La puerta que no debe ser abierta

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por MidnightMoon, 11 Mayo 2014.

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    MidnightMoon

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    Leo
    Miembro desde:
    31 Enero 2012
    Mensajes:
    67
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    La puerta que no debe ser abierta
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    534
    Prólogo
    Los enemigos ya habían entrado al palacio, sometiendo a todos los inquilinos en la explanada. Los generales se dirigieron a la sala del trono buscando a los reyes. Aquel pequeño niño, hijo de uno de los guardas personales del rey, veía con temor como los soldados enemigos quemaban uno por uno los habitantes del castillo, esa era su manera de acabar con sus enemigos. La irresistible peste, casi palpable, de carne quemada, y los gritos desgarradores de sufrimiento se impregnaban en todo el ambiente. Las lágrimas comenzaron a brotar cuando vio que la siguiente víctima sería su madre, quería dejarse llevar por sus instintos y correr hacia ella, pero la presencia imponente de su custodio le aterraba. La bañaron en aceite y luego le prendieron fuego, obligándola a lanzar quejidos y gritos de dolor. Su pequeño hijo soltó un grito desgarrador, pero una patada de su custodio en la boca del estómago le hizo detenerse.

    Sabía que también acabarían con él, no dejarían a nadie vivo, sus enemigos eran así, así que sólo aceptó su cruel destino, tenía doce años, pero ya conocía varias realidades de la vida. De repente todo se escandalizó, por la puerta del palacio los reyes y su único hijo descendían siendo empujados y golpeados por los enemigos; ya no eran ni un rastro de las figuras imponentes que veía con respeto. Los soldados enemigos fueron corriendo a humillar al rey, hasta su custodio, sin embargo en la cercanía había otros soldados más que le evitarían escapar. Un soldado más se acercó.

    ―Tú ―murmuró―. Ensucia tus ropas y ponte esto encima. ―Le dio una capa con capucha.

    El niño se quedó atónito, no sabía por qué le hacía tal petición, así que no se movió.

    ―Hazlo si quieres salvarte.

    Y por un extraño atisbo de confianza, lo hizo. Se ensució las ropas en la tierra y se puso la capa. Luego de ello el soldado lo cogió de la mano, comenzando a caminar.

    ―A partir de ahora se te llamara Tireth, ¿entendido?

    Él sólo asintió con la cabeza. Finalmente, llegaron con un grupo de niños y adolescentes que de igual manera se veían sucios. Reconoció a una, era la hija de una de las sirvientas reales. Por este hecho recordó un rumor que había escuchado, el reino enemigo acababa a todos, pero dejaba a los hijos de la servidumbre vivir, ya que no solían ser tan leales a su antiguo reino como el resto.

    ―Aquí tengo otro ―dijo su rescatador a uno de los soldados que cuidaban el grupo.

    ―Tú ―le saludó la niña que reconoció, que si no mal recordaba era un año menor―. Me alegro que estés bien.

    ―No hablen ―ordenó su custodio.

    Así permanecieron toda la noche, escuchando con horror los gritos de todas las personas con las que habían convivido hasta el momento, querían gritar y llorar, pero el miedo era más grande, así que sólo guardaron silencio, en un atónito trance, esperando el final de su cruel destino.

    Ese día una grupo de niños fue salvado por el enemigo, sin embargo no esperaban que entre ellos existiera una de las personas más leales al reino, ahora inexistente, que lo vio nacer.
     
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    La puerta que no debe ser abierta
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    1426
    I
    En el pueblo de Amberfall del reino de Makeryk se respiraba tranquilidad, si no fuera por la presencia de una base militar imperial, el pueblo no tendría prácticamente movimiento. A pesar de que estaba sólo a medio día en carreta de la ciudad de Deuslia, una de las más grandes de la región.

    Tireth se encontraba en los campos, descansado. Actualmente era un teniente en el ejercito del reino que una vez destruyó al suyo, sin embargo ya no le importaba ―o al menos eso aparentaba―, ya que había entendido lo que la guerra representaba.

    Una serie de pasos se acercaron a él. Los reconoció al instante, pertenecían a la persona que en otrora le salvó, pertenecían a su tutor, Brial.

    ―Es un día tranquilo, ¿no? ―preguntó el recién llegado.

    ―Como todos aquí.

    ―Pero no será así por siempre y menos cuando nuestro rey encuentre todas las llaves.

    ―Lo sé. Quizá no sea un mal rey, pero su ambición por abrir la puerta de la realidad nos conducirá a la destrucción. ¿Por eso me viniste a buscar?

    ―Me gustaría decir que no, pero esta vez perturbaré tu paz. Tenemos que ir con Inrinneas. Vamos, sígueme.

    Y comenzaron a caminar. Brial, además de su tutor, era algo como un padre adoptivo para él. En un principio pensó que lo había rescatado por un gesto de amabilidad y piedad, pero luego descubrió que había sido por interés. Como hijo de un guarda personal del rey, tenía los fundamentos básicos de combate y estrategia, pero además de eso, se encontraba en la edad predilecta para todavía ser moldeado a sus necesidades. Aunque ahora sabía esa verdad, no lo culpaba, todo era por un bien mayor, que por muy poético o heroico que sonase, no era algo que ejerciera especial encanto en él: salvar al mundo.

    Sus pasos los llevaron a una vieja, pero hermosa y amplia casa, donde fueron recibidos por un anciano con ropa desarreglada, prácticamente calvo y sin ningún tipo de barba. Él era Inrinneas, un poderoso hechicero real; ahora retirado.

    Entraron, topándose con algunos invitados más: Una pareja de hermosos elfos oscuros, un grupo de seis enanos, tres humanos y un perdido plateado. Todos reunidos para detener los planes del rey de hacerse con las llaves dimensionales. No eran una rebelión, ya que estaban a gusto con el gobierno de su rey, sin embargo se veían a sí mismos como un chaleco de contención que evitaría que su señor abriera la puerta que no debía ser abierta. Inrinneas había tratado anteriormente de concientizarlo un incontable número de veces, avisando del peligro que se avecinaba si insistía con ese objetivo, pero todas las veces fue ignorado.

    ―Creo que ya están todos ―afirmó Inrinneas sentándose en su cómodo sillón al lado de la chimenea.

    ―¿Para qué nos has convocado? ―preguntó el elfo oscuro.

    ―Silerand, amigo mío, paciencia, por favor. El rey ha encontrado la ubicación de otra llave, se encuentra en el reino septentrional de Scarlet Ice, como sabrán, debemos de evitar en lo posible que el rey se haga de más llaves, así que deberemos de enviar un pequeño grupo que la obtenga antes que el rey.

    ―Yo me ofrezco de voluntaria. ―Se levantó una enana que llevaba un vestido de descanso, tenía el cabello marrón y no tenía barba. Sin embargo llevaba consigo su espada, atada a su cintura.

    ―¿Ella es tu protegida, Idryht? ―pregunto el hechicero.

    ―Sí. ―Se levantó el aludido, un enano anciano, con una gran barba blanca, pero con un porte imponente―. Pido disculpen su insolencia, pero ella dejó todo atrás para unirse a mi gente, ya no tiene hogar al que volver, pero es una prodigiosa guerrera, que me gustaría aceptaran para esta misión.

    ―¿Cuál es tu nombre? ―le preguntó a la enana.

    ―Arliht hija de Boldet, señor.

    ―¿Sabes lo riesgoso de esta misión, tanto en la realización, como todo lo que se pondría en peligro si fracasan?

    ―Por supuesto, y por eso mismo le pido su aprobación para unirme al equipo. Quizá no tenga tanta experiencia como otros de mis hermanos, pero mi espada ―dijo mientras la desenfundaba y la ponía enfrente suyo, de lado―, está a su total servicio. Lo juro por nuestro señor Thanrith.

    ―Que Thanrith cuide tu camino.

    ―Gracias. ―Guardó su espada, hizo una reverencia y volvió a tomar asiento.

    ―Idryht, dos más de tu gente nos acompañarán; Silerand, enviarás a uno de tu gente, escógelo bien, que será él que encabezará la misión; Kaeres, necesitamos dos pícaros de los tuyos; y Tireth, tú también irás con ellos.

    Mientras el líder ordenaba lo que se debería a partir de ahí, el perdido sólo miraba a los presentes con sus imponentes ojos negros carentes de iris. Sabía que no se vería involucrado directamente con ese pequeño grupo, sin embargo su presencia era necesaria. Brial lo observó, tratando de descubrir que había detrás de esos ojos, él nunca había confiado en esos seres, y su confianza era aún menor desde que el hechicero lo comenzó a considerar su mano derecha. «Sucios subterráneos», pensó.

    ―Mañana los espero aquí, con los primeros rayos del sol, para darles el resto de la información. No olviden nada, que partirán en ese mismo instante. Por el momento se pueden retirar.

    Todos obedecieron y fueron saliendo de la casa en pequeños grupos. Al joven teniente le esperaría un pesado día para preparar su equipaje. Scarlet Ice era un reino muy lejano, el viaje duraría de seis a ocho meses, eso si ningún contratiempo obstruía su camino.

    Mientras salían, Tireth alcanzó a Arliht, su actuación ahí adentro le dio curiosidad, y le animó a querer compartir unas palabras antes de partir.

    ―Arlith ―llamó su atención.

    ―Buenos días. Tu nombre es Tireth, ¿no es así?

    ―Sí.

    ―¿Qué se te ofrece?

    ―Nada en particular, sólo quiero hablar con la única compañera de viaje que tengo que gusto de conocer.

    ―Vamos a tener mucho tiempo para hablar en un futuro ―respondió la enana tratando de acortar la plática lo más posible.

    ―¿Sabes?, me extrañó ver a una enana sin barba, no lo hago con afán de ofender.

    ―Entiendo, es algo raro. Pero así como en algunos pueblos humanos se tiene la tradición de cortarse el cabello cuando se es expulsado de su hogar o para marcar un nuevo comienzo en la vida, lo mismo pasa con la barba de los enanos, que en otras situaciones se considera sagrada.

    ―Entiendo, y por lo que dijo tu líder ahí dentro…

    ―Tuve problemas en mi hogar ―lo interrumpió―, pero ya no hablaré más al respecto. Con tu permiso, tengo que preparar mi armadura para mañana, el ritual que hacemos antes de partir a una batalla es sagrado y no puedo omitirlo

    ―Está bien, nos veremos mañana, yo también tengo algo que hacer.


    El día siguiente había llegado. La mayoría ya estaban en el hogar de Inrinneas, pero la ausencia de alguien se hacía notar. Tireth observaba a su amada Cellia mientras dormía, su amor era grande y en poco tiempo estaban planeando casarse, sin embargo no podía fallar en esta misión.

    Poco a poco abrió los ojos, y encontró a su enamorado frente a ella.

    ―Tireth, ¿qué haces aquí? ―preguntó adormecida.

    ―Simplemente quise venir a verte, ya que tenemos que hablar.

    ―Oh, espera.

    La joven se levantó de su cama para tratar de ahuyentar su adormecimiento. Su larga cabellera negra estaba desarreglada, sin embargo no le importa mostrarse así con la persona que amaba. Ambos caminaron, saliendo del cuarto y yendo al comedor. Pasaron unos minutos de silencio, hasta que él lo rompió:

    ―Tengo que partir. Inrinneas nos encomendó una misión que debemos de cumplir. No sé cuándo volveré.

    La noticia le cayó como un balde de agua fría, eliminando el poco sueño que aún sentía. Corrió hasta Tireth y lo abrazó fuertemente.

    ―No puedo ser egoísta y decirte que te quedes, aunque ese sea mi deseo ―comenzó a hablar―. ¿A dónde irás?

    ―Al reino de Scarlet Ice.

    ―Muy lejos, mi amado, pero sé que volverás y cuando lo hagas nos casaremos y tendremos una familia, ¿de acuerdo?

    ―Por supuesto.

    Ambos se abrazaron, tratando de contener el cúmulo de emociones que les haría romper en llanto, luego se dieron un beso con el que transmitieron su amor. Se separaron y el joven se dirigió a la puerta trasera.

    ―¿No quieres desayunar antes de ir? ―preguntó, tratando de ser amable.

    ―No, lo siento, ya desayuné ―respondió, con una ligera sonrisa en su rostro.

    Salió por la puerta, dejando tras de sí un pesado ambiente de tristeza e incertidumbre.
     
  3.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
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    Pluma de
    Escritora
    Qué lectura tan interesante, desde el prólogo, el que me dejó un tanto impactada. Qué horrible manera de morir, quemados sin compasión; un reino destruido para el surgimiento de otro, en donde algunas víctimas, esos niños, son salvados para servir a ese nuevo reino.

    El tema parece emocionante y se vislumbran aventuras al por mayor, pero veo que desde a mediados de mayo no has actualizado y mi pregunta es: ¿continuarás con esta historia? Luego a veces por eso me da pereza leer o comentar, porque las historias que escojo para leer, no llegan a su final xD.

    Sé también que se deja de actualizar por falta de interés de los lectores xD Espero que este no sea el caso.

    Saludos.
     

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