Heartache -SS- [CCS] En el concilio siempre hay dobles intenciones. Y esa vez tenía esa intención tenía un nombre: Shaoran Li. Su marido murió asesinado, y quedó sola con sus dos pequeños hijos, Yuuki y Haru. ¿Qué más haría que aceptar ayuda a pesar de las consecuencias, en una situación tan grave y crítica? N/a: ¡Hola! Bueh, antes que nada, este fanfic ya había sido publicado en ff.net, con el nombre de Unbreakeable women y por razones equis que seguro a nadie le interesan, lo borré :) *Gloom gruñe* Así que plagio ni qué nada n_ñ. Lo seguiré publicando aquí, espero, con más rapidez en las actualizaciones :B. Saludos a todos y espero que les agrade el capí uno. Soy nueva por aquí y si me equivoqué en algo, corríjanme :D Capítulo 1: Las lágrimas hacen a la mujer (Sakura's POV) El viento mecía las grandes ramas de los árboles verdosos que rodeaban el cementerio de Tomoeda, junto con el ulular de los búhos que parecían apenas despertar con el sol que poco a poco, caía y se ocultaba entre los edificios. Aún era primavera, pero ese veinticuatro de Marzo parecía más un frío y desolado invierno. La gente iba vestida de negro, como usualmente lo hacía en los funerales y entierros. Llevaba un vestido blanco, resaltando entre la multitud, y un ramo de claveles entre las manos. Papá se encontraba a mi lado sosteniendo un pequeño paraguas de colores oscuros por encima de mi cabeza y Touya me abrazaba por la espalda, ambos guardando silencio. Yuki y Haru se abrazaban a mí con tanta fuerza que me impedían moverme, sus pequeños cuerpos aferrados a mis muslos, a lo único que me llegaban a alcanzar. Sentía sus lágrimas traspasar la tela del vestido y acariciar mi piel llenas de inocencia quebrantada. El cura rezaba enfrente del ataúd que brillaba con la débil luz exterior. Los miré tiernamente, y lo único que pude hacer fue alegrarme de que ellos no hubieran muerto e ido en su lugar, porque eso indudablemente yo no lo hubiera soportado. Él seguro también lo pensó en algún momento, no lo dudo ―siempre vio el bienestar de los demás frente al suyo dentro de lo largo de su vida, y quizá por eso lo amé tanto. Una lágrima descendió por mi mejilla. Lo amé, me dije lentamente, y gemí cuando sentí mis ojos humedecerse. Y todavía lo amo. Miré al cielo, buscando una razón, preguntándole a dios porqué a él y no a otro, que sí porqué era tan egoísta conmigo si ya con el tiempo me había quitado muchas cosas. No la hallé, por supuesto, sólo vi a algo volar en lo más alto, y me permití sonreírle. Una gran sombra volar arriba de todos, de mí, protegiéndonos y aleteando sus alas doradas. Kero. Cuando finalmente al ataúd cayó al fondo, y las personas se acercaron a dejar las flores, oí los murmullos que pretendían darme aliento. “Lo siento”, “no se lo merecía, era un buen hombre”, “sigue adelante”. Pero sólo lograron entristecerme más. El cielo tronaba, anunciando una próxima lluvia. Tragué saliva, evitando no suspirar demasiado, y me separé lentamente de mi hermano y padre, caminando en dirección del ataúd en donde el cuerpo de mi esposo descansaba inerte y sin vida, pero la voz de Yuki me detuvo. ―Ne, mamá… ―¿Qué pasa, cariño? ¿Sucede algo? Limpié mi rostro, y miré hacia abajo para encontrarme con los ojos verdes de mi hijo, Yuki. A su lado, su gemelo, Haru, sólo lloraba y escondía su rostro entre sus pequeñas manos. Lo sentía temblar. Acaricié su cabeza con mi mano, revolviendo sus cabellos, intentando frenar su llanto. ―Haru no está bien, mamá ―me dijo. Yo asentí, pensando en que ninguno de los tres lo estaba y lo apreté más contra mí―. Él llora mucho, y no sé que hacer porque me siento mal y quiero llorar también, pero tengo que ser fuerte. Papá dijo que tenía que serlo, porque era el mayor. Quité de sus ojos una pequeña gota que se había caído de sus pestañas, y lo miré tiernamente. ―Tu padre siempre se equivocó en algo, Yuki ―mis ojos se llenaron de lágrimas al pensar en él, pero las sequé cuando sentí su profunda mirada sobre mí. Dios, sentí que mis piernas me temblaban y que en cualquier momento caería al piso. Me sentía demasiado vulnerable―. No eres débil si lloras, al contrario, eso demuestra que tan fuerte eres. Porque lloras por algo que te dio y te dará fuerzas, siempre. Esa misma debilidad será la que te haga invencible. ¿Comprendes lo que quiero decir? Vi cómo, reflexivo, Yuki asentía. Inhalé y exhalé aire, notando como mi nariz no permitía dejar entrar el aire con normalidad a causa de mis sollozos. Noté a papá y Touya a lo lejos, mirándome e indicándome que debía de terminar con esto de una vez. ―Bien. Entonces, creo que tenemos que despedir a papá ―me giré hacia Haru, quién parecía aún llorar. Me agaché a su altura, y lo abracé tan fuerte como pude. Ver a un hijo llorando para una madre es lo peor que pudiera ver, sobretodo cuando la razón es parecida a la suya―. Haru… deja de llorar, cariño, que me harás llorar a mí también ―besé su cabeza, tupida de cabello castaño, casi negro―. Piensa que él fue al cielo… y nos está mirando desde las nubes, a lado de tu abuela. Él… él nos va a proteger de todo lo que nos pase, jamás dejaría que algo nos hiciese daño. ―Papá… ¿siempre será el único, verdad, mamá? El corazón me dolió. Mucho. Él siempre sería el único, siempre. Nunca cambiaría sus palabras, sus gestos y sus detalles por los de otro hombre. Pero… ¿podía estar completamente segura de eso? Me pregunté. Mordí mi labio, y asentí, lentamente. ―Sí, Haru… él será el único. Me acerqué a la tumba con ellos detrás, faltaba poco para que comenzaran a echar la tierra y colocaran la lápida. Sentí la rosa blanca resbalarse de entre mis dedos y picarme momentos antes la piel. Un pétalo se manchó y quedó rojo, pero aún así cayó a encima del ataúd, como último. Miré a mis hijos, que parecían ver a la nada y miré a los que nos acompañaban. La mayoría lloraba, tal y como lo quería hacer yo en ese momento. Fue cuando el cielo comenzó a oscurecerse y pequeñas gotas de agua comenzaron a caer de él. Fue cuando lloré como nunca jamás lo había echo. ―――――― La radio sonaba en la cocina y el teléfono en la sala, ambos confundiéndose con el arrasador sonido que la lluvia traía consigo. Hace rato todas las visitas se habían ido, y papá, diciendo que tenía trabajo temprano al igual que mi hermano, también. Kero vigilaba desde la ventana que estaba en la ventana de la cocina, medio dormido. Arropé con cuidado a Haru, que dormía a lado de Yuki, abrazado a su brazo. Le di un beso en la mejilla a ambos y salí rápidamente de su habitación buscando el aparato. Las manos y las piernas me temblaron cuando mis ojos leyeron Número desconocido en la verdosa pantalla. ―Ne, Saku-chan, ¿contestarás? ―a voz chillona de Kero me sobresaltó, pero asentí. Se sentó a mi lado en el sillón de tela verde oscura―. Sólo ten cuidado. ―¿Hola? ―¿Sakura Kinomoto? Preguntaron por la otra línea. Contesté más para el cuello de mi camisa que para la persona que me llamaba, pero aún así, cuando escuché algunas palabras, que ambiguas, no llegué a deducir con claridad; supe que llegaron a entenderme. El cielo tronó y una luz iluminó la estancia y di un brinco del susto. Verdaderamente aquel día cada vez se ponía peor. ―H-hai, soy yo. ¿Se les ofrece algo? ―pregunté con cordialidad, notando como mi voz parecía ser tan delgada como un hilo. No me contestaron. Miré a Kero, que se encogió de hombros―. Hn… disculpe, ¿quién es usted y cómo sabe mi nombre? ―Lamentamos molestarle, señora. Somos parte del Concilio de Oriente, mi nombre es Xing Huo ―tragé duro. ¿El concilio de Oriente? No podía ser, por lo menos no ahora. Inhalé y exhalé aire, tratando de calmarme. Mi cara seguro se había puesto roja de la furia que sentía―. Llamo porque mi superior, Fei Wang, ha pedido que venga a Hong Kong. Quité el teléfono de mi oído por unos momentos―. Es el concilio ―le dije. Mi guardián se quedó helado, y volví a colocármelo―. ¿Para qué, señor Huo? ―Para ver qué pasará después de la muerte del líder de su clan ―contestó. El corazón se me encogió, sólo había pasado un día pero parecían haber pasado años desde su muerte―. Es decir, su esposo, Kumagoro Yamato. ―Creía que eso lo habíamos dejado más que claro hoy en la mañana en la funeraria ―reclamé con voz cansada―. Mi marido murió, y que por ello, yo me haría cargo de mi clan sin la ayuda de ustedes y mis hijos serían criados exclusivamente por mí y si, quizá, me case de nuevo, cosa que dudo muchísimo, por mi esposo. ―Yo también creía que eso pasaría, señora ―Me sorprendieron sus palabras, hasta dejé salir una exclamación de asombro. ¿Entonces que pasaba en realidad? ―. Pero según las nuevas normas, eso sería quebrantar la ley. Ahora usted está a cargo de jefe del concilio, que por mientras atrapan al asesino de su marido y el de muchas más damas japonesas, la cuidará a usted y a sus hijos. Fruncí el entrecejo. Nuevas normas, ¿desde cuando? ―¿Si me niego, qué consecuencias habrá? ―pregunté, indecisa al ver cómo Kero se ponía alerta al escucharme y dejaba su té a lado para colocarse en mi hombro derecho, cerca del teléfono. Con el tiempo había aprendido a no desafiar al concilio, y había conseguido tenerle un poco de miedo. Esperé algunos minutos la respuesta, pero sólo escuché silencio en la línea. ―Saku… ¿qué pasa? ―preguntó en voz baja. Negué con la cabeza. ―Nada, no es nada, Kero. ―Al concilio no nos conviene que usted muera, es una hechicera muy poderosa ―objetó Xing minutos después. Asentí para mí misma, por supuesto que no les convenía― Sólo por ello lo hacemos, que yo sepa, no hay alguna razón más. Sin contar que su muerte daría final al Clan Yamato, y al de su familia como hechiceros. Piense en los suyos. Porque seguro, no sólo la querrán asesinar a usted cuando sus hijos en el futuro pudieran ser aún más poderosos. Sentí que mi mandíbula se endurecía. “Los míos”, pensé. Mi esposo había muerto y tenía un revolvedero de sensaciones y sentimientos en mi corazón. No sabía qué hacer. Odio y venganza por una parte, hacia quién lo mató; y tristeza y desesperación por su ida. Precisamente en aquel momento tenía que morir, cuando había dicho que lo haría a mi lado, cuando pudiésemos tragarnos la tierra debajo de una lápida juntos con tranquilidad. Miré a Kero desesperada, pero lo único que pude ver en él fue aceptación. Suspiré cansadamente. ―Bien. ―Entre más pronto llegue, mejor. Unos boletos estarán esperándole en el aeropuerto, no importa cuál sea la hora. Fei Wang y el Líder del Concilio le esperarán el día siguiente de su llegada. Ellos serán los encargados de su protección. Gracias por su cooperación, señora. Buenas noches. Cuando colgué, lo primero que hice fue ver a Kero con ojos lagrimosos. ―¿Estará bien lo que hice, Kero? ―pregunté con voz ahogada. Sentí sus alas acariciar mi nariz cuando voló enfrente de mí para posarse en mi otro hombro y acariciar mi mejilla con sus manos de peluche―. Yo… yo no quiero morir y dejarlos, no sería justo. Primero Kumagoro, y después yo. Yuki y Haru no lo soportarían, y tendrían que ser adoptados por una familia mágica y jamás volverían a ver a papá y a mi hermano. Kero guardó silencio algunos segundos. ―Mientras lo hagas por su bienestar, Saku, está bien ―me contestó embozando una tierna sonrisa y mostrando sus colmillos pequeños de león―. Además, yo también les protegeré junto Yue y todas las cartas. No estás sola, eres mi ama y yo tu guardián. Yo jamás te dejaré. Sonreí tristemente y dejé que me rodeara con sus pequeños brazos y acariciara mi cabello. Justamente eso Kumagoro me había dicho la anterior noche de su muerte, cuando soñé con su cuerpo ensangrentado y desperté a su lado, sin hacerle caso a aquel aviso y tomándolo como una tontería cuando era una premonición. Aún siento escalofríos en mi espina dorsal. ¿Es que acaso todos los que conocía tendrían el mismo designio? Pedí a dios que no. (Shaoran's POV) El silencio reinaba aquella mañana en mi oficina sin madre regañándome constantemente, o mis hermanas gritando como histéricas sobre sus próximos matrimonios. Miraba a la ventana, en donde tenía vista al jardín, en donde había árboles de cerezos que ya casi terminaban de florecer. Algunos pétalos flotaban con el aire y se esparcían por el verde y húmedo pasto del lugar. Hace algunas horas, al levantarme, recibí la llamada que tanto había esperado de Fei Wang después de aquel sombrío día, y no podía evitar estar nervioso. ―Llegará en unas horas. Me giré lentamente y me encontré con la cara cansada y ojerosa de Fei Wang, mi mano derecha en el Concilio. Venía vestido de colores verdes al igual que yo y portaba unos lentes pequeños en el puente de su nariz. Asentí después de algún tiempo y volví a mi posición inicial. Lo sentí sentarse en las sillas que estaban enfrente de mi escritorio y empezar a jugar con algunos lápices del lapicero. ―Debes estar nervioso ―dijo, y sentí que me leyó la mente―. Y ella devastada. ¿Será buena idea traerla aquí estando tú? No es que esté enamorada de ti todavía, pero… ella no es la única que está siendo perseguida, tú también. ―Eso lo sé ―contesté automáticamente―. Pero es más seguro que ella esté aquí de estar en su casa. Además… ―mi boca se secó de repente y mi garganta se cerró― sus hijos no pueden correr ningún riesgo. Sería una conmoción para los hechiceros y magos de todo el mundo. Ese asesino va a venir aquí, eso es más que seguro, y lo atraparemos. Se pudrirá en el infierno y ella y su familia saldrán ilesas para volver a su vida de nuevo. Por el rabillo de mi ojo noté como Fei entrecerraba los ojos. ―¿Y si es mucho más fuerte que tú, Li? ―inquirió socarrón. Gruñí fuertemente, y apreté los puños. Había posibilidades de que fuese más fuerte que yo, de eso no había duda, pero me enfadaba pensar que pudiese ser así―. Yo no estoy a tu nivel, por lo tanto, no puedo ayudarte. Tampoco lo está el equipo de entrenamiento, son demasiado jóvenes y sería como matar ratones con una ratonera. Y hay que descartar a Yamato, porque está muerto, y su esposa, no creo que esté en condiciones de lucha después de la depresión que me informaron que pasa en estos momentos. ―Aún quedan personas a las cuales recurrir si mi fuerza no es necesaria. El precio será caro, pero… ―suspiré―, valdrá la pena. ―Vale, eso es cierto ―aceptó con desgana―. Entonces, yendo a otro tema… ¿qué harás con ella? Ella. Sonreí. Desde hace años todos los de casa, y mis amigos más cercanos hablaban de Sakura refiriéndose de aquella manera. Ella. Como si fuera algo prohibido, temido, que ni siquiera pudiese mencionarse. ―¿Apoyarla? ―dije―. En realidad, no lo sé. Lo único que puedo asegurar es que me tendrá a su lado cómo… Oí la voz de Fei Wang interrumpirme, y fruncí el entrecejo. ―Cómo su adulto con mentalidad de adolescente enamorado ―se burló―. Li, es serio. La señora dijo que no podías involucrarte más allá de una relación de protector y protegida. Vale, es pasable que se hagan amigos conforme al tiempo, pero no que la enamores de nuevo porque tendrás que dejarla al igual que la última vez y para tu información, esta vez ya no hay oportunidades de que un hombre llegue y le haga feliz como Kumagoro. ―Yo no pensaba hacer eso ―pensé en voz alta. ―En lo más remoto de tu mente lo pensabas, no puedes negarlo. Todos están decepcionados de ti por lo mismo, Li. Sigues estancado en el mismo charco desde hace años. En cambio, ella cambió y rehizo su vida. Deberías aprender de ella y recordarla como lo que es hoy y no como lo que fue, porque ya no es la misma ―asentí mientras seguía hablando―. Superó tu ida, se casó años después, y tuvo hijos. Fue feliz mientras tu mendigabas un poco de lo que a ella le sobraba. No seas estúpido. Miré a los pétalos rosados de los cerezos pegar contra la ventana con el viento de la mañana. Acaricié el vidrio, delineando el contorno de uno que quedó pegado al cristal. Cerré los ojos. ―No soy estúpido ―respondí. ―Lo eres ―me corrigió―. Eres un estúpido que no sabe manejar nada sobre su vida ―añadió minutos después cuando le gruñí―. El Concilio te absorbió tanto que descuidaste su amor, y ella terminó diciéndose que la separación era mejor para ambos. En este tiempo lo que tendrás que hacer es superar los hechos que tus mismos errores causaron, y aceptar que nada va a ser como antes. Y que ella ya no es tuya, si no de alguien qué murió y qué se la llevó consigo hasta la tumba. Me quedé callado un momento, sin entender las palabras con claridad. ―¿Qué quieres decir con eso, Fei Wang? ―inquirí confundido y con tono exigente. Aún no comprendía del todo―. ¿Cómo qué se la llevó? Fei Wang rió suavemente. ―Las lágrimas hacen a la mujer ―murmuró en voz baja. Alcé una ceja―. Lo que quiero decir que ella apenas está superando la pérdida. Cambiará más de lo que ya ha cambiado. Las lágrimas serán una pieza clave para ese cambio, y los brazos de un buen hombre. De un amigo.
Re: Heartache -SS- ola esta muy interesante la historia pobre sakura y encima de todo tener k volver a shaoran pero ella es una chica muy fuerte lo superara kien sera el asesino? espero k pongas conty pronto xao