Colección de Inuyasha - [Song fic] If you say so [Nâraku&...]

Tema en 'Inuyasha, Ranma y Rinne' iniciado por Fernandha, 29 Octubre 2016.

  1.  
    Fernandha

    Fernandha Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

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    Escritora
    Título:
    [Song fic] If you say so [Nâraku&...]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1363

    # 8
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    Palabras: 1,223 sin canción.
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    Todo raro pero me gustó.
    Fragmento de la canción al final.
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    Canción
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    If you say so

    No sabe realmente cuánto es el tiempo real que ha permanecido ahí, de pie bajo la ligera llovizna en un frío otoño, la navidad estaba a nada de llegar y el amargo sabor en tu boca sólo se acrecentaba con lentitud.

    Allá, en algún lugar del mundo, existía alguien que reía con malicia ante sus infortunios. Procediendo entonces a exhalar todo el aire caliente que tu cuerpo te permitía sobre tus manos para mantenerlas un poco más calientes antes de colocarlas en los bolsillos de su chamarra.

    Las lápidas frente suyo sólo se alzaban burlonas. Siendo ya el ambiente tétrico por naturaleza en realidad no ayudaba en nada el clima a sus sentires.

    Hubo una vez cuando una infante que fantaseó con que sus padres eran las personas más fuertes del mundo en general, tan alegres y valientes, tan amorosos y comprensivos. Tan humanos con una vida tan efímera. Los vio morir cuando ingresó a las universidad y, junto a ellos, acabó una parte de su infancia e inocencia.

    Por eso mismo sabía qué era perder a alguien. Todos de alguna forma lo habían experimentado en diferentes etapas de la vida y era debido a eso no se sentía peor que nadie.

    Sí, no se enorgullecía por completo de la vida que eligió ante desgracia tras desgracia.

    La lápida a sus pies tiene un pasado que deseaba borrar pero no consiguió en vida, un pasado el cual le pesaría a los vivos que dejó hasta el último momento, más ahora que a la tumba familiar se le agregó un tercer cuerpo con lápida.

    *

    Nâraku vivió de robos.

    Aprendió de malas amistadas y deseos pecaminosos lo que era hacerse un lugar en el bajo mundo, se aprovechó de inocentes para satisfacer sus metas y lastimó en el proceso a terceros que absolutamente nada tenían que ver.

    Fue en una redada cuando la vio, tan hermosa y fiera como sólo una mujer apta para él podía serlo. De cuerpo curvilíneo y facciones suaves, nívea piel y voz fuerte. El mafioso terminó aceptando que la chica, esa que luchaba por liberarse del amarre sólo para proteger a un niño pese al miedo que se reflejaba en sus ojos chocolatosos, bien podría valer la pena.

    Él trabajaba bajo una máscara. Una que tardó diez años en erguir y ahora le era tan fácil colocar.

    Y debido a eso, el meterse poco a poco en su mundo no fue gran contratiempo. Sonrisas falsas, cara bonita, intimidación y Nâraku ya era alguien común de ver. Fingiendo ayudar a quien se lo pedía.

    El hombre conoció a Kikyô, se ganó la confianza de Kagome y las 'sana' rivalidad de los Taisho. Pero, sobre todo, ganó un poco del interés de Sango y el obvio rencor de su prometido Miroku.

    Nâraku nunca fue un hombre de medias cosas y decidió ir por todo, con mentirillas se hizo con la información de la castaña. Él no quería nada más allá que satisfacer su insana obsesión o quizá sí lo deseaba y aún no lo sabía, aún ahora le parece complicado el entender su actuar en el momento.

    Estuvo ahí cuando Miroku tuvo que partir del país por problemas financieros, prometiéndole a la chica volver una vez que todo estuviese en orden allá en la empresa principal. Diciéndole cosas dulces al oído junto a promesas algo vacías de una boda que, claramente, se veía cada vez más borrosa.

    Le costó más lucha de la esperada para obtener de Sango algo más allá que una frivolidad, mas fue una noche de copas pasada cuando Nâraku vio la oportunidad.

    Había estado siguiendo a la mujer durante casi siete meses y la paciencia, pese a ser fundamental para alguien de la mafia, también era un derecho que no a todos se les podía otorgar. Por eso, con cierto aire de lujuria, el hombre la engatusó.

    —Debo confesar —le dijo ella con voz pastosa— que de cerca no eres nada feo.

    Él rió. Porque ahora podía hacer todo y no arrepentirse de nada más. Se iría y todo quedaría encerrado en una noche de lujuria más que hacía tanto se había privado.

    Pero las cosas no eran ni de cerca todo lo que planeó.

    Sango gimió bajo su toque, exponiéndose a los besos. Dejándose comer de pies a la cabeza mediante a calientes caricias y húmedos refriegos; besó su ombligo deleitándose así con aquellas risas eróticas. Permitió el toque dudosa de la mujer en sus partes medias, dejándole así besar de igual forma la cicatriz que desde su hombro nacía.

    Aquella noche Nâraku no folló, hizo el amor o algo parecido e igual de íntimo.

    Y cayó.

    Sabiéndose perdido por la Venus en su cama.

    *
    Haciéndose cargo de la constante crisis en la que vivía Miroku, la cual no le permitía regresar, Nâraku cambió una vez más su ritmo de vida.

    Adecuándose una vez más a un lazo, se permitió disfrutar de la mentira en la cual vivía.

    Pasado un año todos sabían que Miroku jamás regresaría.

    Sango no se destrozó, tenía alguien ahí que —con su lengua viperina— le animaba a seguir pese a lo ácido del trato. Un romance tan tóxico pero placentero, tan verdadero hasta donde se podía considerar.

    Fue al tercer año cuando Sango enfermó y, sin querer o buscar, descubrió todo.

    Lloró e intentó alejarse diciéndose con hipocresía que así era mejor. Nâraku la tomó, una vez más, con firmeza pero sin dejar de lado el cariño; la hizo llorar en la cama todo aquello que debía sentir. Le permitió golpearle hasta el cansancio, la dejó ahogarse y salir a flote en el transcurso.

    Y una vez que estuvo débil, sentada en su regazo, él volvió a tomarla. Iniciando vaivenes bajo el ritmo de sus sollozos. La amó con todo lo que aprendió, la veneró como sólo él sabía. Le habló de todo mientras la tocaba, se bebió sus groserías con húmedos besos y le hizo ver la obscuridad con cada culminación.

    El hombre le hizo arte todos su dolores y amor en todas sus caricias.

    Sango no perdonó pero le amaba y Nâraku, cínicamente, era todo lo que deseaba obtener.


    Por eso, en la actualidad, se arrodilló para quitar la maleza de las tumbas.

    —¿Mamá? —susurró un niño de la mano de otra mujer.

    Kagome sólo le sonrió con algo de tristeza pero se recompuso antes de cargar al pequeño y entregárselo a Sesshômaru para acercarse a donde ella estaba.

    Sango vivió gracias a un exitoso trasplante de corazón que Nâraku había organizado robar; tuvo un hijo y todo parecía que iría mejor pese a la gran mentira que envolvía la protección de su ahora familia.

    Su esposo llegó una vez a casa, tenso pero igual de fuerte. La abrazó, jugó con su pequeño y le hizo luego el amor a ella.

    —Todo jefe tiene un final —le dijo besándola antes de pararse y arreglar su traje.

    Ella lloró sin dejar de sonreír y lo despidió como cualquier otro día aún sabiendo que jamás regresaría.

    Sango se paró, para ir donde su hijo y amigos, seguidos de cerca por toda la guardia que aún permanecía fiel a la familia del difunto Nâraku. La mujer, al caminar, sólo recitó en su mente el epitafio de la lápida.

    “He representado bien mi papel. Despedidme pues de la escena con vuestros aplausos”

    Y sonrió.

    Porque, hasta muerto, él era un verdadero cabrón.

    And a breath, a pause, you said, if you say so
    If you say so
     
    Última edición: 5 Noviembre 2016
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  2.  
    Tarsis

    Tarsis Usuario VIP Comentarista supremo Escritora Modelo

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    JAJAJAJAJA esa frase final me mató de la risa.
    No sé porqué por un momento dije NOPUEDESERTIENESIDA pero luego vi que era otra cosa y fue como, omg, no podía ser tan heavy. Cabrón que murió como héroe. Son los mejores finales ;)
     
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