La divina tragedia (Crepúsculo)

Tema en 'Relatos' iniciado por Ren Zero, 27 Octubre 2011.

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    Ren Zero

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    Escritor
    Título:
    La divina tragedia (Crepúsculo)
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2328
    6 de mayo de 1877
    Providence Town

    A lo largo de un sendero oscuro en medio del pantano ubicado en las afueras de la ciudad de Providence, un joven de mas o menos 19 años corría sin detenerse con desesperación. Entre sus brazos llevaba a una niña de cabello rubio que no paraba de toser y respirar profunda y rápidamente.
    John era el nombre del chico, y Ana el de la niña, ambos de apellido Grisweld, una familia que estaba estrechamente vinculada con la iglesia cristiana y muy conocida por haber sido participes del conocido proyecto “Blood God”.
    -Detengámonos un momento aquí.-Dijo el chico, bajándola de sus brazos y sentándola sobre la raíz del tronco de un árbol.-¿Te encuentras bien?, toma, tu medicina.-Continuo, mientras estiraba su brazo hacia la boca de Ana para que ésta se tragara una píldora algo extraña.
    Acto seguido, la niña comenzó a gemir y quejarse.
    -Sé que duele, por favor aguanta. Tienes que resistir.-Dijo John, conteniéndola mientras sus lágrimas comenzaban a caer de sus ojos.-Cada vez falta menos para salir de esta maldita ciudad.
    -Hermano… ¿Tu crees que seamos capaces de escapar?, ¿Dónde están mamá y papá?, ¿Por qué nos han abandonado y no nos han llevado con ellos?-Cuestionaba la niña.
    El chico la miro fijamente a los ojos intentando gesticular una respuesta, pero no pudo. Luego comenzó a llover. Anteriormente había estado lloviznando, pero ahora la cosa se ponía mas intensa. Refucilos que cubrían todo el cielo hacían que la pobre Ana se asustase y abrace a John con fuerza.
    -Me gustaría poder estar lejos de aquí y rezar para que esto se acabe.-Expreso la niña.
    -Rezar, dices… Debes saber algo Ana.
    -¿Qué?
    -Puede que… Aquel Dios del que hablas ya no nos ayude más.-Respondió John.
    ¿Qué estaba ocurriendo?, ¿de que estaban huyendo? La respuesta no era nada simple.
    Providence siempre había sido un lugar calmo y poco turístico. En realidad, la ciudad estaba ubicada en una isla: Redland. Allí solo había una ciudad, Providence, y un pueblo del que poco se hablaba que, anteriormente, había sido parte de la ciudad, pero por determinadas razones, había sido separado de la misma por un largo puente.
    La isla estaba totalmente separada de lo que era la zona urbana principal del continente, y por eso poco se sabia de lo que allí ocurría. Si alguien moría, no era de importancia para los noticieros. Si el lugar estaba en completa sequía y la gente moría de hambre, a nadie parecía importarle. El puerto funcionaba muy poco y por lo tanto la cantidad de necesidades que Redland necesitaba cubrir con ayuda del exterior no podían ser satisfechas.
    Había un icono, un Dios, que se suponía protegía el lugar. Los habitantes creían en su supremacía, esa era su religión. Se arrodillaban ante esa estatua con forma de una especie de dinosaurio, aunque con una apariencia monstruosa y perversa.
    Desde que Ana, John y sus padres decidieron mudarse a ese lugar, muchos acontecimientos extraños comenzaron a ocurrir. Además, desde un principio, la familia había sido rechazada por la gente por ser de fé cristiana, lo cual iba en contra de cualquier sentido de creencia a en el Dios de la isla.
    El señor y la señora Grisweld, además, habían recibido muchas amenazas de muerte: Cartas en donde se les pedía que se retiraran de la isla o matarían a sus hijos, o inclusive una vez cuando volvían de trabajar se habían encontrado con unas escrituras y símbolos macabros hechos con lo que parecía sangre en la puerta de la entrada de su casa.
    El acoso se volvía cada vez mas grave, desconociéndose el autor y el motivo. Aunque suponían que eran fanáticos religiosos de la isla.
    Mas adelante el señor Grisweld, padre de dos hijos, Ana (6) y John (18), falleció de un “extraño ataque de nervios”, según la autopsia que le había sido realizada. Había sido encontrado en su propia casa y por su propia mujer, quien inmediatamente no dudo en llamar a la policía. Estaba colgado de sus dos brazos en la pared de su habitación, arriba de su cama, y cubierto de heridas, aunque según lo informado ninguna de todas éstas le había causado su muerte. Bajo él, y sobre la cama, había una estatuilla con forma de dinosaurio que miraba fijamente a la mujer con ojos aterradores, era la deidad de la isla.
    Pasados 6 días, la mujer murió por depresión, causante de otro “extraño ataque de nervios”, según la policía afirmaba, mostrándose la misma estatuilla a un costado de su cuerpo.
    Los niños fueron puestos en custodia de un amigo de sus padres. Habían sufrido un muy fuerte shock, la niña principalmente. Durante las noches, ella decía que había un dinosaurio observándola por la ventana mientras dormía, y que estaba todo el tiempo con ella, fuese donde fuese, siempre la seguiría.
    Recuperarse les costo mucho, no les fue fácil. De todas formas, la niña no paraba de decir cosas extrañas aunque estuviera en buen estado. Muchas veces tuvieron que encerrarla en su habitación porque comenzaba a romper cosas y golpear a quien sea que se le cruce.

    Transcurrido un mes de estadía en su nueva casa, el hombre que se encargaba de ellos murió de un infarto.
    Comenzó entonces a especularse del “poder” que los niños tenían para asesinar personas. La gente comenzó a alejarse de ellos, les cerraban la puerta en donde quiera que fuesen, los comerciantes se alejaban de ellos y no estaban dispuestos a venderles nada, sea lo que fuese. El odio que la gente tenia con ellos era enorme, estaban tan apegados a su fe y a sus supersticiones que no veían que solo eran simples niños.
    Finalmente se descubrió que sus padres estaban involucrados en lo que en su época se llamaba el Blood God, gracias a investigaciones que demuestran haber encontrado dicho contenido escondido en la casa de la familia.
    Blood God era un proyecto de investigación secreto que estaba siendo desarrollado por los Estados Unidos con ayuda de expertos científicos y teólogos del Vaticano.
    La tercera carta de Maria Magdalena que había sido encontrada por los mismos en el año 2000 anunciaba la caída de la iglesia en un futuro no tan lejano. Pero, aparentemente, no era tan simple como parecía. El verdadero mensaje oculto que había sido denotado era un supuesto “punto de fuga” ubicado en algún lugar del mundo en donde la anti-cristiandad comenzaría a desarrollarse para luego extenderse alrededor del planeta y así acabar con la humanidad.
    Tras años de investigación cartográfica-teóloga se llegó a una conclusión: Redland (Más precisamente Providence Town) era el principio del fin, el lugar donde el punto de fuga daría su apertura.
    Así, los investigadores Grisweld habían decidido mudarse a Providence con el fin de obtener más datos y comprobar las hipótesis que se habían realizado.
    Luego de que la verdadera identidad de la familia fuese desenmascarada, el proyecto fue suspendido temporalmente y todos los documentos relacionados con el tema que había en la casa de los Grisweld desaparecieron misteriosamente sin dejar rastro.
    El 6 de Mayo de ese año fue el día decisivo para Ana y John, los hijos de los investigadores. Había estado lloviendo y ambos, como pobres vagabundos, buscaban refugio bajo las pocas plantas que había en la ciudad. Parecía otro día completamente igual a los anteriores para ellos, pero algo extraño estaba ocurriendo en la ciudad, la gente estaba nerviosa y el embotallemiento era terrible. Había personas que desde dentro de sus autos gritaban a quienes les obstruía el paso. Insultos, gritos, ruidos, voces y lluvia, eso era todo lo que podía oírse. Y entre todo el escándalo, una pobre señora cegada por la neblina que, con paso adolorido, intentaba cruzar la calle. Inmediatamente John le ordenó a Ana que se quedara en donde estaba y lo esperara mientras, apresuradamente, éste iba a ayudar a la pobre mujer.
    En ese momento, el suelo comenzó a temblar, ¿un sismo? No, ¿Qué era entonces?
    Los autos y la gente comenzaron a moverse contra-mano mientras gritaban desesperadamente. Ana se apresuro a llegar hasta donde estaban John y la señora. Estaba tosiendo a más no poder, justo en un momento como ese tenia que darle un ataque. Parecía como si el destino no quisiese que se salvara de aquello de lo que la gente parecía estar huyendo.
    John intento entonces moverse rápidamente, estaba atónito ante la situación, pero Ana y su enfermedad, junto con aquella aterrada anciana que estaba junto a ellos, lo retrasaban.
    De repente, el sonido se detuvo para los hermanos, y mientras el viento revoloteaba sus cabellos y ambos temblaban sin cesar, observaron lo que a la distancia parecía ser la mismísima muerte. A través de la neblina, una gigantesca figura negra se presentaba ante ellos.
    Sin dudarlo, voltearon y comenzaron a correr y correr. Al parecer, un auto había recogido a la anciana y se la había llevado. Pero nadie ayudaba a los hermanos, porque claro, estaban malditos.
    Atravesando el pantano de Providence, se preguntaban si saldrían vivos del sismo.
    ¿Qué era lo que estaba pasando?, y aquella figura… ¿De que se trataría?, O… ¿No habría sido mas que una simple ilusión? No, parecía muy real. Era un monstruo, y John lo había visto, por eso tenia que salvar a su hermana.
    -Dios nos salvara de esta.-Dijo John.
    -Shh…-Chistó la niña silenciosamente en los brazos de su hermano, mientras lo miraba.
    -¿Qué dices?, Dios existe, Ana, el nos salvara, ¡claramente nos salvara!- Exclamó John.
    Fue inútil, huir fue inútil. No había escapatoria, al fin y al cabo, la isla estaba rodeada por un inmenso mar, el cual nunca podrían atravesar.
    Corrieron y corrieron hasta llegar a la playa; Providence no estaba tan lejos de ésta.
    Así, John bajo de sus brazos a Ana, y luego la abrazó.
    Sus piernas le dolían mucho, y le costaba seguir caminando. Además no había comido por días, estaba prácticamente alcanzando el nivel de desnutrición. Y ni hablar de la pobre Ana. Su neumonía la estaba matando, y la alta fiebre hacia que continuamente alucinara y se mareara.
    John entonces comenzó a mirar ansiosamente hacia su alrededor como esperando encontrar algo o alguien que lo sacara de alli.
    -¡Lo tengo!-Exclamo.- ¡En el puerto, allí tiene que haber algo que me pueda ser útil!
    Ana entonces se levanto y lo tomo de la mano. John la miro, y ella le pidió que se acercara.
    -¿Sabes, hermano?-Dijo.-Esto no tiene sentido.
    De repente, su tono de voz cambió, y su cara se transformo. Su tos cesó y sus lágrimas dejaron de caer, luego sus ojos se dilataron. Parecía como si John no estuviera hablando con su hermanita, sino con alguien mas, daba la sensación de que quien le hablaba era… ¿Un monstruo?
    -No podremos escapar, tu vas a morir, yo voy a morir.-Dijo seriamente.-Nadie puede evitar este triste destinto. Vayas a donde vayas, el siempre te seguirá. Siempre, siempre, siempre.-Repetía.
    -¿De que estas hablando, Ana?-Dijo John.
    -Hablo… De aquello.-Respondió, dando media vuelta y señalando hacia el pantano que habían atravesado.
    Entonces, el sismo comenzó a aumentar y aumentar, hasta volverse un terremoto.
    La niña comenzó a exaltarse, y empezó a correr hacia el lugar señalado desesperadamente mientras reía diabólicamente a carcajadas.
    Nuevamente, la figura negra que anteriormente habían visto se presento a través de la neblina del pantano, y parecía acercarse cada vez más y más hasta los hermanos.
    -¡Allí viene, allí viene!-Gritó Ana.
    -¿Qué estas diciendo, Ana? ¡Aléjate de ahí, vuelve!-Exclamó John.
    El viento comenzó a aumentar y aumentar cada vez más.
    -¿Lo ves, John?, ¡te lo dije!-Dijo Ana.
    -¿De que hablas?, ¡regresa!
    Luego, en respuesta a esto, Ana se detuvo, dio media vuelta y con una sonrisa en la cara dijo:
    -El dinosaurio, John, el dinosaurio.
    John no pudo contenerse y una lagrima sin llanto callo de sus ojos mientras miraba a su hermana aturdidamente.
    -¿Te lo dije, verdad? El siempre estuvo aquí, ¡con nosotros!, ¡y ahora lo ves!- Reía la niña enloquecidamente.
    Un segundo después, el fuerte viento se detuvo y el terremoto cesó. Entonces, Ana se desmayo.
    La figura que se proyectaba a través de la neblina finalmente se mostró.
    -Parece que papá y mamá no se equivocaban, entonces.-Dijo John.-“La mente es lo más poderoso que hay en este mundo”.-Recito en voz baja.
    Un enorme monstruo con apariencia de dinosaurio arrasaba a través de la playa haciendo que las aguas se agiten y la tierra vuelva a vibrar. Y, en menos de un segundo, fue EL FIN.
     
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