Two-Shot It's careless, it makes it worth the mess [Altanna | Gakkou Roleplay]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Zireael, 14 Marzo 2021.

Cargando...
  1. Threadmarks: I. Know I’m in the wrong, know she loves me but I never felt a hook pierce so deeply
     
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    10,029
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    It's careless, it makes it worth the mess [Altanna | Gakkou Roleplay]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2807
    Gigi Blanche OLA QUE SOY UN MESS (???) Nada, al final por como empecé a escribir la cuestión y cómo fue evolucionando opté por dividirlo en dos partes, así que aquí se viene el Altanna que la vida y la neurona me hicieron postergar osi osi.
    Cuando se venga lo sabroso le cambio el prefijo :satan:

    aaaa no estoy muy segura del resultado, pero lo aviento de todas maneras porque necesito esta introducción para todos mis demás desastres. Para hacer el cuento corto, aquí van coladas varias ideas que no me servían para hacer ficazos separados porque sentía que me iban a quedar muy cortas y al final terminé por unirlas también con el dado que me salió en la actividad de los postres para San Valentín.

    Y bueno, es parte de tus regalos de cumpleaños atrasados ;;

    Si hay algún typo me lo perdonas, cuando lo estaba terminando de releer me entró terrible sueño pERO MI FIVE ME IMPIDIÓ DEJARLO PA MAÑANA.





    what are we doin', who are we?
    know I’m in the wrong,
    know she loves me but I never felt a hook pierce so deeply

    out from the mundane drag me to the sea now

    .
    it’s careless, it makes it worth the mess
    it’s careless but it’s worth it, it makes it worth the risk

    | Anna Hiradaira |
    | Altan Sonnen |

    .
    .
    .


    Igual sí era un poco extra para tener diecisiete años, qué sé yo. No era algo que me parara pensar con demasiado detenimiento en realidad. Una cosa era decir que podía ser un exagerado, el resto supongo que venía con el paquete de niño pijo, aunque medio lo disimulaba con las pintas.

    Al menos decía yo que lo disimulaba cuando lo cierto es que se me notaba de todas maneras, pero se revolvía con la peste a azufre que me había echado encima siendo apenas un crío, con la primera vez que me emborraché, la primera vez que le dije a un grupo de idiotas que dividiéramos la compra de una botella aunque yo podía comprarla solo, con la primera perforación que me hice y la primera paliza que di en el Hibiya.

    No era un santo pero había aprendido, con el paso de los meses, que tampoco pertenecía por completo al rojo y al negro como había sentido aquel día en el club de fotografía. Era cierto que mi escala se regía por tonos muy oscuros, opacos incluso, pero cuando la luz me alcanzaba podía reflejarla.

    Era de hecho algo que comenzaba a aceptar como parte de mí mismo. No era una fuente de energía lumínica o calórica como tal, lo mío era reflejar y de vez en cuando, si se me antojaba hacer las cosas bien como ahora, casi podía hacer creer que era capaz de tener una luz propia cuando la realidad era que no la poseía.

    Solo me había hecho pasar por fuego durante años.

    Había organizado todo porque me había salido un poco de los cojones, no era ninguna fecha especial ni nada, pero de repente me poseyó el espíritu de Cayden Dunn y sus teatros, el caso es que se me antojó que saliéramos a cenar. Una cena de verdad, en un restaurante de verdad, con todo el teatro de vestirnos bien y tal.

    Extra.

    Por otro lado, me cagaba en las leyes japonesas con su mínimo de edad para conducir y de paso en haber nacido en octubre. Por huevos tenía que tener dieciocho para sacar el coche, poco importaba que papá hubiera estado enseñándome desde el año pasado y no viera mayor conflicto en meterme a los atascos del corazón de Tokyo.

    Que Káiser me hiciera el favor entonces.

    No era que fuese un loco del orden, me gustaba el control y el poder que era distinto. Respecto al orden en sí no alcanzaba los niveles de algunos conocía, no podía decir que fuese más organizado que otros en realidad, si acaso lo que resaltaba era mi puntualidad pero poco más. Estaba bastante en el promedio, pero para esa noche en particular me había tomado el tiempo hasta de ir dejando las pistas.

    Un par de semanas antes le había regalado a Anna un vestido, no era así como que la cosa más formal ni exagerada nivel mascarada organizada por Cerbero. Era un vestido negro, liso, corte en A, algo de escote y tirantes delgados, nada del otro mundo. Así como le servía para una cena le servía, para no sé, ir a tomar unos tragos con Hodges, si le daba la gana ponérselo con mallas y deportivas colaba también.

    ¿Por qué? No se lo dije.

    Parte de la sorpresa~

    Cosa de tres días antes de mi día fijado le dije que tenía una reserva para nosotros el fin de semana, no le dije dónde ni nada, solo que pasaba por ella a eso de las siete treinta. Fue una sugerencia, solo le recordé la existencia del vestido que le había regalado y gracias debí dar que uniera los puntos, porque la podía querer mucho, pero era innegable que podía ser increíblemente densa para ciertas cosas mientras otras tantas las cazaba al vuelo.

    Era una noche agradable a decir verdad, soplaba una brisa fresca y el cielo estaba despejado, aquí y allá se veían algunas estrellas perdidas entre las luces artificiales. Si forzaba la vista lo suficiente quizás pudiese identificar una que otra estrella alfa de alguna constelación.

    El chofer de papá me haría el favor de trasladarnos, a mí de Chiyoda a Shinjuku, a ambos de Chiyoda a Chūō y de allí de regreso a Chiyoda. En eso habíamos quedado teniendo en cuenta que papá había sacado unos días para ir a visitar al viejo Sonnen y mamá lo iba a acompañar, así que incluso si hubiese querido hacernos el favor alguno de los dos, pues no podían.

    ¿Que si lo había hecho coincidir con el viaje precisamente?

    Quién sabe.


    Ginza tenía bastante que ofrecer, y aunque no le hiciera ascos a demasiadas cosas en general tampoco iba a esconderme, me gustaba la vida de estirado incluso cuando me revolvía con pandilleros por puro deporte. Por eso había buscado un restaurante allí, obviamente, y para la gracia di con un lugar italiano en un hotel donde habían varios restaurantes de calidad parecida, con buenas referencias.

    Para todo el teatro que me había montado cuando llegó la hora de la hora la verdad es que estaba algo ansioso. Sentía el corazón palpitarme en el pecho con cierta insistencia, no la suficiente para joderme la respiración ni nada, pero sí para que fuese consciente de ello. Ya de por sí cualquier cambio en el pulso me activaba todas las alertas desde el ataque de pánico en el armario.

    Sin embargo, había bastado verla salir de casa con el vestido, el cabello suelto y toda la cosa para que el cuerpo se me relajara. Era hasta estúpido el poder que tenía su sola presencia, incluso si no decía nada me bastaba con verle la cara, ver su sonrisa, para que entendiera que no importaba demasiado la mierda que se me hubiese ocurrido en tanto ella siguiera dispuesta a seguir conmigo.

    Me quedé como un imbécil mirándola mientras cerraba la puerta, tanto que hasta me olvidé de saludarla apropiadamente y cuando su voz me alcanzó di un respingo.

    —¿Y bien? —preguntó sin alzar demasiado la voz, algo dudosa.

    Reaccioné por fin y mientras se giraba de nuevo hacia mí la envolví en mis brazos, alcancé a estamparle un beso en la mejilla antes de contestarle.

    —¿Cómo que y bien? Te ves preciosa —susurré cerca de su oído—. Es hasta irónico, pero me dan ganas de quitarte la ropa~

    Me apartó sin fuerza realmente y una sonrisa de esas que ya le conocía le revoloteó en los labios, fue una mezcla de suficiencia y picardía que hasta que dio gusto. Estaba acostumbrado ya esas cosas, me había acostumbrado desde el día que se nos fue la puta olla en el rellano y terminamos en el club desatando las hormonas como un par de salidos.

    La dejé ir para que subiera al coche y no tardamos en ponernos en marcha hacia Ginza, todavía el tráfico era algo pesado pero nada insoportable. Además, no era ningún secreto gubernamental que podía pasar horas con ella, hablando de cuanta estupidez se nos cruzara en frente o incluso solo guardando silencio, aunque no era que Anna diese mucho espacio a eso.

    Más de uno debía preguntárselo, ahora que lo pensaba, cómo era que un imbécil introvertido como yo había logrado encarjar con el culo inquieto de Anna Hiradaira, a veces yo mismo me lo preguntaba y solo llegaba a la conclusión de que más que espectros de introversión o extraversión, nos movíamos por dos elementos dominantes.

    Agua y fuego.

    Ambos se manifestaban de formas antinaturales, se potenciaban, se contenían. El fuego podía brillar bajo el agua y esta en lugar de apagarlo podía atizarlo hasta causar un incendio de proporciones colosales. Éramos y no éramos un desastre, funcionábamos como polos magnéticos si se quiere y para qué iba a mentir, me gustaba. Me había gustado la calidez que encontré en sus brazos, su capacidad de dar cariño y de iluminar las profundidades.

    La cena como tal fue buena y llevadera, era una lástima que por cuestiones de edad y tal no pudiéramos pedir ni una copa de vino, aunque seguro yo colaba como mayor de edad, pero tampoco quería arriesgarme a arruinar el ambiente intentándolo. Si queríamos beber algo ya podíamos hacerlo luego sin pegas.

    Para bien o para mal, lo cierto es que cuando llegó la hora de postre ya la vida no me daba para nada y en apariencia a Anna tampoco. Se nos había ido un poco la mano con eso de la comida, además de que éramos un poco desastrosos y habíamos terminado probando la comida del otro y todo el rollo.

    El caso era que el postre, una porción de cheese cake de fresa, venía como cortesía de la casa con la comida y no nos quedó más que pedir que nos lo empacaran porque no había manera de que nos lo bajáramos ya mismo, así que una vez estuvo listo y la cuenta pagada me levanté con bastante pereza, estiré la mano hacia Anna para que la tomara y nos retiramos.

    —¿Nos tuvieron una semana sin comer o cómo estuvo eso? —preguntó Anna afuera mientras deshacía el agarre de nuestras manos y estiraba los brazos hacia arriba, desperezándose—. Estaba buenísimo, Al, ¿a qué sí?

    —¿La focaccia esa de entrada? —pregunté a la vez que le eché el brazo sobre los hombros—. Me hubiese comido todas las raciones que me pusieran en frente sin pensarlo dos segundos.

    —¿Gyozas o focaccia? —Al hacer la pregunta se le escapó una risa, sabiendo el terreno en el que se estaba metiendo.

    —¿Bueno me vas a dar a elegir entre respirar o beber agua? ¡Ambas!

    —Hombre, ya entendí por qué te hiciste semejante armario empotrado. Comes como si fueras un barril sin fondo.

    —¡Más respeto hacia tus mayores! —La zarandeé suavemente y aunque pretendí cierta seriedad al final siempre terminé soltando la risa.

    El coche no tardó en aparecer y ciertamente al regresar a Chiyoda ya era algo tarde pero se estaba bien fuera aún, el aire seguía sin ser frío como tal y el tráfico había bajado. Le pedí al chofer que nos dejara en el Hibiya aunque bien sabido tenía ya el ambiente que se formaba a veces, pero también sabía evitarlo por sectores.

    Al bajar volví a tomar su mano y balanceé sin fuerza la bolsa con el postre en la otra mano mientras comenzaba a caminar en dirección a la fuente de la grulla.

    En el auto le había pasado mi chaqueta a Anna, se le había echado encima y le iba grande obviamente. Se veía todavía más pequeña de lo que era de por sí y no pude evitar contener la sonrisa.

    —Amor. —Seguía diciéndolo en español de vez en cuando y yo había empezado a atajarlo ya sin revolverlo con el italiano—. Gracias por la cena, la disfruté mucho.

    —¿Sí? —Se me había escapado una ilusión que rozó lo infantil cuando giré la cabeza para mirarla y sonreírle—. Me alegro, de verdad. Bueno a ver, ahora dime si sospechaste de mis planes macabros.

    —¿Qué?

    —Dime cuánto tiempo crees que llevo planeándolo, An.

    Ya cerca del pequeño cuerpo de agua en el parque solté su mano suavemente, esculqué en el bolsillo para sacar la cajetilla y el mechero.

    —¿Esta semana quizás? —Dio un respingo—. ¡Cuando pasaste por casa el otro día estabas raro!

    Enarqué las cejas al escucharla, recién me había colocado el cigarrillo en los labios y accionado el mechero, así que el fuego debió reflejarse en la oscuridad de mis ojos. Pegué la primera calada en lo que me guardaba el encendedor.

    —¿El martes? —Anna asintió con la cabeza—. ¿Raro por qué?

    —No te comiste las palomitas del fondo de la bolsa —resolvió con simpleza, como si fuese la mierda más normal del mundo, mientras se inclinaba para ver el reflejo del agua.

    La brisa sacudió su cabello, tuvo que sostenerlo con su mano, y lo mismo pasó con la falda del vestido. Cuando esta se detuvo la vi sacar un porro a medio consumir del bolso, se acercó para sacarme el mechero, encenderlo y darle un único jalón antes de regresarme el objeto y guardar el porro en el lugar del que lo había sacado. Liberó el humo blanquecino no mucho después.

    Fruncí algo más el ceño mientras soltaba el humo de la segunda calada por la nariz y me distraje con el movimiento de la falda de su vestido al ser arrastrada por la brisa una segunda vez antes de responder.

    —¡Porque me quedé dormido!

    —Ya, pero no te las comiste antes de dormirte.

    —Tenía mucho sueño y la película estaba mala, me pudo más que el alma de cerdo. —Me quejé como un mocoso—. Además no cuenta si me estabas acariciando el pelo.

    —Upsies~ —soltó junto a una risa.

    —¿Cuándo te regalé el vestido, cielo? —reformulé la pregunta.

    —Hace dos s- ¡No! ¡Al, ¿qué me estás contando?!

    Se había incorporado de golpe para encararme y estaba haciendo un mohín, de forma que no pude contener la risa. Apagué el cigarro contra el brazo de metal de una banca, tragándome la carcajada.

    —Pues eso, An. Solo se me ocurrió un día, quería una cena bonita contigo con todo el teatro de la ropa fina y demás. —Se había acercado para darme un empujón y yo le sonreí—. Y te gustó, así que lo considero una victoria.

    Dejé la bolsa del postre en la banca para poder desocupar las manos. Corte la distancia que su gesto había establecido, le tomé el rostro y le estampé un beso.

    —Me gusta que recibas el trato de princesa que mereces —murmuré cerca de sus labios antes de volver a besarla.

    Pude jurar que el color le subió al rostro pero en sí no me detuve a comprobarlo. La besé despacio y con el mismo cariño estúpido que ella me había besado en la azotea ya hace meses. Me colé en su boca su prisa realmente, presioné apenas mi lengua contra la suya y mis manos viajaron de sus mejillas a su cuello, de allí a sus hombros hasta ir a parar a su cintura y pegarla a mí.

    Me echó los brazos a los hombros, suspiró contra mí y sus dedos me hicieron cosquillas en el cabello mientras me daba total acceso a su boca. La recorrí como me vino en gana pero sin prisa y colé las manos bajo la chaqueta para presionar apenas su cintura, seguí hasta su espalda baja y afiancé el agarre.

    Me separé apenas unos milímetros para tomar aire y volver a besarla con la misma profundidad, con el mismo deseo de fundirme en ella, y mi mano derecha siguió su recorrido hasta colarse bajo la falda del vestido sin ninguna clase de disimulo, entre que no había nadie y la chaqueta cubría lo suficiente pues me traía sin cuidado. La empujé hacia mí de pura manía antes de separarme de nuevo.

    —Yo diría que ya es hora del postre, ¿o no? —susurré y me relamí los labios—. ¿Me acompañarías a casa?

    Como si fuese a decirme que no.

    Si no nos podíamos sacar las manos de encima.
     
    • Fangirl Fangirl x 1
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
    • KHÉ? KHÉ? x 1
Cargando...

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso