La cocina de Angélique [behetría de vocablos inextricables]

Tema en 'Relatos' iniciado por The Condesce, 29 Marzo 2016.

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    The Condesce

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    Escritora
    Título:
    La cocina de Angélique [behetría de vocablos inextricables]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    992
    Well, les confieso algo? no me gusta esto. No me gusta lo que escribí.. I hate it... pero tengo problemas para escribir cuando no me siento tocada por la mano de Dios (? y eso es definitivamente malo... debo tener un hábito y constancia... así que procuraré escribir lo mejor que pueda sin ánimo de escribir (??? además es un buen ejercicio para la disciplina y cumplir con los compromisos.

    Mis palabras de la actividad son:
    detrimento
    oblongo
    alharacas




    La cocina de Angélique


    Angélique era tantas, tantas cosas. Cosas como los olores que inundaban mis sentidos al poner un pie dentro de la cocina del Étoiles du Cat. Desde el fuerte aroma de los quesos añejos de la más alta calidad, de los vinos selectos al calor del sartén, hasta desconcertante fragancia dulce del pastel de chocolate cubierto de trufas, en medio de tan abrumador remolino de especias. Fresca como verdura picada a mil por hora sobre una tabla blanca y un gran cuchillo bien afilado; era el aceite salpicando en los sartenes; las salsas de cremas, de tomates rojos, de todas las regiones y para todas las recetas; enormes cortes de carne roja y cruda; pescados escamosos y aves blandas; la inconfundible esencia del ajo y de las hierbas italianas; el vapor inmaterial que salía disparado de las ollas llenas de agua hirviendo, quemándome si me acercaba demasiado, esfumándose entre mis manos si trataba de agarrarla; las órdenes a gritos que le daba a los demás chefs; los trastes sucios; la actividad que no cesa ni un instante; la elasticidad de la pasta; las duras jornadas de días sin dormir para preparar un pedido pesado; las oblongas charolas enmantequilladas y enharinadas listas para meterse al horno; la dureza y resistencia al fuego de las manos maltratadas. Era tan parecida a esa cocina, porque ella y esa cocina eran una sola. Incluso creo, que ella no era una persona real, sino el espíritu de lo que es ser un cocinero, con esa masoquista pasión y dedicación de toda la vida. Y yo estaba enamorado de eso.

    Solía ir cada mañana en bicicleta, justo a las siete y hacer alharacas tras el cristal frente a la calle para que me dejara entrar y estar con ella un rato antes de que abrieran el restaurant. Siempre me regaña. Me reclamaba que la distraía. Que había mucho trabajo por hacer antes de empezar el servicio a las ocho y media. Me dijo que si quería verle, debía buscarla en otro momento. Pero ella salía a las doce de la noche por temprano todos los días, dormía un par de horas y se volvía a levantar; así que esa hora y media, dijera lo que dijera, era nuestra hora. Su media sonrisa por lo bajo me lo decía. Un día comencé a levantarme más temprano; llegar al muelle a los cinco de la mañana, para acompañarla a comprar el pescado fresco, recién sacado del mar. La acompañaba a la carnicería y la ayudaba a cargar toda la carne. Después íbamos al mercado. Entre toda la verdura ella sabía exactamente cuál tomar. Olía los tomates, los llevaba a su oreja para escuchar, si la melodía era agria, los regresaba al montón. Y siempre, sin excepción, acompletaba los kilos exactos que necesitaba, como si fuera una bruja e hiciera trampa para saber la perfecta cantidad. Las asas terminaban dejándome marcas rojas en las muñecas porque no podía evitar ofrecerme a ayudar. Algunos días me quedaba casi toda la jornada, tratando de ayudar, o más bien sentando en un rincón tratando de no estorbar, con un lápiz 3B y un viejo cuaderno, dibujándola así, desaliñada, con la red en el pelo y las blancas filipinas manchadas.

    Un día me animé a besarle. Sus labios sabían como el agua con sal y azúcar para masa de pan. Al principio, un intenso toque de sal en la punta de la lengua, y al final, en dulce dejo de azúcar derramándose sobre mis papilas gustativas. Y los besos se hicieron más frecuentes, se convirtieron en caricias y se mudaron a las sábanas. Su piel, era como la fina mantequilla de repostería. Tan suave, se derretía con el calor de mis manos al toque.

    Ojalá hubiera corrido tras ella cuando se fue.

    Todos sabíamos que el restaurante apenas daba para pagar sus propios gastos y que las deudas aumentaban. Nunca importó en ese momento porque todos soñábamos con el día que despegara muy lejos y se convirtiera en el más famoso de la ciudad. Realmente creíamos en ello. Pero, para eso, Angélique no podía permitirse gastos extra, gastos grandes. Por eso, cuando recibió esa llamada y se le cayó el teléfono al suelo junto con una expresión de horror Su madre había sufrido un accidente y su seguro de vida no cubría el tratamiento. Íntegramente aquello por lo que había trabajado tanto se desmoronaba entre sus manos como arena colándose entre los huecos. Se mantuvo fuerte frente a los otros. Más, esa noche se desplomó en mis brazos y se permitió así misma derramas lágrimas las contenidas. Y cuando terminó de llorar, se secó los ojos, se acomodó es cabello y volvió a su firme y estoica postura.

    Así fue como una mañana el Étoiles du Cat ya no abrió. Ella se fue a cuidar a su madre y yo me quedé aquí, viendo su figura desaparecer al final de la calle.

    Ahora estoy aquí, en el lugar que antes de que lo vendieran fue el mejor restaurante de todos. Y no puedo evitar sentir un agudo dolor en mi pecho al notar el detrimento del lugar- Sin cacerolas, sin sartenes, sin cuchillos, ni palas ni rodillos. Tan sólo barras vacías y oxidadas cubiertas de polvo. Está oscuro, y todo lo que queda de la pulcra y deslumbrante cocina aromática de Angélique, son mis recuerdos que trasladan las esquinas olvidadas al pasado y me muestran las imágenes que me aferro a no perder.
     
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    J.Nathan Spears

    J.Nathan Spears Adicto Comentarista Top

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    En ese caso siempre tendrás problemas pues Dios no existe xD. Okey, no -w-U. Espero que tu inspiración vuelva.

    Y en cuanto a lo que leo... ¡¡Mierda!! ¡¡Pero qué mala suerte la de Angélique!! Esas cosas suceden MUY seguido en la vida real y a las personas que menos lo merecen... ¿Ves por qué digo que Dios no existe? Y no, esta vez no bromeo o_ó. Me siento tan mal por la pobre chica...

    Ejem... perdón por dejar muy en claro mi ateísmo. Lo que debería dejar en claro es que todo está bien escrito por acá n__n. Me gustó la narración, aunque no soy muy fan de la cocina (mi hermano sí. Estudia gastronomía :D) ni de las cosas tristes uwu. Todo se ve bastante bonito y arreglado en verdad. Escribes muy bien...

    Ojo, que es "derramar" -w-. Pero bueh, un dedazo lo tiene cualquiera xP

    Mucho éxito con todos tus proyectos literarios ;P
     
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    Bugs Bunny

    Bugs Bunny Die Hexe Usuario VIP

    Piscis
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    Moéh, es triste cuando de por sí el mismo autor predispone al lector a creer que lo que se encontrará no es bueno.

    Me ha gustado, me ha parecido bastante melancólico, eso sí. Aunque por momentos me cansé de tanta comparación -sin olvidar mencionar que al principio se me hizo curiosamente bella-, finalmente supe que era la esencia del escrito describirlo de esa forma. Estoy conforme con el uso de palabras, pero siempre dudo un poco porque quizás confundo significados, pero ha sido una agradable lectura.

    El cambio entre tanto y tanto sí lo sentí un poco tajante, me hubiese gustado un poco más de narración en esos aspectos, o al menos otro uso de palabras para llevarnos poco a poco lo que vendría siendo el silencio antes de la tormenta.

    Noté algunos errores, uno de ellos ya marcado. De manera rápida, un tiempo pasado, un punto seguido que faltó y un guión mal ubicado en el último párrafo, pero en fin. Llegué a comentar, no podía vivir con la idea de no hacerlo luego de que te soplé tan sutilmente en la nuca y francamente estoy feliz con lo que he leído.

    Saludos.
     
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