Explícito La última vez

Contenido oculto: Importante~

➤Este escrito está participando en la actividad "Un Valentín Diario".
➤Esta historia es un UA para los personajes de un colectivo propio. Ambos personajes son míos.
➤Este tipo de escritos carecen de una trama concreta. Son solo situaciones sueltas.

Bett era lista, hermosa, su cabello siempre lucía sano y brillante, tan largo que podía tocar sus caderas de un intenso color azabache -del que Meg no sabía si era natural, pero lo parecía- y sus ojos, rasgados ojos verdes que nunca le miraban, por más que Meg se quedase horas observándolos.


Meg no supo cuando había empezado a ocurrir, tampoco le importó, pero una mañana se despertó con ganas de ir a sentarse al café donde sabía que siempre leía Bett, la chica lista de su clase de historia en la universidad. Nunca habían cruzado más de dos líneas de diálogo, y, sin embargo, ahí estaba Meg, encantada con todos los pequeños detalles que había alcanzado a recolectar de su compañera.


Bett siempre hablaba en clase cosas interesantes que Meg no sabía, le entendía más que al propio profesor cuando explicaba sus ideas, también había cotilleado unas cuantas veces las conversaciones a voces altas que compartía con sus amigas a la hora del almuerzo, y había contado sus pestañas largas y negras mientras ella leía en el café donde justo ahora se encontraban.


A impresión de Meg, la otra chica era perfecta: mejores notas, mejores ideas, hermosa y graciosa. Una vez habían tropezado “accidentalmente” en el pasillo y Bett muy amablemente había recogido lo que se había caído al piso, con una sonrisa sincera y un pequeño “lo siento”, después de unas pocas palabras siguió su camino, con pose recta… ¿acaso era brillo lo que salía de ella?


Posiblemente Meg la estuviera idealizando, tal vez era solo un flechazo de amor a primera vista, el enceguecimiento de una chica tan brillante, tan lejana como una estrella; porque si Bett era lista, brillante, hermosa, graciosa, encantadora y todas las otras cosas, Meg era torpe, brusca, grosera, malhumorada, desafiante y… definitivamente no el tipo de persona con el que alguna vez Bett hablaría, por más educada que fuera.


Meg se paró derrotada de la mesa donde se había pasado toda la mañana, a unas cuantas mesas estaba Bett, concentrada leyendo algún libro complicado, lo bastante gordo para que no cupiera en sus dos manos juntas. Meg tomó algo de dinero de su cartera y lo dejó sobre la mesa, pagando el único café negro que se había tomado en todo ese tiempo, y salió por la puerta de cristal haciendo que sonara la pequeña campanilla. Suspiró el aire helado, acomodándose mejor en su abrigo delgado y pasando una mano por el pequeño bulto que se estaba empezando a formar en su estómago.


Eres un fracaso, Meg. Se dijo a sí misma la chica, alejándose del lugar, y, aun así, con paso firme y la mirada al frente decidió que no volvería a hacerlo más, esta era la última vez que vería a la chica, como algún tipo de despedida, era hora de empezar una nueva vida, ella, su bebé, no necesitaba amores inalcanzables que no le aportaran nada, ya tenía suficiente de esos.