Saint Seiya La pequeña Viví [One shot]

Holiiiii^^ Espero que os guste mi historia, es la primera vez que escribo sobre DeathNote, así que no me maltratéis demasiado, aún así, CUALQUIER crítica será bienvenida y agradecida:3
Sólo quiero añadir que mi historia ocurre durante el período en el que L y Light están unidos por la cadena, cuando ni él ni Misa saben que son Kira y el segundo Kira respectivamente.
ESPERO QUE OS GUUUUUUSTEEEEE ^^

La pequeña Viví​

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Light descansaba tranquilamente en su cama. Eran las 10 de la mañana, quizás dentro de media hora levantara a L para seguir con su investigación contra Kira. ¿Qué estaría haciendo ese cabrón en este momento? No tenía ninguna gana de levantarse, en la cama se estaba tan a gusto que se quedaría allí horas y horas. Aún así, alguien decidió lo contrario.
—¡Ah! ¿Pero que coño...? —Light se tocaba la cabeza en señal de dolor, se había pegado un buen coscorrón— ¡L, ¿por qué me tiras de la cama?!
—Es hora de ir a trabajar —contestó él con la misma expresión de tranquilidad de siempre.
—Está bien...
Light se levantó y cogió su móvil. Tenía dos llamadas perdidas de Misa. ¿Qué querría ahora? ¿Quizás que salieran a tomar algo? Aquella chica nunca aprendería, estaba encadenado a L para todo, no podrían tener una cita normal. Además, que él nunca le había pedido salir, ella simplemente se había presentado como su novia.
—L, Misa me ha llamado dos veces.
—Llámala tú entonces.
Light pulsó la tecla verde de su teléfono y este comenzó la llamada. Al tercer pitido la chica contestó.
—Buenos días amor.
—¿Qué querías, Misa?
—¡Oh! Es verdad —¿De verdad que no se acordaba de que lo había llamado antes?—, necesito vuestra ayuda.
—¿Los dos?
—Sí. Una compañera de un antiguo trabajo tiene una niña preciosa, de un añito y medio super mona y necesito que la cuidéis.
—Misa, ¿estás de coña? —¿Pero qué se creía, que eran niñeras o qué? Salvar al mundo de Kira era mucho más importante que cuidar de una enana.
—¿Qué quiere? —preguntó, curioso, L.
—Nada, da igu... ¡Eh! —L le quitó el móvil de las manos a Light y se lo puso en la oreja.
—¿Misa? Soy L.
—Hola L. Necesito que cuidéis de la pequeña Viví.
—Mmm... De acuerdo.
—¿¡Qué!? —gritó Light.
—¡Gracias L! En quince minutos estoy allí con ella.
Y colgó. Light no sabía cómo reaccionar. ¿De verdad L quería cuidar de una mocosa? No podía ser. No le veía sentido. Ninguno.
Siguió buscándole alguna lógica hasta que Misa apareció por allí con la pequeña. No se podía quedar mucho tiempo así que dejó el carro entre los dos chicos, les dio un beso en la mejilla a cada uno y salió tan rápido como había llegado.
—L, no entiendo nada —había desistido, no encontraba ningún porqué.
—¿Qué?
—La niña, ¿por qué has acepado? Kira ya nos da suficiente trabajo.
—Ah... Una señorita estaba en apuros, deberías aprender a ser un poco más caballeroso.
Light suspiró, jamás lograría entender del todo a su compañero. Volvió a centrarse en la pantalla del ordenador. Había habido trece muertes más aquella noche. Todas por paros cardiacos. Doce de ellos eran criminales pero uno... Uno no encajaba del todo con Kira. Era un empresario de una gran empresa en Japón. ¿Kira había cambiado su modo de actuar? No, era imposible. Quizás fuera el según...
—¡Buaaaaaa!
—¿Qué cojones...?
—Viví está llorando —comentó L sin apartar la mirada del ordenador.
—Muy bien —le respondió Light—, ocúpate de ella.
—¿Yo? —ahora sí que L se volvió a mirar a Light.
—Claro, tú decidiste que nos quedáramos con ella, tú la cuidas.
—Está bien.
L se levantó y se agachó hasta quedar a la altura de Viví, que no dejaba de llorar. Le secó las lágrimas con las manos y se volvió a levantar. Se dio la vuelta y, cogiendo el carrito, comenzó a dar vueltas por la habitación.
Mientras tanto, Light volvió a centrarse en Kira. Estaba en lo del empresario muerto. A lo mejor esta vez sí había sido por una muerte natural. A todo el mundo le llega su hora alguna vez. Pero era un poco extraño que...
—¡Ah!
El porrazo fue enorme. A Light se le había olvidado completamente la cadena que lo tenían pegado continuamente a L y, cuando este se alejó demasiado, tiró de Light consiguiendo que cayera al suelo, con silla y ratón incluidos.
—Light, debes tener más cuidado —L siempre sonaba de lo más tranquilo, aunque esta vez no pudo evitar una pequeña sonrisa en su rostro—. ¡Mira! Viví también se está riendo.
Y tenía razón. La pequeña estaba riendo. Light se levantó, colocó bien la silla, dejó el ratón en la mesa y se acercó a los sofás, donde estaba la chica.
—Hola bonita —le dijo a la pequeña sonriendo.
—Hola bonita —repitió ella sin dejar de reír.
—Tiene razón, vas muy bonita, hoy vienes un poquito afeminado, ¿no?
Ahora sí que los dos chicos comenzaron a reír. Quizás, cuando todo terminara, los dos podrían llegar a ser buenos amigos.
—Está bien, volvamos al trabajo.
De nuevo, lo jóvenes se sentaron en sus respectivos asientos. Le dieron un pequeños peluche que estaba debajo del carrito a Viví y ella se quedó jugando con él hasta que se durmió.
—Oye L —dijo Light haciendo que el nombrado se girará—, va siendo hora de ir a comer.
—Yo estoy haciendo cosas importantes.
—Bueno, vamos un momento a coger algo y volvemos. No tenemos ni que llevarnos a Viví.
—Mmm... Está bien.
Así, los dos chicos salieron de la estancia tan rápido como sus silenciosos movimientos les permitieron. Pero no todo iba a ser tan fácil. Viví se despertó a penas un minuto después de que ellos salieran y vio que no había nadie en la habitación. Iba a ponerse a llorar cuando vio que su peluche estaba en el suelo. Salió del carrito como pudo y fue andando hasta el peluche. Lo cogió y en seguida se aburrió de él. Pero había algo más divertido en la sala. Corrió hacia la silla de Light y, apoyándose en el reposa pies, consiguió subirse en ella y sentarse. Ahora tenía delante suya un ordenador. Y era todo suyo.
Comenzó a tocar teclas sin sentido alguno. Se salió de la aplicación donde estaba metido Light, llegó al escritorio, se metió en Internet y en las cámaras de seguridad del edificio y hasta mordisqueó el ratón para ver a qué sabía.
Entonces, le pulsó alguna tecla y una gran ventana apareció en todas las pantallas al ritmo de un horrible pitido. En dicha ventano ponía '¿Está usted seguro de que desea formatear el ordenador? Se borrarán todos los archivos que hay en él.'
Tan rápido como pudieron, L y Light llegaron a la sala dónde habían dejado a Viví
—¡No, no, no, no! —gritaban los dos al unísono mientras corrían hacia ella.
Y su pequeña mano pulsó una tecla.
Cuatro horas después.
—¡Muchísimas gracias por cuidar de ella! —gritaba Misa abrazando a Light.
—De nada... —la contestación del abrazado no fue más que un leve suspiro.
—¿Se ha portado muy mal?
—Para nada... —contestó L, que estaba tumbado en los sofás chupándose un dedo.
—¿Qué le pasa a ese?
—La niña, que nos ha formateado todos los ordenadores...
—¡Jo, que lista! —comenzó a decir mientras se alejaba de ellos— Como regalo te pienso comprar un helado, ¿de qué lo quieres, enana?