Drama Lágrimas y libreta

Tema en 'Relatos' iniciado por Nathalia Forelsket, 26 Julio 2024 a las 9:11 AM.

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    Nathalia Forelsket

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    Título:
    Lágrimas y libreta
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1244
    I

    Cuatro paredes

    Ese era su día a día.

    No salía, no hablaba y cuando lo hacía sus respuestas eran «sí», «no», «tal vez», «no sé», «okey». Esas cinco frases eran su vocabulario, rara vez extendía sus frases o decía otra cosa.

    Hay que ser tonto en extremo para no darse cuenta de que una persona así está mal, por eso cada vez que habia oportunidad su madre le preguntaba:

    «—¿Eres feliz? »

    »—Sí mamá, lo soy» era su respuesta habitual.

    Pero a ese «feliz» le cambiaba el significado en los acrósticos que tenía en su libreta:

    F racaso en todo

    E scribo para desahogarme.

    L o que hago siempre está mal.

    I gnoró todo y a todos.

    Z ero vida social.

    Todos aquellos poemas estaban empapados de melancolía. Aquellos escritos vacíos habían sido plasmados en las páginas de una hermosa libreta, en su portada habían centenares de planetas y estrellas de diferentes colores y tamaños, en el medio estaba la frase:

    «You're a magical person. »

    Y aunque en la portada tenía algo motivador, todo lo que estaba dentro de la libreta, de motivador no tenía nada.

    Algunos de sus escritos estaban ligados con su lucha por hacer desaparecer sus pensamientos desagradables, otros eran cartas a su madre y los demás eran versos dirigidos a un chico que apenas sabía o le interesaba su existencia.

    Cuando se sentía bien escribía haikus* sobre cosas hermosas y efímeras que ocurrían a su alrededor: el goteo de los techos después de una llovizna, el maullido de los gatos en el barrio, el como las nubes cubrían por instantes la luz lunar, la risa de las personas que estimaba… Todo aquello lo plasmó en peque poemas de tres versos para no olvidar los.

    También, cuando se sentía bien, soñaba con publicar todos aquellos vacíos, pero aquellos sueños se desaparecían cuando decaía.

    ¿Que se necesita para romper a una persona? En este caso basto con una cosa: sobrepensamiento, una de las maneras más silenciosas y poco conocidas para matar el alma, las esperanzas, los sueños, todo...

    Era como una enfermedad terminal, estaría con ella por el resto de sus días.

    II

    «—¿Quieres ser mi amiga?

    »—¿T… Tú ‹amiga›? » y esa simple pregunta hacia que su cabeza diera vueltas y vueltas.

    «¿Por qué quiere serlo?

    » ¿De tantas personas por qué yo?

    » ¿Y si habla mal de mi?

    » ¿Y si se aburre de mi?

    » ¿Y si se aleja de mi?

    » ¿Y si hago algo mal y se enfada conmigo?

    » ¿Y si me encariño y se va?

    » ¿O soy yo la que se va?


    » ¿Y si perdió una apuesta y este es el castigo?

    » ¿Y si me habla por interes?


    » ¿Qué quiere de mí?»

    Sin duda, era impresionante la cantidad de inseguridades que llegaban a pasar por su mente en tan solo tres segundos.

    Aquello jugaba con ella, haciéndola cuestionar cosas simples; distorsionando la realidad hasta llegar a un punto en dónde no sabía si todo era real, cuestionando sus intenciones y las de los demás.

    «¿De qué sirve vivir... Si soy una inútil buena para nada? La vida... No tiene sentido.»

    Y cuando vio a una persona sacrificando todo por ella, mientras no podía hacer más que ver, le daba impotencia por no poder ayudarla.

    El sobrepensamiento le volvía un ocho la cabeza con diversas inseguridades, que para ella eran afirmaciones:

    «Eres una inútil.»

    «No sirves.»

    «Ojalá te mueras.»

    Pero cuando esa persona que sacrificó tanto, esa quien ama tanto, le confirmo mediante frases producto del odio y la frustración del día lo que pensaba de si misma...

    «Que inútil tengo como hija.»

    «Jamás servirás.»

    «¿Qué castigo pague contigo?.»

    «Deja de ser un parásito y vete.»

    ... Se volvió loca.

    Pobre chica llena de inseguridades y problemas mentales, no paraba de repetirse una y otra vez que si ella no estuviera, su madre estaría más tranquila. Sí, aquello era absurdo pero para ella tenía sentido, lógica.

    Y ahora estaba ahí, sintiendo miles de punzadas en todo su cuerpo; aquello no era algo más que el frío nocturno que la carcomía.

    Temblaba, se moría, y lo único que hacía era apretar con fuerza la libreta que tenía entre sus manos. A pesar de sentir todas las punzadas provocadas por aquel viento invernal que envolvía a aquel parque municipal, logro sentir algo más: un desagradable olor a cigarro, y no, no era una alucinación, ella conocia muy bien aquel nauseabundo aroma que destestaba con toda el alma.

    Miró a su alrededor intentando captar de dónde provenía aquel olor, al cabo de unos instantes divisó en la oscuridad una forma femenina que tenía un cigarrillo en la mano. Aquella muchacha se sobresalto al ver aquello, no esperaba ver a alguien en aquel lugar a esas horas de la noche. A los segundos de su reacción, aquella sombra y un movimiento, aparentemente para apagar el cigarrillo.

    Por inercia, la joven volteó su rostro de nuevo hacia el frente y para su sorpresa se encontró con alguien más: un hombre alto con rasgos faciales de niño y una impecable melena color miel.

    —Yo... No lo entiendo... —Musitó con cierta molestia él.

    ‹¿En qué momento llegó ahí, justo enfrente de mí?› se pregunto ella.

    —¡Me frustra no entenderlo! —En ese momento aquel misterio hombre parecía un niño formando un berrinche. Tanto así que infló sus mejillas y se cruzó de brazos. La joven notó que la ropa del contrario estaba algo rota y desgastada.

    —En la semana debe ser la centésima vez que lo dices —habló con gélida voz aquella oscura silueta con apariencia femenina después de acercarse a ellos—. No lo entiendas. Ocurre. Eso es todo —Dijo para después supuestamente poner su mano en los hombros del contrario. Él por su parte solo se limito a asentir.

    Ella se mezclaba muy fácil en el ambiente fantasmagórico de aquel parque municipal, y él por otro lado, deslumbraba y llenaba de luz el lugar.

    —¿Por qué, Julie? ¿Por qué me odias? —Cuestionó en un murmuro, al no tener respuesta alguna se limito a sonreír y alejarse junto con aquella silueta.

    La chica de cabellos color noche no entendía nada, solo sabía que se moría mientras apretaba aquel cartón con hojas entre sus brazos.

    —¡Julie! ¿Dónde estás? —Escuchó que exclamaron a distancia, y entonces, después de unos segundos, lo vió: al chico que le sacaba sonrisas. Él se acercó a ella—. ¡Julie...! Vamonos, ven. —La tomo del brazo, Pero ella como pudo puso resistencia.

    —No... Déjame estar un poco más en este oscuro Edén...

    A cierta distancia, La Dama De La Muerte y El Caballero De La Vida veían en un silencio sepulcral a la muchacha hacer gestos a la nada mientras lloraba. Al cabo de unos minutos de espasmos y de decir incoherencias la joven perdió el conocimiento, naturalmente en su cuerpo emitió una pequeña luz que solo podían ver ellos dos. La Dama De La Muerte de acercó a la chiquilla y tomo entre sus manos aquella lucesita. El contrario solo supo desviar su mirada y sonreír con tristeza y añoranza.

    —Todo quedó entre lágrimas y una libreta —Menciono ella de forma inaudible para él.

    —Te tengo envidia, Muerte. Tal parece que eres más popular y todos te buscan y necesitan, y dejan de lado lo que les dí y me odian... —Se expresó.

    ¿Y tú, odias la vida?
     
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