Ella estaba demasiado molesta. No podía siquiera articular palabra alguna debido a los nervios, que sentía a flor de piel. Los dientes le chirriaban, aunque la mirada iracunda que tenía era bastante graciosa, ya que no combinaba con sus rasgos de muñeca. —¡Noah Calhoun! —gritó una vez más, mientras mantenía la mirada fija a la cima del gran árbol frente a ella. Allí estaba trepado Noah, sentado sobre una de las ramas. Sonreía con picardía mientras la observaba, esto molestaba más a nuestra chiquilla ya que este se estaba burlando de su molestia. —Allie, eres muy bonita cuando te enojas —le gritó desde su posición. Allie enrojeció, no se sabe si fue de vergüenza o rabia. —¡Baja de ahí, Noah! —volvió a gritar. —¿Por qué? —preguntó entre risas. En verdad disfrutaba verla de esa manera tan infantil. —¡Déjame leer lo que estabas escribiendo! ¿Es para otra mujer, verdad? ¡Por eso no quieres que lo lea! Noah lanzó una carcajada. —Sube al árbol y podrás leerlo. —¡No puedo subir! No sé trepar árboles. Además, ¡tengo una falda! —Nadie te verá. Si subes, te lo mostraré. Esa es la condición. Allie respiró profundamente. Hizo una mueca con la boca y se acercó para tocar la corteza del árbol, sintiendo sus relieves ásperos. —No puedo, Noah. Voy a lastimarme. Podría caer. —¡Ay, sí! ¡A la niña de papá y mamá no le enseñaron a escalar árboles en la escuela! Si Allie podía matarlo con la mirada, él ya estaría muerto en ese instante. Se sacó las sandalias, se acomodó el vestido lo más que pudo, y con ambas manos sobre pequeñas ramificaciones sobresalientes, comenzó a escalar el roble. Le raspaban las manos y sus pies se rasguñaban con las astillas, pero siguió subiendo sin titubear con la mirada puesta en frente. Entonces fue que resbaló de un momento a otro, cuando estiró la mano para alcanzar la rama donde estaba Noah. Fue una fortuna de que este le haya agarrado con fuerza del codo, y le haya subido soportando todo su peso. Allie se agarró de su hombro con la respiración entrecortada. Lo miró a los ojos, suspiró, y comenzó a golpearle en el pecho con la palma de sus manos. —¡Te dije que podría caerme! —reñía ella. —Pero te salvé —le contestó con una sonrisa, atajándole luego de las muñecas—. Si sigues así, la rama podría romperse. Se quedó quieta, y luego le abrazó. —¿Me mostrarás lo que escribiste? —le susurró al oído. —Te lo leeré —contestó él, desdoblando el papel que sacó de su bolsillo. La esquela rezaba las siguientes palabras: Su sonrisa llena mis días de alegría Sus ojos reflejan la luz del amanecer Su presencia me da más de lo que merezco Quizás no sea el hombre correcto para ella Pero espero algún día anhelar con tocarle Amarle por el resto de nuestras vidas Y quizás, alguna vez Ella puede sentir que conmigo El paraíso existe Y el infierno es el olvido Allie no dijo nada. Sonrío, y lo besó con entusiasmo. Sus manos se enredaron entre los cabellos de Noah. —A-Allie… —intentó decir este, entre besos—. Va-vamos a caer. La rama tambaleó un poco. Ambos rieron. Noah le dijo a Allie que se sujetara fuertemente de su cuello, y así bajaron ambos del árbol. Ya en la superficie, tan pronto los pies de ella tocaron el suelo, Noah se dio la vuelta para abrazarla, y grande fue su sorpresa cuando recibió una cachetada. —¡No dice que es para mí! ¡Sabía que se lo hiciste a otra mujer! Le miró un poco incrédulo, pero luego se echo a reír con ganas. Ella lo avasalló con golpes en el pecho. Después de cansarse, Noah le alzó en brazos y le volvió a besar con todas su fuerzas. Allie no pudo resistirse.