Estoy aquí, sola como siempre, sentada frente a la pequeña ventanita desde la que recibo un poco de luz solar; mi silla, vieja pero fuerte me ha acompañado desde mi infancia, debía estar en el comedor pero la saqué de allí pues las otras pertenecían al juego de mesa nuevo y ésta era la unica diferente... así como yo. Por encima de las altas murallas, se ve la inmensidad del cielo, el recorrido planificado de las aves quienes majestuosas se divierten alzando vuelo y entre muchas otras cosas, lo algodonosas que se perciben las nubes. Los que caminan sobre las edificaciones, se imaginan árboles o incluso el desierto desolado pero su imaginación corta y náufraga los limita a sólo eso; no consideran la existencia de otros seres viviendo tras las murallas, ¡imagínense siquiera la cantidad de habitantes en los árboles, sin obviar los del desierto!, todo es vida aunque parezca muerte y todos nos vemos obligados a adecuarnos a las exigencias que se nos presenten. ¿Porqué no pensamos en los pocos mamiferos, los reptiles e insectos?, ¿porqué nuestra mentalidad tiene que permanecer tan cerrada en pleno siglo XXI?, ¿porqué seguimos siendo el reflejo de una sociedad que se dedica a condenar en vez de intentar comprender?... la respuesta no es otra que la misma idea que le dio concepto, estamos todos o su gran mayoría caminando erguidos sobre la muralla, nadie se atreve a desfigurar su paso, nadie se toma el tiempo de pensar en otro, pues todos corren frenéticos buscando nada más que su bien particular. Yo por mi parte, no camino sobre la muralla, tampoco estoy en el desierto... me encuentro en un rebaño mental, encerrada sin muerte ni salvación. El destino es la vida y la puedo recrear a mi propia conveniencia, puedo cambiar lo sé, pero no quiero. No tengo voluntad, ni la quiero tener. He sido siempre la oveja negra, aquella en la que en nada cree... aquella que siempre es la última, muy poco agraciada, inteligencia le falta y sobran las diferencias, no quiero seguir describiéndolo tampoco, no merezco la tortura, sigo siendo nada. He arrastrado con esto toda mi vida y me he cansado de intentar sobresalir siempre en vano, una vez más lo plasmo sobre esta hoja de papel que un día también me dejará; me he quedado presa de la negación y la amargura en aquella silla, día y noche durante años; sin embargo, sigo viva, mi corazón late hoy más fuerte que nunca aunque esta plenamente consciente de que no es el más bello ni el más especial, conoce bien que no pertenece a uno de esos que camina por la muralla y lo agradece, así como también es conocedor de no ser uno de los animales que nadie se dedica a imaginar con vida. Me repudian por ser la oveja negra de los caminantes, sacada de un bosque del que no tengo razón; mientras, sólo engullo sentimientos con apego y devoción, hasta el día en que la luz de la ventanita se apague y me deje hundida entre mi propio desamor.
