One-shot Hopefully God is still down to forgive us [Gakkou Roleplay | Joey x Alisha]

n/a: SO. Long story short, el otro día nos dimos cuenta que hoy hace un año de la primera follada del jolisha inrol y como son el jolisha, y creo que puedo aventurar a decir que es la ship para nosotras, pues obviamente tenía que hacer algo para celebrarlo.

Gigi Blanche SURPRISE! no diré nada de la trama, solo espero que te guste tanto como a mí me gustó escribirlo <3 y obviamente, la canción solo podía ser esta teehee

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Put your hands up it's a stick up
Hopefully God is still down to forgive us
Nobody's breathing
Who let the evil in?

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| Alisha Welsh |
| Joey Wickham |

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Había cosas que no cambiaban, no importaba el tiempo que pasase, y que mi amistad con Joey se mantuviese incluso después de habernos graduado del Sakura era una de esas cosas.

Estaba convencida de que a ojos de los demás nuestra relación no aguantaría tanto, que dejaríamos de hablar en cuanto nuestros caminos se separasen, pero no había universo alguno en el que fuese capaz de simplemente olvidar a la única persona que había llegado a querer tanto.

¡Y nadie me entendía como él! Las fiestas perdían un cien por cien de appeal cuando estaba sin mi partner in crime, ¡y no había persona que pudiese ocupar su lugar!

No había lugar a dudas de que los veinte nos habían hecho cambiar, ¿madurar o algo así? Quizás habíamos dejado de ser tan cabrones como en la secundaria, pero quitando eso la verdad es que seguíamos siendo los mismos estúpidos espontáneos con la cabeza llena de planes y muchas ganas de pasárnoslo bien.

Aquella tarde de septiembre me aparecí por su piso sin aviso previo, como había hecho desde que lo conocía y como posiblemente haría hasta el día que nos muriésemos, y él me recibió con una sonrisa y la naturalidad de quien parecía haber sabido que aparecería por la puerta en ese mismo instante.

—¿Y bien? ¿Qué tal fue la sesión~? —pregunté, dejándome caer en el sofá del salón con cierta pesadez—. ¿Cómo sigue Ri-chan?

—All fine, honey —escuché que respondía desde la cocina, y no mucho después apareció por la puerta de la misma con una bandeja donde llevaba el té—. Y Ri-chan está bien, te manda saludos~

Riamu había sido como un ángel caído del cielo para nosotros, si tenía que ser sincera. La chica sabía divertirse también, así que no era ninguna locura que de vez en cuando coincidiésemos en alguna fiesta o pub, pero lo que no hubiese esperado es que nos tuviese en cuenta a la hora de ayudarnos económicamente.

En algún momento la muchacha acudió a Joey cuando su madre necesitó un fotógrafo de última hora, en algún otro momento acudió a mí porque necesitaban a alguien de mi talla para probar ciertos conjuntos y así, casi sin darnos cuenta, prácticamente acabamos aceptando un trabajo de su parte cada dos semanas.

Si lo había tenido planeado desde el principio por algún motivo y solo estaba disimulándolo como casualidad o genuinamente eran puras coincidencias era algo que no teníamos manera de saber, pero tampoco nos verían rechazando su ayuda por la pura gracia de hacerlo.

>>Actually… Ri-chan me ha dado una idea muy buena, ¿sabes?

Para cuando Joey volvió a hablar, yo ya me estaba devorando unos cuantos scones, y al mirarlo tuvo que tragarse la risa de haberlo recibido con la boca tan llena que mis mejillas parecían las de una ardilla. Hizo milagros para lograr servir el té sin derramar nada, igual ya se sabía que era alguna especie de superpoder de los británicos eso, y ya después de un buen rato se dignó a responderme a la duda que tenía bastante implícita en mi mirada.

>>Me ha dicho que la semana que viene va a pasar unos días en Grecia, de vacaciones o lo que sea, que se suele aburrir y me ha preguntado si queríamos acompañarla.

Iba a responderle algo, sobre todo ahora que había terminado de tragarme los dulces, pero entonces el chico se levantó del sofá para dirigirse hacia su cuarto y me quedé con la palabra en la boca. Me levanté para seguirlo, con cierta rapidez, y me sonreí en cuanto puse un pie dentro del cuarto.

—¿Y bien~? —canturreé, echándole los brazos por encima y mirando la pared que teníamos delante con la mejilla apoyada sobre su hombro.

—So I was thinking… —siguió, girando la cabeza para mirarme mejor—. Ya que Ri-chan se ha ofrecido tan amablemente a comprarnos los billetes de avión y todo, ¿por qué no aprovechamos, elegimos un sitio al azar del mapa para que ella nos lleve hasta ahí y luego nos las apañamos para llegar a Grecia? Como si fuese uno de nuestros viajes, ya sabes~

Paseé la mirada desde sus ojos hasta el resto de la habitación y de vuelta a sus ojos, dedicándole una sonrisa deslumbrante antes de separarme y acercarme a su escritorio, haciéndome con un dardo del vaso dónde los guardaba.

La idea se la habíamos copiado a una serie que habíamos visto, de manera muy descarada había que decir, ¡pero tampoco era como si pudiesen reclamarnos o algo! La idea era muy sencilla, de ello: solo teníamos que coger un dardo y lanzarlo hacia el enorme mapa que habíamos comprado para pegarlo ahí; después cogíamos un par de cosas que necesitásemos, el dinero que tuviésemos, y teníamos que llegar al destino de la manera que fuese.

Era una jodida locura cada vez que lo hacíamos, pero también acababa siendo de las cosas más divertidas que acabábamos realizando.

Cerré un ojo mientras enfocaba al mapa, intentando que al menos el objetivo cayese dentro de Europa o algo, y lancé el dardo sin siquiera pararme a pensarlo demasiado. Me giré inmediatamente después, no queriendo ver dónde había caído, y miré a Joey con expectación en los ojos.

Se giró jodidamente lento el cabrón, jugando con mis expectativas como el hijo de puta que deep down no había dejado de ser, y yo seguí sus movimientos intentando no mostrar la impaciencia que empezaba a apoderarse de mí.

>>¿Te gusta la pizza, cielo? —preguntó, con una sonrisa inocentona, y realmente apenas le di tiempo a acabar la frase antes de tirarme a sus brazos, emocionada.

—¡Italia!

Hombre, que puntería la mía, que no quedaba tan lejos del objetivo y encima no habíamos ido nunca ahí. ¡Y los mediterráneos estaban para comérselos, oye!

A Riamu le encantó nuestra idea cuando se la dijimos, si encima a ella le habíamos contado algunos de nuestros anteriores viajes y siempre vivía los relatos al máximo, así que no puso ninguna queja al respecto de financiarnos la primera parte del viaje. ¡Y prometió prepararnos una sorpresa para cuando llegásemos! Si es que era un amor de niña.

Como no sabíamos cuanto tiempo tardaríamos en llegar a Grecia, pues dependía por completo de nuestra suerte encontrando los medios para transportarnos, decidimos pillar un vuelo que nos diese el suficiente margen para ello. Si llegábamos antes no tendríamos muy difícil rellenar el tiempo, y como pagaba Ri tampoco nos importó demasiado que el precio se saliese de nuestro presupuesto al comprarlo para dos días después.

Así que ahí estábamos un par de días después, cada uno con una simple mochila, a punto de subirnos en el avión hacia Italia. Un poco extraño sí que se sintió, si tenía que ser sincera, incluso para mí que me había pasado viajando en avión hasta Estados Unidos y de vuelta unas cuantas veces antes de dejar de visitar a mis padres.

Nada que un buen polvo en el baño no arreglase, ¿verdad? Es decir, el viaje era largo y tampoco se nos podía dejar tantas horas sentados al lado sin nada más que hacer que tocarnos los huevos. Quite literally, if I must say so~

Trece horas en un avión cansarían a cualquiera, incluso a nosotros, y ni siquiera el hecho de compartir habitación con seis personas más en un albergue nos resultó un problema para caer rendidos. Aunque eso de tener más gente alrededor nunca nos había resultado un problema para nada, menos para dormir.

Nuestra estancia en Roma se alargó un par de días, por supuesto. Quiero decir, ¡era Roma! Si Joey no me sacaba por lo menos cincuenta fotos en el Coliseo y otras cincuenta en la Fontana di Trevi, ¿qué estábamos haciendo ahí? Tenía mucha suerte de que le gustase la fotografía y de que me quisiese como lo hacía, porque cualquier otra persona no me hubiese aguantando las exigencias ni de coña, lo sabía yo bien.

—¡Tenemos que tirar una moneda para poder volver a Roma en el futuro, Joey! ¡Es la tradición!

—¿Cuánto dinero crees que hay ahí dentro? ¡Yo creo que podemos volver como cinco veces solo con eso!

—Eh~ No seas aburrido, Joey, le quitas toda la emoción así~

El chico soltó una risa ante mi reclamo infantil y se separó del borde de la fuente, acercándose a mi posición mientras sacaba dos monedas de su bolsillo, extendiéndome una.

—Yo no soy aburrido, cielo —sentenció, con cierta seriedad encima, en cuanto rocé su mano para recoger el euro.

Well, that I knew~

Tiramos la moneda al mismo tiempo y, presa de la emoción del momento, le planté un beso en los labios justo después. Seguíamos sin tener nada serio, por supuesto, pero estaba convencida de que Joey sería lo más cercano a algo romántico que alguna vez tendría en mi vida y no iba a dejar pasar la oportunidad de comérmelo en una ciudad tan bonita como lo era Roma.

Tampoco él me iba a rechazar nunca, ¿verdad~?

Pasamos el resto del día visitando la ciudad, por supuesto que cenamos pizza, y a la mañana siguiente nos dirigimos hacia la estación de autobuses. Ahí era cuando la cosa se ponía un poco tricky, porque teníamos que conseguir transporte sin gastar dinero… o gastando el que no fuese nuestro.

Robar era siempre mucho más divertido, pero hacerlo en una ciudad tan grande y transitada era todo un problema, así que teníamos que buscar una opción más segura. Tuvimos bastante suerte en eso aquella vez, a decir verdad. Fue tan simple como encontrar una pareja de señores mayores que tuviesen pinta de ser amables, montarnos un buen teatro diciendo que teníamos que salir de ahí urgentemente porque nuestro padre estaba gravemente herido en el hospital y no teníamos recursos para movilizarnos, y listo, dos billetes de autobús para Siena.

No éramos ningunos desalmados tampoco, eso sí, y siempre pretendíamos fijarnos en estafar a personas que claramente tuviesen facilidad para volver a comprarse unos billetes o algo por el estilo. Si no era el caso, nos esperábamos a la siguiente oportunidad sin mayor problema.

También era ahí cuando nos tocaba tirar de improvisación y estar preparados para cualquier cosa, porque claro que nuestro objetivo no era Siena, pero era lo que habíamos encontrado y teníamos que seguir desde ahí hasta salir del país.

No pensé que lo fuésemos a tener tan fácil como lo tuvimos, y eso que normalmente teníamos una facilidad absurda de conseguir lo que queríamos casi siempre. En aquella ocasión se sintió como si genuinamente los planteas se hubiesen alineado en nuestro favor.

El autobús paró en un municipio llamado Monteriggioni, que no parecía muy grande pero que quizás podría servirnos de alguna manera. Nos metimos a un hotel, aunque en aquella ocasión fue para pasar por el restaurante que había dentro y comer algo. No tenía mucho sentido, ¿verdad? Comer en un restaurante posiblemente caro cuando intentábamos gastar el menor dinero posible, pero era en esa clase de sitios donde podíamos encontrar turistas de los que aprovecharnos, así que era un gasto calculado.

Ni siquiera tuvimos que hacer mucho; mientras nos estábamos tomando unas copas después conocimos a un par de amigos que también estaban haciendo un viaje, uno en coche para ser más exactos, y después de ligárnoslos fue cuestión de tiempo antes de que nos ofreciesen llevarnos hasta donde viniese mejor.

—Planeábamos no entrar a Grecia, pero no sería mucho problema desviarnos del camino para dejaros ahí —nos dijo el muchacho al día siguiente, mientras nos subíamos en el vehículo.

—¡No hace falta! Si nos dejáis en la frontera o relativamente cerca ya habréis hecho un montón —le respondí, con aquella sonrisa suave que sabía ablandaba a cualquiera—. Nos las sabremos apañar después.

—Os podemos dejar en Macedonia, entonces —sentenció finalmente la muchacha, acomodándose en su asiento—. Ah, vamos a pasar la noche en Croacia. Espero que no os incomoden los albergues.

Nos tuvimos que reír, of course, antes de asegurar que no teníamos ningún problema con ello.

El viaje en coche fue largo a cagar, sobre todo porque teníamos que hacer paradas cada x tiempo para descansar o ver algo de interés en alguna ciudad, pero eso ni de coña significó que fuese menos entretenido. Los dos desgraciados aquellos eran entretenidos, casi parecían nuestra versión italiana o algo, y el viaje no se hizo en absoluto pesado.

Nos llegamos a conocer un montón de todo lo que hablamos, hasta nos quedamos con sus números de teléfono para seguir manteniendo el contacto, ¡y nos dejaron conducir durante un buen tramo del trayecto! Además, para ser completamente honesta, nada unía más que compartir una cama entre cuatro personas.

Tenía que admitirlo, despedirnos de ellos cuando nos dejaron en la frontera con Grecia fue hasta triste, ¡habían sido una compañía de lo más divertida! Aun así, el humor decaído nos duró un par de horas, hasta que llegamos finalmente al primer pueblo de Grecia y recordamos que Riamu nos estaría esperando con una sorpresa en apenas unas horas.

Hicimos cálculos con el dinero que nos había quedado y, gracias a nuestra terrible suerte, pudimos permitirnos comprar los billetes de tren desde el pueblo donde nos habían dejado hasta Atenas. Bueno, en realidad era un viaje de diez horas que incluía tren, autobús y algo de caminata… pero se entendía el punto.

Avisamos a Ri-chan de que llegaríamos cuando nos quedaban un par de horas y ella nos envió un Uber para que nos recogiese y nos llevase al hotel. Y qué pedazo de hotel se había pillado la cabrona, fácilmente tendría cinco estrellas aquello y ni quería imaginarme lo que le había costado a la chiquilla el alojamiento.

—¡Ali, Joey!

Prácticamente se nos tiró encima cuando nos vio, y me apostaría algo que nos había estado esperando como niña pequeña en la entrada, como si fuésemos el regalo de Navidad o algo. Nos arrastró hacia el interior del hotel, sin darnos mucho tiempo a réplica, y nos enseñó donde quedaba la habitación que nos había reservado.

>>¡Os he pedido la cama extragrande! Bueno, realmente era la única habitación que quedaba disponible cerca de la mía, ¡pero seguro que nos os molesta! Hoy tenéis que descansar, ¿sí? Mañana vamos a visitar la ciudad y, pasado mañana… —hizo una pausa dramática mientras buscaba algo en sus bolsillos e inmediatamente después nos enseñó unos billetes, sonriente—. ¡Nos vamos a Santorini! Os va a encantar, hay unas fiestas maravillosas, ya veréis~

Joder, había que ver con la chica, había estado en todo.

—¿Cuál es tu habitación, Ri-chan? —le preguntó Joey en cuanto terminó la verborrea.

Levantó el brazo para señalar la puerta del final de pasillo y, para suerte o desgracia, justo en ese momento la misma se abrió para dejar ver como un chico, completamente confundido, salía. No hizo falta hacer dos más dos, mucho menos cuando vimos la sonrisa que le dedicó la peli-rosa al tipo, y ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar antes de que me la arrastrase a nuestra habitación.

—¡Tú te quedas con nosotros esta noche! ¡Hemos traído cartas!

¿Y qué se podía esperar de tres personas como nosotros si nos ponían a nuestra disposición una cama extragrande, alcohol sin límite porque a Riamu no le importaba seguir tirando de su tarjeta y unas cartas? Pues un strip-póker que, digamos, acabó pasando a segundo plano en algún momento de la noche.

¡Pero cumplimos con los planes de la chica aun así! Al día siguiente nos despertamos y fuimos a visitar la ciudad, comimos en un restaurante bien fancy y, de nuevo, Joey no solo tuvo que soportarme a mí con las fotos si no también a Riamu, que encima parecía vivir por la atención de la cámara.

Igual se le veía bastante encantado, qué decir.

Aquella noche nos portamos mucho mejor, que encima ya llevábamos cierta resaca encima, y el viernes nos despertamos con unas ganas estúpidas de llegar a Santorini. Por suerte el vuelo era de unos 45 minutos, y por supuesto que Ri se había encargado de tener un hotel reservado ahí también.

Nos pusimos bien guapos los tres, que aun con todo nunca nos faltaba la ropa de fiesta en la mochila, y nos dirigimos hacia una discoteca que la chica ya conocía, donde se supone que estaba celebrando una fiesta en la playa.

—Ah, esperad.

Justo antes de adentrarnos en la muchedumbre, es que ya llevábamos un buen rato escuchando, Riamu nos paró en seco y nos alejó hasta llegar detrás de un edificio. Ambos la miramos sin entender una mierda, todo mientras rebuscaba en su bolso, y realmente solo hizo falta ver un milisegundo el interior de la cajita que había sacado para entender lo que estaba pasando.

Ella fue la primera en meter el dedo dentro de los cristales, habiéndose humedecido el mismo antes, y se lo llevó a los labios bajo nuestra atenta mirada. Extendió la cajita hacia nosotros y nos miró con una sonrisilla algo culpable.

>>Si no queréis tomar, está bien, ¿eh? No estáis para nada obligados~ —sonaba genuinamente sincera.

Joey me miró, y aunque no había muestra alguna de ello en sus ojos, sabía que estaba preocupado y que todo dependía de mí. Al fin y al cabo, le había contado lo de las pastillas aquella vez en el Sakura y también había acabado contándole lo que me pasó con Aiden incluso antes, así que era normal que tuviese cierta precaución al respecto.

No me lo impediría, pero quería asegurarse de que estaba bien y que no me iba a tomar algo tan fuerte solo porque necesitaba olvidar algo.

Le sonreí, con cierto aire genuino, justo antes de hacerme con su mano para acercarme su dedo índice a los labios y lamerlo, sin apartar la mirada de la suya en ningún momento. Entendió el mensaje al vuelo, claro, y hundió el dedo en la droga para volver a meterme el dedo en la boca justo después.

Hizo lo mismo consigo mismo y me enganché del brazo de Riamu en cuanto guardó la cajita, volviendo a encaminarnos hacia la discoteca. ¡Aquella noche prometía!

Le tomó un tiempo y un par de copas a la droga para subirnos, pero en cuanto lo hizo las sensaciones se multiplicaron por mil. La música rebotaba con fuerza por todos lados, el alcohol sabía mejor que nunca y los chicos eran los más guapos que había visto en mi vida.

Ninguno como Joey, pero eso no se lo iría a decir nunca.

Perdí la noción del tiempo, y también perdí a Riamu de vista en algún momento, pero la vi aparecer desde el baño ajustándose el vestido no mucho después, y simplemente solté una carcajada divertida en mitad de la conversación que estaba teniendo en ese momento.

No mucho después de eso Joey también apareció de la nada, trayéndome una cerveza, y cuando me ofreció la mano para levantarme del sofá, no dude ni un segundo en aceptarla. Ni siquiera le presté atención a las quejas del tipo con el que estaba hablando, aunque eso no evitó que soltásemos unas risas divertidas mientras nos alejábamos.

Caminamos por la playa un buen rato, hasta que la música se convirtió en un eco lejano, y aunque seguía high as fuck, lo cierto es que la repentina tranquilidad del lugar me ayudó a bajarle un par de decibelios al colocón.

Nos pusimos a jugar con la arena como unos niños, tirándonosla a los pies mientras caminábamos, eso derivó en una competición de cosquillas y al final, entre risas y quejas, acabamos dejándonos caer sobre la arena.

Solté el aire en un suspiro pesado, pestañeando un par de veces con pesadez, y me quedé bastante embobada viendo las estrellas hasta que Joey se removió a mi lado para llamar mi atención.

—¡Ali-chan! ¡Una estrella fugaz! Pide un deseo, ¡rápido!

Comencé a reírme, no sé muy bien por qué, para el disgusto del pobre chico que no entendía porque no me lo estaba tomando en serio. No era que no me lo tomase en serio, solo me había entrado la risa floja por lo repentino que fue todo o algo así.

Cuando logré relajarme al fin, giré la cabeza desde mi posición y lo miré, sonriendo como una niña pequeña.

—No necesito ningún deseo.

Joey me imitó, recibí sus pozos sin ninguna clase de vergüenza y, así fuera un ínfimo segundo, noté en ellos un brillo de lo más bonito que posiblemente nunca le había visto antes.

—¡Lo que necesitas es un buen baño! —exclamó, completamente de la nada, y antes de querer darme cuenta, me había cogido en brazos y estaba dirigiéndose hacia el mar.

—¡Joey, no! ¡Mi vestido, idiota! —me quejé, entre risas, y aunque pataleé durante unos segundos, tampoco hice mucho por liberarme de su agarre.

Acabo metiéndonos en el agua por completo, el jodido loco, y me tiré encima de él en cuanto saqué la cabeza del mar. Le salpiqué un rato, chapoteamos otro, y al final nuestras miradas volvieron a conectarse un segundo antes de lanzarnos a los labios del otro.

No necesitaba ningún deseo.

Porque lo tenía a él.
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Y era todo lo que necesitaba.
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