Hotel Hotel Lo primero que recordaba era el sonido solitario de mis pasos sobre el frío piso de mármol. Había optado por no traer zapatos de tacón a este viaje, pero al parecer como quiera lo había hecho. Estaba cansada de traerlos, y esa era mi razón para volver a mi habitación para cambiarlos por unos converse más cómodos. Estaba de pie frente al elevador, esperando que se abrieran las puertas para poder introducirme en él, pero se tardaba mucho, así que, mientras esperaba, me di la vuelta y observé el lugar donde me encontraba. Estaba solo. No había ningún alma allí y me preguntaba si la razón de ausencia de personal era porque había llegado la hora de comer. Quién sabe. Pasados unos minutos, escuché el ruido metálico de las puertas del elevador, y al girarme para observarlo de frente, me di cuenta que su interior también estaba solo. Entré en él y pulsé el botón que llevaba a mi piso. Y se cerraron las puertas. Mientras aguardaba la llegada a mi piso dentro del elevador, saqué un pie del zapato, de aquel que llevaba molestándome buen rato y observé que en la planta se me había hecho un callo. ¡Cómo dolía! Aquella pequeña mancha roja justo debajo de mi talón, estaba causándome mal humor. Introduje otra vez el pie a aquellos zancos que llevaba por calzado y sentí el mecanismo del elevador detenerse justo debajo de mis pies. En cuanto se abrieran las puertas, esperaba ver el típico piso de hotel; con sus paredes canela y los pisos de mosaico floreado, y un montón de puertas expuestas a cada lado del pasillo, de las cuales una era la entrada a mi habitación. 141. Era el número que le correspondía a mi pieza. Sin embargo, cuando se abrieron las puertas no encontré aquel piso de paredes canela y flores. Era, al contrario, un pasillo oscuro, y podía vislumbrar que en el techo había... ¿estrellas? Sí, eran estrellas. Más que un techo de hotel, se asemejaba más al cielo raso que solía observar por las noches; con un montón de estrellas formando constelaciones. Sabía que algo andaba mal, pero no, no quería admitirlo. Recorrí entero aquel pasillo, a pesar de las molestias que me provocaba el callo en mi pie, pero no encontré el número de mi habitación. Definitivamente me había equivocado de pasillo, pensé. Volví al elevador y esta vez me aseguré de pulsar bien el número de piso que quería. Sin embargo, ahora el elevador siguió subiendo, y subiendo... y subiendo. Pensé que haría eso por siempre, pero al final se detuvo y, para mi sorpresa, las puertas se abrieron de golpe. Del susto, me pegué a la pared metálica del elevador, y por unos instantes, no me atreví a salir de allí. Después de un rato, asomé mi cabeza al pasillo y observé que era totalmente diferente al piso donde había estado antes. Este piso era viejo, desgastado y raído. Parecía que nadie le había arreglado por siglos. Era oscuro, polvoriento y lleno de telarañas. La primera impresión que me dio aquel piso fue de curiosidad, así que salí del elevador, que era lo único limpio que había en aquel sitio, y me aventuré para recorrer aquel pasillo lleno de polvo. Observaba los números de las puertas del pasillo y todos estaban en desorden. Ninguno seguía una secuencia definida. Algunas puertas, o más bien, casi todas estaban semiabiertas y en el caso de que yo fuera una chica más aventurera habría entrado. Pero no, no era esa clase de persona. Así que me limité a seguir en el pasillo, recorriéndolo con sigilo. Todo estaba tan calmado cuando de pronto, terminó con esa calma el estrepitoso ruido de una puerta cerrándose de un golpazo. Mi corazón se detuvo por unos instantes y luego de eso, comenzó a latir con tal rapidez, que me dolía el pecho. Observé desesperadamente hacia ambos lados y no distinguí ninguna persona que lo hubiera hecho y, en vez de que eso me diera más tranquilidad, me asustó más. Mientras me estaba recuperando, dispuesta a volver al elevador, y salir de aquel pasillo, miré a la puerta que estaba frente a mí. Aterrorizada, noté el número que la habitación tenía. 1-4-1. Tras ahogar un grito, observé la rendija de la puerta entreabierta de aquel cuarto y pude vislumbrar unos ojos rojos, centelleantes, que me miraban fijamente, dispuestos a abalanzarse sobre mí en cualquier momento. La primera reacción que tuve (e hice) fue tomar el pomo de la puerta y cerrar de golpe la puerta de aquel cuarto infernal, luego corrí desesperada, con las lágrimas empañando mi visión, hacia el elevador que se encontraba al final del pasillo. El intenso golpeteo en la puerta que había cerrado, retumbaba en mis oídos y a lo largo del pasillo, y me ponían los nervios de punta los gritos que habían empezado a manifestarse. Sin embargo, no eran gritos. Eran como chillidos sobrenaturales, emitidos por algún tipo de bestia desconocida e ignorada por la raza humana y que estaba desesperada por salir de su prisión. No tenía intención de averiguar qué clase de bestia se trataba, así que llegué al elevador y pulsé el botón para volver a la recepción, pero este no funcionó. Temblando y enloquecida por los aullidos que cada vez eran más fuertes, pulsaba una y otra vez aquel botón. Pero éste era inútil. Grité al sentir que algo gélido asía mi mano. Miré a mi lado y me encontré con la visión de un niño pálido y de ojos neblinosos que me observaba. Era quien había tomado mi mano. Lejos de intentar soltarme, dejé su mano allí. Inexplicablemente ésta me proporcionaba tranquilidad. ¿Cómo había llegado allí? ¿Ese niño era real o simplemente un fantasma? Lo ignoraba, sin embargo, no desistía en oprimir el botón de descender del elevador. De pronto, todo fue tan rápido pero a la vez tan espeluznantemente lento, que recordaba cada detalle con horrorosa exactitud. La puerta finalmente cedió a los golpes de la bestia y ésta salió al pasillo, y desde su lugar nos observó, tanto al niño y a mí. Yo seguía oprimiendo el botón sin cansarme, cada vez más enloquecida, mientras posaba mi mirada en aquella sombra siniestra que acechaba desde el pasillo y a la vez en aquel botón que se resistía a funcionar. Luego el niño soltó mi mano y me dijo unas palabras que se grabaron en mi mente eternamente. Salió del elevador, no sin antes oprimir el botón que yo vanamente intentaba hacer funcionar, y éste, inesperadamente, prendió. Yo grité, y antes de que las puertas se cerraran vi cómo aquella bestia se abalanzaba sobre el niño y lo hacía trizas con sus endemoniadas mandíbulas. El elevador descendió de manera abrupta que casi perdí el equilibrio y cuando las puertas se abrieron un chorro de luz cegó mis ojos y tuve que entornarlos. En el momento en que pude abrirlos, observé a dos de mis amigas con las expresiones felices que habitualmente poseían sus rostros. Sin embargo, sus sonrisas se desvanecieron ante mi figura temblorosa y aterrada que salía de aquella cabina. -¿Estás bien? –me preguntaron. Yo no sabía qué contestar, y nunca le relaté a nadie lo que había pasado. Sabía que nadie me creería, y me tomarían como loca. Pero sin duda, guardé en mi corazón aquella terrible experiencia y sobre todo aquellas palabras que el niño me había dicho: -Tomaste mi mano, y ahora, yo jamás soltaré la tuya.
Re: Hotel Si que fue una experiencia bastante traumática. Ni yo desearía haber estado en el lugar de esa persona, pero me dejó más intrigada las palabras de ese niño... A medida que lo leía parecía que lo estaba viviendo todo. Eres increíble escribiendo y no me cansaría de decirtelo, siempre llenas mis expectativas y me dejas asombrada con cada ff tuyo. ¡Me encanto! Salu2.
Re: Hotel Me gusta el sentimiento vacío que queda luego de leer esto, como si en parte me hubiera gustado más detalle de la historia, pero ya no quiero saber más. Bueno, en cuanto a crítica constructiva, tenes mal adoptada algunas expresiones, que vuelven confusas muchas oraciones y además las logra más larga. También faltan puntos y 'punto y coma'... ..pero dentro de todo, está bien escrito. En fin, me voy llendo. La Pomy