La novia en azul

Tema en 'Relatos' iniciado por Purrsephone, 12 Abril 2012.

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    Purrsephone

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    Título:
    La novia en azul
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    765
    La novia en azul

    A merced de la enorme catedral, se hallaba ella. La hermosa e inigualable novia que era parte de aquella maquinaria que llamaba matrimonio. Pero esta novia no iba vestida de blanco. Ni el más mínimo encaje que componía su suntuoso vestido era de la tonalidad que las futuras señoras suelen utilizar. Esta jovencita, de rozagantes mejillas y perfecta tez morena estaba plenamente consciente de que usar un vestido blanco correspondía única y exclusivamente a las doncellas, las cuales podían ostentar el título de ser vírgenes sin pudor. Sus elecciones, la habían llevado a perder tal privilegio, y nunca fue descarada en tales asuntos. Entre los muchos colores que pudo elegir, el azul era el perfecto para una simple humana como ella. Un tono que representaba lo que en sí misma era en una simple imagen, en una sola postura. Sí, esta prometida tenía la singularidad de poseer un distintivo de estar utilizada y señalaba, que eso no era en ningún aspecto una señal de recato y poco decoro.

    Es más, se le veía aún más delicada y preciosa que a cualquier fémina que se haya vista inmersa en la misma situación y hubiese seguido la tradición sólo por cumplir. No cabía duda, estaba hermosa. Cada suspiro, la forma en que tomaba su ramo de siempre vivas, hacían que los que la veían se detuvieran en su persona. Observaban lo extraño que era que una chica estuviese cometiendo semejante acto y aún más, sola. Porque nadie la acompañaba a caminar por el enorme trecho hasta el altar.

    No había un padre amoroso con lágrimas en sus cristalinos ojos al ver que su hija se alejaría con otro hombre. Tampoco existía un abuelo gentil que con el pecho lleno de orgullo la guiara. Menos aún algún amigo piadoso de que aquel sendero significaba andar entre espinas. Para la novia en azul no existía ninguna de esas opciones, sólo tenía su larga cabellera perfectamente ordenada, un velo mal puesto dentro de toda esa armonía, un vestido con el cual sabía que no causaría cometarios de aprobación y finalmente a sí misma.

    Una ráfaga de viento helado rondó aquel imponente lugar y le provocó un largo escalofrío. No podía alargar más ese momento, la hora de ejecutar su papel en aquel lugar había llegado. Tomó su frondoso vestido dejando espacio para que sus pequeños pies subieran las escalinatas del coloso de cemento que estaba ante ella. Paso a paso, sueño tras sueño, idea y locura, todo se juntaba libremente a su alrededor.

    Ya en el portal de la catedral, vislumbró al hombre por el que rompía con la farsa. Siguió la alfombra trazada y poca atención le prestó al decorado excesivo del sacro lugar. ¿De qué servía reparar en semejantes objetos si ella era la protagonista del lugar por antonomasia?

    Frente al novio, la muchacha supo nuevamente por qué era que estaba allí. Recuerdos. De tardes en las que la pureza debió ser profanada, seamos sinceros, con el sello de garantía femenino de allí abajo a ese hombre. Traiciones a la luz de las velas. Canciones dedicadas que otra persona había compuesto. Eso era lo suyo. Digamos que no tuvo la suerte de las princesas de los cuentos de hadas.

    Cuando se colocó frente al altar, notó que el sacerdote no tenía rostro y como buen orador movía constantemente sus manos. No merecía otorgarle importancia a un detalle como ese así que comenzó con lo estipulado. Dirigió la vista hacia el novio y de su mano sacó el anillo de brillantes que le pesaba toneladas. Se lo entregó en la mano al que con ese mero gesto dejaba de ser parte de su futuro.

    Él, fingió estar dolido como de costumbre. Sin embargo, su reacción, para la novia en azul era objeto de risa.

    Tomó su vestido y lo rasgó hasta conseguir el largo que le permitiera una mejor movilidad. Al estar todo listo corrió por recinto sagrado hasta la salida. Allí arrojo el ramo para que otra mujer como ella fuese liberada. Respiró profundamente notando que la libertad en su vida tenía un nuevo aroma. Por un segundo quiso darse el placer de mirar hacia atrás y ver el rostro de cada uno de los asistentes a la farsa. No obstante, ese privilegio lo tenían sólo los idiotas que componían a la maquinaria de su matrimonio.

    Bajó las escalinatas de la catedral, se sacó los costosos zapatos sintiendo el frío pavimento y se dirigió a una nueva vida en la que sabía que nunca más sería la novia en azul.
     
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