas al comerlo. René observó a Alcine y su rostro también se hizo sombrío. –¿Sucede algo Alcine? – preguntó Leo. –Estoy bien – refunfuñó ella retirándose del lugar con actitud impotente. –Y ahora ¿yo que le hice? –repuso Leo – no está en “esos días”, acabo de revisar el calendario. René observó a Leo con una expresión de asco. –No me imaginé que fueras tan cercano a ella – –Lo sé – contestó Leo con actitud orgullosa – ella es mi hermana y debo saber de ella para poder protegerla. –Realmente no se puede hablar con tigo pedazo de Animal Insensible –repuso René, pero inmediatamente puso una actitud más seria – ella está preocupada por ti. –No tiene por qué hacerlo – contestó Leo. –Está muy sensible por lo que le sucedió a su hermano mayor – dijo René observando el cielo. –¿Su hermano?, ¿te refieres al estirado de Nestor? – preguntó Leo mientras terminaba de tragar el último lomo. –Al parecer un criminal muy peligroso escapó de la prisión de Arezzo y lo hirió de gravedad – repuso René, y luego mirando a Leo continuó – ella teme que te pase algo similar. –Nadie escapa de ese lugar – contestó Leo – y conozco muy pocos que sean más fuertes que Nestor, solo un prisionero de la – y al pensar en esas palabras, la expresión de Leo cambió – solo un prisionero de la Gruta del Infierno tendría el nivel para poder enfrentar a Nestor. –El hombre que hirió a Nestor fue el prisionero número 41269, nuestro antiguo maestro, Tazio de Quios antiguo y último señor del clan maldito de Elvish. Al escuchar esas palabras, el rostro de Leo adquirió un tono duro e inflexible. Leo se levantó, mientras su sangre hervía a tal punto que René pudo sentir su aura de batalla sedienta de sangre. –¿Ese cobarde tuvo las agallas para escapar? – dijo Leo más a sí mismo, luego observó hacia las lejanas montañas Pelte al oriente. –Acabo de pedir licencia de un mes –dijo René. –¿Tu madre está enferma de nuevo? – preguntó Leo regresando a su actitud desenfadada como por arte de magia. René lo miró de soslayo, como si quisiera arrancarle los ojos, luego suspiró y le dio un puñetazo a la mejilla izquierda de Leo, derribándolo. –Alcine debe ir a ver a su hermano, por lo que no podría acompañarte en la misión a la cual serás asignado – dijo René – en su lugar iremos el Gordo y yo, nos aseguraremos que no le pase nada al juguete de Alcine, no queremos ver su rostro destrozado por la tristeza nuevamente.
La hermanas Una joven doncella se encuentra caminando por uno de los grandes pasillos de la gran fortaleza de Bakata, que es donde se encontraba el gran puerto de naves del cielo. En realidad se encontraba perdida y algo nerviosa, además de que debía moverse con la ayuda de una muleta, pues sus piernas parecían no ser muy fuertes. Entonces vio una silueta que se le hizo familiar, especialmente porque portaba un sable corto enfundado de forma horizontal a la altura de la cadera trasera. La muchacha avanzó tan rápido como pudo sin observar el resto de la vestimenta de aquel hombre que caminaba lentamente, y justo antes de estar a su alcance, perdió su muleta precipitándose al suelo. Milagrosamente el hombre miró hacia atrás y con un rápido movimiento la tomó en sus brazos. La muchacha quedó sonrojada de la vergüenza debido a que aquel era tan solo un muchacho, y no cualquier muchacho, portaba un uniforme de gala de caballero del dios An. El muchacho la observó a los ojos como si estuviera paralizado mientras su gorra de oficial caía en el suelo debido a un pequeño sobresalto, pues cuando intentó liberarla para que se pusiera de pie, la doncella no pudo sostenerse en pie –señorita, ¿se encuentra usted bien?. La doncella empezó a temblar de miedo, los caballeros del dios An eran conocidos por ser arrogantes y orgullosos, de hecho tenían permitido cortarle la mano a cualquier campesino que osara tocarlos sin permiso –lo que sucede –dijo ella con una voz suave pero entrecortada por el temblor –lo que sucede es que mis piernas están mal –al decir esto, ella posó su mirada en la muleta que había quedado en el suelo. El joven caballero suspiró con tranquilidad, pero entonces uno de los soldados que lo acompañaban increpó a la muchacha –campesina, ¿cómo se atreve a tocar a un caballero del dios An? –sin embargo, el joven caballero miró de reojo al soldado –no es para tanto soldado. Entonces otra doncella parecida pero aparentemente de mayor edad llegó gritando como una loca cargada de una gran cantidad de equipaje –Lía, ¡Lía! En el nombre de la gran madre, ¿Qué estás haciendo?, ¡muestra respeto! –la muchacha se veía completamente agitada, y al joven oficial le pareció impresionante que una persona con ningún entrenamiento pudiera moverse tan rápido. Uno de los soldados se interpuso –¡alto! –dijo el soldado levantando la mano, pero el joven oficial le llamó la atención, mientras que al mismo tiempo tomaba a Lía entre sus brazos para poder avanzar al lugar donde se encontraba la muleta –son mujeres, ¡y bastante bellas! Siempre es interesante poder hablar con las personas a las que debemos proteger –dicho esto, el joven dejó con gentileza a Lía en el suelo justo al alcance de su muleta, la tomó por los hombros y la ayudó a ponerse de pie. La muchacha que había sido detenida dejó en el suelo el equipaje pesado y se arrodilló frente al joven –mi señor, por favor no lastime a mi hermana, ella se está recuperando de una terrible enfermedad, se lo ruego en nombre de la gran madre Nammu. El joven oficial avanzó a donde su gorra se había caído –no hay problema – respondió el con una sonrisa en el rostro –soldado, lleve mi equipaje a la dirección acordada, me reportaré más tarde en el cuartel –el soldado asintió con el saludo militar, tomó el equipaje del oficial y se retiró –jóvenes damas, creo que me parece un poco peligroso que ustedes dos estén solas en este lugar, ¿nadie las está acompañando? –preguntó el joven oficial. La muchacha mayor observó a Lía abrazándola, luego miró al joven con algo más de seguridad, haciendo una negación con la cabeza –no, mi padre murió hace un mes, por eso tuvimos que viajar aquí para encontrarnos con nuestro abuelo, ya que en nuestro pueblo no quedaban más familiares –el oficial sintió pena por las muchachas, las calles de la ciudad de Bakata eran muy peligrosas para alguien que no estuviera acostumbrado a ellas –señoritas, permítanme acompañarlas hasta que lleguen con su familiar, dado lo que me han contado, no podría sentirme en paz con migo mismo sino lo hiciera de ese modo. Las dos muchachas se vieron la una a la otra, especialmente porque este tipo de comportamiento no era propio de los aristócratas que despreciaban a todos los que no fueran de su condición social, por otro lado, el ofrecimiento de un oficial era prácticamente una orden –aceptamos –dijo la hermana mayor –mi nombre es Dalia y esta es mi hermana Lía, venimos de un pequeño caserío al este del pueblo de Arezzo. El oficial tomó la mano de Dalia y la besó con cortesía –es un honor, pueden llamarme Leo. Dicho esto Leo acompañó a Dalia y a Lía a salir de la gran fortaleza. Por lo general la gente rica pagaba un sistema de carruajes que les evitaba tener que caminar a través del empedrado de las calles de Bakata, las cuales no eran para nada gratas a pesar de pertenecer a la ciudad más grande del mundo conocido. La mayor parte de la infraestructura nueva se había orientado a la organización de la gran fortaleza que servía como el puerto del mar y del cielo. Las calles y distritos urbanos de Bakata eran angostos, oscuros, y en su mayoría mal olientes. Esto se debía principalmente a que las calles habían sido diseñadas pensando en un pueblo pequeño, por lo que los desagües de aguas negras se encontraban centrados en canaletas en el centro de la calle a la intemperie. En un pueblo pequeño, las lluvias y la baja densidad de la población permitían que los desechos humanos se fueran rápidamente, pero en aquella ciudad se concentraban mucho, lo que ocasionalmente provocaba algunos brotes de disentería y cólera. Algunas calles que eran remodeladas después de algún incendio o por la compra por parte de algún hombre rico para mejorarles, eran reestructuradas con desagües subterráneos que daban al rio Lassa hacia el sur. Por el camino Leo, Dalia y Lía se encontraron a un grupo de soldados que estaban apostados en una de las esquinas jugando a los dados y un poco ebrios. Pero cuando ellos observaron el uniforme negro se pusieron firmes, aunque algo extrañados de que alguien de su posición se encontrara llevando en sus manos ese tipo de equipaje. Uno de los soldados se acercó –señor, ¿todo está en orden? –Leo suspiró con algo de molestia, y mirando al soldado con la vista entrecerrada se le acercó susurrándole al oído –haber mijo, ¿si las ve? no me dañe el asunto –entonces el soldado hizo una expresión de sobre-entendimiento, y agregó –señor, si nos da la orden, mis muchachos pueden colaborarles a usted y sus acompañantes, después de todo usted es un caballero del dios An. Leo aceptó la ayuda y todos continuaron caminando, aunque Dalia se sentía aun un poco incómoda por la gran cantidad de atención que estaba atrayendo. Tardaron al menos una hora en llegar al distrito en el que vivía el abuelo de las dos muchachas, y entonces ellas se detuvieron para ver un papel, aunque no parecían entenderlo muy bien. Leo lo tomó con permiso y comenzó a revisar una serie de placas son símbolos en ellas –Panadería Fantasía, 37 de la calle de Kurgal, Sur de Bakata, mmm, déjenme ver, ya veo –luego dirigiéndose a Lía y con una sonrisa en el rostro –creo que es esa de allá – dijo Leo señalando en el medio de la calle un edificio de tamaño mediano, de tres pisos de altura aunque algo destartalado por fuera, de hecho el aviso de la panadería decía “Pnderia antasia”. Las muchachas se abrazaron de la felicidad, aunque de un momento a otro Leo cambió la expresión de su rostro. Un suboficial y varios soldados estaban increpando al dueño de la panadería por no haber pagado oportunamente los impuestos y la comisión –viejo, sabes muy bien que este barrio es peligroso, te has atrasado con los impuestos –dijo el suboficial que apestaba a cigarrillo y alcohol, con una expresión de ladrón, -yo he pagado los impuestos de ley, ¿Por qué me piden más de lo que puedo dar? –respondió el anciano harto de las constantes exigencias de la milicia urbana del rey. El suboficial cambió su rostro y tomó al viejo por el cuello –señor Delios, ¿sabe usted lo peligrosa que se ha vuelto la ciudad en los últimos años?, a mis muchachos y a mí nos cuesta cubrir todos los rincones de este distrito, si no paga la cuota para el sostenimiento interno de la milicia no podré asegurar su seguridad, o la de sus clientes. En eso ingresó al lugar un oficial, aunque el suboficial pareció no prestarle atención. Continuó amenazando a Delios por unos dos minutos hasta que escuchó el llamado –¡OFICIAL EN EL ÁREA! –gritado a cuello en pecho por uno de sus subalternos, al instante todos menos él se quedaron en firmes. El suboficial no creía que se tratara realmente de un caballero del dios An, ¿Qué haría en un distrito tan pobre una persona tan importante?, pero cuando se dio cuenta de que el tejido de los bordes del abrigo negro eran de plata fina, el dejó libre al viejo Delios y se puso en firmes. El oficial observó el lugar, parecía que hubiera pasado un tornado, y algunos de los clientes estaban arrinconados por el miedo –el objeto de la creación de la milicia urbana fue a de ofrecer a la población de una ciudad muy grande un medio de protección contra la delincuencia común –dijo el oficial –pero, ¿Qué pasaría si la milicia pasara a convertirse en delincuencia? –el rostro del oficial era frio, y los soldados pasaron saliva –yo soy un oficial no comisionado aun, sin embargo tengo la autoridad necesaria para enviarlos a la fortaleza de Arezzo, o a la fortaleza de Gleos, estoy muy seguro de que todos ustedes han escuchado historias de la disciplina y los retos que se afrontan en esos lugares. Todos los soldados se pusieron pálidos. Entonces dos muchachas ingresaron al lugar, y al ver a su abuelo se llenaron de alegría, al igual que el viejo Delios, la familia se fundió en un abrazo que ignoraba la situación del local. Leo sonrió al ver esa imagen, pero inmediatamente puso un rostro duro –este local se encuentra ahora bajo mi protección, ¿entiende soldado? –el soldado asintió sin decir nada, mientras su rostro expresaba el temor que generaba aquel uniforme negro –si algo le llega a pasar a este local, lo haré responsable a usted y sus hombres –dicho esto, Leo le ordenó tanto a los soldados que lo habían acompañado, como a los que habían estado molestando a Delios que arreglaran el lugar, y en su siguiente día de descanso, reparar las instalaciones de la Panadería Fantasía. Delios se comportó muy hospitalario con Leo, dándole de comer su mejor pan, y era realmente bueno. Leo se impresionó mucho por la calidad del pan de Delios, después de todo, él había comido los que se decían eran los mejores panes de Bakad y ninguno se le acercaba a la artesanía de aquel anciano. Antes de marcharse, Leo le dejó un papel con un mensaje escrito al anciano y se retiró, no sin antes despedirse de las dos muchachas que lo habían guiado por aquel camino, el cual le había permitido conocer un aspecto más gris de su propia patria.
El soldado “Todos los días se repite la misma tortura, muy temprano antes de que el galo cante nuestro capitán se presenta en las literas y nos levanta a todos, gritando y gruñendo, replicando una y otra vez lo débiles que somos, lo frágiles, lo flacos de espíritu. Luego vamos a correr por las calles de Bakad atravesando los peores distritos, con el peor hedor posible. Después de eso marchamos al exterior de la ciudad y practicamos tiro con las aves y los conejos que podamos encontrar, pues de lo contrario no comemos, es una peste. Sin embargo después de eso viene sin duda alguna lo mejor del día, comemos lo que cazamos de forma grupal, y siempre hay algo que comer ya que después de todo el capitán nunca falla”. Estos eran los pensamientos de un joven soldado que se había enlistado en la milicia hacía unos pocos meses. Su rostro brillaba del sudor después de la jornada de la mañana mientras observaba el cadáver de un escuálido cuervo que le serviría de almuerzo. “aun si no hay comida de carne lo cual es raro si le debemos dar el crédito al capitán de darnos el mejor pan que hemos comido en nuestras vidas, aparentemente somos privilegiados en ese sentido, en los cuarteles dicen que el pan que traen en varias carretas a medio día es pagado de su propio bolsillo. Muchos de notros hablamos con él durante la comida y aprendemos muchas cosas” Entonces una joven doncella que se encontraba un poco coja se aproximó a el –soldado, soldado ¿tú eres el cabo Fabio de Lessa? –al ver a aquella doncella el joven soldado quedó atónito, su cabello era largo casi hasta la cintura y de un castaño claro que se asemejaba a la miel oscura, sus ojos eran casi amarillos como el ámbar pero más brillantes, y su piel tersa y brillante invitaban a la caricia –soldado, ¿me escucha? –prosiguió la muchacha con algo de molestia por la cara de tonto que hacia el soldado, hasta que este reaccionó con el codazo de un compañero. Los dos se miraron un instante y luego con una amplia sonrisa contestó –yo soy Fabio de Lessa, gusto en conocerla. La muchacha dio un suspiro y dijo –mi nombre es Lía y mi abuelo es el fabricante del pan que están comiendo, bueno él y nosotras porque mi hermana y yo le estamos ayudante –Lía se rió un instante de sí misma pues estaba un poco nerviosa –lo que sucede es que me gustaría poder hablar con su capitán. Fabio miró a sus compañeros y se levantó en el acto apoyándose en su rifle de combate, un arma de fuego que lanzaba perdigones de plomo de forma esférica empleando una pezcla alquímica en una recamara, era llamado Gauf 756 calibre 15. Fabio salió corriendo a donde se encontraba su capitán, y luego le hizo una señal a Lía. El capitán al verla se levantó con gran cortesía, asegurándose de que los hombres a su alrededor no la molestaran –mi señor Leo, ha pasado tiempo sin poder verlo, espero que nuestros productos hayan satisfecho sus necesidades –dijo Lía haciendo una profunda reverencia, mientras que Leo de forma algo briza le sonrió mientras tenia uno de esos panes en la boca –si –dijo Leo tragándose la hogaza con algo de esfuerzo, casi que atragantándose, por lo que tuvo que tomar un sorbo de cerveza lo más rápido que pudo –siempre es una delicia alimentarme de lo que hacen sus bellas manos señorita Lía, pero cuénteme, que la trae a mi presencia?. Lía se sentó sonriendo por el acto tan desenfadado de Leo –mi abuelo le envía sus saludos y ha decidido aceptar su propuesta, le venderá a su compañía el secreto de la mezcla para crear nuestro producto –dijo ella, entonces Leo saltó de alegría abrazándola como si se tratara de su novia –es una excelente noticia, siempre es bueno saber que los negocios mejorarán a cada paso, pero recuerda que eso no significa que se quedarán sin trabajo, por el contrario, estas lindas manos deben entrenarse para hacer mejores creaciones, eso nos asegurará mejores vendas a todo lo largo y ancho de Bakad. Lía apenas si podía entender el comportamiento de Leo, al igual que muchos de los soldados a su alrededor. “El capitán se comporta más como un mercader que como un noble, una semana después de llegar y asumir la comisión de oficiar ya tenía una red comercial tanto legal como clandestina de comercio, muchos de nosotros hemos podido obtener algunas herramientas para nuestras familias así como otros favores, en lo personal no me gusta ese modo de ganarse nuestra lealtad, algo así debe ganarse en el campo de batalla, no se compra”. Fabio siempre se molestaba con el modo tan amigable con que el capitán se comportaba con lía, aunque esa fuera la primera vez en casi dos meses que pudo dirigirle la palabra, al principio le llamó la atención que ella llegara a los cuartales o al campo de descanso en muletas, siempre con tanta energía y alegría. “El hijo del mercader, la primera vez que lo vi no pensé que fuera de este modo, según , los rumores se trataba de un oficial perezoso que nos haría entrenar levemente mientras se divertía con las mujerzuelas con los demás oficiales, pero resulto ser todo lo contrario. A pesar de comprarnos uno a uno debo admitir que está en buena forma… en serio, mucho mejor que lo que estoy yo, si nosotros corremos 100 metros el corre 200, si llevamos a cuestas 20 kilos el lleva 40, el sale primero y llega al último. Es difícil decir que no somos capaces en su presencia, ¿Quién soy yo comparado con un noble rico como el?”. Leo despidió a Lía con gran cortesía, una carta para su abuelo y un regalo personal, se trataba de una cadena de oro con el símbolo de Nammu, la diosa protectora de las cosechas del continente de Nam. “Si tu comandante está interesado en ella, ¿Qué oportunidad tienes tú? Lo que me duele es que la va a usar por diversión, ¡maldición! no tengo el dinero para comprarle un collar como ese, ¡maldición!” Leo entonces le dijo a Fabio –reúne a los cabos y al sargento, debemos hablar de la misión que nos ha sido adjudicada. Fabio realizó el saludo militar y salió corriendo como alma que lleva el diablo. Poco después todos los hombres estuvieron formados de forma perfecta, se trataba de un batallón de soldados recién reclutados, su único entrenamiento había sido los dos meses con Leo. Muchos provenían de las fronteras exteriores de Bakad, como los bosques al sur del rio Ponde en Lassa o al este en Adravia. Leo procedió a posicionarse en una colina alta –soldados, mi asignación a este batallón tiene un único significado y es la de ejecutar una misión de suma importancia, pero esta solo será revelada a los hombres que sean elegidos. Esta misión debe ser realizada por 100 hombres, así que para hacerlo deberán pasar al frente solo aquel que respondan afirmativamente a mis preguntas. La primera es, quien está dispuesto a seguirme hasta la muerte y a compartir el lodo y la sangre a mi lado ¡¿por el bien de proteger a la gran madre?! ¿Proteger a la gran madre? Todos se vieron al rostro, pero un instante después, el batallón completo dio un paso adelante. Leo observó esto con orgullo –bien, me enorgullecen, ahora, de entre todos ustedes, pasen adelante solo los que provienen de los bosques de Lassa y Adravia. Salieron al frente cerca de 400 hombres, todos hombres delgados con piel seca y un poco oscura. Leo los vio con optimismo –de ustedes, pase al frente quien hubiese cazado en el bosque o vivido en el sin demasiado apoyo por más de una semana, que tenga experiencia como rastreador o cazador. Dicho esto, cerca de 120 hombres pasaron al frente, entre los que se encontraba Fabio –sargento –dijo Leo con gran seguridad –organice a estos hombres, partimos en ocho días al amanecer, que se preparen para vivir más de un mes en el bosque de Adravia. El sargento se aproximó a Leo y realizando el saludo militar procedió a obedecer sus órdenes.
Contratistas militares La risa de un genio se repetía en un eco tétrico a lo largo de los pasillos de la gran fortaleza de An –¡por fin pudo resolverlo! –René se encontraba en el interior de un golem hecho de ligamentos de metal y un material flexible de color negro que se obtenía de árboles del bosque negro llamado Hevea. Los ligamentos se organizaban en torno a una serie de esferas de cristal transparente mientras que una enorme caja se encontraba como si fuera una maleta en su espalda consumiendo grandes cantidades de carbón. La figura completa de unos tres metros se asemejaba a un soldado, con manos y pies, o mejor dicho como a un hombre despellejado al que se le pueden ver los músculos. Uno de los ayudantes de René se agacho desde un pasillo metálico diciendo –la caldera del motor está llegando a su límite ¡señor! –René detuvo la activación de aquel extraño muñeco de metal y caucho –eso lo decide todo, debemos crear un nuevo motor de vapor si queremos que este bebe tenga suficiente potencia para la batalla. Al decir esas palabras todos los ayudantes se quedaron callados, pedir eso era un anatema –señor, la gran madre nos pidió no avanzar en la tecnología de los motores de vapor –René hizo una mueca de molestia, mientras se cruzó de brazos pensando en la situación –este es el interior de la gran fortaleza del dios An, ¿entienden eso?, los servidores de Nammu y sus tradiciones no tienen cabida aquí, o ¿qué creen que hacemos construyendo al Pegasus, o todas esas armas nuevas? En eso llegó un mensajero –mi señor, ha llegado un mensaje de la señorita Alcine, lo espera en una hora en el patio F –René observó algo molesto –¡hey! ¡Estoy haciendo historia aquí!, en fin, si no voy Alcine podría cortarme los bajos en cualquier momento –René cerro sus piernas como tratando de proteger su ingle ante tal pensamiento, mientras un corrientoso frio le atravesaba la espalda –seguro que tiene que ver con el “tonto”. Una hora más tarde René se encontraba esperando –hey ¡cuatro ojos, tiempo sin verte! –Dijo una voz profunda y algo ronca, una muy conocida por René –no esperaba verte gordito –respondió René mientras se ponía en frente de su compañero, a quien llamaban el Gordo. Era un hombre alto, de casi un metro con noventa y una compleción poderosa, de brazos grandes y espalda ancha, si René quisiera ahorcarlo, probablemente sus manos no podrían cerrarse sobre esa garganta. De todos los amigos de Leo, el Gordo había sido el primero en aprobar las pruebas de aptitud física y puesto al mando de una unidad de caballería de élite, aunque no le gustó tener esa responsabilidad, durante el último año se había desempeñado como un contratista militar, sirviendo bajo el mando de varios comandantes. Entonces los dos amigos escucharon la voz de Alcine –amigos, tiempo sin verlos –los dos la saludaron con gran reverencia, aunque ella hizo un ademán de no ser necesario, es más se acercó a ellos abrazándolos al mismo tiempo –parece que han olvidado que somos amigos, ¿verdad? –dijo ella, lo cual era extraño –Ivan, ¿has bajado de peso? –preguntó ella mirando a Ivan con un poco menos de torso, –nada que no pueda corregirse con algo de cerveza, por cierto ¿Dónde está el tonto? Alcine le explicó todo a Ivan y concluyó –he visto la comisión de le dieron a Leo, e incluso gracias a la intervención de mi hermano, la misión que le ha sido asignada y me preocupa – Ivan observó a Alcine con curiosidad –de que misión hablas? –preguntó René. Alcine observó a René con seriedad. Leo se encontraba enfrente de 80 hombres perfectamente alineados –nuestra misión es llevar a una de las doncellas de la gran Madre hasta el gran templo de Nammu, en la isla sagrada del rio Ponde entre los bosques de Adravia y Lassa. Dicho esto, un gran Org apareció, se trataba de una bestia cuadrúpeda de más de tres metros de largo y unos dos de altura, cuadrúpedo y cubierto por una fina capa de pelusa semejante al pelo, pero en realidad mucho más parecido a las plumas de las aves. Su boca era aplanada semejante a la de los lagartos vegetarianos. Sus patas delanteras eran algo más delgadas que las traseras, y una gran cola le servía como arma defensiva y como contrapeso. En el lomo de esa bestia se encontraba una silla de montar muy grande, con toldillo y abrigos que protegían a una doncella y una acompañante. La acompañante se encontraba vestida con un traje largo de tono azul, sin embargo los materiales de confección llamaron la atención de Leo. Leo observó a uno de los soldados que parecía estar embobado con la mujer de mayor edad que se encontraba bajando del Org –sin duda es muy hermosa, me gustan mucho las rubias –dijo el soldado, y acto seguido se ganó un golpe en la nuca –¡eres un tonto! –Refunfuñó Leo –¿no puedes sentirlo? –Dijo Leo con una sonrisa entre dientes –ese frio, un frio de muerte. –Mi nombre es Aisa Tsani y soy la acompañante de la señorita Ivi, ¿usted es el capitán? –preguntó la dama con un tono pausado y perfectamente entendible, a pesar de aun mantener rasgos guturales de los pobladores de las montañas del norte de Bakad, Leo se acercó y realizando el saludo militar respondió –yo soy Leon de Quios, hijo de Ardas el prestamista –al decir esas palabras Aisa se molestó un poco, pero eso solo lo notó Leo por una corriente de aire frio que emanó, porque su rostro no cambió en lo más mínimo – ¿nada más? –Leo sí que se puso molesto, sus dientes chirriaban y sus cejas se fruncieron –sí, ¡nada más! –contesto Leo. Aisa se llevó las manos a la cabeza –¿y esta es tu tropa?, son pocos, pocos aun para ser llamados un escuadrón, menos aún un batallón –dijo ella con un tono monótono, el cual de algún modo exasperaba hasta la coronilla a Leo –con todo el respeto, yo soy el capitán aquí, y por lo tanto poseo el mando de la misión, estos hombres fueron elegidos por su valor –dijo Leo, pero inmediatamente interrumpido por Aisa –¿valor en un entrenamiento? El valor real se manifiesta en el fragor de la batalla al son de los cañones y el llamado de los cuernos, bajo la lluvia y el lodo teñido de rojo. En ese momento Ivi llamó a Aisa y con un gesto hizo que parara de replicar a Leo su elección –¿ese tono de voz? –se preguntó Leo cambiando de expresión, intentó reparar en la doncella que debía llevar, pero su rostro estaba tapado por un velo, y su cabello por un manto –definitivamente en esta misión todo está fuera de lugar, hasta el último minuto pensé que sería una farsa –Luego, Leo se acercó al Org –es un bonito espécimen de un Estruthio Albus, una bestia de transporte de carga o de nobles, sin embargo hasta aquí les llegó el paseo mis damas, si desean algo de comodidad deberán viajar en uno de los diornis del batallón, son ágiles y al parecer ya han visto la espesura del bosque. Leo se esperaba que Aisa protestara, pero en lugar de eso realizó un gesto de asentimiento a Ivi, quien inmediatamente procedió a bajar de la gran bestia por medio de una escalerilla plegable. Sus ropas aunque amplias eran suaves, por lo que al moverse podían intuirse unas formas redondas y armónicas, la grácil figura de una mujer joven. Cuando Ivi pasó al lado de Leo ambos se miraron, se miraron profundamente como si se conocieran de toda la vida, era como si ella quisiera que él le dijera algo, pero Leo se tragó sus palabras y simplemente dio media vuelta para comenzar a gritar órdenes. Los soldados sabían que aquella sacerdotisa lo ponía nervioso. Una de las ´últimas cosas que realizaba cualquier caballero del dios An antes de salir a una misión era vestir una armadura de placas de acero, forjada en los hornos de la fortaleza de An era capaz de fortalecer el aura de batalla de cualquier portador siempre y cuando este supiera como expandirlo. La armadura constaba de grebas, protectores de muñecas brazos, codos, rodilleras, falta de placas, dorso, hombreras pero sin casco. Si bien el casco incrementaba la densidad del aura, dificultaba la visión. La capacidad de ver a su oponente era vital para poder conjurar magia, un mago ciego perdía más de la mitad de su poder mágico. Encima de la armadura, se le puso un manto blanco orlado de oro que simbolizaba la pureza de la partida, este no debía lavarse o repararse por lo que durara la campaña a menos que el comandante obtuviera una victoria en batalla. De los 80 soldados 10 iban en un diornis rodeando a las dos mujeres, Leo iba adelante luciendo su traje de batalla, mientras que el reducido grupo de soldados iban detrás. Varios otros de estos desfiles se repitieron varias veces durante varias horas, pues se trataba de la corte de la gran Madre, cada grupo de soldados protegía a una de las doncellas de Ifigenia, mientras que un batallón completo de compañeros del rey, constituidos por nobles y muchos de ellos aspirantes fallidos a ser caballeros del dios An, aunque muy poderosos en cualquier caso escoltarían a Ifigenia. A la salida de la ciudad, más allá de la gran puerta y la multitud de mirones, el grupo se encontró con dos hombres, también vestidos con armaduras de placas y un manto negro, que simbolizaba su rango como contratistas militares. Los contratistas militares son caballeros del dios An sin comisión alguna, pero que venden sus artes a otro caballero que se encuentra en una misión peligrosa. Leo los reconoció de lejos, pero se hizo el indolente. –¿Mi hermana los envía porque no cree que sea capaz de realizar esta misión? –preguntó leo un poco molesto. René se enfadó un poco, y simplemente avanzó a la retaguardia inspeccionando el equipo de las tropas, en su espalda podían verse dos rifles personalizados pesados, mientras que en la cintura ceñido a su correaje se encontraban dos pistolas pequeñas que Leo jamás había visto, en la parte baja de su espalda René también portaba un sable corto como el de Leo. –¡Porque la sigues llamando así! Puedes dártelas de tonto, pero no de indolente –refunfuñó Ivan –la señorita Alcine siempre se entristece cuando la llamas de ese modo –Leo pareció no entenderlo, pero inmediatamente Ivan hizo el saludo militar, lo que significaba que la conversación se tornaría más formal –Rene Dudemetod De Scard aspirante al rango de caballero de An e Ivan Poslov de Diz sirviente del clan Strados caballero de segundo nivel nos reportamos para vender nuestros servicios, ¡señor! Leo se llevó la mano a la frente –esto me traerá problemas. Más allá de esa pequeña masa de gente que no llegaba ni a la centena, se encontraba el gran bosque de Adravia, lleno de barbaros y criaturas bestiales, y más allá, siguiendo el sendero del gran rio, estaba su destino, la sagrada isla de la diosa.
El bosque de Adravia “El comportamiento del tonto es extraño, sin duda se ha ganado hasta cierto punto el respeto de sus tropas, pero es consciente de que ahora en el campo la situación es distinta. Y aun así los movimientos que hacemos en este maldito bosque son erráticos, la verdad es que no lo entiendo” Ivan permanecía pensativo y preocupado, pues el modo en que se realizaba la marcha por el bosque era incoherente y desordenada, incluso podría decirse que algunos hombres desertaban para regresar a la formación unas horas más tarde, y aunque él le habló de esto a Leo, su respuesta fue –todos tenemos necesidades de vez en cuando, ¿no? A pesar de que las mujeres viajaban en unos diornis ligeros, la caminata era lenta debido a unas carretas con pertrechos que fueron adicionadas al convoy justo antes del ingreso al bosque, era como si Leo se hubiera transformado al ingresar al bosque perdiendo todo su sentido común. Ivan se acercó a Leo un poco incómodo – ¿sabes por donde nos dirigimos? –Preguntó Ivan pero Leo lo observó de reojo y sonrió como si hubiera esperado que alguien más hiciera esa pregunta –a las fuentes termales de Adhr, una zona donde el elemento del frio limita su efectividad unas diez veces –contestó Leo, a lo que Ivan respondió –también es un lugar perfecto para una emboscada ¡grandísimo tonto! –Leo le volvió a observar sin que su expresión cambiara en lo más mínimo –si, ese es el plan, aunque si deseas ser útil, te espero en esta posición –entonces Leo sacó de una bolsa atada a la silla de su diornis un libro rojo, o abrió al principio y le señaló a Ivan una posición. De un momento a otro al interior de la formación se generó un gran alboroto, Leo e Ivan discutieron fuertemente, con lo que decidieron separarse, no sin antes casi llevar toda la situación a los puños. René llegó para apaciguar la situación junto con Aisa, quien reprendió a Leo por no organizar adecuadamente a sus tropas. Leo decidió despachar a Ivan y a René junto con unos 50 soldados de vuelta a Bakad, y aunque Aisa casi que quiso ordenarle lo contrario, la sacerdotisa Ivi la convenció de dejarlo hacer su voluntad. Un día y una noche más tarde llegaron a la zona de las fuentes de Adhr, una explanada con varios geiseres y aguas termales. Allí Aisa por poco amenaza a Leo con cortarle la cabeza –esa formación defensiva dejará expuesta la tienda de la señorita Ivi ante cualquier ataque, ¡por no decir que un asesino bien entrenado podría matar a todos tus hombres antes de que te des cuenta¡ – dijo ella con la espada en la mano, pero Leo no respondió, simplemente le dio la espalda a Aisa y dijo –ustedes descansarán en esta posición, esas son mis órdenes. El campamento de las tropas fue realizado en torno a una zona amplia, sin posibilidad de comunicación entre sí, la zona donde acampaban las mujeres quedaba desconectada en la práctica de cualquier acción defensiva de defensa. Aisa se encontraba visiblemente preocupada ante aquella situación, estaba vigilando en la puerta de la tienda de Ivi –general, descanse, ese supone que usted se unió a mi como una peregrina a la isla santa, no la acepté como una guardaespaldas, sino como mi compañera y amiga –Ivi se encontraba sentada mientras sostenía un libro grande con una cubierta dura con adornos de oro y plata, Aisa suspiraba mientras observaba sus manos –mi señora, uno de mis objetivos al acompañarla es la de protegerla, pero si algo sucediera, yo en este lugar no serviría de nada, mi magia se encuentra debilitada, por lo que solo me queda la espada, si algo llega a pasar le ruego que escape por el borde que se encuentra al fondo de la tienda, mientras instalaban el campamento pude ver una cueva pequeña que la mantendrá segura. Entonces, Aisa escuchó un ruido que venía de afuera, salió para ver que sucedía cuando una lengua de fuego se extendió a su alrededor, ella la evadió, pero acto seguido otra apareció volando e impactando sobre ella. Aisa fue envuelta por una corriente de aire frio y levantando las manos dispersó la lengua de fuego, aunque el calor fue lo suficiente para quemarle levemente las manos. Varios hombres con capas negras y capuchas que les cubrían los rostros aparecieron como de la nada. Entonces uno de ellos habló –tu comandante es bastante útil, no esperaba que nos sirviera a nuestro objetivo en bandeja de plata, y especialmente que te trajera a ti, ¡o gran general Suvorov!, ¡la muerte blanca!, si mi señora se bien quién es usted, Anastasia Suvorov la victoriosa de Gleos sobre los bárbaros, pero en este lugar no es más fuerte que uno de mis magos de fuego, menos podría con cuatro. Anastasia levantó el rostro altiva y sacó su espada –te mataré a ti primero – dijo ella sin perder la calma, pero el líder de los encapuchados sonrió –aceptaré con humildad con el destino de la diosa para mí, pero me iré en paz a sabiendas que esa hereje encontrará su destino en las llamas de la justicia divina. Uno de los cuatro hombres se desplomó después de que un zumbido sordo resonó en el aire junto con un muy leve destello. Cuando el líder de los encapuchados se dio cuenta, otro de sus compañeros estaba siendo atravesado por un haz de luz blanquecino como si se tratara de un cuchillo caliente en mantequilla. Los dos hombres que quedaban expandieron su aura de batalla y levantaron sus brazos hacia el lugar donde se encontraba Ivi, Anastasia no pudo impedir que lanzaran lenguas de fuego, pero de un momento a otro Leo apareció y con su sable cortó sobre la lengua de fuego, para la extrañesa de todos allí, no hubo explosión, la cuchilla atravesó el hechizo sin activarlo, es más dispersó la energía transformando el haz de plasma anaranjado en una especie de neblina azulada. Los hombres se desesperaron y lanzaron lenguas de fuego más densas y grandes, pero nuevamente Leo cortó sobre el hechizo convirtiéndolas en una neblina aún más densa –ríndanse –dijo Leo con calma y serenidad. El líder de los magos sonrió –si nos matas mi ejercito matará a todos tus hombres, permíteme seguir mi misión y el rey en persona te concederá un título de nobleza real –Tanto Anastasia como el líder de los magos pudieron notar el tic sobre la ceja de Leo, tal vez la única señal de ira que manifestaba su rostro, el líder de los magos sonrió –sí, se quién eres niño, un mono que busca vestirse de seda, un comerciante tramposo, alguien que carece de toda nobleza, pero aun así el rey podría hacer que eso lo olviden todos, solo permítenos realizar la voluntad de la diosa. –¿y se supone que el líder de tu ejercito era este sujeto? –Leo pateó una bola que tenía al lado de su pié levantándola a la altura de su mano, y cuando la tomó, todos se dieron cuenta de que se trataba de una cabeza cercenada, se trataba de un caballero del dios An por los rastros de energía mágica que aun emanaban de su cadáver, pero su rostro estaba demasiado deformado para poder reconocerlo –si mi matemática no me falla, un ejército se compone como de más de 5000 hombres, y tú solo tenías como 100 – dicho esto Leo arrojó la cabeza a los pies de aquel hombre. Al mismo tiempo una gran cantidad de explosiones se escucharon hacia el norte del campamento, y luego los gritos de muchos hombres, al parecer una batalla había sido desatada –debo decir que los explosivos pueden ser mucho más útiles que la magia, especialmente porque los puedes ocultar más fácil que un mago de batalla –dijo Leo mientras metía su sable corto en la funda. –¿Qué hiciste con su rostro? –Preguntó Anastasia –¿yo? –Respondió Leo –nada, pero el idiota se quemó el rostro cuando le corte los dos brazos y le atravesé su glándula celeste – Creo que estos idiotas están haciendo lo mismo ahora. Dicho esto, los magos sobrevivientes quemaron los rostros de sus compañeros caídos y finalmente procedieron a matarse entre sí quemando sus cabezas con lenguas de fuego que hicieron explotar sus cabezas. Antes de que Anastasia preguntara algo, Leo la miró con una expresión de condescendencia –su ejército era un montón de idiotas tatuados, sus rostros estaban demasiado deformados para ser reconocibles, asumo que las otras columnas que intentaban rodearnos por el norte son igual de fanáticos, en cuanto los derrotemos se atravesarán el vientre mutuamente, una costumbre común de la secta de Nassu-Nam – Anastasia observó a su alrededor, varias decenas de soldados vestidos como barbaros y armados tanto con arcos como con rifles Gauf aparecieron siendo liderados por Ivan y por René, muchos tenían su espada corta manchada de sangre. Leo se acercó a Anastasia –por cierto general, debería hablar con la señora Ifigenia, el peligro ya pasó, así que esconderla allí puede ser contraproducente para su santa salud –esas palabras de leo tenían un tono agrio. Ifigenia salió entonces de una pequeña cueva que se encontraba oculta de la vista, se encontraba sudando debido al calor, así que tuvo que retirarse el manto, lo cual hizo que su brillante cabello rosado quedara expuesto –llévame con el –dijo Ifigenia a Anastasia. Leo se encontraba hablando con Iván y René cuando Ifigenia llegó más molesta que agradecida –¿has traído a alguien para hablar? –preguntó Ifigenia –no mi señora –respondieron en coro tanto Ivan como René arrodillándose ante ella, pero Leo continuó de pie con los brazos cruzados y dándole la espalda –nadie habló, al parecer las tropas de bajo rango que no se mataron entre si tienen las lenguas cortadas y no saben escribir, por lo que di la orden de matarlos a todos –dijo Leo retirándose del lugar, Anastasia lo sostuvo del codo con violencia ya que no podía tolerar tal comportamiento ante la Gran Madre, pero Leo se la sacudió de inmediato, ambos se miraron a los ojos hasta que –General Suvorov, suelte al capitán ahora mismo, es una orden –las palabras de Ifigenia eran duras y ásperas, por lo que Anastasia lo soltó de inmediato. Ifigenia se arrodilló orando a la diosa de la vida, oraba por aquellos que habían muerto en aquel lugar, fueran sus guardianes o sus oscuros atacantes, y al verla todos los hombres se reunieron a su alrededor orando junto a ella, todos excepto Leo, quien se retiró a su tienda mientras daba algunas indicaciones a su sargento. Después de terminar la ceremonia, los soldados cambiaron la disposición del campamento, también aparecieron más hombres, eran casi 120 guerreros, todos vestidos como bárbaros ahora, aunque portaban las armas de soldados de Bakad.
El espadachín negro El camino hacia la isla de Nammu se tornó errático y difícil, pero a cambio las posiciones de descanso estaban fuertemente atrincheradas naturalmente, por lo que cualquier intento de emboscada hubiera terminado con un muro de plomo en la cara, y aun un caballero del dios An con la mejor armadura encontraría difícil abrir su camino sin debilitarse y morir por la daga de un plebeyo. Anastasia se encontraba molesta, muy molesta por la actitud de Leo con Ifigenia, pero no podía dejar de admirar su habilidad táctica y estratégica, moviéndose en ese mundo oscuro y sin dirección aparente Leo siempre estaba seguro, siempre parecía encontrar los mejores promontorios y las cuevas más secas y cálidas. Ifigenia aún era tratada como una simple sacerdotisa por los soldados, y eso era otro elemento que chocaba a Anastasia, estos hombres parecían naturalmente adaptados al bosque, podían obtener provisiones casi infinitas de él, por lo que justo después de la emboscada en las aguas termales de Adhar abandonaron las carretas de provisiones, lo cual aceleró radicalmente los desplazamientos. Ifigenia y Anastasia estaban aún mejor alimentadas que con los alimentos del carruaje, fruta y carne del bosque eran la orden del día. Ifigenia se la pasaba orando una y otra vez de forma desesperada, y en cierto momento Anastasia notó lágrimas en sus ojos. La gran general sintió pena por Ifigenia y arrodillada la tomó de las manos –mi señora, ¿porque está triste? –Ifigenia miró a Anastasia y se le arrojó a los brazos presa del llanto. –Mi pecado, lloro por mi pecado, pues separé a un padre de su hijo –dijo Ifigenia con los ojos rojos –caí en el pecado de mi lujuria y en el camino hice que un hombre inocente terminara en el infierno, ahora su hijo debe protegerme contra su voluntad, una voluntad que se ha hecho dura y sin misericordia, todo por mi propia debilidad. –Esa es la actitud que siempre me molestó de usted Gran Madre –dijo Leo irrumpiendo en el lugar, poco después sintió como un viento frio le erizaba la piel, pero eso pareció agradarle –bueno, el aire fresco me agrada General Suvorov –dijo Leo con algo de mofa, y acto seguido miró a Ifigenia –¿por qué te obsesionas tanto en llamarlo padre? Él fue solo mi maestro de esgrima, no nos vincula nada más, ¡entiende eso!. Por otra parte, estamos a media hora de la isla señoras, así que ¡felicidades! Espero que las palabras de esta pequeña evite un derramamiento de sangre colosal. Ifigenia dejó de llorar de inmediato y observó a leo con sorpresa –¿creíste que no puedo ver a través de una situación? ¿O que me pase estos años haciéndome el idiota solo rascándome los bajos? Estudié para ser un general, para ver más allá de lo que otros ven – Ifigenia se enfadó con las palabras de Leo –¿también entrenaste para ser un asesino?, el Leo que conocí jamás hubiera matado a nadie, menos a hombres desarmados que ya se habían rendido, ¡jamás pudiste matar ni un conejo herido en el pasado! –Leo sacó una manzana de uno de los sacos de tela atado a las correas de la cintura alrededor de su armadura –pero esta misión estaría condenada llevando prisioneros inútiles, hice lo que es necesario para el cumplimiento de la misión. Anastasia se levantó –¿y eso incluye usar a la persona que debes proteger como un cebo? – Dijo ella, mientras leo lanzó una manzana a Anastasia quien la tomó en el aire sin dejar de posar sus ojos en Leo –¡la sobreestimas demasiado! –dijo Leo sacando otra manzana –mi verdadero cebo era usted general Suvorov, sus capacidades con la magia del frio los mantendría a nuestra costado sin atreverse a atacarnos hasta que estuviéramos cerca de la frontera del gran bloqueo, allí nos emboscarían y matarían como moscas –dicho esto, Leo lanzó la segunda manzana a Ifigenia, pero Anastasia la agarró en vuelo, para luego dársela a Anastasia con gran reverencia –no mi señora Suuvorov, no estaba dispuesto a correr tal riesgo, además esperaba que usted con su gran experiencia notara esa tonta cueva detrás de la tienda, como de hecho ocurrió. Ahora prepárense, cuando llegue el medio día partiremos a toda velocidad, no quiero estar en ese lugar sin poder usar magia por mucho tiempo –justo antes de que Leo saliera unos soldados ingresaron portando una caja bastante pesada –sé que no es tan fina como la que suele llevar, pero es mejor que nada general. No olviden prepararse para la última etapa del viaje – al abrirla, anastasia se dio cuenta de que se trataba de una armadura de caballero. La zona de bloqueo era un anillo circular que rodeaba la isla de Nammu, consistía en un cinturón de unos 100 metros de espesor en los cuales nadie podía conjurar magia o desplegar su aura de batalla, por lo que era empleada como una línea de defensa por los magos defensores de la isla, los cuales pertenecían a la corte del Gran Patriarca. Leo, Ifigenia, Anastasia, Ivan y René avanzaron a gran velocidad por aquel cinturón, mientras que los 7 magos presentes, todos vestidos de blanco y oro observaban la situación como si se tratara de estatuas indolentes. El templo de Nammu se encontraba justo en medio de una idílica isla en el rio Ponde, la construcción era de unos pilares de cristal y marfil de unos cuatro niveles de altura, se decía que era una constricción hecha por los mismos dioses, ya que los muros eran invulnerables ate la magia, aunque no los detalles o los portones, los cuales estaban hechos de madera muy densa. Una vez pasaron por el lugar Leo miró de un lado hacia el otro –tu diornis defeca estiércol muy grande René, deberías darle de comer más grano, ya sabes la fibra vegetal les ayuda a una buena digestión y a que no estén tan gordos –dijo Leo con gran tranquilidad – mira que la pobre bestia está muy cansada –ya sabes lo que dicen –contestó René –la montura de un sabio engorda igual que el sabio. Fueron recibidos con gran pompa, y se les dijo que las otras dos grandes madres, la de Sokolni y la de Lassa estaban junto al Gran Patriarca, solo faltaba Ifigenia, la Gran Madre de Bakad para comenzar el sagrado conclave de Nammu. Por la tarde René, anastasia, ivan y Leo colocaron cirios en el pasillo que daba acceso a la habitación del patriarca, así como en muchos otros lugares del gran templo, como símbolo de la devoción a la diosa nammu. Ifigenia llegó tarde en la noche, parecía bastante animada, pero solo tenía ganas de descansar. Leo por su parte permanecía taciturno, observando el bloque central del gran templo –¿deseas hacer eso? –preguntó René –esto aún no ha terminado –contestó Leo –si yo fuera el que la mandó a matar, y deseara una guerra, hubiera tomado una segunda opción en caso de emergencia, mañana mientras ella permanezca en el salón del patriarca haremos guardia Ivan y yo, tu deberás movilizarte de acuerdo a lo planeado –René sonrió –¿y nuestra amiga la general? – Leo observó la ventana que daba al gran salón –espero que ella pueda anticipar mis movimientos, de lo contrario estaré muy decepcionado. Al día siguiente la reunión comenzó desde muy temprano, aunque Ifigenia le rogó a Leo y a Ivan que no era necesario permanecer en el gran portón, Leo no le hizo caso, como siempre. Ifigenia ingresó por segunda vez al gran salón. Allí se encontraban otras dos mujeres. La primera era una mujer de edad madura, se encontraba en la flor de la vida, era alta y so rostro con formas vivas revelaban su gran fuerza, era un poco más alta que Ifigenia, aunque eran muy semejantes, pues su cabello también era rosado, pero de un tono más oscuro. La otra mujer era una anciana, aunque las arrugas cubrían su rostro, se podía anticipar que en su juventud había sido una mujer muy hermosa, casi como Ifigenia. Detrás se encontraba un hombre muy viejo, su cabello y barba eran más largos que su propio cuerpo, y su torno se encontraba desnudo, lo cual permitía ver un cuerpo famélico y esquelético, aunque había permanecido vivo por más de 300 años. –Habla niña, habla por última vez ante el Gran Padre, dime cuál es tu último argumento a favor de esa perversa tecnología que hace que la ley de Nammu sea violentada. –La maldición de Nammu ha puesto sobre nosotros dictamina que siempre que nosotros dañemos de forma irreversible nuestro equilibrio con la naturaleza por ella creada serán convocados los espectros y demonios del mundo infernal, los cuales sembrarán el caos y la destrucción. Es por eso que nuestros ingenieros han ideado diversas formas para hacer que nuestros campos de cultivo sean más efectivos sin lastimar el suelo o sin dañar las aguas. Admito que aún falta mucho por arreglar al interior de la ciudad de Bakata, pero aún no hemos sido atacados por la maldición, lo cual implica que la diosa aun no ve con malos ojos nuestros intentos por mejorar la vida de las personas. –No veo malicia en tus palabras –dijo la gran madre de Lessa abriendo sus arrugados párpados, es verdad que no siento más oscuridad en la ciudad de Bakata que en otras grandes ciudades de los territorios consagrados a la diosa Nammu. –Es peligroso –repuso la gran madre de Sokolni –de un momento a otro la avaricia puede llevarlos a intentar destruir el bosque de Adravia, lo cual crearía un enorme portal al mundo infernal, su tecnología es peligrosa en grado sumo y debe ser destruida. –Es verdad que es peligroso –dijo el gran Patriarca –pero desmontar la tecnología de la cual depende Bakad de improviso puede conllevar a una gran hambruna, y los cadáveres junto con el sufrimiento también crearían portales al mundo infernal. De acuerdo con esta línea de pensamiento concuerdo con la madre de Bakad. No tomaré acción contra tu preciosa tecnología mientras la mantengas bajo control, pero recuerda esto niña, tarde o temprano deberán entrar nuevamente en equilibrio con la naturaleza si es que desean evitar enfrentarse a los espectros del mundo infernal. Entonces escucharon una risa al interior del gran salón, Ifigenia se sorprendió debido a que nadie excepto los que han recibido la bendición de la diosa pueden sobrevivir en la atmósfera de aquel lugar. Ivan y Leo escucharon los gritos de Ifigenia, pero los guardias que se encontraban frente a ellos cerraron sus lanzas. Leo sonrió –ha llegado la hora de darles una lección, ¿sabe lo que pasa cuando un mago del relámpago chasquea sus dedos? –dicho esto alrededor de 50 soldados armados con lanzas llenaron el pasillo tras ellos. Mientras que Ivan y Leo expandían su aura de batalla, el comandante de la guardia apareció –si tu madre sufre es por algún motivo, ¡ustedes no tienen derecho de ingresar al concilio de Nammu! –Leo no le prestó atención –según Dudecard uno de los más grades sabios de nuestro reino cuando un mago del relámpago chasquea sus dedos libera una especie de radiación que permite activar dispositivos con una antena de un tamaño especial, da la casualidad que esa antena puede arder sin consumirse siendo rodeada de un explosivo diseñado alquímicamente para explotar solo cuando dicha antena es activada. Puedes calentar e explosivo todo lo que desees y no explotará, pero basta esto –Leo chasqueó los dedos de su mano derecha, e instantáneamente fuertes explosiones se dieron por todos los lugares del templo donde habían sido depositados sus sirios. Los guardias detrás de ellos fueron pulverizados por la presión y el calor de las explosiones, mientras que una ola de vapor caliente envolvió a Leo, Ivan y los guardias de la puerta. El gran patriarca había sido decapitado por un espadachín vestido de negro, al igual que la gran madre de Lessa. Ifigenia estaba completamente aterrada después de gritar tanto –parece que lo que dicen es verdad, tus palabras dulces pueden ablandar el corazón de todos, inclusive de la diosa Nammu quien no ha descargado su cólera sobre ti –dijo la gran madre de Solkolni quien avanzaba al lado del espadachín negro. –Ahora todos se darán cuenta de lo que eres –dijo la gran madre de Sokolni. –La guerra traerá consigo a los seres del mundo infernal, ¿no lo entiende señorita Nesta? –dijo Ifigenia, pero Nesta sonrió abrazando al espadachín. –ya no hay por qué temerle a las criaturas del mundo infernal –dijo Nesta, y mientras que el espadachín negro se aproximaba a Ifigenia quien estaba indefensa, cuando se escuchó un rugido ensordecedor sobre la puerta y alrededor de todo el templo. Nesta se confundió, lo único que podía causar ese rugido eran cañones, ¿acaso el ejército de Bakad había atrevido a lanzar un ataque sobre el templo de Nammu? Entonces se escuchó un golpe sobre las puertas que provocó que una enorme fisura se abriera de par en par, luego otro golpe que la agrietó más. El espadachín negro se preparó para el combate, pero con el tercer golpe lo que ingresó fue un mar de polvo y humo que ocultó la vista de todo. Otra explosión atravesó la roca del templo, no se trataba de magia, pero fue lo bastante fuerte como para que Leo, Ivan e Ifigenia en los brazos de Ivan salieran por el techo a toda velocidad hacia un punto donde se encontraba Anastasia esperando con sus monturas. Otras explosiones se escucharon al sur de la isla, cerca de un vado, lo cual les permitió escapar. –¿Por qué no nos siguen? –Preguntó Ivan mientras que aterrizaban en la grupa de sus respectivos Diornis –ya no necesitan matar a Ifigenia personalmente –contestó Leo, un buen plan.