Hola, gracias por entrar a leer. Hace años que no escribo. Creo que estoy algo óxidado. Perdonad cualquier tipo de error ortográfico o mi pobre léxico. Aunque tengo que decir que estoy bastante ilusionado con esta historia, lleva meses en cabeza sin desaparecer, y creo que espera ser contada. Espero estar a la altura. ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------ Prólogo: El día de la revolución Desde el primer rayo de sol que iluminaba su cara, al salir de la cueva que se mal llamaba "Calle Victoria", como un preludio de lo que ansiaban aquellos que la atravesaban, una oscura figura hizo sus primeros pasos por aquel lugar al que llamaban "Meseta Añil". Todo alrededor suyo era un gran prado, con un solo camino en medio de él, custodiado por gigantescos árboles bien cuidados. Un seguido de arcos de piedra daban la bienvenida al aventurado entrenador que se acercase a ellos, y muchos metros a su fondo, se distinguía una gigantesca torre. "Aquí está, el centro de poder de este sistema caduco, que permite que un niño de 10 años que tan solo sabe ordenar a su puto monstruo que golpeé a su similar". Murmuró la figura. Era un hombre de unos cincuenta años, de piel oscura, que se estaba colocando unas gafas de sol con montura dorada. Estaba calvo y se le notaba el paso de la edad. Con sus gordos labios esgrimió una sonrisa maliciosa mientras alzaba un objeto esférico cuya mitad superior era de color negro con un franja amarilla que hacía un semicírculo, y cuya parte inferior era blanca. Vestía con una americana negra, de la cual sobresalía por debajo una camisa blanca y una corbata roja. Terminaba su indumentaria, nada preparada para la aventura, con unos zapatos negros lisos y unos pantalones grises bien planchados. Detrás suyo aparecieron dos figuras más. Vestían de forma similar, pero ellos llevaban una boina negra que les intentaba tapar la cara, sin mucho éxito. Cada una de las dos figuras llevaba un bazooka encima del hombro, y estaban apuntando al centro político de la región conocida políticamente como la "Federación de entrenadores de Kanto-Johto". "A su orden señor" Dijo una de las figuras mientras sujetaba su arma. "No hace falta ninguna orden... lo más rápido que podáis. Tiene que ser indoloro para ellos... el inicio de nuestra revolución..." Dijo el hombre de piel oscura mientras lanzaba su ultraball contra el suelo. "Tantos años protegiendo este lugar, supongo que es el momento que te encargues de acabar con él... Moltres" --------------------------------------------------------------------------------------------------------- Capítulo 1: Un siglo después... El sol hacía un amago de amanecer en "Puerto de Kanto", ciudad costera llamada "Ciudad Carmín" antes de la revolución. Había pasado casi un siglo del día de la revolución. Nadie que vivió ese día seguía con vida. Varias generaciones después, la revolución se había apoderado de los corazones de sus habitantes. La idea de un sistema político sustentado en el poder, y cuyos líderes eran elegidos simplemente por su destreza con los Pokémon parecía muy lejana para los habitantes de ese lugar. La federación cayó, y un 70% de ella formaba parte de un territorio ahora conocido simplemente como "Kanto" o "República Liberal de Kanto". Un chico de 18 años bajaba de su litera, mientras se rascaba la cabeza y bostezaba enérgicamente. Sin perder el tiempo, se quitó una camisa de pijama amarilla y se puso lentamente una camisa blanca. En el fondo de su habitación se oyó un "Toc, toc", justo en el momento en que se abría la puerta y entraba luz artificial desde el pasillo. "Buenos días" Dijo una voz masculina en tono muy calmado desde la puerta. "Buenos días Blaine, ¿Ya estás despierto?" Dijo el chico. Su habitación era pequeña y sencilla. Tenía lo básico para que dos personas guardasen sus posesiones personales y pudiesen dormir. El chico del pelo largo se recogió el pelo y miró a su compañero de habitación. Vestía con un uniforme de tipo militar. Totalmente negro y con hombreras de color rojo oscuro. Una "K" roja descansaba en el pecho izquierdo. En su cinturón colgaban tres Pokéball y la funda de una pistola. Su compañero tenía el pelo largo, engominado hacía atrás rubio. Tenía unas gigantescas entradas en la frente que hacía que pareciese que ya estuviese medio calvo, aunque le salvaba la parte del centro, que aún era algo frondosa. Mediría cosa de metro ochenta y algo y era muy delgado. Se le marcaban los huesos en las mejillas. Tenía los ojos azules y una nariz enorme. Esa nariz era una facción muy corriente en una familia especial: Los Blaine. Los Blaine venían de Isla Canela, donde reinaban desde la Guerra de la Revolución. El caso de los Blaine era curioso, pues se erguieron como monarcas de Isla Canela y las Islas Espuma durante la guerra de la revolución, algo completamente contrario a los ideales de revolución que se buscaban en Kanto. La historia cuenta que durante la conquista de los gimnasios por parte del "Ejército de la Revolución", el primer Blaine, que era el líder de gimnasio de ese entonces, se enfrentó solo al Ejército y venció, provocando la primera derrota del ejército. En esos momentos, el ejército había conquistado todo el continente de Kanto y ya había establecido la República, y estaban en plena conquista de Johto. La batalla de Isla Canela fue un punto de inflexión en la guerra, que marcó el principio del fin de la misma. La razón fue sencilla: El uso de "Pokémon de destrucción masiva". Blaine había sido uno de los científicos que, bajo las órdenes de Giovanni, intentó clonar un pokémon legendario, "Mew", y aunque no lo consiguieron, crearon al pokémon número 150. Mewtwo. Pero Giovanni cayó a manos de un niño de 10 años. Y el único espécimen que existía se creía desaparecido. Pero lo que el ejército de la revolución no supo, hasta el momento en que llegaron a orillas de Isla Canela, es que Blaine había mantenido sus investigaciones y no tan sólo las había completado, sino que había conseguido otro hito: La primera megaevolución artificial. Habían varias películas que contaban la violencia de la Operación Canela. Un solo pokémon exterminaba centenares de personas y pokémon bajo la mirada de un anciano calvo, y en todas ellas terminaba con imágenes del tratado de paz entre Kanto y Isla Canela, la cual se convertiría más adelante, en un valioso aliado de Kanto de cara al mundo pokémon. Mientras observaba a su famoso compañero, el chico se acomodó la camiseta blanca por encima de su barriga. Le estaba un poco estrecha de la parte céntrica, lo cual era otro indicador de que había vuelto a subir de peso. "La pregunta no es si yo estoy despierto, sino si tu estás lo suficiente lúcido como para ir a trabajar, Onofre." Dijo Blaine con una sonrisa sincera. Onofre se puso los pantalones negros uniformados y su camisa negra de manga larga por encima. Al contrario que Blaine, la suya no tenía hombreras, lo cual era normal, pues Blaine era especial. Había llegado a Puerto de Kanto como parte de un favor de Kanto con su aliado. "Era medianoche y te oí dar un grito. Así que estoy seguro de que has dormido menos de seis horas" Dijo Blaine mientras se apartaba de la puerta. Onofre se colocó un cinturón en el que descansaban dos pokéball y le respondió con una amplía sonrisa a su amigo. "Estaba viendo el capítulo de esta semana de las aventuras de Rojo" Dijo él, mientras salía al pasillo. El pasillo solo tenía puertas a un lado y al otro, y daba la sensación de ser un hotel, aunque se sabía que era el cuartel de Puerto de Kanto. En el fondo del mismo, se veían unas escaleras de doble sentido (unas que bajaban de piso y otras que subían), así como un enorme ventanal que mostraba el mar. "Ayer se enfrentó a Giovanni en Ciudad Azulona. ¡Fue increíble!" Dijo él, que se colocó delante de Blaine, mientras se dirigía hacía el ventanal. "Dicen que la temporada que viene saldrá tu tatarabuelo" Lo miró con cara de felicidad. Blaine asintió con la cabeza y con la mano le hizo un gesto para que aligerase. Onofre, ya entrado en sus veinte, mantenía el espíritu de un niño. Se pasaba el tiempo libre leyendo sobre la época de los entrenadores pokémon y fantaseaba con un mundo que ya no existía en Kanto. Solo las series de televisión recordaban aquello que antaño formaba parte de un mundo más sencillo. "¿Tu crees que han exagerado o eso pasó tal cual?" Le preguntó Onofre. "Rojo era un entrenador sin igual, eso es cierto. En casa tenemos aún las imágenes de cuando se enfrentó a mi tatarabuelo" Dijo Blaine. Los dos bajaron las escaleras y se dirigieron hacía la cantina. "¿Qué ocurrió con él durante la guerra de la revolución? ¿Él era aún el campeón de la liga pokémon?" Preguntó Onofre. La cantina estaba vacía, y era normal. A esa hora la mayoría de los reclutas que hacían el turno de mañana ya se encontraban en sus puestos, y solo quedaban aquellos que les tocaba encargarse del control de viajeros del puerto. El primer barco comercial de viajeros llegaría más o menos en una hora, por lo que tenían la suerte de levantarse un poco más tarde que el resto. "Yo te recomendaría que no hablarás mucho del pasado. Al menos no aquí" Dijo Blaine mientras se acercaba a la barra de servicio. Estaba llena de bollería industrial sellada en delicadas bolsas de plástico y de cafeteras enormes llenas de café para que los reclutas preparasen con esmero la primera comida del día. Trabajar como recluta de Kanto era algo normal en los jóvenes que no sabían que hacer con su vida. Kanto mantenía su posición como potencia en el mundo pokémon a base de crear un sistema político y social en el cual se producía de todo y muy barato, haciendo que fuese el país con más exportaciones del mundo. Eso causaba un efecto secundario: Con tal de ser productivos y poder vender barato, los salarios eran minúsculos, y después de la guerra, la gente tuvo que sobrevivir con lo que pudo, lo cual hizo que el sistema de consolidase. Con el paso de los años, incluso, se hizo creer que la vida era más fácil después de la revolución. Nacías, estudiabas hasta los 16 años, te graduabas en una escuela técnica e intentabas acceder a un buen puesto de trabajo, o trabajabas de operario en cualquier lugar. Pero ser operario, aunque muy necesario, a veces no daba lo suficiente para vivir. Aún incluso viviendo en pareja, así que, muchos jóvenes entraban en la academia militar para entrar a formar parte del ejército. Onofre cogió una bandeja y se colocó un vaso de café con leche y varios bollos en él. "Algún día conseguiré una licencia y me iré a hacer la ruta de las medallas" Dijo él mientras se sentaba en una de las mesas. En el caso de Onofre, él quería ser un entrenador pokémon. Así que entró en la academia por el simple hecho de que podía tener pokémon al hacerlo. Con la desmesurada industrialización de Kanto, llegó el inevitable final para muchísimos pokémon salvajes. Aparte de eso, se regularizó el uso de Pokémon, prohibiendo la venta de Pokéball amparándose en motivos de seguridad. Solo los cuerpos de seguridad podían acceder a las pokéball, y sólo algunas personas podían tener algunos Pokémon como mascota, siempre, claro está, siendo registrados y bajo un control férreo. "Llevas diciéndolo desde que eras un retaco." Dijo una voz femenina con un tono que denostaba hastío. "Y hace años que se te ha pasado el tiempo". Vestía con el mismo uniforme de recluta, pero en vez de pantalones, llevaba una falda ajustada y medias negras. Tenía el pelo castaño largo recogido en una trenza y llevaba unas finas gafas redondas que tenían la pinta de ser de plástico barato. "Buenos días Lisa" Dijo Blaine de forma cortés. "¿Hoy haces de mañana?" "Me toca en registro y control. Se acercan las olimpiadas de Tesselia y hay un acto de no se qué y vienen unos cuantos entrenadores de Hoenn." Dijo ella mientras abría la bolsa de uno de los bollos y se comía medio bollo de un bocado. Masticó dos veces y continuó hablando con la boca llena. "Lo de las luchas entre pokémon son cosa del pasado. No entiendo porque tenemos que darlas, pero supongo que así es la diplomacia". Blaine asintió de forma cortés, y miró hacía su compañero. "¿Qué ruta te gustaría hacer? ¿Hoenn o Sinnoh?" Le preguntó Blaine a Onofre, mientras sorbía un poco de café. "Dicen que Hoenn está explotando el turismo basado en la ruta de las medallas aprovechando el tirón que tienen sus series históricas." "Hoenn sería genial, pero se está poniendo muy caro y no creo que pueda permitirme la licencia y el permiso de residencia..." Dijo Onofre mientras terminaba de comerse su último bollo. Miró de reojo a Lisa y apartó rápidamente la mirada. "No es fácil ser entrenador pokémon..." Dijo él contestando a su compañera. Él la conocía de pequeña. Habían crecido juntos en Paso de Giovanni (la antigua Ciudad Verde), pero nunca habían hablado mucho. Su familia era muy pobre y sabía que ella había entrado en el ejército para mandarles el dinero. Su caso tampoco es que fuese muy diferente, siendo sus padres obreros, pero a él al menos le habían dado la oportunidad de decidir lo que quería hacer. Bueno, más o menos. Sabía que habían algunos entrenadores pokémon que habían salido de Kanto (gracias a la ayuda económica) y que ahora triunfaban en las ligas Pokémon de Alola, Hoenn o Sinnoh. Pero también sabía que la gente de Kanto no estaba bien vista en Teselia o Kalos, donde muchos de ellos emigraban con intención de encontrar un futuro mejor, siendo entrenador, o trabajando de cualquier cosa. Aunque en realidad todo era por el hecho de que durante la guerra de la revolución tanto Teselia como Kalos mandaron entrenadores a Johto para defenderse de la revolución. Eran antiguos sistemas donde la gimnasiocracia estaba muy instaurada y consideraban que era el mejor sistema. Tampoco era extraño que saltase cada año alguna controversia porque algún miembro del alto mando de Teselia o Kalos hubiesen dado algunas declaraciones ofensivas hacía el gobierno de Kanto. En esas, hace 20 años, nació la "liga internacional de Pokémon", o las Olimpiadas, donde cada región mandaba a sus mejores entrenadores para enfrentarse por el título de campeón mundial. Todo de forma muy amistosa, pero quedaba claro que era una manera de mostrar el poder de cada país. Una manera de aliviar tensiones, o al menos, de demostrar el poder de cada región. Kanto participaba mandando a algunos de sus generales militares con tal de mostrar el poder de la nación. "Las olimpiadas..." Murmuró Onofre mientras se levantaba de su silla. Al verlo levantarse, Blaine se levantó también. "Capitán Blaine, ¿No participa el Principato de Blaine en ellas?" Preguntó Lisa. "Por supuesto que no. Le quitaría la gracia al torneo." Dijo él. "Los Mewtwo..." Dijo ella con una mueca. En Kanto temían a los Blaine. O más bien, los Mewtwo de los Blaine. Cada año los Blaine, el 6 de Febrero celebraban el "Nacimiento de Mewtwo", su fecha nacional, en la cual hacían una demostración de su poder militar en las Islas Espuma, televisando varios Mewtwo en acción. Era su forma anual de darles un toque al gobierno de Kanto para que nunca olvidasen que ellos se mantenían en forma y que no aceptarían ninguna agresión. Aparte, la condición de paraíso fiscal que adoptaron junto a los Mewtwo los hizo bastante poderosos en términos económicos, aunque dependían de las exportaciones aportadas por Kanto. "Algún día me tienes que enseñar alguno" Le dijo Onofre, mientras recogía los restos del desayuno, y se levantaba bandeja en mano, dispuesto a colocarla en el estante de utensilios sucios. Blaine le dedicó una sonrisa, mientras también se levantaba. "Algún día" Le dijo, como siempre que su amigo le preguntaba por ello. Su relación con Onofre era extraña. Él era un simple recluta, pero Blaine era de jerarquía superior, y ya no hablamos de su condición de aspirante a la corona de Isla Canela. Se conocieron en la academia, básicamente porque los dos eran unos inadaptados. Onofre buscaba con ahínco entrar en la élite de los entrenadores (sin éxito), y a Blaine simplemente le hacían el vacío. De todos era conocido su deseo de ser entrenador, y aunque a los superiores no les gustaba esa conducta, su relación con Blaine hacía de contrapeso. Se podría decir que no había sido expedientado y expulsado gracias a su contacto, aunque fuese de forma no deseada. Podríamos decir que la personalidad calmada de Blaine casaba bien con la locura controlada de Onofre. La verdad es que nadie nunca sabía lo que había en la mente de Blaine, el cual siempre parecía seguir la corriente mientras pensaba en otras cosas. Cuando los destinaron a Puerto de Kanto, Blaine como líder de escuadrón, y Onofre como recluta, los dos estuvieron encantados. Mientras recordaba todo aquello, Blaine seguía a Onofre, el cual ya había puesto rumbo hacía la salida del cuartel. Lisa se les ajuntó, pues en el día de hoy los tres trabajaban juntos. Al salir del cuartel encontraron otros dos reclutas, que después de saludar de forma cortés a Blaine, siguieron fumándose un cigarro mientras hablaban de temas mundanos. El sol seguía en su camino ascendente, y ya empezaba a haber más claridad, aunque las farolas seguían encendidas. De fondo a su derecha solo se veían rascacielos, y en el horizonte se veía como el puerto empezaba a despertar. Había poca gente en la calle. Y los que habían era gente que volvía de trabajar, o algún vagabundo que dormía lo mejor que podía en cualquier esquina. Si se seguía la costa con la vista se podía ver la parte industrial de la ciudad, con grandes chimeneas a pleno funcionamiento que indicaban que el día ya había empezado para muchos. No les costó más de diez minutos llegar al puerto. En la entrada les saludaron y fueron rápidamente a su puesto. Lisa se sentó delante de una mesa de recepción, donde había un ordenador con varias listas de pasajeros, y Blaine se sentó en una silla dentro de una pequeña oficina. Él no tenía realmente que trabajar, pues realmente estaba allí por pura cortesía, así que simplemente hacía como si trabajase a los ojos de los demás. Al fin y al cabo, pertenecía a la realeza. Y todos sabían que la realeza no trabajaba. Onofre, a su vez, se colocó a la entrada a esperar que llegase el primer barco. Como cada día. Llevaba meses haciéndolo, y en su cabeza, mientras trabajaba, solo esperaba la hora de salir. Aunque, salir de su día a día solo significaba volver a su refugio de series e imaginarse en lugares mejores donde el mundo era un lugar más amable, y donde la dicha de muchos era viajar entre los continentes en un sinfín de aventuras. Lejos de la cruda realidad. Lejos de los grilletes de la época en la que le había tocado vivir. Pero, aún y así, era lo más cerca que estaría de su sueño de ser entrenador pokémon, así que, junto a la rutina, dejó que el pasar del tiempo se apoderase de él, hasta pasar su jornada laboral. Entre barco y barco, Blaine le invitaba a algo, o le hacía escaquearse de su puesto para que le ayudase en cosas oficiales, como, por ejemplo, ver algún que otro combate de la liga de Hoenn. Habitualmente, en terminar la jornada, Blaine y él hacían una fugaz visita a un pequeño bar que había al lado del puerto, donde comentaban lo más interesante del día, como las vivencias que les contaban aquellos que atravesaban la aduana mientras se procedía el registro. La cara de Onofre daba cierta sensación de inocencia, con lo que, habitualmente la gente que pasaba por allí se les hacía fácil de interactuar con él, y acababan contándole más de lo que habitualmente hubiesen contado. Pero hoy era distinto, con una palmadita, Blaine le había dicho que hoy tenía trabajo extra, y que volviese al cuartel solo. Si cuando se había despertado aún se veía oscuro, a estas horas del día volvía a verse todo oscuro, por lo que, empezó a andar hacía el cuartel lentamente, mientras pensaba en lo que haría al llegar al cuartel. "Si Giovanni ha caído en Ciudad Azulona y se supone que hay un bloqueó en Azafrán, seguramente ahora tendrá que ir hasta Ciudad Fucsia... no puedo esperar a saber como continúan las aventuras de Rojo" Pensó de forma algo distraída. Formaba parte del ejército. ¿Quién iba a enfrentarse a las autoridades? Era algo que él se había llegado a creer. Y fue la causa de que no se diese cuenta de que había algo detrás suyo. Siguió andando, sin saber que el siguiente paso que daría, sería el último que recordaría haber dado en Puerto de Kanto.
Leído :D Cuando leí distopía pensé que iba a ser un poco un 1984 versión poke y en parte me alegra que la cosa no vaya tan por ahí, ya Spies es bastante para mi pobre kokoro </3 La verdad es que me agrada ese futuro que es más cercano a nuestra realidad tercermundista que otra cosa, siendo Kanto una gran china con mano de obra más barata que la mexicana y donde ser entrenador ya quedó reservado a la élite porque, ¿a quien carajos se le ocurrió que era una buena idea que niños de 10 años manejaran dragones escupe fuego en primer lugar? Quizás sea el hecho de que ando con una bola de enfermedades, para variar, que no me dejan concentrarme bien en la historia pero debo decir que en terminos generales me agrada la redacción, digo, se nota que le falta pulimiento y habría que cuidar aspectos de la misma para no dar demasiada exposición de golpe que abrume al lector pero me parece que esas son de las cosas que se mejoran con algo de práctica. onofre de ya me cae bien y se ve que el Blane de esa gen igual es una persona chévere, de la chica no puedo opinar mucho porque su participación en este cap fue chica. Uff si hay gatos confirmados en la historia presiento que a algunas personas de aquí les va a gustar xD Qué mas iba a decir... ah si, si bien no es directamente eso me da que te inspirante en la famosa leyenda de la guerra de Kanto y Johto no? es que digo, se me hace curioso que hay mucho mame con esa supuesta guerra y que haya youtubers hablando de ella y eso... pero que en términos generales es algo que no se ve reflejado en fanfics, al menos no es español y es como que lol cuanto lore desperdiciado. Como digo, lleva con calma el tema de dar la información para que sea medida son lo que necesitas explicar.