Contenido oculto: Importante~ Fandom: Haikyuu. Parejas: BokuAka~ Tipo: One-shot. Advertencias: Puede dar diabetes, tal vez algo de OCC. Ds: Los personajes de Haikyuu no me pertenecen. Aclaraciones: Esta historia carece de una trama concreta, es solo una situación suelta. Además de esto este fic está publicado en un blog mío personal. Es fácil caer en la locura, lo difícil es salir de ella. La primera vez que me di cuenta de que estaba cayendo en la locura fue cuando te vi por primera vez, ¿recuerdas aquella mañana fría de Noviembre? — ¡Achís~! —el estornudo salió del pequeño niño que se encontraba acurrucado en un rincón del parque, el frío cada vez calaba más hondo y no se sorprendería si de un momento a otro empezaba a nevar. Dios, todo era culpa suya, su mamá le había advertido que no divagara por ahí o se perdería ¿por qué era tan curioso? ¿Por qué no hizo caso? ¡Oh por Dios, iba a morir ahí congelado! —Oye, ¿estás bien? —una pacífica voz le sacó de su hilo exagerado de pensamientos; alzó un poco la vista para encontrarse con un pequeño tal vez un poco menor que él, tenía la mitad del rostro cubierto por una amplia bufanda con pequeñas decoraciones de búhos y un gorro de invierno que también tapaba la parte superior de su cabeza y rostro. —Y-yo… me perdí… no tengo ni idea de dónde estoy —respondió el pequeño mientras se acurrucaba más en sí mismo, el frío era exageradamente poderoso en aquella mañana. —Ya veo, te vas a resfriar —el chico bajó hasta quedar frente a él —. Toma, ¿te sabes algún número? —empezó a hablar sereno, al parecer era algo de su personalidad, mientras se quitaba su propio gorro dejando sus cabellos negros algo desordenados y se lo ponía al pequeño de cabellos blancos y negros. — ¿Oh? ¡Oh! ¡Sí, sí sé un número! Gracias —habló el más grande mientras tomaba la mano que le extendía aquel desconocido. Dejando todo el miedo que sentía y apretando la pequeña manita bajo la suya, tan cálida y firme mientras iban en busca de un lugar donde llamar. Aquella tarde me salvaste Akaashi, fuiste el que me dio calor y pensé que era una locura ¿cómo podías extender tu mano a un desconocido?, pero al final de cuentas el loco fui yo, ¿no? Por no querer apartarme nunca de aquel agradable calor que trasmites. —Bokuto-san, ¿qué sucede? —el chico ahora de unos doce años se acercó a su amigo, por razones de la vida aún seguían viéndose después de aquel incidente y ahora eran algo así como cercanos. — ¡Akaashi! Menos mal que llegaste, es algo muy importante —la voz salió desde el otro extremo de la habitación. Eran las dos de la mañana y Bokuto había llamado a Akaashi por una emergencia de vida o muerte, y ahora el pobre chico estaba ahí, cansado no solo por no poder dormir sino también por haber caminado centenares de calles para poder llegar y estar buscando como por quince minutos la llave de repuesto que la familia de Bokuto siempre ocultaba —. ¡H-Hay una araña maligna en la pared, Akaashi! Le he tirado de todo, pero quiere matarme, ¡quiere matarme! —gritó mientras se acurrucaba más en la esquina de la habitación. —Por favor Bokuto-san, deje de gritar, no son horas —reprendió mientras con su típica cara apacible se dirigió a la pared para poder ver al susodicho asesino que tanto había asustado a su amigo. Tomó entre sus manos a la diminuta araña no más grande que un pequeño círculo y la arrojó fuera por la ventana —. Listo, ahora por favor duerma. Aquella semana te resfriaste por mi culpa y tus padres te castigaron por un mes por haber salido sin permiso a mitad de la madrugada. Eres el único capaz de cometer aquella locura de salir a altas horas solo para atrapar una araña, pero creo que más loco estuve yo al desear que siempre fueras mi héroe a mitad de la noche, cuando no tenía a nadie. —Soy un estúpido, Akaashi… Nunca seré nadie en la vida, ¿qué clase de persona no es capaz de responder algo tan simple? —cuestionó el joven de ahora diecisiete años mientras miraba con rencor el libro de matemáticas. —No te preocupes Bokuto-san, que apeste para las matemáticas no quiere decir que apeste para todo —respondió el chico que lo miraba igual que siempre, con su rostro tranquilo y se podría decir que hasta inexpresivo –aunque eso solo lo podría decir alguien que no lo conociera nada bien. — ¡Que malo eres Akaashi! Deberías decir que no apesto tanto como creo. —Pero sí apestas mucho, Bokuto-san. ¿Cómo pasaste primaria? — ¡Akaashi! — protestó el mayor mientras se tiraba rendido sobre sus libros, era un desastre. El más pequeño suspiró, dejó sus propios libros que estaba estudiando para el examen del día próximo y empujó un poco al gran búho deprimido que tenía enfrente de él. —Vamos Bokuto-san, yo le ayudaré a estudiar. Así que saque todo ese entusiasmo y gane esto. —Akaashi… —chilló un poco el joven mientras lo miraba con ilusión. En esa ocasión nos quedamos bastante tarde estudiando matemáticas, y pasé mi examen gracias a ti. Pero supe que reprobaste tu examen de química avanzada por mí. Eres el único loco que pone en riesgo su futuro por ayudar a un amigo, pero creo que estaba más loco yo, porque en ese momento me di cuenta de que no quería seguir siendo solo tu amigo. —Y no puedo creer que Konoha no le guste el helado de chocolate, ¿a quién no le gusta el helado de chocolate? Y además… —hablaba Bokuto mientras se sentaba al lado de Akaashi, hablando de cualquier trivialidad mientras esperaban el tren. Ese día hacía demasiado calor, la gente iba y venida sulfurada, el lugar no podía estar más lleno de gente que ahora. —Me gustas, Bokuto-san… No sé por qué, pero creo que me gustas más que un amigo —interrumpió el chico mientras Bokuto callaba en seco, casi ahogándose con su propia saliva al ver como el menor se sonrojaba un poco. —Espera, ¿qué? —y vaya colapso mental el que traía, porque estuvo esperando eso por mucho tiempo y ahora que de verdad estaba pasando no supo dar una mejor respuesta. —Oh, ya llegó el tren, vamos Bokuto-san —Akaashi se paró para dirigirse hacia el tren que había llegado, pero una mano fuerte lo sujetó. —También me gustas —susurró Bokuto mientras bajaba la cabeza; y ahí estaban los dos, Akaashi dándole la espalda mientras él le sujetaba la mano con la mirada gacha; rodeados del calor y la algarabía de la gente. No podía ser menos romántico. Y aun así, solo por ser Akaashi, solo por ser él, a Bokuto no le pudo parecer más perfecto. Ese día fue el mejor, ya son tres años Akaashi, y aún amo tu locura por besarme en medio de la gente sin importarte el qué dirán. Pero sigo diciéndolo, creo que yo estoy más loco… porque creo que te puedo amar cada día un poquito más, que puedo dar todo por ti. Pero aunque siempre diga que estoy más loco, tú siempre eres el que comienza la locura. Esta vez es mi turno de empezarla. —Akaashi Keiji, eres la mejor persona que he conocido, eres el único que puede soportarme, eres mi sustento… eres, definitivamente la persona que más amo —empecé a hablar mientras me levantaba de la mesa de aquel hermoso restaurante donde estábamos celebrando los tres años que llevábamos juntos. Empecé a sudar y temblar un poco mientras me arrodillaba en la típica pose de película —Te amo, y quiero compartir cada momento, cada suspiro, cada lágrima y alegría solo contigo. ¿Podrías aceptar a este chico tonto que no puede vivir sin ti? ¿Quieres… casarte conmigo? —sonreí mientras esperaba con la pequeña cajita azul en mis manos temblorosas. —Oh por Dios, Bokuto… —vi como Akaashi se tapaba la boca con las manos mientras sus ojos viajaban de la cajita a mi mirada, como si esperase que todo fuera un sueño —. Claro que acepto Koutaro —respondió mientras me abrazaba y hacía esa hermosa sonrisa sincera que solo Keiji podía regalarme. Es fácil caer en tu locura, Akaashi Keiji, pero yo elegí nunca salir de ella.