Harry Potter Hogwarts oculta un chismoso. [Completo]

Descripción de la historia:

Panfletos rosas están empapelando las paredes de Hogwarts. Y Lilian Dorian averiguará tarde o temprano, al culpable de que su rostro sea lo primero que se vea cada mañana frente al Gran Comedor.

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[Capítulo]

[1]


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Estaba algo avergonzada, sólo algo, no era normal sentirse tan extraña. Pero todo se debía a dos razones. La primera, era la existencia de un chismoso empedernido escondido entre ellos, lo que hacía la situación aún más extraña, y segundo, por el simple hecho de haber sido escuchada por él.

De todos los que podrían haber estado, tenía que ser él.

Llegar a sus clases ya ni siquiera le parecía tan cómodo, mucho menos al verlos reírse de ella o mirarla raro. Es que bueno, no es una anécdota simple de contar.

—¿Es cierto lo que cuentan tejón? ¿Te gusta de manera romántica un Centauro?

Sí, por ahí empezaba todo. Casi todo, porque en realidad no había dicho específicamente aquello. Suspirando se dejó caer en la silla y se tapó la cara con sus brazos. Jamás lograría que aquello fuese olvidado.

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Tres días antes...

Todo el revuelo que había armado Umbridge había sido estresante para todos, pero sobre todo para ella, una amante de la adivinación. Podían decir lo que quisieran pero Trelawney siempre le había parecido una profesora excelente a pesar de sus excentricidades.

La mujer hacía de la adivinación en algo más llevadero, la única que hacía de sus días menos pesados. Los últimos cambios habían logrado ser un gran peso para todos.

Pero su tranquilidad acabó cuando vio a Trelawney en medio del patio con todas y cada una de sus pertenencias, con los mocos como velas y hecha un mar de lágrimas.

—¡No pueden echarme! Hogwarts es, es mi único hogar...

Nadie podía culparla, de hecho aquello era una verdad irrefutable. Hogwarts era el hogar de todos y esa mujer pequeña estaba haciendo estragos en todos los sentidos.

Luego del deplorable panorama del que fueron testigos y la intervención de Dumbledore, los habían obligado a regresar a sus actividades. Irónicamente no sabrían el futuro de Adivinación hasta el otro día. Pero no tardaron en llegar rumores.

Umbridge quería asignar a un nuevo profesor, pero Albus Dumbledore hizo un trato con una de las criaturas de Bosque Prohibido para que fuera profesor. Esto provocó la ira de muchos, la de Umbridge principalmente y la de Trelawney, que no soportaba que un "borrico" enseñara en su lugar. El resto de la historia nadie se atrevió a investigarla. Todo era demasiado turbio y misterioso. Y no estaban seguros de que aquello fuese realmente cierto, no hasta que un Centauro los esperó en medio del salón al otro día.

Y para ella no había nada más maravilloso que un Centauro diera clases. Prácticamente sabía todo sobre ellos y le parecían, después de los dragones, las criaturas más hermosas. Al menos Firenze lo era.

Sus métodos de enseñanza eran simples y cautivadores. Firenze era muy aplicado, a diferencia de lo que era Trelawney y su forma de impartir la asignatura. Todo era más armonioso y literalmente más ordenado. A pesar de que el salón de Adivinación había cambiado por completo. Era como si una parte de un bosque hubiera parado allí por casualidad.

Todo se limitaba en buscar las respuestas en las estrellas, o en el fuego. Lo que lo hacía mucho más interesante; siempre alegaba que los humanos tenían problemas con la "segunda vista" y le era ridículo que los forzaran de alguna manera estudiar algo que jamás verían, y aunque aquello realmente debió ofenderle, no lo logró con ella.

Las razones las desconocía. Quizá la forma de dar sus clases no había sido lo único que la habían cautivado. Porque dijeran lo que dijeran, él era muy guapo.

—No importa la verdad que sea mitad hombre y mitad caballo. Míralo, es muy lindo. —De medio cuerpo para abajo el profesor era un caballo blanco con la cola rubia, y de medio cuerpo para arriba era un apuesto joven rubio y de ojos azules, asombrosamente azules. Pero su compañera simplemente abrió la boca escandalizada y llevaba su mirada de Firenze a ella. Hasta que finalmente lo perdió de vista.

—¿Estás loca?

—Debe estarlo —de la nada el centauro estaba detrás de ambas, una más pálida que la otra se miraron entre sí antes de llevar sus ojos al afamado profesor —No nos mezclamos con humanos, las razones son obvias —murmuró mirándolas fijamente, antes de pasearse por entre los alumnos tirados en el suelo y mirando el techo estrellado, como si nada hubiera sucedido.

—Por Merlín, acaba de...

—No lo digas, no lo digas.

Al otro día, hubiera esperado que el incidente sólo hubiera sido aquel, un acto más que vergonzoso. Pero no fue así. Toda Hogwarts estaba empapelada con su rostro y el del Centauro a su lado, con notas estúpidas de amor.

Y allí siguieron, hasta convertirse en tres tediosos y muy penosos días. Dumbledore intentaba sacarlos, pero sea el hechizo que utilizaron, aún seguía siendo imposible quitarlos. Como ir a clases de Adivinación sin sentirse una estúpida.

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—No es la muerte, pronto lo olvidarán —Merlín la escuchara, porque a ella parecía haberla abandonado. Lo último que necesitaba, era que Hogwarts siguiera sabiendo su estrafalario gusto por un Centauro a través de un idiota.


[Sí, fue extraño, pero ¿se imaginan qué pudieron pensar otras estudiantes al ver a Firenze? :v espero que les haya gustado.]

 

[Capítulo]

[2]

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—¡Tiene que haber una maldita manera de sacar esos carteles de...!

—La boca.

—¡Vete al cuerno, Mia!

—Deja de pensar en tu desgracia, Lilian. Será la única manera de que todo repentinamente desaparezca. Pero si sigues dándole alas al asunto tu problema seguirá. Es simple. —Mia estaba sobre su cama haciendo ejercicios de meditación. Su serenidad últimamente se había visto fracturada por la histeria de su mejor amiga y estaba segura de que si se dejaba llevar, lograría asfixiarla con su almohada de plumas de ganso. Lo que sería un final dramático.

—Y él, ni siquiera se inmuta al respecto. ¡Camina o cabalga, lo que sea que haga con sus patas, por el pasillo como si nada! ¿no sabe que también lo están perjudicando? —abrió finalmente sus ojos y observó a su amiga frente a ella: su cabello castaño claro estaba desordenado, sus ojos con ojeras y su uniforme torcido y arrugado. Notó también, que llevaba una media de un tono de gris diferente y los zapatos mal atados. Al parecer ni siquiera se había dignado a colocarse su corbata. Lilian, la compulsiva del orden, Dorian, estaba hecha un verdadero desastre y eso por primera parecía no importarle.

Era más grave de lo que pensaba.

—Bueno, no sé que decirte más que preguntarte ¿te has mirado al espejo?

—¿Qué, qué tengo? —masculló frunciendo el ceño, caminó con brusquedad hacia el espejo de cuerpo entero que había en uno de los rincones de la habitación y se quedó parada frente a este —Por Merlín, soy un monstruo —soltó un jadeo al ver sus medias, era tan inaceptable y había concurrido a sus clases de esa manera. Lo que fue aún peor para su autoestima. —Debí haberle hecho caso a mi abuela Ernestina.

—¿A qué te refieres?

—No tiré la moneda a La fuente de la Buena Fortuna. Es una tradición: la moneda es especial para cada uno, se tira al iniciar el año y se saca al terminar. Este año no tuve tiempo de hacerlo y ahora ¡me persigue la desgracia!

—Es lo más estúpido que he escuchado.

—Lo sé —lloriqueó Lilian tapándose el rostro con sus manos.

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Más presentable y dos horas después, Lilian y Mia se dirigían al Gran Comedor. El hambre las había vencido y no tuvieron más opción que ir a pesar de todo. Dorian no tardó en fruncir el ceño al ver los panfletos en las paredes pero logró finalmente ignorarlos.

Era una noche agradable, había decidido dejar su capa en su sala común y simplemente llevaba consigo su uniforme, llevando con orgullo y lealtad el escudo de Hufflepuff en su pecho.

Lilian era hermosa, a pesar de que ella no le daba gran importancia. Era muy noble y muy inteligente, además. Descendía de una familia de Magos y Brujas Sangre Puras, bastante conocida por sus jardines: la variedad de plantas mágicas que en ellos había era inigualable, y el observatorio más grande del mundo mágico se encontraba en los mismos terrenos de su hogar. Muchos de los estudios de los astros se habían llevado a cabo allí.

Mia por su parte era Mestiza, los Brandon habían sido alguna vez importantes en la sociedad mágica, antes de que su padre decidiera casarse con una hija de Muggles. Pero poco les había importado, allí realmente se conocía el amor verdadero. Y a Mia le gusta su descendencia muggle.

—¿Papas?

—Sí, gracias.

—Entonces ¿qué harás? Tenemos los Éxtasis dentro de poco.

—Ni lo menciones. Demasiado tengo con mis problemas para agregarle más leña al fuego. —Murmuró Lilian sirviéndose una cuantiosa cantidad de papas. Las roció con alguna salsa extraña que había sobre la mesa y se sirvió un buen pedazo de carne.

Literalmente moría de hambre.

—¿Escucharon esto? Dicen que un grupo de Gryffindors de quinto, están armando un club para aprender DCAO y no las porquerías que la bruja rechoncha desea meternos en la cabeza. —Les dijo Martin David, en modo de confidencialidad. Era notable que era el encargado de pasar la voz, habitualmente las noticias viajaban gracias a él y Dorian no pudo evitar mirarlo con escutriño.

No tardó en conectarse con la mirada de su amiga, y luego miraron hacia la mesa de los leones. Parecía un tanto movida, pero no era de extrañarse, ella siempre lo estaba.

—Umbridge es un sabueso, deberían tener cuidado. —Mencionó la castaña.

—Pero no suena mal, además si se trata de Harry Potter... —intentó Mia con evidencia.

—No lo sé. Prefiero mantenerme al margen, a veces es mejor ser prevenido. —un muchacho de Ravenclaw de su año se paró frente a la mesa de los tejones, específicamente frente a ellos tres.

Su cabello era castaño claro y sus ojos verdes oscuros, al menos así intentaba mantenerlos. Habían rumores que el chico era Metamorfomago. Lo único que sabía Lilian, es que era un excelente guardián en el equipo de Quidditch de su casa y un perfecto sabelotodo, engreído y superficial que no le había dado una primera impresión cuando eran niños.

—Dorian.

—Wilson —saludó cortando con elefante espontaneidad el sabroso pedazo de carne que pedía a gritos ser comido —¿qué necesitas? —preguntó sin levantar su mirada.

—Hubieron cambios en las rondas de los prefectos, estos son los nuevos horarios —dejó lo que estaba haciendo y subió la mirada al tiempo que él le tendía el pedazo de pergamino —. Y ahora se hará de forma mixta y de forma alternada. Ravenclaw y Hufflepuff: Lunes y miércoles, Slytherin y Gryffindor: los martes y jueves, y los viernes Gryffindor y Ravenclaw, Slytherin y Hufflepuff. Está noche somos tú y yo, allí está escrito el sector que nos toca.

—Gracias.

—No te acostumbres, Dorian. La próxima asiste tú y el otro prefecto a la reunión.

—Engreído.

—Es tan lindo. —canturreó Mia de una manera melosa. Lilian y Martin la miraron con la cara fruncida del asco.

—Los gustos en Hogwarts son cada vez más estúpidos y sin sentido. —Exactamente eso es lo que quería oír Lilian, después de todo el maldito fiasco que había estado viviendo. Es por eso que no tardó en girarse hacia él y mirarlo con enojo. —Digo, no es que sepa algo en específico —aclaró tragando saliva con algo de dificultad.

—Tú y yo hablaremos más tarde, David.

 

[Capítulo]

[3]

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Lilian fue primero por su capa antes de reunirse con el estructurado Ravenclaw en la entrada del castillo; aunque adentro parecía estar agradable, todo denotaba que más tarde estaría bastante fresco afuera. Nunca había sido muy buena eludiendo los resfriado y siempre, casi con facilidad, lograba pescar algún insignificante virus que la dejaba más de una vez con fiebre y tres días en cama por ello. Eso le hacía recordar de paso, el horrible sabor de las pociones curativas.

—Intenta no perder la cabeza —se despidió Mia soñolienta.

—¿Gracias, que amable? —ésta sólo rió suavemente antes de tirarse finalmente a su cama. Sus otras dos compañeras no llegaban aún a la habitación y algo le decía que no lo harían hasta el otro día. No eran particularmente decentes.

No la malinterpreten, no es como si ella fuera intachable. Últimamente alguien se estaba dando el trabajo para que su lado menos limpio, saliera una vez perdiera la cabeza. Y no había tenido la oportunidad de atrapar a Martin David para interrogarlo, estaba completamente segura de que él sabía algo.

Con su capa encima y su bufanda, salió de su sala común con algo de pereza. A pesar de ser apenas las diez de la noche, su cuerpo estaba reclamando por algo de descanso, mental más que nada. Sin exagerar, su cerebro parecía querer abandonarla por simple despecho.

Al pasar por el frente de la cocina, el aroma a buñuelos atrajo su atención y provocó un repentino cambio de humor en su interior. No tenía esos buñuelos en sus manos, pero prácticamente podía saborearlos con facilidad. Amaba la comida de los elfos domésticos y últimamente ni siquiera eso había podido disfrutar.

Benditos panfletos.

Se encontró a Wilson en el sitio acordado, con su mirada en la oscuridad de un pasillo. Parecía un tanto intrigado, hasta lo notó más normal que otras veces, hasta que ella llegó a su lado. Su rostro pálido volvió a contraerse con su petulancia y sus ojos teñirse con el desgano al mirarla.

—Derek.

—Llegas tarde.

—Sólo fueron un par de minutos.

—En algún momento de tu vida, entenderás que un par de minutos pueden hacer una gran diferencia, incluso salvarle la vida a alguien. —Dorian rodó los ojos y dejó escapar un bufido de hastío. Lo único que le faltaba en ese mismo instante era escuchar un sermón por parte de Derek Wilson.

—¿Siempre te tomas todo muy a pecho? No respondas, mejor comencemos con las rondas. —lo pasó por al lado empujando su hombro con molestia. Era sabido que, desde que ambos se habían conocido por primera vez, se habían detestado y Lilian nunca se lo había dejado de recordar. Sin embargo, el águila esta vez no dijo nada y simplemente la siguió.

Las rondas por lo general no eran largas, aunque Umbridge no había sido lo único que había cambiado. Ya los prefectos no descansaban como antes y aquello para algunos no le supo agradable en lo absoluto. No después de saber que la Brigada Inquisitorial gozaba de ciertos beneficios que ellos no.

Rodearon el castillo una vez y luego se dedicaron hacerlo en el interior, el lugar estaba silencioso, acompañado de los panfletos del demonio. Como odiaba pasar por ahí.

—Entonces, ¿es cierto? —Derek no la miraba, parecía más entretenido en mirar los panfletos en las paredes que a ella. Habría querido buscar alguna respuesta perfecta para él, pero no existía una lo suficientemente convincente, ni siquiera para ella misma.

—No dije que estuviera enamorada, simplemente mencioné que era... —sacudió la cabeza con enojo ¿por qué estaba hablando de eso con él? —Olvídalo.

—Te parecía guapo. —Lilian estaba esperando, gritando más bien, que la Tierra la tragase en cualquier momento. Sin embargo, todo pensamiento se disipó cuando Derek la detuvo del brazo. —¿Escuchaste eso? Era como un... Ven conmigo —le susurró sin dejar de sostener su brazo. Se detuvieron cerca de las puertas del Gran Comedor y se ocultaron entre las sombras. Se escuchaban voces, apenas audibles cerca de su punto de partida. —Creo que es Malfoy y su grupito de idiotas.

—Tú no eres muy diferente.

—Tal vez no, aunque jamás vendería mi alma a alguien tan despreciable como Umbridge. —la soltó finalmente y se giró hacia ella, el lumos que conjuró alumbró su rostro y esos ojos verdes que a Lilian siempre le habían parecido lo único que podía apreciar de Derek Wilson. —Creo que nuestra ronda terminó aquí.

—Claro.

—¿Quieres que te acompañe? Digo, la Brigada Inquisitorial se dirigía a las cocinas. Además somos compañeros y...

—Estaré bien. Puedes volar —murmuró irónica antes de marcharse, sin darle tiempo de nada. Y jamás se enteraría lo cerca que había estado de verlo sonreír.

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Un día más con los panfletos en la pared, un día más escuchando las risitas indiscreta de la comunidad estudiantil, los susurros en la espalda y los consejos compasivos del buen Fraile.

—Es una tortura, una maldita tortura —mascullaba mientras Mia intentaba una vez más arreglar su corbata sin conseguirlo. Sin embargo, se detuvo repentinamente obligándola a su vez, detener sus pasos con ella. —¿Y ahora qué?

—Ay, por Merlín. —susurró con los ojos más grandes que una mandrágora bebé. Se giró para mirarla y corrió su mirada hacia la pared —Será mejor que veas esto, Lily.

—Ya sé, ahí siguen.

—Cierto, pero ahora al parecer la noticia es... —Lilian soltó un gritito de horror cuando notó algo diferente en ellos —nueva. ¿Ese es Wilson?

—¡Mátame, Brandon, por favor mátame y alimenta al Calamar Gigante con mi cadáver!

—¡Ya cálmate! —Mia le había estampado su mano contra su mejilla.

—Demonios —soltó con indignación —. Tienes razón, perdí la cabeza. —pestañeó varias veces y frunció el ceño. —Esto tiene que terminar, ahora —ya era el colmo, toda esa maldita estupidez había llegado muy lejos, muy, muy lejos.

Arrancó un panfleto de la pared con violencia y caminó al interior del Gran Comedor. Buscó con la mirada al Ravenclaw en la mesa de las águilas y se dirigió a él a grandes zancadas.

—Lily, no creo que sea una buena idea, tal vez él no tenga nada que ver con esto.

—Si lo tiene o no, se verá obligado a cooperar —masculló sin mermar el ritmo de sus pasos. Mia prefirió dejar de seguirla y observar lo que realmente se convertiría en un caos, al menos desde la mesa de los tejones. Dudaba que fuese prudente estar cerca, cuando el humor de Lilian Dorian estaba más que afectado.

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¡Muchísimas gracias por pasarse por aquí, su opinión para mí es muy valiosa! Les aviso que este Fanfic también lo estoy subiendo en Wattpad como Paulitah07. No sé si tengo que subir el Link aquí, para que lo comprueben, pero en fin ya les avisé xD

 

[Capítulo]

[4]

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Las tazas de chocolate caliente y los platos con distintos tipos de opciones para el desayuno, temblaron cuando la mano de la Hufflepuff se estampó contra la mesa de los águilas, específicamente frente a uno de los prefectos.

Repentinamente los Ravenclaw se quedaron sin habla y se alejaron de allí mientras aún tenían tiempo, y es que nadie se acercaba a Wilson si no era realmente necesario. Pues nunca se había destacado como alguien particularmente amistoso, a pesar de tener ciertos talentos que otros no.

—¿Qué? —murmuró él, con voz neutral y sin levantar la mirada de su libro de pociones.

—Buenos días para ti también, Wilson —saludó Lilian entre dientes. —¿Puedes explicarme qué significa esto? —preguntó con brusquedad, brusquedad que Derek pasó por alto para darle un sorbo a su chocolate caliente.

—¿En verdad crees que perdería mi tiempo en algo cómo eso? —finalmente sus ojos se posaron en ella —Creo que has venido con la persona equivocada. No te culpo, por algo no estás en esta mesa.

—Eres despreciable. —Derek rodó los ojos para luego volver a su lectura.

—Si es todo, te agradecería que te largues. —Lilian soltó un rugido gutural antes de desaparecer de ahí. Ni Firenze, ni el idiota de Wilson parecían muy interesados en lo que sucedía a su alrededor, ni aún sabiendo que su imagen también estaba siendo perjudicada. Quizás ella debería hacer lo mismo, pero se le hacía imposible ignorar todo aquel maldito chiste.

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—La Tentácula venenosa es una planta espinosa, verde, con movilidad para tratar de atrapar a una presa viva con facilidad —Pomona Sprout escribía rápidamente en el pequeño pizarrón del invernadero, haciendo garabatos y dibujos extraños que pocos allí entendieron. —La Tentácula venenosa expulsa el veneno de sus brotes, y sus picos son mortales. Como su nombre lo indica, la mordedura de esta planta es venenosa.* —Mia bostezó, deseaba tomarse una siesta con mucha urgencia, sin embargo eso no iba a suceder hasta que pasara por Pociones y luego por Adivinación para llegar finalmente a tomar una. Quizás después de encontrar a Lilian por alguna parte del castillo, por la dudas. Ya comenzaba inquietarle que la bruja no hubiera asistido a su asignatura favorita. —Bien, clase, es todo por hoy.

Se quitó los guantes de piel de dragón y los metió en su mochila con la rapidez de una tortuga. La mayoría de los Hufflepuff ya habían comenzado a desaparecer incluso a la par de los Ravenclaw.

Moría tanto de sueño, que no llegó a percibir la presencia de alguien a su espalda y lo terminó por arrollar al girarse.

—Ten más cuidado, Brandon.

—¿Cuidado? Tú estabas atrás mío cómo un ente ¿esperaba que te atravesara? Ni que fueras La Dama de Gris. —Wilson la miró con desprecio, parecía a lo único que su cara estaba habituada, aunque Mia no se amedrentó en lo absoluto —¿Qué? Di lo que estás pensando, vamos.

—No me provoques, tejón.

—Permíteme soltar una risa —rió irónicamente antes de colocarse su mochila al hombro. —Con permiso, tengo mejores cosas que hacer.

—Buscar a Dorian —esta suspiró y retrocedió los pasos que había avanzado.

—Escucha, sea quién sea que esté haciendo esto no es gracioso. Pueden que piensen que es inofensivo, pero para Lilian no lo es. Así que, si por alguna extraña razón escuchas o ves algo, no lo dejes en tu cajón de «me importa una mierda»; así como los minutos son importantes para ti, lo es la privacidad para Lily.

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Harry Potter sostenía la puerta para ella; aunque su gesto había sido cortés, había algo en su mirada que la llenó de lástima y de horror una vez estuvo dentro de la oficina de Umbridge. El Gryffindor le dió apenas un asentamiento de despedida para luego desaparecer detrás de la puerta. La sensación de vacío y de infelicidad se apoderó de ella una vez se supo completamente sola. Y el sonido de esa risita irritante de la mujer, no ayudó en lo absoluto a tranquilizar sus nervios.

Dudaba que se hubiera sentido tan aterrada alguna vez, ni siquiera con aquellos espantosos libros de terror muggles, que Mía siempre se empeñaba a leer en sus pijamadas lo había logrado y sin embargo, Dolores Umbridge todavía no había dicho ni una sola palabra para justificar el temblor de sus piernas.

Girando sobre sus pies, sin poder evitar el encuentro, quedó a una distancia prudente de la presencia de la pequeña bruja. Y aún sin sentir que estuviera lo suficientemente lejos para sentirse a gusto, esperó de pie sea lo sea que tuviera para decir.

—Lilian Dorian, la reciente celebridad de la semana —formuló con dulce y fingida formalidad. —Siéntate, querida —aquella era la orden que no había esperado, pero dejando salir el aire de sus pulmones retenido, se acercó a la silla de tapizado rosado y se sentó con cautela sobre la misma. —Imagino que te preguntarás qué haces aquí.

—No lo hacía, pero no me deja más remedio que preguntármelo —esa risa horrible volvió a escucharse entre los ronroneos y maullidos de esos gatos en su pared.

—Verás, Dorian. El Ministerio de Magia está intentando controlar lo que a simple vista, denota ser incontrolable. Salvar lo que se puede salvar y matar lo que pretende querer vivir sin normas, leyes o reglamentos. No me malinterpretes, cariño, pero no podemos vivir en un Mundo en el que todo parece ser accesible y sin restricciones. ¿Entiendes? —Lilian no estaba segura qué pensar, su discurso no parecía ser diferente al primero que había dado en el inicio del Gran banquete, antes de que el ciclo lectivo de Hogwarts comenzara. Y seguía careciendo de sentido común, además. Solo sabía que desconocía, a parte, el punto de aquella reunión.

El tintineo de la cuchara de plata chocar contra la porcelana de la taza de color rosa de Umbridge, logró sacarla de sus pensamientos, el único sitio de confort al parecer, pues aquel lugar era terrorífico.

—Comprendo.

—Entonces, tus padres entenderán que a veces en la vida, es necesario deshacerse de cosas que ocupan lugar. —se llevó la taza a sus labios y después de darle un sorbo añadió con fingida amabilidad. —Dales el mensaje, puedes retirarte. Oh, y justificaré tu ausencia con Sprout, para que entiendas que soy alguien benevolente y servicial. Que tengas un buen día.

 

[Capítulo]

[5]
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—¿Dónde rayos estabas? —preguntó los suficiente bajo, mientras hacía anotaciones rápidas en su libreta. Snape no parecía estar de humor ese día, además no eran especialmente su casa favorita después de Gryffindor, para no escuchar sus reproches a cada maldito segundo, alegando que no eran más que unos estúpidos.

Lilian suspiró y dejó su pluma de lado. Si tuviera que elegir exactamente por dónde empezar, jamás llegaría a nada concreto. Así que simplemente le dijo la única verdad que tenía sentido en ese instante.

—No te gustará saberlo, en serio.

—Oh, vamos. No pudo ser tan malo.

—¡Cinco puntos menos para Hufflepuff, por distraer la clase!

—¡¿Qué?! —reclamó Mia con enojo. Lilian no recordaba en qué momento se había colocado de pie, prácticamente estaban en posición de ataque. —¡Pero si no estábamos haciendo nada!

—¡Veinte puntos menos! Y serán cincuenta sino se calla, señorita Brandon. —Mia boqueó como un pez completamente furiosa y terminó por sentarse bruscamente en el banquillo de nuevo, mascullando por lo bajo interesantes y muy creativas maldiciones.

Encantamientos no fue mucho mejor, pero al menos no le habían quitado puntos. Para eso de las ocho de la noche estaban ya en el Gran Comedor con una gran jaqueca y muchas cosas por decir. Entre ellos el mismísimo Martin David, que fue interrogado con dureza por Lilian y amenazado con ser despedazado por Mia. Lamentablemente el chiquillo no sabía más que ellas.

—Esos panfletos son una maldita maldición. Mira todo lo que ha provocado.

—Tal vez deberías decirle a Dumbledore sobre la amenaza de Umbridge a tus padres.

—No, eso sólo aumentaría el odio del anfibio. Sólo le enviaré una carta a papá y él sabrá que hacer, eso creo. —levantó su mirada, no había tenido intenciones de hacerlo pero lo había hecho a fin de cuentas.

Wilson estaba cenando con tranquilidad en la mesa de los águilas, un par de chicas estaban intentando en vano sacarle unas cuantas palabras que jamás brotaron de su boca y se alejaron una vez supieron que el chico no cedería a sus deseos. Nunca intentó entenderlo ni lo haría, pero él no parecía más que otro chico interesado simplemente en sus propios intereses, sin necesidad de molestar a nadie. Eso la llevó a recordar el incidente en la mañana temprano, y se sintió relativamente avergonzada por ello.

Había perdido la cabeza, claro y tenía motivos para odiar a Derek, por supuesto. Pero y aunque le molestaba que él no se sintiera en lo más mínimo mosqueado porque su rostro estuviera siendo exhibido como el suyo, o el del profesor, en los muros de Hogwarts, no había sido correcto gritarle e insultarlo de paso.

Tal vez, teniéndose que tragar el orgullo, le tendría que dar unas sinceras disculpas. Aún si eso era humillante.

—Entonces, ¿le harás ojitos? —Lilian frunció el ceño y se giró para mirar a su mejor amiga, quién prácticamente se ahogaba de la risa. Le lanzó unas arvejas por la cabeza y una de ellas por casualidad logró meterse en su boca. Segundos más tarde Martin estaba dándole zarpazos en la espalda para sacar la pequeña arveja de su garganta que por desgracia sucedió y cayó en el cabello de una Slytherin.

Después de recibir gritos e insultos de Pansy Parkinson, Mia logró regresar en sí y reprocharle el ser impulsiva.

—Que te enseñe a no meterte con Lilian Dorian. —Sentenció colocándose de pie para salir del Gran Comedor.

—Eres una asesina —tosió después del esfuerzo, aún sentía su garganta adolorida. Más dudaba que ella la hubiera escuchado.

Lilian quedó frente a los panfletos, metió sus manos en los bolsillos de su capa e hizo rebotar su pie contra el suelo del pasillo. Necesitaba entender porqué estaba ella ahí. ¿Por qué no Harry Potter o el estúpido de Draco Malfoy? Ambos parecían ser los indicados para ese tipo de estupideces.

—No van despegarse si sólo los miras. —Firenze estaba a su lado, con sus manos a su espalda y su cabeza un tanto inclinada hacia la derecha, sus ojos azules observaban con serenidad su propio rostro en las paredes. Parecía más bien curioso que realmente molesto. —Cuando apenas era un potrillo, me preguntaba si alguna vez podría hacer magia como todos esos alumnos que vagaban por el bosque haciendo de las suyas. —comenzó a contar, de una forma que incluso para él le sonaba extraño, pues su naturaleza no le permitía exactamente soltarse de más en cosas del pasado.

—¿Y qué sucedió? —preguntó, Lilian. Alentando su iniciativa.

—Cometí el error de habérselo dicho a mi padre. Jamás olvidaré sus suaves caricias —soltó una risa irónica, esta vez mirándola.

—Entiendo el punto.

—Pero, ahora sé que él tenía razón, algunos sólo desaprovechan el talento con el que nacieron. Y es por eso que no soy como ustedes. —ella asintió suavemente en comprensión —Deja de preocuparte por esto, se solucionará tarde o temprano —extendió su mano y le desparramó el cabello como a una niña —. Y no olvides consultar a los astros.

Se marchó en cuanto vio que los alumnos comenzaban a salir del Gran Comedor, y dejó nuevamente a solas a la simpática tejón frente a los benditos panfletos. De algo estaba segura, y es que no consultaría a los astros para algo tan estúpido como aquello. No se lo merecía, además.

—Dejar de preocuparme, ¡já! —soltó con sarcasmo —, como si fuese tan fácil.

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A Mia le fascinaban los conjuntos de pijamas, con lunares, a rayas, a cuadros o de seda, de lino, o satén. Sin embargo, nada le gustaba más que los gorros con pompones. Y de ellos en su baúl abundaban, como esas ridículas pantuflas con forma de conejos.

—¿Cómo puedes usar eso?

—Verás, lo sabrías si tuvieras una abuela muggle, que se gana la vida siendo una diseñadora de ropa muy famosa. —Lily rodó los ojos y cerró su libro de pociones. Snape las había castigado aquella misma tarde, por el lamentable mal entendido en que se vieron envueltas por culpa, claramente, de Mia y su bocaza. Así que al día siguiente debían ayudar a los Hufflepuff de primero y no estaba dispuesta a ir sin saber a qué se estaba enfrentando. —Y por supuesto, no quiero olvidarme que soy su única nieta y modelo.

—Modelo, tú.

—Sí, yo. ¿Quieres que mi abuela te haga uno?

—No, pero gracias por el ofrecimiento.

—Tú te lo pierdes. Entonces, dime —se tiró sobre su cama y la miró fijamente —¿qué hablaste con el profesor Firenze? Todos los vimos.

—Primero, no te interesa y segundo, ¿qué importa que nos hayan visto? —dejó el libro sobre su buró y miró a sus otras compañeras ya en el tercer sueño —, atraparé al idiota de una forma u otra, y tal vez sea de esta manera.

—Sin esconderte.

—Sin esconderme.

 

[Capítulo]

[6]
​

Derek Wilson pocas veces se sentía inquieto, perseguido, molesto con el entorno de la biblioteca. Amaba ese lugar con ahínco, más que a su propia madre, pero esta vez, lo aborrecía.

Sentía una pesada mirada sobre su espalda, no quería darle el gusto a quién sea que lo estuviera observando, que estaba pendiente de él. Eso le daría de qué hablar más de lo que últimamente se estaba hablando.

—No fue un Extraordinario, pero al menos me alcanza para obtener la nueva Saeta de Fuego —dijo un muchacho sentándose frente a él, con el aspecto que tendría cualquiera después de un difícil examen de vida o muerte.

—Deberías hacer esto, más que para recibir un premio. —Opinó con mofa.

—Pues así funciono yo, amigo. —Franklin Thomas era el único mago de su curso que podía llamar amigo, era raro, extraño y excéntrico, sin embargo tenía cualidades que él aceptaba con facilidad y que encajaban perfectamente con las suyas. No era más alto que él, llevaba siempre su cabello castaño bastante corto y tenía cierta manía de rascarse el ojo izquierdo cada vez que estaba ansioso. Era el buscador de Ravenclaw, no era talentoso, pero daba pelea. Y como verán, tampoco era un alumno estrella.

Se habían conocido en la primera clase de Encantamientos, y desde entonces, al menos Derek no lo recordaba, nunca se habían separado. No estaban juntos la mayor parte de las veces, pero cada vez que podían allí estaban ambos.

—Demonios.

—¿Qué sucede? —le preguntó divertido mientras abría su libro de pociones con serenidad.

—Alguien me está mirando. —Franklin frunció el ceño y miró por encima del hombro de Wilson hacia adelante. Sólo habían un par de Hufflepuff y uno que otro Slytherin merodeando por allí. Nadie miraba ciertamente hacia ellos.

—Bueno, hay de todo un poco.

—Esto es culpa de Dorian, lo sé.

—Ah, la chica de Hufflepuff. Es bonita. —Derek lo miró con cierto desagrado — ¿Qué? No me digas que no te lo parece, porque sería una gran mentira.

—Es desesperante. —murmuró simplemente.

—Oh, allí viene. —Wilson se giró involuntariamente hacia atrás y Thomas comenzó a reír. —Desesperante ¿eh?

—Idiota.

~@~

—Esto es insoportable. —Mia se tiró sobre el sillón amarillo y dejó escapar un suspiro lastimero. —Snape quiere acabarnos, lo presiento.

—A mi me pareció bastante educativo.

—Cierra la boca, Lily. A ti todo lo que tenga que ver con tarea es educativo —ésta rodó los ojos. Llevaba en sus brazos una pequeña caja con las pociones de primero. Debía corregirlas y catalogarlas para la tarde, dónde Snape decidiría si levantaba el castigo o no de ambas, pero para ello debían comenzar a hacerlo inmediatamente, sin embargo, viendo el panorama sabía que eso no sucedería y terminó por sentarse frente a su mejor amiga.

—Bien, ¿qué te parece si damos un paseo? Quedé en shock al escuchar a los niños hablar sobre mí.

—"La chica rara de los panfletos".

—Sí, gracias por recordármelo.

—Para eso son las amigas ¿no? —Mia se acomodó mejor en el sillón y miró a Lily con gracia. —Anímate, al menos ya no te afecta tanto como hace una semana. Ya hasta te vistes como una persona normal y hablas sin pudor frente al guapo Firenze, es un gran avance.

—Pero no es suficiente, algo me dice que esto no ha acabado, esto recién empieza ¿entiendes? —Martin David llegó a ellas con grandes ojeras y se dejó caer en el suelo.

—¿Y a ti qué bicho te picó?

—Muero de sueño, he estado estudiando para el examen de mañana y aún no siento que haya aprendido algo.

—Pues debiste empezar la semana pasada, amigo.

—No seas así, Lily. Míralo, se ha convertido en franela de elfo doméstico —ambas rieron y Martin dejó escapar un chillido lastimero. —¿Qué dices, Dorian, lo dejamos venir con nosotras? —ésta lo miró fijamente y luego de arriba abajo como analizando la propuesta.

—Sí, creo que no encuentro una excusa para dejarlo tirado aquí.

No era muy recurrente que los Hufflepuff se vieran con frecuencia al aire libre. De hecho, más de uno de ellos disfrutaban de la acogedora sala común de su casa, la tibieza de la chimenea y sobre todo, del aroma de las flores y las plantas danzantes que Sprout aprovechaba siempre en cuidar. Pero, siempre existía una excepción para exponerse al aire fresco y los rayos del sol del reciente atardecer.

Lily cargaba la caja con las pociones, las iba ordenar mientras estuviera con sus amigos disfrutando del buen día. Sabía que llegaría tarde al encuentro con Snape, conociendo a Mia y su paso perezoso, no podía asegurar que algo saldría bien. Además ni siquiera tendrían tiempo de volver a la sala común y hacer aquel trabajo que no era difícil de hacer pero que el jefe de Slytherin creía que ya era mucho para ellos siendo de Hufflepuff.

—Puedo opinar que estás pociones están mejor hechas que las que nosotros hacíamos. No hay error en ellas ¿ves?

—Deben ser una raza avanzada de pequeños magos y brujas que conquistarán el mundo... ¡en cualquier momento! —Martin y Lily se miraron y luego a los ojos soñadores de Mia.

—Estás demente, Brandon. —dijeron al unísono entre risas.

—Puede ser.

—Debes dejar de leer esos chomis.

—Cómics, David, Cómics. Y por cierto, ¡no te metas con ellos! Desde mi punto de vista, es la mejor creación que tienen los muggles, puedes creerme.

—Tal vez, pero nada podría superar Los cuentos de Beedle el Bardo. Nada. —Lilian anotó el último nombre en su libreta y la cerró satisfecha. —Me pregunto que estará haciendo la alimaña, come mocos, creador de los desesperantes panfletos ahora mismo.

—Si yo fuera él o ella, estaría tomándome un café caliente con una sonrisa psicópata en los labios. Sabría que me salí con la mía una vez más.

—¿Por qué lo dices? —Martin no entendía que tan sádico podía ser alguien. Aunque tenía cierta tendencia de ser un chismoso empedernido, no estaba ni por asomo a la altura de éste.

—Créeme, hoy estuvo bastante tranquilo, dejó que las aguas se calmaran un poco. Simples estrategias.

—Estoy empezando a creer que tú has hecho todo esto —murmuró Lily con sobria frivolidad.

—¡Por supuesto que no soy yo! Además ¿qué ganaría? Sabes que aprecio nuestra amistad. —Mia estiró los brazos y dejó en libertad un pequeño bostezo. —Te prometo que averiguaré de quién se trata, soy buena en ello.

—¡Al fin! Pensé que me estabas abandonando en esto.




Finalmente pude subir el capítulo seis xD quería aclarar las cosas con Umbridge, ella no repudia a Lilian o a su familia por este infantil rumor del posible amorío con Firenze, sucede que los Dorian son más bien "aliados" de Dumbledore y aceptan el hecho de que Voldemort a regresado, recuerden eso de los libros, el cuarto y el quinto.

Sólo quería aclarar eso :D, ahora sí me despido!

Saludos!

 

[Capítulo]

[7]
​

—Cinco puntos menos, y es por eso que nunca ganamos la Copa de las Casas, Mia.

—Oh, perdona por defender nuestro honor —masculló ésta caminando con prisa por las mazmorras. Habían entregado el pedido de Snape hacía ya menos de cinco minutos, sin castigo, gracias a Merlín, y con cinco puntos menos, por respirar y seguir vivas. —Snape es un maldito murciélago, prácticamente respira en nuestras nucas, como la mismísima muerte ¡ni siquiera somos Harry Potter! —en alguna parte de Hogwarts el aludido tuvo un pequeño ataque de estornudos, seguramente.

—Deja de reprocharle sus acciones y pronto se olvidará de nosotras, mejor dicho, de ti. —Lilian giró a la derecha y salió al pasillo que iba rumbo al Gran Comedor. —Sinceramente debiste ir a Gryffindor.

—¿Y terminar con la dinastía de Hufflepuff en mi familia? ¡Jamás! Aunque me agraden los leones, sé que no hubiera encajado ahí, y además no te hubiera conocido, Lily. Olvídalo. —Se detuvieron frente a las puertas del Gran Comedor, no porque hubieran querido, nadie estaba mas hambrientas que ellas, pero había una gran multitud taponando la entrada. Incluso hasta Dumbledore estaba allí.

—¿Qué está pasando? —se preguntó la castaña con el ceño fruncido. Se hizo lugar entre los alumnos, ya esperaba que algo más hubiera sucedido con los panfletos pero curiosamente todos habían desaparecido, y en su lugar estaban colocando unas placas extrañas.

—Umbridge, está haciendo estragos una vez más —opinó un muchacho de Gryffindor negando con la cabeza.

—Bueno, al menos tu cara ya no está ahí. —escuchó la voz de Mia, no sabía que tan bueno era eso. Luego de la amenaza de esa mujer a sus padres, no estaba segura que tan bueno era que se empezara a restringir todo el buen humor de Hogwarts. Días oscuros se avecinaban, sin duda. Después de todo su familia creía en la palabra de Potter y Dumbledore sobre el resurgimiento de Voldemort. ¿Qué tan conectado estaba todo aquello con un par de placas? Quizá, más de lo que creía.

—¡No hay nada más que mirar, vuelvan al comedor! —comenzó a exclamar el director, poco a poco se fue despejando todo y sólo quedó Lily y, sorprendentemente, Wilson.

—Felicidades, ya has dejado de ser la atracción de todos los días —ella hizo una mueca de disgusto y se giró levemente hacia él.

—No me siento tranquila con ello.

Y no era para menos, mientras el día llegaba a su fin, el empedernido chismoso de Hogwarts tenía algo más que planeado para el día siguiente. Pues realmente, deben creerme, se sintió más que mosqueado al ver que su creación había sido despachada con tanta facilidad. Tal vez, los panfletos rosas, ya estaban pasando de moda. Y puedo asegurarles que estaba dispuesto a escalar otro nivel en esta historia.

Mientras el Ejército de Dumbledore comenzaban a escabullirse a la Sala de Menesteres, otro par lo hacía del otro lado del castillo, con la Brigada Inquisitorial pegado a sus talones, un celador gruñón y su gata despeinada y una mujer de metiche merodeando por cada rincón del castillo con las esperanzas de imponer su autoridad en quién fuese, con sus ridículos conjuntos rosas.

Lily no querría exactamente despertar al día siguiente si supiera lo que realmente estaba aconteciendo. Y no dejaría de preguntarse quién rayos sería el maldito chismoso.

~@~

“¿Quiénes somos? Dudo que lleguen a saberlo, pero vivimos entre ustedes, compartimos clases con todos y tal vez, incluso, somos sus amigos. Pero no intenten averiguarlo, nuestros nombres no son importantes, nuestros rostros no son valiosos. Pero lo sabemos todo.”​

“No busquen esconderse, allí estaremos.”​

Sería absurdo creer que no hubo repercusiones al respecto, incluso el profesorado se sintió inquieto esa mañana, pues cada palabra parecía escrita por un psicópata. Sin embargo, en quién más lograron poner nerviosa y furiosa fue a Lilian Dorian. Claramente parecía una estúpida amenaza, infantil y propio de alguien que no estaba satisfecho con el daño que había estado haciendo.

—¿Cuándo te pregunté si no tenías enemigos el año pasado, estabas segura de que no era así?

—Mia, mírame ¿por qué alguien querría hacerme algo? No he hecho nada. Apenas saben quién soy.

—Bueno, recuerdo que fuiste novia de Frank Green, el año pasado. El chico de séptimo, el que era compañero de Cedric Diggory.

—¿Y eso qué? —tomó un sorbo de café y miró a Mia maquinando millones de hipótesis en su cabeza.

—Recuerdo que recibiste una amenaza: tinta azul, sello de águila, oraciones infantiles de dejarte calva. Obviamente era una Ravenclaw. ¿Qué tal si es la misma?

—Exactamente ¿cómo es qué recuerdas eso? Tiré aquello apenas leí las primeras líneas, me das miedo, en serio.

Derek Wilson apareció en el comedor a esos de las ocho y media de la mañana, llevaba el uniforme con aquel resplandeciente escudo de su casa en el pecho y ese cabello siempre tan ordenado y brillante. Se lo mostraba sereno, más que todos aquellos que estaban enterados de la nueva novedad del día. Prácticamente todos eran tachados de sospechosos y nadie entablaba una conversación sin cautela, pero él, él no demostraba estar afectado en lo más mínimo. Además, no tenía nada que esconder y con esa misma serenidad llegó a la mesa de los tejones y se sentó frente a Dorian y Brandon que dejaron sus tostadas a medio camino.

—Buenos días.

—¿Buenos días? —Lilian miró hacia todos lados y se acercó a él con el ceño fruncido. —¿Qué se supone qué haces aquí?

—¿Es ilegal compartir un desayuno con otras casa?

—No, pero...

—Entonces sigue con lo tuyo. —Mia rió por lo bajo, era interesante ver en la forma en que esos dos se trataban, pero le causaba más gracia ver a alguien verse obligado a confraternizar con el enemigo para algo en concreto.

—No sabía que a los Ravenclaw le gustaban socializar. ¿No dicen ustedes qué sólo se juntan con los de su mismo plumaje? —Derek la miró fijamente —Habla, viejo. Sé que tienes algo qué decir —él dejó lo que estaba haciendo y entrelazó sus manos por encima de la mesa.

—También quiero saber quién está haciendo esto. Realmente no debería importarme en lo más mínimo, pero se han metido en algo que a nadie le incumbe. Y ya es bastante molesto, así que ya entendí, esto no puede seguir —ella asintió y miró a Lilian que no miraba a ningún lado en concreto. Sabía que no podría negarse a su ojos de cachorrito mojado, así que volvió su mirada a Wilson.

—En ese caso, bienvenido al club. Aún no tiene un nombre pero, la misión “Hogwarts oculta un chismoso”, comienza.

 

[Capítulo]

[8]
​

Analizar, descartar, formular.

Eran tres pasos claves de los cuales Mia ya se había hartado al menos una hora atrás, le siguió Martin y su desánimo post examen. Definitivamente no eran tan buenos siguiendo una regla tan simple como aquella. No como Lilian y Derek.

—Bien, esto es un asco.

—Dijiste que eras buena en esto.

—Lo soy, pero no así. Esta es la manera en la que ustedes dos «par de cerebritos» lo harían. —se colocó de pie de la silla y dio un par de vueltas en el aula vacía del tercer piso. —Haremos esto de otra manera: ustedes analicen, descarten y lo que sea que seguía después de eso. Martin y yo recorreremos los pasillos, dicen más de lo que creen.

—Si eso te hace sentir más Mia, entonces hazlo. —ésta asintió y le hizo un gesto a David para que tomara sus cosas y la siguiera. Lilian no se había dado cuenta que tan silencioso estaba todo hasta que el par de parlanchines se habían largado. No es como si ella hubiera sido particularmente alguien silenciosa, pero no eran unas de sus más grandes virtudes como las de Derek.

Además, estaba segura que no era aquello lo que la perturbaba. Estar a solas con Wilson, tal vez, sí.

—¿Necesitas decirme algo? Porque no creo que podamos hablar telepáticamente.

—Oh, no... yo —se pegó mentalmente, ella y su manía de mirar fijamente mientras pensaba; jamás se le quitaría, de eso estaba más que convencida. —lo siento, estaba pensando.

—Claro, por supuesto —murmuró con cierto aire divertido. Algo prácticamente impropio viniendo de él, un alguien que apenas sonreía con frecuencia. —Brandon tiene razón.

—¿En serio? Vaya, que místico sonó eso.

—Pues no se lo diga, pensará que siempre tiene razón. Y aquí entre nos, sabemos que eso no es cierto.

—Sin embargo...

—Esto es un asco. El maldito, o maldita, no lo sabemos, ni siquiera debe esforzarse por hacer esto. Míranos, es como si estuviéramos haciendo algún tipo de ensayo para Encantamientos. —Derek suspiró y mordió su lápiz como si fuera el culpable de todos sus males. —Definitivamente alguien te odia.

—Puff, no eres el primero que me lo dice —se arrellenó en la silla y dejó su mirada en la pared mohosa del frente. Pero no tardó mucho en quitarla de ahí cuando la puerta por dónde habían salido los tejones fue abierta de par en par. Martin apareció con los ojos fuera de sus cuencas.

—¡Tienen que venir!

~@~

No sería ni los primeros ni los últimos disturbios que se llevarían acabo ese año en Hogwarts sin juntar una gran multitud, estaban muy seguros de ello.

Pero... ¿Eso? Seguramente daría de qué hablar, y mucho.

—¿Ese es el profesor Firenze? —preguntó Lilian en un susurro haciéndose lugar entre los alumnos. Los profesores rodeaban al Centauro, al menos eso se veía desde allí. Pues repentinamente parecía ser más pequeño de lo que lo recordaba y no fue hasta que Madame Pomfrey lo hizo levitar con sumo cuidado, ocultando a su vez un par de piernas.

Piernas, dos piernas. Firenze tenía dos piernas.

Fueron a sentarse frente al lago luego de aquello, con miles de pensamientos e hipótesis rondando en sus cabezas. ¿Cuándo demonios Hogwarts lograría ser un colegio normal? Derek estaba más que intrigado, quizás en verdad tendría que haber asistido a Durmstrang, después de todo.

Aquel sitio parecía ser un maldito circo.

—No puedo dejar de pensar en lo que vi —soltó Mia completamente anonadada.

—¿Tú nada más? —Martin se estiró como un minino y se dejó caer en el césped. —Hasta ahora fue lo más raro que se haya visto.

—¿Qué piensas, Lily?

—No lo sé, pero esto tampoco me gusta nada. —se colocó de pie y se sacudió su capa antes de marcharse al interior de Hogwarts. Respuestas, eso necesitaba en ese momento y las encontraría.

~@~

Al otro día, Mia caminaba por los pasillos de Hogwarts como si nada, bueno intentaba que así fuese. Tenía sus orejas y ojos alertas a todo lo que se moviera. Incluso las ratas del invernadero le habían parecido sospechosas. Y sí, se había visto rara mirándolas toda la clase de Herbología, pero se había tomado en serio, como nunca antes en su vida, de ayudar a Lilian Dorian.

Su mejor amiga. Eso tenía que ser la excusa perfecta para hacerlo.

—Ya les dije que no sé que salió mal, simplemente voló de mis manos.

Mermó sus pasos a medida que las voces se hacían más claras, buscó algún lugar dónde esconderse, pero no encontró uno, sólo un armario de escobas que Filch utilizaba de vez en cuando. Masculló un par de maldiciones antes de meterse de cabeza. Espió por unas de las rendijas de la destartalada puerta, esperando a su vez que aquellas alumnas llegaran ahí.

—¿Voló? ¿¡Voló!? Escucha, estúpida, si lo hechas a perder nuevamente juro que no saldrás beneficiada.

—Tranquila, no lo volverá hacer ¿verdad? —Mia supo inmediatamente que una de ellas parecía ser la líder y no era exactamente la más histérica. La más pequeña se giró para mirar hacia el pasillo del lado derecho, dejando a la vista su bufanda azul y plata.

Ravenclaw.




Ya llegamos a las primeras sospechas y claramente a más disturbios xD no sería una historia del Mundo de Harry Potter si no los tuviera ¿no? :P En fin, ya estamos más cerca del final, tal vez, todo depende de este pequeño grupo de brujas y magos para encontrar finalmente al chismoso de Hogwarts. Así que ¡ajusten sus cinturones!

¡Saludos!

 

[Capítulo]
[9]
​

Satisfacción, oh sí, satisfacción de la más pura. Mia no estaba segura quién le quitaría la sonrisa petulante de su rostro, pero hasta entonces, nadie se había ofrecido para ello. Además, todo lo que había recibido, había sido una simple mirada de intriga y desconcierto.

—Entonces... ¿Puedes decirme por qué tienes esa sonrisa escalofriante? —Lilian estaba practicando transfiguraciones con su varita en la soledad de la sala común. En unos días estarían los EXTASIS y no podía confiarse que saldría tan bien como en los TIMOS. Y aunque la materia no era un gran desafío como Runas Antiguas, le tenía un especial respeto, más que a Pociones o DCAO.

—Es exactamente la pregunta que esperaba. Pero también debemos hablar con tu chico de Ravenclaw.

—Que no es mi chico —se quejó dejando de lado su varita. Por supuesto que para Mia aquello poco le importaba, nada le hacía más ilusión que ver a esos dos juntos.

No pregunten porqué, ni ella misma conocía las razones justas.

—Como digas. Buscaré a Martin, te espero afuera. —Lilian suspiró y asintió con serenidad. No le hacía gracia ver a Derek de nuevo, pero no podía negar que él se había comprometido a hacer algo que claramente nadie se esperaba. Debía darle algo de crédito aunque eso le molestara. Subió a la habitación arrastrando los pies, cargando una pequeña pila de libros bajo el brazo, con un rostro que no mostraba más que ojeras pronunciadas debido a un gran cansancio.

Cinco minutos más tarde se encontró con sus amigos, Martin y Mia cuchicheando por lo bajo sobre el último evento de la semana en la que los muy conocidos gemelos Weasley habían hecho de las suyas nuevamente. Estaba segura que realmente extrañarían a ese par.

—Bien, ya estoy aquí.

—Perfecto, vamos por Wilson y su cerebro.

~@~

—Espero que hayas tenido un plan para esto —comentó Lily un tanto escéptica. Habían llegado a la torre de las águilas con los pulmones tal vez reventados al subir tantas escaleras.

—Martin, —golpeó al muchacho en el hombro y apuntó hacia las alumnas de Ravenclaw sentadas cerca de la entrada ala sala común —pregúntales sobre Wilson.

—¿Qué, estás loca? —reclamó ofendido —¿Por qué no vas tú?

—Sólo son chicas.

—Intimidantes y arrogantes. —objetó arrugando la nariz.

—Y con vag... —Lily le dió una cachetada en la nuca. —¡Ay, eso duele, maldita!

—David ve y pregúntales sobre Wilson, si no quieres también una tunda por cobarde. —masculló entre dientes, definitivamente no estaba de humor y Martin supo que negarse abiertamente como lo hacía con Mia no funcionaría con Lilian. Así que tomó todo el aire que pudo y caminó hacia las Ravenclaw de séptimo año. —No entiendo porqué lo necesitamos.

—Hace unos días te quejabas que a él no le importaba, y ahora que lo hace prefieres que esté lejos ¿quién te entiende, Dorian? —Mia se miraba sus uñas con desinterés.

Unos minutos más tarde Martin se les unió. Derek no estaba en la sala común sino en el campo de Quidditch. Mia recibió otra cachetada en la nuca de parte de Lily, y una en su brazo derecho efectuada por David, por haberlos hecho subir prácticamente unas empinadas e interminables escaleras, y ahora bajarlas con las pocas energías que habían cargado.

Para eso de las once de la mañana, ya estaban cruzando toda Hogwarts hasta el bendito estadio.

—Sean cautelosos, hace un par de días Umbridge creó otro decreto sobre los grupos. Si nos ve...

—No hará nada, —opinó Mia negando con la cabeza —todos saben que tiene sus ojos puestos en Potter. ¿Por qué crees que existe la Brigada Inquisitorial? Están todo el tiempo persiguiéndolo —aunque fuese cierto a Lily no la dejaba tranquila, las cartas que había recibido de su padre habían sido revisadas, estaba segura que así había sido. Lo bueno era que él no había dicho nada comprometedor y sólo se había limitado a preguntarle cómo le estaba yendo con sus exámenes. —Bueno, con su uniforme de Quidditch se ve aterradoramente guapo. —Lily levantó la mirada. Wilson estaba sobre su escoba hablando con una de las golepeadoras del equipo y sonreía con galantería. —Allí viene alguien.

—¿Qué los trae por aquí? Espero que no sean espías —era un muchacho de su edad, con la diferencia que, a cada uno le sacaba prácticamente una cabeza de alto y tenía más músculos que belleza.

—Ni siquiera sabemos cómo funciona exactamente el Quidditch, amigo. Simplemente necesitamos a Wilson un momento.

—¿Wilson? —preguntó con extrañeza, miró hacia el muchacho y luego a ellos. —Eso espero, tejones. —llevó dos de sus dedos a su boca y dejó salir un silbido limpio y aturdidor —¡Wilson, te buscan! —Derek bajó inmediatamente y aterrizó con suavidad sobre el suelo.

—Gracias, Greg.

—Como sea —murmuró este alejándose del cuarteto hacia los vestidores.

—¿Qué sucede?

—Hola a ti también, ¿cómo estás? Nosotros estamos bien, supongo. —Mia y Martin se miraron un tanto extrañados por la actitud agria de Lily hacia Derek. Eran conocedores que nunca le había caído bien, sin embargo su tono tenía otro tipo de significado y sólo su mejor amiga lo entendió.

—Ayer presencié un hecho un tanto sospechoso, tres Ravenclaw. —interrumpió Mia antes de que aquello se convirtiera en una discusión innecesaria. Derek sacó su mirada fría de Lilian y la observó con interés.

—¿Quiénes?