Es una historia que siempre me gusto mucho, espero que a vosotros también os guste :D-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------La gente se paseaba tranquilamente por la feria. Escudriñando los tenderetes, observando las atracciones. Los más pequeños disfrutaban con ellas, y los no tan pequeños también. Mora La Nova es la ciudad donde se celebraba dicha feria. Cada año se llenaban tres calles enteras con atracciones y tenderetes. El poli deportivo era inundado con tiendas de todo tipo. La escuela servía de concesionario improvisado. Todo el mundo salía a divertirse: El muchacho que en la máquina del gancho intentaba cogerse un reloj mientras hacía creer a su novia que intentaba conseguirle el osito de peluche… El chico que se compraba petardos y los lanzaba en medio de la calle asustando a la gente… El abuelo que paseaba nostálgico recordando el día en que nació la feria. Probablemente habría miles de historias que contar. Dignas de rellenar un buen libro repleto de cotilleos y curiosidades. Los chicos gamberros no se quedaban atrás, pues también rondaban por la feria. No obstante, lo que empezó como un juego para un chiquillo, terminó con la muerte de todos los asistentes a la feria. Alfonso reía bajo la ventana. Su calle estaba inundada por la feria, y Alfonso lo aprovechó para sus travesuras. Corría un día de sol intenso que se adhería a los ropajes de la gente. El suelo, como de costumbre, estaba lleno de papeles, propagandas y basura en general. La multitud pasaba por debajo de los perturbados ojos de Alfonso sin verlo. ¡pam! Se oyó. Una bolita diminuta de color blanco como la leche salió disparada de una ventana. Se desplazó por los aires en línea oblicua hasta que impactó a toda velocidad contra las gafas de un anciano solitario. La bolita le dio en el reborde que sujetaba el cristal y éste dio un saltito despojándose de las gafas. Cayó al suelo agrietándose al instante. El anciano notó algo, como si le tiraran una piedrecilla, pero no le dio más importancia. Recogió el cristal agrietado y siguió caminando solitario. Agachado debajo de la ventana, Alfonso reía con una mueca cruel en sus labios. Sus ojos mostraban unas diminutas venas de sangre que se extendían por las pupilas, el lirio reflejaba un volcán en su interior. Alfonso se hartó. Llevaba media hora usando la pistola y mucha gente había sido herida. Pero sentía ansias de hacer más daño. La pistola con balas de plástico le parecía un juego de niños. — Ellos, jajaja —rió jocoso— tengo que... hacer… algo ¿yo? Si claro que sí, jajaja. Bajó. Bajó al piso de abajo. Se encaminó hacia la cocina. La escrutó al completo. Abrió un armario de vidrio, su madre era una adicta al vidrio podría decirse. Coleccionaba hasta calcetines de cristal. Sacó vasos y más vasos del armario. Los subió arriba, abrió la puerta de la terraza y posó los vasos en el suelo. Cuando tuvo bastantes vasos dejó el armario cerrado y volvió a subir. — Yo… no puedo hacerlo. No puedo. Alfonso se convulsionó unos segundos y paró de repente. Erguido y con el rostro apaciguado sus ojos habían perdido la rojez de las pupilas y el lirio. Ahora eran los globos blancos de sus ojos los que enrojecían, estaban inyectados en sangre. Su aspecto transmitía un aspecto de demente y psicópata. Agarró un vaso y lo lanzó vertical con toda su fuerza. El vaso voló hasta confundirse con el sol. Una estrellita reluciente se reflejó mientras caía a velocidad estrepitosa. Cayó contra el suelo y estalló en mil pedazos, los cristales salieron dispersos en un radio de 15 metros. Cristales que se hundieron en la carne de chicos y chicas cortándoles el rostro, las piernas, los brazos y todo lo que se les puso por delante. — Jua jua jua —emitió una carcajada que los heridos lo oyeron. Se estremecieron todos. Alfonso agarró con tanta fuerza otro vaso que le explotó en la mano. Los vidrios se le clavaron e incrustaron en la mano. La sangre chorreó con rapidez ensuciando el suelo. No le importó. Cogió otro vaso, esta vez no estalló. Se agachó para impulsarse hacia arriba. Dio un salto magistral a la vez que el vaso se le escapaba de las manos a una gran velocidad. Iba mucho más rápido que el anterior y dio en el blanco. El vaso explotó contra un policía. Le atravesó la gorra que llevaba posada con delicadeza y llegó a su cabeza. Allí estalló en mil pedazos. Varios de ellos se clavaron en el cráneo del policía. Los trozos restantes desgarraron la cara de miles de personas que aún seguían en el mismo lugar. La gente comenzó a correr espantada, con el pánico haciendo palpitar su corazón a diez mil por hora. Los humanos corrían. Se pisaban, caían unos encima de otros. Los niños lloraban, las madres gritaban. Los que caían eran aplastados por los pasos histéricos de las demás personas. Una ola humana intentaba huir. — No, no señor, no lo permitiré - La terraza le escondía por una pared que se erguía un metro por encima de su cabeza. Detrás de la pared un tejado se extendía un par de metros. Alfonso no lo pensó. —Es verdad - Saltó agarrándose a lo alto de la pared. Hizo fuerza, desgarrándose los pantalones y la ropa hasta que al fin consiguió subir al tejado. — ¡Maldita sea! ¡Los vasos! Extendió la mano. Movió los dedos invitando a que los vasos vinieran con él. Uno de ellos le hizo caso y se acercó hasta caer al tejado junto a su lado. Se aferró a él y se lo apretujó contra su pecho. — No lo harán - Se levantó. Apuntó con el vaso como si llevara un lanzagranadas. Lo lanzó con tanta fuerza que impactó contra la multitud, atravesando la espalda de un hombre y saliendo por su vientre golpeó la cabeza de un chiquillo y éste se desplomó casi inerte al suelo. Murió aplastado entre gritos y lloros de la gente que huía aterrada. — ¡Allí arriba! —chilló una mujer señalando a Alfonso. Multitud de personas se volvieron para contemplar al muchacho. En él vieron un joven con la mano envuelta en sangre. Con una postura psicópata, una mueca de ira homicida y con los ojos poseídos por el diablo. Los gritos resonaron entre la multitud y corrieron más y más. Golpeándose entre ellos, cayéndose encima los unos de los otros. Cuatro niños fueron aplastados y murieron agónicamente. — ¡No escapareis! —aulló. Corrió hacia la ventana. La ventana que había utilizado para disparar con la pistola de bolas. Golpeó el cristal y arrancó un buen trozó cortándose la mano con cortes profundos. La sangre comenzó a colorearle sus pantalones. Cogió el cristal como un bumerán. Lo impulsó de atrás a delante. El cristal salió disparado contra la multitud. Testigo ocular 1; 01 de diciembre de 2005, el cristal, con forma puntiaguda y alargada me pasó por encima de la cabeza. Era una auténtica guillotina… Cortó cuanto encontró a su paso: cabezas, brazos, pies… Fue una auténtica masacre. Fin: (el sujeto no pudo continuar, se mordió la lengua en un ataque de epilepsia y se murió al instante) Victorioso alzó sus manos vociferando un grito de guerra. Sus pies se movieron. Primero lentamente y después despacio. Su tejado estaba contiguo al de ocho casas más. Sus pasos se movieron con más rapidez. Parecían un rastro borroso. Alfonso corría por el tejado mirando a los humanos heridos. Corrió con una velocidad infernal. Se desvió hasta el final del tejado y saltó. Saltó en dirección al público. Se elevó por los aires y entonces fue cuando… Testigo ocular 2, 1 de diciembre de 2005, en los aires se detuvo. Empezó a cambiar, su piel bulló, las ampollas se le formaron en la carne y gotas ácidas cayeron al suelo, la gente que estaba debajo fue traspasada completamente por las gotas. FIN: (el sujeto no pudo continuar. Murió de un infarto) El cuerpo se enrojeció. Sus manos se agrandaron, sus pantalones se desgarraron ante los prominentes músculos que salían de sus piernas. Su camisa estalló en los aires, y su pecho flácido se convirtió en un pectoral voluminoso. Su espalda se desgarró y sangró. La sangre se derramó encima de la gente. Testigo ocular 3, 1 de diciembre de 2005, - co... corríamos y oía gente gritar. Cuando me di cuenta un chorro de sangre proveniente del cielo se derramó sobre mi brazo (mostró el brazo amputado). Y ya ve… Fin: (El sujetó ardió ante todos como si lo hubieran rociado con NAPALM.) Las alas le salieron de la espalda. Unas alas fuertes y macizas se extendían a lo alto del cielo. Alfonso se fue volando para no volver nunca más. Último testigo superviviente (Johnny Keeper), 1 de diciembre de 2005, arranqué mi coche al oír gritos dentro de la feria. No sé porque lo hice. Pero huí haciendo rugir el motor y acelerando tan rápido como pude. Vi un río de lava cayendo del cielo. Me quemó la parte trasera del coche y volqué. Cuando desperté no notaba nada… MANICOMIO PERE MATA: — ¡Les digo que es verdad! Tienen que creerme… — Seguro Johnny… — ¡Ardieron!, ardieron todos delante de mí cuando les contaba lo que ocurrió, todo está destruido, ¡ardieron delante de mí! — Te entiendo Johnny - Johnny entró en la celda. La puerta hermética se cerró dejándolo a la vista por un pequeño cristal que se encontraba encima de la puerta. — Seguro Johnny —Rió— El cristal de la puerta estalló disparándose contra Johnny. Su cuerpo fue clavado contra la pared por miles de trozos de cristal. Alfonso disfrazado de médico sonrió. — El demonio siempre gana.