Inexpresiva. Cerró el sobre del cual había provenido aquella carta que tanto pensó, sería muy dolorosa. Aquello era un problema, no importaba cuanto lo intentara, los remordimientos no venían a ella. Ingenuamente la idea había parecido de las mejores para el objetivo que deseaba lograr, sin embargo se equivocó nuevamente, el efecto era exactamente el mismo. Maldijó de nuevo sin sentirse enojada en realidad. No era que ella sintiera la necesidad de hacerlo o crearlo, su mente y sentido común eran los que le dictaban que sería mejor si los recibiera. Lo veía en los demás con esas grandes muestras de libertad emocional, aquel poder suyo de crear sentires a ellos mismos y su alrededor…Quería ser capaz de lograrlo. Sin cuidado de no tropezar con las manchas de veneno y sangre en el piso, se encaminó a la salida, por un método siguiente. Las pisadas que provocaban las sustancias coloridas en el suelo, dejaban nota del camino que había tomado luego de salir de aquel callejón. Las dos mitades inferiores de su cuerpo se balancearon en armonía para conjugar un perfecto caminar que lograba atraer la atención de muchos. Su mirada buscó un buen objetivo. Una chica de inocente rostro parecía adecuada; se acercó a ella y comenzó una conversación mientras caminaban. La mujer parecía incomoda con su presencia, nada más normal, no era cotidiano que una desconocida quisiera entablar conversación contigo. Ella comprendía levemente el pensamiento mortal, pero no llegaba a adaptarse a él con facilidad; los humanos eran extraños, demasiado complejos. Podían estar felices y con solo unas palabras cambiar a la completa tristeza, con una muerte o perdida quedaban devastados. Todos los suyos los odiaban por su manera compleja de vivir y al no ser capaz de comprenderlos los llamaban inferiores; aún así ella pensaba firmemente que ellos eran fascinantes, solo era cuestión de internarse en su medio. Con un suspiro sin nostalgia botó la cabeza de la chica a un lado del basurero; sí, a ella no se le daban muy bien las relaciones interpersonales y el terminar matando a quienes necesitaba como maestros, era bastante común. De nuevo caminó entre las personas buscando alguno con un cuello lo suficientemente fuerte para no destazarlo a la primera; se miró reflejada en uno de los vídriales de las tiendas cerradas. Sus ojos demostraban algo fuera de lo común, un cierto brillo estaba impregnado en su expresión. Sorprendida levemente por su cambio, pensó en lo que podía haberlo ocasionado y recordó que aquella había sido la primera victima femenina con la que disfrutó del placer de escuchar crujir un ser vivo. Siempre sus elecciones habían sido masculinas, pues como dato interesante, los cuerpos de las hembras mortales eran mucho más frágiles que sus cónyuges; por lo tanto su mente formuló la teoría de que si acababa con hombres la emoción se extendería un poco más, pero el acabar con “ellas” parecía surgir más el sentimiento. Un pensamiento la inundó… Tal vez con otras cien mujeres, puede que hasta lograra una sonrisa…