La niña observaba con los ojos abiertos de par en par, sin percatarse de que era objeto de la curiosidad de todos los miembros de la corte. No entendía mucho lo que pasaba a su alrededor. Su madre la tomó de la mano, aunque le habían explicado a su hija cuál era su deber, sabía que la pequeña aún no lo entendía del todo. De nuevo se dijo que las cosas podrían haber sido muy diferentes si ella hubiera sido capaz de engendrar un hijo varón. Aunque la cría no se daba cuenta de lo que su sola presencia causaba en el gran salón, su madre, María Cristina sí que lo sabía. Seguramente muchos de ellos estaban planeando la muerte de la pequeña desde ese mismo momento y la miraban con un desprecio y un odio que se había acumulado desde el mismo día en que nació. Todo habría sido tan fácil si hubiera tenido más hijos… Su destino habría sido tan sólo casarse y engendrar hijos, el destino que estaba impuesto para todas las mujeres. No se quejaba, pues era lo máximo a lo que las mujeres aspiraban; tener un buen marido, cuidarlo y darle muchos hijos. Otro hijo no habría supuesto tantos problemas. Pero fue hembra. Y ahora a su hija se le añadía el hecho de tener que gobernar un país, de guiarlo por el camino correcto y conseguir que reinara la paz tantas veces anhelada. Siendo mujer. ¿Por qué Dios Todopoderoso había tenido ese capricho precisamente ahora? No. Dios era el ser más poderoso y perfecto y no tenía caprichos. No podía desconfiar de esa manera. En realidad la culpa era del gran Fernando VII, que quería que su reinado pasara a manos de su hija. Fue en el momento en que se anuló la ley sálica cuando empezaron a crecer los rencores y los odios. Carlos María Isidro no se iba a rendir pronto. Él y sus seguidores ya habían comenzado a conspirar, pues según ellos, le correspondía al hermano del rey gobernar. La sangre real de España, el gran linaje debía seguir otro camino del que Fernando VII había decidido. En realidad ya intentaron que Carlos María Isidro se hiciera con el control del país, pero no lo habían conseguido. La proclamarían reina. A su hija que sólo contaba con tres años, una nueva reina que pensaba en jugar con su muñeca. Era verdad que ahora el reino pasaría a las manos de la propia María Cristina, pues era impensable que la pequeña Isabel II fuera realmente consciente de su deber. Pero no dejaba de pensar que las cosas hubieran podido ser muy diferentes La voz sonó muy infantil cuándo la pequeña reina pronunció las palabras, y resonó por toda la sala, y aunque seguramente no sabía ni lo que estaba diciendo, ahora el futuro y la gloria de España se habían establecido ese día. Y el peso de toda una carga se había impuesto encima de sus pequeños hombros, una carga que llevaría hasta el resto de sus días. Notas: Bueno este tema puede resultar algo extraño pero lo hice para un ejercicio de clase del año pasado. Teníamos que hacer algo relacionado con algo que hubiésemos estudiado, tanto dibujos como escritos. Finalmente me decidí por escribir algo sobre Isabel II. Tampoco sé que título darle xD
