Microrrelato Ignorante

Ignorancia.​

Palabras: 406​

—Ya vengo amor, te dejo a Samira. —Una voz femenina se despide desde la puerta, dejando su hogar solo con su hija pequeña dentro con su esposo al mando, desde luego que esperaba que no fuera una equivocación.

Luego de que la mujer se haya retirado, el esposo entra a un cuarto de color rosa pálido en el cual en su interior un estante lleno de peluches, una peinadora vacía y una cuna, el hombre camina donde se encontraba la cuna, quedando frente a una pequeña e inofensiva niña, quien al sentir la presencia del mayor, un chillido sale de su pequeña boca… seguido por un gran llanto.

El padre se tapa los oídos, pensando como una niña tan pequeña puede crear ese sonido tan ensordecedor. Carga a la niña y empieza a cantarle como hacía su mujer, pero resulta que eso causó que la niña llorara con un poco más de ruido. El padre se desespera recordando que cada vez que Samira empezaba a llorar su madre le daba pecho…

Idea loca.

Se mira en un espejo.

Sonríe irónicamente.

Deja a Samira en la cuna para quitarse luego la camisa y tirarla en el suelo, a una esquina. Agarra delicadamente a la niña y la pone en su regazo, con su torso desnudo.

La niña deja de llorar, mira fijamente a su padre, luego ve el torso descubierto. Una mirada confusa sale de su rostro, el padre mira impaciente.

Se escucha el ruido de una puerta abrir. La misma mujer que se había retirado hace unos minutos vuelve con una bolsa en mano, seguro con algún mercado.

—Que suerte que vivimos cerca de un merca… —Se queda callada al ver como su esposo le daba de “pecho” a su hija. La bolsa cae al suelo atrayendo la atención del hombre.

La mujer corre hacia donde su hija, agarra al bebé y la abraza, mira con miedo a su esposo.

—¿¡Estás loco!? —Pregunta mirando cada vez con mayor terror a su esposo.

—Sólo trataba de darle de comida como haces tú. —Responde inocentemente.

Claro, la mujer luego de dar varios suspiros y decir un “Dios, ayúdame” le explico detalladamente a su marido el por qué no podía darle leche a su hija, y otras cosas más.

—Jaja, que ignorante soy ¿verdad, cariño? —Una risa contagiosa sale del hombre del hogar, seguido por un suspiro de la madre que pensaba que aún quedaba más de veinte años…
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Bien, aquí el resultado de una conversación traumatica.

Gracias Heros, gracias Abril, por darme una razón de ir al Psicólogo.