Drabble de Pokémon - La perdición del enepecé

—Ahí dentro quizás necesites un pokémon que te ilumine el camino —había dicho el montañero de la entrada.
¿Quizás? ¿Cómo que quizás? No puedo caminar ni siquiera sin pisar sin querer a algún Geodude, ¡no se ve ni un ápice! Había entrado aquí para disponerme a retar a cualquier aventurado que pase y de paso, conseguir algún pokémon tipo roca y ahora me encuentro dando vueltas en círculos. O me imagino que será en círculos, porque al no ver nada, no sé ni donde estoy.
¡Qué diría mi padre! Un montañero como yo perdido en una cueva oscura. La vergüenza de una familia de montañeros. No podría decir si llevo aquí horas o días. Lo único que sé, es que no he visto nada más que pokémon en un buen rato y ya se me empiezan a acabar las bayas y las pociones para que mis amigos resistan. ¡Ya lo decía mi abuela! "Lleva siempre contigo una cuerda huida, porque nunca sabes en qué berenjenal te puedes meter." Si lo llegase a saber, hubiese comprado alguna, pero no me había hecho falta hasta ahora.
—Charizard, usa destello.
¿Estoy ya alucinando? Seguramente ya la pérdida de noción del tiempo también me haya hecho perder la noción de la realidad y ahora escucho voces.
¡Ah! Siento mis ojos se resienten por la luminosidad. Al recuperar mi visión puedo ver a un Geodude mirándome confundido. Al parecer estuve a punto de provocar un combate con él.
A lo lejos puedo ver a un joven con gorra que parece ser el que habló, al lado de un Charizard que parece haber iluminado con su fuego toda la cueva.
Quiero moverme para esconderme, pero permanezco estático. A ver si acaso no me viese y así podría evitar el combate. No quisiera tener que enfrentarme a un entrenador que tiene un Charizard tan imponente como ese.
¿Esto era de lo que hablaba mi padre? Que cuando un entrenador viene hacia ti permaneces inmóvil aunque no quieras, ¿pero qué tipo de brujería es esta? Ah, mi abuela decía otra cosa, ¿cómo era? Ah sí, la maldición del enepecé o algo así. Diantres, espero que me evite él a mí, eso sería lo mejor. Definitivamente.
—Vamos Montañero Luis, cierra los ojos, ciérralos —digo para mis adentros sin ser capaz de hacerlo.
Pues el chico se va acercando a mí, no sin dificultades por unos cuantos Geodudes que le salen al encuentro. Incluso el de antes, que al fin encuentra a alguien menos atolondrado para entrar en combate.
Al pasar justo delante mía, algo irrefrenable me hace interponerme en su camino. Algo dentro de mí me dice que voy a perder, aunque tenga que demostrar lo contrario.
—Más que maldición, esta es la perdición del enepecé abuela —mascullo para mis adentros.
—¿Disculpa? —dice el joven un poco confundido.
—¡GUAU! ¡Me has impresionado! ¡Pero si eres sólo un niño! —¿Pero qué estoy diciendo? Al menos espero ser digno hijo de montañero.