Historias Olvidadas IV [La Caída de los Antiguos]

Tema en 'Relatos' iniciado por Eliseo, 26 Diciembre 2012.

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    Eliseo

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    Título:
    Historias Olvidadas IV [La Caída de los Antiguos]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    3219
    – ¡No, no quiero! ¡Es mi juguete favorito!
    – Y es precisamente por eso que debes ir a ofrecerlo al altar.
    Era el día de los sacrificios, y se hacía tarde para la ceremonia. Quizás no entiendan el por qué era requerido que un chico sacrificara su juguete. El Día del Sacrificio se celebraba el vigésimo octavo día de Término. Es decir, el último día del año, justo antes de la fiesta de recibimiento al nuevo ciclo.
    El Sacrificio se realizaba desde que los hombres tenían memoria. Cada hombre, mujer y niño debía entregar su posesión más valiosa al sacerdote, y este la quemaría junto con todas las demás en una gran pira, que ardería para recibir al nuevo año. De esta forma se aseguraba la buena fortuna de la comunidad, se evitaban las plagas y sequías, las guerras y las enfermedades.
    – ¡No! ¡No es justo! ¡¿Para qué quieren los Dioses mi juguete?!
    – Ellos no quieren tu juguete, Ellya.
    – ¿Entonces que es lo que quieren?
    – Creo que debería cont-
    – ¡No! ¡No quiero oír tus historias! El sacerdote ya nos saturo de eso esa mañana. Historias tontas, sobre personas que cumplían sus deberes con los Dioses, y recibían su recompensa.
    Eso lo sorprendió. Era la primera vez que su nieto rechazaba una de sus historias. Peor aún, era la primera vez que lo interrumpía.
    – ¿No crees en lo que cuenta La Voz?
    – No es eso…
    Lo miró interrogativamente.
    – En las historias, los héroes y los santos dan ofrendas…–tuvo que pensarlo un momento –pertinentes a la situación. Si deseaban buena cosecha, ofrecían sus mejores granos. Para fortuna en los negocios, oro y plata. Para un buen tiempo en el mar, provisiones y fruta. Y para la suerte en la batalla, la vida de uno de sus mejores hombres…
    – ¿Entonces?
    – No entiendo que pueden querer los Dioses con mi juguete. No tiene sentido. Que tiene que ver mi juguete con la buena fortuna. Con alejar las enfermedades y las plagas…
    Su abuelo sonrió. –No se trata de eso…Es verdad, que los sacrificios guardan una coherencia, y este también tiene ese mismo tipo de coherencia, aunque es un tanto particular. Déjame explicártelo con una historia. –Su nieto se cruzó de brazos, poco convencido.
    – Vamos, te prometo que te gustará. Después de todo, no hacía poco habías preguntado por los Antiguos –los ojos del chico se iluminaron –parece que es hora de que sepas lo que ocurrió con ellos. La historia de su caída. ¿Quieres escucharla? – Su nieto asintió sentándose sobre su cama con emoción.
    –De acuerdo –, le dijo, –pero me tenés que asegurar que escucharas con mucha atención. Las historias olvidadas poseen una sabiduría profunda, y es posible que les encuentres significado muchos años después de que te las haya contado –. El niño asintió. Este es el ritual, el ritual que siempre precedía a lo que su abuelo llamaba “historias olvidadas”.
    “Esta historia narra la caída de los Antiguos, a manos de los mismos Dioses que los habían creado. ¿Estás preparado?”No hizo falta que asintiera.
    Si te señalara a un antiguo en el mercado, te sorprendería lo desapercibido que puede pasar. Se ven justo como nosotros, más bien, nosotros nos vemos como ellos, ya que fueron ellos, y no nosotros, los primeros en ser creados. No obstante, no por el hecho de ser parecidos puede pensarse que seamos similares…no. Nada más alejado de la verdad. Decir que somos similares a los antiguos solo porque nos parecemos, es como decir que el agua y el alcohol son similares porque se parecen. Si, ambos son transparentes, y ambos son líquidos. Pero cuando los pones en contacto con una llama, su reacción es completamente distinta. Y no es por una diferencia de costumbres o de tradición… es porque su naturaleza intrínseca es completamente diferente a la nuestra. Tal es la diferencia. Esto, aunque suene complicado y fuera de lugar, es necesario para comprender esta historia. Veremos a los antiguos en situaciones que los hacen parecer humanos, incluso situaciones en las que actúan como humanos…pero no lo son. Y siempre debes recordar que no lo son.​
    Los antiguos fueron la última creación de los Dioses, antes de los humanos. No contentos con las maravillas del mundo que habían creado, crearon seres completamente diferentes a los demás, hechos a su imagen y semejanza. Querían seres que fueran capaces de comprender la creación tanto como ellos, y de admirarlos y adorarlos por lo que habían creado. Y eso fue lo que sucedió al principio. Los antiguos adoraron a los dioses, construyeron y crearon imperios, y hasta los mismos Dioses se maravillaban, a veces, con sus logros.​
    Pero habían cometido un error. Habían agregado una pequeña chispa de divinidad a la hora de crearlos, y como resultado, los Antiguos fueron demasiado similares a los Dioses. Tanto, que comenzaron a cuestionarse el porqué de su obediencia. Lo que hacía a los Antiguos diferentes de los humanos era su magia. Ese fulgor que destellaba en sus pupilas, la señal del poder ardiendo en su interior. Con ella podían crear maravillas, sanar enfermedades, realizar guerras y dominar la naturaleza.​
    Tanto era su poder, que incluso los Dioses comenzaron a temerles. Y los antiguos estaban concientes de ello. Los Dioses les temían, pero al final del día ellos eran inmortales. Meros mortales como ellos, no podían soñar con hacerles frente. Y la sumisión de los Antiguos continuó por milenios, resignados a su destino.​
    Pero esto cambió el fatídico día en que los antiguos crearon un arma capaz de matar a un Dios. Los Dioses, que creían poder mantener a raya a su creación, ahora estaban súbitamente aterrados. Lo único que los diferenciaba realmente de un Antiguo, era su inmortalidad. Si ellos podían ser asesinados…​
    Guerra. Era inminente, ambos mundos lo sabían. Sin embargo, ninguno quería dar el primer golpe. Las consecuencias de una lucha serían catastróficas para ambos. La solución la aportó finalmente Aior, el más sabio, pero también el más tramposo de los dioses: los guerreros más fuertes de cada bando se enfrentarían en una única batalla a muerte. Su solución era simple, casi elegante, pero los dioses se resistieron mucho tiempo, antes de implementarla. Nunca era sensato confiar en Aior, pero la guerra se avecinaba, y el mundo que habían creado con tanto esmero podía ser reducido a ruinas. Ísofon, el dios mensajero, llevó la propuesta al Consejo de los Antiguos, y fue aprobada por amplia mayoría. Naturalmente, no les dijeron que Aior era el artífice de la idea.​
    Se acordaron las reglas del combate. Constaría de un solo asalto, que acabaría con la muerte o completa sumisión del adversario. Cada guerrero podía llevar dos armas, de cualquier clase. La pelea se iniciaría con el primer sol del siguiente año.​
    El héroe de los antiguos era un fuerte guerrero. Su nombre pudo haberse perdido en las mareas del tiempo, pero su legendaria fuerza pasó de generación en generación, y es tu deber el continuar con este ciclo. Lo acompañaba su fiel dragón, una de las criaturas que los dioses más temían, creada por los mismos antiguos, completamente sin intervención divina. Pero lo que más los aterrorizaba era lo que colgaba en su cinto, Zhephyl, la asesina de Dioses. Esas fueron las dos armas elegidas por el más fuerte de los Antiguos.​
    Del lado de los Dioses se ubicaba Cryshion, el Dios del trueno. De belleza inimaginable, la piel lisa y pálida, al sol centellante como un diamante, y mil veces más resistente. Su rostro era de una belleza frágil, desamparada. Los cabellos rubios, en punta y hacia atrás, y unos ojos gélidos, del color del cobre, que lograban opacar cualquier fragilidad en su rostro. Sus armas eran su espada, que le permitía controlar los rayos, y un escudo completamente negro, forjado de sombras por el Dios del averno. Una cortesía específica para esta batalla.​
    Cuando los primeros rayos del nuevo ciclo tocaron sus rostros, la pelea comenzó. Ambos ascendieron en el aire, el héroe en el lomo de su dragón, y este lanzó una llamarada hacia el Dios, que tuvo que apartarse.​
    Aún si no pudiera matarlo, el poder de la llama podía herirlo, y no quería correr ningún riesgo. Era mejor si esa espada nunca era puesta a prueba. Pero al lanzar la llamarada el dragón se lanzó hacia él, y aunque pudo esquivarlo lo envolvió el viento de su estela, desestabilizándolo, permitiendo que la criatura pudiera asestarle una sacudida con su cola.​
    Cryshion se estrelló contra las rocas. Sin embargo, era un Dios, y tales golpes no tenían ningún efecto. Lo único que eso logró fue molestarlo. Extendió su palma extendida hacia el dragón, y cuando este iba a abalanzarse sobre él, una jaula de rayos lo apresó y aprisionó. El dragón se derrumbó y su jinete saltó a tierra. No tener una de sus armas sería un problema, pero el Dios no podría mantener más de una de esas jaulas al mismo tiempo.​
    Se observaron mutuamente, caminando, orbitando ante un centro invisible. Habían elegido el lugar más desolado de la tierra para llevar a cabo el combate. El lugar que tenían para destruir era inmenso.​
    El Dios tomó la iniciativa, dominaba el rango después de todo. Un rayo brotó en los dedos de su brazo extendido, pero el héroe los desvió con su espada. La sorpresa se plasmó en los ojos de su Dios.​
    El antiguo avanzó hacia él, lentamente. No había necesidad de apresurarse. El Dios continuó atacándolo con rayos, pero él solo tenía que desviarlos. Zhephyl rebotó contra el escudo de sombras y apenas pudo defenderse del contraataque cuando sucedió. No era un rebote común, fue casi como si el escudo hubiera empujado su espada hacia atrás, una fuerza inversa a la de su golpe.​
    La espada del Dios era ligeramente más corta, redujo la distancia y asestó una estocada, pero el héroe lo esquivó y respondió con un puñetazo de revés. Su espada era demasiado larga, pero aún podía hacer eso.​
    Quiso aprovechar el desconcierto del Dios, clavar su espada por su espalda mientras este estaba en el suelo, pero el escudo de sombras apareció flotando ante él. El héroe cayó hacia atrás, incapaz de compensar el rebote al tomarlo desprevenido.​
    Cryshion se levantó. Creyó que conocía la furia divina, pero cuando lo vió, supo que había estado equivocado. Rayos emanaban de todo su cuerpo, su rostro hermoso desfigurado por la ira. Creo en su brazo una jabalina de truenos y la lanzó, pero cuando quiso desviarla estalló, lanzándolo nuevamente al suelo. Pero esta vez no podía levantarse, la energía del Dios corría por su cuerpo, paralizándolo, haciendo de cada respiración un infierno. Aún así se levantó. Se levantó con todas las fuerzas que poseía, oponiéndose a la magia del Dios…pero era todo lo que podía hacer. Solo podía mantenerse de pie.​
    Cryshion al principio se sorprendió, pero luego sonrió satisfecho. Lentamente elevó su espada hacia los cielos, y este se pobló de nubes negras y espesas. Los truenos comenzaron a escucharse por todo el lugar, el cielo poblado de destellos. Era la hora del final. Su espada descendió, y con ella el rayo, que cayó sobre el héroe.​
    El espectáculo era horrible. Aunque frente al Dios el antiguo parecía feo, casi horrendo, podríamos haber dicho con facilidad que era hermoso. Pero todo lo que quedaba de él, era ahora un cadáver oscuro, los cabellos retorcidos y quemados. Pero lo que atemorizó al Dios, no fue este terrible espectáculo. Fue que el cadáver se mantuviese de pie. Que se mantuviese de pie, sin siquiera soltar su espada. Al principio creyó que estaba vivo, pero al acercarse se dio cuenta que no. Eso era imposible. Se acercó aún más, dispuesto a reclamar su premio. No solo había ganado la esclavitud de los antiguos, también como lo dictaba la tradición de los duelos, tenía derecho a las armas del contrincante derrotado. Extendió su mano hacia Zhephyl y esta se clavó en su pecho.​
    No estaba muerto. Arrancó la espada del pecho del Dios, de su herida en lugar de sangre brotaba una luz chispeante. Lo sorprendió, aunque era esperable, los Dioses no sangran. Pero aunque hubiera asestado ese golpe, no era mortal, y estaba muy débil como para continuar. Estaba ante las puertas de la muerte, y a Cryshion no le habría costado darle el golpe final…si no hubiera perdido completamente la razón al ser atravesado por aquella espada.​
    Los Dioses no mueren. Y como no pueden morir, no sienten dolor alguno. Pueden ser heridos si, pero no sienten dolor. El dolor es la advertencia de la muerte, y como no hay nada en este mundo capaz de matarlos, ellos no sentían dolor. No lo habían sentido…hasta ahora. Todo guerrero antiguo se preparaba para enfrentar el dolor. Incluso nosotros continuamos haciéndolo. El dolor es tu segundo oponente, y puede ser peor que aquel que tenes enfrente. Pero los Dioses no conocían esto. El dolor se extendió desde su herida, la luz no cesaba de manar. El dolor invadía cada centímetro de su cuerpo, y desfiguraba su rostro hermoso. El dolor lo hacía retorcerse, lo hacía gritar, y aunque sabía que tenía que defenderse, los rayos caían descontroladamente por todo el lugar.​
    Y finalmente, el antiguo blandió su espada. Se acercó, y cortó al Dios por la garganta, acabando con su sufrimiento. La cabeza cayó hacia el costado, la luz brotó de su cuello, con mayor intensidad y abundancia que de su pecho, y lo mismo sucedía en la base de su cráneo. Los rayos tardaron un momento en cesar, pero finalmente se detuvieron, la luz se volvía cada vez más intensa, y mientras brillaba, el cuerpo del Dios parecía desvanecerse. Y como el fuego que se queda sin leña, como una estrella moribunda, la luz se extinguió, y no quedo nada de Cryshion, el Dios del trueno.​
    Entonces el héroe se desplomó.​
    Sus heridas fueron tratadas, pero finalmente murió. Había poco que se podía hacer contra las heridas inflingidas por un Dios. Y aún menos si eran de tal magnitud.​
    No se sabe que ha sucedido con las armas que perdió el Dios en la batalla. No existe ninguna historia que nos cuente o relate su paradero o destino. Algunos las siguen buscando.​
    Los antiguos no festejaron su independencia. Velaron a su héroe caído y siguieron con su vida, lo más rutinariamente posible. Los dioses no podían creer el resultado de la batalla. Y como establecía el pacto, los Antiguos eran ahora libres, y ellos no podían interferir de ninguna forma en sus asuntos.​
    Los Antiguos dejaron de hacer tributos, convirtieron la mayoría de los templos, alejándolos de su función original. Y tuvieron que lidiar con el azar de la naturaleza, la imprevisibilidad del mundo. Algunos antiguos aún seguían adorando a los Dioses, pero eran una pequeña minoría.​
    Por primera vez en mucho tiempo hubo paz entre los antiguos y los Dioses… pero estos no lo soportaron. No podían verse privados del dominio de las criaturas que ellos mismos habían creado. Luego de años de pacto in interrumpido, los Dioses traicionaron a su palabra. La ciudad más grande e importante de su civilización, construida sobre una enorme isla artificial en el medio del océano, fue hundida por deseo de los dioses.​
    La guerra fue atroz y feroz, y los antiguos estaban desmoralizados. Su ciudad más importante había sido destruida como si nada cuando los tomaron por sorpresa. Lo último que esperaban era que los Dioses rompieran su palabra.​
    Las armas como Zhephyl eran caras y difíciles de fabricar, y su forja requería muchísimo tiempo. Su cantidad acabó rápidamente, y no podían suplir las pérdidas aunque las fabricaran constantemente.​
    Se dieron cuenta de que no podían ganar la guerra. Solo les quedaba resistir, pero su derrotaba estaba asegurada. Pero no condenarían a su civilización entera a la destrucción, solo para causarle más bajas a los Dioses. Si querían vivir, debían alejarse. Debían alejarse lo más posible, hasta encontrar un lugar donde la influencia de los Dioses no pudiera alcanzarlos. Debían huir del mundo que los Dioses habían concebido, debían encontrar otro hogar.​
    Se elevaron hacia el cielo, en naves enormes como ciudades que surgieron de la tierra. Los Dioses quedaron tan perplejos que no se atrevieron a detenerlos. Las naves se alejaron y desaparecieron de su vista, alejándose de cualquier dominio que ellos pudieran tener. Y desde entonces nada se supo de los Antiguos que abandonaron este mundo.​
    Otros, sin embargo, no se atrevieron a dejar su hogar. Huir de este mundo era una idea demasiado espantosa. En su lugar, construyeron grandes hogares bajo tierra, y se dividieron en grupos de no más de veinte personas. En concentraciones tan pequeñas, los Dioses nunca podrían encontrarlos.​
    Y con la huída de los antiguos, el mundo tuvo tiempo para recuperarse de la guerra. Los árboles crecieron, los mares se apaciguaron. La vida floreció, y sin embargo, los Dioses estaban angustiados. Porque sin los Antiguos, al mundo le faltaba algo. Sin los antiguos el mundo estaba incompleto…​
    –Entonces nos crearon a nosotros…
    –Así es.
    El niño asintió en silencio, pensativo.
    –Esta historia no está en La Voz –soltó.
    –Así debe ser, pues a La Voz solo le incumben los seres humanos.
    El puño de su nieto temblaba. Quiso decir algo, pero su voz se quebró.
    –Esta historia ocurrió hace demasiado tiempo. Más tiempo del que podés imaginar. No debería afectarte tanto.
    –Pero es que faltaron a su palabra…no solo son unos imbéciles, no podes hacer nada para evitarlo… tenés que cumplir sus condiciones… o esperar tu completa aniquilación
    Esperaba que lo corrigieran. Esperaba con todo su corazón que su abuelo lo corrigiera, pero no lo hizo. Se habría ganado unos buenos latigazos en el Templo, sino algo peor, si alguien le hubiera escuchado decir tal cosa, pero no. Su abuelo solo lo miró, muy serio. Y por alguna razón comenzó a llorar. Aún así, su abuelo no lo abrazó, ni lo consoló.
    –Espero que entiendas ahora porqué tenés que llevar tu juguete al altar –le dijo, y cerró la puerta al salir.
     
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    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

    Capricornio
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    Pluma de
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    Saludos:
    Voy a irme a los técnico primero:
    Faltó un "que" en la segunda escena de dialogo, me parece que pones demasiados puntos, tambien en algunas partes de dialogo creo que se te corrieron los puntos y las comas.
    Cuatro parrafos hacia arriba debe ser "mismos" en el segundo renglon.
    Dejando de lado eso, me gustó la historia, un poco corta, casi como un ova o algo así.
    Bastante original, aunque con cierto aire de dioses griegos.
     
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  3.  
    Eliseo

    Eliseo Iniciado

    Acuario
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    11 Diciembre 2012
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    Pluma de
    Escritor
    Gracias por comentar. Ahí corregí esos errores (llegará el día en que el word pueda corregirte eso también : P)

    Elegí usar una religión politeísta por que es más difícil hacer paralelismos con el cristianismo. Aunque va siendo hora de que me familiarice con más sistemas de mitos políteistas, además de los griegos y romanos.
     
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