Prólogo. Era inquietante la manera en que me hacía saber los detalles que me faltaban, me hacían cosquillas en la flor del estómago, juraba que las mariposas salían de mi boca al musitar un monosílabo vacilante. Sus cabellos oscuros, castaños al claro de una noche de invierno, con la luna expuesta, y tan oscuros como un bosque de lavandas con un olor verdaderamente agradable. Era un chico fugaz, y sus ojos lo sabían… porque me miraban. Capítulo 1: El Tío Braga es extraño. Hubiera preferido mil veces poder respirar, salir a la calle y charlar con la chiflada vecina de enfrente, la que me descubría en mis travesías con chicos lindos. Ir a la tienda del señor Phelbs a hurtadillas para comprarle caramelos. Escuchar el monólogo interno de mi padre, porque él siempre se guardaba los regaños para no hacerme sentir la persona más miserable del mundo. Sus palabras eran pequeñas dagas incrustadas en cada parte de tu cuerpo. Podía percibir mi deseo de sentir todo aquello, que por alguna u otra forma, extrañaba. No respiraba lo mismo que antes. Era una actriz dramática. Me gustaba elegir a mis amigos, me gustaba leer, me gustaba la vida sin alguna interrupción. Pero, ¿qué es la vida sin interrupciones? Un caos sin reglas. Me encontraba en casa del tío Carlisle Braga. Era un hombre groso de 70 años, me causaba miedo su aspecto, tenía vellos blancos en la nariz, apenas rozando su pálida y trompuda boca. Calvo, pero tenía cabello muy al estilo del abuelo de Tommy en The Rugrats. Usaba lentes redondos y no quería estar con él. Tenía todo un aspecto de chiflado de biblioteca. ¿Quién lo dice, no? ¿Quién reduce sus deseos de huir de lo que más desea estando a solo poco tiempo de vivirlo? Tomé asiento en uno de sus sofás cafés, diseño del siglo XX ¡diría yo! Estaba nerviosa, hoy a las 5:00 de la tarde tendría una importante presentación en el teatro local. Era lo que estuve esperando durante años, esta tarde. Yo por mi cuenta presentaría un drama, una escena de la Novicia Rebelde. Cuando dije que era una dramática, me referí justo a eso; el teatro era una de las cosas que no extrañaba tanto hoy, vomitaría. Pero involuntariamente amaba la madera pulida del escenario, los telones rojos abrirse y la cara de la gente estupefacta. ¿Viviría eso? —En absoluto, no es algo imposible querida sobrina —me dijo él dándole un exagerado sorbo a su té de pipa. El té de pipa era una de sus cienes de cosas raras favoritas, a ciencia cierta, aún no sé qué clase de té sea ese— Pero, hay que tener en cuenta que no es algo que sucede a la ligera, ¡yo no estuviera aquí cocinando panqueques a la Cortázar! No sabía que era eso, pero no me atreví a preguntar. —Bueno… —vacilé insegura e hice una pausa, mientras me miraba con los ojos casi saliendo de su órbita humana— Todo va a salir bien. —fingí no sentir ganas de vomitar el sándwich que me había preparado mi madre antes de venir. En un movimiento casi invisible, tragó el resto de su té de un sopetón. Juré ver vapor salir de ahí, ¡esa cosa estaba hirviendo! Lo tomo sin hacer algún gesto de malestar. Entonces, acto tenebrosamente seguido, dejó el vaso en une mesita de centro de madera oscura, levantó la mirada y dijo: —Eres idéntica a tu madre, Elizabeth. Ella te pasó todo su poder, aquella decisión cegadora de centellas que puede con todo, me hace bien que estés aquí, a sabiendas de que es por tu batalla. ¿Batalla? Me acabo de dar cuenta de que él tío hablaba con muchisímas metáforas, eran hermosas, no sé porque de pronto me pareció un sujeto extraño. Entonces, giró su mirada al piso y recogió unas migajas de pan, acto seguido, las comió. Recordé porqué me causaba ñañaras. —Al juzgar por tu mirada pensarás que soy el sujeto más raro y tenebroso de modos que hallas conocido jamás. Pues, déjame decirte que estás en lo cierto, y me gustaría poder tener un conversación contigo sobre cómo llevarnos bien, pero hoy no podrá ser —cortó de repente, se puso de pie mientras yo aún estaba sentada con las piernas muy juntas, con la mochila de ropa encima de ellas. —Quiero que te pongas cómoda, recorras la casa, practiques o hagas cualquier actividad culinaria y reciproca a tu casa. ¡Bienvenida navegante! Sus pantaloncillos cafés ajustaban de manera graciosa a su cintura, la camisa blanca fajada con el moño le daban un aspecto más que tierno. Era el tipo de hombre para pararse justo en medio de la muchedumbre y cuestionar al mundo, acabar con la pereza humana y compartir conocimiento. Pero solo sabía mascar muy fuerte, beber té, decir palabrotas raras e indagar cosas raras. Talvez lo estoy juzgando demasiado, como él me dijo. Talvez pueda que me sorprenda, pero lo dejaré a los azares del sombrío destino. Definitivamente mi nombre es Eizabeth Braga. Tengo apenas los 18 años, me dedico al teatro en la universidad de Cambrigde, en bellas artes. Aun que me hubiese gustado con el alma estudiar filosofía y letras, para crear una de las jamás grandes obras leídas, me di cuenta de que ese talento lo poseo. Es nato en mí, y pienso que puedo hacer cualquier otra cosa y tener ese bonito hobby a mi lado. He sido una descortés al empezar a narrarles esto sin presentarme, sin explicar la situación algo cruda en la que me encuentro, pero, sería interesante que ustedes lo vieran por sí mismos. Miré de manera vacilona la habitación en donde se encontraba la hermosa sala. Sillones cafés, con bordes preciosos de madera, la mesita de centro que les dije hace un momento, las paredes color mostaza que se extendían a todas las dimensiones posibles de la casa. Había mapas pegados en algunas paredes, cuadros bellos de paisajes y uno que otro rostro. El piso estaba humildemente forrado por una alfombra color rojo fuerte. Las comisuras del piso salían por debajo de las paredes, eran cafés como los sillones. Había una buganvilia en la esquina, junto a una ventana para que le diera la luz destellante de un infinito viaje. A unos metros había un arco, que conducía decentemente a la cocina, un lugar mágico, según mi punto. Era sin duda un lugar digno para el tío. Dejémonos de especulaciones excitantes. Se supone que debería estar alzando mi nueva y temporal alcoba, la cual no me importaba un comino si era muy grande, para un cabaret y una tropa de soldados. O si era demasiado pequeña, para un duende y su vieja madre desgastada. Era reciproca su función, la cómoda de ropa podía sobrar para yo poder estar cómoda, bastaba una camita con olor a sueño, aun así, no fue nada menos de lo que yo esperaba. Subí una escalera en forma perfecta de caracol, el tío se había esforzado por hacerle una réplica a tal bicho de manera que los escalones no fueran muy redondos hasta caer. Subí lentamente, pues temía de la casa, tenía miedo de ver algo que no me gustase, algo desconocido como a lo cual comúnmente tememos. Me topé con un pasillo, adornado con hermosas comisuras en el borde color doradas y color salmón. Había cuadros en cada espacio entre puerta y puerta, o ventana. Las paredes cambiaron de un brillante mostaza a un opaco, pero no triste, naranja magenta un poco desgastado, lo cual le daba algo rústico y perfecto para mí gusto. De algo sí que estaba segura… ¡Él tío era un genio manteniendo la decoración rústica y fina! Nunca me dijo en qué lugar ponerme cómoda, pero suponiéndolo desde un punto de vista “familiar”, no se molestaría si cogiera cualquier habitación, no quería tener que bajar de nuevo y enfrentar esos vellitos puntiagudos y blancuzcos de la nariz del tío. Abrí la primer puerta… ¡Era la librería en una casa más enorme que jamás había visto en mi vida hasta ahora! Los estantes podían medir 5 metros o más, estaban 12 estantes, muy bien dotados de libros, me hacía querer gritar y brincar de alegría. Tal vez esto no sería tan malo después de todo, me podría adaptar sin problema, solo en esta alcoba. Me gustaría encerrarme en este sitio sin el tío y solo recibir alimento por medio de la ventana. - ¿Les gustó? cx El primer capítulo resulta corto, y raro, pero, con el tiempo tomará forma. Espero les haya gustao. 3: