Shinagawa Hospital Shinagawa [Hospital]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Gigi Blanche, 29 Julio 2024.

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    Gigi Blanche

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    Hospital de alta complejidad. Cuenta recientemente con sala de emergencias (ER) y unidad de cuidados intensivos (HCU), donde se atienden pacientes en estado crítico. Su objetivo principal es el tratamiento y la rehabilitación para permitir el regreso a casa; destaca por capacitar a sus profesionales para brindar detección temprana, protegiendo así su salud y estilo de vida.

    Barrio de Tokio: Shinagawa


    Hospital Shinagawa.png

    Saori Nara.png
    Edad: 36 años
    Utilidad en el Hospital Shinagawa: médica cirujana, con sub-especialización en neurooftalmología.
     
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    Luego de las clases había regresado a casa en un taxy, basicamente ocupé al chico para que me ayudara a solicitarlo, fue entonces donde le di las gracias en un susurro, tocándole el hombro con suavidad, ya con los párpados abiertos al sentirme extraño en la luz artificial al mantenerlos cerrados la mayor parte del tiempo; para ese momento distinguí el pincelazo rojo de su cabello, encendido a comparación del resto de tonalidades al rededor.

    Era una buena señal, ¿no?

    El estar distinguiendo nuevamente los colores que nos rodeaban y con normalidad no solíamos apreciar.


    Al llegar a casa Copito me recibió -la bola de pelo que podía medio discernir-, maullando como de costumbre, me siguió a mi cuarto y me esperó sobre la cama. Al menos podía moverme como pez en el agua en mi propia casa. Dormí un par de horas y al levantarme me duché, me vestí después recordando la posición de las prendas y me senté en la colcha, paseé la yema de los dedos por el cuero cabelludo encorvándome con los pies en el suelo. Descansé las manos sobre mi nuca, metiendo la cabeza entre mis brazos y respiré con lentitud.

    La maraña de sentimientos reprimidos continuaban latiendo bajo el cristal, estaba cansado.

    —Hijo, ¿ya estás en casa? No te escuché entrar

    La voz de mi madre adormilada llegó desde el primer piso, me relamí los labios al sentirlo secos y solté el aire por la nariz con suavidad, recomponiéndome a la fuerza.

    —Sí, no quise despertarte. Has trabajado muchas horas extras estos útlimos días.

    Ella guardó silencio. Me levanté para continuar arreglándome. Me apliqué perfume, me humecté la piel del rostro, cuello y manos para finalmente abrir las cortinas de la ventana de mi habitación. Parpadeé con lentitud ante el inicio de la noche, visualizando por partes las casas del barrio; en cada pestañeo se fragmentaban y luego volvían a retomar la forma original. Al menos, a comparación de la mañana, podía valerme por mí mismo. Salí de la habitación con el gato detrás, bajé las escaleras y me la encontré cocinando.

    —Te dejaré el almuerzo hecho. Ayer cocinaste tú, es mi deber como madre, además, es posible que mañana salga muy tarde de la empresa, estamos con eso de los indicadores y mi jefe es medio ogro. Ah y Violet tuvo un reconocimiento en su nueva escuela, también tengo pensado ir a visitarla esta semana —se sonrió o eso creí ver a lo que correspondí—. ¿Y tú a dónde vas?

    Recosté el antebrazo sobre el mesón, eché la mirada a un punto muerto y bostecé.

    —Algo de trabajo —ella iba a decir algo más pero en ese momento sonó el pitido de un auto. Le sonreí con la tranquilidad usual—, nos vemos mañana, mamá.

    Me detuvo dejando las verduras en el lavaplatos, se limpió las manos con una de las toallas deprisa y se acercó para organizarme el cabello, me dió un beso en la frente al empinarse para luego regresar sobre sus pasos.

    —Muchas suerte hijo, te amo.

    —Yo a ti.




    —Paciente crítico llega a urgencias; hora de ingreso nueve de la mañana, lleva el uniforme del Sakura. Dieciocho años, albino, uno setenta y siete de estatura aproximadamente, se reporta pérdida parcial de la vista, hemicráneas constantes, desorientación visual más no cognitiva. Adicional, su mano derecha parece lastimada, aún así lo manifestamos como un hecho aislado.

    —¿Tenemos su nombre?

    —Craig Suiren.

    Las enfermeras parecían moverse como hormigas de aquí para allá, gestionando entre medicamentos, movilizando equipos médicos, o implementos. Contrario a los doctores que se mostraban en los pasillos con menor frecuencia, pese a que parecían tener todos algo en común, las pronunciadas ojeras y el mal humor.

    —¿Ya le pusieron manilla? —preguntó el hombre que estaba realizando el registro del ingreso en el sistema, marcando día y hora.

    —Sí, pero aún no tenemos un contacto de emergencia, y según lo que nos informaron tampoco historial clínico. El chico parece ser extranjero, comunicó que vino solo a este país, por motivos de estudio. Una de mis compañeras está con él, persuadiéndolo, porque tampoco nos da los datos de sus padres así estén en el exterior, y manifiesta dolor intenso, no soporta la luz de la habitación.

    El hombre continuó tecleando en el computador la información brindada, aún así pareció tensarse cuando notó a la especialista, la enfermera giró parcialmente el rostro, viéndola salir del ascensor, pareció hacerse chiquita contra la recepción al notar la desaprobación en las facciones de la profesional.

    —¡¿Cómo es posible que haya un chico en estado de crítico y no tengamos su historial clínico?!

    —Ya estamos trabajando en eso, es extranjero y…

    —No me importa de donde sea, necesito su historial —siseó arrugando las facciones—, ¿o vas a ser tú quien le done los ojos si los pierde?

    —No señora, ya damos celeridad.

    El hombre miró con cierta comprensión a su colega en lo que la doctora se marchaba por el pasillo, guardó lo que había digitado y tomó el teléfono, marcando a la habitación en donde lo tenían de manera temporal. Otra enfermera contestó, estresada.

    ¿Ya dió un contacto de emergencia?

    No, dice que es mayor de edad, que si está solo en un este país podemos gestionarlo, no entien-

    Dile que puede ser el de su novia, en caso de que tenga. Al ser mayor de edad necesitamos alguien de testigo cuando firme los consentimientos.


    Pasaron un par de minutos en silencio, el muchacho movió los dedos sobre la madera con cierto afán, mirando el pasillo por el cual la doctora Nara se había perdido, casi ansioso de que no fuese a aparecer hasta él tener un número.

    Pierce Sasha, anota.​

    Con un bolígrafo apuntó en un post-it, colgó y empezó a marcar de nuevo, guardando silencio hasta que contestaron del otro lado.

    Buenos días, ¿hablo con la señorita Pierce?

    Aguardó inicialmente a recibir la confirmación.

    La estoy llamando del hospital de Shinagawa, el paciente Suiren Craig la remite como su contacto de emergencia. ¿Usted es mayor de edad? ¿Puede presentarse con prontitud?

     
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    Gigi Blanche

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    Estaba cansada de las llamadas. Siempre era un teléfono sonando, el segundo de interferencia, encontrar mi propia voz, la persona del otro lado ligeramente distorsionada y la piedra cayéndome en el estómago. Estaba cansada de esperar ese tipo de llamadas, de recibirlas de sopetón. El ingreso de Eloise a terapia intensiva, el fallecimiento, el ingreso de la abuela. La campana del aparato sonaba y por un instante todo mi cuerpo se tensaba, esperando la peor noticia posible. En especial si era un número fuera de mi agenda y la voz ajena se oía entrenada y protocolaria.

    Sí, soy yo.

    No pude inquirir más a fondo, consternada por la duda y suspendida por la certeza de que me explicarían la situación. Estaba cansada de los hospitales, también. Pensé en la abuela, el corazón se me quiso detener dentro del pecho, pero entonces nombraron a Suiren y la sorpresa me congeló la mente por completo. ¿Paciente? ¿Contacto de emergencia? ¿Qué...?


    Sí, tengo dieciocho.

    Estoy en la escuela, podría llegar en... una hora, más o menos.


    Respondí sin ser consciente, lo hice en automático y, cuando quise acordar, la llamada había acabado. Me quedé mirando la pantalla, advertí el reloj al cambiar de minuto y los engranajes, uno a uno, reanudaron su movimiento. Suiren... ¿estaba ingresado en un hospital? No importaba por qué había dado mi número, eso me daba igual. Pensé en sus ojos, fue inevitable, e intenté rastrear los últimos recuerdos que tenía de él. Me sentí extraña, nerviosa e incómoda, y giré sobre mis talones. Debía irme.

    Regresé a la clase y le expliqué brevemente a la profesora que tenía una emergencia familiar. Junté mis cosas, saqué las llaves del coche y mantuve el ritmo, firme y constante, abstraído de mis emociones. No fue hasta poner las manos en el volante y empezar a conducir que sentí las primeras gotas filtrándose. Estaba cansada de las llamadas crípticas y de los hospitales, de los viajes en silencio que te estrujaban el aire fuera de los pulmones. Estaba cansada de tener que fingir normalidad cuando el mundo seguía empeñándose en tropezar, fracturarse, explotar y sacudirme.

    Hospital de Shinagawa. Aproveché un semáforo en rojo para buscar la ubicación y dejé la navegación encendida. Para cuando llegué al edificio había logrado calmarme, embotellar todo, aunque atravesar las puertas corredizas que se activaron automáticamente fue más pesado y amargo de lo que habría deseado. Tomé mucho aire, ignoré el corazón martillándome el pecho y me acerqué a la recepción. Le dediqué una sonrisa a quien se encontraba allí, forzando la normalidad sobre el mundo entero.

    —Soy Sasha Pierce, me llamaron por un paciente ingresado... Suiren Craig.

    El mármol del mostrador era frío bajo la yema de mis dedos y me recordé cómo respirar.
     
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    Al regresar sobre mis pasos cuestioné si ya tenían un contacto, me confirmaron y continué a la sala de emergencias, hasta dar con la camilla donde estaba sentado el chico. Me presenté con la autoridad de costumbre, me acerqué a él notando como había cubierto su vista. Observé su mano también, estaba vendada pero parecían ser del día pasado por la suciedad en ellas.

    —Cambien la venda y verifiquen que no esté infectado lo que esté ahí —di la instrucción a uno de los auxiliares, el cual comenzó a gestionar implementos esterilizados.

    Ladeé la cabeza luego, hacia la jefe de enfermería, esperando su informe.

    —Presenta náuseas, visión borrosa, escozor, y dolor —ennumeró lo que tenía escrito y tachado en su tableta, enderezando la espalda pero agachando la cabeza—, decidimos colocar una venda fría en sus ojos por la sensibilidad a la luz.

    —Tonometría y confirmen con una retinografía —en lo que la otra mujer hacía su trabajo repasé las facciones aún descubiertas—. ¿Y los lentes? Si eres un paciente candidato a la fotofobia con antecedentes, ¿dónde están?

    —Los perdí ayer...

    Solté el aire por la nariz. La jefe de enfermería ingresó nuevamente con el tonómetro, por lo que empecé a quitarle la venda luego de ponerme un par de guantes en lo que el auxiliar bajaba la intensidad de la luz de la habitación.

    —Te va a fastidiar en lo que hacen efecto las gotas —informé en lo que comenzaba a abrir los ojos, le lloriquearon en automático por lo que las apliqué de inmediato, sosteniendo su mentón con la izquierda y apretando el pequeño contenedor con la derecha.

    Cerró los párpados luego y volvió a abrirlos después. Eran gotas anéstesicas por lo que no tenía de que preocuparse al sentir la luz del tonómetro. Me permití observar en lo que el soplido de aire provocaba un aplanamiento de la córnea, notando el tono zafiro, poco común y fragmentado de sus pupilas. Sentí que iba a moverse por lo que fruncí ligeramente el ceño, advirtiendo:

    —Si te mueves tu córnea se puede rayar, y no queremos eso.

    Noté el nervio óptico deteriorado, pero no veía la presión para diagnosticar un tipo de glaucoma, pese a que contaba con algunas características. Me pasé al otro ojo, noté exactamente lo mismo.

    —Necesito el historial médico de este chico, para hoy es tarde.




    Salí en lo que aplicaban la otra prueba, para descartar o preveer más posibilidades. Di también una visita a otro de los pacientes para darle de alta antes de continuar con la ronda hacia el ingreso, en donde me habían notificado ya tener el historial médico que sentía y llevaba tres años pidiendo. Podía escucharme como un demonio, pero en la medicina cada minuto contaba, y sino era una vida, era una calidad de la misma. Observé a una chica con un uniforme, en donde Kenzo le estaba confirman el ingreso de algún paciente pero aún por la lejanía no había escuchado su interacción.

    —Está en emergencias, por favor firma esto —le entregó lo que manejabamos como la regulación de asistencias, donde debía dejar sus datos, ya luego de frenarme para resolver una duda de un familiar de alguien del hospital llegué hasta ellos—. Doctora Nara, ya imprimí el historial médico de Suiren Craig —me lo entregó en lo que recostaba el codo sobre el mármol, comenzando a leerlo.

    Primero confirmé qué especialidades lo habían visto con anterioridad, ya luego los síntomas que solía presentar... ¿durante toda su infancia? Hubo un punto de inflexión donde pareció mejorar y solo habían visitas rutinarias, que no continuó retomando desde hace seis meses aproximadamente, el diagnóstico era practicamente diferencial, reducido a una causa genética. Pasé de página luego, había pasado por psicología y después por psiquiatría, pero no estaba el detalle de los medicamentos tomados en su momento. El chico pareció quere decirme algo pero hablé sobre sus palabras:

    —Contacta con el hospital de Rusia, confirma hasta cuando tomó medicamentos para la depresión mayor, si fue dado de alta o de lo contrario desistió del proceso. También envía a Ren a que le haga una evaluación psicológica, es posible que deba entrar a cirugía. ¿Ya tenemos contacto de emergencia?

    —Es ella, doctora, Pierce Sasha.

    Me giré a mirarla con la desconexión de costumbre, pensando en enviar al hombre a un proceso disciplinario por no ser capaz de comunicar que la familiar estaba presente.

    —Nara Saori —me presenté por protocolo—, en estos momento estamos realizando unas pruebas a su vista. ¿Tienes información adicional que debamos saber? ¿alergias, consumo de sustancias, exposición a lámparas de xenón?
     
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    Aguardé por la respuesta del recepcionista con ansiedad contenida, y al extenderme el formulario tuve que frenarme de preguntarle qué estaba pasando. Ya conocía estos procesos, ni siquiera les habilitaban a brindar la clase de información que necesitaba para calmarme. Solté el aire por la nariz con pesadez y pestañeé con cierta fuerza extra, enfocándome en el papel frente a mí. Un paso a la vez, ¿no?

    Sostuve el bolígrafo y estaba buscando dónde firmar cuando el recepcionista siguió hablando, esta vez con la mujer que había aparecido a mi lado. Mencionó a Suiren, su historial médico, y volteé a mirarla en automático, aún si ella no me llevó el apunte en lo más mínimo. La vi leer y leer, con el corazón en la garganta, y me forcé a regresar a mi propia tarea. Sentí que los dedos me temblaron apenas al presionar el bolígrafo y dejé allí mi firma y aclaración, regresándole todo al recepcionista con una pequeña sonrisa.

    No vi educado interrumpirla, tampoco tuve tiempo de hablarle. Pidió que contactaran con el hospital de Rusia y volví a sentir un martillazo en el pecho. Depresión mayor. No... no tenía que estar escuchando esto, ¿verdad? No me correspondía en absoluto. En mi lugar tendría que estar su madre o su mejor amigo, Paimon.

    Pero aquí estaba.

    La mención del contacto de emergencia me hizo consciente de mi cuerpo y lo sentí tensarse. Recibí sus ojos, lucía cansada o quizá ajena, distante. Los médicos solían ser prácticamente una especie diferente a mis ojos y, si debía ser honesta, no terminaban de agradarme. Le sostuve la mirada e incliné la cabeza a modo de saludo. Me preguntó un montón de cosas sobre Suiren y la sensación de recién se acrecentó. No tenía nada que decirle.

    —¿Xenón? —busqué saber, en un murmullo, y me esforcé por espabilarme para funcionar como se me demandaba—. Lo siento, no... no estoy segura. No lo conozco muy bien.

    Podía darle mis impresiones, que parecía ser un chico sano, pero no tenía idea, ¿verdad? No la tenía en absoluto. Comprimí la mano que aún permanecía sobre el mármol y me mantuve en los ojos de la médica.

    —Señora Nara, ¿podría decirme qué ocurrió? ¿Cómo está Suiren?
     
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    —¿No lo conoces muy bien? —regresé mi vista mordaz al auxiliar de enfermería que estaba prestando apoyo en recepción—. ¿El contacto de emergencia es alguien que no conoce a la persona que estamos tratando? ¿Crees que estoy jugando con la salud visual de un chico? ¿quieres terminar tu turno y largarte a casa?

    El entrecejo se me fue frunciendo con cada palabra que decía; el historial médico era pobre, impreciso, como si hubiesen estado navegando en una enfermedad desconocida o poco común, en donde determinaron que empezó a mejorar y le dieron un cierre bastante deficiente. ¿Rusia no tenía buenos profesionales? ¿Tendría que ir a capacitarlos yo misma?

    —El paciente mencionó que era su novia o mejor amiga... eso dij-

    —No me interesa lo que haya dicho Craig, necesito exactitud en este proceso, no mediocridad.

    Sujeté con brusquedad los documentos, estuve por darme vuelta pero la voz de la chica me llamó, la observé apenas, notando ahora el uniforme escolar que traía el mismo símbolo que el que tenía puesto el paciente.

    —Está en valoración. Si quieres hacer algo por él consígueme un contacto que lo conozca —atajé, girándome para regresar a la sala de urgencias.




    —Discúlpame, debí validar teléfonicamente si eras cercana a él antes de hacerte venir —el hombre se rascó la cabeza con cierta manía, estresado en lo que abría de nuevo el contacto del hospital de Rusia, pensó en las seis horas que se llevaban de diferencia por lo que volvió a tomar el teléfono, solicitando información del paciente por segunda vez, y núcleo familiar.

    Le brindaron dos teléfonos extranjeros, uno de la persona que figuraba como su madre, y otro de su padre. Comenzó a llamar primero a su progenitora, el número proporcionado estaba fuera de servicio, luego llamó a su progenitor, donde respondieron al cuarto timbre.

    Buenos días, ¿hablo con el padre de Suiren Craig?

    El silencio continuó, escuchándose lo que parecía un televisor de fondo.

    ¿Habla el padre de Suiren Craig? ¿Me escucha?

    No tengo un hijo con ese nombre.

    Las cejas del enfermero se levantaron ligeramente, mirando el teléfono anonadado. Frunció luego el ceño, dejando el aparato de lado para sujetar los documentos que acababa de firmar Sasha. Miró su uniforme y suspiró.

    >>¿En verdad no conoces a nadie que pueda ayudarnos? Necesitamos saber información básica de él, y no ha cooperado mucho.
     
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    La reacción de la doctora me puso francamente incómoda, pero permanecí quieta a la espera de alguna clase de resolución o respuesta. Mejor amiga, ¿eh? Contuve el impulso de esbozar una sonrisa irónica. ¿Era el momento de sostener bromas como esas? No había forma de que fuera su mejor amiga, ¿por qué rayos había dado mi número? Seguía dándole vueltas a todo, intentando encontrarle sentido, cuando la doctora volvió a posar su mirada en mí y mi semblante se contrajo, tenso. Otra vez, me mordí la lengua. ¿Había necesidad de ladrarme?

    Suspiré cuando la mujer se hubo ido. El recepcionista me pidió disculpas y en cierta forma sentí que estábamos en el mismo bando aquí, de modo que me giré hacia él y volví a sonreírle, meneando la cabeza. ¿Quizá su madre y Paimon estuvieran ocupados? Podía llegar a entender que no quisiera involucrar a su hermana en esto. Recosté los antebrazos en el mostrador, extenuada, y repiqueteé las uñas mientras barajaba posibilidades y el muchacho hacía sus llamadas telefónicas. Paré la oreja al notar que hablaba con el papá de Suiren, luego su expresión desencajada y solté el aire por la nariz con pesadez. ¿Estaba esta criatura ingresado a un hospital de urgencias y ni siquiera podíamos conseguir sus putas alergias?

    Por un instante creí comprender a la doctora.

    —Intentaré obtener la información —le avisé al recepcionista, retirándome a la sala de espera.

    Allí me senté y saqué el móvil. Navegué posibilidades, repasé mi lista de contactos sólo por si acaso y acabé metiéndome a Instagram. Busqué el perfil de Suiren y entré a sus seguidos. Vi a Paimon, pero a juzgar por el estado de la cuenta no creía que la usara casi nada, y luego... Alcé las cejas, deteniéndome en seco. Ya había visto esa foto antes.

    Era su ex novia, ¿cierto?

    Oh, bueno, ¿me quedaban opciones? Le escribí en inglés, rogando que lo leyera rápido. Me presenté como una amiga de Suiren, compañera suya de la escuela, que necesitaba si lo tendría el número actual de su madre. Ella me lo pasó, pero la mujer no atendió y siguió sin atender por mucho que lo intentara. Volví a bufar, regresé al chat de Instagram y... pues probé suerte.

    Te molestaría si te llamo?

    Fue el único mensaje que le envié.
     
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    El hombre asintió en lo que regresaba por su parte la llamada al centro médico de Rusia, solicitando ahora el historial de medicamentos que llegó a tomar Suiren de inicio a fin en su tratamiento médico, se tomó su tiempo para preguntar las dosis, los horarios que le recomendaron, si hubo alguna novedad o cambio en los mismo, y pidió el historial médico de psiquiatría por ahí derecho, procurando revisar su block de notas entre tanto por la ansiedad de no dejar nada por fuera esta vez y ganarse otro regaño.




    Resultó bastante extraño para ella recibir un mensaje de una persona desconocida, procuró mirar primero el perfil de la chica antes de responder, notando a Craig en los amigos en común, por lo que era cierto el que era su amiga o eso supuso. Proporcionó el número solicitado y un poco dudosa le escribió a Sui al whatsapp, preguntando si todo estaba en orden, notando que su última en línea vez había sido hace más de siete horas.

    Luego volvió a recibir un mensaje pidiendo permiso para ser contactada, respondió inmediatamente ya pensando que había pasado algo de gravedad, por lo que fue ella quien terminó llamando a Sasha por instagram, saliéndose del salón de clase al estar en la univerisad.

    Hola. ¿Sui está bien?

    No dió mucho espacio para contratiempos formales por preocupación en general.
     
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    No me sorprendió que ella decidiera llamarme directamente, si acaso me dio una noción de que había llegado a preocuparla. Me tomé un segundo para respirar antes de aceptar y llevarme el aparato a la oreja, paseando la vista aquí y allá sin ver nada realmente. Era... bastante extraño estar hablando con la ex novia de Suiren, pero el pensamiento no poseía relevancia alguna. No ahora.

    —No estoy segura —admití, manteniendo el tono de voz compuesto aunque el corazón seguía sin darme tregua—. Sólo me dijeron que está en revisión, no sé qué pasó. Me puse a... rastrear un poco porque empezaron a preguntarme cosas que no sé, perdona por haberte contactado así de repente. Su madre no me responde el teléfono, supongo que está ocupada. ¿Tú podrías ayudarme? —Empecé a ponerme en pie, asumiendo que diría que sí, para volver a la recepción—. Me preguntaron por sus alergias, si consume alguna sustancia y... ¿sabes qué demonios son las luces de xenón? Ni eso se dignaron a decirme.

    Solté el aire en una risa amarga, claramente irónica, al decir aquello; fui consciente de que se me filtró una cuota de la molestia que sentía y volví a regularme a consciencia. Le fui pasando las respuestas pertinentes al recepcionista, cuidando cada detalle, atenta al proceso. Eventualmente volví a alejarme del mostrador y suspiré.

    —Lamento haberte preocupado —repetí, con cierta pesadez—. Te mantendré al tanto de lo que ocurra aquí, si tú quieres. Además de eso... ¿podrías no decirle nada a nadie? No aún, al menos. —Bajé la vista a mis propios pies, inquietos—. Si Suiren dio mi número probablemente sea porque no quiso dar el de personas más allegadas, y al menos por ahora quiero confiar en él y respetar su deseo. Me quedaré aquí hasta averiguar qué rayos pasó e intentaré hablar con él.
     
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    La voz de la chica le proporcionó cierta información, aunque seguía sintiéndose a la deriva. Recostó el hombro contra la pared y se acomodó los lentes sobre la cabeza. Pensó en llamar ella misma a la madre pero recordó por un instante que Sui en ciertas ocasiones mencionaba que su mamá no contestaba el móvil y él prefería no insistir, debido a que suponía y no le dejaban -por momentos- tenerlo a la mano, o simplemente el trabajo era tan desgastante que evitaba distracciones.

    —¿Revisión? ¿Son sus ojos, cierto? —murmuró con cierta tristeza colándosele en la voz—. Sí, cuéntame qué te preguntaron —continuó en automático, haciendo silencio después para no interrumpirla—. No, Sui no es alérgico a nada hasta el momento. Consume marihuana cada cierto tiempo, no es algo muy recurrente.

    Del otro lado de la línea llegó el silencio por unos segundos, dedicándose la chica a pensar hasta que asoció las luces de xenón con el trabajo de Craig.

    —La luz de xenón está en diferentes cosas, pero Sui si está expuesto a ella. La suelen usar en las cámaras para fotografiarlo —se mordió el labio inferior, temiendo lo peor—. Dile a la doctora que él es modelo, por lo que está expuesto a las luces artificiales de manera recurrente.

    Mientras tanto el chico de la recepción tomó nota de lo que fue infomado en su libreta, y llamó a una de las enfermeras que estaba en la sala de emergencias para que fuese por ellas, ya que sabía y la doctora no se aparecería nuevamente por el pasillo, pues ya estaban mirando los resultados de las pruebas que le fueron sacando desde su llegada.

    —Por favor asegura que Sui no esté solo —respondió inmediatamente ante el pedido de que no le avisara a nadie aún, solicitud que sería inúltil—. Cualquier cosa, no dudes en escribirme.




    Pasaron alrededor de veinte minutos en lo que una de las enfermeras contactadas se dirigió al chico de la recepción, éste comenzó a entregarle los informes, el listado de medicamente que había estado tomando con anterioridad, las fechas exactas de sus controles en su hospital anterios, y también los datos que Sasha había brindado.

    Había entre medicamentos para el dolor, antecedentes de morfina cuando entró en crisis a eso de los doce años de edad, la probabilidad de que retiraran su visión por completo al no comprender la enfermedad, cirugías recurrentes con láser, entre otras curestiones. La joven apretó los labios y terminó soltando el aire contenido por la nariz, un poco agobiada.

    —Con esta información ya la doctora puede proceder. Vamos para el quirófano —informó—. ¿Tenemos un familiar?

    El chico giró el mentón en dirección a Pierce, asintiendo en vista de que no lograron dar con nadie más. La enfermera tomó aire de nuevo, buscando la valentía que necesitaba naturalizar para no asustar a las personas cercanas de los pacientes.

    —Vamos a ingresar a Craig Suiren a cirugía. Presenta un cuadro complejo con su visión, es posible que tenga una recaída ya que tiene antecedentes de depresión, por lo que aconsejamos acompañamiento constante. La doctora nos informó que había una niña que no lo conocía, supongo que eres tú —a medida que hablaba las puertas de urgencias se abrieron de par en par, en lo que cuerpos médicos comenzaban a transportar las camillas de los pacientes que estaban siendo remitidos a pisos superiores para cirugías, entre esos Craig.

    El pasillo comenzó a ser invadido de familiares angustiados, presionando al chico de la recepción por información de otros pacientes.

    —Por favor me escuchan, voy a pasar con cada uno de ustedes a informarlos del estado de salud de sus familiares, no se angustien —habló la mujer levantando la voz, ya luego volvió a mirar a Sasha—. La información brindada es sensible, por lo que pido tu mayor discreción. La cirugía esperamos y no tarde más de hora y media, el paciente estará con anestesia general, por ende debemos esperar a que recobre el conocimiento por completo antes de que se te permita verlo.

    Observó uno de los relojes en la pared.

    —Si gustas, tenemos unas cafetería en el tercer piso, puedes ir a comer algo.
     
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    Gigi Blanche

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    Me tomé un instante para murmurar un sonido afirmativo cuando preguntó si eran sus ojos. Por suerte pude entregarle la información solicitada al recepcionista gracias a ella, y en el proceso seguí enterándome de cosas que no estaba segura me correspondiera saber. Sobre el final de la llamada no recibí una respuesta directa a mi pedido de discreción, por lo cual estimé que probablemente no lo cumpliera. No podía culparla, cada quien tomaba las decisiones que mejor viera y... en definitiva ella lo conocía mejor que yo, ¿verdad? No le discutiría nada.

    Colgué y resoplé con fuerza, sintiendo la tensión concentrada en el cuerpo. No era el momento para preocuparme de que Suiren se enfadara conmigo; tal y como la doctora había dicho, la prioridad ahora mismo era su salud. ¿Se había negado a dar sus alergias o el caso era que directamente no había podido comunicarlas? La imagen fugaz de él inconsciente y herido me atenazó los músculos e intenté no espiralar en los peores escenarios.

    Esta clase de incertidumbre siempre era agobiante.

    Permanecí en un punto muerto de la recepción, pretendiendo distraerme con el móvil, hasta que la enfermera se me acercó. Fui asintiendo conforme hablaba e ignoré el pinchazo de incomodidad que me seguía provocando ser "la niña que no lo conocía". Era la verdad, ya estaba. Las puertas se abrieron, la gente comenzó a agolparse en la zona y yo me alejé un poco. Había dicho el tercer piso, ¿cierto? Tenía la práctica suficiente, sabía esperar por esta clase de cosas. Eso no significaba que se volvieran menos extenuantes.

    Hora y media. Eso si la intervención corría sin complicaciones, suponía. Ingresé en la cafetería, me compré un café y me dejé caer en una silla. Me quedé mirando por la ventana con la cabeza yendo y viniendo en infinidad de pensamientos. Comencé a recordar las imágenes aisladas que conservaba de su hermana, que había sido compañera mía de clase por poco tiempo. La venda en sus ojos. Ya lo había temido en algún momento, que Suiren estuviese recorriendo el mismo camino que ella. Los ojos que siempre le había dicho que tanto me gustaban... Dios, me sentía una estúpida.

    Debía odiarlos.

    ¿Odiarse?

    Depresión. Marihuana. Su padre colgando el teléfono. Bebí del café y sorbí por la nariz, recostando la frente en mi mano. Cerré los ojos. Sólo me quedaba esperar que todo saliera bien, que fuera una falsa alarma... que el tiempo siguiera de su lado.
     
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    Esterilicé mis manos, me proporcionaron los guantes nuevos y ya después con el cabello recogido, el gorro, el tapabocas y demás. El paciente ya con la bata estaba postrado en la cama, tenía las manos atadas entre sí. Me acerqué para observarlo en lo que inyectaban la anestesia; todo dependía como respondiese la parte frontal de sus ojos, de lo contrario debía pasar a intervenir los nervios y debería -para ese momento- involucrar el sistema cerebral que evitaba tocar.

    El chico comenzó a pestañear suavemente.

    —Cuenta conmigo —indiqué—, cinco, cuatro —noté que no procesó lo que le dije—. Suiren, cuenta los números conmigo: Cinco, cuatro...

    Empezó a hacerlo, su voz fue disminuyendo de apoco, hasta llegar al dos, perdiendo el conocimiento. Fue entonces que se acomodaron los equipos, se pasó a mantener sus párpados abiertos en lo que el monitor registraba su ritmo cárdiaco. Uno de los enfermeros estaba pendiente de las gotas para mantener lubricada la vista y evitar padecimientos post-operatorios.

    Iniciamos evaluando el laser como primera opción, sin embargo luego de treinta minutos de procedimiento noté que no respondía el cambio de la córnea.

    —Pasamos a la cirugía neuroendoscópica —avisé en lo que las enfermeras gestionaban con velocidad los implementos, revisaban el ritmo cárdicado.

    Dejaron cerrar sus párpados, permitiéndome realizar una incisión sobre ellos, de aproximadamente dos centímetros. Deslicé dentro el escalpelo, realizando un pequeño agujero en los huesos de las órbitas, llegando a la base del cráneo...




    Había pasado aproximadamente hora y quince minutos desde el inicio del proceso médico. Vigilaron su pulso y ritmo cárdiaco, notando que estaba funcionando con normalidad por lo que la Saori autorizó para informar a la chica que lo esperaba fuera, a fin de cuentas estimaba máximo una hora más para que el paciente recobrara el conocimiento.

    Por órdenes fue movido de la sala de cirugía a una habitación, y de ahí una de las enfermeras bajó a la sala de espera, buscando a Sasha, para informarle que podía subir a acompañarlo en lo que despertaba.
     
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    Gigi Blanche

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    Estar una hora sentada sin hacer nada era algo a lo que definitivamente no estaba acostumbrada. Ni quince minutos habían pasado desde que empecé a caminar, recorrer la cafetería y husmear hasta el más pequeño cartel con tal de mantenerme en movimiento. En algún punto decidí aprovechar el tiempo para lanzar redes de contención, sólo por si acaso. Papá me había dejado el coche precisamente hoy porque debía recoger a los niños, así que le escribí a la niñera preguntándole si tendría la tarde libre. No tenía idea cuánto tiempo estaría aquí o qué se necesitaría de mí, pero me quedaría más tranquila con un par de planes prearmados.

    Seguí el avance del reloj y para la hora de espera ya me había sentado de vuelta en la planta baja. Transcurrieron quince minutos en lo que una enfermera vino a buscarme. Me incorporé casi como un resorte y utilicé el trayecto hasta la habitación para calmarme, ahora que el corazón se me había acelerado de repente. No había sido sólo la espera, sino el hecho de estar atrapada aquí, sola. Con el murmullo acongojado en segundo plano, las rueditas de las camillas rebotando entre las baldosas y las luces blancas en todas partes.

    Ingresé a la habitación que me indicó, le agradecí en voz baja y me detuve apenas entrar, apenas la enfermera deslizó la puerta tras mi espalda. El ruido del pasillo se mitigó, oí el débil motor de los coches afuera y la respiración lenta, profunda y pausada de Suiren a mi izquierda. Aún me costaba creerlo.

    Llevaba los ojos vendados y no pude evitar preguntarme cuánto le asustaría encontrar un mundo absolutamente negro al despertar. Aún si era temporal, aún si se recuperaba, ¿no le pesaría con la densidad de un mal presagio? Me acerqué lentamente, como si quisiera y no quisiera arrancarlo de su inconsciencia, hasta rodear su cama y detenerme a su lado. Apoyé la mano sobre la manta con suavidad, y miré y miré su rostro. Su cabello.

    Hey, baby —susurré, con la voz ahogada.

    Aún me costaba creerlo.

    Permanecí en un profundo silencio por varios segundos, hasta que los ojos se me llenaron de lágrimas y sorbí la nariz, girando sobre mis talones. Me senté bajo la ventana, saqué el móvil y busqué el chat de Instagram con su ex novia.

    Sui salió de cirugía
    Aparentemente salió bien, estoy esperando que despierte
     
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    ¿Al final decidieron operarlo? —aunque lo escribió había sido más para ella misma, tratando de ser consciente de lo que estaban hablando—. Me comuniqué con Paimon, ya está gestionando un vuelo directo de regreso a Japón, pero son trece horas desde Francia... por favor me tienes al tanto, de igual manera le compartí tu instagram a él, es posible que se comunique contigo.

    [​IMG]

    Sentí la voz de la doctora cada vez más lejana, el dolor a su vez fue cesando y me pregunté si así se sentiría morir. ¿El ruido desaparecería en su totalidad, la luz se consumiría por completo y mis pensamiento flotarían a mi alrededor sin rozarme siquiera? Un lugar en paz en donde ya no pensaría si el alcohol estaría comiéndose vivo a mi padre, donde ya no culparía a mi madre por el pensamiento infantil de que había preferido otro hombre antes que a su hijo, que me hubiese abandonado por años y tuviese que enfrentar solo parte de mi proceso médico.

    En donde continuaba viviendo la mentira de que mi hermana era mi hermana... no la mitad de ella.

    El espacio antes de que todo se fragmentara, que se mantuviese inmóvil bajo el hielo.

    El ahnelo por detener el tiempo.


    En donde reclamara la soledad que tenía arraigada en el cuerpo, o terminara desistiendo de ella completamente. No sentir, no pensar y descansar, ¿qué tenía de malo? Las acusaciones y señalamientos de terceros me importaban entre poco y nada, pero aún así continuaba existiendo una voz, una pequeña voz que me seguía atando a no tomar una medida extra.

    No supe cuánto había pasado, nisiquiera me ubiqué en donde estaba. Moví los dedos apenas sobre la manta y cuando no pude abrir los ojos, llevé la mano -también vendada- hacia mi rostro, me percibí desnudo por la delgada tela de la bata por lo que me senté en automático, traté de quitarme las vendas al sentirme desorientado. La cabeza me dió vueltas, el dolor post-operatorio llegó como un vaso de agua fría; apoyé la yema de los dedos contra mi frente con algo de fuerza, agachando la cabeza, siendo ajeno a que en la otra mano tenía el suero intravenoso.
     
    Última edición: 5 Agosto 2024 a las 6:36 AM
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    El tiempo transcurrió lento, espeso. Le respondí a la chica que sí, me informó sobre Paimon y le pasé mi número de teléfono, tanto para ella como para él. Era más cómodo que depender de Instagram, que muchas veces enviaba las notificaciones tarde o no lo hacía en absoluto. Tras eso esperé y seguí esperando, con la mente en blanco, hasta que percibí el primer movimiento de soslayo.

    Suiren alzó la mano, noté que también la llevaba vendada y poco a poco se fue despertando. Lo observé desde mi posición, preguntándome cómo rayos proceder, hasta que noté sus intenciones de quitarse la venda. Me incorporé con calma, la silla crujió levemente y caminé hacia él.

    —Cielo —me anuncié sin elevar el tono—. Soy yo, Sasha. Voy a tocarte, ¿está bien?

    Me detuve a su lado, busqué su mano vendada con extremo cuidado y la envolví entre las mías, instándolo suavemente a regresarla a la manta. ¿Debía llamar a las enfermeras? Suponía que... no, ¿verdad? Salir de la anestesia llevaba un tiempo, regresar los pies a la tierra y perder el aturdimiento. Le acaricié el dorso de la mano con el pulgar y volví a mirar su rostro.

    —No debes quitártela, ¿de acuerdo? —seguí hablando con la misma calma y paciencia—. Cariño, ¿recuerdas lo que pasó?
     
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    La voz femenina me llegó de golpe. Aún así seguía algo mareado, por lo que al no identificarla me sentí tenso, al menos hasta que dió su nombre, quedándome inmóvil hasta sentir su tacto, descendió mi movimiento hasta la textura acolchada de lo que supuse y era una cobija. Los pensamientos continuaban encapsulados, las palabras simplemente se ausentaron, sintiéndome expuesto, vulnerable y ajeno.

    Cariño, ¿recuerdas lo que pasó?

    Las luces de xenón me aturdieron, el ruido de los vehiculos y la voz de Hana en lo que sentía las manos encima me producieron asco, me organizaron la ropa y pude ver medianamente el producto que había estado promocionando. La sonrisa fina, el abrazo fingido y la caminata nocturna en Shibuya. El dolor de cabeza se acrecentó, regresé a casa a medias para dormir con las persinas abajo, el pelo de Copito me hizo cosquillas en la nariz al sonar la alarma.

    Estaba oscuro.

    Encendí la luz, y siguió igual.


    Me duché y vestí, notando que los colores aparecieron como parchones, por lo que supuse e iría mejorando, al menos hasta salir a la calle, donde el sol hizo lo suyo y no pude continuar... un vecino me había ayudado a llegar al hospital, que era donde estaba ahora. El ardor continuaba con fuerza y quería sacarme los ojos, eso recordaba. Tragué grueso al sentir ganas de vomitar y busqué respirar con calma por la angustia.

    Había dado el número de Sasha, la había arrastrado a un espacio incómodo y probablemente la había hecho pasar un mal rato.

    Como si ya no tuviese suficiente.

    —Lo lamento Sash... No contaba con nadie más.
     
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    Noté lo inmóvil que se quedó al escucharme, incluso luego de alcanzarle mi nombre, y pensé que debía seguir sintiéndose muy aturdido. Sostuve su mano, la acaricié despacio y arriesgué la primera pregunta, al menos para intentar ayudarlo a ordenar los fragmentos de información. Estaba tan pendiente de él, de cada mínimo movimiento, que noté la forma en que tragó y el ritmo autoimpuesto de su respiración.

    Esperé, y recibí una disculpa. Asumí que había podido atar los cabos suficientes, que incluso recordó haber dado mi número y apreté su mano con un poquito más de firmeza. Quizá, a sabiendas de que me salvaba de su escrutinio, mi semblante se comprimió por completo. Me dolía verlo así, me dolía pensar en cómo debía sentirse, pero eso no era lo importante ahora. Lo dejé ir con suavidad, busqué la silla bajo la ventana y con cuidado de no hacer ruido la acomodé junto a su cama.

    —No te preocupes por eso, no tienes que pedirme perdón —murmuré, envolviendo otra vez su mano entre las mías—. Lo único importante ahora mismo eres tú, ¿sí, cielo? ¿Por qué no vuelves a recostarte?

    Esperé a si lo hacía, y de notarlo aún aturdido lo instaría empujando apenas sus hombros. Aún viviendo sin recordarlo, en aquel momento me resultó tan familiar, tan natural estar sentada junto a una cama que todas las ocurrencias se superpusieron y entremezclaron.

    —¿Del uno al diez? —pregunté, junto a una ligera sonrisa que se me coló en la voz, como tantas veces le había preguntado a Eli cuánto le dolía.
     
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    Su tacto se alejó y por un instante pensé que quizá no estaba aquí, que había sido una mala jugada de mi cabeza como la noche anterior al soñar con ella. Me quedé quieto igual, empezando los engranajes a andar en mi cabeza, como una prisión en donde no tenía a dónde ir. De nuevo, su voz me hizo perteneciente a este mundo, la ansiedad no disminuyó pero cuando sus manos regresaron a la mía algo se afianzó. Ajusté los dedos, buscando entrelazarlos.

    Un ancla había dicho ayer.

    En este mundo oscuro, era la poca luz que tenía.


    —No, así estoy bien.

    Era más el miedo de que desapareciese si lo hacía, irracional, claro estaba. Moví la otra mano también, siendo consciente del suero que me corría por las venas, por lo que volvía a dejarla estática sobre la colcha. Me preguntó otra cosa e imaginé algo similar a una sonrisa por la tonalidad de la voz, pero no podía estar seguro, ya no estaba seguro de nada... nunca lo había estado en realidad.

    —Un seis —me sonreí con cierta resignación—. No tanto como cuando llegué aquí —mentí y giré el rostro en su dirección, como si pudiese verla pese a no ser así—. ¿Te hablaron de algo en especial? ¿Algo que deba saber, Sash? —tanteé.
     
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